viernes, 27 de junio de 2008

ACUÑA(LO) POR PARTES...

NOTA PRELIMINAR:

En este relato aparecen una serie de notas al pie de página que, lamentablemente, no pueden reproducirse en este blog sino al final del relato. Si el lector tiene paciencia, en cada oportunidad que se tropiece con cada una de estas notas, podrá dirigirse al final de la publicación y leer el contenido de ellas. La otra opción es ser muy memorioso, retenerlas y leer el contenido de todas al final. Yo recomiendo la primera opción. Pero ya sabemos lo que vale las recomendaciones del autor a la hora en que el lector decide leer un trabajo.

Cuando mis colegas se enteraron de mis intenciones de abrir un seminario que versaría sobre la obra literaria de Rosendo Acuña, los más discretos se limitaron a guardar un silencio glacial.

No es secreto para nadie la pasión —o adicción— que sentía Acuña por ver sus escritos en letra impresa. Grafómano impenitente, no dudó en publicar verdaderos adefesios que, inevitablemente, terminaron por oscurecer lo mejor de su obra. Pero esos pocos títulos (me refiero a los mejores), algunos de ellos de brevísima extensión, son verdaderas joyas de la poesía y de la narrativa contemporánea venezolana.

Cuando alguien, como yo ahora, lo menciona, el lector entendido admite sin reparos que los primeros cuentos y poemas de Acuña fueron promisorios y apuntalaban hacia una obra literaria de mayor envergadura que, finalmente, nunca llegó. Es así que lo mejor de su trabajo ha quedado relegado implacablemente a una maestría de novato o a una mera inspiración juvenil. Difiero de ellos: esta apreciación no hace más que delatar la ignorancia del lector en apariencia entendido: Acuña publicó en 1953, a la edad de diecisiete años, su primer libro: "Poemas para nadie"
[1]. Sin lugar a dudas, una obra aguda y exquisita. En 1955 consigue el primer lugar en el concurso de cuentos del Concejo Municipal de Caracas con el relato "¿A dónde miran los ángeles cuando miran al cielo?" Dos años más tarde publica un libro de relatos[2] en el que además del ya mencionado, destacan dos importantes textos narrativos: "Canción de cuna para un diablo enfermo" y "Macuto". Con el primero ("Canción de cuna...") logra, a mi juicio, uno de los puntos climáticos de su obra: un texto de apenas diez páginas que puede ser leído como un relato poético o como un poema narrativo. Cualquiera sea nuestra elección como lectores o como impertinentes taxonomistas, la obra hay que decretarla como un paso obligado dentro de nuestra literatura del siglo XX.

Luego, es cierto, comenzaron a aparecer los libros menores: críticas y reseñas literarias, comentarios cinematográficos y teatrales, una historia interpretativa de la plástica venezolana. Para 1970 ya había publicado tres novelas, cada una de ellas peor que la otra. Pero en 1974 publica un librito de apenas treinta y tres páginas, continente de un largo poema, más bien un monólogo, titulado: "Confesiones a Altuser"
[3]. Era esa la diminuta obra poética para la cual había estado preparándose durante casi veintiún años de torpeza creativa.

Si "Canción de cuna ..." es un niño malcriado que logra conmovernos, irritarnos y avergonzarnos a un mismo tiempo, "Confesiones ..." es un guerrero enardecido que no duda ni por un minuto en levantar su hacha de batalla para decapitarnos de un solo y certero tajo.

En 1986, dos años después de su repentina muerte, aparece "Cantos mercenarios para una mujer de la calle", un conjunto de poemas derrotistas y descentralizadores de los valores materialistas, éticos y afectivos de una sociedad marcada por el consumo mercantilista y la urgencia por el éxito. En ella Acuña nos muestra una mirada resentida ante lo que para él había sido una vida llena de grandes pérdidas, profundas amarguras y eternas privaciones.




*

Confieso que no fueron pocas mis reflexiones —muchos más mis temores— antes de atreverme a abrir una cátedra sobre Rosendo Acuña. Primero que nada, no soy una autoridad en literatura venezolana. De hecho todos mis cursos han versado sobre narrativa norteamericana: William Faulkner, Carson McCullers, el incomparable J.D. Sallinger, Truman Capote (uno de ellos exclusivamente sobre "Música para camaleones"), Raymond Carver, William Kennedy, Nathanael West, Scott Fitzgerald o "las maravillosas maquinarias"
[4] narrativas de Donald Barthelme.

Pese a ello, o quizás motivado precisamente por esta irresistible atracción profesional hacia la narrativa norteamericana, fue que llegué a descubrirme como un obcecado lector de la obra de Acuña: descarnada, lacerante, irónica y cínica, cargada más de pretensiones humanas que literarias. Sus protagonistas son seres solitarios y perdedores, personajes abofeteados implacablemente por la noción que insistimos y perseveramos en llamar felicidad. En pocas palabras, seres honrada y legítimamente fracasados y humillados.

Mi segundo paso fue decidirme entre abrir un curso convencional, una lectura dirigida o un seminario. La primera opción me obligaría a un discurso absolutamente académico: exponer información y esperar, pasivamente, intervenciones o preguntas de mis alumnos, sin ninguna garantía de que ello llegara a ocurrir. La lectura dirigida me limitaría a un recorrido hedonístico de su trabajo: yo seleccionaba fragmentos de obras para su lectura en clase y los alumnos escucharían, sin más. El seminario, en cambio, además de permitirme la exposición de un cierto punto de vista sobre una determinada obra, obligaría al estudiante a una investigación y participación continua a lo largo de su evolución. Es decir, el encuentro docente sería un acto dialéctico e interactivo entre el profesor y el aula. Pero, precisamente por ello, los objetivos académicos de un seminario debían estar sustentados sobre bases absolutamente sólidas. De hecho, un estudiante de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello podía cursar cuantos cursos o lecturas dirigidas quisiera (siempre y cuando no sobrepasara su carga académica), pero nunca podría cursar más de un seminario durante un mismo semestre. De hecho, los seminarios son las cátedras con mayor número de créditos.

El primer obstáculo que tuve que solventar fue justificar teóricamente la validez de abrir un seminario sobre un escritor devaluado y poco apreciado como lo es Acuña dentro el medio académico y literario venezolano. Después de muchas vueltas y maromas intelectualosas, encontré un concepto que a la vez de servirme de tesis, la podría usar como título para el seminario: “Rosendo Acuña, literatura incomprendida y subliteratura editada”. Luego se me ocurrió el pequeño ardid de encerrar el título entre signos interrogativos: “Rosendo Acuña, ¿literatura incomprendida o subliteratura editada?”

Al final mordieron el anzuelo: el Consejo Académico aprobó la apertura del Seminario.




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Para mí, la tesis del poeta o narrador juvenil es una tesis errada: creo que, antes que nada, Rosendo Acuña fue más poeta que narrador, y lo fue desde el momento que sus manos escribieron su primer verso, hasta prácticamente el día en que dejó de existir. En el medio hubo mucha basura, es verdad, pero no podemos permitir, como ya dije al principio, que la pestilencia de esa porquería escrita y —por desgracia, publicada— nos arrebate el dulce aroma de su más auténtica poesía.



*



Rosendo Acuña nació el 27 de julio de 1936 en la población guariquense de Parapara de Ortiz. El escritor fue hijo de padre desconocido y de una mujer analfabeta que se ganaba la vida como sirvienta doméstica. El mismo Rosendo fue analfabeta hasta la edad de diez años, lo cual podría explicar de alguna forma su concepción del lenguaje como un instrumento utilitario: para él la palabra escrita era una herramienta a su servicio, nunca lo contrario: el escritor esclavo y obediente servidor de la palabra. Apenas dominó la lectura y la escritura, se volvió un lector insaciable. La única referencia a los autores de quienes se alimentó durante estos primeros años de lecturas, la encontramos en una carta enviada a su amigo Ángel Cuevas:


«(...) todo fue casi por accidente. Un poeta me llevaba al otro, como si hubiera caído en un río de aguas turbulentas del que me era imposible escapar. Vicente Huidobro me condujo a Vallejo, de allí salté a Ercasty, Neruda, Ramos Sucre, Eliot, Miguel Hernández, Girondo. No pude tampoco resistirme al encantamiento de Nietzshe ni a las poderosas novelas de Dumas y Dostoievsky ...»
(A Cuevas, 23/1/1968)



A pesar de la buena acogida de "Poemas para nadie", los críticos no lograban hacerla encajar ni como una obra post-romántica, ni modernista, ni surrealista, ni simbólica. Incluso tenían sus reservas para catalogarla como un verdadero poema. Lo mismo ocurrió con los relatos "Canción de cuna para un diablo enfermo" y "Macuto". A pesar de que "Macuto" es un cuento cuidadosamente ubicado en la población guaireña del mismo nombre, con diálogos que delataban por sí mismos la condición social y cultural de sus personajes, con una detallada descripción de escenarios y acciones, sus resultados estaban muy lejos de ser catalogados como meramente costumbristas o criollistas. Acuña jamás se cobijó bajo ninguna tendencia literaria, o tal vez se acogió a muchas, creando su propio ropaje narrativo. De sus posteriores novelas no podemos decir lo mismo: eran relatos realistas, cargados de situaciones extraídas prácticamente del acontecer político nacional con personajes torpemente concebidos, maniqueos, predecibles, incapaces de subyugar al lector.


Son obvias las contradicciones que afloran entre su obra y su vida. Acuña asume la literatura casi como un acto místico, doloroso, profundamente moral y desprovisto de toda vanidad:


«Me gustaría decir, aún bajo pecado de plagio, que para mí la literatura es lo que para Jerome David Sallinger: una religión. Pero no, para mí es un leprocomio: un lugar al que se va a sufrir por OBLIGACIÓN y sólo la muerte nos puede librar de semejante espanto.»
(A Cuevas, 22/10/78)



«He conocido escritores que asumen su oficio con la mítica disciplina de las ocho horas de trabajo diario. Son como cirujanos asumiendo su rutina, sin pedirle a sus manos otra cosa que destreza y exactitud a la hora de amputar un brazo o una pierna. Personalmente, prefiero a los escritores temblorosos y angustiados que a duras penas logran evitar desmayarse cuando ven el chorro de sangre que emana de la vida.

«Admiro y respeto a los escritores que logran ver sus libros como un 'producto a ser vendido' una vez que colocan sus manuscritos en manos de sus editores. Pero si yo hiciera algo semejante, dudaría de la legitimidad de cada una de mis palabras. Seguramente, como siempre, yo sea el equivocado.»
(A Micaela Katz, 14/9/80)

Sin embargo, a pesar de su declarada ‘pureza literaria’, es notoria su especial predilección por académicos, teóricos literarios o escritores a la hora de seleccionar a los amigos con quienes se mantuvo unido durante años a través de una prolífica correspondencia. A Ángel Cuevas y a Micaela Katz los conoce en septiembre de 1966 durante el coloquio "Literatura política o compromiso social" organizado por la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela
[5]. Katz, en representación de la Universidad de California, venía con una ponencia sobre poesía chicana, mientras que el teórico mexicano Cuevas habló sobre la “Literatura Urgente”, una tesis que lo había paseado por toda Latinoamérica y con la que sostenía la validez y vigencia del panfleto literario, del graffiti y del relato testimonial como vehículos expresivos de los nuevos sentimientos que embargaban el alma de los pueblos.

A Javier Luque, escritor judío de origen cubano, lo había conocido un par de años antes (1964), en la Habana, durante un congreso literario organizado por Casa de las Américas. Allí conoció también al entonces aclamado autor de "Memorias del Subdesarrollo": Edmundo Desnoes, uno de sus novelistas preferidos. Acuña llevaba bajo el brazo su segunda novela: "Tierra de Sangre"
[6], un híbrido periodístico-novelado sobre la guerrilla y el fracaso de la Reforma Agraria venezolana, auspiciada por el entonces presidente venezolano Rómulo Betancourt.

Tanto con Luque, Katz y Cuevas mantiene una larga conversación literaria durante poco más de veinte años, sin embargo, es con Luque con quien asume un tono más personal e íntimo:

«No entiendo tu fascinación por "Canción de cuna para un diablo enfermo", pero confieso que me halagas a rabiar. "¿Una delicada mueca a medio camino entre la sonrisa y el escupitajo?", me escribes. ¿Me endosas la fría soledad del emperador Adriano en las catastróficas llanuras del Escamandro? ¿Me hablas de los upanishads sánscritos? ¿A dónde pretendes llevarme? ¿Qué, no te basta con decir que es un texto muy triste? ¿No te basta confesarme que te ha hecho llorar e irritar a un mismo tiempo? No, no intentes confundirme, amigo mío...

«"Macuto" no es más que un texta-mento prematuramente escrito. No hay en ese relato la más mínima intención de acercarme a un sentimiento sagrado, ni siquiera religioso. Es, sin más, un cuento de putas... Hay tristeza en él, y mucha, mucha soledad. Pero eso, tú lo sabes, no es suficiente para convocar a lo sagrado...»

«"¿A dónde miran los ángeles cuando miran al cielo?" es sólo un sueño, Luque. Más nada. Un deseo incumplido de buscar y no encontrar. La dura ley del que pregunta y no obtiene respuestas. Es simplemente un cuento sobre el amor. ¿Por qué nadie logra leerlo de esa forma?»
(A Luque, 25/11/65)

En relación a "Canción de cuna para un diablo enfermo", esto es lo que le escribe a la profesora Katz:

«¿Qué más cree usted que me hubiera gustado hacer que mancillar el nombre de Dios? No pude más que mentarlo, y luego, injuriarlo. Es decir: blasfemar. Eso lo hace cualquier español al "cagarse en la virgen" por lo menos diez veces al día. No me dé méritos que no merezco ni merecen mis escritos»
(A Katz, 12/7/68).



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Alexandra Guanipa, una de las cursantes del seminario, se presentó una noche con un retrato fotocopiado de Rosendo Acuña. Debió ser tomado cuando el poeta tenía unos cuarenta años de edad. Confieso que no conocía este documento. Uno a uno fuimos mirando en silencio la fotografía de un hombre mestizo, gordo, calvo, en mangas de camisa. Parecía más un camionero que un escritor. Sus ojos pequeños y rasgados no transmitían inteligencia, al contrario. Al final de la clase Alexandra me obsequió la fotocopia con la imagen de Acuña.



*

En febrero de 1972 su única hija, Victoria, cae gravemente enferma a consecuencia de una meningitis bacteriana, resistente a casi todos los antibióticos conocidos para la época. Cuando la infección fue clínicamente contenida, el daño era irreparable: Victoria podría, con ayuda, apenas caminar. Había perdido totalmente el control de su motricidad, incluso para la micción y la defecación: se había vuelto como una bebé de meses a la que habría que asear y alimentar hasta el último día de su vida.

En una carta a su amigo Luque encontramos lo siguiente:


«No, no la amo. Como tampoco amamos las tumbas donde yacen nuestros muertos: tal vez veneremos esas cárcavas, tal vez las conmemoremos con flores cada vez que nos acercamos a ellas, pero sería una infamia y una hipocresía decir que amamos ese pedazo de tierra que se ha tragado a las personas a quienes más hemos profesado tanto amor. Y eso es mi hija: una tumba que persiste en respirar, mear y cagar».
(A Luque, 20/12/1972)


Dos años más tarde (1974) Victoria muere a la edad de diecinueve años.



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Mónica Bastidas, otra de las cursantes, intervino una semana después de haber visto la fotografía de Acuña:

— Es deprimente, profesor. Todo es deprimente en este hombre: su vida, sus poemas, sus cuentos, su aspecto físico. En la foto que vimos, se ve sucio, feo, con la cara grasosa. ¿Cómo podía ser la vida de un hombre así? ¿Quién podría compartir con él el amor? Era un fracasado en todos los sentidos. Tiene una hija y se le muere. Escribe y publica como un loco, pero nadie lo reconoce como escritor. No tiene criterio para discernir lo bueno de lo malo entre todo lo que crea. Tampoco supo aceptar que lo que tenía que decir ya lo había dicho en sus primeros cuentos y que debía tener la decencia de quedarse callado para siempre.

Tomás Fonseca llegó a afirmar que “ese tipo (Acuña) no era capaz de comprender verdaderamente lo que escribía, que era como esos locos parlanchines que un buen día dicen una idea genial, pero hasta allí. No dejan de ser locos por eso, ni tampoco son genios por ello”

— Me leí su segunda novela, “Alma Roja”
[7]—continuó Fonseca—, y es una bazofia. Eso no tiene ni pies ni cabeza: para contar la vida y penurias de un campesino apureño, Acuña estructura un tratado social trotskista, un canto al comunismo, una oda al Che Guevara, pero aderezadas con teorías religiosas orientales en las que habla del Nirvana, de Buda, de Soroastro. Lanza vomitonas filosóficas dignas de un Cioran trasnochado. Mete poemas suyos, obras de teatro, usa párrafos de varias páginas de longitud omitiendo cualquier tipo de signos de puntuación, como si quisiera ser muy vanguardista. Se ve que el tipo se metió una sobredosis de biblioteca e, indigestado, salió por allí a expeler lo que no pudo digerir.

Esa noche fue casi imposible no hablar de Poe, Baudelaire y Bukowski. Nos paseamos por esa orilla habitada por escritores malditos en el sentido literal del término, escritores cuyas palabras emanaban como un pus que, sin lograr sanar la herida, al menos la liberaban de sus más despiadadas presiones.

Yo escuchaba a mis alumnos intervenir a favor o en contra de Acuña, pero tanto los unos como los otros lo hacían con una mueca de asco y de desprecio en sus palabras o en el tono en que las decían. Estábamos diseccionando a un hombre que alguna vez estuvo vivo y que alguna vez escribió. Ahora abríamos sus libros para subrayar con marcador amarillo las pocas palabras que de alguna forma nos tocaban o atacaban. Éramos como un puñado de arqueólogos desenterrando una momia sin que sus manos agarrotadas, su boca petrificada o sus ojos cerrados y resecos fueran evidencia suficiente para reconocerla (a la momia, digo) como a uno de los nuestros, como a un ser que alguna vez fue un humano.

El dolor de la literatura de Acuña parecía brotar de su propia vida. Pero lo que no lográbamos ver ni aceptar era que el dolor de su vida, era el mismo que el nuestro. Sus fracasos y sus desencuentros no eran ni peores ni más significativos que los nuestros, sólo que era más fácil decretar que él, el que señalaba la ruta equivocada, era el equivocado.

Le indiqué a Mónica Bastidas y al resto del seminario que estábamos pasando por alto dos obras que jamás hubieran sido escritas si, tal como había dictaminado lapidariamente la señorita Bastidas, Acuña hubiera asumido que ya no tenía nada más que escribir: "Confesiones a Altuser" y "Cantos mercenarios para una mujer de la calle".




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«Vivimos, y no nos da vergüenza decirlo, en el siglo más tonto de la historia de la humanidad. Digo tonto por no decir mediocre, carroñero, rapiñero, depredador. Nos alimentamos del saqueo, del hurto y de la invasión de lo que en el pasado fueron verdaderas civilizaciones. Como niños, hemos caído en el fatuo engaño de creer a ojos cerrados que la solución es la única salida al problema. Esa errada fe nos ha hecho arrogantes y vanidosos. Y hemos olvidado lo esencial: nuestro trágico sino. Y al olvidarlo, al pretender ocultarlo bajo el breve entusiasmo de que somos finalmente los dueños de nuestro destino, hemos narcotizado la conciencia de que tarde o temprano moriremos, para regresar a la nada de la que un día nacimos. De rodillas o de pie, jóvenes o viejos, en la alegría o en la desgracia, siempre moriremos. Esa capacidad de poder elegir aún ante lo que es inevitable —es decir, ante la muerte— es la génesis de la libertad, el único privilegio que nos hace diferentes de un tigre o de una bacteria. Sólo a partir de esa conciencia vertiginosa de muerte y libertad, es posible, sólo posible, concebir al amor. Y sólo el amor puede hacernos más humanos.

(A Luque, 25-11-74)

En esas breves treinta y tres páginas sobre las que florece el poema “Confesiones a Altuser”, Acuña se desmantela a sí mismo, y con él, a todos nosotros, las soberbias criaturas que nacimos para alimentar a la más mediocre de todas las culturas que la humanidad haya vivido (sic). Un hombre de edad indefinida se inclina en mitad del camino y con palabras limpias y precisas, se confiesa. Por momentos pensamos que Altuser es Dios, o una amante secreta y nunca olvidada, o la cercana presencia de la muerte (“tú, que todo lo puedes, no puedes hacer nada para evitarme”). En otras páginas de las confesiones encontramos a un hombre solo y temeroso, escarbando con sus uñas las murallas del confín más solitario del universo, lugar donde ya no se puede creer ni en los dioses, mucho menos en los hombres, menos aún en el amor, menos que menos en la vida. Su inútil gesto de escarbar es, ¿acaso?, un testimonio de su huida o una demostración de su terca e infantil necesidad de seguir buscando: “lo peor es que sé que más allá, tampoco hay nada...”

“... sólo soy un glotón, un acaudalado y miserable comedor de pecados”.

Así terminan sus confesiones...





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En 1977 Acuña abandona Caracas. Sin éxito intenta radicarse en Maracaibo. De allí se va a Mérida, donde logra establecerse como taxista. Lleva una vida monástica, consiguiendo apenas lo necesario para comer y pagar la renta de una modesta casita. Su nuevo oficio le permite dedicarse a sus dos viejas pasiones: la lectura y la bebida. Por algunas cartas deducimos que su actividad literaria en esta época fue muy intensa:

«... estoy escribiendo una novela donde pongo en práctica mi tesis de que el hombre es un ser solitario por naturaleza, y gregario por cobardía. Todas sus relaciones y funciones sociales han fracasado porque son falsas e hipócritas. El matrimonio, la paternidad, el amor, todo es un fracaso. Por encima de ellos se alzan los amantes. Y lo logran gracias a que ellos son fragmentarios e imprecisos, volátiles y breves. Pero desde el primer momento en que buscan la permanencia el uno al lado del otro, se pierden. El amor sólo es posible cuando asume su propia naturaleza solitaria e incompartible con nadie. Es una experiencia personal en donde el otro no es más que un objeto de veneración».
(A Cuevas, 2/8/77)

Hay un párrafo de otra carta enviada a Luque unos meses más tarde, donde manifiesta una repentina conciencia sobre la calidad de su escritura:

«¿Sabes cuantos libros escribió el poeta argentino Pedro Bonifacio Palacios, a quien todos conocemos mejor como Almafuerte? Dos libros, Javier. Sólo eso le ha bastado para ser recibido en la corte de los inmortales. En cambio, yo escribo sin parar y hasta quedarme sin aliento, pero es como si nunca hubiera escrito nada. Ya ni siquiera creo que seré un autor póstumo, como Góngora o Kafka...»
(A Luque, 6/6/78)


A la hora de su muerte, nunca se encontraron rastros de sus últimos trabajos. Así lo dice Laura Díaz en carta dirigida a Javier Luque, fechada el tres de enero de 1985:

«(...) no sólo tengo referencias de las que usted me nombra, sino de otras novelas y otros muchos cuentos y poemas en los que dijo haber estado trabajando, pero que nunca me dejó leer. Cada día se volvía más receloso con sus escritos y no quería mostrarlos hasta que no estuvieran totalmente terminados. Sin embargo, poco o nada hacía para corregir lo que escribía. Su mesa estaba llena de papeles y cuadernos, pero era muy poco lo que llegaba a su maquina de escribir.

«Me temo que lo que escribía era muy malo y él mismo decidió destruirlo. No crea que se lo digo de mala fe. No. Fíjese usted, cuando terminó de escribir “Cantos mercenarios para una mujer de la calle", me lo mostró al instante, con las palabras escritas de su puño y letra. Y cuando lo pasó a máquina, apenas si cambio tres o cuatro cositas, nada sustancial. Sabía que era bueno, y lo mostraba. Por eso digo que los otros trabajos debieron ser muy poca cosa y quizás por faltarles calidad, los destruyó».




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Estudiante de Letras en la Universidad de Los Andes, Laura Díaz contaba con dieciocho años de edad cuando conoció a Rosendo Acuña en Mérida. Se había enterado de su presencia en la ciudad y lo buscó hasta dar con él. Para finales de ese mismo año (1979), Laura se había ido a vivir con Acuña.

«Tiene dieciocho años y no necesita ser bonita: le basta su edad y su gracia, con lo cual no quiero decir que sea una mujer (o una niña -adelantándome a tus predecibles comentarios-) fea. Es ceremoniosa y cree en los rituales: bañarse a diario, tender la cama por las mañanas, colocar la ropa sucia en su sitio, adornar con una cayena algún rincón de la habitación, servir la mesa (aunque sea para comer hallaquitas con mantequilla y guarapo endulzado con papelón) o decir cosas lindas y esperanzadoras después de hacer el amor. Pero quizás lo más importante de ella es que es alegre, legítimamente alegre: sonríe a cada momento y se ríe de mis manías y mis achaques con una risa estruendosa y cristalina, como un manantial joven y travieso».
(A Luque, 24/10/79)


«Estos meses han sido los más felices de mi vida, y me asusto: como la alegría de los tísicos, quizás esta sea para mí una felicidad postrera. Me asusto no por el fin de mi vida, sino porque este postre me sepa a poco, por haber llegado demasiado tarde a mi mesa, casi a la hora de rendir mis cuentas.

«La chiquilla quiere ser narradora, pero sólo de cuentos. No le interesa la novela y apenas si lee poesía: Kavafi, un par de versos de Antonio Machado, "Derrota" de Rafael Cadenas, el Capítulo 7 de la “Rayuela” de Cortázar (al que ella misma clasifica con seriedad académica como poesía) y "Anotaciones de otoño", de Julio Miranda. Más nada. Con una ternura infinita de su parte, su breve lista la remata con mi cuento (para ella un poema) "Canción de cuna para un diablo enfermo".

(A Luque 15-02-80):




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Acuña no logró publicar en vida "Cantos mercenarios para una mujer de la calle". Su lamentable prestigio lo antecedía a todas partes. Los pocos que recordaban su nombre, no lo consideraban otra cosa que un borrachín empecinado en escribir cuentos, novelas y poemas impublicables. La aparición de "Confesiones a Altuser", casi diez años antes, había sido una edición prácticamente clandestina de apenas quinientos ejemplares. Quizás algún funcionario cultural lo había mandado a la imprenta más por lástima que por convicción. Los pocos ejemplares que hoy se consiguen de ese texto se encuentran únicamente en la Biblioteca Nacional.




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A mediados de 1983 Laura y Acuña se separan, pero continúan estrechamente vinculados hasta su muerte. En una de las últimas cartas a Luque, cuando ya Acuña estaba atacado por el cáncer, le escribe:

«Hoy más que nunca la pobreza me abruma. Las satisfacciones elementales de los hombres más pobres se me presentan como lujos exquisitos: una mujer, un hogar, unos hijos, una salida al cine, ir a cenar pollo en brasas de vez en cuando. Poder excederme y comprar un libro sin la conciencia de que mi presupuesto mensual se irá a la basura, todo eso es casi un sueño para mí.

«Sé que la muerte me acecha: me he caído desmayado en tres ocasiones: una de ellas dando clases de ortografía en una academia para secretarias, otra en la calle, la tercera en mi casa. Laura me encontró tirado en el piso de la cocina. Me daba por muerto, así de débil sería mi respiración. Me desperté entre sus sollozos. Fue una alegría doble: revivir, la primera de ellas; la segunda: saborear aunque fuera unas migajas de ese viejo amor que aún late por mí en el corazón de Laura, mi chiquilla.

«Laura me visita todas las mañanas y me llama por teléfono en las noches. Hablamos poco. Todo es tan extraño: cuando la conocí, pensé que su misión en mi vida era brindarme un poco de felicidad. Me equivoqué: su verdadera tarea es visitar cada mañana mi casita para verificar que aún sigo con vida. Ella se encargará de mis trámites mortuorios. De no ser por ella, sé que depositarían mi cadáver un una fosa anónima, una tumba para indigentes, un sepulcro sin nombres. Morimos cuando somos olvidados, Javier: y a mí, en vida, ya nadie me recuerda. Soy un hombre muerto que camina. Algo menos, gracias a Laura.

«Ahora, con la muerte tocando a mi puerta, se me antoja un poco más de vida. Cada día que vivo, lo pienso el último. Y como no soy ni nunca he sido un hombre sabio, esa conciencia me hunde en la más extrema innocuidad. No soy más que un ser decrépito esperando, con el cuello obedientemente extendido, el golpe final del verdugo.
R. Acuña.»
(A Luque, 28/6/84)

El veintiocho de diciembre de 1984, día de los Santos Inocentes, Rosendo Acuña muere en el Hospital Central de Mérida.



*

En un estricto sentido académico, consideré que el seminario había sido un éxito: hubo polémica, opiniones encontradas, investigaciones particulares que arrojaron documentos poco conocidos (como la foto de Rosendo Acuña, o el prólogo del Dr. Alonso Almeida a la segunda edición del libro de cuentos "¿A dónde miran los ángeles cuando miran al cielo?") Si bien no podría vanagloriarme de haber logrado la reivindicación de la obra de Acuña ante mi alumnado, al menos conseguí que sus textos fueran leídos una vez más, quizás desde un punto de vista más amplio.

Sin embargo, no podía librarme de la sensación personal de que todo el seminario había resultado un estruendoso fracaso, que había equivocado de plano la perspectiva desde la cual he debido afrontar la vida y la obra de Acuña. El patrón usado había sido superficial y errado.

Sobre el escritorio de mi cubículo tenía un envejecido ejemplar de “Poemas para nadie”, su obra iniciática. Había un reto y una provocación en ese título, una advertencia de que sólo debía ser leído por unos pocos elegidos, o quizás por ninguno. Me preguntaba sobre las cosas que Acuña había escrito y destruido durante los años que antecedieron su muerte. ¿Serían realmente malos y merecían ser extirpados? ¿O habría entre ellas alguna página o quizás alguna frase lo suficientemente buena como para justificar el resto del conjunto? Desde la cómoda silla de mi escritorio comprendí que la mejor manera de acercarse a Rosendo Acuña era no acercarse a él de ninguna forma.



NOTAS DE PIE DE PÁGINA:
[1]"Poemas para nadie". Palacios & Pumar Editores. Caracas, Venezuela. 1953.
[2]"Macuto y otros relatos acuáticos". Fundacultura. Caracas, Venezuela. 1957.
[3]"Confesiones a Altuser". Ediciones Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, Venezuela. 1974.
[4] Según el crítico literario Peter S. Prescott.
[5] En misiva escrita a Luque en diciembre de 1963:
«¿No te parece irónico que sea una Escuela de Sociología la que haya convocado a los escritores que consideramos nuestro oficio como un acto profundamente comprometido con los destinos del hombre nuevo latinoamericano? Mientras esto ocurre, la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela se desvela, entre buenos vinos y sabrosos canapés, por leer a Homero, a Proust, a Jorge Luis Borges y a Joyce. Nosotros mismos, los venezolanos, hemos hecho de la literatura un asunto de señoritas».
[6] "Tierra de Sangre", Editorial Cienfuegos, La Habana, Cuba. 1963.
[7] Ediciones Siglo XX. Gobernación Estado Apure. 1968.

sábado, 7 de junio de 2008

VIRTU@L (novela)

Nacida sobre las luminosas pantallas de computadoras enlazadas en las redes de la Internet, hoy devuelvo esta novela a su lugar de nacimiento.
La escritura de la novela "VIRTU@L" ha sido parcialmente financiada por la Dirección de Litaratura del Consejo Nacional de la Cultura (Conac). Esta novela está protegida por leyes de Copyright año 2002. Su reproducción parcial o total deberá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor.

CAPITULO I



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Yo, Sandra...
Fecha: miér, 9 agot 2000, 18:55 —0600

Para cuando me leas, espero que estés muy bien y sea un día feliz para ti y los tuyos. Bueno, te cuento un poquito de mi vida, pero no te rías, que lo que voy a contar es para llorar, ¿okey? Como te dije en el chat, tengo veinticinco años y vivo en Guadalajara, México. Mi nombre completo es Sandra Berenice López González y soy estilista, profesión para la que no se necesita mucho cerebro, pero con la que se obtiene más dinero que en otras con las que te has pasado la vida estudiando para finalmente ganar como obrero. A mi anciana vida aun soy hija de familia: vivo con mis padres y dos hermanas menores. Además, tengo dos hermanos mayores que están casados y radicados en USA. Como ya te dije en el chat, no tengo novio. Bueno, hasta hace seis meses lo tenía, pero ya no. Y para nada estoy triste por no tenerlo, de hecho creo que me siento más feliz así. Y ¿qué más te digo?, ya lo sabes todo. Te advertí que soy muy aburrida y así es. Mi tiempo se pasa entre cortar unas cuantas orejas al día, charlar con mis amigos del chat y hablar por teléfono con los amigos reales, a quienes por cierto ya les vi las dentaduras y para nada quieren devorarme con sus afilados colmillos, eh, ¿qué te parece?

Bueno...esa es la triste y breve historia de mi vida. No me llevó ni diez minutos contártela.

No te creas, yo soy muy feliz así.... Y cada día veo como me salen más arruguitas de tanto reír, pero sigo siendo ¡TONTA Y FEA!

Aquí te mando una foto mía, para que lo compruebes. ¡Ah!, esta foto era de cuando andaba de novia y a punto de casarme, (nótose esa sonrisa ¡fingida!) Fue hace dos año. Luego te mando otra más reciente para que veas lo que ha hecho el tiempo conmigo. Te digo quién está a mi lado: ella es una de mis mejores amigas y se llama Mónica, (con blusa roja). Yo estoy a punto de lágrimas (con blusa blanca) por sentir acercarse el ¡"gran" día!

Ya te dejo para que rías a gusto y no lo hagas en mi cara...

Hasta muy pronto... Sandy.

Muchas veces a mí mismo me cuesta creer que todo comenzó de esta forma: con un simple email y la fotografía digitalizada de una muchacha bonita.

Solemos pensar que las cosas buenas y las cosas las malas le ocurren a las demás personas, pero a uno sólo nos ocurren cosas normales, acontecimientos ni fríos ni calientes. Ahora que ya todo ha pasado puedo explicar muchas de las cosas que a continuación voy a relatarles, sin ánimo de buscar atenuantes para mi conducta. A mi favor puedo argumentar que yo no me encontraba en el mejor momento de mi vida cuando conocí a Sandra aquella tarde en internet. Puedo mencionar, por ejemplo, la reciente muerte de mi padre. O mi traumático divorcio ocurrido tres años atrás. O alegar mi accidentada y poco gratificante vida afectiva, o mi lamentable situación económica. Aunque en realidad, la verdadera razón por la que permití que ocurrieran las cosas que ocurrieron, fue mi soledad. Una soledad esencial y perniciosa. Mis padres decían que la ociosidad es una mala consejera. Pero creo que la soledad la sobrepasa con creces.

La muerte de papá había sido -y quizás aún hoy lo sea- la experiencia más dolorosa que me haya tocado sufrir. Comprendí no sólo la pérdida de un ser amado, sino que adquirí la repentina conciencia de que cada miembro de mi familia —desde mi madre hasta mi pequeño hijo— era un buen candidato para danzar con la muerte. La vida de un hombre se divide en antes y después de haber enterrado a un ser querido. Una vez que hemos sido marcado con ese hierro, ya nada vuelve a ser lo mismo.

En pocas horas papá dejó de ser un hombre bonachón y optimista para convertirse en una masa de carne inerte, fría, pesada. Esa mañana del día de su muerte hablé con él por teléfono. Bromeamos sobre los resultados del partido de béisbol de la noche anterior entre los equipos Caracas y Magallanes. Nada en su voz delataba que no llegaría vivo al atardecer. Al mediodía sufrió el infarto. Tuve tiempo de llegar al hospital y verlo aún con vida. Estaba pálido y lucía cansado. Hablaba con esfuerzo, pero no se le veía asustado. Papá estaba en la cama con su cuerpo grande, con una manguerita de oxígeno pegada a sus fosas nasales y un montón de cables adheridos como ventosas a su pecho y brazos, apresuradamente rasurados por las enfermeras de guardia. Los médicos le habían prohibido hablar, pero igual tuvo ánimo para contar un chiste. Mamá le celebró la ocurrencia con una risita desencajada. Yo no podía disimular mi espanto ante lo que veían mis ojos: papá se estaba muriendo. Lo tenía escrito los ojos acuosos y opacos, se le sentía en la pastosa voz, se le notaba en el inquietante silbido cada vez que respiraba. El hedor a muerte bailaba oculto entre los vapores de desinfectantes químicos y mercuriocromo que emanaban de las paredes del cuarto.

A las cinco de la tarde caminé por última vez al lado de mi padre mientras lo acompañaba hasta las puertas de la morgue del hospital. Él iba acostado en una miserable camilla, con la cara cubierta con una sábana percudida. Nos lo devolvieron metido en una caja marrón. Contrario a su costumbre, lo habían peinado hacia atrás y habían colocado colorete sobre sus mejillas. Sin duda, aquella urna guardaba el cuerpo de mi padre, pero el rostro inerte y ridículamente tieso que se asomaba por la ventanilla no se le parecía en lo absoluto. Tenía el aspecto de un muñeco de cera. Y cuando lo enterramos, sentí que enterraba a un hombre que era el padre de alguien, pero no el mío. Lo velé sin dolor y lo enterré sin pena, ya que no podía entender que aquel cadáver tuviera algo que ver con papá. Cuando al mediodía regresamos a casa de mamá, descubrí y reconocí la muerte de mi padre cuando descubrí y reconocí su ausencia en esa casa. Como cada día estaba más ausente, cada día comprendía que estaba más muerto. Cómo duele aceptar que alguien con quien hemos pasado toda la vida, de un minuto para otro esté totalmente fuera del alcance de todos nuestros sentidos. Creo que el verdadero espanto de la muerte radica no en morirnos nosotros mismos, si no en ver morir a los que nos rodean.


A pesar de que me había divorciado tres años atrás, en el momento de conocer a Sandra, yo no hubiera podido afirmar que ya me encontraba recuperado de las devastadoras secuelas de la separación. Un divorcio es lo más parecido a la muerte de un ser amado, aunque quizás peor, ya que por lo general viene fielmente esposado de una abrumadora certidumbre de fracaso. Cuando me separé de mi ex-esposa me dolió comprender que hubo una última noche en que la toqué como mujer o reconocer el momento en el que por última vez la besé o disfruté del privilegio de contemplar su desnudez. El divorcio implica la separación del cuerpo y de la vida de una esposa, pero además significa la ruptura con una casa que fue nuestro hogar. Nos separamos de rituales y costumbres de limpieza, de la rutina de sacar las matas al balcón para regarlas los domingos por la mañana, del olor pimienta negra espolvoreado sobre algunas salsas, del sabor particular del agua que sale del filtro de ozono, de la agotadora pero divertida tarea de ir al automercado. Nos separamos y huimos, como si se tratara de inclementes verdugos, de ciertas tiendas, de ciertas calles, de ciertos cines, de ciertos museos, de ciertas canciones que nos recuerdan que alguna vez estuvimos casados y creímos que la felicidad era una tarea posible y duradera.

Aunque cada día los matrimonios duren menos, creo que todos nos casamos, aún bajo las circunstancias más irresponsables, para toda la vida. Y cuando comprendemos que eso no es posible con la persona con la que hemos decidido vivir, son muchos los sueños que se desploman. Además, con la separación de la pareja culmina un proceso que se inicia en el más loco enamoramiento para terminar meses o años más tarde en la más radical intolerancia hacia el otro. Es como alimentarse de frutas frescas para luego expulsarlas convertidas en maloliente pasta fecal. Eso es un divorcio.

Y lo peor es que cuando alguna mujer te vuelve a mirar con dulzura o te besa con ternura, ya no puedes ignorar que en algún lugar dentro de ellas se oculta la rabia, el hastío, la intransigencia, la terquedad, la tozudez, la rigidez, la ceguera, el fanatismo, los gritos histéricos, las palabras filosas, las llamaradas de fuego de su mirada. Una vez que has visto todo el odio que se puede desatar en el alma de una mujer, ya no puedes volver a besarlas sin la conciencia de que en esa boca jugosa de pasión, también florecen las dentelladas que eventualmente podrán clavarse en nuestra carne sin la más esencial consideración.

Como suele ocurrir, luego de mi divorcio me enredé en una cadena de relaciones marcadas por el desencuentro afectivo. Las probabilidades de que el amor se desate tras el contacto entre un hombre y una mujer son tan escasas como misteriosas. Si se logra alcanzar por lo menos un sabroso episodio sexual, deberíamos darnos por satisfechos, ya que hasta eso es infrecuente, independientemente de la poca o mucha belleza de la amante involucrada. Todo lo que ocurre entre un hombre y una mujer está signado por el capricho y, así, una mirada puede hacernos perder la cabeza por una mujer, o una sonrisa inoportuna dar al traste con todo nuestro interés por ella. Y después que las cosas toman por uno de esos dos caminos, es casi imposible volver atrás.

Hubo un momento en el que para mí las mujeres no fueron otra cosa que proveedoras de sexo de dudosa calidad. Con ellas forgé una cadena de apareamientos repetitivos y monótonos, ya que una de las cosas más aburridas del mundo es hacer el amor. No me malinterpreten. Lo que quiero decir es que acostarse con una o con otra en realidad es casi lo mismo. Y acostarse con cualquiera de ellas conlleva a un recorrido que al final se hace latoso: besar, tocar senos, hurgar piernas, palpar humedad, quitar pantaletas, desnudar, penetrar, escuchar quejidos (algunos de ellos formidables alaridos, otros pequeños suspiros de venaditas asustadas), eyacular, acabar y levantarse de la cama con la excusa de ir por un vaso de agua fría. Creo que el sexo es como un bosque que requiere ser explorado y conocido si quiere ser plenamente disfrutado. Pero con ese cambio prematuro de una amante por otra, no hacemos más que entretenernos en el umbral del bosque, sin aventurarnos realmente a penetrar en su follaje y excursionarlo a plenitud. Creo que soy de los hombres que prefieren una amante durante tres años, que tres amantes cada año. El erotismo no es cuestión ni de una noche ni de un mes. Es un trabajo sostenido y paciente sobre el cuerpo de la amante tratando de descubrir en ella nuevos atajos y deliciosos manantiales en donde la carne erecta pueda encontrar viejos refugios y nuevos placeres.

Pero nada parecido a esto llegó a ocurrirme durante mis tres años de hombre divorciado. Así, cuando salía con una mujer al cine o a cenar, o cuando escuchaba pacientemente sus aburridas historias, sus tristes problemas de mujeres frustradas, insatisfechas y envidiosas de todo, lo hacía simplemente por la pequeña ración de sexo que ellas guardaban para mí bajo sus faldas.

Ocurrió también —para el momento en que conocí a Sandra— que desde hacía un par de años mi negocio había comenzado a decaer estrepitosamente, permitiéndome a duras penas conseguir el mínimo indispensable para sobrevivir. Y nada más difícil que intentar seducir a una mujer desde la bancarrota.

Fue así como, casi sin darme cuenta, mis limitaciones económicas, el dolor ante la reciente muerte de mi padre, la desolación aún viva en mi alma como consecuencia de mi divorcio, mis insatisfechos intentos por encontrar una mujer que al menos me satisficiera en la cama, todo eso, digo, me llevo a enclaustrarme cada vez más dentro de mi pequeño apartamento y en mi trabajo, de por sí solitario. Me volví un monje. Cada vez me esforzaba menos por salir de casa o por conocer nuevas personas. Rehuía de las fiestas y de las reuniones sociales como de la peste. Ir al cine sin acompañante me deprimía, pero ir acompañado me fastidiaba y me ponía de malhumor. Llegó un momento en el que para mí era casi tan malo pasar la noche solo en mi cama, como meter en ella a una chica que no era capaz de diferenciar una idea de un par de zapatos baratos.

Así era mi vida para el día miércoles 9 de agosto de 2000, cuando Sandra López me escribió su primer email. Para completar esta especie de diagnóstico sobre lo que era mi vida para ese momento, les diré que me llamo Rafael Anzola Castillo y para el momento de conocer a Sandra yo contaba con treinta y nueve años de edad. Como ya lo mencioné, soy divorciado y con un hijo de seis años llamado Eduardo José en honor a sus dos abuelos. Soy fotógrafo de profesión, pero aunque durante muchos años intenté entrar al mundo de la publicidad y del modelaje, me he tenido que dedicar a hacer coberturas sociales: bodas, bautizos y primeras comuniones. Hace unos años logré alquilar un pequeño local en los sótanos de las Torres de El Silencio, donde monté un pequeño estudio fotográfico, el cual tuvo su momento de gloria, pero en la actualidad la ganancia que ofrece no rinde ni siquiera para cubrir los gastos que ocasiona mantenerlo abierto.

Un par de meses antes de conocer a Sandra, un cliente me había cancelado una vieja deuda que tenía pendiente conmigo entregándome una obsoleta computadora Macintosh Performa 475. Revisando las aplicaciones que estaban archivadas en el disco duro, me conseguí un programa para navegar por internet. Más por curiosidad que por otra cosa, averigüé los precios de afiliación, con la suerte de que en ese momento había unas ofertas interesantes en el mercado. El técnico que vino a instalar la conexión tuvo muchos problemas debido al obsoleto estado de mi computadora. Me advirtió que no podría entrar a todas las páginas, específicamente a las que requirieran soporte de JAVA. Igual me dijo que cada día más limitaciones para navegar por la web, pero que por el momento mi Performa 475 me serviría para visitar muchos sitios.

Al comienzo el asunto de la internet me pareció medio aburridor. Una vez que había visitado los web sites de los más importantes fabricantes de cámaras, películas y papeles fotográficos, así como los portafolios de los más grandes fotógrafos del mundo, para mí la experiencia de navegar por la red había llegado a su fin. Sin embargo, poco después y casi por error, entré a un salón de chateo. Yo ya había oído hablar de ellos, pero no sabía cómo funcionaban. Quedé maravillado. Era una sala colectiva en las que prácticamente todos hablaban con todos. Lo malo es que era en inglés y no podía entender muy bien lo que decían ni yo podía decir todo lo que quería. Había personas de Estados Unidos, Australia, Alemania, Bélgica, Argentina. A veces, cuando entraba alguien nuevo a la sala, se presentaba a los demás con saludos tan excéntricos como Hi, everyone. Here is the war dog, from Bosnia. Recuerdo una chica taiwanesa que no hablaba con nadie en especial, pero repetía una y otra vez los resultados de un partido de béisbol entre los Yanquis de Nueva York y los Orioles de Baltimore. Cuando ya consideró que todos nos habíamos enterado del puntaje del partido, comenzó a darnos los resultados del encuentro basketbolístico entre los Lakers de Los Ángeles y los Rockets de Houston. No pude evitar recordar mis años de muchacho cuando entraba a las ondas hertzianas de los radioaficionados abordando conversaciones con personas que ya eran casi nuestros amigos o con otras con quienes nunca antes habíamos hecho contacto. Al igual que en los salones de chateo, los radioaficionados manejábamos un código en lugar de nuestros verdaderos nombres.

En breve tiempo yo había descubierto en la red varias salas de chateo, pero todas en inglés, lo me significaba una gran limitación. Pero no tardé mucho en encontrar una de hispanohablantes. Me hice visitante habitual de este salón. Me inscribí bajo el nick de LOBO-ESTEPARIO22361. Obviamente lo de Lobo Estepario lo había extraído de la novela homónima de Hermann Hesse, una de las preferidas en mi adolescencia. Los números escondían la fecha de mi nacimiento: 22 de marzo de 1961.

Rápidamente comprendí las reglas básicas del chateo, como por ejemplo que la conversación entre personas del mismo sexo no es muy buscada ni aceptada. Con las chicas la dinámica es distinta. Lo primero que preguntan es de dónde es uno y, casi inmediatamente, si somos casados o tenemos novia. En el fondo estas conversaciones están teñidas de intenciones de seducción, ya sea en forma explícita u oblicua. Si la conversación fluye en forma amena, la chica pide se le haga llegar una foto de uno. Por su parte, ella promete enviarnos una de ella. Por lo general la cosa no pasa de allí y nunca más vuelves a saber de ella. O quizás te la encuentres en otra oportunidad, pero ella, al responder tu saludo, te pide disculpas y te informa que está ocupada charlando con otra persona. Fin del episodio.

Ya antes había leído sobre matrimonios entre personas que se habían conocido en la red o que simplemente se habían enamorado allí. Por lo que a mí respecta, llegué a conocer en el chat a un par de damas, una de ellas colombiana y la otra argentina, quienes me confesaron haber mantenido tórridos romances con hombres que habían conocido por internet. Tanto para una como para la otra, los romances habían sido largos, más de un año para la colombiana, y casi tres para la argentina. En ambos casos, los hombres era mucho mayores que ellas y estaban casados. En ninguno de las dos situaciones las parejas, aunque decían estar muy involucradas, llegaron a conocerse personalmente. No fueron otra cosas que amores virtuales.

Estas historias me parecían pueriles, definitivamente ingenuas y absurdas. Además, era difícil hacerme a la idea de que alguien pudiera complicarse afectivamente con nadie sólo a través del frío intercambio de palabras a través de un computador. Definitivamente, pensaba yo, había que estar muy solo y muy necesitado de afecto para caer en una relación tan patética y desnutrida.

Es curioso, ¿no?: toda una tecnología de punta como lo son las señales digitales, la banda ancha, la transmisión de voz e imagen, los correos electrónicos que recorren el mundo en cuestión de segundos, todo eso, digo, y nada, que muchos de estos internautas no han hecho más que regresar a esa forma de romance epistolar de hace dos siglos atrás. Dos personas escribiéndose mutuamente para encontrarse y tocarse a través de palabras graficadas en una pantalla de doce pulgadas. Uno de ellos haciendo las veces de un caballero andante y, la otra, como una damisela atrapada en la torre más alta de su Compaq Presario 4110LA.

Con Sandra las cosas fueron un tanto distinta. Era mi costumbre entrar a la sala de chato y lanzar la siguiente pregunta, la cual por lo general me había dado muy buenos resultados: «¿Alguna chica linda, simpática e inteligente disponible para charlar?» Aquella tarde del 9 de agosto de 2000 a los pocos minutos de haber escrito repetidamente mis requerimientos, obtuve respuesta de una muchacha de Guadalajara: «Soy fea, tonta y antipática, ¿te gusto así?»

Lo que me gustó fue su respuesta: una salida fresca e ingeniosa a mi impertinente solicitud. Casi siempre me respondía alguna chica afirmando que ella poseía esas y otras virtudes. Para mí la pregunta no era otra cosa que un simple anzuelo. Pero aquel día, fui yo quien lo mordió:

Lobo-Estepario22361: Hola, ¿de dónde eres?
Sandralo74: De México lindo, Guadalajara.
Lobo-Estepario22361: ¿Y qué andas haciendo en Puerto Rico?
Sandralo74: Paseando un ratito por tus playas, ¿eres de P.R., no?
Lobo-Estepario22361: No, para nada. Ni siquiera lo conozco. Soy de Caracas, Venezuela.
Sandralo74: ¡Oh!
Lobo-Estepario22361: «¿Oh?», ¿qué, acaso tienes algo contra los venezolanos?
Sandralo74: Nooo, para nada. Pero conozco muy poco de ustedes. Ricardo Montaner y una telenovela que hace unos años pasaron acá, era sobre una gitana o algo así, no me acuerdo.
Lobo-Estepario22361: ¿Qué edad tienes?
Sandralo74: ¿Y cómo para qué quieres saber mi edad?
Lobo-Estepario22361: Para nada en especial, para seguir conversando de algo, supongo.
Sandralo74: Ya andamos platicando bien sin que sepas mi edad.
Lobo-Estepario22361: Está bien, no me la digas.
Sandralo74: Veinticinco, casi veintiséis. Cumpliré años el 21 de octubre.
Lobo-Estepario22361: Vaya, eres muy joven para mí.
Sandralo74: ¿Sí? ¿Acaso eres un lobito viejito?
Lobo-Estepario22361: Sí, al menos para ti.
Sandralo74: A ver, dime cuántos.
Lobo-Estepario22361: Mejor no, vas a salir corriendo.
Sandralo74: A poco de verdad sí eres un ancianito, un auténtico lobito plateado.
Lobo-Estepario22361: Más o menos. Treinta y nueve.
Sandralo74: ¡Híjole! Maduro sí que eres, pero no un viejito. Estás bien para una de mi edad. Si gustas te presento a unas amigas mías que están rechulas, jajaja.
Lobo-Estepario22361: ¿Unas amigas? ¿Y por qué no tú? ¿Tienes novio?
Sandralo74: ¡Vaya, pareces una máquina de hacer preguntas! Y no, no tengo novio.
Lobo-Estepario22361: ¿Eres bonita?
Sandralo74: Ya te lo dije: soy fea, tonta y aburridora.
Lobo-Estepario22361: Ni tonta ni aburrida, quizás fea, pero eso habría que verlo.
Sandralo74: Creéme, soy feísima.
Lobo-Estepario22361: ¿Tienes fotos?
Sandralo74: Sí.
Lobo-Estepario22361: ¿Podrías enviarme una? Mi dirección de email es «r-anzola22361@cantv.net»
Sandralo74: No sé, déjame ver, ¿okey?
Lobo-Estepario22361: Si me das tu email, te envío una mía, si quieres, claro.
Sandralo74: Si te envío la mía y sigues animado después que me veas, ya sabrás mi dirección y me la podrás enviar.
Lobo-Estepario22361: Vale.
Sandralo74: ¿Cómo te llamas de verdad?
Lobo-Estepario22361: Rafael Anzola, ¿y tú?
Sandralo74: Sandra López.
Lobo-Estepario22361: Lindo nombre, suena muy mexicanote.
Sandralo74: Ni que me llamara Adelita, jajaja. ¿Eres casado, en qué trabajas?
Lobo-Estepario22361: Soy divorciado desde hace tres años. Tengo un hijo de seis años que vive con su mamá. Soy fotógrafo.
Sandralo74: ¿Eres un fotógrafo famoso? ¿qué tipo de fotos tomas?
Lobo-Estepario22361: Famoso para nada. Tengo un pequeño estudio fotográfico en el centro de Caracas, pero las cosas no andan muy bien por acá en estos días. Allí le tomo fotos a señoras, a bebés, a bachilleres recién graduados. Además, tomo fotos en bodas, bautizos y esas cosas. Alguna que otra vez he tomado alguna foto publicitaria o a algún político en campaña electoral. Ese es mi curriculum.
Sandralo74: Suena muy interesante, pero ya debo irme. Es tarde y debo trabajar mañana.
Lobo-Estepario22361: ¿Me enviarás la foto?
Sandralo74: Creo que sí. Bye. Gusto en conocerte, Rafael.
Lobo-Estepario22361: Igual. Hasta pronto.

Esa misma noche recibí en mi correo electrónico su fotografía. Para mi desconcierto, al bajarla me topé con dos chicas, una rubia y la otra morena. La morena llevaba el pelo suelto, largo, con las cejas muy bien marcadas por creyón y la boca pintada de rojo carmesí. Esta chica miraba de frente a la cámara, con una sonrisa bien plantada y una mirada retadora, casi pícara. La otra, la rubia, también tenía el pelo largo, pero recogido con una coleta. Tenía una mirada triste y aniñada, dirigida de soslayo, como si se sintiera cohibida ante la presencia de la cámara. Sus manos blancas descansaban sobre una de sus piernas cruzadas. Sus zapatos eran de tacón bajo. Tenía un aspecto tierno, como el de esas mujeres que al verlas, provoca abrazarlas y protegerlas, pensé. La foto había sido tomada en la sala de una casa, supuse que en la de Sandra. Los muebles eran imitación barata de modelos de estilo, forrados con tela estampada con tiras verticales con distintos tonos de marrón y verde. En el email al que se anexaba la foto, Sandra me aclaraba que ella la chica blanca. La otra chica era Mónica Ramírez, su mejor amiga.

Contemplé la foto durante unos minutos, escribí luego un email y le dije: «Me gustas mucho y me interesas, ¿eso te interesa?» Le anexé una fotografía mía, tomada un año atrás, en la que lucía un grueso bigote y unos lentes de montura metálica. Tenía una expresión muy seria, demasiado para ser la primera foto que ella viera de mí, pero en realidad era la única foto que tenía de mí mismo en formato digital.

A veces pienso que quizás no nos hayamos dado realmente cuenta del torbellino tecnológico en el que vivimos inmersos, querramos o no participar de él. Somos como niños grandes jugando con sofisticados aparatos y sistemas que por el solo hecho de tenerlos en casa y haber aprendido a manipularlos, pensamos que logramos comprender. Quizás algún día terminen de confirmar que los celulares sean altamente cancerígenos y en pocos años huyamos de ellos y de quienes los usan como ahora lo hacemos del cigarrillo y de los fumadores. He pensado que manejamos fuerzas desconocidas y tremendamente poderosas que por el simple hecho de que se han hecho parte de nuestra rutina, las aceptamos como inofensivas. Los celulares, el internet, los correos electrónicos, la televisión por cable, son parte de un mundo casi fantástico, un mundo casi inimaginable hace apenas veinte años atrás. Un hombre se lanza al vacío desde un rascacielos en Tokio y antes de que su cuerpo se estrelle contra el piso, ya en Perú, Miami, Caracas y Londres podemos ver su caída a través de las cámaras de CNN. Es algo verdaderamente increíble, casi espeluznante.

Lo mismo ocurre con el internet: un gigantesco banco de datos capaz de almacenar casi la totalidad de la información útil de nuestro planeta, una maraña de cables y de señales satelitales que sirven para reservar boletos aéreos, hacer el mercado, leer el periódico, pagar la factura de la electricidad o realizar transacciones millonarias de dinero. Para muchos es simplemente una diversión que se disfruta en las horas ociosas y aburridas de la vida hogareña, para otros una eficaz herramienta de trabajo, para muy pocos, un rentabilísimo negocio, pero para todos, un mundo casi mágico, un mundo virtual, un mundo que corre paralelo al nuestro, imitando sus colores y sensaciones, simulándolo y, muchas veces, hasta mejorándolo, como es el caso del correo electrónico si lo comparamos con el correo convencional, ahora prácticamente obsoleto para el envío de cartas o fotografías.

Hace años leí un cuento muy breve de Arthur Clarke (el mismo autor de la novela «El Centinela», sobre el cual Stanley Kubrick se apoyó para su película "2001, Odisea del Espacio"), en el que relataba como se habían reunido las más brillantes y destacadas mentes de la humanidad para diseñar y alimentar una supercomputadora que pudiera responder y despejar las grandes incógnitas que la humanidad no había sido capaz de resolver.

Luego de cinco años de arduo trabajo, llega el día en que finalmente encenderán la dichosa super-mega-computadora. Están presentes, además de los grandes cerebros del planeta, los mandatarios, presidentes y reyes de todas las naciones.

La encienden. Todo muy normal, muy tranquilo y muy silencioso. Se acerca uno de los padres de la gran máquina, le habla a través de un micrófono y le hace la primera gran pregunta:

— ¿Dios existe?

Apenas termina de hablar, de la nada aparece un rayo mortal y carboniza de una sola vez al preguntón científico. Entonces la computadora responde:

— Ahora sí.

Contado así, parece casi un chiste, y quizás lo fue para Clarke cuando escribió esta historia. A mí me parece que esa supercomputadora ya está inventada, y que la tenemos en nuestras casas: es el internet.

Todas estas cosas pasaron por mi cabeza una vez que le envié el email a Sandra. Sin embargo, me sentía como embrujado por la tímida sonrisa de la muchacha de la fotografía y por el delicado aroma de sus palabras. Destilaban sencillez, una profunda y legítima humildad, como si fuera capaz — aún sin saberlo — de separar con certeza lo superfluo de lo esencial, la piel de la osamenta. En menos de quinientas palabras ella había puesto en mis manos la historia de su vida.

Pero para mí lo más importante era el mágico embrujo que aquella jovensisíma mujer había provocado en mí. El dibujo de sus cejas, el contorno de sus labios, sus suaves manos — se veía, sí, que debían ser muy suaves — entrecruzadas sobre sus rodillas.

Comprendí o acepté o simplemente me dio la gana creer que ese brevísimo chispazo que estallaba frente a mis ojos al contemplar el espigado y blanquísimo cuello de Sandra López, era el fogonazo que durante años enteros había buscado sin éxito entre las deliciosas piernas, los erectos pezones y las amargas secreciones de mis estériles y breves amantes nocturnas.

Así empezó todo. Sin darme cuenta. Sin importarme las aleccionadoras experiencias de mis cyber-amigas, la colombiana y la argentina. Como ya dije al comienzo, siempre nos da por pensar que nosotros somos la excepción a la regla. Y así, pensé, cualquier cosa que llegara a ocurrir entre esa chica y yo, sería distinta a cualquier cosa que ya hubiera ocurrido en la red.

En el fondo esperaba que Sandra nunca respondiera ese email que acababa de enviarle y en el que le confesaba sin reservas mi enloquecida voluntad de acercarme a ella. Sus inquietantes cejas, su jugosa boca, sus finas manos entrecruzadas sobre su pierna, no serían más que retazos intocables de mi febril deseo de jugar al amor. Sin embargo, al día siguiente, al abrir mi buzón, me encontré con un nuevo email de Sandra:

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, soy Sandra, de nuevo.
Fecha: sáb, 12 agot 2000, 10:05 H —0600

Hola, Rafael, ¡buenos días!

Bueno, realmente no sé que decir, recién leí tu email y... ¡no sé que decirte! Espera, déjame ordenar mis ideas.

De verdad te agradezco mucho tanta confianza al darme tus teléfonos y dirección. Me dejas sin palabras y quizás te deba regañar: tú no sabes nada de mí, quizás yo sea parte de alguna mafia y te podría secuestrar o intentar hacer algún daño. Tienes suerte y no soy tan inteligente como para ser una bandida, pero deberías tener un poco más de cuidado a quien le das tu confianza, ¿no crees?

Haber, Rafael, ya pensé un poquito... Yo comprendo que estamos en edades en que ya no queremos perder el tiempo, y tratamos de ser lo más directos posible, y te agradezco que seas tan franco y me digas al tiro tus intenciones, pero ¿no crees que estas yendo muy rápido? Vuelvo a decirte no me conoces nada de ¡nada!...y pude ser que te guste por foto. Tu entusiasmo me recuerda una película que es una de las que más me ha gustado, "Pide al tiempo que vuelva", así se llama, ¿la has visto? Por si acaso tú repuesta es NO, te la cuento: es la historia de un hombre que se enamora de una mujer por su fotografía, pero es una imagen de otra época y decide volver al pasado para encontrarse con ella. Es una historia muy romántica y muy bonita, pero no deja de ser una ficción, no sólo por que no se puede regresar al pasado, si no porque es imposible que a través de una simple foto puedas ver más allá de la mera imagen. ¿Qué puedes encontrar tú en mi fotografía? O peor aún, ¿qué puedes encontrar tras un rostro, aunque lo estés viendo en persona, en vivo y en directo, como dicen? Así que no me digas que ya, sin verme siquiera, ya sabes que hay bajo mi rostro.

En este momento estoy viendo tu foto y me dice que eres un hombre maduro, moreno, me parece que eres fuerte, tienes cara de pocos amigos, ¿o será que tienes el ceño fruncido porque te molesta el sol?, ¿o será que eres muy enojón?.. ¿o será sólo que en el momento que te tomaron esa foto no estabas en tu mejor ángulo? ¿O será que estabas preocupado por algo?, ¿o será que no te dieron tiempo para hacer una sonrisa? No, de verdad tu foto no me dice mucho o nada de tu personalidad. Así que, mi querido Rafael, yo no te puedo gustar, ni mi interior ni mi forma de ser lo puedes ver sólo con mi foto. Y por favor, no me pongas trampas, me sabes tonta y me tiras migajitas como a un pollo, ¿verdad?

En fin Rafael, me gustaría mucho que fueras mi amigo, yo te ofrezco ser una buena amiga, yo no te puedo decir que quizás seamos algo más, porque no lo sé, pero de que podemos ser buenos amigos de eso si estoy segura, ¿tú que piensas?

Ya te dejo descansar de tantas barbaridades que digo, y además ya llego mi clienta...
Hasta pronto, Sandra.
P.D. Luego te digo porque tenemos internet en la estética.




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, soy Sandra, de nuevo.
Fecha: mar, 15 agot 2000, 16:21 H —0600

Si lo que recién acabo de leer es en serio, pues, ¡voy a salir corriendo lo más lejos posible de ti!, Rafael.

Si tú lo que admiras en una mujer es la valentía, hasta seis días atrás te hubiera dicho que "yo soy muy valiente", pero ahora, aunque me avergüence decirlo, debo reconocer que me estoy muriendo de miedo. De verdad tengo mucho, mucho miedo, Rafael. Me da mucho miedo esto que me estás haciendo sentir, me da pánico a la velocidad que vas, me espanta sentir que estoy perdiendo el control, estoy temblando hasta los huesos por la forma en que estás moviendo mi vida, me asusta terriblemente lo que te estás imaginando de mí. Porque me estás imaginando, Rafael, si no pregúntate que es lo que hace que me escribas así. No, no puedo entender qué es lo que hace que me digas todo lo que me escribes. Me estás enamorando y sé que me vas hacer llorar, porque de hecho ya lo estás haciendo.

Te cuento el por qué cancelé mi matrimonio con Horacio apenas tres meses antes de celebrarse la boda. Empezamos de novios cuando yo tenia veintiún años y él, veinticuatro. Horacio es de un nivel económico más alto que el mío, recién graduado de Leyes, nivel cultural superior. Es decir, tenía todas las condiciones para ser más dominante que yo y con una seguridad y dueño de sí mismo que a mí me hacia ver como una hormiguita. Total, para no cansarte con tantas tonterías, tres meses antes de la boda hubo una noche en la que no pude dormir imaginándome como sería mi vida a su lado y no me gusto lo que vi. Hasta entonces yo me había convertido en un reflejo de él, incluso ya tenia su mismo tono de hablar, me compraba mi ropa con el visto bueno de él, en fin, que esa noche me di cuenta que YO no era YO, sino una copia mal hecha de él. Al día siguiente me levanté siendo YO, tal como era en verdad, y empezamos con problemas porque a él no le gustaba lo que veía en mí. Y precisamente el 28 de octubre de 1997 se acabó. El no me aceptó como realmente era, y yo no estaba dispuesta a ser como él quería que fuera. Así que, FIN.

No creas, Rafael, no fue tan fácil. Fue duro enfrentarme a mí misma, enfrentarlo a él y enfrentar a nuestras familias. Todos pensaban que me había vuelto loca, y a lo mejor tenían razón. Es probable que no lo quisiera lo suficiente. Pero me dolió muchísimo terminar con él ya que fueron muchas ilusiones, muchos sueños hechos añicos. Pero me prometí a mí misma que trabajaría y me superaría día a día hasta donde estuviera a mi alcance y respetarme a mi misma y ser siempre YO. No sé si me explico bien, ojalá me comprendas, Rafael.

Después de eso duré algún tiempo sin fijarme en nadie, hasta hace como año y medio apareció Alejandro, un muchacho de mi edad, muy bueno, muy lindo, creo que me quería de verdad, pero él hacia lo que yo decía y eso tampoco me gustó, así que en este caso la mala fui yo y lo terminé. No tenia caso seguir con alguien a quien yo no respetaba... Y de ahí me formé la idea que todo debe ser equilibrado (libra al fin que soy) para que funcionen las relaciones. Y me hice una promesa más: "Mi próxima relación debería ser seria, con perfecto conocimiento, para no lastimar ni salir lastimada"

¿Qué más te puedo decir Rafael? Hasta ahora lo que me dices y por las razones por las que me escribes, me gusta, me gusta mucho, y ese es mi mayor miedo: que me gustes demasiado y me enamore, y que ya cuando me conozcas mejor te des cuenta que no lleno tus exigencias. No, no quiero pasar por eso, porque si con Horacio me dolió, creo que contigo me dolería mucho, mucho más.

Yo también quisiera tener una esperanza contigo, pero pienso demasiado en tantos inconvenientes, como mi familia, la distancia, lo económico...uuufff!! ¡tantas cosas! Me gustaría pensar que puede ser, pero es necesario que no vayas tan rápido... Por favor: conóceme, es importante que te guste como soy. ¿Lo ves?, ya voy a llorar. Ya son las dos y cuarenta de la madrugada y otra noche más sin dormir...¡¡Gracias Rafael!! (esto con MUCHA ironía, ¿okey?)

Hasta pronto. Un beso, Sandra.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: No estés triste, Rafael...
Fecha: sab, 19 agot 2000, 17:51:27 —0600
Hola.
POR FAVOR, ¡¡¡NO ESTÉS TRISTE!!!

Rafael, no te pongas triste, yo sólo te digo que hay que pensar un poco las cosas. Para mí todo esto es nuevo y muy bonito, aun el miedo, aun las carreras, aun el sentirme atropellada por todas tus palabras, de alguna forma me gusta y quisiera que no cometiéramos ningún error, quiero que todo salga bien. Eso es lo que deseo.

Hoy no tengo mucho tiempo para escribirte. Debo estar a las siete de la noche en el lugar a donde vamos a trabajar, pero me conectaré al chat antes de salir, como a las seis. Si puedo antes te aviso con un email, ¿de acuerdo? Y RECUERDA:

POR FAVOR, POR FAVOR, ¡¡¡NO ESTÉS TRISTE!!!

No quiero sentirme triste, y me estas poniendo así. Te veo en la tarde... Un beso (con mucho cariño de ¿amigos?).

Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Buenos días, Rafael...
Fecha: lun, 21 agot 2000, 23:08 H —0600

¡Hola Rafael!
¿Qué tal tu fin de semana? Por fin me escape de mi mamá. ¡Es increíble todo lo que puede hablar sin respirar! Me gusta que lo haga y normalmente la escucho con atención, pero hoy mi concentración no está muy atenta que digamos. Me sorprendí varias veces a mí misma, mientras ella me hablaba, pensando en lobos esteparios, trenes descarrilados y formidables huracanes, y no sé si ella lo notó pues de pronto me dijo que me dejaría descansar que se me veía muy cansada. Me siento un poquito mal con ella, mañana haré lo posible por platicarle con más atención.

Las historias que me cuentas de tus amigos, de cómo se conocieron y enamoraron, me parecen de verdad unas lindas aventuras. Y sería realmente fantástico que algo así nos sucediera a nosotros. Creo que casi todos soñamos con encontrar así el verdadero amor, sin buscarlo, sin aviso y sin protesto. Tan simple como toparse con una mirada y saber que perteneces a esa persona. Mi profesión se presta para que las personas me tengan confianza y me platiquen sus vidas, y me han confesado historias muy románticas, muy locas y muy atrevidas de cómo han conocido a sus parejas, cómo se han enamorado de ellas y cómo llegan a casarse o a unirse y llevar una vida feliz. Igualmente me ha tocado casi ser testigo presencial de tremendos fracasos y errores que se cometen en nombre del "amor". Quizás yo no tenga mucha experiencia en cuestiones de romance, pero a diario veo y escucho las experiencias de los demás, y trato de aprender de eso.

¡La química!, que conflicto con la química, ¿verdad, Rafael? Yo creo que para todas las personas, hombres o mujeres debemos tener un poco de química, esto es básico para cualquier tipo de relación, amistosa, afectiva, hasta para hacer un negocio. ¡Esto tú lo sabes bien!, pero, ¿porque es tan difícil encontrar la química exacta para el Amor? ¿Sabes?, sueño con que alguna vez pueda sentir una mirada o un toque de la manos que me hagan vibrar, hasta olvidarme de ¡todo!

No se si es química lo que nos está sucediendo a nosotros dos, Rafael, pero para mí es algo bonito y a la vez muy extraño. Te lo juro, nunca he sentido esto, ni siquiera con la persona que yo creía que me iba a casar. Eso me sorprende, me extraña, me asusta, y como dice la canción, "pero también me gusta" .

Hoy me sorprendí mirando varias veces a hombres más o menos de tu edad y me preguntaba qué podría interesarles a ustedes de una chica de mi edad. Y no encontré respuestas. Digo, el interés sexual es obvio, pero, aparte de eso, ¿qué más, qué otra cosa les podría interesar tanto, para desear estar conmigo? ¿Sabes?, me duele la cabeza con tantas preguntas sin respuestas.

Rafael, ya me voy a dormir. No puedo mantener los ojos abiertos ni un minuto más...

¡Buenas noches! ¡Hasta mañana! ¡Un beso en cada mejilla con cariño y amistad!
Sandra.

El miércoles 23 de agosto fue un día importante: mientras chateábamos, le pedí me dejara llamarla por teléfono ...

Lobo-Estepario22361: Quiero escuchar tu voz ...
Sandralo74: ¡No inventes, Rafael!
Lobo-Estepario22361: Anda, no voy a morderte. Sólo quiero escucharte. Si me das tú teléfono, yo te llamo.
Sandralo74: No inventes, Lobo. Ya me quieres asustar con tus colmillotes.
Lobo-Estepario22361: Una llamada rapidita. ¡Anda!
Sandralo74: ¡Qué cosas me haces hacer, Rafael!
Lobo-Estepario22361: Dame tu número. Anda, anímate.
Sandralo74: 3—918452.
Lobo-Estepario22361: ¿Y el código?
Sandralo74: No lo sé. El tres es el código de Guadalajara.
Lobo-Estepario22361: Voy a buscar el código de México en mi guía telefónica. Ya lo tengo. Es el 52. Te estoy llamando.
Sandralo74: ¡Uy, qué susto!

— ¿Aló?
— ¿Bueno?
— ¿Sandra?
— ¿Rafael?

Fue la primera vez que escuché su voz. Parecía más joven de lo que realmente era.

— Vaya, al fin, ¡qué linda voz!
— Sí, tú también. Estoy nerviosa. Casi no puedo ni hablar.
— Di cualquier cosa. Me gusta tu voz. Me gustaría tanto que estuvieras cerca.
— No sé qué decirte.
— Lo que se te ocurra. Mira que cuando escribes eres muy "habladora".
— Es distinto, Rafael. Estoy nerviosa.
— ¿Quieres colgar?
— Tenemos que colgar. Esto es muy caro.
— Sí, tienes razón. Me encantó escucharte.
— A mí también. Bye.

Colgamos.

Cuando regresé al salón de chat, ella ya se había marchado. Ni ese día ni al siguiente recibí noticias suyas, a pesar de que le envié por lo menos cinco emails pidiéndole que al menos me dijera que todo estaba bien. Aunque tenía su número telefónico, no me atreví a llamarla de nuevo, suponiendo que la causa de su repentina desaparición había sido justamente la llamada telefónica que le había hecho. No fue hasta el viernes en la noche que encontré un email suyo en mi buzón:


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Soy yo...
Fecha: vier, 25 agot 2000, 20:51 —0600

Rafael,

¡Me siento tan confundida! ¡Y tan derrotada! Ya no quiero pensar en ti ni en nada de esto que nos está ocurriendo, y mientras más lo intento, menos lo logro. ¿Por qué no naciste en Guadalajara? ¿Por qué no eres mi vecino y puedo escucharte y mirarte a la cara sin que todo sea tan difícil, tan extraño, tan fantasioso? Dime, ¿qué carajos quieres de mí? ¿Qué crees que te puedo yo dar? ¿Qué quieres que hagas con mi vida haciéndome sentir todo esto que me estás haciendo sentir?

Ya no quiero pensar en ti, pero no puedo evitarlo,
Sandra.

Inmediatamente le respondí:

«Sandra:

«Me siento como un hombre de otra época, como una especie de caballero andante enamorado para siempre de una dama a quien sólo ha visto en sueños y penumbras. Me siento como Cyriano, tratando dearrancarle pasiones a una mujer a fuerza de palabras.
«Me dices que me piensas, aunque preferirías no hacerlo. Entonces yo siento que te abordo y te invado a pesar de ti, no gracias a ti. Te resistes al huracán que he desatado en tu vida, pero el vendaval es tan fuerte que no podrás ignorarlo. ¿Cuando me invitarás a entrar en ti?
«Llevamos cuatro semanas escribiéndonos. CUATRO SEMANAS. ¿Es eso mucho o es poco? Todo ha sido como un terremoto que no ha dejado piedra sobre piedra. Tú has movido, removido y conmovido todos mis escombros. Hasta hace tan poco -¿tres semanas atrás?- yo no era más que un hombre muerto que caminaba.
«Quiero que me sientas. Lo único que deseo en este momento, lo que más deseo en este instante es que me sientas. Que me sientas a tu alrededor, que me sientas asediándote, que me sientas sobre y dentrode ti. Que sientas que soy una emboscada que salió de la nada y sin aviso, un bandolero desalmado que te robó tu sueño de un príncipe azul perfecto para dejarte a cambio la certeza de un hombre real que simplemente te anhela, desde siempre, desde antes de conocerte, desde antes de saber que existías, desde antes de saber que ya habías nacido. Que sientas que ya no podrás dar un paso sin pensar que me he atravesado en tu vida y en tu alma. Que sientas que soy un invasor que desmantela tu vida, tus recuerdos y tus anhelos con la única intensión de que me mires a la cara, aunque sea por una hora, aunque sea por un minuto, y sientas por mí, por ese bandolero, por ese invasor, por esa emboscada en la que me he convertido, algo parecido al amor.
Soy ambicioso: de ti, lo quiero todo.

Rafael



CAPITULO II


Sandra y yo continuamos escribiéndonos a diario.

Se me ocurrió hacerle llegar un álbum de fotografías, para lo cual me dediqué a la grata tarea de fotografiarme a mí mismo, a mi apartamento, a los lugares que me resultaban más emblemáticos de Caracas: los derruidos jardines de El Calvario, a donde de niño fui muchas veces a pasear; las Torres de El Silencio, donde mi madre había trabajado como ascensorista a finales de los años sesenta; las Torres gemelas de Parque Central, las más alta de la ciudad; la fachada de la Clínica "Leopoldo Aguerrevere", donde seis años atrás había nacido mi hijo Eduardo José; el centro comercial de mi barrio, donde semanalmente hacía el mercado y cortaba cada dos meses mi cabello; la entrada principal del Sambil, a donde había prometido a Sandra llevarla apenas pisara Caracas para reírnos de las más provinciana manía caraqueña de pasearse por sus pasillos sin comprar nada; el Grupo Escolar Nacional "Sorocaíma", la escuela pública en la que había estudiado la primaria; la acabada fachada, el destartalado mostrador y el ruinoso estudio de mi negocio, para que no se hiciera ilusiones de que yo era ni un gran comerciante ni un famoso fotógrafo. Además de tomar nuevas fotos, volví a copiar viejos negativos de mi hijo, mi mamá, mi hermana y mis tres sobrinos, quienes eran, sin más, mi familia. Lo mismo hice con Roberto y Alejandro, mis dos únicos y verdaderos amigos.

Durante unos cuantos días oculté a Sandra las fotografías que estaba tomando para ella, diciéndole apenas que estaba preparándole una sorpresa. Pero más pudo la tentación de decírselo que mis ganas de sorprenderla y, así, le confesé mis planes. Entusiasmada por la idea, ella comenzó a armar para mí su propio álbum de fotografías.

A pesar de que Sandra era la empleada más joven de la estética en la que trabajaba, era la encargada. La estética era uno de cinco locales esparcidos, además de Guadalajara, en D.F., Acapulco y Cancún. La dueña era Josefina Juárez (Sandra se refería a ella como JJ). Según me explicó, tenían internet en el negocio para facilitar el envío del reporte diario que Sandra le hacía llegar al administrador de la red de los cinco salones de belleza. Sandra debía permanecer en el local por lo menos doce horas al día, de las cuales trabajaba como peluquera unas ocho horas. El resto del tiempo lo usaba para labores administrativas del local. Aún así, le quedaba suficiente tiempo libre para escribirme sus emails o chatear un rato conmigo.

Habíamos adoptado la costumbre de hacer contacto telefónico por lo menos una vez a la semana. Ella me llamaba indistintamente a mi casa, al negocio o al celular. Yo la llamaba a la estética, ya que era el único teléfono que tenía de ella, además de su celular, pero a éste último era verdaderamente imposible comunicarse, aún a través de operadores de la compañía telefónica en Venezuela y/o México.

Aunque me costara admitirlo, el caso era que andaba hundido hasta el cuello en un romance por internet con una chica a la que nunca había visto en mi vida, salvo por unas cinco fotografías que había recibido de ella vía email. Recordé al príncipe Mishkin, en El idiota de Dostoievsky, que se había enamorado de Nastasia Filíppovna a través de una fotografía de su hermoso y portentoso rostro. Cuando la vio en persona, pocas horas más tarde, no la encontró ni tan bella ni tan portentosa, pero ya el aguijón de su imperfecta belleza había envenenado el alma del atolondrado príncipe. Y era precisamente esas imperfecciones de Nastasia Filíppovna las que le permitían a Mishkin beber su formidable hermosura de mujer.

Sandra era para mí como un rompecabezas, como una mujer hecha pedazos que se me mostraba en fragmentos: su voz casi de niña a través del hilo telefónico; su rostro, su cuerpo, su blancura y sus inquietantes labios a través de sus fotos; y su alma, a través de palabras escritas. El conjunto era tan delicioso y apetitoso, que me hacía daño cerrar los ojos e imaginármela y saber que estaba, al menos de momento, a cuatro mil kilómetros de distancia.

Aun así, no me olvidaba ni por un minuto de las frustradas historias de amor de esas dos chicas, la colombiana y la argentina, entregadas durante años a cultivar una relación virtual que nunca traspasó las fronteras de los emails, los chateos, las llamadas telefónicas y uno que otro paquete con fotografías enviados por correo convencional. Yo no estaba dispuesto a jugar ese papelote y, aún sin decírselo de esa forma, siempre le hacía saber a Sandra que debíamos planear la forma de vernos lo más pronto posible.

No podía ser directo con Sandra sobre este asunto, primero, para que no sintiera que estaba tratando de provocar un encuentro prematuro y, en consecuencia, quizás desastroso. La segunda razón, y quizás la más importante, era que las deudas me estaban comiendo vivo. La tienda fotográfica cada día iba peor. Prácticamente iba al negocio para abrir la santamaría en las mañanas y cerrarla en las tardes sin que la caja registradora hubiera sonado ni una sola vez en todo el día. Cada vez con más frecuencia la gente le pedía a algún amigo o familiar que le tomara las fotos de sus bodas o cumpleaños. Esto sin contar con las malditas camaritas digitales, que ahora todos las querían y que para verse allí mismo, dos segundos después de haber sido tomadas. Y las podían enviar luego por internet, y podían imprimir las que más les gustaran en sus impresoras caseras. Les importaba un comino que la calidad fuese infame. Además, a todas luces, una vez que tenían las camaritas esas, el costo de cada foto era mínimo, casi nulo.

El caso es que no tenía dinero para hacer ese viaje a Guadalajara. Así que si me ponía muy insistente con el asunto, capaz que Sandra me dijera «pues, tome su avión y véngase, que aquí será bien recibido».


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mi familia
Fecha: mart, 5 sept 2000, 19:55 H —0600


¡Rafaelito!

Se me ocurre platicarte sobre mi familia, ¿aguantarás un tema tan
aburridor?

Familia López González:
Padre: Francisco, edad sesenta y cinco años, carpintero.
Madre: María del Socorro, edad sesenta años, ama de casa.
Primer Hijo: Jorge, edad treinta y cuatro años, casado, tres hijos, vive en California, USA. Cocinero.
Segundo hijo: José Francisco, treinta y dos años, casado, dos hijos, vive en California, USA. Cocinero.
Tercer hijo (YO, jajaja): Sandra Berenice López González, veinticinco años, soltera, vivo en Guadalajara, Estilista.
Cuarto hijo: María del Socorro, dieciséis años, soltera con novio, vive en Guadalajara. Estudiante de Segundo de preparatoria.
Quinto hijo: Luz Adriana, quince años, anda de loca con su primer novio, vive en Guadalajara. Estudiante del primero de preparatoria.

Esta es mi familia. Y como te darás cuenta, mis hermanos mayores ya formaron sus propia estirpe, así que en mi casa (tu casa cuando gustes) mantenemos la economía entre mi padre y yo. Como ya te platiqué antes, mi padre cada día le ponen más trabas en el trabajo, se cansa más rápido, trabaja menos y, por lo tanto, cada vez sus ganancias merman más. Esto es duro para la economía de mi hogar, pero más duro para la autoestima de mi padre, que a diario trata de demostrar que aún está fuerte, pero por la noche se le ve la cara y el cuerpo realmente cansados. Él es un hombre muy trabajador y muy luchón, desde los catorce años tomó las riendas de su vida y siempre ha sabido salir adelante. Hace once años cuando unos amigos le ofrecieron asociarse en una fábrica de muebles de cocinas y laboratorios, todos pensamos que finalmente su buena estrella lo había iluminado. Él no tenia capital para invertir, así que sólo puso su trabajo y experiencia. Como no invirtió dinero, tenía menos ganancias que los otros dos socios, pero aun así ganó lo suficiente como para darnos una vida muy buena. Mientras esto duró, logró comprar dos buenas casas y una camioneta del año. A mis hermanos y a mí nos pusieron a estudiar en el mejor colegio de Guadalajara. En fin, todo era vida y dulzura. Todo parecía un sueño y así fue. De la noche a la mañana desaparecieron los amiguísimos-socios de mi padre, y junto con ellos, toda la maquinaria de la fábrica. Pero olvidaron llevarse las facturas que aún se debían de las dichosas máquinas y del material que por dos años no se había pagado. Así quebró la compañía y se acabó el sueño. Papá estuvo a punto de ir a la cárcel, pero gracias a Dios que había comprado las casas y eso sirvió de fianza, se vendió la camioneta, se acabaron los colegios privados, nos quedamos sin muebles. Total, sólo nos quedó el techo donde vivimos, pero con una hipoteca de diez años.

Mis hermanos para poder ayudar a mi padre se fueron a USA para ganar un poco más. Yo empecé a trabajar de ayudante en una estética. ¿Que si me explotaban? Como a una negra, pero me sentía feliz ayudando a la familia con mis cien pesitos a la semana. ¡Bendito sea Dios! Ya llevamos dos años sin apuros económicos y lo mejor de todo, sin el miedo de volver a perderlo todo. Hoy sólo nos queda el pago de la hipoteca y las mensualidades de un carrito que nos hacia mucha falta y ,claro, los gastos normales de una casa y una familia. Como por lógica sabrás, mis hermanos desde que se casaron ya no nos pueden ayudar, ellos tienen sus propios problemas, así que entre mi padre y yo tratamos de lo que podemos para que mi madre y mis hermanas vivan bien. ¡FIN! No ,no es verdad, continúa...

Yo sé que así me fuera a vivir a la China, nunca me separaría de mi familia, siempre estaríamos unidos por más distancia física que existiera entre nosotros. Cuando te digo que no estoy en condiciones de dejar a mi familia, me refiero en el plan económico. Mira, Rafael, mi padre por la edad, aunque se ve físicamente fuerte, ya no es el mismo de hace diez años. Últimamente yo noto que se cansa demasiado. Tú bien sabes que el trabajo de carpintería requiere mucho esfuerzo físico y él ya no está tan fuerte como quiere hacernos creer. Ya casi no le dan trabajo, y donde ahora labora apenas gana mil pesos por semana, lo cual sólo sirve para comprar los alimentos de la semana y nada más. Tenemos que cubrir los pagos de la hipoteca que aun faltan dos años para terminar con eso, la mensualidad del coche que faltan como seis meses, y cubrir todos los gastitos que da una casa como son la luz, el gas, el agua, el teléfono, la internet, los útiles escolares, etc., etc. Gastitos pequeños, pero que juntos suman una buena cantidad. Todo eso yo lo cubro, no me pesa, me siento en condiciones para poder hacerlo. Afortunadamente mi trabajo me da para hacer eso, pero a veces me provoca ver ya el fin de las deudas grandes como la hipoteca y el coche.

Afortunadamente mi trabajo es una bendición. Es una delicia siempre tener el dinero necesario para no andar con sustos. Aunque de chiquilla nunca llegué a pensar en ser estilista, no dejo de reconocer que el destino se movió para favorecerme y hacerme caer en esto. Y aunque nunca me doy el lujo de rechazar ningún trabajo, siempre me queda tiempo para estar en contacto con mis amigos. Pero eso sí, Rafael, tengo que cuidar cada peso que gano, y estar calculando que si me gasto uno, éste no me vaya a faltar al final del mes.

Bueno estas son las razones, Rafael, por las que me detengo a pensar tanto antes de salir en un viaje a Venezuela en donde no sé si nuestros problemas -los tuyos y los míos- van a terminar o verdaderamente van a comenzar.

¿QUE ONDA?...es como decir ¿que pasa? ¿como estás? ¿que haces? Es nada más por decir algo. Anoche mientras te escribía me sentí tan seria, tan "profunda", tan expuesta y tan formal que quise aligerarme un poco con un «¿Que onda?» No es nada importante ni significa nada en especial.

RAFAEL, ¡YA DESPIERTA! Supongo que estás tan cansado y desvelado que mientras me leías por lo menos tres pestañadas has dado. Ya te dejo, ya te arrulle lo suficiente, ve y duérmete un ratico a mi salud, ¿okey?

Por lo pronto tengo la agenda llena, pero si me cancelan mañana alguna cita te aviso a ver si puedes y quieres chatear, ¿okey?

Hasta prontito... Un beso ¿con sueño pero risueño?
Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, soy Sandra :—)
Fecha: juev, 7 sept 2000, 17:51 H —0600

¡¡Hola!!

¿Como estuvo tu reunión? ¿Cenaste? ¿Te portaste bien?

Mmm, espero que sí, porque si te portaste mal, ¡eso sí que no te la perdono!

Tengo una curiosidad: ¿Lo haces con toda intención o sólo es casualidad? Digo, el que siempre que te despides de mí me dejas una "tarea" para pensar y pensar y ¡no dejar de pensar! Es una táctica que te traes conmigo, ¿verdad?

Pues si, mira que tengo que pensar y ¡mucho! Si esto sigue avanzando, ¿qué les voy a decir a papás y a mis hermanos?, y ¡¿cómo se los voy a decir?!

¡Mira que locura! ¿Cuando, a qué hora se me pasó por la cabeza que alguna vez viajaría a Venezuela? Y ahora me escucho diciendo que puede ser que en cinco meses este allá, ¡contigo! ¡Qué locura, Rafael!

Vaya, que mañana no me voy a sorprender si me pongo a preparar maletas. Rafa, ¿dónde esta mi cabeza, dónde está mi razón? De verdad, no me reconozco, yo no soy así... ¿No pusiste algún tipo de droga en tus emails? O quizás en los hielos del... ¡ah!, pero no, no me has dado ninguna bebida...¿verdad, Rafa? Algo debe estar pasando en el ambiente, quizás la capa de ozono está afectando mis neuronas. ¿O será cosa del diablo? ¡Uy!, eso si nos debería de dar mucho miedo, ¿no?.

Ya mejor no me cuestiono nada, creo que no encontrare respuestas... Sólo quería decirte que no voy a dejar de pensarte, y gracias por las "tareas" que me dejas...¿ok? Quiero desearte que en tu viaje te vaya muy bien, que te diviertas cuando se deba y que descanses cuando lo necesites.

¿Cuantos días vas a estar fuera? ¿Dos o tres?, Bueno, por cada día que estés lejos de casa te mando un beso...sólo uno por día, así que no los desperdicies ni los vayas a tirar, recuerda: "Un beso por día", ¿ok?

¡Ah!, otra cosita. Quería pedirte algo que siempre olvido decirte: cuando vayas a llamarme a la estética, ¿me avisarías primero por email, por favor? Te explico la razón: a ese teléfono no le funciona el timbre y cuando alguien llama, sólo se enciende una luz que parpadea, y como no esté algunas de nosotras viéndolo, pues nadie contestará. El teléfono está en la oficina donde se encuentra la computadora y no está a la vista desde la sala de la estética. Así que cuando quieras hablarme, por favor avísame cuando y a qué hora, para estar pendiente, ¿okey?.

Ahora sí, hasta pronto... y ¡buenas noches!
Sandra
P.D. En serio, ¡te voy a extrañar!



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, soy Sandra :—)
Fecha: sáb, 9 sept 2000, 10:20 H —0600

Aún debes estar de viaje, ¿cómo andarás? ¿Muchas cervecitas, mucho tequila? ¿Te gusta el tequila? Yo tomo poco. Con dos tragos ¡pum!, ya estoy lista, así que me tendrás que enseñar a tomar.

Anoche estuve con Mónica como te platique, pero no me anime a contarle nada de ti. No creo que me ayude mucho lo que me va a decir, ella o quien sea: yo misma me lo digo cada hora: ¡estoy loca! En todo el tiempo que charle con ella, pensaba en todo lo que me diría, y sinceramente aun no se me antoja que me despierten.

No dejo de pensar en ti y en toda esta situación, por más vueltas que le doy al asunto, no encuentro donde comenzó todo este lío.

Rafael, sin que me lo tengas que recordar, ¡¡te extraño!!

Hasta pronto... Un beso...(triste ). Sandra
PD: Escríbeme apenas llegues, por fa.




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Al fin noticias tuyas!
Fecha: dom, 10 sept 2000, 22:01 H —0600

Hola!! [:—)]< ¡Que alegría "verte", Rafa! Me alegra mucho que ya estés en casa y estés sano y salvo. Recién mi familia y yo vamos llegando, desde temprano nos fuimos a Tequila (un pueblo de Jalisco, ¿has oído de él?) a la boda de una prima. Mónica si me notó algo distraída y me preguntó si me pasaba algo, y le dije "creo que me estoy enamorando", pero no me creyó, porque sabe que no estoy saliendo con nadie... Y hace un rato en la fiesta me volvió a preguntar, le di la misma contestación riéndome (no sé si de nervios o de miedo a que me creyera), pero me dijo que no fuera ¡payasa! Le dije que era un secreto, que pronto se lo diría, me insistió a que se lo hiciera allí mismo, pero le dije que más adelante le platicaba todo... Creo que se molestó un poco. La llamaré por teléfono y le platicaré un ratito, en persona no me animo, porque se que tendría que contarle todo, no me dejaría en paz hasta saberlo todo... Que cobarde soy, ¿verdad? Gracias por las fotos que estas haciendo para enviármelas. La foto que tengo tuya me gusta. ¿Sabes?, la miro a diario y me imagino cómo sería ver tu sonrisa y ver cómo me miras a mí. Hoy estuve pensándote mucho, y más durante la ceremonia religiosa (quizás por la paz de la iglesia). Repasé todo lo que me has escrito, y volví a sentir todos los sentimientos que has despertado en mí, pero sobre todo el miedo... Ya descubrí que no es tanto miedo a ti, sino a ¡mí! Miedo a no saber de lo que soy capaz. Quizás esto no deba decírtelo, pero me espanta el como me estoy dejando llevar. Caramba, Rafael. ¿Ya reflexionaste todo lo que me has dicho? Si tuvieras una hija y algo así le sucediera a ella ¿qué le aconsejarías? ¿La alentarías a seguir adelante o te opondrías de plano? ¿Sí me explico bien? ¿Me comprendes? Compréndeme por favor, Rafael. Mira en qué lío me has metido, lobito. ¿Me perdonas si aún no te doy el teléfono de mi casa? Deja sentirme más segura, ¿sí? Por favor, ¿sí? Si quieres y puedes me llamas mañana a la estética. Te aviso temprano a qué hora puedo estar junto al teléfono, ¿sí? Voy a pecar de tonta contigo, pero a veces te pienso y quiero llorar de alegría y de tristeza. ¡No quiero que termine este sueño! ¡Te empiezo a querer, Rafael! Un beso... Sandra. De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: El regaño de Mónica...
Fecha: lun, 11 sept 2000, 22:01 H —0600

Gracias por avisarme que hoy no podremos chatear. No te preocupes, te entiendo. Me hubiera gustado seguir charlando contigo el día de hoy, pero ya será en otro momento, ¿verdad?

Qué bien que me dices que también tienes vida social, por un momento pensé que sólo trabajo era tu vida. ¡Diviértete mucho!

Déjame te platico que ya le hablé de ti a Mónica. Te cuento más o menos lo que le dije, pero antes déjame actualizarte un poco de mi relación con mi amiga, para que puedas comprenderla mejor. Nos conocemos desde que teníamos ella tres y yo dos añitos. Era mi vecina y siempre jugábamos juntas. Cuando ella tenía once años sus padres murieron en un accidente de coche. Eso nos unió mucho más, y nos hizo muy buenas amigas, casi hermanas o quizás mejor que hermanas, porque tenemos la franqueza de decirnos nuestras verdades y el cariño para no sentirnos heridas por ello. Con el tiempo ella se ha convertido en un miembro más de mi familia y mis padres la ven como a una hija.

Somos muy diferentes en carácter, y quizás por eso nos entendemos mejor. Creo que nos complementamos. Mientras yo soy la bien portada, Mónica es como ella misma se dice ¡"una vale madre"! Es necesario que te diga que ella ha tenido todos los novios que ha querido, ya perdí la cuenta y creo que ella también. Es de las que conoce un muchacho en la mañana, por la tarde ya es su novio y en la noche tiene el corazón "partío". De todos los novios que ha tenido creo que sólo un par de ellos le han durado más de dos meses. No es que lo haga a propósito, si no que se ha enredado con las personas equivocadas y no se da tiempo a conocerlas lo suficiente antes de embarcarse en una relación.

Bueno, total que ayer noche le platiqué con santo y seña lo que pasó en la fiesta después que ella se fue, y sólo al final le dije un poquitito de ti. Le conté que tenias treinta y nueve años, divorciado y muy inteligente, que creo que eres muy amoroso y todo un caballero (nada de bandolero, como tú insistes en llamarte a ti mismo, creo que por el sólo placer de aterrorizarme) y que estabas llegando a mi corazón de una forma poco usual, por email y chateando. Le aclaré que eres de Venezuela y que sólo te conocía por una foto y que apenas tenemos ¡treinta y cuatro días tratándonos! Le dije que me gustabas, pero que todavía lo estaba pensando mucho. Esto se lo dije para que no me creyera tan inconsciente, tú sabes, ¿no? Mientras yo hablaba no me interrumpió para nada, en un momento me dio la impresión que estaba anotando todo lo que le decía, porque sólo me decía "aja" "mmm" "si". Me dejó hablar y le pude decir mis inquietudes, mis temores, mis dudas, en fin, todo. Cuando terminé, ella me empezó hablar de sus experiencias y cuántas veces ella creyó estar segura de encontrar al amor de su vida y sólo fue un fraude más. No te voy a mentir, no me despejó ninguna duda, Rafael, al contrario, acrecentó mis temores. Pero sí me dijo que me dejara llevar, pero que ¡NO CERRARA LOS OJOS! Después me hizo varias preguntas para aclarar algunos puntos de nuestra historia. Cuando lo hice, me dijo: "Sandra, es muy bonito todo, pero es muy sospechoso, ten mucho cuidado". Me dijo que le preocupaba todo, y que si decidía continuar en contacto contigo, que la mantuviera muy bien informada. Que si yo quería aún no les dijera nada a mis padres pero que a ella no le ocultara ¡nada!

¿Sabes? En el fondo quería platicarle todo esto a Mónica porque pensé que me inyectaría algo de su "vale madre" y algo de sus destrampadas locuras, pero no fue así. Quizás ya de tanto juntarse conmigo ya le pegue un poco de lo precavida que soy.

Claro, Rafael, ella no será tu archienemiga, como tú la llamas. Ella es solo mi amiga y me quiere mucho, por eso ,según ella, me protege y me cuida como a su hermanita menor, aunque las más de las veces se comporta más inmadura que yo.

Y bueno, ojalá tú sí puedas convencer a mi "Angelita" de que no debe temerte y que ella me ayude a mí también a confiar más en ti.

Que bueno que hoy hubo mucho trabajo y no tuve tiempo de estar mucho en esta máquina, si no te hubiera extrañado mucho más. Ahora que entré y encontré mi bandeja de emails vacía, me sentí un poquito triste. Creo que cada día estás tomando un poco más de mi vida, pero no estoy segura si sea bueno o malo.

Poco a poco le iré contando a Mónica lo demás. Ya te platicaré lo que me vaya diciendo. ¿Cómo lo ves?, ¿estuvo bien lo que le dije?, ¿o le dije de más?

Apenas te envíe este email, me conecto al chat. Quiero ver si me encuentro con una amiga, si puedes y quieres, búscame, estaré en el salón de Puerto Rico, ¿okey?

Hasta prontito. Un beso.... Sandra.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡HOLA!, SOY YO...
Fecha: lun, 18 sept 2000, 9:28 H —0600


¡¡Hola!!

Buenos días, ¡¡Rafael!! ¿Que tal dormiste?...¿No sientes que te remuerde la conciencia? Disfrutas mucho por no dejarme dormir, ¿verdad? Te lo juro, una semana más así y me voy a morir, ¿okey?

Me has quitado el apetito, y mira que para que eso suceda debe ser algo realmente muy importante. No logro concentrarme, cualquier día me atropella un coche por andar pensándote. No conforme con eso, no me dejas ni ¡dormir! :-( He tenido una noche, que aunque fueras mi peor enemigo te la deseo: me despertaba ¡CADA MEDIA HORA! ¡Quiero llorar! :-(

Sí, Rafael, claro que me atrevería hacer todo lo que me dices, pero no tan !RÁPIDO! al menos no dentro de una semana, ni en un mes y quizás ni en cinco meses. ¿Sabes qué me pasa? Yo tengo en mi cabeza a dos Sandras, así como vez en las caricaturas: del lado izquierdo tengo a la "Sandrita diablo" y del lado derecho a la "Sandrita ángel". Y siempre están ahí, hablándome y metiéndose en mis decisiones. A veces no me molestan y dejan que yo me imponga. Pero desde que te conocí, no me han dejado en paz ni un segundo, aquello parece una convención política. Cada vez gritan más fuerte cada una por su lado, a tal punto que anoche sentí que me ahogaban. Me hablan tanto que me siento chiquita y a ellas cada vez más grandes. Te juro que creo que me ¡ahogan! La "Sandra ángel" me dice que no confíe lo que me dices, que tú puedes ser incluso hasta un traficante de drogas (jajaja, es broma). Mientras la otra, la "Sandra diablo", me dice que YA me monte en ese avión y me olvide de todo lo que dejo. Y en todo esto yo tengo que tomar un camino sin obedecer ni a una ni a otra. ¿Te animas Rafael a lidiar no sólo conmigo, sino con las tres? Piénsatelo bien, estoy muy, muy, pero muy ¡loca!

Estoy comprobando que es verdad que eres un bandolero. ¡No seas tan tramposo!, en todo este tiempo no haces otra cosa que ponerme trampas. Yo soy una niña buena, no soy mal pensada, soy limpia, trato de no pensar más allá de lo que veo, y TÚ me haces pensar en una ¡"boda en una capilla de algún pueblito mexicano"! Por favor, Rafael, no acostumbro a decir malas palabras, pero te juro que estás haciendo que piense unas muy buenas dedicadas a ti... pin..., Rafael. No me hagas imaginar tanto así, por favor.

¿Sabes? A veces me molesta ser como soy. Quisiera no ser tan "equilibrada", y dejar que mi balanza se inclinara de un lado o del otro y saber aprovechar y disfrutar el momento, pero es más fuerte que yo.

¿Te molesta mucho que no quiera ir tan rápido como tú? Cuando te pienso quisiera correr así como tú lo haces, y no fijarme en las consecuencias. Como te digo, me preocupa mucho la vida diaria. Si yo decido estar contigo no sólo querré ser tu compañera de cama, si no tu amiga, tu alumna, querré ser tu confidente, en fin , ¿eso es mucho pedir? ¿es mucha ambición de mi parte? Dime la verdad, por favor.

¡Deseo tanto conocerte en persona!... sólo para romperte la cabeza por todo lo que me estas haciendo. Y lo digo en serio. Jajaja...

Hoy casi no tengo trabajo, estoy libre hasta el mediodía y después de las cinco de la tarde (hora de México). Si quieres podríamos "vernos" en el chat, ¿te parece? Con todo esto que te he escrito, puedes reírte todo lo que quieras, pero lo estoy diciendo muy en serio, ¿okey?

Hasta pronto... Un besito...(sonriente) . Sandra.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Te he extrañado... :—(
Fecha: lun, 18 sept 2000, 20:14 H —0600


Se me vienen a la cabeza un montón de ideas nuevas y necesito compartirlas contigo, Rafa:

Me da PÁNICO no saber si estoy equivocada o acertada en el amor. Llevo tres horas mirando el monitor de mi computadora y recordando mis relaciones anteriores, y me siento un poco vacía al darme cuenta de que lo que creí que era amor, en realidad era otra cosa. Cuán equivocada estaba.

Rafael, quiero creer que esto sí es el AMOR, no quiero temer equivocarme, ya no quiero equivocarme, quiero sentirme muy, muy segura contigo, porque cuando dé un paso, será definitivo y ¡no me voy a echar para atrás!

Rafael, ¿me cererías si te digo que te extrañé esta tarde? Pues entérate: TE EXTRAÑE MUCHÍSIMO ESTA TARDE.

Buenas noches... Un beso... Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Soy yo, Sandy...
Fecha: miér, 20 sept 2000, 2:01 H —0600

¡Buenos días, Rafael!

Son apenas las dos de la mañana aquí en Guadalajara y tú debes andar bien dormidote. Para cuando me leas, sé que andarás con mucha prisa por llegar temprano al aeropuerto, así que sólo te diré HOLA...

Me gustaría hablarte y escuchar tu voz, así que dime, por favor, las horas en que te puedo encontrar más desocupado y si tengo un chance te llamo a tu celular, ¿okey?

Pero si por cualquier motivo no puedo hablarte, deseo que te vaya muy bien en tu trabajo y que tomes un millón de fotografías en esa isla tan bonita de la que me hablas, eso sí, solamente a Gobernadores y funcionarios del Gobierno, nada de muchachas lindas ni a mujeres esculturales en traje de baño. No te canses mucho y no le tengas miedo al avión, total es sólo una caída. Jajajaja, es broma. No te creas, no te puedes caer de ese avión ni nada de eso, así que olvídalo, te lo prohibo. Más te vale, jajaja.

Cuídate mucho, mucho, ¡por favor! Un beso...(con mucho cariño) Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¿Aún no regresas?
Fecha: miér, 20 sept 2000, 18:45 H —0600

¡¡Hola Rafael!!

¿Ya regresaste? ¿Cómo te fue en tu viaje? ¿Le viste algún tornillo flojo al avión? ¿Qué tal las fotos? ¿Lograste sacarle alguna sonrisita a ese Gobernador? ¿Te cansaste mucho? ¿Te acordaste de mi?

¡¡Te he extrañado muchísimo!!

Hoy ha sido un día de mucho trabajo... Sé que no me debo quejar y dar gracias por tener la oportunidad de ganar mi dinero, pero de que cansa, ¡cansa!

Discúlpame pero no pude llamarte a tu celular, de verdad que no hubo una chancita casi ni para comer. Ahora mismo tengo un dolor de cabeza que ya deseo que sean las ocho de la noche para irme a casa y dormir. En todo el día he sentido mucho frío, presiento que me voy a enfermar de gripa.

Ojalá y no estés muy cansado y tengas animo de escribirme aunque sea un "Hola" cuando regreses a casa. Fíjate tú, creo que me contagiaste tu miedo a los aviones y ya me tienes un poco nerviosa con tu retardo. En un rato más vengo a verificar si hay algún email tuyo.

Un beso ... con sabor a "te extraño", Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mis temores, mis miedos...
Fecha: miér, 27 sept 2000, 21 H —0600

Quizás me leas mañana, creo que ya debes estar dormido.

Rafael, trata de comprender que es lógico que tanto Mónica como mi angelita me digan que todo esto es muy extraño y arriesgado para ambos y que debemos pensarlo muy bien. Tengo mucha confianza en ti, en lo que me dices que eres. Mi mayor miedo es ¡enamorarme de ti, Rafael! y perder el control de mi vida y mis decisiones. Esto apenas va empezando y ya me siento perdida. Me da pánico cuando cruza por mi cabeza la idea de que no sea la mujer adecuada para ti. Vamos, que en el plan sexual creo que funcionaríamos muy bien, ya que siento que puedo responder a ese nivel de pasión que necesitas en una mujer, pero me muero de miedo al pensar que no podrías mirarme veinte minutos a la cara sin soltar un bostezo. Rafael, ahí sí es verdad que me siento sin ningún recurso para atraerte, estoy segura que cuando nos conozcamos en la primera hora que charlemos ya sabrás todo de mí. ¿De qué hablaremos cuando estemos juntos, de tintes para el pelo o de mascarillas de belleza? Sé que no podría retener tu atención no digo por diez años, ni durante ¡una semana!

Tengo miedo Rafael, de estarme imaginando todo esto. Leo tus emails y casi puedo llorar de emoción, quisiera creer profundamente que todo eso que escribes es para mi, pero me parece todo tan increíble. Cuando éramos adolescentes, Mónica y yo leíamos las novelas de Barbara Catlant, y podíamos soñar que un día encontraríamos algún caballero que enloqueciera así por nosotras, que con sólo mirarnos una vez, él haría lo que fuera por conseguir nuestro amor. Pero esos eran sueños de ingenuas adolescentes. Con el tiempo nos enteramos que la vida no era así, y hace un buen rato que dejamos de soñar con esos caballeros. Y ahora tú vienes y me dices, TÚ que nunca me has visto, TÚ que no sabes nada de mí, TÚ que solo has leído unas cuantas letras mías y sólo con eso, lo consideras suficiente para estarme proponiendo casi matrimonio, hijos, vida juntos y no sé cuantas maravillas más. Y me muero de pánico de sólo pensar que esté viviendo una novela rosa.

Ahora volviendo a la cruda realidad, por lo pronto creo que ni tú ni yo estamos en las condiciones económicas de gastarnos mil dólares en un viaje del que no tenemos ninguna garantía en sus resultados. Ni tú ni yo estamos en condiciones de empezar una nueva vida en otro país. Ni tú ni yo estamos en condiciones de dejar a nuestras familias. Ni tú ni yo queremos enredarnos en una aventura en la que no estemos seguros que habrá un futuro. Lo que también creo es que tú y yo estamos muy necesitados de ser queridos. Yo estoy necesitada de que TÚ me quieras y creo que tú necesitas lo mismo de mí. Y eso ha sido lo único fácil que hemos tenido en toda esta historia. Fíjate, Rafael, qué ironía ¿no? El amor, que suele ser lo más difícil, para nosotros ha sido lo más fácil. Pero, en cambio, lo demás es y será dificilísimo.

Todo esto me desconcierta, es algo que nunca antes había sentido. Te juro que te siento, te pienso y casi puedo tocar la idea de que tú me estás pensando. Te presiento a mi lado de noche y de día y me repito una y otra vez cada palabra que me escribes. Veo tu foto, rememoro tu voz y todo eso me da tanta alegría que casi puedo llorar de contenta. Todo esto realmente me mortifica, no sé como manejarlo, no sé qué tanto poder puedas tener sobre mí y por eso cada día lucho contra esto... Ahora mismo te estoy escribiendo y ni yo me entiendo.

Rafael, para mí decir «TE QUIERO» es un compromiso muy, muy grande, casi más que una promesa ante el altar: es una promesa personal por la que yo siento un profundo respeto. Yo no recuerdo si alguna vez me juré o me prometí a mí misma que esta frase sólo la diría una persona. Con Horacio (con quien estuve a punto de casarme, ya te lo he dicho) nunca me nació decírsela. Sentía por él cariño, amistad, compañerismo, pero sinceramente nunca me nació decirle «TE QUIERO». Puede ser que me leas muy cuadrada o terca en lo que digo, pero así es como siento, para mi decir «TE QUIERO» es mucho más que entregar el cuerpo.

No me agrada que me digas que me dejarás sólo si yo te lo pido alguna vez. Suena bonito, pero no me gusta ese compromiso. Yo quiero que te quedes mientras TÚ quieras quedarte conmigo. Nunca he pensado que alguien se quede conmigo sólo porque alguna vez se comprometió a que así lo haría. Siempre he pensado que aunque me casara por todas las de la ley y con todas las promesas hechas, nunca obligaría a nadie que se quedara en contra de su voluntad, por más que yo así lo deseara. Así que, Rafael, te pido que te quedes conmigo mientras TÚ así lo quieras, ¿de acuerdo?

Vaya, desde que te conozco has hecho que el tiempo corra de forma diferente. Hoy siento que fue un día muy largo, como de treinta y seis horas. ¡Que horror! ¿Me creeras que no recuerdo ni a quien atendí hoy en la estética? Si el sábado cuando tenga que darle las cuentas al contador me salen mal, tú tendrás toda la culpa, Rafael. Ahora mismo no recuerdo como están mis citas para mañana, en cuanto llegue a la oficina y chequee la agenda, te aviso a que hora puedo conectarme al chat, ¿sí?

Son casi las nueve y veinte de la noche, hora de México. No sé por qué extraña razón, a pesar de sentirme muy cansada no tengo nadita de sueño. ¿Sabes qué es lo que me estás haciendo, Rafael? Me obligas a que piense mucho en mí misma, en lo que ha sido mi vida, en lo que estoy sintiendo ahora, en las cosas en las que creo, en lo que haré durante el resto de mi vida. Me estás haciendo detenerme muchos detalles que antes me pasaban desapercibidos. Creo que en estos dos meses me he conocido más a mí misma que en toda mi vida. Y lo que es un misterio es que aún no sé si sea para bien o para mal.

¡Ay, Rafael! discúlpame que seas tú quien tenga que leer tanta barbaridades mías. Ya mejor termino esto y me voy a fastidiar a mi mamá....

Hasta pronto... Buenas noches... Un beso... Sandra



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Soy yo, Sandy
Fecha: sáb, 30 sept 2000, 23:03 H —0600

¡Hola Rafael! Gracias. Sí llegue bien a casa, y ya estoy a punto de irme a dormir.

¿Sabes? ya me hace mucha falta leerte en las noches, y aunque no me escribas, pues vuelvo a leer tus viejos emails. Me gusta y necesito sentir que estas ahí.

¿Sabes? Me siento muy contenta, tranquila, creo que hoy no pensé mucho en mis miedos y ya no quiero pensar más en ellos. De verdad que tengo mucho que agradecerte, Rafael: estás haciendo conocerme, sacar a flote muchos sentimientos y sensaciones que no sabia dormían dentro de mí.

No sé que extraña magia te traes entre manos para que cada vez que charlamos me dejas algo nuevo, alguna sensación, algún sentimiento o algún descubrimiento sobre mí misma. ¡Me parece increíble que en tan poco tiempo me esté pasando todo esto! Por Dios, con Horacio estuve saliendo por más de dos años y nunca me pasó nada ni remotamente parecido. No sé si antes me sentía como muerta en vida, pero lo que sí sé, es que HOY me siento viva, realmente ¡VIVA!, aunque a veces no pueda dormir, tenga ganas de llorar, tenga miedos, me sienta confundida y no entienda nada de esto. Estoy muy contenta, me siento muy feliz de conocerte, de saber que estas ahí. En todo momento te siento junto a mí. Si pudiera ser más atrevida creo que si levantara mi mano te podría tocar... ¡Qué extraña sensación! Dios Mío, esto no puedo decírselo ni a Mónica, porque no me creería ¡nada! O me creería loca.

Ya estoy como siempre, diciendo cada tontería, jajaja... Ya me voy, necesito irme a dormir. Sólo espero que no me quites el sueño otra vez...

Hasta mañana...Buenas noches... Un beso... Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mi dirección...
Fecha: lun, 2 oct 2000, 17:22 H —0600

¡Hola, Rafucho!

El teléfono de mi casa, de verdad no tiene ningún caso que lo tengas, primero porque casi no vivo ahí y segundo que cuando estoy casi siempre o está ocupado en el internet o mis coquetas hermanillas están pegadas a él. Creo que es mejor y más fácil que me llames al celular, ¿no crees?

La dirección a donde me puedes enviar tus fotos y chocolates venezolanos es esta:

Estética "Venusiana"
Josefina Suárez (López)
Av. Vallarta # 1170, Col. San Carlos
Fte. Centro Magno, Sector Juárez.
C.P. 44890. Guadalajara, Jalisco.
México


Te aclaro: esta no es la dirección de mi casa. Tengo demasiada buena comunicación (al menos eso fue así hasta que tú entraste en mi vida) con mis padres y nunca les he ocultado nada. Si de pronto me llega un paquete de un tal Rafael Anzola de Venezuela, querrán que les platique todo, y yo que no sé mentirles, tendría que contarles sobre ti. Y te juro, que no estoy de ánimo para que me empiecen a sermonear en contra de esta relación. Suficiente tengo con lo que me dicen Mónica y mi angelita. Sé que tengo que hablarles de ti, pero quiero sentirme más fuerte para que no me vayan a influenciar. No sé si me podrás comprender, pero ¿qué otra cosa puedo hacer por el momento que no sea mantenerte en secreto? Nosotros, mi familia y yo, dependemos mucho de nosotros, quizás los problemas que hemos tenido nos ha hecho que siempre compartamos nuestros planes y deseos, lo que hace que nos sintamos con derecho de decir lo que nos gusta y lo que no de lo que le ocurre a cualquiera de nosotros. Ya nos conocerás y sabrás a que me refiero. No es que seamos enfermizos, más bien es que todos nos preocupamos por todos. Espero que me entiendas.

El nombre de Josefina Juárez (JJ) es el nombre de mi jefa. El paquete tienes que enviarlo a su nombre porque de lo contrario no lo aceptarán en la oficina de ella. El "López" que debes anotar al lado del nombre de JJ es para saber que viene para mi, ya que tengo otra compañera que también se llama Sandra, pero ella se apellida Castellanos. Así que cuando mi jefa nos envía algunos documentos, por el apellido sabemos si es para mí o para Sandra Castellanos.

¿Estamos de acuerdo? ¿Si te parece mejor que me llames al celular y no a mi casa?

También me gustaría que me timbraras, solo para saber que estas ahí, una especie de clave, para saber que estamos unidos, aunque sea por un rin de celular. :-)

Un besito, Sandy.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: OPCIONES, RAFAEL...
Fecha: juev, 5 oct 2000, 15:48 H —0600


Tienes razón Rafael, las decisiones las debemos tomar entre los dos. Me preguntas que cuáles son las opciones que yo te doy, ¿entre qué y qué puedes tú decidir?

Una opción que yo estoy insistiendo desde el principio, es irnos despacio, e insisto en ello porque realmente QUIERO que todo salga bien. No sé si tus relaciones anteriores se formaron así de rápido, pero por lo que me has contado, también fueron relaciones que terminaron en fracasos. No quiero eso para nosotros. También sé que no es garantía que si vamos despacio todo funcione, pero creo que nos dará tiempo para conocernos mejor y no sentirnos atrapados en una fantasía o en un engaño.

Otra opción es que me quieras como tu amiga. Pero creo que esta es la que menos te gusta, dado que no te interesa hacer nuevas amistades y supongo que menos por chat.

Una tercera opción es que me dejes y cuando yo pueda hacer ese viaje a Venezuela te avisaré, para que me esperes en el aeropuerto y hasta que me no me veas y me puedas tocar, no sabrás a carta cabal si todo esto pueda o no funcionar.

Ya estuve revisando mis cuentas, calculando y planeando todo mi tiempo y el dinero para no desequilibrar mi balanza. Este es mi plan: no trabajaré sólo ocho, sino las doce horas que estoy aquí en la estética; no gastaré un solo peso en chocolates, ni en cines, ni en rentar videos ni en ninguna otra tontería que no sea lo indispensable. Todo esto para tratar de salir de nuestras deudas a más tardar en un año. Y una vez que termine con todos estos compromisos, si aún estás ahí, yo estaré junto a ti. Pero si ya no estás, igual te buscaré para recordarte todo esto personalmente.

¡Ah! pero mientras eso sucede y por si quieres esperarme, no debes para nada sacrificar tu vida sexual, que tanto me has dicho lo importante que es para ti. Por mi parte, no te preocupes. No soy fea (aunque te lo digo mucho, para espantarte, jajaja) y si bien es verdad que tengo alguno que otro pretendiente, tampoco son filas interminables: apenas unos dos o tres muchachos que quieren salir conmigo, pero de verdad que una hora con ellos me basta para saber que no me interesan. Que feo se oye ¿no?, pero es la verdad, no me parecen para nada ni así de interesantes, pero siguen insistiendo. El cinco de agosto, tres días antes que tú y yo nos "conociéramos", salí con Miguel, veintiocho años, guapo, bonita pareja para mi, aprobado por mi familia y mis amistades. Y, ¿sabes donde está? Pues yo no lo sé... apenas me he dado cuenta que ha ido a mi casa en dos o tres oportunidades, que ha pasado "casualmente" a la hora que salgo de la estética, pero quizás ya captó la idea de que mientras él me hablaba, yo no hacía más que pensar y pensar en un hechicero venezolano y así, pues, desapareció de mi vida. Puede ser que esto no sea ningún tipo de fidelidad, pero me has convertido en una ermitaña y como tú dices "No me interesa conocer a nadie más" que a ti.

Anoche que platiqué con Mónica, me preguntó: «¿Es tu amigo? ¿Es tu novio? ¿acaso es un amor platónico, o es una simple fantasía?» y le conteste: «________Rafael es mi amigo, mi novio, mi fantasía, mi esposo, mi amante... todo eso es y mucho más, aunque nunca lo hemos mencionado». Ella, evidentemente molesta, me respondió: «pues agárrate, porque ahora si que estás bien loca». Le dije «pues cállate, que tú no entiendes nada, porque nunca has vivido algo así». Y se enojó mucho, me dijo unas palabrotas y me colgó. Dos minutos después me volvió a llamar y me dijo llorando: «No te puedo decir que tú estés bien, pero me gustaría vivir algo así».

Buenas noches... ¿Hasta pronto? Un beso... Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: No te asustes, Rafael...
Fecha: vier, 6 oct 2000, 21:54 H —0600

Hace unos minutos volví a hablar con Mónica, pero esta buena amiga mía no me ayuda para nada: sólo me cuestiona y me deja más confundida y con más preguntas de las que yo misma me hago a cada minuto.

Quise platicar con ella porque se supone que ella es la experta y podría ayudarme a aclarar ciertas ideas, pero nada. No sé si no me quiso entender o yo no pude explicarme bien. Lo único razonable que le entendí fue que el tiempo era el que me iba aclarar mis preguntas. Vaya, a buena hora se le ocurre ponerse filosófica. Esta más loca que yo, te lo juro.

En todo este lío, lo único que tengo claro es que no quiero que me dejes. Y por Dios que no quiero ser tan conflictiva, pero creo que he permitido que esto se vuelva muy importante para mi. A veces quisiera que me dijeras que todo esto no es importante para ti y que sólo es un juego de coqueteo virtual, y así aligerar un poco esta situación.

No te asustes si escribo puras incoherencias, pero me siento muy cansada, de verdad muy, muy cansada... quisiera dormirme ahora y no despertar hasta la próxima semana.

No entiendo porque tengo que cambiar tanto mis estados de ánimo, y lo peor, ahora tengo muchos y muy variados en un mismo día: por la mañana me levanto angustiada por no saber qué voy a hacer con mi vida, al mediodía estoy a punto de estallar en llanto en mitad del almuerzo, a las dos de la tarde me siento tan contenta por tu llamada telefónica a mi celular que hasta mi mamá se sorprendió de mi felicidad y las seis de la tarde me estoy casi muriendo de miedo por sentirme tan ignorante de mí misma... y ahora mismo estoy hecha un lío, peor que una adolescente que no sabe cómo arreglar el mundo.

Rafael, no me hagas mucho caso...hoy es un día de esos que nadie me puede entender, ni yo.

Me voy a tratar de dormir... Espero verte pronto... Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: DECISIONES, DECISIONES, ¡AL FIN!
Fecha: sáb, 7 oct 2000, 4:09 H —0600

De dormir nada, Rafael. Al parecer ya me olvidé del significado de esa palabra. Apenas pusé mi cabeza sobre la almohada, mi cabeza no paró de dar vueltas. Pensaba en una idea y en seguida me llegaba otra, quizás más loca que la anterior. Tienes razón, ¡ya es hora de que nos veamos! Me levanté de la cama, agarré una calculadora, papel y lápiz, y no paré de hacer cuentas hasta que los números me cuadraron. Si esa era la excusa que me estaba poniendo para no vernos, pues ya la resolví: viajaré a Caracas la primera semana de enero de 2001, después de las fiestas de fin de año. Podré pedir una semana de permiso en la estética ya que llevó tres años sin tomarme ni un día de vacaciones. Contando con que será un día para ir y otro para volver, podremos estar juntos a lo menos tres días. ¿Qué piensas, ah?

Es poco tiempo, lo sé, y eso me asusta. Apenas nos llevaremos una impresión el uno del otro, pero como tú dices, ese será un gran paso: al menos ya nos habremos visto a la cara. No creas que se me hace fácil montarme en ese avión y pensar que horas después voy a estar haciendo el amor con un hombre al que nunca he visto en mi vida, así que mejor no pienso en eso por el momento y dejemos a que las cosas ocurran como deben ocurrir, sin forzarlas ni evitarlas, ¿te parece?

Estoy temblando de la emoción. Tres meses más y ya podré verte, tocarte, sentirte, besarte, apretujarte. Voy a reventar de la alegría. Aún no he pensado qué le diré a mis padres, pero ya se me ocurrirá algo. Ni hablar de contarles la verdad, ya que me amarran a la cama o de plano me encerrarán en un manicomio. No creas, no me gusta mentirles. Mejor no pienso en eso por ahora.

Creo que ya sí podré dormir en paz, así que me voy a mi camita. Ve preparando mi agenda, a ver que tan buen guía turístico eres, jajaja. Es broma, no te preocupes por nada. Con estar a tu lado será más que suficiente para mí.

Un beso, muy grande, Sandy.



CAPITULO III


Disponer de una fecha para la llegada de Sandra me había ayudado a disipar gran parte de los recelos que en el fondo guardaba contra esta inaudita forma —al menos para mí— de relacionarme con una mujer. En realidad me importa poco que apenas pudiera verla durante unos minutos en un aeropuerto. Lo que me importaba era el hecho de verla y hacerla real, sacarla de una vez y para siempre de esa pantallita en que la había conocido y enamorado.

Tres días con ella era poco tiempo, casi nada. Pero también era mucho. A partir de allí, todo sería distinto. Ya no sólo hablaríamos de planes y de sueños, si no que también tendríamos cosas qué recordar.

Continuábamos llamándonos por teléfono todas las semanas, los días miércoles por la tarde. Y los sábados por la noche, cuando ella regresaba a su casa, entrábamos a un salón de chateo. Por la diferencia horaria, ella ingresaba a las nueve, lo que para mí era las once de la noche. Yo acudía a la cita armado con una botella de ron, tres latas de coca-cola, un par de limones, mucho hielo y una cajetilla de Marlboro light.

Media hora antes de la cita sabatina con Sandra, yo me sentaba en frente a mi computadora e ingresaba al salón de chateo. Permanecía allí, mirando la pantalla, leyendo a otros chateadores mientras me tomaba mi primera cubalibre de la noche. Me gustaba imaginarme a las personas que se ocultaban detrás de nicks tan sugestivos como mujer_de_nadie, corazón_de_hielo, todo_tuyo, macho_man, odalisca_del_desierto, el_más_vergatario, 7_machos, piel_de_canela. Mirar estos nombres era como entrar a una galería de máscaras en donde nadie era nadie. Muchas veces llegué a pensar que si Sandra hubiera usado como nick algo así como mujer_sin_corazón o sexy_woman, yo jamás la hubiera tomado en serio. Sin embargo, yo no podía pasar por alto la propia cursilería del nick usado por mí: Lobo-Estepario22361.

Detrás de cada uno de esos nombres prestados se ocultaban hombres y mujeres que vivían y padecían sus propias vidas y que ahora buscaban compartirlas con algún desconocido. Detrás de cada uno de ellos, yo suponía una gran soledad. Los imaginaba en sus casas en Lima, en Ciudad de México, en Bogotá, en Buenos Aires o Nueva York, sin otra cosa mejor qué hacer un sábado por la noche que entrar a una sala de chateo tratando desesperadamente de engancharse a una mujer o a un hombre para juguetear al coqueteo y a la seducción. Detrás de cada uno de esos seudónimos grandilocuentes y sugestivos (toda_tuya, corazón_roto) imaginaba un enjambre de seres solitarios y fracasados que intentaban buscar en ese mundo virtual lo que no eran capaces de encontrar en el mundo real. Corazón_de_león era un asiduo de la sala en la que usualmente Sandra y yo nos citábamos. Al entrar, Corazón_de_león lo hacía con una majestuosidad digna de su apodo. Ceremoniosamente saludaba a todos los presentes para luego dirigirse una a una a las personas que ya le conocían. Su ingreso provocaba una gran algarabía entre todos los presentes, ya que efectivamente eran muchos quienes le conocían y apreciaban. Algunos le hacían preguntas, mientras que otros le respondían las que él les hacía. Eran como una hermandad, una logia o una peña virtual. Imaginaba que el distinguido Corazón_de_león debía ser un pobre cajero de banco peruano o un conductor de taxi caraqueño que se había gastado una fortuna para comprar su computadora —seguro que muchísimo más nueva y potente que la mía— y cancelar una costosa tarifa mensual de afiliación a internet para eregirse cada noche como un noble, misterioso y carismático personaje en el chat-room.

La_pitufa1999 y Tristeza2010, junto a todos los demás, no eran para mí más que criaturas desoladas y patéticas, ocultas bajo sus burdas máscaras, buscando en la noche virtual lo que la noche del sábado les negaba tajantemente.

Yo, Lobo-Estepario22361, era uno de ellos, sentado frente a mi computadora, con mi trago rebosante de hielo y mi cajetilla de Marlboro, esperando a una chica que nunca había visto en mi vida. Pero yo, muy probablemente al igual que ellos, me creía la excepción a la norma.

Cuando Sandralo74 (mi Sandra) ingresaba al salón, yo podía ratificar la legitimidad de mi presencia en ese patético salón en el que Corazón_de_león se había hecho rey. Apenas cruzábamos unas palabras, Sandra y yo abríamos un salón privado y nos aislábamos de esta fiesta de disfraces.

Una vez en la sala privada, yo me levantaba de mi silla y me servía mi segundo cubalibre.

Hablábamos hasta el amanecer. Porque chatear era, para nosotros, como hablar. Yo le informaba si la noche caraqueña era cálida o lluviosa, le describía la ciudad alborotada de luces que yo veía desde el balcón de mi apartamento o le comentaba que desde mi silla frente a la computadora podía escuchar a Willy Colón cantando desde el apartamento de algún vecino que andaba de fiesta. Otras, yo sintonizaba una emisora de la radio venezolana, y ella hacía lo mismo desde internet, lo que nos permitía escuchar simultáneamente la misma música y los mismos comentarios del locutor. Ella se levantaba a buscar un suéter para cubrirse del frío y yo aprovechaba para servirme otro trago. Cuando el sueño me tocaba, ella estaba despierta como una ardilla, y cuando ella cabeceaba frente a su pantalla, yo la batuqueaba para reanimarla. Y así, el uno con la ayuda del otro, amanecíamos.

El martes 10 de octubre de 2000 Sandra recibió mi paquete con las fotografías que había estado tomando y recopiando para ella durante el último mes y medio. Quince días más tarde, yo recibía un paquete similar con fotografías de ella, de su familiares y amigos. Las fotos venían dentro de un álbum, acompañadas de dos pliegos escritos a mano. Uno de ellos, era una carta, y el otro, las notas que presentaban a los personajes o explicaban los acontecimientos retratados en cada una de las cincuenta y tres fotografías.

Luego de aquella primera foto que Sandra me había hecho llegar de ella por internet, yo había recibido otras más, siempre por esta vía. Unas cinco en total. De todas, la que más me había gustado (incluso más que la primera, en la que aparecía con Mónica), era una en blanco y negro en la que lucía el pelo recogido y los hombros apenas cubiertos por los dos tirantes del vestido negro que llevaba puesto. Era un retrato que tomaba su cuerpo desde el busto hacia arriba, mostrando muchos detalles de su rostro. La primera foto que encontré al abrir el álbum, fue una copia ocho por diez pulgadas de ese retrato en blanco y negro. Al verla, era como si Sandra misma se hubiera materializado ante mis ojos. Ahora, con la fiel reproducción fotográfica hecha sobre papel, podía contemplar la tenue sombra que el maquillaje arrojaba sobre sus amplios párpados, así como el delicado dibujo de sus cejas, que se mostraban desiguales, pero no menos hermosas. La de la derecha era amplia en su cabecera, reduciendo armoniosamente su cuerpo hasta acabar en una delicada coletilla. La de la izquierda, en cambio, era mucho más ancha y desordenada en su comienzo, mostrando incluso una ligera zona lampiña, quizás producto de alguna vieja cicatriz. Los ojos, grandes y espléndidos, miraban sin recelo a la cámara, pero lo hacían con calma, sin altives. La boca sonriente dejaba ver sus dientes grandes y perfectamente alineados. La delgadez del labio superior era ampliamente compensada por la jugosa carnosidad del inferior. La cabeza descansaba sobre sus bien dibujados hombros a través de un cuello largo y estilizado. Alrededor de su nariz y sobre la piel de sus hombros y brazos, se esparcía una deliciosa lluvia de diminutas pequitas. Su rostro, más que ovalado, era redondito. Definitivamente la belleza de Sandra López no era de esas que nos muestran las fotos de las modelos en las revistas. No. La suya era una belleza distinta, más oculta, menos escandalosa.

Inmediatamente después de esta foto, estaba la que ella titulaba LA PRIMERA, es decir, la primera foto que me había hecho llegar por internet el mismo día que nos conocimos. Luego venía una sucesión de fotos junto a su amiga Mónica y a su prima Dulce: en D.F., en la barra de una discoteca guadalajareña a donde Dulce había ido a buscar trabajo, otra en una plaza durante la noche vieja del año 1999, en otra Sandra sentada, feliz, al lado de un gigantesco ramo de flores. Había otra foto de estudio, a color. En esta se veía claramente el color verde-gato de sus enormes ojos.

Luego venían otras fotografías que me conmovieron, ya que no esperaba imágenes de ese tipo: Sandra de unos seis añitos, disfrazada de mariposa, correteando por el patio de su escuela, buscando la forma de darle alguna utilidad a sus alitas de fantasía. En otra, no mucho mayor, sumergida boca arriba en la piscina durante una clase de natación. En una de las fotos aparecía ella de bebé (poco más de un añito) en los brazos de otra niña no mucho mayor: Mónica, su amiga. Luego aparecía vestida de primera comunión, en otra ya más grandecita, disfrazada de bailadora. En una de las fotografías estaba Sandra como de trece años, regordeta, hipnotizada frente a un nintendo. A continuación venían las de su familia: sus padres, sus hermanos ya casados, sus hermanitas menores Choco y Luz Adriana. Había una de su tía Adela González, hermana de la mamá de Sandra. Había otra foto tomada durante una fiesta de trabajo en la que aparecían "las bandidas esas", es decir, las compañeras de trabajo de Sandra. Al final había unas postales que mostraban imágenes de Guadalajara y de Zapopán.

Entre tantas imágenes de Sandra, hubo una que me atrajo en forma especial: ella estaba con suéter negro recostada en una cama, usando su brazo derecho como almohada. A no ser por la nariz, más larga y redondeada en la punta, creo que nadie dudaría en admitir que en esta foto Sandra guardaba un gran parecido con la actriz Isabella Rossellini. Al fondo estaba su prima Dulce y Alejandro, un amigo de ambas. Sandra miraba directamente a la cámara, con una seriedad y atención que resultaba explícitamente seductora. Quizás fuera el hecho de estar acostada, quizás fuera la postura de entrega de sus brazos o la actitud despreocupada de su cuerpo, pero si ignorábamos a las otras dos personas que la acompañaban, bien pareciera que Sandra estuviera en disposición para hacer el amor. Cuando se lo comenté, ella se rio muchísimo de mí, ya saben (jajaja), aclarándome que al momento de tomarse esa foto ella estaba furiosa y que esa era su cara de enojona.

Para ese momento todo parecía ir viento en popa. Era cuestión de armarse de paciencia y esperar. Total, un mes se va volando.

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡UN MES!
Fecha: sáb, 2 dic 2000, 15:10 H —0600


¿Un mes, Rafael? ¡Es tanto tiempo y tan poco!

Si estuviéramos cerca, ¿crees que todo esto hubiera pasado entre nosotros? Digo, si tú vivieras aquí en Guadalajara y hubieras venido a la estética a cortarte el pelo y nos hubiéramos conocido allí, ¿crees que todo hubiera sido así tan rápido?

Me siento muy contenta, muy feliz, aunque casi no me lo creo, pero quiero dejarme llevar, porque me gusta lo que siento. Apuesta lo que quieras a que SÍ estoy MUY LOCA. Seguro que ganarás y ¡quizás te vuelvas rico! Hoy, en este momento estoy ¡¡MUY FELIZ!!...y estoy dispuesta a ¡vivir cada minuto de este sueño!

Un fuerte abrazo y un beso con mucho cariño, Sandra.


Sin embargo, las cosas no tardaron en complicarse. Les cuento:




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mi familia, sus sorpresas y sus misterios
Fecha: lun, 4 dic 2000, 15:10 H —0600

Esta familia mía, de verdad que se traen algo, andan muy misteriosos y conspiradores, hablando en susurros y ocultando risitas a mis espaldas. Mientras comíamos no hablamos mucho (cosa muy extraña) y sólo miraditas que se cruzaban entre ellos o algún comentario como en clave, que sólo ellos podían entender. Y de vez en cuando dejaban correr la palabra SORPRESA. Sé que están esperando a que les pregunte por la dichosa sorpresa, pero no me dirán nada, siempre me hacen eso y bien podría caer desmayada de cansancio por pedirles una y otra vez para que me digan de qué se trata, pero son más duros que una piedra. Así que hoy no me verán suplicar, me concentraré mucho más en ti y no haré caso a mi curiosidad.

Bueno, ya debo regresar a la estética. Te quiero muchísimo, ¡¡corazón de pollo!! Besitos.. Sandra.




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Vaya sorpresa la que me han dado!
Fecha: mart, 5 dic 2000, 22:41 H —0600

¡VAYA QUE SÍ FUE SORPRESA!!

Aun no sé si tomármela con alegría o disgusto, ¡o una mezcla de las dos!

Las sorpresa es de parte de mis hermanos y son cinco boletos de ida y vuelta a California, para pasar Navidad y año nuevo con ellos. Saldremos el día veintitrés a media noche y regresaremos el día seis de enero a media noche. Estos boletos son para mi papá, mi mamá, Choco, Adriana y para ¡mí!

¿Te imaginas cómo me siento? Claro que estoy contenta y muy feliz porque desde hace cuatro años no veo a la familia de USA, feliz porque tengo tres años que no tomo vacaciones y felicísima porque tendremos una Navidad realmente en familia. Pero lo primero que me disgusta es que dejaré de trabajar por quince días y, aunque recibiré mis vacaciones pagadas, es sólo el sueldo básico y dejaré de recibir más de la mitad de lo que usualmente gano, ya que no tendré comisiones.

Pero lo que más me disgusta es que esto podría cambiar mis planes para ir contigo en enero. Fíjate en el problema: ¿como voy a dejar el trabajo, cuando recién estaré regresando de quince días de descanso?

Ahora, podría simplemente rechazar el regalo y cancelar al menos mi boleto, pero, ¿como puedo hacer eso, si sé muy bien el sacrificio que debió haber significado no sólo para mis hermanos, sino también para sus familias? Estoy verdaderamente confundida. Si me hubieran dado una sorpresa así hace cinco meses atrás, me habría puesto a saltar de alegría. Pero ahora, cuando me lo dijeron, creo que ellos se sorprendieron mucho de mi reacción, no pude evitar pensar en ti. Me siento muy mal por no poder sentirme plenamente feliz con este viaje, quiero sentirme contenta, pero no puedo.

Esto cambia un poco lo que teníamos planeado, Rafael. No sé si me puedes comprender. Estoy contenta y triste, pero creo que es un poco más grande el sentimiento de tristeza el que me invade. Quiero llorar, te dejo, me voy a desahogar un poco y ahora regreso a platicarte...

Te quiero mucho Rafael, mucho, mucho. Sandra.



Apagué la computadora y permanecí un buen rato sentado frente a la pantalla oscura. Estaba realmente desconcertado y no sabía cómo reaccionar ante la inesperada noticia. Era obvio que las dudas que Sandra me expresaba en su email eran más por cortesía que por una verdadera inquietud ante la posibilidad de suspender aquel viaje. Ese viaje era insuspendible, así de simple. Y no sería yo quien me opusiera a él. Ahora bien, ¿qué hacer, qué actitud tomar? Llevábamos cuatro meses sentados frente a la computadora tratando de estructurar una relación amorosa. Sentía que ya había pasado suficiente tiempo para seguir avanzando sin siquiera habernos visto, por no decir tocado, besado, dormido juntos. Cada día que pasaba Sandra y yo estábamos más compenetrados y decididos a confrontar los problemas y asumir las decisiones necesarias para cristalizar una relación entre dos personas de distintos países, ambas con obligaciones y fuertes vínculos familiares y, por si fuera poco, ambas con severas limitaciones económicas. Pese a todo, ella siempre había expresado su deseo de continuar adelante. Tenía miedo, tenía dudas, pero, ¿quién no las tendría bajo estas circunstancias? No, no era el momento para lanzar un ultimátum. Más coherente y honesto de mi parte sería expresarle una vez más mis sentimientos, mis expectativas de conocernos, pero a la vez comunicarle firmemente que consideraba que su vida familiar siempre sería un obstáculo infranqueable para la realización de nuestros planes. Le diría que tal vez fuera mejor terminar temprano antes que tarde una relación a la que no se le veía caminos para consolidarse en la realidad. Le confirmaría una vez más lo que ya antes le había dicho muchas veces, que el hecho mismo de que nos hubiéramos conocido por internet y que nos hubiéramos buscado y encontrado a través de un mar de palabras escritas y leídas, quizás nos había permitido tocar nuestras esencias, alcanzar a ver lo mejor y lo peor de nosotros, sin darle oportunidad a que los embrujos del cuerpo interfirieran en nuestro conocimiento y mútua aceptación. Le aclararía que ello no significaba que no hubiera atracción por su cuerpo, ya que de hecho había sido a partir de aquella primera foto que ella me había enviado por correo electrónico la que me atrapó al despertar en mí una inesperada necesidad de abrazarla. Del cuerpo teníamos el deseo, pero no la satisfacción. Teníamos el hambre, pero no el pan. Y en mitad de ese ayuno, había crecido la necesidad del uno por el otro. Todo a través de palabras escritas, algunas fotografías y una llamada (de prisa, siempre de prisa) telefónica a la semana. Mirándolo con cierta frialdad, aquella era una apuesta desquiciada. Pero a la vez, era como un milagro. Sí, un verdadero milagro o la más acertada representación del acertadísimo refrán popular que sentencia que "amor de lejos, amor de pendejos". Sí, quizás este fuera sólo un amor de pendejos, un romance de tarados entre dos personas incapaces de encontrar para sí mismas relaciones verdaderas.

Yo seguía sentado allí, frente a la negra pantalla de la computadora y sentía que todo había sido tiempo perdido. Pero a la vez sentía que quizás todo lo que nos estaba ocurriendo no era más que el transito obligado por el pedregoso camino que en algún momento nos permitiría legitimar nuestra relación en la realidad. Bastaría con verla, bastaría con acercarme a ella en el aeropuerto de Maiquetía, abrazarla y besar sus labios no como si la estuviera conociendo, si no como si finalmente Sandra hubiera regresado a casa luego de un larguísimo viaje. Bastaría con eso, digo, para que todos y cada uno de nuestros emails quedaran plenamente justificados.

El veintitrés de diciembre en la noche Sandra partió con sus padres y hermanas rumbo a San Bernardino, California, USA, a reunirse con sus hermanos mayores. Con ellos iban la tía Adela y Mónica, quien estaba enterada de la dichosa sorpresa mucho antes que Sandra. Fue precisamente ella, Mónica, quien tramito ante JJ, la jefa de Sandra, su permiso vacacional. Sandra prometió permanecer en contacto vía email, ya que uno de sus hermanos tenía internet en su casa. Me escribiría por lo menos una vez al día, al menos mientras estuvieran en San Bernardino, ya que tenían previsto hacer una breve visita a Los Ángeles.

Durante esos días sentí un enorme vacío. Es absurdo, pero sentía que Sandra se había ido muy lejos. Absurdo porque en la práctica daba igual que permaneciera en Guadalajara o que se fuera a la China, igual estaba fuera de mi alcance. Como una tierna esposa viajera, Sandra me interrogaba telefónicamente por lo que había comido, lo que había hecho durante el día, si había ido al cine, qué película había visto y si se la podía contar. En sus emails no cesaba de amenazarme de muerte si ella se llegaba a enterar de que yo andaba por allí haciéndole ojitos a alguna otra chica en su ausencia. Decía esto y me dibujaba caritas sonrientes [:—)] en señal de broma.

Entre sus emails de crónicas de viaje, Sandra me envió uno que tenía un tono más serio, quizás más reflexivo y más frío que todos los que hasta ese momento había enviado. Por primera vez Sandra fijaba posición y ponía condiciones para su viaje a Caracas:



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mi equilibrio...
Fecha: jue, 28 dic 2000, 20:12 H —0600

San Bernardino, 28 de diciembre de 2000.

Ayer salimos Mónica y yo a un Pub. Cómo verás a continuación, creo que tú te has convertido en nuestro principal tema de conversación. Hablamos de lo mismo, pero esta vez me atreví a contarle mucho más sobre ti. No sé si te lo había comentado, pero me traje conmigo tu álbum de fotos. En las noches busco unos minutos y me escondo por allí a mirarlo. No me cansa hacerlo. Te lo juro. Bueno, el caso es que metí el álbum en mi cartera para mostrárselo a Mónica. Me moría de ganas por compartir ese tesoro, así que me lo lleve al Pub y en algún momento se lo mostré. Es increíble todo lo que se puede decir una fotografía, y al mirarlas junto a Mónica sentía que me decían cosas nuevas, me fijaba en detalles que antes no había visto, como la lámpara de pie de tu sala, o el cogín roto de tu silla frente a la computadora. Además, Mónica no se perdía detalle y me los hacía saber estruendosamente. Pero en fin, fue delicioso ver tus fotografías al lado de otra persona.

Desde que entramos al bar, un lugarcito muy pequeño y acogedor, Mónica trató de relajarme, ya que no cesaba de pedirme piñas coladas. ¿Que se proponía la muy bandida con eso, que se me soltara más la lengua? :-) . Bueno, total que fue ella quien se puso alegre y muy dicharachera, pero ya está muy bien curtida y le dura poco el efecto, a los pocos minutos ya estaba en su plan de mamá regañona.

En primer lugar, le hablé de tus defectos, como que eres de enojón y mandón, que no te gusta bailar ni te agradan las fiestas ni las reuniones sociales, que fumas y mucho, que eres desordenado, desesperado, que la paciencia no es una de tus cualidades, en fin traté de no hablar bien de ti en esta oportunidad ya que mi intensión era que Mónica no me viera tan boba por ti, ¿okey? Una vez que terminé de decirle todo esto, le expliqué las razones por las que tú me gustabas y sentía que contigo podría ser muy feliz. Y es así de simple e inexplicable: te quiero y quiero estar junto a ti, porque quiero llorar contigo, quiero reír contigo, comer contigo, hacer el amor contigo, vivir la vida contigo. Más no podía decirle. Entonces ella empezó a detallar los inconvenientes que como pareja podíamos tener: que si yo soy muy bailadora y tú no, que si tú fumas y yo detesto el humo, que si la diferencia de edades, que si la diferencia de educación, que ya tú te veías muy viejo para mí, que no eras para nada un tipo guapo, que si los distinto países, que si las familias, bueno que si hasta las comidas. Yo ya me he paseado por todo esto y he perdido noches de sueño en ello, pero estoy segura que lo podremos sobrellevar si estamos unidos, ¿no crees? Y como no me entendía nada de lo que le decía, le volví a repetir: «Mira Mónica, cuando estaba con Horacio con los planes de boda en marcha, y que supuestamente éramos la "pareja ideal", todos nos aceptaban, pero nadie sabia realmente lo que sentíamos. Y no lo sabían porque no sentíamos nada. Sé que me escudé en la excusa de que yo no quería perder mi identidad para desbaratar el compromiso, y en ese momento así lo creía, pero ahora, después de Rafael, me doy cuenta que lo de Horacio era sólo una costumbre o una buena relación conveniente para los dos. Puede ser que el día que nos vean a Rafael y a mí juntos, nadie nos vea como la "pareja ideal", pero yo no quiero una pareja que se "vea ideal". Quiero un hombre que satisfaga mis necesidades y yo las de él, y sé que hay muchas cosas que no puedo llenar para Rafael, pero estoy dispuesta a esforzarme para lograrlo, y creo que Rafael hará lo mismo por mi... Así es como creo y siento a Rafael, sin conocernos, sin habernos tocado, sin habernos visto, ni olido, ni saboreado como Dios manda... CREO, porque eso sí lo si creo, que el día que lo vea, que lo sienta sobre mi piel, me gustara mucho su tacto, su vista, su olor y su sabor. Así de simple son las cosas con él.»

Palabras más o palabras menos, así fue como le explique lo nuestro. Creo que su afán en encontrarte defectos se debe a que ella está tratando de vengarse de las tantas veces que yo le he cuestionado a sus galanes, y no va a desaprovechar esta oportunidad de ponerme a mí contra la pared.

Al final, me sentenció que yo no iba a durar mucho así de loca y que ya se me pasaría esta infección bacteriana que se me había metido en la cabeza. ¿A que se refería? Según ella yo no soy así (y esto es verdad), que en este momento no estoy usando la cabeza, y aquí fue cuando me dijo «El día que tu empieces a usar la cabeza que tenga mucho cuidado tu Rafaelito, porque lo puedes sacar de tu vida igual que te lo has metido». Allí sí se equivocó y se lo hice saber. Sin embargo, en esto podría darle un punto a Mónica. Creo que tú te darás cuenta que no estoy igual que cuando recién me conociste. Creo que debes reconocer que estos últimos días me he dejado llevar más por ti, pero no siempre te voy a decir que sí a todo. No porque quiera llevarte la contra a capricho, si no porque habrá cosas con las que no estaré de acuerdo y te lo voy a decir. Cuando eso ocurra podrías pensar que cambié, y no es así. Como buena libra que soy, siempre busco el equilibrio en mí, en mi entorno y en las personas que me rodean. Últimamente tú me has desequilibrado mucho más de lo que se lo he permitido a nadie. Pero no te sorprenda que de pronto vuelva a recobrar mi NECESIDAD de equilibro.

Como te dije, no me inquieta lo que Mónica me dice, al fin de cuentas ella no hace sino repetir mis propios y genuinos miedos. Lo que me molesta es no poder hablar de ti con ella , sin que empiece a sermonearme. Quizás deba evitar hablar con ella de ti. Sería una lástima, pero ya me tiene bastante fastidiada.

¡Ay, Rafael! no sabes como me cala esa frase tuya de "Chica linda, simpática e INTELIGENTE". Puedo arreglármelas con un buen maquillaje y ropa adecuada para verme guapa y lo de simpática también tengo algo de ingenio, pero... para lo de INTELIGENTE, ahí si que me la pusiste bien difícil. Ese detalle se me olvido decírselo a Mónica, seguro que con eso sí me gana fácilmente.

Ya es muy tarde y yo aún aquí. Ya me quiero ir a dormir, pero tengo unas cositas que preguntarte y si tienes un tiempecito en el día de mañana me las contestas, ¿te animas? Es por un importante que te lo pienses muy bien antes de responder, ¿de acuerdo?

Sabiendo que no nos veremos pronto, al menos no tan pronto como lo teníamos planeado, sabiendo que falta mucho tiempo para estar juntos, sabiendo que soy muy conflictiva, sabiendo que medio mundo no estará de acuerdo con lo nuestro... ¿Quieres continuar, Rafael? ¿Quieres que yo me retire? ¿Quieres descansar de mí? ¿Quieres tiempo para pensar lo qué quieres hacer? ¿Quieres que te espere? ¿Quieres esperarme? ¿Quieres terminar?

Buenas noches.

Te quiero mucho, hasta donde me duele en el alma. Sandra.


En cierta forma, Sandra colocaba sus cartas sobre la mesa: "voy a ir a Caracas, pero no será pronto, ¿me esperarás?" Había tenido cuidado de anteponer a esta pregunta lo mucho que yo había logrado significar para ella. Hubiera sido torpe de mi parte lanzar todo eso por la borda sólo por no poner un poco más de paciencia de mi parte.

Sin embargo, no fue hasta mediados de enero, una semana después que Sandra y su familia regresaron a Guadalajara, cuando comencé a medir el verdadero significado de su pregunta: ¿quieres continuar, Rafael?

En esos primeros días de 2001 Sandra me confirmó que ya no podía hablar con propiedad de ninguna fecha probable para venir a visitarme a Venezuela. Argumentó desde el hecho de que acababa de disfrutar de dos semanas de vacaciones, hasta que el viaje a USA no sólo la había hecho gastar mucho dinero, sino que sus ingresos en esas dos semanas habían mermado sensiblemente al no disfrutar de las comisiones de su trabajo. En pocas palabras, no había fecha para ese viaje.

Todo esto lo discutimos en el chat-room, el sábado trece de enero de 2001:

Lobo-Estepario22361: ¿Cuando te vendrás? ¿Por qué no me respondes?
Sandralo74: Por que no lo sé, Rafael. ¿Qué quieres que te diga, que te engañe, que te diga una fecha que sé que no será posible?
Lobo-Estepario22361: Eso sería estupendo, que además de esquivar mis preguntas ahora me mintieras.
Sandralo74: No quise decir eso, Rafael, jamás te mentiría, pero no tengo idea de cuando pueda ir a Caracas. ¡Me hubiera gustado tanto conocerte en otro momento! Estoy amarrada a mis compromisos. Mi familia depende de mí. Este mes tuve que pagar la cuota especial de la hipoteca, cosa que se me había pasado totalmente por alto. Además, gastamos mucho dinero en el viaje. Y está lo del trabajo, me acaban de dar un permiso de dos semanas, no puedo llegar y pedir otra semana así no más.
Lobo-Estepario22361: ¿Entonces, qué haremos?
Sandralo74: No lo sé, dímelo tú. Yo ya te pregunté si querías terminar.
Lobo-Estepario22361: Espera, espera, ¿tú quieres terminar?
Sandralo74: No, Rafael, sabes que no.
Lobo-Estepario22361: ¿Entonces?
Sandralo74: Siempre te dije que no podíamos ir tan rápido. Aún faltan por pagar dieciocho cuotas de la hipoteca, y están los colegios de Choco y Adriana.
Lobo-Estepario22361: Entonces, ¿qué propones?, ¿que esperemos dieciocho meses para vernos y darnos un primer beso?
Sandralo74: No, no y no. Eso sería absurdo. Ya hemos esperado demasiado. Yo estoy desesperada por tocarte, por sentirme tocada por ti.
Lobo-Estepario22361: ¿Entonces?
Sandralo74: No tengo respuestas, Rafael.
Lobo-Estepario22361: Sé que lo lógico sería que yo fuera a Guadalajara a conocerte a ti y a tu familia, pero no tengo ni un dólar.
Sandralo74: Ya eso lo hemos hablado. Sé de tus deudas y lo mal que se están moviendo tus negocios. No te atormentes por eso. Además, soy yo quien debe ir a Venezuela, ya que si decidimos estar juntos, es allí donde viviremos. Jamás te separaría de tu hijo. Eso ya lo hemos hablado.
Lobo-Estepario22361: Es absurdo que todo dependa de ti, Sandra. SOY YO QUIEN DEBERÍA IR A GUADALAJARA.
Sandralo74: ¿Sabes? Eso me encantaría. Mostrarte mi ciudad, mi familia, mis amigos, mi mundo, mi vida. Eso sería una delicia...
Lobo-Estepario22361: Tal vez eso sea lo que hagamos.
Sandralo74: No inventes, Rafael. Sabes que no puedes. Ya veré cómo me las arreglo. Para mí es más fácil viajar que para ti. Dame un poco de tiempo. NO te desesperes.
Lobo-Estepario22361: Tal vez pueda enviarte la mitad del costo del boleto.
Sandralo74: ¡Ni hablar de eso, Rafael! Yo iré por mis propios medios.
Lobo-Estepario22361: ¡Pero si no tienes ni medio, coño!
Sandralo74: ¿Cómo?
Lobo-Estepario22361: Medio es una moneda venezolana, un cuarto de bolívar. Algo que ya no vale ni una milésima de dólar.
Sandralo74: ¿La llaman medio y es un cuarto de bolívar? NO ENTIENDO.
Lobo-Estepario22361: Bueno, así es. Debe ser por eso que nos va tan mal en economía.
Sandralo74: ¡Ja, ja, ja!
Lobo-Estepario22361: A ver, que no es chiste. Tendré que parir dinero para ir a conocerte.
Sandralo74: Esos no son nuestros planes, Rafael. Ojalá y pudieras, de verdad, me encantaría. No puedo decir cuándo lo haré, pero yo iré a Venezuela.
Lobo-Estepario22361: ¿Tus hermanos no pueden encargarse de la hipoteca y del colegio de tus hermanas? Ya tú has hecho lo tuyo durante muchos años.
Sandralo74: Ya hablé con ellos cuando estuve en USA, pero están enredados en sus propios compromisos. Tienen familias, hijos, casas, hipotecas. Aunque quieran, no pueden hacer nada. Me toca a mí.
Lobo-Estepario22361: Sandra, dieciocho meses es mucho tiempo. Es una locura.
Sandralo74: Lo sé. Yo puedo esperarte, pero no te puedo pedir que hagas lo mismo. Si quieres déjame tranquila y cuando me libere de mis compromisos, yo te buscaré. Si aún te interesas en mí, pues le damos.
Lobo-Estepario22361: Eso no tiene sentido, Sandra. Estas cosas no se manejan así.
Sandralo74: Sí, lo sé. Pero no tengo más qué decirte.
Lobo-Estepario22361: Sandra, no quiero entrometerme, pero no es justo que tengas esa carga sobre tus hombros.
Sandralo74: Nunca, hasta ahora, lo vi como una carga.
Lobo-Estepario22361: Sandra, eres una mujer soltera, libre. No entiendo cómo puedes estar tan atada.
Sandralo74: Rafael, créeme: si fuera una mujer casada, me sentiría menos comprometida de lo que ahora me siento en relación con mi familia... No es fácil, ¡por Dios!, nada será fácil entre nosotros...


Así continuamos, a ciegas, a la deriva, sin la certeza de una fecha que nos sirviera de faro a nuestra travesía de internautas enamorados.

Para tratar de aumentar el volumen de trabajo de mi negocio había iniciado una pequeña campaña de publicidad directa enviando ofertas de cobertura fotográfica a empresas constructoras, salas de fiesta, hoteles y gimnasios. Puse avisos clasificados en la prensa para retratos de niños recién nacidos y mascotas. Hubo algunas respuestas, pero nada que me permitiera hacerme con el dinero necesario para solventar las deudas más feroces que me estaban acorralando y poder, adicionalmente, reunir unos mil dólares para viajar al menos un par de días a Guadalajara.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Paciencia, Rafael. No desesperemos.
Fecha: mart, 30 de ene 2001, 15:05 H —0600

¿Cómo va tu día, Rafucho mío? ¿Mucho trabajo?

¿Sabes? Creo que te estás presionando demasiado con eso de tratar de conseguir dinero, ¿no crees? ¿Por qué no nos movemos con un poquito más de tranquilidad? Y no es que no te entienda que quieres que estemos juntos lo más pronto posible, tú sabes que eso mismo es lo que yo quiero, pero me parece inútil querer apurar el trabajo o desear que llegue el dinero más rápido, ya que nuestras economías, tanto la tuya como la mía, seguirán al mismo paso, ni más ni menos. Creo que lo único que estamos ganando con toda esta angustia por el dinero es desesperarnos más y sentirnos muy frustrados. Y eso no deja de inquietarme. No descarto que en algún momento sientas que todo sería más fácil si te buscaras una bonita novia caraqueña que lo único que necesite para llegar a tu casa sea tomar un taxi. O que pienses que mientras a mí sólo puedes teclearme emails, con esa caraqueña a tu lado tus manos encontrarían más gusto y más calor. Eso me aterra. Así que, vayamos con calma, Rafael, por favor. No me hagas sentir que lo quieres todo ahora o nunca. Sólo puedo decirte que me estoy moviendo con la única idea en la cabeza de irme lo más pronto posible a tu lado. Si pudiera tener algún poder mágico, ahora mismo estaría contigo, tú lo sabes mejor que yo. Recuerda que para mí son muy importante los sentimientos y deseos que has despertado en mí. Muchas veces me dejo llevar por ellos, pero a veces tengo que bajar al suelo y ubicarme bien en mi realidad. Y eso me duele mucho porque es una realidad poco alentadora. Tenemos un montón de cosas que debemos resolver antes de plantearnos vivir en pareja, si es que todo marcha como esperamos y decidimos eso. Pienso que lo ideal sería que el día que estuviéramos juntos no tener ninguna clase de problemas externos (léase DINERO), para poder así concentrarnos plenamente en nosotros como pareja. Sé que eso es muy difícil, pero no imposible. Todo está en que seamos constantes. Al paso que voy saldré adelante de mis compromisos y pronto podré formar mi ahorro para el futuro.

A veces me siento culpable por toda esta situación entre nosotros. Me duele mucho provocarte estos malos momentos, haber despertado tantos deseos y sentimientos en ti, sin haber sabido darte la oportunidad de que los satisfagas como Dios manda. A veces siento más grande mi dolor por ti que mi propio dolor. A veces quisiera no haber respondido ese mensaje tuyo en el chat-room y así tu vida estaría más tranquila, quizás al lado de una linda caraqueñita con una vida más libre y sencilla que la mía. Pero al minuto de esos pensamientos, algo muy dentro de mi me responde que algo tan grande y hermoso como lo nuestro no se presenta todos los días y que soy muy afortunada por tener la maravillosa oportunidad de vivir cosas que nunca imaginé siquiera poder sentir. A veces tengo la sensación que ya me he entregado a ti. Ya irremediablemente me siento tuya, y no te lo estoy diciendo por decírtelo. Te lo expreso con el alma y es así como realmente me siento.

¿Recuerdas que antes te decía que no me gustaba arriesgarme, y que si lo hacia, quería tener algunas garantías de que ganaría? Pues mírame ahora, por soberbia, como he tenido que tragarme mis palabras. Desde que empezamos a escribirnos tú y yo he tenido un montón de dudas, más otras tantas que se han agregado con el tiempo. Pero aún así, me quiero arriesgar, Rafael, de verdad que quiero y NECESITO arriesgarme contigo. Si las cosas llegaran a salir mal entre nosotros, aun así me daría por ganadora. Sólo con saber que existes y que he tenido la oportunidad de hablarte y tocarte, ya me daré por ganadora.

Te quiero mucho...¿oíste?

De verdad, mucho, ¡mucho! Tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Decisiones, nuevas decisiones!
Fecha: mart, 06 de feb 2001, 10:27 H —0600

Bueno, y por donde empiezo, mi amado Rafaelito... Lo mejor es ir directo, al grano, ¿verdad?

Allí te va mi decisión: ¡a finales de abril me voy a Caracas a vivir un mes completo contigo! A partir de ahí, ya veremos como se presentan las cosas, ¿te parece? ¿Por qué esta decisión o plan? Porque me estoy muriendo de miedo. Me está atormentando la idea de que si voy por sólo por dos o tres días, como lo teníamos planteado para enero pasado, creo que no llegaremos a conocer ni nuestras voces. Hemos llegado a un punto donde lo único que deseamos es tocarnos y besarnos, ¿verdad, Rafa? Bueno, al menos yo tengo mucha urgencia de tocarte y de que me hagas el amor y me enseñes a hacértelo. Y como ya te lo he dicho muchas veces, no creo que tengamos ningún problema en ese aspecto. Pero el caso es que también me urge saber que tal será nuestra vida fuera de la cama, ¿sí?, ¿me explico?

Sé que tal vez podríamos tardar años para conocernos de verdad, pero jamas serán suficientes dos días para decidir si queremos o no compartir nuestras vidas. En pocas palabras, siento un gran conflicto con esos dos días. Creo que en lugar de ayudarnos, terminarán por confundirnos más. Seguro que antes de despedirnos volveremos a poner otra fecha para un nuevo encuentro en el que quizás tú vengas a Guadalajara, por ¿otros dos, tres días más? Y serán iguales o muy parecidos, ¿verdad? Y después pondremos otra fecha, en donde ya sea un hecho que me voy a Caracas a vivir contigo, ¿no? y luego, ¿te casarás conmigo? ¿o viviremos juntos por cuanto tiempo antes de que empieces a notar que te equivocaste? Sé que nada es garantía de nada, así nos pasáramos cinco años de noviazgo casto, ni otros tantos de unión libre, nada, nada garantiza que estaremos juntos siempre. Pero yo quiero agotar todas las posibilidades de error. ¿Que cometer errores es bueno, para no volverlos hacer? Eso es cierto, pero yo no quiero tener ningún error contigo.

Así, mi querido Rafael, que para abril tendremos un mes intensivo de conocimiento. Después de ese lapso nos haremos un examen, y ojalá no lo reprobemos, ¿ok?

Ahora otra cosa: no quiero vivir en tu casa durante ese mes. Luego te digo porque, ¿ok? Me voy a comer, en un ratito regreso y te cuento. TE QUIERO, ¿me quieres aun, así de loca?

Tu Sandrilla.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Vivir separados.
Fecha: mart, 06 de feb 2001, 18:48 H —0600

Bueno, mi intención de vivir separados durante ese mes que estaré en Caracas es para darnos una verdadera oportunidad de conocernos mejor. No sé si me explico bien. Creo que el hecho de vivir en tu casa, ya será un compromiso, tú me verás como una obligación, como un objeto impuesto.

Yo desde acá veo tu vida, la forma de llevar tu rutina, tus actividades. No me gustaría un día mirarte a larga y verte con el ceño fruncido o, peor aún, que me reproches de plano que te quite tu libertad. Lo lógico sería que como pareja nos movamos al mismo ritmo, ¿verdad? Llevas mucho tiempo viviendo solo y, como tú me lo has dicho muchas veces, te gusta tu soledad y disfrutas tu libertad.

No me digas que estoy tomando el camino más difícil para nosotros al decidir vivir fuera de tu casa durante ese mes que estaremos juntos. No sé si sea el más difícil o el más fácil, mi intensión de proponértelo así es, de verdad, porque no quiero devoluciones. ¿Te espanta eso, Rafael? ¿No te da miedo, que yo quiera vivir contigo para siempre? ¿Que nunca te acepte una separación? Pero eso es lo que deseo: NO quiero que me enseñes el camino del divorcio o el de la separación. ¿Te da miedo eso?

Yo lo veo todo bien clarito.... Un hombre maduro, solo y libre. ¿Cuánto llevas solo? ¿Cuatro años? Tiempo suficiente para ya estar adaptado a una libertad envidiable. Si no lo crees, pues pregúntales a tus amigos. Ellos podrán hacer lo que se les pegue la gana: salir y bailar, cantar, tocar, besar y hasta tener sexo con cualquier chica que se les ponga por el frente, ¿o no? Pero tienen que llegar a sus casas, y justificar dónde, con quién y qué estuvieron haciendo. Y si las mujeres en Venezuela no lo hacen, pues ni modo, porque yo sí lo haré. Una vez juntos, casados o en unión, yo te reclamaré. ¡Eso no lo conoces de mi, Rafael! Te voy a exigir, te voy a reclamar... No te asustes, ¿de acuerdo?

Sólo voy a pedir lo que es mío, así como yo te daré a ti lo que es tuyo.

Durante ese mes yo viviré en otra casa o en un hotel y tú, en la tuya. Y si nos apetece hacer el amor diez veces al día, pues lo haremos. No te preocupes por eso. Sólo quiero que el día que me invites a vivir contigo, comprendas que no sólo me darás derecho a tu cama, si no que me darás derecho a tu casa y a tu vida.

Tu Sandrilla




CAPITULO IV


Hasta ese momento, mediados de febrero de 2001, yo me había reservado ante mis amigos y familiares la existencia de Sandra. Creo que sin darnos cuenta, todos poseemos un regulador interno que va evaluando y analizando las situaciones que se presentan en nuestras vidas para luego indicarnos, secretamente y sin palabras, si debemos o no actuar. Me explico. Ni siquiera cuando Sandra había planeado viajar a Caracas en enero pasado, yo había considerado la posibilidad de contarle a mis amigos sobre su presencia en mi vida. No era que dudara de sus intenciones de realizar ese viaje, pero esos dos o tres días que ella se pasaría a mi lado no nos garantizaban nada, a lo sumo una rica revolcada en la cama. Pero ahora que ella había planeado (sí, eran sus planes, yo simplemente me había limitado a aceptarlo) venirse por un mes a Venezuela, yo comencé a a sentirme obligado a hablarle de ella a mis amigos más cercanos.

Para poder estar un mes en Caracas, Sandra le pediría un permiso no remunerado a JJ, su jefa. En ese tiempo ella buscaría trabajo como peluquera en Caracas. Si lo conseguía, su estancia podría prolongarse indefinidamente y, dado el caso, presentaría la renuncia a su antiguo trabajo. El dinero de sus prestaciones laborales se los daría a sus padres, con lo cual les cubriría unos cuatro o cinco meses de gastos de vida y los pagos de la hipoteca. Eso le daría tiempo para establecerse en Caracas y comenzar a enviarles dinero en forma regular. Además de eso, antes de venirse, ella vendería su carrito para obtener lo necesario para la compra del boleto aéreo, dejar dinero a sus padres para los gastos de ese mes y traerse algunos dolarillos consigo. Todo ese conjunto de decisiones le imprimía a nuestra relación una seriedad y compromiso que de alguna manera me autorizaban poder hablar con otras personas sobre la serie de sucesos que estaban a punto de ocurrir en mi vida.

Siempre he sido hombre de pocos amigos. No sólo por la naturaleza de mi carácter, sino por mi propia profesión, siempre he sido un hombre solitario. No digo que me disguste estar acompañado de gente, pero sí digo que rara vez me gustan las personas que conozco. Tampoco me gustan los grupos, aunque puedo tolerarlos por algunas horas. Mentiría si digo que no disfruto los encuentros sociales, pero lo cierto es que me cansan rápidamente. Estoy convencido de que las personas al agruparse cambian su conducta. Se vuelven escénicos. Quieren resaltar y lucirse sobre los demás o impresionar a todos con sus ideas u opiniones, lo que los vuelve insoportablemente necios y competitivos. En cambio, cuando las personas están a solas, conversando en privado, tienden a ser más ellas mismas.

El caso es que soy hombre de pocos amigos: Alejandro y Roberto. Ambos hijos de inmigrantes españoles, cada uno de ellos conservando y manteniendo las costumbres y la naturaleza heredada de sus ancestros: Alejandro, andaluz, y Roberto, gallego.

Roberto es dueño de una próspera imprenta ubicada en las inmediaciones de Chacao, al este de Caracas. Nos conocimos hace siete años, cuando nos asociamos con un tercero para la utilización de un fotolito para la impresión de una importante serie de afiches para Petróleos de Venezuela. El contrato y el fotolito eran de Francisco Planchart. La imprenta era la de Roberto. Mi participación como socio se limitaba al manejo y ejecución de los fotolitos. Fue un negocio que nos dejó a todos una importante suma de dinero, que por mi parte aproveché para montar mi propio estudio fotográfico en los sótanos de las Torres de El Silencio. Pero el caso es que de socios temporales, Roberto y yo pasamos a ser amigos permanentes.

Haciendo honor a sus orígenes gallegos, Roberto soporta folklóricamente su triste fama de hombre rudo, terco y bruto como las piedras. Poco hace para desmentir este arraigado rumor, tal vez porque de alguna forma buen provecho ha sabido sacarle. No cree ni invierte dinero ni esfuerzo en nada que no pueda tocar, comer o beber, de allí que casi su única diversión sean las fiestas abundantes en comida y bebidas. Desprecia el conocimiento casi con la misma intensidad con la que cree en el trabajo. Y por la cultura profesa una verdadera repulsión, considerándola poco menos que un ritual de maricones y charlatanes. Al igual que yo, es dado a tener pocos amigos, pero a esos pocos los quiere y los trata como a verdaderos hermanos. El amor tampoco es lo más importante en su vida. La constancia y la lealtad es el principal motor en su vida matrimonial.

Como era de esperarse, Roberto no se tragaría de buena gana lo de Sandra. Independientemente de mis deseos de confesarle su existencia y su próximo viaje, en realidad no estaba obligado a contarle nada. Pero tampoco quería que se enterara de Sandra una vez que ella estuviera viviendo conmigo y me reclamara, con justa razón, haberla mantenido en secreto. Así que, sin más, se lo conté todo. Al igual que Sandra había hecho en diciembre pasado con mis fotos y se las mostró a Mónica, aquella noche yo le enseñé a Roberto el álbum que Sandra me había hecho llegar meses atrás.

— ¡Tú si que estás bien loco, carajo! Mira que con tantas mujeres bien buenas en Caracas, y venir a enredarte con una mexicana. Si lo que quieres es complicarte la vida, te la hubieras buscado en Japón, para que encima tuvieran la traba del idioma.

Sin embargo, al mirar una y otra vez las fotografías de Sandra, no podía negar lo atractiva que le resultaba la chica. Pero ni aún así le otorgaba terreno:

— Compadre, ¿por internet? Nunca la ha visto, nunca la ha tocado, nunca se la ha cogido, nunca le ha agarrado una teta, ni sabe cómo le hiede la cuca, ni sabe cómo le gusta que se lo metan. Ni siquiera sabe si tiene mal aliento. Usted lo que está es bien loco, compai. Pero qué bien re-loco. Eso y hacerse la paja es lo mismo. O peor. Sí, es peor. Un pajaso uno lo entiende, ¿pero esto?

Mientras fui al baño y regresé, ya Marisol, la mujer de Roberto, estaba enterada de ¡todo! Lo único que le faltaba era ver el dichoso álbum de fotos, cosa que no tardó en hacer. Después de mirarlo con detenimiento, lo volvió a colocar sobre la barra del barsito. Más tolerante que Roberto, su única pregunta fue:

— Rafa, ¿y tú no crees que está muy joven para ti?

Roberto y yo nos quedamos en el bar vaciando la botella de etiqueta negra, hablando de una o cualquier cosa buena para borrachos.

Después de un buen rato conversando y cuando ya para mí el capítulo de Sandra estaba cerrado, Roberto se levantó de su banqueta para reforzar nuestros debilitados whiskies. Pusó los dos vasos sobre el tablón de la barra y permaneció de pie, mirándome fijamente. Luego se inclinó hacia a mí y, casi en susurros, como si no quisiera que nadie lo más lo escuchara, me preguntó:

— Rafael, dime algo, ¿de verdad piensas enredarte con una mujer que nunca has visto?
— Ya estoy enrededado, Roberto.
— Rafa, nosotros somos amigos desde hace muchos años. Hemos pasado juntos muchas vergas. En el camino hemos perdido a seres muy queridos, tú a tu papá, yo a mi mamá. Cuando nadie más ha estado cerca de nosotros en momentos de grandes apuros, tú y yo siempre nos hemos apoyado. Creemos y confiamos el uno en el otro. Y si algún día yo cometo un error, si se me mete en la cabeza vender el negocio o separarme de mi mujer, sé que tú serías una de las poquísima personas que podría alertarme sobre esos errores. Y creéme, yo te escucharía.
— ¿A dónde quieres llegar? —, le pregunté, fastidiado de tantos rodeos.
— Ya va. Escúchame. ¿O es que ahora estás apurado? Tenemos tiempo y otra botella de whisky. Así que escúchame. Yo mismo te he dicho muchas veces que te busques una mujer. Yo no entiendo cómo has podido vivir solo durante tantos años. Estoy convencido de que la mitad de tus problemas económicos se deben a que no tienes en tu casa una mujer a quien darle la cara a la hora de revisar las facturas. Nos conocemos de hace muchos años y te he visto en las buenas y en las malas. Pero hace ya mucho tiempo que para ti sólo ha habido momentos malos. Cosas malas. Bueno, así es la vida. Está lo de tu divorcio, la pelea que tuviste que dar para que te dejaran ver a tu hijo, la muerte de tu papá, la crisis de tu negocio. Carajo, mira que has tenido aguante.
— Dime algo que no sepa, por favor— , lo increpé.
— Ahí voy. Por si todo eso fuera poco, ahora vienes y me dices que estás a punto de casarte con una desconocida.
— Nadie ha hablado de casarse...
— ¿Ah, no? ¿Y para qué se viene esa muchacha para tu casa? ¿Para que te la folles un mes entero y luego la devuelvas a México lindo?
— No, tampoco es así...
— Si esa se viene es para que te cases con ella... ¿Ella sabe que tienes un apartamento propio y un negocio a tu nombre?
— Sí, claro, ella lo sabe todo...
— ¿Y le has hablado de que harán separación de bienes en el caso de que se casen?
— No, aún no. Sería prematuro.
— Pero, ¿lo harás, no? Digo, lo de la separación de bienes. ¿O es que piensas arriesgar lo poco que le dejarás a tu hijo por una aventura con una desconocida?
— Sé que no podrías entenderlo, pero conozco muy bien a Sandra. Es ella la que pierde en términos económicos al venirse conmigo.
— O así te lo quiere hacer ver. Escúchame, Rafa. Yo no entiendo nada de esas mariconadas de internet. Yo tengo mi conexión en la oficina para enviar y recibir emails a un costo mínimo. Me suscribí a esa vaina como cuando hace años me compré un fax. O te adaptas a los cambios tecnológicos o te sales del mercado. Pero de allí a ponerme a conocer mujeres en un salón de chateo hay una distancia como del cielo al infierno.
— Roberto, discúlpame, pero creo que ya no te tienes que seguir metiendo en esto.
— Claro que tengo que meterme y tengo derecho a hacerlo. Porque si alguna vez yo me equivoco, espero que seas tú quien me entre a carajazos hasta hacerme entrar en el carril. Pero lo que es ahora, tendrás que escucharme. Dime tú, ¿qué clase de mujer puede estar dispuesta a dejar su país, su familia, hasta su trabajo para venirse a vivir una aventura, porque esta vaina no es más que una aventura, en brazos de un desconocido? ¿Tú crees que una mujer decente y formal haría algo así?
— Coño, Roberto, no te pases. Ya está bueno. No me jodas. Córtala aquí mismo, ¿estamos?
— No, si no me paso, compai. Si yo le dijera lo que realmente pienso, entonces sí que me pasaría de la raya. Pero lo único que hago es hacerle unas preguntitas y mire usted como se pone. Así que no pierda el control y aguántese un poquito. Escúcheme. Las cosas no funcionan así, y las mujeres menos. ¿Ella sabe que prácticamente te estás muriendo de hambre?
— Sí, lo sabe. Ella lo sabe todo sobre mí, Roberto. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
— Está bien. Vamos a suponer que las cosas son como tú crees que son. Vamos a suponer que esa muchacha es una muchacha de familia, que vive con sus padres, que tiene un sueldo de casi dos mil dólares al mes, que es el principal soporte económico de su casa. Fíjate en las fotos que me mostraste. Esa muchacha se viste bien, con ropita de marca. Y seguro que si te acercas a ella, debe oler bien, a perfumitos caros. Supongamos que eso es así, ¿tú igualmente te la quieres traer a Venezuela para que pase hambre junto a ti? No me digas nada, ya sé tu respuesta, irresponsable. Pero el punto es que las vainas no funcionan así, Rafael. Para que una mujer se vuelva así de loca, es porque le has dado el gran follón del siglo. Pero no me vengas con que la tienes loca a punta de cartitas, llamaditas por teléfono y unas foticos.
— Pues, eso es lo mismo que yo he recibido, y ya me ves.
— Pero es que tú estás hecho un loco, Rafa. Pero, ¿y ella? ¿Ella también se volvió loca? ¿Cómo carajo puedes tú asegurarme que ella, en este preciso momento, no está metida en la cama con otro?
— No es su estilo.
— ¿No es su estilo? ¿Y cómo haces tú para conocer su estilo si ni siquiera sabes cómo huele esa mujer? ¿Cómo sabes que no es una mexicanita muerta de hambre que anda buscando un dólar para completar dos y comprase un boleto de avión para venirse a Venezuela y resolverse la vida?
— Espera, espera. Me acabas de decir que por las fotos se ve que la chica vive bien.
— Mira, Rafael. Esas fotos dicen mucho, pero a la vez no dicen nada. Tú y yo trabajamos con imágenes y sabemos que una fotografía no es otra cosa que una mentira mañosamente retratada.

Encendió un cigarrillo y me ofreció uno. Volvió a quedarse en silencio, mirándome de reojo. Sus ojos brillantes era lo único que se movía en su cara regordeta. Luego me sonrió:

— Ojalá me equivoque y te vaya bien con esta muchacha. De verdad que es muy bonita y comprendo que te haya puesto tan atolondrado como estás. Pero quiero que sepas que todo esto a mí me parece muy raro. Y si todo es verdad y ella se va a venir a tu casa en un par de meses, entonces es ella quien es rara. No te ofendas. Cuando llegue a Venezuela, tráela a la casa. Y si te hace feliz, créeme, me tragaré todo lo que hoy te he dicho.


No tenía sentido discutir con Roberto. Comprendía muy bien su punto de vista, y sabía que en el fondo tenía razón. Terminamos nuestros tragos en silencio y me retiré a mi casa.

Encendí mi viejo Malibú y me puse a pasear un rato por la ciudad. Eran como las dos de la mañana, pero, como era sábado, aún había muchos carros trasnochados en la calle, sobre todo en la autopista del Este. Recordé que en nuestros primeros emails Sandra misma se cuestionaba la forma en que nos habíamos contactado por primera vez. Y cuando hablábamos acerca de cómo y cuando ella le comunicaría nuestra relación a su familia, ella se mostraba dispuesta a contarles toda la verdad, menos la forma en que nos habíamos conocido, y menos aún que jamás nos habíamos visto. Sandra les diría que nos habíamos visto en Guadalajara un año atrás, nos gustamos y salimos durante los días que duró mi estadía en esa ciudad, y que luego de mi regreso a Venezuela, continuamos en contacto vía internet y por teléfono. También para Sandra el origen de nuestra relación era innoble y bastardo y ella quería ocultarlo. Para mí, conocer a Sandra por internet sí, es verdad, había sido una experiencia extraña. Sin embargo, yo me movía con la certeza de que sería una etapa transitoria y que luego, con su llegada a Venezuela, todo quedaría legítimamente justificado.

Conocer a alguien siempre es una experiencia incierta y aleatoria. Al principio, Sandra cuestionaba la autenticidad de mi atracción hacia ella, argumentando que si en lugar de ella hubiera sido otra mujer quien hubiera respondido a mis mensajes en el chat, igual hubiera sido muy posible que yo hubiera insistido en acercarme a esa chica. Le respondía que eso no podría saberlo nunca, recordándole que igual en otras oportunidades había conocido a otras mujeres en ese salón de chateo y nunca jamás se produjo nada parecido como cuando la conocí a ella. Pero más allá del hecho fortuito de la forma en que nos conocimos y nos atrajimos el uno al otro, lo cierto es que el amor o la atracción que sentimos por otra persona, es siempre un acontecimiento casi casual. Vamos a una fiesta, por ejemplo, y sacamos a bailar a una muchacha que nos gusta. Conversamos con ella mientras bailamos. Las palabras fluyen quizás porque ambos queremos que fluyan. Y antes de terminar la noche, ya hemos intercambiado números telefónicos y prometemos llamarnos al día siguiente. Y así, de esa forma tan trivial, podríamos terminar casados con esa chica y convertirla en la mujer más importante de nuestra vida. Pero, ¿Y si ella hubiera rechazado nuestra oferta de sacarla a bailar, acaso no hubiéramos terminado en los brazos de otra?

A veces perdemos un vagón del Metro y, en consecuencia, cambiamos por completo el curso de nuestra vida, ya que quizás en el próximo tren viaje la chica que en un par de años será la madre de nuestros hijos. ¿Me explico? El amor es un animal caprichoso.

Tampoco creo que haya mayor garantía de éxito por el hecho de conocer a alguien cara a cara. Digo, que cuando uno se fija en una mujer y comienza a salir con ella, uno no hace más contemplar las máscaras más hermosas de esa mujer. La abordamos a partir de una serie de premisas absolutamente imaginarias. Algunas de ellas se cumplen, pero otras jamás se cristalizan porque no existieron más que en nuestra excitada imaginación.

Claro que me gustaba el cuerpo de Sandra, y mi sexualidad estaba al rojo vivo de tantas ganas como tenía de ponerle las manos encima. Me gustaba su piel blanca, su delgadez, sus piernas deliciosamente delineadas, la carnosidad de sus labios, sus enormes ojos, pero en especial me gustaban sus cejas. Pasaba horas imaginando cómo sería nuestra primera noche. Quería desnudarla, bañarla con mis propias manos, secar su cuerpo, pasar mis manos escondidas y golosas bajo la espesa toalla por entre sus deliciosas hendiduras, recorrer sus muslos, sus senos pequeños, acostarla para acicalar con mis dedos la pelambre de su pelvis. Luego la volvería a vestir con mis propias manos, le pondría sus pantaleticas y su brasier, y le colocaría una falda que me dejara ver sus piernas y una franelilla que dejara al descubierto sus sensuales hombros y su espigado cuello. Lo haría así, como si ella fuera mi juguetico sexual. Luego saldríamos al balcón de mi casa y le serviría un trago, probablemente una ginebra mezclada con jugo de naranja natural. Entonces nos sentaríamos a hablar sobre su viaje, evitando siempre preguntarle si estaba nerviosa. Yo miraría su pelo largo y rizado, alborotado por las aguas del baño. Entonces contemplaría sus ojos y su boca. Le diría lo que tantas veces le he escrito: que me muero por besarte. La seduciría. La tomaría de la mano. Acariciaría sus brazos, sus blancos hombros regados de pecas. Entonces la besaría. Mordería su lengua, saborearía su paladar, palparía sus dientes. Hundiría mis manos entre su pelo, luego, ansioso, buscaría sus senos. Y finalmente la volvería a desnudar, pero esta vez para el amor. La metería en la cama y la penetraría hasta que la última gota de mi esperma se desparramara entre su vaginal-madriguera.

Roberto tenía razón. Y Sandra también: nos habíamos conocido de la manera incorrecta. Pero, pregunto, ¿acaso existe alguna forma correcta para conocer a una mujer y enamorarse de ella?

Gonzalo, un amigo, conoció a Giulianna en unas vacaciones de cuarenta y cinco días en Sicilia, y no digo que la conociera el primer día, sino casi cuando ya se venía de regreso para Venezuela. Antes de tomar el avión, le prometió a la bella siciliana que volvería por ella para casarse y llevársela. Ella le creyó porque necesitaba creerle, pero estaba segura que jamás volvería a ver a su fugaz enamorado. Gonzalo tardó dos meses en comunicarle a su familia su decisión y organizar los preparativos de la boda, que se celebraría en Regalpetra, pueblito natal de Giulianna. Los preparativos en cuestión se limitaban a la reservación de boletos aéreos para los padres y hermanos de Gonzalo, así como la confección y hechura del vestido de la novia: una túnica de estilo romano que dejaba al desnudo los hombros de la consorte. Un traje exquisitamente sencillo que quisiera o no, siempre se ajustaría al cuerpo de la muchacha. Durante esos sesenta y tres días que estuvieron separados, Gonzalo llamaba a su prometida todos los días, aunque fuera un par de minutos, suficientes para unas frases tiernas y supervisar el desarrollo de los preparativos que Giulianna llevaba adelante en Regalpetra. Hoy día tienen doce años de casados, tres hijos, y son una de las poquísimas parejas casadas que yo conozco que transpiran felicidad.

Giulianna es una mujer de treinta y tantos años de edad, un poco gorda, pero muy llamativa aún. No ha perdido ni un ápice de su fuerte acento italiano y cuando habla, lo hace a gritos, como si aún viviera en las polvorientas calles del isleño pueblito. Y si nos ponemos ortodoxos, la mujer resultó un desastre: su casa es monumento al desorden, los niños (tres varones) son traviesos y malcriados, Gonzalo cuenta que más de una vez él mismo ha tenido que planchar sus propias camisas para poder ir a la oficina. Sin embargo, entre gritos, niños enloquecedores y ropa limpia sin planchar, son felices. Y la felicidad, como el dinero y la tos, es una de las pocas cosas en la vida que no se puede ocultar.

O el caso de Rodolfo y Nahir, que se conocieron ocho años atrás, desnudos en pelota, cada uno con sus sendos vasos de vino en la mano en mitad de una orgía. Lo primero que llamó la atención de Ricardo fue el redondito y firme trasero de Nahir, que se balanceaba rítmicamente mientras copulaba con otro de los invitados a la bacanal. Ricardo la contempló con intenciones de ir a buscar lo suyo cuando la chica se desocupara, pero al verla levantarse, quedó anonadado por los delicados rasgos asiáticos de la muchacha. Se acercó a ella como lo había planeado, pero lo hizo para ofrecerse a llenar de vino el vaso casi vacío de Nahir. Se apartaron del resto del grupo y se pasaron la tarde charlando. Dice Nahir que Rodolfo era el hombre más divertido que jamás hubiera conocido en su vida, y lamentó haberlo encontrado en esas circunstancias, ya que esas son cosas que, aunque algunos hombres les gusta, jamás se la perdonan a una mujer si se llegan a plantear algo serio con ella. Sin embargo, ese prejucio no iba con Rodolfo. Tres meses más tarde se casaron y hoy en día pareciera que todo marcha muy bien entre ellos.

Lo que quiero decir es que por lo general somos muy pacatos en eso de buscar pareja. Y cualquier cosa que se salga de las reglas más retardatarias y conservadoras que amigos y parientes nos imponen, todos gritan al unísono la palabra DESASTRE.

De Sandra me gustaba su frescura, su determinación para asumir la vida, sus cejas y sus labios. No voy a negar que también me sentía muy atraído hacia su disposición sexual. Nunca caímos en la tentación del cyber-sexo, ya que francamente eso sí que nos parecía patético, sórdido y bien enfermizo. Pero lo que sí acostumbrábamos era aderezar nuestras sesiones de chateo con algunas referencias explícitamente sexuales. Por ejemplo, cuando imaginábamos nuestra rutina como pareja, no pasábamos por alto el hecho de que en algún momento tendríamos nuestras peleas. Ambos habíamos deplorado y rechazado cualquier posibilidad de agresión física y, en lo posible, ambos debíamos esforzarnos por evitar insultos verbales. Podíamos gritarnos, pero midiendo las palabras. De parte y parte, decía ella, ya que «lo que es bueno para ti, siempre será bueno para mí». Cuando tuviéramos esas peleas, me proponía ella, aún así podríamos hacernos el amor, si a uno de nosotros así le apetecía. Por más molestos que estuviéramos, siempre debíamos respetar esa regla, ya que además de no negarnos ese sabroso placer, lo más probable es que termináramos totalmente reconciliados y sin resentimientos.

También bautizamos nuestras partes íntimas con nombres como "Berenice" para las de ella, y "El Cuate", para las mías. Así, si nos encontrábamos aburridos en alguna reunión social y a ella le urgieran sus apetencias sexuales, ella me llamaría, frente a todo el mundo, "Cuate". Y si era a mí a quien me atacaban las ganas, yo la llamaría "Berenice", que a la larga era su segundo nombre y a nadie le extrañaría mucho. Lo haríamos discretamente, sin llamar la atención, sin que nadie sospechara las resonancias eróticas de nuestros apodos. Igualmente habíamos planeado travesuras sexuales como meternos en los baños de los amigos a besuquearnos, meternos mano y, si teníamos la oportunidad, hacer el amor allí mismo.

¿Qué importaba si había conocido a Sandra en mitad de un viaje de turismo, en una orgía, en un lupanar o en un salón para chateadores? Me gustaba y me entendía con ella mejor de lo que JAMÁS me había entendido con ninguna otra mujer.

Una semana más tarde de mi encuentro con Roberto, me reuní con Alejandro. Me costó entrarle al tema, ya que temía una reacción similar a la de Roberto. Nos vimos en una tasca en La Candelaria. Yo llegué con el bolso donde usualmente transporto mis cámaras, escondiendo en él el álbum de fotos de Sandra.

Alejandro es un tipo risueño, con una capacidad expresiva en su rostro que ni él mismo puede controlar. Cuando comencé a contarle sobre Sandra y la forma en que nos habíamos conocido y los planes que estábamos a punto de concretar, Alejandro me miraba con una seriedad que cada vez me inhibía más. Busqué atajos y recodos narrativos para abreviar mi historia:

— El caso es que el próximo veintitrés de abril se viene para Caracas—, concluí .

Entonces Alejandro abandonó su pockeriana seriedad y dejó que una amplia sonrisa estallara en su cara.

— Coño, Rafa, que vaina tan de pinga—, dijo.

Entonces saqué el álbum de fotos. Las miró una a una, reclamando le identificara a los personajes y situaciones que aparecían en ellas. Al terminar de verlas, me devolvió el álbum con una sonrisota en su cara. Bebió un trago largo de su cerveza y me miró con picardía:

— Bonita la carajita, ¿no?
— Mucho.

Haciendo las veces de abogado del diablo, le expresé algunas dudas, que más que mías, eran con las que legítimamente Roberto me había interpelado.

— Rafael, en estas fotos hay una vida. Si me hubieras venido con una fotico, diría que te anduvieras con cuidado. Pero estas son fotos que reflejan toda una vida. Y si ya tienen una fecha para encontrarse, ¿cuál es el problema? No te plantees muchas cosas. Simplemente espera que llegue y allí vas viendo. En realidad, no tienes nada que perder. Sea lo que sea que obtengas de esta relación, considéralo como una ganancia. Uno no sabe a donde va hasta que llega.


Por su parte, Sandra también había sentido la necesidad de contarle sus planes de viaje a alguien que, según ella, tuviera más cabeza que la loca de Mónica. Fue así que su tía Adela se convirtió en su confidente y, en consecuencia, en parte importante de esta historia. Fue un paso arriesgado, ya que tal vez ella, tía al fin, se sintiera obligada a dar la voz de alerta a los padres de Sandra y advertirlos sobre la desquiciada experiencia amorosa y los descabellados planes de su joven sobrina. Sin embargo, la tía Adela se limitó a aconsejarla. Su principal recomendación fue que no se apresurara en nada. Por mi parte, yo le replicaba: «la tía Adela tiene razón: ni te adelantes, ni te atrases, Sandra»


CAPITULO V


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mi tierna e ingenua madrecita :—)
Fecha: jue, 22 feb 2001, 1:56 H —0600

Bueno, corazón, ya estarás bien dormidote y roncando a ¡todo lo que da! De lo que me pierdo, ¿verdad? [:-)]><>
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mis hermanitas ...
Fecha: dom, 25 feb 2001, 16:40 H —0600

Me siento especialmente orgullosa de mis hermanitas: hoy recibieron su primer sueldo y las dos muy lindas se lo entregaron íntegro a mi mamá para ayudar con los gastos de la casa. Claro, esto es un decir, pues de ahí tiene que darles mi mamá para sus transportes y meriendas, pero ya es algo de ventaja que ellas se den cuenta que el ganar un peso no es cosa fácil, hay que sudarlos y sacrificar salidas con el novio, a quienes creo he visto más atentos y enamorados con ellas :-)

¿Te platico un poquito sobre mis hermanas?

Como ya sabes María del Socorro tiene dieciséis y Luz Adriana quince años. Lo normal sería que me llevara mejor con Choco, pero no es así, en realidad Choco no se lleva bien con nadie. Tiene un carácter muy difícil. Desde que me acuerdo ella nació amargada y tremendamente celosa de todos y de todo. En esta familia no se refleja el clásico sandwich, como dicen los psicólogos, que el hijo que está en el medio es el problemático. Esa sería YO. Y no es que yo tenga una belleza de comportamiento, pero es mi hermana Choco quien se lleva todas los malos méritos. Ella es muy difícil de complacer, todo lo que no venga de acuerdo con ella, es malo, así de plano. No admite ninguna demostración de afecto, ni para ella ni para otras personas. Se molesta y lo hace evidente delante de quien esté. Yo he tratado de razonar con ella muchas veces, le he hecho ver que no tiene que ser así de insegura y malcriada. Ella es muy linda físicamente —quizás la más linda de todas nosotras— y muy inteligente. Su meta es estudiar la carrera de Química Biológica, aunque yo no le veo mucho campo de desarrollo. Le he pedido que trate de cambiar su carácter, porque mortifica mucho a mis padres, y aunque cuando hablo con ella siempre logro moverle algunas fibras sentimentales y se deshace llorando y diciéndome que tratará de ser más amable, al día siguiente se olvida de sus promesas. Sólo espero que con los años cambie, porque sino, ¡ay, Dios mío!, ¡pobres sobrinitos míos, sus hijitos!

Luz Adriana es otro caso. Esta niña es la "vale madre" de la familia. Para ella todo es amor y paz. Todo lo ve tan normal y fácil como si nada. Le da igual si de pronto entro a su habitación y me encuentro a dos de sus amigas drogándose, o si me entero que ella ayudó a su mejor amiga a ir con un "espanta-cigüeñas" a practicarse un aborto, (esto no lo saben mis padres, ¿okey?, así que ni se te ocurra abrir tu boca). Le he pedido que sea honesta conmigo y me diga si ella está en esas prácticas y me ha contestado que no, que no está de acuerdo con sus amigas en eso, pero que solidaria con ellas sí es y las ayuda cuando están en apuros. Adriana es tan simple que para ella nada es un problema. A veces me anima mucho su optimismo y me gusta mucho que no vea complicaciones en la vida. Esta niña será de las que nos dé fama a la familia, ya sea porque se haga líder junto con Marcos y los zapatistas para defender los indígenas de Chiapas o porque sea la ¡próxima rockera de la década!.

Quiere estudiar Leyes y tocar el bajo, ya que sabe tocar muy bien la batería (buena combinación, ¿no?) Tal vez por la diferencia de generaciones, mis hermanas no mantienen muy buena comunicación con nuestros padres, así que me ha tocado ser su medio de unión, (o al menos, eso trato), ya que a veces es imposible que se pongan de acuerdo en algunas ideas. Como ya te habrás dado cuenta, Rafito mío, mis padres son muy chapados a la antigua y tienen muy marcado el patrón de la moral y las buenas costumbres. No es que eso sea malo, pero habría que comprender también un poquito las nuevas normas.

Quiero muchísimo a mis hermanitas, y me fascina verlas crecer y equivocarse, estar a su lado y de su lado. Me encanta verlas realizar sus sueños. De alguna forma me gusta verme reflejadas en ellas y estar a la expectativa de lo que esta por-venir.

Ya es muy tarde y yo me tengo que dormir para estar mañana muy despierta y ,mírame: no puedo apartarme de este teclado, como si con él pudiera tocarte de alguna forma, ¡o de todas las formas posibles!

Bueno, ¡hombre de mi vida y de mi corazón!, me retiro. No tengo sueño —CREO QUE YA ME LO ROBASTE TODO—, pero al menos tengo que descansar, quizás ponga alguna aburrida película para dejar de pensarte y poder dormir un poco. Trata al menos de no quitarme mi sueño, ¡anda! A ti, ¿para que te sirve mi pobre sueñito?

Te quiero mucho, ¡que jode! Tu Sandrilla :-)


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Te deseo, carajito mío...
Fecha: miér, 28 feb 2001, 1:40 H —0600

Acabo de despertarme super alterada... Bueno, más bien excitada... Acabo de tener un sueño erótico contigo... ¿Cómo lo llaman ustedes, los chicos? ¿Un sueño húmedo? Pues, bien: me acabas de provocar un sueño húmedo, y estoy toda mojada, para ti, mi bello lobito... Ya no puedo dormir, mejor me pongo a escribirte un rato...

Cada vez siento más urgencia de estar cerca de ti, digo, físicamente... A veces, como ahora, me levanto sudada en la cama, acalorada como si una hoguera me quemara entre las piernas. Entonces muevo mis manos tratando de encontrar tu hombría endurecida...

No tienes idea de cómo desee hace unos minutos tener tu pene entre mis manos y juguetear con él, de verdad... Por primera vez quiero tocar, quiero sentir en mis manos tu erección, esto me sorprende a mí misma...

La primera vez que supe de esto, fue a los doce años, cuando un primo (de dieciocho) quizás estaba cachondo, como dices tú, y una vez que estuvimos solos en su casa me abrazó y me besó (mi primer beso en los labios) y sentí "ESO" sobre mi estómago... Fue muy traumático, tuve mucho miedo, mucho susto.

La siguiente vez, con mi primer novio, el pulpo... Era tanto su exceso de hormonas que no perdía oportunidad de darme a notar su excitación, me llegó a producir hasta aversión.

Con Horacio fue otra cosa: desde que nos conocimos siempre fue muy formal y respetuoso, fue una relación muy seria, claro que muchas veces llegue a sentir su excitación, pero lo paraba en seco, no me apetecía sentirlo así, no me movía, ¿sí me explico? Nos íbamos a casar pero yo no sentía mucha atracción física hacia él. Todo era como lo conveniente, lo adecuado. Y cuando finalmente nos acostamos, la experiencia fue en ese mismo tono: algo muy conveniente, muy adecuado. Lo disfrutamos, pero no fue que nos volvimos locos de pasión. Lo miraba acostado a mi lado y lo tocaba cuando había que tocarlo, y me dejaba tocar cuando tenía que dejarme tocar. No fue una mala experiencia, pero tampoco podría decir que fue buena.

Con Alejandro, mi novio hasta hace poco más de un año, las cosas fueron distintas. Él me obligaba a mirarlo, a tocarlo, a sentirlo, y yo me dejaba de buena gana. Con él fue mi primera experiencia de sexo oral. Aprendí a conocer y a disfrutar del cuerpo de un hombre, pero lo hacía más como un ejercicio exploratorio que otra cosa, como si me estuviera entrenando para futuras batallas en la cama. Pero creo que con ambos me hizo falta sentir Amor. Por ellos sentía simpatía, aprecio, algo de cariño, pero no lo suficiente coma para ocultar mi des-amor.

Nunca como ahora he estado consciente de cómo se mueve mi deseo, las necesidades de mi cuerpo de mujer, consciente de lo que quiero buscar y encontrar, de lo que quiero ver, tocar, saborear, oler, escuchar.

He mirado miles de veces la fotografía tuya en la que estás en pantaloncillos, sentado frente a la computadora. Me he regustado miles de veces al contemplar tus piernas desnudas cubiertas de bellos. Me he imaginado cómo podría hacer yo para que la bestia que duerme bajo esos pantaloncillos se levanté para mí con todo su esplendor de hombre. Te he imaginado levantándote de tu silla para venir a mi lado y poseerme hasta hacerme desmayar de puro placer. Otras me imagino a mí misma arrodillada a tus pies, desnudántote, mirando tu viril miembro alzarse en mi búsqueda, me imagino allí mismo, felándote con hambre hasta que tus emanaciones de hombre colmen mi boca y calmen mi sed. Así te imagino. Y así me desespero contando los días que me separan de ti. Mientras eso ocurre, me queda levantarme sudorosa y empapada a medianoche, aturdida por el relincho de mis ganas de hembra, sin esperanza ni palabras para satisfacerlas y que me dejen ya de una vez dormir en paz.

Me gusta sentirme así, me gusta saber que tú también me correspondes con tu deseo. Me encanta saber que esto que siento me puede llevar hasta donde nunca imagine podría llegar. Pero me da miedo, mucho miedo, ¿todo esto es verdad o sólo lo imagino? ¿En verdad tú y yo lo podemos hacer posible o simplemente es un sueño mío?

Te amo, tuya para siempre, Sandra




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¿Me quieres?
Fecha: vier, 2 marz 2001, 22:02 H —0600


¿Me quieres?

Dime algo, ¿te parece normal que acepte todo esto? Dime, ¿podrías confiar en mí, en mi razonamiento si aceptara todo lo que me pides sin siquiera pensarlo un poco? ¿Confiarías en mis sentimientos si te dijera que no tengo miedo? ¿Cererías en mí si me diera igual cualquier cosa?

No soy inteligente, Rafa, soy una persona normal... Me cuesta encontrar el equilibrio, pretendo ser sensata y hacer lo correcto. Lo más arriesgado que he hecho en mi vida es subirme a las montañas rusas. lanzarme del jumping y cancelar un matrimonio. Mi mundo gira alrededor de mi familia. Aún así, ¿me quieres?
Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Planes para vender el coche
Fecha: sáb, 3 marz 2001, 14:33 H —0600


Van pasando los días y voy ordenando mis planes y llevando a cabo los de corto plazo. Hoy, por ejemplo, hablé con Carlos, quien está interesado en comprar mi coche, pero no puede pagármelo al contado. Quizás lleguemos a un trato, lo platicaremos mañana domingo. Ayer busqué mis papeles y documentos que necesitaré para renovar mi pasaporte. Ya averigüe con el Consulado de Venezuela en Ciudad de México y no necesitaré visa para entrar a tu país.

Quiero que me abraces, Rafael. Te necesito tanto, vida mía, que tengo que venir a este aparato, solo a leer algo de lo que me escribes y tratar de entender que eres real y no sólo un nick sobre mi pantalla. Voy a darle un enorme giro a mi vida y todo lo que tengo para apoyarme son un puñado de fotos y un montón de palabras en un correo electrónico. No me malinterpretes, Rafa, pero cada día que pasa me siento más feliz porque ya pronto estaremos juntos, pero a la vez me siento más aterrada. Lo intento, pero no puedo evitarlo. Aún no he hablado con mis padres, aunque sé que el tiempo no es mi aliado en este particular. Tengo que convencerme que no estoy sola en esto.

Necesito con urgencia que me abraces y que me hagas sentir que mi lugar en el mundo es estar a tu lado...

Te amo, ¿lo dudas?, tuya, Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mónica y Maná
Fecha: sáb, 3 marz 2001, 21:17 H —0600

Estoy en casa. Mónica vino a pervertirme para salir, pero como de verdad me siento muy cansada me hizo el grandísimo "favor" de llamar a los amigos para que se vinieran a casa para ver el concierto por la paz que están dando Mana y Jaguares. Así que ahora tengo la casa llena de gente. Más tarde se irán todos a bailar. Te estoy escribiendo de carrerita. No más se vayan y vengo a platicarte con más calma, aunque me leas mañana, ¿okey?

Tu Sandra



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: El coche...
Fecha: dom, 4 marz 2001, 10:13 H —0600

Me sentí tristilla por no poder escribirte ayer en la noche como te lo había prometido, pero la Mónica y los otros amigos se fueron tardísimo y de pronto mi reloj biológico me reclamó mi tiempo de descanso, ya no podía ni mantener los ojos abiertos y me fui a dormir ¡como un tronco! (¿Dormirán los troncos?)

Bueno, mira, en cuanto a vender mi coche, no hay forma de evitarlo, Rafael. Me voy por un mes y no tengo ninguna garantía que podré encontrar trabajo en Caracas en ese lapso, y aun si lo encontrara lo más seguro es que no ganaré lo que necesito para honrar todos mis compromisos económicos. Quiero por lo menos no estar durante ese mes con la incertidumbre de como haré para resolver las deudas inmediatas. Vender mi coche significa dejar cubiertos los pagos de ese mes, solventar el costo del viaje y llevar algo de dinero conmigo para cubrir lo básico hasta que me ubique en algún trabajo. Todo esto es una aventura y no sé si me saldrá como lo estoy soñando. Por todas las cosas que me has dicho, y en las que creo tú tienes la razón y yo la parte errada, ya pienso llegar directo a tu casa, con lo cual nos ahorraremos lo de mi hotel.

Para llevar a cabo este viaje con algo de tranquilidad, necesito dejar mil doscientos dólares (te hablaré en dólares para entendernos mejor, ¿te parece?) para cubrir los pagos y gastos de la casa. Para el costo del boleto aéreo, otros mil doscientos dólares. Mi coche tiene un costo real de seis mil dólares, pero en una agencia me lo comprarían al contado por apenas unos cuatro mil. Carlos me ofrece su Jetta año '87 más tres mil dólares en efectivo y un mes más tarde, mil dólares adicionales. Su cochecito, aunque viejito, aún está en buen uso y de esa forma no dejaré a mi familia sin medios para moverse. Los tres mil dólares que me entregará Carlos por mi coche cubren muy bien lo que necesito de inmediato y me queda un poco para llevar a Caracas. Los mil restante Carlos se los entregará a mi papá un mes después del trato, y esto cubrirá los gastos del siguiente mes.

Ya le dije a Carlos que este negocio no será hasta mediados de abril, pues tengo que terminar de pagar el coche: me faltan cuatro cuotas, así que para la próxima semana voy adelantar dos de ellas y el mes que entra pagaré las dos últimas y así quedo libre de esa deuda.

Ese es el trato que estoy haciendo.

Cada vez que me pongo a pensar que trabajaré en Caracas tengo que sonreírme. A veces peco de exceso de confianza en mí misma al pensar que será muy fácil encontrar trabajo en tu ciudad... Pero luego me detengo a observar las contras que tendré que vencer: quién me contratará, quién me conoce que pueda recomendarme, con qué puedo yo comprobar que soy buena empleada... Lo más que tengo es la recomendación que me dará JJ, que para el caso de que la presente en Caracas, no creo que tenga mucha validez.... Pero en fin, no me desmoralizaré por eso, soy capaz de regalarles una semana de trabajo a cualquiera para demostrarle que sí sé trabajar bien. ¡Vamos a ver cómo me tratan tus compatriotas!

Tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Estoy paralizada :—)
Fecha: lun, 5 marz 2001, 23:08 H —0600

¿Que si me emociono o me asusta en saber que sólo faltan cuarenta y nueve días para encontrarnos en vivo, directo y a todo color y calor?

¡¡¡ME PARALIZA!!!

Mi cabecita no logra desarrollar la idea que un día como hoy podamos estar chateando y mañana me puedas estar ¡haciendo el amor! A veces quiero imaginarme que voy a Caracas caminando y ese será el tiempo que me lleve recorrer esa distancia... Tal vez si fuera así podría digerir mejor esa idea.

Tengo miedo, sí tengo mucho miedo. ¿Por qué? Porque somos dos en esto. Si fuera yo sola no tendría tanto terror y sabría cómo dar a cada paso. Voy a algo totalmente desconocido, y quiero ir, y quiero vivir todo, bueno o malo, no lo sé, y tengo miedo porque no puedo descartar la idea de que no funcionemos. Estoy cada día, cada noche, diciéndole a Dios que, si Él fue el que permitió que todo esto ocurriera, pues que ahora no nos abandone, y como sea que yo haga para estar junto a ti, que lo apruebe y nos deje desarrollar las condiciones necesarias para mantenernos juntos.

Sólo estoy segura de que te amo y ya no veo mi vida sin esa idea. Si después de estar juntos y haber hecho todo lo que sea para estarlo, nos damos cuenta de que no somos lo que creíamos, y tuviera que de regresarme con las manos vacías, lo haré triste, pero nunca me sentiré fracasada, porque se que estoy haciendo y poniendo todo lo mejor que de mí.

Voy a tratar de explicar como te quiero, ¿okey?

Te quiero como tal vez quieren las madres a sus bebes antes de nacer, desde que están en su vientre. Así de inexplicable es mi amor por ti. Te quiero sin haberte visto, sin haberte tocado, sin haberte tenido entre en mis brazos. Te quiero sólo porque te siento dentro de mí, porque te siento parte mía y yo parte tuya. Sin saber si serás bueno o malo, te quiero. Sin saber si serás bonito o feo, te quiero. Porque sé que me harás reír y llorar, te quiero.

Mi corazón se acelera a mil cuando pienso en ti, en mi estomago revolotean un montón de mariposas cuando te escucho en el teléfono, porque me haces llorar por la ternura que me inspiras, porque quiero ser grande, muy grande para ti y protegerte. Por todo eso y mucho más, te quiero.

No voy a dejar que mis miedos me impidan ir contigo, Rafael. Mis miedos no me van a detener. Voy a estar el veintitrés de abril a las once de la noche en ese aeropuerto, tal vez agarrándome de alguna silla o de las paredes, por temor a caerme del susto y de la emoción. Sólo lo pienso y me tiemblan las piernas, pero allí estaré. Escríbelo, proclámalo, grítalo, anúncialo, publícalo, pregónalo, promúlgalo: allí estaré. Sólo la muerte me impedirá ir a tu lado...

Te quiero mucho, mucho, mucho, mi pequeño ¡carajito!

Siempre tuya, Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hacer el amor 24 horas... :—)
Fecha: miér, 7 marz 2001, 16:52 H —0600


¡No me embromes, Rafa!

Claro que sé que no podremos hacernos el amor las veinticuatro horas del día... jajaja

Me he puesto a pensar demasiado, y visualizo que cuando esté en Caracas, a más tardar en una semana de mi llegada tendré que estar embarcada en una rutina de trabajo. Y si los horarios son como acá (de diez de la mañana a dos de la tarde, y luego de cuatro de la tarde a ocho de la noche) y yo, por ser la novata, seguro que me tocará dejar de lado mis horas de comida y algunas veces salir más tarde, con eso ya tendré bien ocupadas a lo menos doce horas de mis días caraqueños. Supongo que deberemos dormir por lo menos seis. De las 6 restantes, suponiendo que vivamos juntos desde el primer momento que llegue a Caracas, los dos debemos hacer nuestra labores: cocinar, limpiar, lavar, planchar, etc., etc. ¿Cuanto tiempo nos queda? ¿Una o dos horas? ¿Que haremos en ese tiempo, leer el periódico, ver TV, platicar o hacernos el amor? Tal vez debamos organizarnos y dedicar un día para cada actividad, por ejemplo:

Lunes.— Leer los periódicos.
Martes.— Ver televisión. ¿Hacer el amor?
Miércoles.— Conocernos, platicar. ¡Hacer el amor!
Jueves.— Pelearnos. Reconciliarnos. Jajajaja. Y claro, ¡hacer el amor!
Viernes.— Ir al cine. ¿Hacer el amor, otra vez? ¡SI!
Sábado.— Visitar o que nos visiten los amigos.
Domingo.— Hacer el amor todo el día, desde la mañana hasta la noche. Ese día si que me tienes que cumplir como buen esposo.

Jajajaja, ¿Te gusta mi agenda semanal? ¿Quieres hacerle modificaciones? Puedes, pero antes debes consultarme, ¿de acuerdo? Recuerda que yo seré quien decida todo... jajaja ....

¡No te creas!!...Es broma, ya sabes como has puesto de ¡¡deschavetada!! :-)
¿Que tratas de hacer con esa cuenta regresiva de los días que nos faltan para EL GRAN DÍA? ¡¡¡¿ASUSTARME?!!! ¡¡AAAYYYY!!!!!...No me provoques, Rafucho, mira que adelanto el viaje, ¿eh?

¿Tú sabes la cantidad de tensión que yo traigo?

Y yo necesito a alguien para desahogarme y desquitarme... ¿Y a quien crees que tengo en la mira? No te hagas ilusiones que voy a Caracas porque te quiero mucho, porque te necesito en mi vida ni porque no concibo un día más en mi agenda sin tu presencia...nnnnnoooooo, señor, nada de eso: voy a Caracas nada más para desquitarme de todo lo que me ¡¡has hecho!!!...Y ya tengo algún par de buenas ideas y con ellas la peor: ¡que tengas que soportarme toda tu vida, cada hora y cada minuto de todos tus días! Esa será la verdadera razón por la que me casaré contigo, carajito de mi vida... Jajajaja...

Ahorita regreso, ya llego la clienta que estaba esperando...

Un ¡¡besote!!, tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Mónica y mi supuesto "cyber-romance"
Fecha: miér, 14 marz 2001, 21:05 H —0600

Ya estoy en casa... Mónica esta enojada conmigo... :-( Me reclamó que ya no salimos juntas, que me he alejado mucho de ella, me dijo que me había convertido en una adicta al internet y que eso estaba muy, muy mal. La dejé hablar y que desahogara lo que traía, después le explique que recordara que estuve enferma con la gripa y que además he tenido mucho trabajo.

Algunas veces ella ha pasado a saludarnos en la noche y me ha encontrado chateando contigo o escribiéndote algún email, y esto me lo quiso echar hoy en cara, pero cuando empezó hablar de eso la pare en seco y le dije que eso no era asunto de ella, y bien sabía en que plan andaba yo contigo. Y bueno, esto la enojó más y me respondió que yo estaba muy cambiada y ya no le platicaba nada de mi "cyber-romance". Le contesté que precisamente por eso no le platicaba nada, ya que ella se reía en mi cara de mi relación contigo y esto de verdad es muy serio para mí. Le dije "Rafael y yo tenemos planes muy reales y formales y mientras tú no te tomes con seriedad lo que te digo, entonces no te platicaré nada de nada"

Total, que está muy enojada y al despedirse me dijo que ya no me va a buscar ni a invitar a salir para no distraerme de mi "noviazgo". Lo dijo así, muy sarcástica ella.

Creo que no la encontré en su mejor momento, y si ella me dice que estoy cambiada, pues ella tampoco se queda atrás. No se por qué no termina de aceptar esto que me está pasando contigo, pero, en fin, ya se contentara ella solita.

Me voy a dormir, no estoy cansada, pero si tengo mucho sueño. Que tengas buen día y que te vaya excelente en tu trabajo. Te quiero mucho y para mí eres mucho más real que nadie nunca lo ha sido...

TE AMO . Tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¿DESILUSIONADA?
Fecha: vier, 16 marz 2001, 12:44 H —0600

Ayer me sentí un poquito desilusiona, cuando respondiste mi pregunta de si te casarías conmigo antes de tener relaciones sexuales. Creo que esperaba una respuesta más romántica, casi que cortándote las venas por mi, pero igual, como siempre, agradezco tu franqueza.

Entre tantas cosas que debí meditar anoche esta fue una de las que más me atrapó, pero al final te di la razón.

Aunque nos hemos dejado envolver por esta magia del internet donde todo es fantasía y todo puede ser o no ser real, todo lo que siento, pienso y anhelo de ti, también puede ser sólo producto de mi fantasía. Igual puede estar sucediéndote a ti, pero eres más inteligente que yo y no te arriesgas: lo dejas hasta ver cómo se vayan presentando las cosas... Esto es muy bueno, y debo aprenderlo de ti, para mi bien.

Para mi tranquilidad creo que debo ubicarme en la misma frecuencia que tú, dejar que las cosas sucedan paso a paso sin adelantar nada. Ya dejaré de andarle dando tantas vueltas a las cosas dentro de mi cabeza, sólo compraré ese boleto a Caracas y veré que pasa durante ese mes, y estoy segura que nos irá bien el tiempo que deba irnos bien, tal vez se el mes completo y de esto dependa si me quedo un segundo mes, o seis meses o un año, pero el tiempo que sea, debe ser porque nos va bien y ya veremos que más se presenta.

Siempre he creído en ti y aun creo que eres el hombre de mi vida, pero quiero que me conozcas en todos los aspecto para que estés muy seguro de mí antes de que demos un segundo paso.

Estoy corriendo, casi me voy a comer, solo espero a que terminen con unos clientes y salimos a comer. Te busco más tarde. ¿Me cuentas como te fue con las fotos de los cachorritos? ¿Tuviste bonito día?

Te quiero. Un beso, Sandra




Para comienzos de abril ya no había vuelta atrás. Sandra había negociado la venta de su carro y presentado a JJ, su jefa, el permiso no remunerado por un mes. Igualmente las reservaciones de su pasaje aéreo estaban listas.

Mientras tanto, Sandra oscilaba como el péndulo de un viejo reloj mecánico entre una alegría desbordante y un miedo paralizante. Yo la comprendía perfectamente, ya que de mi lado ocurría algo similar.

Las cosas se habían vuelto más comprometedoras de lo que realmente yo hubiera deseado. Debo reconocer que hasta cierto punto prefería el plan inicial que Sandra y yo habíamos pautado para enero pasado: una visita corta de tres o cuatro días que nos permitiera no sólo conocernos y tocarnos, sino hacernos reales el uno para el otro. Luego, seguir adelante, aunque fuera a distancia, pero esta vez sustentando nuestras aspiraciones en una realidad ganada durante esa visita de tres días. Pero las cosas tomaron otro curso y, casi sin darme cuenta, nos habíamos involucrado más y más sin el soporte de un conocimiento real y, de esa forma, Sandra se vendría a mi casa con una maletota bien cargada de ropa.

No es que tuviéramos planes para casarnos al día siguiente de su llegada a Caracas, pero ya habíamos dejado correr mucha agua como levantarnos al día siguiente de su llegada y decirle yo a ella o ella a mí: "en realidad esto no era lo que me había imaginado". Porque para ser sinceros, todo lo que cada uno de nosotros representaba para el otro, lo habíamos imaginado. Porque una cosa era decirle que yo pesaba ochenta y dos kilogramos y que apenas medía un metro setenta y dos centímetros, y otra era que ella se topara en Maiquetía con un gordito medio retaco como yo.

Si bien era cierto que aún en los momentos más delirantes y fantasiosos de nuestra relación siempre habíamos considerado la posibilidad de que las cosas no funcionaran entre nosotros y, en consecuencia, Sandrita tuviera que regresarse por donde había venido, esa posibilidad sería bien difícil e incómoda a la hora de enfrentarla. Sandra estaba abandonando a su familia, arriesgando un trabajo en el que tenía un buen sueldo y una bien ganada reputación, y, para colmo de males, tendría que vender su carrito. Eso me colocaba a mí en posición bastante comprometedora. Digo, que no se trataba de que a la primera de cambio me parara una noche frente a la chica y le dijera que tenía rehacer sus maleticas.

En esos días que antecedieron a la fecha de su viaje, me sentía loco de contento al saber que ya pronto podría verla, tocarla, besarla, hacerle el amor, salir con ella a caminar por las calles de Caracas o por donde se me diera la gana. Cierto que mi pasión estaba encendida como una hoguera bien alimentada de leños, pero, sin embargo, todas estas expectativas estaban cifradas en una chica a quien nunca había visto. En el fondo no sabía si me gustaría su mirada, o su forma de responderme, o su tono a la hora de pedirme algo o de expresarme alguna molestia. No sabía ni siquiera cómo caminaba, ni conocía su risa (jamás en nuestras conversaciones telefónicas había habido oportunidad para robarle una carcajada). Ni conocía el olor de su piel, ni el perfume de su aliento (allí Roberto tenía toda la razón del mundo). También era un hecho que habíamos pasado horas chateando, pero el ritmo en una sala de chat es lentísimo comparado al de una conversación a viva voz. Quizás bastara media hora para decirnos todo lo que nos decíamos en una larga noche de chateo. Y si eso era así, ¿de qué hablaríamos? Sandra misma en sus primeros emails me lo había advertido con virulenta mordacidad: «¿De qué hablaremos cuando estemos juntos, de tintes para el pelo o de mascarillas de belleza?» Quizás me había precipitado al involucrarme tanto en una relación tan descabellada, pasando por alto muchos detalles básicos.

Recordé a Marisela, una chica casada con quien mantuve un incendiario romance un par de años atrás. Era una morena de perturbadora belleza. No era muy bonita de cara, pero tenía un cuerpo capaz de quitarle el aliento al más avisado. Yo estaba absolutamente consciente de que si logré acostarme con ella fue porque supe fingir un enamoramiento que en realidad no sentía. Bueno, quizás al comienzo si creí estar enamorado, pero bastó una sola revolcada en la cama para darme cuenta de que no era la mujer que yo había imaginado. Marisela era simple, tonta y vulgar. Ella pensaba que estaba enamorada de mí, o quizás lo estuviera de verdad, pero para ella ese delicioso y delicado estado del alma se reducía a llamarme como diez mil veces al día a mi celular para contarme las tonterías que le pasaban en el gimnasio o las peleas que tenía con el imbécil de su marido. Con el tiempo llegué a cuestionarme si realmente valía la pena meterme en la cama con Marisela dos o tres veces al mes a cambio de soportar hasta el cansancio sus desabridos comentarios sobre su diaria rutina. Cuando me aburrí, le inventé que quería que se viniera a vivir conmigo, lo que significaba cambiar su cómoda vida en su apartamento en Altamira por la miserable vida que yo podía ofrecerle en mi apartamentico en Las Danielas. Cayó en la trampa y, entre lágrimas y lamentos, me mandó de paseo.

Recordaba también un episodio que me ocurrió con María Alejandra, una rubiecita bien bonita a quien estuve persiguiendo durante meses. Cuando finalmente me fui a la cama con ella, no sentí nada. No es que fuera fea ni que tuviera defectos ocultos bajo su ropa. Desnuda era tan bonita como vestida, pero la chica no era capaz de provocarme ni un mal pensamiento. Es decir, me atraía, pero al tocarla no sentía nada de nada. Fue algo muy extraño, un fenómeno que sólo me ha ocurrido con María Alejandra. Pero como anduve tanto tiempo detrás de ella, luego no podía levantarme de la cama y dejarla allí sin mayores explicaciones. Estuvimos saliendo un par de larguísimas semanas, hasta que finalmente, para mi alivio, acordamos dejar las cosas hasta allí.

Igual me ha ocurrido exactamente lo contrario: como con Matilde, una flaca sin pendientes ni caídas, es decir, cero tetas, cero nalgas, cero caderas. Para colmo, era notorio la falta de un diente en su dentadura superior. Aún así, cuando me acosté con ella, casi por ociosidad y a falta de mejores opciones, el chispazo fue delicioso. Hubo química.

Me estoy refiriendo a casos extremos. Pero lo que quiero decir es que el rumbo que puede tomar un hombre y una mujer después del contacto sexual es algo absolutamente impredecible.

No tenía razones para dudar de mi atracción hacia Sandra. Tampoco eran justificables mis dudas sobre mis propios sentimientos, ya que la chica, para bien o para mal, se había convertido en el centro de mi vida. Todo en mí parecía haberse detenido esperando el momento en que ella bajara de ese avión y me dejara tocarla y hacerla mía de una vez y para siempre. Sé que muchos no creerán lo que voy a decir, pero desde que conocí a Sandra y comenzamos a embarcarnos en esta relación virtual, yo no había estado con ninguna otra mujer. Podía haberlo hecho y Sandra jamás se hubiera enterado. Pero temía que al acostarme con otra, se rompiera de alguna forma la magia que se había creado alrededor de Sandra Berenice López González.

Mi miedo era que todo lo que habíamos forjado en estos ocho meses de relación virtual debía someterse ahora a la deliciosa y horrenda prueba del mundo real. Después de hacer el amor, cuando el sudor y las secreciones se secan y comienzan a descomponerse hasta borrar el seductor aroma de los perfumes, es entonces cuando comienza a emanar el verdadero olor de nuestro cuerpo. A veces mataríamos tan sólo por estar cerca y poder aspirar un poco de ese olor fuerte e intenso de la piel amada. Otras veces, en esas ocasiones en las que el sexo es sólo sexo, la fetidez de nuestra amante simplemente nos resulta insoportable. Más que el aspecto de las manos o el del delgado cuello de Sandra, me preocupaba el olor de su cuerpo durante las venturosas o aciagas horas del amor. O su forma de mirar. Hay personas que de plano nos caen mal simplemente por la forma en que nos miran, o por el tono en el que hablan. La voz puede ser bonita, pero el tono puede ser detestable.

Estos eras mis temores durante aquellos días que antecedieron al viaje de Sandra.




De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Ya, ¡ahora mismo!
Fecha: lun, 2 abr 2001, 23:24 H —0600

Te quiero, te quiero ahora mismo, dentro de mi, ya y ¡para siempre!

¡Muchos besos!, donde más te plazca colocártelos,

Tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Presentimientos
Fecha: mart, 3 abr 2001, 16:08 H —0600


No, no. Mi mal presentimiento no lo siento respecto a ti. Es muy curioso: puedo pensar en ti o fantasear cómo será nuestra vida cuando estemos juntos, visualizo todos los buenos y malos momentos que podremos tener, pero esto lo veo a muy largo plazo, no lo veo cercano, ¿me explico? Deseo mucho estar contigo y sé que lo estaré, pero cosa extraña, a pesar de estar a punto de montar un pie en ese avión que me llevará a Caracas, no veo cercano ese día. Es algo muy raro. Y mi mal presentimiento lo veo, lo siento aquí. Yo también siento que la muerte está cerca, te lo he dicho, siempre he creído que no viviré mucho y por eso siento que debo hacer todo pronto, como si no tuviera tiempo que perder, pero a la vez siento que ya tengo una carta de vida y que moriré cuando cumpla todo lo que esté escrito en ella y que da igual si me apuro o si no, igual al final la muerte llegara cuando deba de llegarme. Yo no sé si como buena mexicana siempre he vivido consciente de que quien me acompaña a mi lado es la muerte, y no le tengo miedo, o más bien no le tenía miedo. Últimamente estoy más consciente de ella, y aunque nunca le he hablado, a veces quisiera tener el valor para decirle que ni se lo ocurra hacerme una gracia en estos tiempos, que me acompañe unos... veinte años más, por lo menos. ¿Has visto alguna vez la película o leído el libro "Macario"? Así mismo quisiera hacer un trueque con la muerte: yo le doy de comer y ella me deja vivir.

Bueno, ya dejemos eso, hay que hacernos amiguitos de la huesuda y que se haga viejita a nuestro lado, ¿okey?

Ya debo irme a dormir. Un beso grande, tu Sandra.



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto.
Fecha: mart, 3 abr 2001, 22:31 H —0600


Estoy cayendo en mucha ansiedad, siento que faltan tantos días para verte y la vez siento que son tan pocos… ¡Veinte días y te tendré en mis brazos y dormiremos uno al lado del otro!

Anoche casi les digo a mis papás lo de mi próximo viaje. Terminamos de cenar y nos quedamos de sobremesa charlando, hablando de todo en un plan muy relajado y de pronto pensé que seria buen momento para decirles lo de mi partida. Comencé a meditar como tocar el tema, pero de pronto mi mamá dijo algo que me dejó fría. Nos platicó que estaba muy nerviosa porque presentía que algo malo iba a suceder en la familia. Tiene varios días soñando una presencia extraña en la casa. Yo le pregunté "¿Como una presencia extraña?, ¿buena, mala?, ¿hombre, mujer?, ¿vivo, muerto?" Me contesto "No sé, Sandra, no me atrevo a mirarla". Ya te he dicho que mi mamá es medio bruja. Ella y Adriana tienen algún sexto sentido que les permite ver o presentir muchas cosas. Cuando ha muerto alguien de la familia, Adriana puede contactar con ellos, pero no es que ella lo decida. En cualquier situación de pronto entra en trance y nos asusta mucho. Adriana no se da cuenta en ese momento, pero cuando ya regresa está muy débil y asustada. Bueno, el caso es que las dos son brujas.

Después de esta charla con mis papás ya no me animé a decirles nada acerca de mi viaje. Me fui directo a mi cuarto, pero cuando estaba preparándome para dormir, Adriana entró a buscar unas revistas que yo tenia sobre la cama. En realidad era una excusa. Lo que quería era hablarme, o más bien preguntarme sobre la fotografía tuya que está en mi mesita de noche. Se me acercó en plan de cómplice y me dijo en voz baja, «Son algo más que amigos, ¿verdad?» Le conteste igual, en voz baja que «¡Si!» y comenzó a gritar como loca: «¡Yes, yes! ya lo sabia». Casi tuve que taparle la bocota para que no la escucharan en la cocina. Le dije que aún no les decía nada a papá y mamá, pero que ya pronto les diría todo, así que por favor no lo comentara aún con nadie. Me dijo que estaba bien, pero con la condición de que cuando vinieras a casa, ella sería la primera en saludar al famoso fotógrafo Rafael Anzola. Está un poco deschavetada, esperemos que se deba a su poca edad, ¿no crees?

En cuanto a la reservación del boleto de avión, mañana llamaré a la agencia para que me den cita a la hora de la comida. Ellos atienden después de las once de la mañana.

Ya me contestó Carmen (mi cuñada) y mis hermanos están de acuerdo con lo de mi viaje y mañana les llamaré por teléfono para hablar con ellos de la economía de mis papás.

Estoy muy, muy nerviosa, Rafael. No quiero pensar en nada, sólo hacerlo y ¡ya!

Te quiero mucho, Rafael, mucho, mucho... Y aunque me veas haciendo todo esto no quiero que te presiones por ello, quiero que me conozcas, quiero gustarte, que me quieras y de verdad desees que me quede a tu lado, ¿okey?

TE AMO. Tu Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Ya hablé con mi papá!
Fecha: juev, 5 abr 2001, 3:50 H —0600


Deja te cuento todo y lo tanto que se vive en solo unas horas.

Hoy en la noche todo estaba en calma en esta casa: las chicas afuera con los novios, mis papás tranquilamente mirando la televisión. Como que me gustó el ambiente para poder hablarles de mis planes de viaje, así que cumplí contigo de avisarte por email que había llegado bien a casa y me fui a acomodar en mi sillón junto a ellos para empezar mi charla. En lo que buscaba cómo hacer para llegar el tema, en eso ¡llegó Mónica! Bueno, ni modo, con ella presente no podía decir nada, ¿verdad? Así que me dediqué a atenderla y a esperar que se marchara lo más pronto posible, pero nada: ella traía recargadas las baterías y quería hablar y hablar y hablar, ¿De que? De ti, de mí, del ¡viaje!... Si tú te sientes molesto con los comentarios de Roberto en relación a lo nuestro, yo lo estoy con los de Mónica, y creo que hasta un poquito más. Ya de plano le dije que éste no era asunto de ella y que me dejara en paz, que si las cosas nos salían mal, que no se preocupara, que ella sería a la primera persona a quien iría a decirle que tenía toda la razón y que debí haberla escuchado. Me ha hecho tal cantidad de advertencias que yo no la creía capaz de pensar tanto. Bueno, después de este combate ya no me quedó mucho ánimo para hablar con mis papás. Como ya era muy tarde, le pedí a Mónica que se quedara a dormir en casa. Si no hubiera estado enojada hubiera aceptado, pero brava como estaba, se negó. Así que no tuve más alternativa que acompañarla hasta la suya. Mi papá fue con nosotras para que yo no condujera sola de regreso. En el camino de regreso él ya había notado que estábamos enojadas y me interrogó por el motivo. Y yo como venía con el ánimo revuelto por culpa de la actitud de Mónica me fui de lengua, y así es que me encontré hablándole a mi padre de mi próximo viaje a Caracas.

Llegamos a casa y papá me pidió que siguiéramos hablando en el coche, para que no se enterara mi mamá, quien sigue muy nerviosa con lo de la "presencia" en la casa y no convenía decirle nada de esto hasta que él me ayudara con ella a hacerla a la idea. Bueno, le conté a mi papá lo que quería hacer, vender el coche y todo lo demás. Le dije que mis hermanos ya lo sabían y que ellos se ocuparían un poco más de la parte económica de la casa. Le expliqué que no pasarían apuros por dinero. Le dije que quería ir a Venezuela porque me habían hablado de un buen trabajo y que además ya sabía de varias escuelas donde podía estudiar Cosmetología. A una de sus preguntas le respondí que tenía unas amistades en Caracas y que me ofrecían su casa para hospedarme hasta que encontrara un lugar y su ayuda para ubicarme en la ciudad. No le hablé nada de ti. De pronto lo vi muy afligido cuando le informé que todo esto iba pasar a partir del veintitrés de abril. Le dije que ya lo había planeado desde hacía mucho tiempo, pero que no encontraba el momento adecuado para decírselos. Ya sólo me dijo que hiciera lo que yo quisiera y que él siempre me daría su apoyo y que me iba ayudar con mi mamá. Quedó en que él me avisaría cuando pudiera hablar yo con ella. Ya para esto eran cerca de las dos de la madrugada y no tenia nada de sueño.

Me quedé pensando mucho tiempo en mi cama repasando las tantas cosas que me dijo Mónica. Me cuestionó qué tanto sabía yo de ti, que cómo me arriesgaba a ir como una loca tan lejos para meterme en tu casa, que si yo sabía que podrías ser cualquier tipo de loco y que yo tontamente me iba sola como una vaquita al matadero. Bueno, me dijo un montón de cosas y terminamos peleadas. Ya eso te lo conté. Cuando terminábamos me dijo que para qué me iba tan lejos, que como tú hay cientos de hombres aquí en Guadalajara. Entonces sí que me enojé y le dije que tenia razón, y que igual como yo hay muchas no sólo en la ciudad, sino donde ella trabaja, así que era mejor que ya no se molestara en venirme a buscar más, que mis características físicas las tiene un montón de chicas y que no había necesidad que gastara su saliva en tratar de hablarme más, que se quedara tranquila y dejara de preocuparse por mí, así las dos ganaríamos un poco de paz. Es mi amiga y la quiero muchísimo, pero en este asunto creo es mi peor enemiga. Y esto no es contra ti, es que ella quiere que haga las cosas como antes las hacia o que las haga como ella me dice que debo hacerlas. ¡¡Y eso es imposible!!

Te quiero mucho, Rafael, te quiero hasta dolerme tanto. Te amo, de verdad que sí te amo.
Soy tuya, Sandra






CAPITULO VI


El sábado siete de abril, cuando apenas faltaban dieciséis días para la llegada de Sandra a Venezuela, todo cambió.

Ese día salí a dejar en reparación mi vieja Nikon F2. Desde hace por lo menos tres años tenía dañado el fotómetro, razón por la que había quedado relegada al trabajo de estudio, donde utilizo una velocidad de obturación única y una apertura de diafragma fijas, ajustadas a las luces que usualmente utilizo para los retratos. Indudablemente un final triste para una cámara que me acompañó durante años con el arrojo de un incondicional guerrero a fotografiar manifestaciones callejeras, retratar a Jorge Luis Borges obsequiando cultos autógrafos a sus fanáticos lectores en la librería "Lectura", registrar las sensuales y vertiginosas caídas de agua en los altos del río Caura o a documentar expediciones entre los blancos glaciares de la Sierra Nevada.

Mi primera cámara, cuando muchacho, fue una legendaria Pentax K-1000. Fue ella quien me pervirtió los sentidos. Ella me hizo descubrir las luces, las formas, los encuadres, el momento oportuno y único para disparar una foto. Me enseñó el mágico poder de retener imágenes que se burlarían para siempre del paso del tiempo, imágenes que perdurarían más allá de la vida de personas, calles y edificios. Me obligó a mirar cosas antes las cuales antes era ciego. Primero me entretuvo, como una chiquilla callejera que se inventaba deliciosos juegos con su lengua para hacerme llegar tarde a clases. Luego me sedujo, como una mujer bonita que, al descuido, levanta sus faldas para dejarme ver sus lindas piernas. Después me enamoró, haciéndome creer que ella la más hermosa entre todas las mujeres del mundo. Finalmente, me hizo amarla, haciéndome creer que era única. Así, terminé casado con mi cámara y decidí hacerme fotógrafo.

Lamentablemente para poder comprarme mi Nikon F2 tuve que vender todo mi equipo Pentax. Era consciente de que estaba saliendo de una excelente equipo fotográfico amateur para adquirir una cámara con verdaderos recursos profesionales. Sin embargo, me sentí perdido después del cambio. Durante mis años de amores con la K-1000 había adquirido una gama bastante completa de lentes (18 mm., 20 mm., 28 mm., 35 mm., 50 mm., 80-210 mm. y un tele de 300 mm.) así como una magnífica colección de filtros, cables disparadores, cables de extensión para flash. Tuve que vender todo eso para poder adquirir la Nikon F2, equipada apenas con un lente luminoso (1.4) de 50 mm. de distancia focal.

Con las ganancias de mis primeros trabajos fui comprando nuevos lentes y filtros. Una vez que logré equiparar mi nueva Nikon con mi viejo equipo Pentax, durante años no necesité nada más. Pero después de muchas caídas, golpes contra rocas y paredes, un rolazo de un policía durante una protesta estudiantil, la pobre F2 había perdido irreparablemente muchas de sus bondades. Fue entonces cuando adquirí una F3, versión mejorada y más completa de la F2. Sin embargo, nunca logró reemplazar dentro de mí la admiración y entusiasmo que durante años la F2 logró sembrar en mi vida como fotógrafo.

Además de la F3 tengo una F70 y una F5. Siempre que puedo, ahora trato de no vender mis viejas cámaras para adquirir otras nuevas. Y por experiencia sé que un verdadero fotógrafo nunca puede sentir que ya tiene demasiadas cámaras en su poder para conjurar la necesidad de adquirir una nueva.

Ese día, sábado siete de abril de 2001, había ido a llevar a reparar mi vieja F2. El contacto con el conector del cable que la unía con las luces del estudio había estado fallando últimamente y ya era hora de remplarzarlo. Eran como las cinco de la tarde cuando había cumplido con mi diligencia y decidí dar una caminata por Sabana Grande. Debo admitir que me sentía a gusto -por primera vez en muchos años- en medio de tanta gente apurada, caminando, viendo vidrieras, comprando, arrastrando los cochecitos de sus bebés como quien empuja un tesoro. Sentía que esa gente estaba viva y yo me sentía parte de ellos. Dos semanas más y ya Sandra estaría en Caracas, a mi lado, acompañándome en una caminata similar a la que ahora yo hacía.

Si todo salía bien entre nosotros y lográbamos consolidarnos como pareja y nos casábamos y todo eso, lo más probable era que en relativamente poco tiempo decidiéramos tener un bebé. Esa idea me ilusionaba, pero a la vez me aterraba, dada mi edad y mi precaria situación económica. A duras penas lograba cumplir con la modesta mesada de mi hijo, así que no me imaginaba pagando clínica, comprando leche y pañales, teteros, chupones, camisitas, escarpines, pediatras, poniendo vacunas ni aplacando cólicos. Sin embargo, pensaba que todo, incluyendo la suerte de mi economía, debía cambiar con la llegada de Sandra. No es que ella representara para mí una especie de varita mágica. Al contrario: ella se bajaría del avión con su sensual boquita, sus maleticas y su propio cargamento de deudas, padres y hermanas que dependían económicamente de ella. "Jajaja", como diría ella, o "Dios proveerá", como diría yo, quizás irresponsablemente.

Llevaba demasiado tiempo solo. Y eso me gustaba. Pero ya estaba harto de tanta independencia. Es cierto que cuando no tenía dinero para cumplir con la renta del apartamento, ni para pagar el condominio, ni el alquiler del local donde funcionaba mi estudio, ni para el teléfono, ni para la electricidad, pues me preocupaba yo solo, sin tener que compartir esa angustia con nadie. Porque generalmente cuando uno comparte esa angustia con alguien, ese alguien rara vez se vuelve un aliado, sino un elemento adicional de presión. Sin embargo, pensaba yo, quizás ya era hora de someterme nuevamente a ese elemento de presión. Asumir nuevos compromisos. Salir de mi escondrijo y enfrentarme a la vida, o inventarme una nueva, totalmente distinta a la que había estado llevando durante los años que se sucedieron a mi divorcio.

El amor no es otra cosa que un animal caprichoso, escurridizo y tramposo. Soy de los hombres que cree en el amor, en la amistad, en la palabra y en la lealtad. Es decir, creo en las cosas que no se pueden ver, pero que están allí, como ángeles guardianes del destino de nuestras vidas. Pero de todos ellos, es el amor el ángel más misterioso y el más embaucador. A veces creo que no es un verdadero ángel, sino un noble bufón. Hagamos lo que hagamos, él siempre se ríe, nosotros siempre lloramos. Sin mala intención, no lo dudo, pero lo hace.

He pasado años bordeando el amor. No podría asegurar si buscándolo o huyéndole. A veces lo sospecho, huelo su cercanía, siento su respiración, pero al final, todo resulta ser un fraude. O peor: un simulacro. El sexo es el mejor y el más despiadado imitador del amor: busca el cuerpo del amante, lo abraza, lo besa, intercambia con él sus fluidos más íntimos, lo acaricia con aparente ternura para finalmente apartarse con un mal disimulado fastidio. El sexo es el camino del amor. Pero rara vez el sexo sabe llegar al amor. Muerto el deseo, nace el fastidio, el hastío, el atronador y aplastante fracaso del intento. Lo que antes era mucho, casi todo, ahora nos resulta tan poco, casi nada.

Sandra me devolvió al amor. Y a partir de allí, ella se hizo grande. Suena raro decirlo. Suena patético, suena como una payasada afirmar que tal proeza proviniera de una mujer a quien nunca había visto más que en fotos. Cincuenta y ocho fotos en total, incluyendo las que me había enviado sólo por internet.

Sandra y yo habíamos logrado creer. Y a partir de allí, todo se nos había hecho posible. Muchas veces me he preguntado, y Sandra también me ha hecho mil veces esas preguntas, ¿qué hubiera pasado en mi vida si aquella tarde no hubiera entrado a esa sala de chateo? ¿Qué hubiera pasado si nunca hubiera escrito «BUSCO A UNA CHICA LINDA, INTELIGENTE Y SIMPÁTICA»? No tengo respuestas. Pero cuando ella me lo preguntaba durante los primeros meses de nuestra relación, yo le respondía: el amor es un animal caprichoso, escurridizo y tramposo. Te montas en un vagón del metro y conoces a la mujer que parirá a tus hijos. Así de complicadas son las cosas. Así de simple es la vida. Así de escurridizo, caprichoso y tramposo es el amor.

Llegué a Chacaíto cerca de las seis. Era una tarde hermosa, cálida, iluminada por un sol dorado, llena, repleta, rebosante de gente viva, de gente acompañada. Me sentía tan bien allí, entre ellos, que no quería irme a casa. Caminé hasta el cine Broadway y compré un boleto para ver Hannibal. Tenía la imperiosa necesidad de ensayar y disfrutar cómo serían, dentro de dieciséis días, mis tardes de sábado al lado de Sandra.

Regresé a casa como a las diez de la noche. Como ya era costumbre en los últimos ocho meses, lo primero que hice fue encender la computadora y revisar mi buzón. En él me encontré con varios mensajes de Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Mucho, muy rico!
Fecha: sab, 7 abr 2001, 11:24 H —0600

Si, lo de anoche fue ¡¡muy rico!! De recordarlo me dan cosquillitas en la piel, en el estómago y un poquito ¡más abajo! La próxima vez que hagamos esto será en vivo, en directo y a todo calor. ¿Sabes algo? Siento que cada vez me excito más intensamente y por más tiempo... ¡Madre Mía! Tendré que irme a confesar por tanto pensamiento impuro... jajaja

Dime algo, tu que sabes más, ¿es normal que al día siguiente que me acaricio me duelan los ovarios? Me he dado cuenta que cuanto más me excito, más fuerte es el dolor. Anoche me excite muchísimo, estuve excitada por horas y ahorita es bien molestito el dolor. ¿Es normal? ¿O crees que debo consultar al médico? Podría echarles la culpa a los anticonceptivos, pero antes que los tomara era igual...¡Hijole! has de pensar que soy muy ignorante, pero nada de esto me había pasado antes, y a mis amigas no les escuchado nada parecido. Hasta en eso estás poniendo mi mundo al revés...

Cuéntame más de tu presupuesto, el lunes será tu entrevista con ellos, ¿verdad?, ¿a qué hora será eso?, para prender una veladora y pedir para que te lo acepten. ¿Puedes creer en eso? Desde que estudiaba, cuando hacia algún examen muy importante, hasta el día de hoy, cuando voy hacer algo que me vale mucho, le pido a mi mamá que prenda una veladora a la Virgen María justo en el momento, para que me ilumine y que todo me salga bien. Cuando le diga a mi mamá de mi viaje, le pediré que a partir de que me vaya, a diario le ponga una veladora la virgen de Guadalupe para que nos vaya bien en todo.

¿Puedes creer que tu bigote jugo un papel muy importante en nuestra historia? ¿Crees que si me hubieras enviado una foto sin bigote, no te habría tenido tanto miedo y quizás entonces no habría pasado nada entre nosotros? ¿Que crees que me tocó más, tu bigote o tu "ME INTERESAS, ¿TE INTERESA?"?

Estaré todo el día aquí, en la estética, estaré buscándote para ver que novedades me tienes, ¿okey? Tengo hambre, ahora voy a comer un poco de sandía, ¿te gusta? ¿hay sandías en Venezuela? Te busco más tarde...

Te quiero mucho, ¡mucho! Tres besitos en tu cara. Tu Sandy-a



De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Algo muy raro
Fecha: sab, 7 abr 2001, 19:23 H —0600

No sé qué me pasa, pero me siento muy rara. Siento mucho, mucho, mucho miedo. Por momentos hasta me tiemblan las manos. Quiero llorar, me siento muy tensa del cuello y la nuca... ¡¡¡TENGO MUCHO MIEDO Y NO SÉ DE QUÉ!!!

Ya cancelé el siguiente cliente, necesito salir, voy a casa, necesito ver a mi mamá, tengo muchas ganas de llorar, ¡necesito que alguien me abrace!

No se qué me pasa, nunca antes me había sentido así. Te busco más tarde... Un beso. Sandra


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Estoy triste
Fecha: sab, 7 abr 2001, 20:27 H —0600


¡Un día triste sin ti! Sí estás bien, ¿verdad?

Aún no llegas y casi me tengo que ir. Tal vez después de hacer todas tus cosas de sábado te fuiste de parranda por allí. Si es así, ojalá la pases muy bien.

Estoy saliendo. Me voy directo a donde el cumpleaños de mi tía Adela. Mi familia ya está allá. No creo que te vuelva a escribir hoy. Lo más seguro es que nos quedemos hasta muy tarde o quizás no regresemos a casa hasta mañana.

Creo que estará muy bien esta reunión, aunque sólo es eso: una reunión, no una fiesta. Vendrá mucha gente, pero sólo familia y algunos conocidos de mi tía. A ella le gusta preparar cena completa, (seguro mi mamá andará con ella, ayudándola). Y aunque yo no sé beber, a muchos de la familia se les da muy bien eso, así que cuando ya están entonaditos no falta quien empiece a cantar y de allí nos le unimos todos con los peores alaridos que se puedan dar en esta tierra. O contamos chistes o anécdotas, en fin, se pondrá padre el asuntito. Ya te imaginarás como es eso.

Nada más pueda te escribo como nos fue, ¿okey?

Te quiero mucho, y deseo ya estar contigo...

TE AMO, ¡no lo olvides! Todos, todos mis besos para ti...
Para siempre tuya, Sandra.
P.D. ¡¡TE EXTRAÑO MUCHO!!



No pude menos que recriminarme por no haber regresado antes a casa y responderle cualquier cosa, al menos decirle que me encontraba bien y no se preocupara por mí tardanza. Me inquieto un poco ese mensaje en el que me decía que se sentía muy triste y con muchas ganas de llorar. Apartando ese detalle, no le di más importancia al asunto y me fui directo a la cama a dormir.

Al día siguiente, domingo ocho de abril, salté de la cama, me puse unos monos y bajé corriendo a comprar el periódico antes de que se agotara. Al regresar a casa encendí la computadora y, por primera vez en ocho meses, no encontré noticias de Sandra. Recordé que me había dicho que tal vez ella y su familia se quedarían durmiendo en casa de la tía Adela. Eso me tranquilizó.

Ni al mediodía, ni en la tarde ni en la noche hubo noticias de Sandra en mi buzón. Recordé que en anteriores oportunidades su servicio de internet había fallado hasta por treinta horas. Como era domingo, Sandra tampoco tendría acceso a la computadora de su oficina, así que si era la conexión de su casa la que estaba fallando, habría que esperar hasta mañana lunes para que ella pudiera hacerme llegar noticias suyas.

Al día siguiente, lunes nueve de abril, revisé mi buzón de emails antes de salir para el negocio. Nada. Comencé a preocuparme.

Llegué al negocio y esperé hasta las once de la mañana (nueve de la mañana en Guadalajara) para llamar a la estética. Me respondió una voz masculina y me dijo que allí no trabajaba nadie de nombre Sandra López. Volví a marcar con la seguridad de que antes lo había hecho mal, pero nada, me respondió el mismo hombre. Colgué. Luego llamé al celular de Sandra, pero fue inútil: la comunicación no enlazaba.

Definitivamente preocupado cerré el negocio y me fui a mi casa, para poder conectarme a internet. En el camino logré recordar que Sandra me había dicho que había estado tramitando un cambio en el número telefónico de la estética. Al llegar a casa volví a revisar mi buzón: ¡nada! Abrí los emails que Sandra me había enviado en las últimas dos semanas y encontré uno donde efectivamente ella me advertía que cambiarían el número telefónico de la estética y que una vez que ella conociera el nuevo número, me lo daría.

Previendo cualquier situación de emergencia, Sandra y yo habíamos tomado la precaución de darnos mutuamente los teléfonos de personas allegadas a nosotros, quienes pudieran darnos noticias en caso de algún percance. Por mi parte, yo le había dado los teléfonos de Roberto y de Alejandro. Ella me había dado además del número de su celular, el de Adriana y el de Mónica. Además de eso, tenía una dirección de email de Mónica.

Llamé insistentemente a los tres celulares, sin éxito. Lo intenté a través de operadores, pero ellos mismos admitieron que la comunicación desde Venezuela a un celular en el territorio mexicano era extremadamente difícil, aún con la ayuda de operadores en ambos países.

Como a la una de la tarde decidí enviarle un email a su amiga Mónica:

«Mónica:

Lamento molestarte con esto, pero estoy muy preocupado.

No tengo noticias de Sandra desde el pasado sábado a las ocho de la noche de México, justo antes de salir de la estética. Allí me confirmaba que iba al cumpleaños de su tía Adela. Me advirtió que tal vez se quedarían allí hasta ayer domingo. Pero lo normal es que me hubiera escrito apenas hubiera regresado a su casa.

Es probable que el servicio de internet de su casa estuviera suspendido y no pudiera comunicarse conmigo. He intentado comunicarme al celular de Sandra, pero ha sido imposible: casi nunca me he podido comunicar desde Caracas. En cuanto a la estética, me temo que recién acaban de cambiar el número telefónico y tampoco allí me puedo comunicar.

Temo que haya ocurrido algo grave. Por favor, ¿podrías tratar de averiguarlo y avisarme?

En este momento debo salir a una reunión de trabajo y no sé a que hora pueda volver a revisar mi email. Estaré en mi celular, cuyo número es 58140315682 (incluido el código de país). Si averiguas algo y pudieras llamarme, te lo agradecería enormemente, Mónica.

Y de nuevo, disculpa la molestia. Probablemente todo esté en orden (eso espero, al menos), pero necesito saberlo.
Un millón de gracias.
Rafael Anzola»

Envié el mensaje y salí a reunirme con los dueños de una compañía constructora que necesitaban una cobertura fotográfica de una serie de edificios que habían diseñado y ejecutado en los últimos cinco años. Aunque no tenía mucha cabeza para permanecer concentrado en los detalles que allí se manejaron, prácticamente logré cerrar el negocio.

A la salida de la dichosa reunión regresé a casa a revisar mi buzón de emails. Había uno de Mónica Ramírez:


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: lun, 9 abr 2001, 15:41 H —0600

RAFAEL... SIENTO MUCHO TENER QUE ESCRIVIRTE PARA DARTE UNA MALA NOTICIA....DESGRACIADAMENTE SANDRA TUBO UNA ACIDENTE EL SÁBADO POR LA NOCHE ALGO MUY TERRIBLE... EN EL MURIO ADRIANA LA HERMANITA MENOR DE SANDRA... AYER EN LA TARDE FUE SU SEPELIO Y HASTA HOY ADELA, LA TIA DE SANDRA, SE ACORDÓ DE TI Y ME DIJO SI HABÍA UNA FORMA DE AVISARTE QUE SANDRA ESTABA EN EL HOSPITAL ... ELLA ESTA MAS O MENOS BIEN. EN EL ACIDENTE QUEDO ATRAPADA ENTRE LOS FIERROS Y UNA LAMINA O CRISTAL NO SE QUE FUE LE HISO UNA CORTADA MUY GRANDE SOBRE LA CABEZA DICEN LOS MEDICOS NO FUE GRAVE SOLO SE LEVANTO EL CUERO CABELLUDO Y TUVIERON QUE COSERLA NO SE CUANTAS PUNTADAS LE DIERON PERO SI ESTA MUY GRANDE... LO QUE SI ES DELICADO ES QUE TIENE LA PIERNA IZQUIERDA CON MÚLTIPLES FRACTURAS EXPUESTAS Y PERDIO ALGO DE PIEL... PERDIO MUCHA SANGRE PORQUE SE LESIONO ALGUNAS VENAS IMPORTANTES.... ELLA DESDE EL ACIDENTE PERDIO LA CONCIENCIA Y DESDE ENTONCES LA TIENEN DORMIDA PARA MANTENERLA EN OSERBACION... HASTA MAÑANA MARTES ES CUANDO LA VAN A DESPERTAR... DICEN LOS MEDICOS QUE DEBE ESTAR LA FAMILIA DE ANIMO PARA HACER QUE NO LE AFECTE TANTO LO DE ADRIANA.... ESTAMOS TODOS ROGANDO MUCHO A DIOS Y A LA VIRGEN QUE HAGAN PARA QUE ELLA SE RECUPERE PRONTO AUNQUE SABEMOS QUE SE PONDRA MUY MAL CUANDO SEPA DE LA PERDIDA DE SU HERMANITA... ESTAMOS TODOS LA FAMILIA Y LOS AMIGOS MUY DESCONCERTADOS Y TRISTES NO SABEMOS CUANDO EMPESO ESTA PESADILLA.... SE QUE TE PONDRA TRISTE LO QUE LE PASA A SANDRA Y NO TE HUBIERA QUERIDO DARTE ESTA NOTICIA O AL MENOS DARTELA DE OTRA MANERA.... TE UBIERA LLAMADO POR TELÉFONO PERO NI SIQUIERA ME ACUERDO DONDE ANOTE TUS NÚMEROS.... SOLO TE QUEREMOS PEDIR EN NOMBRE DE LA FAMILIA Y MÍO QUE UNAS TUS ORACIONES PARA LA PRONTA RECUPERASION DE NUESTRA AMIGA Y SU FAMILIA....

DISCULPAME POR ESCRIBIRTE PARA ESTO SOLO QUE ME ACORDE QUE SI SANDRA NO TE LO DICE ENTONCES LO TENIA QUE ASER YO PORQUE UNA VES ELLA ME DIJO QUE SI LE PASABA ALGO MALO TE AVISARA.... POR FAVOR DISCULPAME POR DECIRTE ESTO.... SI QUIERES TE ESTARÉ AVISANDO SOBRE SANDRA Y EN CUANTO A ELLA LA PUEDAN DESPERTAR YO LE DIGO QUE YA TE AVISE... HASTA PRONTO... Y DISCULPAME OTRA VES.

MONICA R.


Tuve que leer este email por lo menos tres veces antes de comprender quien había muerto y quien estaba herido. Cuando comencé a leer ese maldito email, lo primero que mi sorprendida cabeza logró captar fue que Sandra había muerto. En una segunda lectura, comprendí que no, que ella estaba herida, inconsciente, en observación. En la tercera lectura logré entender que Adrianita había muerto y estaba enterrada desde ayer domingo por la tarde.

¡Recontra de la puta madre que los parió! ¿Qué mierda era esa que estaba ocurriendo? ¿Qué coño, qué carajo era eso que Mónica me estaba contando?

Casi como un autómata, le volví a escribir a Mónica:

«Sabía que algo malo había ocurrido, pero jamás me imaginé algo tan espantoso.

Me preocupan todos. Esto ha sido una verdadera tragedia. Pobre de los padres de Sandra. Pero me preocupa sobremanera Sandra. Te pido me mantengas informado a cada segundo del estado de ella.

Sé que no me conocen, pero comprende que es muy difícil para mí quedarme de brazos cruzados, e intentaré hacer todo lo posible para viajar a Guadalajara. Más que de tiempo, el problema será de dinero.

Necesito teléfonos para poder llamarte, Mónica. O teléfonos del hospital. ¡¡Estoy anonadado y destrozado!!

Gracias por tu información, y no me abandones en este negro y amargo momento, Mónica, ¡¡por FAVOR!!
Rafael Anzola»


Dejé la computadora encendida, a la espera de nuevos correos. Me eché en el sofá de la sala, tratando de asimilar lo que había ocurrido. Mientras ayer domingo yo leía la prensa, los padres y los amigos de Sandra enterraban a su hermana Adriana. Y mientras yo ahora estaba sentado en mi sofá, Sandra dormía a punta de calmantes, con la pierna hecha añicos, inocente e ignorante de que había perdido en un segundo y para siempre a su hermanita menor.

Miré la foto de mi padre. La tengo enmarcada en el segundo nivel de la biblioteca de la sala. La tengo allí para tener presente que alguna vez fue un hombre vivo, un hombre que fue mi padre, y para tener presente que ahora es un hombre muerto que merece ser recordado.

Al lado de la foto de mi padre estaba la foto de Sandra, la de blanco y negro. Allí, en esa repisa de mi biblioteca, reposaban las fotos que simbolizaban, cada una por su cuenta, un dolor del que nunca podré recuperarme, y la foto de una chica que me había hecho embarcar en la más extraña aventura afectiva de mi vida.

He visto morir amigos, he visto morir a hijos de mis amigos, a los padres de mis amigos. He visto morir a mujeres que alguna vez fueron el objeto de mi pasión, de mi lujuria o de mi amor. Pero nunca, nunca fui capaz de comprender el riguroso dolor de la muerte hasta el día en que papá murió. Cuando miré su cadáver, comprendí que aquel bulto de carne ya no era él. Se le parecía, pero ya no tenía su expresión, ni siquiera su expresión de viejo moribundo. De un minuto para otro, a pesar de todas las advertencias de su agonía, papá había dejado de ser un hombre para convertirse en un cadáver.

Ahora tú, Sandrita mía, mi pequeña carajita, debías pasar por eso. Debías despertarte de tu sueño para comprender que Adrianita, tu hermana pequeña, a la que viste nacer, a la que te dejaron cargar, se te había muerto y se te había muerto para siempre. Porque lo peor de la muerte es que es para siempre.

Bajé a la calle a comprar cigarros y una botella de whisky.

Me empiné un trago largo, seco, picante. Revisé mi buzón pero no encontré novedades.

Llamé por teléfono a Alejandro:

— Sandra tuvo un accidente. Su hermana murió. Adriana, la de quince años. No, no sé que voy a hacer. Hoy unos tipos me contrataron para que les fotografíe unos edificios, quizás con el dinero que me paguen pueda reunir lo suficiente para irme a Guadalajara. No lo sé. Gracias. Estamos en contacto. Adiós.

A última hora de la noche llegó otro mensaje de Mónica en mi buzón:

De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: lun, 9 abr 2001, 20:58 H —0600

RAFAEL...ACABO DE VER TU MENSAJE Y YA ME DOY CUENTA QUE ESTAS PREOCUPADO...OJALA ALCANCES A LEER EL MAIL DONDE TE AVISO LO QUE LE SUCEDIÓ A SANDRA...DESDE QUE YO ME ENTERE DEL ACIDENTE HASTA AHORITA NO HEMOS DESCANSADO NADIE...TODO HA SIDO MUY RAPIDO...APENAS SI HE TENIDO TIEMPO DE PREGUNTAR COMO FUE...Y SU PAPA QUE IBA CON ELLAS DICE QUE FUE COMO A LAS 2 DE LA MAÑANA DEL SABADO CUANDO ABIAN IDO A DEJAR EL NOVIO DE ADRIANA A SU CASA Y YA IBAN DE REGRESO A CASA DE LA TIA CUANDO LOS CHOCO UNA CAMIONETA...ADRIANITA MURIO CASI AL INSTANTE Y A SANDRA LE PASO LO QUE YA TE CONTE Y A SU PAPA SE LE FRACTURO EL BRASO ISQUIERDO PERO A EL SOLO LO ENYESARON Y SALIO DEL HOSPITAL.. YO A PENAS ESTOY LLEGANDO DEL HOSPITAL DONDE ESTA SANDRA PORQUE NO HE DORMIDO NADA...Y ANTES DE DORMIR UN POCO QUISE AVISARTE... YA ESTAS ENTERADO... YO ESTARÉ VIENDO MI CORREO Y SI QUIERES TE DIGO COMO VA SANDRA...ESTOY SEGURA QUE SANDRA SI PUDIERA ESTAR DESPIERTA YA HUBIERA HECHO ALGO PARA COMUNICASRSE CONTIGO...VOY A DESCANSAR UN RATO Y CUANDO VAYA OTRA VES AL HOSPITAL TE LLAMARE POR TELÉFONO POR SI NO HAS VISTO ESTOS MENSAJES... CUIDATE Y NO TE PREOCUPES QUE MUY PRONTO SANDRA YA SE COMUNICARA CONTIGO... HASTA PRONTO.

MONICA R.

Medio cansado y medio borracho, me eché en el sofá y me dormí.

En la madrugada me desperté. Me levanté y me paré frente a la biblioteca donde estaban las fotos de papá y de Sandra. Recordé el álbum que Sandra me había enviado meses atrás. Lo abrí y busqué las fotos en las que aparecía Adriana.

Entonces, por fin, pude llorar.



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: lun, 9 abr 2001, 23:32 H —0600

RAFAEL.. ENTIENDO QUE TE SIENTAS MUY MAL... CRÉEME ASÍ ESTAMOS TODOS PERO HAY QUE SOBREPONERSE ANTE ESTAS COSAS QUE PASAN... DENTRO DE TANTAS COSAS MALAS QUE HAN PASADO UNA BUENA... ESTAMOS LLEGANDO DEL HOSPITAL Y YA PUDIMOS VER A SANDRA... YA LA SACARON DE LA SALA DONDE NO PODIAMOS ENTRAR Y YA ESTA EN UN CUARTO SOLA... PERO TODABIA ESTA DORMIDA... NOS DIJERON QUE MAÑANA LE EMPIEZAN A QUITAR LOS SEDANTES Y QUIEREN QUE ESTEMOS PRESENTES PARA CUANDO DESPIERTE... EL MEDICO NOS HA DICHO QUE ELLA RESPONDIO MUY BIEN A LOS TRATAMIENTOS Y QUE LO MAS SEGURO ES QUE LA DEN DE ALTA EL JUEVES O VIERNES... TODO DEPENDE DE SI NO LE AFECTA MUCHO CUANDO SEPA LO DE SU HERMANA... TODOS ESTAMOS MUY AFECTADOS SOBRE TODO LOS PAPÁS DE SANDRA Y MUCHO MÁS SU MAMA... GRACIAS A DIOS MUCHOS DE LA FAMILIA ESTAN AQUI Y ES MUY GRANDE EL APOYO QUE LES ESTAN DANDO... YA HEMOS HABLADO TODOS Y CREEMOS QUE LO MEJOR SERA TOMAR LAS COSAS CON TRANQUILIDAD... Y NO HACER MAS ALARMA PARA QUE SE TOME CON LA NATURALIDAD QUE SEA POSIBLE... LOS HERMANOS DE SANDRA QUE ESTAN EN ESTADOS UNIDOS NO HAN PODIDO VIAJAR... YA SU PAPA LES LLAMO Y LES DIJO QUE NO ERA NESESARIO QUE SE MOVIERAN... LAS COSAS YA ESTAN HECHAS Y NADA SE RESUELVE SI HACEN GASTOS DE DINERO... Y CREO QUE TIENE RAZON YA QUE ES MEJOR QUE SI TIENEN ALGO DE DINERO MEJOR SE LOS MANDEN... ASÍ QUE CON LA AYUDA DE DIOS SANDRA SE ESTARA COMUNICANDO CONTIGO EL VIERNES... YO NO SE QUE TAN BUENA IDEA SERIA QUE VINIERAS A GUADALAJARA EN ESTE MOMENTO... CREO QUE DEVERIAS DEJAR QUE SANDRA ESTE UN POQUITO MEJOR Y SU FAMILIA... RECUERDA QUE SUS PAPAS NO SABEN DE LO QUE IBA HACER SANDRA CONTIGO... YO CREO QUE ES MEJOR QUE TRATES DE ESTAR TRANQUILO Y YO TE ESTARÉ AVISANSO DE TODO CUANTO OCURRA... PORQUE NI SIQUIERA AL HOSPITAL PODRÍAS VISITAR A SANDRA... ELLA ESTA EN EL SEGURO SOCIAL Y NO HAY TELÉFONOS PARA COMUNICARSE CON PACIENTES Y PARA CUALQUIER INFORME SOLO LOS DAN PERSONALMENTE Y SOLO SI SE IDENTIFICA COMO FAMILIAR Y NUNCA POR TELÉFONO... ADEMÁS QUE YO SEPA NO HAY TELÉFONOS PARA INFORMES... PREGUNTARE MAÑANA... CON TRABAJO DEJAN ENTRAR DE VISITA A LA FAMILIA Y NO DEBEN SER MAS DE DOS A UNA VES... EN ESTOS DÍAS NO IRÉ A TRABAJAR PARA ESTAR AYUDANDO A "MI" FAMILIA... YA TE ABRA DICHO SANDRA QUE ELLA Y SU FAMILIA SON COMO MI FAMILIA... BUENO ESO NO TIENE QUE VER... EL CASO ES QUE NO ME PODRÍAS LLAMAR A MI TRABAJO QUE ES EL UNICO LUGAR DONDE PODRÍAS LOCALIZARME YA QUE NO TENGO CELULAR... AHORITA EL UNICO TELÉFONO QUE TENEMOS ES EL CELULAR DE SANDRA QUE LO PUEDE TRAER EL PAPA DE SANDRA O YO...EL NUMERO ES 0443-295-78-83 SI NO PUEDES COMUNICARTE DE TODOS MODOS YO ESTARÉ MUY PENDIENTE DEL CORREO ELETRONICO... PORQUE AQUI TAMBIÉN NOS ESTAMOS EN COMUNICACIÓN CON SUS HERMANOS EN ESTADOS UNIDOS Y OTROS FAMILIARES QUE ESTAN FUERA DE MEXICO...YO ESTARÉ QUEDÁNDOME EL TIEMPO QUE SEA NECESARIO CON EN CASA DE SANDRA.... JUNTO A SU FAMILIA Y A ELLA... YO SE QUE CUANDO SANDRA SEPA LO DE SU HERMANITA SE PONDRA MUY MAL... HAY QUE TENER CONFIANZA...TODOS LOS QUE CONOCEMOS Y QUEREMOS A SANDRA SABEMOS QUE ELLA ES UNA MUJER MUY FUERTE... Y SE RECUPERARA DE ESTA GRAN PERDIDA... YA LE DIJE A LA TIA SANDRA QUE QUIERES HABLAR CON ELLA... Y ME PIDIO QUE TE DIJERA QUE EN CUANTO PUEDA ELLA TE LLAMARA... CON ELLA SOLO TE PUEDES COMUNICAR A SU TRABAJO... PERO IGUAL QUE YO NO IRA A TRABAJAR ASTA QUE SE TRANQUILICEN LAS COSAS... ELLA SIEMPRE ESTA CON LA MAMA DE SANDRA Y QUE YA TE IMAGINARAS AUN NO ENCUENTRA PAZ.... ESCRIBEME CUANTO QUIERAS Y TE CONTESTARE DE ¿ACUERDO?.... CREO QUE YA NO HAY NADA MAS QUE ASER...SANDRA SE TENDRA QUE RECUPERAR Y TODOS DEBEMOS ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS... POR FAVOR UNE TUS ORACIONES PARA QUE ESTO LLEGUE PRONTAMENTE... HASTA PRONTO Y QUE ESTÉS BIEN.

MONICA R.

Al día siguiente recibí el primero de varios email que la tía Adela me hizo llegar a través del correo electrónico de Mónica:


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: mart, 10 abr 2001, 7:05 H —0600

Buenas tardes, Rafael:

Soy Adela González Hernández, la tía de Sandra. Me hubiera gustado darte este primer saludo en un mejor momento, mas aún así me da gusto saludarte y conocerte, aunque de momento por este medio.

Te estoy escribiendo porque Mónica me acaba de decir de tus intenciones de venir a Guadalajara y me ha permitido leer los mensajes que le has enviado a mi sobrina.

Te leo muy preocupado y te comprendo muy bien, ya que al no estar muy bien informado te estás alarmando quizás más de lo necesario. Te voy a dar detalles de como es la situación de Sandra en estos momentos. Afortunadamente ella esta fuera de todo peligro, ya que lo más arriesgado que le paso fue la pérdida de casi tres litros de sangre, que afortunadamente ya se la repusieron.

Para ser breve esto es lo que le pasó. Tuvo fractura expuesta del fémur apenas arriba de la rodilla. La rotura de este hueso casi rompe en su totalidad la arteria femoral a lo cual se debió la copiosa hemorragia. También tuvo fractura múltiple en la rotula. Gracias a Dios ya todo está controlado. Otra lesión muy exagerada fue una cortada en la cabeza, del lado izquierdo que comienza sobre la frente y termina casi en la coronilla, son casi diecisiete centímetros que afortunadamente no paso de ser una cortada muy dramática, porque pensábamos que se había fracturado el cráneo. Gracias a Dios no fue así, y sólo le tuvieron que rapar ese lado y ahora tiene una costura impresionante.

Como te darás cuenta ya está fuera de todo peligro y el pronóstico es que en un máximo de ocho o seis semanas todas las heridas estén recuperadas, después lo más seguro es que tenga terapias de rehabilitación para que la rodilla recupere su función.

Sobre tu intención de venir a Guadalajara, creo que deberías esperar platicarlo antes con Sandra. Quisiera que tomaras en consideración el estado actual del ánimo de los padres de ella. Debes comprender que si vinieras ya sería muy notable la relación que han mantenido ustedes dos y tendrían que dar muchas explicaciones, y eso seria un gran problema en estos momentos de dolor y duelo.

Sandra necesitará de todas sus energías para cuando se entere de la muerte de su hermana. Creo que requerirá de toda su tranquilidad para asimilar este hecho. Y aunque estoy segura que con esto ella no se olvidará de ti, es mejor que por lo pronto le permitas el espacio para reubicar sus ideas y seguramente, si ella necesita y desea tu presencia, ella misma te lo pedirá. Yo creo que me vas a entender muy bien.

Trata de no angustiarte, como te digo, ya que Sandy no corre ningún peligro. Mónica y yo estaremos en comunicación contigo. Que Dios te bendiga y cuídate mucho.

A tus órdenes, Adela González Hernández.


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: mart, 10 abr 2001, 10:05 H —0600

HOLA RAFAEL...TODO ESTA BIEN. ACABAN DE LLEGAR ISABEL UNA TIA DE SANDRA Y SU ESPOSO. ELLOS PASARON LA NOCHE AL LADO DE SANDRA Y NOS DICEN QUE NO HAY NOVEDAD... PERO QUE YA DEJARON DE DARLE EL MEDICAMENTO QUE LA TENIA DORMIDA Y QUIEREN QUE ESTÉN PRESENTE LOS FAMILIARES PARA CUANDO DESPIERTE...YA IMPRIMI TUS CARTAS Y SE LAS DI A LA TIA... NO SABEMOS SI CUANDO DESPIERTE HOY LE DIREMOS LO DE ADRIANA... EL MEDICO QUE LA ESTA ATENDIENDO NOS HA DICHO QUE SE LO DIGAMOS LO MAS PRONTO POSIBLE... PERO AUN NO SABEMOS COMO O QUIEN LO HARA... VEO QUE LAS CARTAS QUE LE ESCRIBES A SANDRA SON PARA DARSELAS DESPUÉS DE QUE SEPA LO DE SU HERMANA... Y SE LAS DAREMOS NO TE PREOCUPES... PERO SERÁ ASTA QUE SE ENTERE DE LO DA ADRIANA Y ESTE TRANQUILA... Y ANTES LE DIRÉ LO QUE ME HAS DICHO ¿OK?.... DENTRO DE UNA HORA Y MEDIA NOS IREMOS AL HOSPITAL LOS PAPÁS DE SANDRA LAS TIAS CATA Y ADELA Y YO... EN CUANTO REGRESEMOS TE ESCRIBO PARA DECIRTE COMO SIGUE SANDY.... ANTES DE IRNOS REVISARÉ OTRA VES EL CORREO POR SI QUIERES ESCRIBIR ALGO MAS A SANDRA.
HASTA PRONTO.
MÓNICA R.
PD...DICE LA TIA ADELA QUE EN TARDE TE ESCRIBE DE NUEVO...



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: mart, 10 abr 2001, 16:12 H —0600

RAFAEL...
SON LAS 3/11 DE LA TARDE Y ACABAMOS DE LLEGAR DEL HOSPITAL...TE CUENTO DESDE QUE LLEGAMOS A LAS 9/20...PRIMERO ENTRAMOS LA TIA CATA Y YO... PENSAVAMOS QUE TODABIA IBA A ESTAR DORMIDA... PERO ESTABA BIEN DESPIERTA Y UNA ENFEMERA LE ESTABA AYUDANDO A SACAR LA VOS PORQUE CASI LE DOLIA PARA HABLAR... NOS DIO UNA TACITA CON ALGO BIEN FEO QUE PARECIA GELATINA PERO SIN CUAJAR Y NOS DIJO QUE SE LA DIERAMOS PARA QUE SE LA TRAGARA POCO A POCO Y QUE ESO LE IBA AYUDAR PARA QUE NO LE DOLIERA LA GARGANTA... DESPUÉS ENTRO UN DOCTOR Y LE EMPESO A PICAR Y PELLIZCAR LA PIERNA Y LOS DEDOS DE LOS PIES PARA VER SI SENTÍA Y TODO ESTUVO BIEN HASTA PUDO MOVER LA PIERNA CON TODO Y ESOS FIERROS QUE LLEVA PUESTOS... NOS DIJO EL DOCTOR QUE ERA BUENO QUE NO LASTIMO NINGÚN NERVIO... ESTUVIMOS UN RATITO MAS HASTA QUE SE ACABO ESA COCHINADA QUE LE DIERON PARA QUE COMIERA... UNA COSA... ELLA CREIA QUE ERA DOMINGO EN LA MAÑANA Y LE DIJIMOS QUE ABIA ESTADO DORMIDA DESDE EL ACIDENTE Y QUE YA ERA MARTES EN LA MAÑANA... EN BROMA NOS DIJO QUE ALGUIEN TENIA QUE PAGARLE ESOS DÍAS QUE SE ABIAN PERDIDO... NOS SALIMOS PARA DEJAR ENTRAR A PANCHO -SU PAPA-, A SOCORRO -SU MAMA- Y LA TIA ADELA... ELLOS SE QUEDARON UN RATITO MAS QUE NOSOTRAS... DESPUÉS SALIO PANCHO Y NOS DIJO QUE SANDRA ESTABA PREGUNTANDO POR ADRIANA Y QUE YA LE IBAN A DECIR LO QUE HABÍA OCURRIDO... YO ME FUI A BUSCAR A LA ENFERMERA QUE ESTABA CON ELLA CUANDO LLEGAMOS Y LE DIJE QUE SI NOS DEJABA ENTRAR A TODOS JUNTOS PORQUE YA LE HIVAMOS A DAR LA MALA NOTICIA.... Y LA CHICA BIEN BUENA ONDA NO SOLO NOS DIO PERMISO SI NO QUE LLAMO A UN DOCTOR PARA QUE ESTUVIERA CERCA Y ELLA ESTABA JUNTO A LA PUERTA POR SI LA NESESITAVAMOS... YA QUE ESTAVAMOS TODOS JUNTOS A SANDRA... PANCHO EMPEZO A PLATICARLE A SANDRA COMO FUE EL ACIDENTE... Y EL LE DIJO QUE ALLÍ HABÍA MUERTO ADRIANA... SANDRA NO DIJO NADA SOLO COMENZÓ A LLORAR Y TODOS CON ELLA... SU MAMA Y SU PAPA LA ABRAZARON...Y NOSOTRAS NOS SALIMOS... LA ENFERMERA NOS DIJO QUE UN RATITO MAS Y LA IBAN A DORMIR OTRA VES... COMO MEDIA HORA DESPUÉS SALIERON PANCHO Y SOCORRO Y NOS DIJERON QUE SANDRA ESTABA BIEN Y QUE LO HAVIA TOMADO CON TRANQUILIDAD...YO ME VINE A TRAERLOS A CASA PARA QUE DESCANSARAN...Y POR ESO ES QUE TE ESTOY ESCRIBIENDO PARA QUE SEPAS QUE YA PASAMOS POR ESE MOMENTO DURO CUANDO SANDRA SE ENTERARA... SE QUEDARON CON ELLA LAS TIAS ADELA Y CATA... ASTA CUANDO NOS VENIMOS TODAVIA NO LA DORMIAN... NOS DIJO LA ENFERMERA QUE PARESIA QUE YA NO LO IBA A NECESITAR PERO SI LE DIO UNA PASTILLAS PARA EL DOLOR DE LA PIERNA... LA TIA ADELA TRAE TODAS LAS CARTITAS QUE LE ENVIASTE A SANDRA Y A LO MEJOR EN ESTE MOMENTO YA LAS ESTA LEYENDO... HOY PASARE LA NOCHE CON SANDRA EN EL HOSPITAL... SI HAY ALGUNA NUEVA NOTICIA YO TE ESCRIBO MAÑANA CUANDO REGRESE DEL HOSPITAL....
MÓNICA R.



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: mart, 10 abr 2001, 20:57 H —0600

Mi estimado Rafael:

Saludándote de nuevo y desando para ti y tu familia lo mejor. Hasta hace una hora estuve con Sandra. La enteré que ya tú ya sabes lo que ha pasado, y me agradeció que estemos en comunicación contigo. Le di tus cartas y la conmovieron mucho. Me pidió te dijera que no te preocupes que ya ella está bien y que con el favor de Dios pronto estará en casa y te escribirá. También me pidió que te dijera que no vengas hasta que no hablen tú y ella. Te manda todo su cariño y te dice que te ama más que nunca y que esto sólo cambia un poco los planes que ustedes tenían.

Sandra tomó con relativa calma lo de su hermana. Cuando se fueron sus papás y yo me quedé sola con ella, Sandra se pudo desahogar con más tranquilidad. La dejé llorar hasta que se cansó y después se durmió por casi dos horas continuas. Despertó un poco más calmada.

Ya tomó alimentos ligeros y mañana la van a poner de pie para que comience a dar algunos pasos. Es importante que se restablezca las funciones intestinales antes de salir del hospital. El médico dice que es posible que salga el viernes.

Una vez platicando con Sandrita de ti, le aconsejaba que se tomaran el tiempo necesario para cada etapa de esta relación que han descubierto y que tanto ha crecido. Es muy cierto que lo que tú y Sandra están viviendo es algo único, que se da muy, pero muy pocas veces en la vida. Quiero dejar muy claro esto, Rafael: yo no me opongo a que vengas a ver a Sandra, comprendo muy bien cómo debes de sentirte y de estar en tú situación tal vez yo haría lo mismo. Pero quiero que veas esto sin apasionamientos. Es posible que tú puedas venir en estos días y sentirte más tranquilo porque comprobarás que Sandra está fuera de todo peligro. Esto sería lo bueno que tú obtendrías. Pero igualmente sé que comprenderás que no llegarías en un buen momento para ningún miembro de esta familia. Mónica y yo nos alegraremos de verte. Sandra, tal vez.

¿Por que digo que “tal vez” Sandra se alegre de verte ahora? Porque ella más que nadie necesita de todas sus energías para sobreponerse a todo lo que le está pasando en este amargo momento. Conozco muy bien a esta niña y estoy segura que el dolor físico de su pierna y su cabeza rapada no la van a detener. Lo que me preocupa es cómo va a sobreponerse al dolor de la pérdida de su hermanita, al dolor que embarga a sus padres y hermanos. Creo que si tú llegaras en este momento te estarías arriesgando a perder todo lo que has conseguido con mi sobrina. Te expones a que Sandra ensimismada en su propia pena, simplemente te ignore.

Por lo que me dices y por lo que Sandra me ha dejado saber, considero tus planes con mi sobrina son honestos, y en cualquier circunstancia que se hayan conocido, si el fin es que ustedes terminen juntos, todo será válido. Pero no te apresures.

Comprendo muy bien por lo que estás pasando, Rafael. Trata, al menos por el momento, de mantener la calma y piensa muy bien lo que quieres hacer y no te dejes llevar por la desesperación.

Por mi parte te agradezco mucho lo que se ve a leguas sientes por mi sobrina, y que sabes eres correspondido. Sandrita te quiere mucho, y sin decírmelo con esas palabras, lo sé desde que ella me empezó hablarme de ti, se le ve en la cara que te quiere.

Cuenta conmigo para lo que se te ofrezca. Dios te bendiga.

A tus ordenes, Adela González H.



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: miér, 11 abr 2001, 12:04 H —0600

BUENOS DÍAS RAFAEL...YA HOMBRE NO TE APURES TANTO... CON TODO GUSTO ESTOY LLEVÁNDOLE TUS CARTAS A SANDRA Y A LA TIA ADELA... ACABO DE REGRESAR DE ESTAR CON ELLA... PASO MAS O MENOS LA NOCHE... LE ESTÁN DANDO MEDICAMENTOS PARA EL DOLOR PERO PARESE QUE NO SE LE ACEN MUCHO EFECTO QUE SE DIGA.... YA NO LA HASEN DORMIR Y ANOCHE ESTUVO MUY DESPIERTA... EN RATITOS LA ESCUCHE LLORAR Y LE DECIA SI QUERÍA PLATICAR Y ME DECIA QUE NO... YA CASI EN LA MADRUGADA LE HABLE DE TI Y SOLO ASÍ SE DISTRAJO UN POQUITO Y ME DIO VARIOS RECADOS... ME PIDIÓ QUE NADA MAS LLEGARA TE ESCRIBIERA QUE TE QUIERE MUCHO Y QUE PIENSA MUCHO EN TI ... Y QUE POR FAVOR ESTÉS TRANQUILO Y LE SIGAS ECHANDO MUCHAS GANAS A TUS FOTOS... ME DIJO QUE TE DIJERA COMO UNA ORDEN QUE TE PUSIERAS A TOMAR FOTOS Y NO LE HAGAS AL FLOJO... ASÍ ME LO DIJO ¿HE?... ME PIDIO QUE EN LA TARDE QUE VUELVA A IR ME LLEVE EL CELULAR Y LE COMPRARA UNA TARJETA PARA VER SI PUDE LLAMARTE.... NO ES SEGURO PERO AREMOS EL INTENTO.... YA IMPRIMI LAS NUEVAS CARTAS QUE LE ENVIASTE A LA TIA ADELA Y A SANDRA... AHORITA SE LAS VOY A ENTREGAR A LA TIA... EN UN RATITO SE VAN AL HOSPITAL ELLA Y LOS PAPAS DE SANDRA.... SEGURO LA TIA LE ENTREGARA TU CARTA A SANDRA... YO DESCANSARE UN RATO Y DESPUÉS VOY A MI CASA POR ROPA LIMPIA... REGRESO AL HOSPITAL HASTA EN LA TARDE....Y ANTES DE IRME REVISO MI CORREO POR SI QUIERES ENVIARLE ALGO MAS A SANDY... HASTA MAS TARDE.
MÓNICA R.


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: miér, 11 abr 2001, 19:55 H —0600

HOLA RAFAEL...RESPONDIENDO TUS PREGUNTAS... SANDRA ESTA EN UN HOSPITAL PUBLICO... ES DE SEGURIDAD SOCIAL Y NO POR SER ASÍ SEA MALO... EL IMSS EN CONSULTORIO ES MALISIMO PERO EN HOSPITALISASION ES DE LO MEJOR... ALLÍ SE ENCUENTRAN LOS MEJORES MEDICOS... NO CREAS QUE SANDRA ESTA EN MALAS MANOS... Y GRACIAS A QUE ELLA TIENE MUCHAS AMISTADES NOS TOCO DE SUERTE QUE CUANDO LLEGO ESTABA EN TURNO UN AMIGO DE ELLA Y LE HAN DADO MUY BUENA ATENSION... DE SU RODILLA TENGO ENTENDIDO QUE CON EL TIEMPO SE TENGA QUE ASER UNA OPERASION... Y EN EL FÉMUR LE PUSIEROON UN CLAVO... YO NO SE NADA DE ESO PERO PENSABA QUE LA TENÍAN QUE ENYESAR Y NO ES ASÍ... ELLA TIENE UNOS FIERROS QUE LE SALEN LA PIERNA CASI EN EL MUSLO Y OTROS CERCA DEL TOBILLO...Y DE ALLÍ SE AGARRAN OTROS FIERROS... UNO A CADA LADO DE LA PIERNA... PARECEN COMO UN MARCO ALREDEDOR DE LA PIERNA... Y LA PIERNA LA TIENE UN POCO DOBLADA... Y ESTOS FIERROS NO LA DEJAN MOVERLA... SOLO LA PUEDE MOVER DESDE LA INGLE PERO NO LA PUEDE DOBLAR NI ESTIRAR... Y LA PIERNA LA TIENE CON VENDAS POR LA HERIDA... A MI NO ME A TOCADO VER CUANDO LA CURAN... PERO SU MAMA ME DIJO QUE TIENE UNA CICATRIZ MUY GRANDE... ESCUCHE QUE ADEMÁS DE QUE SE LE ABRIÓ LA PIEL CUANDO SE FRACTURO EL HUESO LE TUVIERON QUE ABRIR AUN MAS PARA ASERLE NO SE QUE A LA ARTERIA ESA QUE SE LE ROMPIO... BUENO YO NO SE NADA SOLO SE QUE ESTA BIEN.... ELLA IBA MANEJANDO CUANDO EL ASIDENTE... PERO ELLA NO TUBO CULPA... UNA CAMIONETA SE LE ESTRELLO POR EL LADO DERECHO... QUE ERA DONDE IBA ADRIANA... TENGO ENTENDIDO QUE CON EL IMPACTO EL COCHE DE SANDRA GIRO Y SE ESTRELLO EN UN POSTE DE LUZ.... EL QUE PROVOCO EL ASIDENTE HUYO Y COMO ERA MUY NOCHE NADIE VIO AL CULPABLE.... SE SUPONE QUE ESTAN INVESTIGANDO PERO NO CREEMOS QUE SE LLEGUE A NADA... ACABAN DE LLEGAR DEL HOSPITAL LOS PAPAS DE SANDRA Y DICEN QUE YA LE QUITARON TODAS LAS SONDAS QUE TENIA Y QUE LA AYUDARON A BAJARSE DE LA CAMA Y PONERSE DE PIE... QUE MAÑANA AY QUE IR A COMPRAR UNA MULETAS PARA QUE EMPISE A CAMINAR... CLARO POCO A POQUITO... YA CASI NOS VAMOS LA TIA Y YO... ME REGRESO EN LA NOCHE LA TIA SANDRA SE QUEDARA A CUIDARLA EN LA NOCHE... YA IMPRIMI TU CARTA PARA SANDRA Y SE LA DARÉ... ME LLEBO EL CELULAR Y COMPRARE LA TARJETA EN EL CAMINO... OJALA Y SANDRA TE PUEDA LLAMAR... TE SEGUIRE ESCRIBIENDO ASTA QUE SANDRA PUEDA ASERLO ELLA MISMA ¿OK?... HASTA PRONTO.

MÓNICA R.



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: juev, 12 abr 2001, 6:27 H —0600


Estimado, Rafael:

Buenos días. Un día más y seguimos adelante.

Son las cinco y cuarenta y cinco de la mañana y estamos llegando del hospital Mónica y yo. Acabamos de dejar a Sandra profundamente dormida y su último encargo antes de dejarse descansar fue te escribiera para decirte que nos fue imposible enlazar la llamada y que tratara de hacerlo mañana (hoy).

También te recomienda que sigas adelante, que te agradece mucho que estés con ella y que tú sabes que siguen juntos, y que no dejes de escribirle y que se alegrará mucho si le dices que ya estás de mejor ánimo, que te quiere y te piensa mucho.

Parece muy frío como te lo escribo, pero cuando me lo dijo, a pesar que ya se estaba quedando dormida, la sentí muy preocupada por ti. Trata de animarte y seguir adelante. Sandra hará lo suyo y tú, como todos, debemos hacer lo nuestro, por nuestro bien y el de Sandra.

Hasta hace una hora fue que la dejamos tranquila. Tuvimos que pedirle a la enfermera que la hiciera dormir. Está empezando a captar lo que pasó, y como tú bien dijiste, le están llegando los sentimientos de culpabilidad. Sí, ella iba conduciendo cuando se produjo el accidente y, aunque no recuerda cómo fue, pues casi de inmediato perdió la conciencia, mi cuñado Pancho nos dice que el otro conductor fue el que los impactó, que todo fue muy rápido y sólo se dio cuenta cuando ya estaban estrellados. Y sí, pensamos que es muy probable que Sandra se llegue a sentir culpable, ya que cinco minutos antes ella obligó a su papá a que le diera el volante y le pidió a Adriana que se sentara en el lugar de ella, para que su papá se fuera dormir al asiento trasero. Como te darás cuenta, ella podrá pensar que si no hubiera hecho ese cambio, otra seria la historia.

Esto fue más o menos lo que ocurrió en la madrugada del domingo ocho: Dice mi cuñado que el accidente fue muy rápido, que duda mucho que Sandra o él hubieran podido evitarlo, porque jamás supo de donde salió esa camioneta de la que Pancho sólo recuerda que era roja cuando la vio escaparse. Era como la una y cuarenta de la mañana. Dice que la camioneta se estrelló directo en el lado del copiloto donde iba Adrianita, quien no derramo ni una gota de sangre y apenas si se le veían algunos golpes en el pecho. Murió al instante. Quedó prensada entre su asiento y el tablero lo que le provocó un colapso de toda su caja torácica. Al impactarlos por ese lado y por la velocidad que llevaban ambos vehículos, el coche de Sandra dio un giro y vino a detenerse en un poste de concreto. El impacto fue el lado de Sandra. La puerta al doblarse ocasionó la fracturara de su pierna. Al salir disparado uno de los cristales de la ventanilla le cortó el cuero cabelludo. Con el impacto del coche contra el poste, Pancho cayó al piso del auto y su brazo izquierdo se dobló y fracturó. Intentó salir por la puerta trasera derecha, pero estaba trabada, así que salió por la izquierda. Dice que no había ni un alma en esa calle y que él solo miraba a Adrianita prensada en su asiento y a Sandra atrapada en la puerta. Sandy sangraba mucho por la cabeza y ya estaba desmayada, y él sólo reaccionó tratando de despertarla, ya que no podía alcanzar a Adriana. De pronto llegó una señora con camisón, bata de dormir y un suéter. De un tirón hizo a un lado a mi cuñado y se montó prácticamente sobre Sandra. A Pancho le preocupaba la herida de la cabeza porque creía que se había fracturado el cráneo, pero que esa mujer ignoro por completo esa herida y se fue directo a la pierna, de donde salía un chorro impresionante de sangre. Rápidamente la mujer se quitó el suéter que llevaba puesto y, aunque la pierna de Sandra estaba atrapada, no se sabe ni cómo hizo, pero metió el suéter por debajo de la pierna y le hizo un torniquete para detener la hemorragia. Con las mangas del mismo suéter le envolvió lo que se veía del hueso. Dice mi cuñado que todo esto fue tan rápido que él apenas si se acuerda que se quedó parado mirándola. Después que hizo eso, la mujer se apartó del carro y dijo que iba a llamar a una ambulancia. Para cuando llegó la ambulancia, mi cuñado se había percatado de ya no había nada que hacer por Adrianita. Dice Pancho que todo esto fue muy rápido. Esa mujer que ayudó a Sandra jamás regresó y desde el miércoles mi cuñado ha ido a donde fue el accidente y ha preguntado por esa señora, que por lógica debería de vivir muy cerca, pero nadie sabe darle razón.

¿Quien era esa mujer, de donde salió, como supo que era más mortal la herida de la pierna que de la cabeza, porque ya no regreso? Bueno, quizás jamás conozcamos esas respuestas.

Hoy Sandra se mantuvo más o menos bien durante el día, cuando aún estaban sus papás junto a ella, pero una vez que se fueron y nos quedamos solas, se dejo llevar por la tristeza. Una vez más, la dejé llorar, desahogarse y la ayude hablar. Cuanto más rápido le empiecen a llegar las preguntas, más rápido le llegaran las respuestas.

La obligue a cenar y después la animé con lo de tu llamada. Lo intentamos por casi dos horas y no se pudo conectar a ninguno de tus teléfonos: sencillamente no daba linea.

Eran las tres y treinta de la madrugada y Sandy no podía dormir por el dolor, tuve que pedirle a la enfermera que la hiciera sedar, y sólo así fue que la pudimos dejar descansando.

Mañana, o más bien hoy, le harán un estudio que ahora no recuerdo como se llama, pero consiste en que le inyectan un liquido al sistema circulatorio para ver si no tiene coágulos, y revisaran que la arteria que se lastimó esté funcionando bien. De esto depende que la den de alta mañana viernes.

Afortunadamente las heridas externas no han presentado ninguna infección. Sin embargo, para mi gusto, mejor sería que ya estuviera en casa, tú sabes, metida en un hospital con semejantes heridas, bien podría atrapar cualquier bacteria.

Aprovechando que hoy es Jueves Santo nosotras iremos a visitar los templos, y al igual que tú pediremos a Dios para que nos llegue a todos la paz. Está de más decirte como se encuentra el ánimo de mi hermana y mi cuñado. Están tratando de tomar fuerzas para beneficio de los otros. Socorrito, la hermana de Sandra, esta muy deprimida. Ella no ha podido visitar a Sandra en el hospital ya que está esta totalmente negada a salir adelante. Por el bien de todos es necesario que también ella encuentre la paz y se resigne a la tragedia que nos está tocando vivir.

Bueno Rafael, acá casi amanece y ya es hora de tomar un descanso, si se puede. No quería dejar de hacer el encargo de Sandra.

Ya lo sabes, ella te tiene muy presente y quiere que también tú te animes, y que no olvides que aún te quiere.

A empezar este nuevo día. Que Dios te bendiga.
Adela González H.



De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: juev, 12 abr 2001, 14:42 H —0600

HOLA RAFAEL... YA TENGO TUS CARTAS IMPRESAS Y LAS ENTREGARE A QUIEN CORRESPONDA... NUNCA PENSE SERIA UNA MENSAJERA PARECIDA A CUPIDO... Y VAS A VER QUE CUANDO YA ESTE DE ANIMO LA SANDRA LE ARE BURLA CON ESO... EN UNOS MINUTOS MAS ME VOY AL HOSPITAL... DESDE EN LA MAÑANA MUY TEMPRANO ESTAN CON ELLA SUS PAPAS.... Y YO ESTARE CON ELLA LO QUE QUEDA DE TARDE...

EN LA NOCHE SE QUEDARAN ISABEL Y ALFONSO...NO SE SI POR ESTAR EN EL HOSPITAL NO SE PUEDA ASERTE LA LLAMADA...PORQUE ADENTRO NO ENLAZA CON NINGÚN NUMERO Y AFUERA SI... PERO SEGUIREMOS INTENTANDO, ¿OK?... BUENO ME VOY... EN LA NOCHE CUANDO REGRESE TE DIGO COMO SIGUE NUESTRA SANDY...

HASTA PRONTO. MÓNICA R.


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: vier, 13 abr 2001, 3:03 H —0600

Mi estimado Rafael:

Confiando que en estos días del Señor nos traiga la reconciliación y la
esperanza de nuevos y mejores días, te escribo:

Acabamos de dejar a Sandra dormida y un poco en paz. Igual que ayer antes de dormirse nos dio recados para ti, que te hiciera saber que ha sido imposible enlazar una llamada dentro del hospital, y que te recuerde que te quiere mucho y que no te olvida ni un momento, que te de las gracias por tus cartas y que por favor no dejes de escribirle aunque sea una notita. Me dijo que te escribiera así: "TE QUIERO MUCHO, CARAJITO"

Rafael, tu carta me ha estremecido hasta las lágrimas y me da una vez más la certeza de que la presencia de Dios siempre está entre nosotros. A mi también Sandra me comentó mucho lo de sus miedos, incluso la ultima vez que nos vimos antes del sábado, eso fue de lo que más hablamos. Yo le llegue a preguntar si sus miedos eran por su viaje o por su relación contigo. Me contestó que por todo sentía emoción, nervios y mucho miedo. Pero que dentro de ese miedo tan grande, sentía un miedo más profundo con respecto a su familia. Y me comentó que aún no le había platicado a sus papás de su viaje. Le exigí que no dejara pasar más el tiempo para decírselo, pero que tuviera mucho cuidado como lo hacía, porque conociendo, sobretodo a su mamá (mi hermana), sabia que no vería con buenos ojos que se fuera vivir contigo.

Por lo que me dices que te escribió en sus últimos correos del sábado siete de abril, es muy posible que Sandra haya presentido lo que sucedería y, como bien dices, eso ya era un hecho, y tan es así que ni sus temores ni los presentimientos de mi hermana pudieron cambiar lo que ya estaba dispuesto.

Así como tú me estás haciendo confidencias, yo te voy a decir algo que sólo debe quedar entre nosotros. Ese mismo sábado, Socorro, mi hermana y mamá de Sandy, se fue temprano a mi casa para ayudarme a preparar lo de la cena y se quedó prácticamente todo el día conmigo. En un momento me empezó a platicar cosas de sus hijas, algunos problemas que tenia con Choco y Adriana, cosas normales de adolescentes, pero me dijo que quien más le preocupaba era Sandra, que la veía muy extraña últimamente. Yo sabiendo lo de sus planes, pensé que tal vez era eso y que Sandra no podía disimular su ansiedad frente a sus padres y mi hermana lo había notado. Claro que me quedé callada y no comenté nada, pero mi hermana estaba muy nerviosa y comenzó a llorar y me dijo que ella presentía que iba a perder a su hija. Yo jamás pensé que se refería a alguna muerte. Más bien pensé, te repito, que podría estar presintiendo lo el viaje que haría Sandra. Te confieso que cuando mi hermana me dijo eso, crecieron mis dudas contra ti, pensé que a lo mejor yo estaba alentando a mi sobrina a un viaje con un desconocido de quien sólo sabíamos lo que la misma Sandra sabía. Pensé en hablar con Sandra y extremar precauciones antes de su viaje. Como te digo nunca pensé que el presentimiento de mi hermana pudiera deberse a algún fallecimiento.

Quizás Sandra te habrá platicado en alguna ocasión de los extraños dones que tiene mi hermana y que tuvo Adrianita, que en paz descanse. Tienen la facultad de presentir sucesos tanto buenos como malos. Nunca supo definirlos con exactitud. Que yo sepa sólo mi hermana y Adriana tenían ese don, nunca antes he sabido que Sandra presintiera algo, incluso ella se llegó a reír muchas veces por las predicciones de su mamá o las de Adriana. En son de broma las llamaba «brujas».

Si esto que tú me dices de que Sandra pudo haber presentido los sucesos que horas después ocurrieron, lo más seguro que en cualquier momento ella lo recordará, y haré todo lo posible por estar cerca de ella para tranquilizarla y no dejarla que se haga responsable de esta tragedia.

Hoy se mantuvo especialmente callada, aunque nosotras hablábamos para distraerla, se notaba que se perdía en sus pensamientos, muchas veces le pregunté si quería hablar de algo, tal vez de ti o de su pierna, pero nos dijo que no quería hablar de nada.

Me dejas más tranquila al expresarme tus sentimientos para mi sobrina. No es que yo la apoyara en esto al cien por ciento, he tenido mis dudas y temores, pero quería confiar en Sandra y en lo ella sentía por ti, y ella siempre me ha asegurado que confía y cree mucho en ti. Ahora al leerte, ya la puedo entender mejor y pediré mucho a Dios porque muy pronto puedan rehacer sus planes y encontrar juntos un poco de felicidad, por ti y por ella, que estoy segura se la merecen.

Los exámenes que le hicieron hoy salieron bien, mañana le harán otros para ver si no hay rechazo a la cicatrización del hueso. Hoy nos dijo el médico que no hay señales de rechazo. Yo me atreví a preguntarle que en caso de haberlo, ¿que pasaría? Me espantó la respuesta: amputación. Ni por un momento pasó por mi cabeza esa posibilidad, pero el doctor me tranquilizó y me dijo que esas señas se presentan en las primeras cuarenta y ocho horas y que Sandra no había presentado ningún síntoma intranquilizador. ¡Gracias a Dios! Pero aun así le harán los exámenes para descartar cualquier posibilidad de bacterias en el hueso. Una vez más molestaremos a la Santísima Virgen para que todo salga bien.

Bueno Rafael, busquemos la paz en nuestras almas para poder brindar un poco de calma a todos estos malos momentos. Cuídate mucho y que Dios te bendiga.
Adela González H.


De: "Mónica Ramírez"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: vier, 13 abr 2001, 4:12 H —0600

HOLA RAFAEL....ESTAMOS LLEGANDO DE DEJAR A SANDRA EN EL PAÍS DE LOS SUEÑOS...YA LA TIA SANDRA TE ESCRIBIÓ Y AHORA TE CONTESTO YO... MIRA QUE ME HAS ECHO LLORAR HOMBRE CON ESE EMAIL QUE LE HAS ESCRITO A SANDRITA... Y ME HAS ECHO ARREPENTIRME DE ACUSARLA DE SER MUY INOSENTE POR ENAMORARSE DE ALGUIEN QUE NUNCA A VISTO... SI ES SIERTO QUE NOS EMOS PELEADO POR ESTA RELASION QUE LLEVA CONTIGO.... Y ES SIERTO QUE SOMOS HERMANAS DESDE QUE NOS CONOSIMOS CUANDO BEBES... Y DESDE ENTONCES NOS QUEREMOS MUCHO Y NOS CUIDAMOS MUCHO... QUISAS ELLA ME A CUIDADO MAS A MI QUE YO A ELLA... SOY CASI DOS AÑOS MAYOR QUE SANDY PERO PARESE AL REVÉS... ELLA SIEMPRE SABE DESIRME LAS VERDADES Y YO NUNCA LE ATINO A UNA... Y CUANDO ME DIJO LO QUE LE ESTABA PASANDO CONTIGO YO QUISE DESIRLE QUE HAORA ERA ELLA QUIEN ESTABA EQUIVOCADA... PERO TE DEFENDIO COMO NUNCA LA E VISTO ACERLO CON NADIE... Y ESO ME LLENO DE CORAJE Y SIEMPRE QUE HABLABA DE TI YO LE DABA LA CONTRA SIN NINGUNA RAZON... ELLA SIEMPRE ME A PROTEGIDO Y SIEMPRE ESTA TRATANDO DE QUE YO NO SUFRA... Y POR ESTA VES YO QUERÍA HASERLO CON ELLA... DE VERDAD RAFAEL YO QUIERO MUCHO A SANDRA...Y A SUS HERMANOS Y HERMANAS Y A SUS PAPAS.. ELLOS SON MAS QUE MI FAMILIA VERDADERA... Y ME DUELE MUCHO LA MUERTE DE ADRIANA... ELLA ERA LA NIÑA MAS INQUIETA Y JUGUETONA Y LOCA QUE TE PUEDAS IMAGINAR... Y LA QUERÍA MUCHO TAMBIÉN... PERO SI CUANDO ME DIJERON DE SU FALLECIMIENTO EN LUGAR DE DECIR SU NOMBRE ME HUVIERAN DICHO EL DE SANDRA... NUNCA TE HUBIERA PODIDO ESCRIBIR UNA SOLA PALABRA... ESTOY LLORANDO PORQUE QUIERO QUE SE ALIVIE PRONTO Y LA QUIERO VER SONREIR Y ASER BROMAS COMO SIEMPRE... Y LA QUIERO VER FELIS Y SI LO ES CONTIGO AUNQUE TE LA LLEVES TAN LEJOS... YO ESTARÉ CONTENTA... Y AUNQUE ME HAS ECHO LLORAR TAMBIÉN ESTOY MUY FELIZ POR SABER QUE DE VERDAD LA QUIERES MUCHO... HORACIO ESTUVO A PUNTO DE CASARSE CON ELLA... PERO NUNCA ME DIJO QUE LA QUISIERA... NI NUNCA LO ESCUCHE QUE SE LO DIJERA A ELLA... PERO BUENO ESO YA NO IMPORTA NI PARA ELLA NI PARA MI... TU QUIÉRELA MUCHO QUE YO TE DIGO QUE ELLA TAMBIÉN TE QUIERE MUCHO... .A PROPOSITO DE TANTO QUEREDERA...TE TENGO RECADITOS... TE MANDO A DECIR QUE OTRA VES EL TELÉFONO NO NOS SIRVIO...Y QUE TE QUIERE MUCHO Y QUE NO TE OLVIDA Y QUE LE SIGAS ESCRIBIENDO Y QUE TE DE LAS GRACIAS POR ESO....Y ME PIDIO QUE CUANDO YA FUERA A TERMINAR MI CARTA QUE TE ESCRIBIERA ASÍ: "TE QUIERO MUCHO CARAJITO" ... QUE CURSIS.
HASTA PRONTO...CUÍDATE. MÓNICA R.



Yo apenas si podía creer lo que nos estaba pasando a Sandra y a mí. De la noche a la mañana, de un minuto para otro, todo había cambiado. Lo único que me consolaba era pensar que las cosas pudieron haber sido peor: que hubiese sido Sandra y no Adriana quien hubiera muerto en el accidente. Esa idea me helaba la sangre.

Todos nuestros planes se habían ido al traste. En un primer momento pensé que el viaje habría que posponerlo por lo menos por dos meses. Luego, pensándolo mejor, tuve que admitir mi excesivo entusiasmo. La muerte de Adriana en sí misma ya era un golpe brutal, una de esas desgracias con la que se nos pasa la vida y no terminamos nunca de aceptarla. Apartando eso, estaban las heridas físicas de Sandra: fractura expuesta de fémur, fractura múltiple de la rótula, rompimiento de arterias y músculos. Recuperarse le tomaría meses para luego someterse a la rehabilitación. No me atrevía a calcular cuánto tiempo tardaría todo eso, pero no sería poco.

Recordé a Marcos, un joven vecino que había sufrido un accidente en una motocicleta. Similar a lo de Sandra, Marcos había sufrido fractura abierta de la tibia. Durante ocho meses lo he visto caminar con una maraña de tubos y hierros pegados a su pierna. Cuando lo vi hace un par de días me detuve a conversar con él y me explicó que no será hasta dentro de un mes cuando le quiten los hierros y le pongan un yeso, con el cual deberá estar por lo menos mes y medio. Luego de eso se dará inicio al proceso de rehabilitación. Es decir, más de un año.

A diferencia de Sandra, Marcos sufrió una infección en el hueso fracturado, lo cual lo mantuvo al borde de la amputación. Quise suponer que lo largo de su tratamiento se debía a esa infección. Pero aunque Sandra no tenía síntomas de contaminación, su restablecimiento sería un proceso lento. Eso tenía que aceptarlo.



Durante esa primera semana después del accidente, me alejaba de casa apenas el tiempo necesario para cumplir con algunas obligaciones de trabajo. Las veces que Roberto me llamó por teléfono a la casa o al negocio, le daba respuestas esquivas y breves. Debió sospechar que algo me ocurría, así que me invitó a cenar a su casa el viernes trece de abril.

Acabada la cena, como de costumbre nos fuimos al barcito ubicado en la terraza de su apartamento. Conversamos de una cosa y de otra. Mientras yo hablaba, él me miraba fijamente, escrutándome, midiéndome. Creo que en realidad no escuchaba lo que yo le decía. Como un policía en pleno interrogatorio, observaba mis manos, medía el tono de mi voz, sopesaba mi mirada. Al rato, me preguntó:

— Rafael, ¿a ti qué te ocurre?

Sin pensarlo dos veces, le conté lo de Sandra:

— Sandra tuvo un accidente automovilístico y Adriana, su hermanita menor, Adriana.
— ¡¿Qué?!
— Una tragedia, Roberto.

Le conté los detalles. Roberto me escuchaba con atención. Me hacía preguntas: la hora, el modelo del carro, por dónde había sido el impacto de la camioneta al carrito de Sandra, en qué hospital estaba, si había hablado con ella, con Mónica o con la tía. Cuando finalicé mi relato, Roberto renovó nuestros tragos, encendió un cigarrillo y lo aspiró en silencio. Así se mantuvo un buen rato. Luego me dijo:

— Coño, Rafael, para mí todo lo que me estás contando es mentira.
— ¿Ya vas a empezar con tus vainas?
— Una tragedia tan grande como esa no puede ser verdad.
— ¿Qué cosa no puede ser verdad, Roberto?— le pregunté, molesto— ¿Acaso es imposible que una persona choque su carro, se le mate una hermana y se parta una pierna? Busca el periódico para que veas diez historias como esta o peores. Para no ir más lejos, hace quince días, aquí mismo, casi frente a tu edificio, ¿no se le fueron los frenos a una gandola y se llevó por el medio a una viejita y a un muchacho? Estaban esperando el autobús y ¡zas! los aplastó la gandola. Es increíble que algo así ocurra, pero esas vainas ocurren.
— Está bien, está bien. Pero todo esto es muy raro. ¿Para cuándo es que se venía ella?
— Para el veintitrés.
— Y justo dos semanas antes del viaje ella tiene ese accidente. ¡No seas huevón, Rafael! Las cosas no son así. Esa carajita se lo pensó muy bien: dejar su país, su familia y su trabajo para venirse con un desconocido, porque tú eres un desconocido para esa carajita, a darte la mano y decir mucho gusto y meterse a los dos minutos en tu cama para convertirse casi en tu mujer, venirse con un hombre que está en bancarrota, que de vaina consigues dinero para comer. ¿Tú crees que va a dejar todo lo que tiene en su país y en su casa a cambio de nada? Yo te dije desde la primera vez que hablaste de ella que todo esto era demasiado raro, demasiado fantasioso. No te molestes, Rafael, pero estas cosas te las tiene que decir alguien. ¿Has logrado hablar con alguna de ellas, con Sandra o con la amiga o con la tía?
— No — admití.
— ¿No te parece raro?
— Han estado en contacto conmigo por internet.
— Esa internet te va a volver loco, huevón. Pero dime, ¿qué vas a hacer?, ¿te vas a ir a Guadalajara?
— Quisiera, pero no tengo dinero.
— ¿Ves? Si todo lo que me cuentas es cierto, si tú realmente te lo crees, ya deberías estar allá, al lado de esa muchacha. Y si lo dudas, igual deberías irte, para verificarlo todo.
— No tengo nada que verificar.
— Si tú lo dices...
— Roberto, supongamos por un momento que tú tienes razón, que Sandra se asustó y se retractó. Pongamos que eso es así, ¿por qué no decírmelo? ¿Sabes lo fácil que resultaría para ella escribirme un email y dar todo esto por cancelado? Muchas veces cuando ella me explica lo que siente por mí y lo mucho que necesita a su familia, la he librado del compromiso de venirse. Y su respuesta y su posición siempre han sido la misma: me iré a Caracas. ¿Qué necesidad tendría ahora de inventarse una vaina tan retorcida como esta?
— Arrugó, mi pana. Se cagó, se asustó, se le cayeron las pantaletas, se rajó. Razones no le faltan, ¿no crees?
— Tendrías que conocerla para comprenderla.
— ¿Conocerla? Pero, ¿acaso tú la conoces? ¿Crees que basta con esas cartitas que ustedes se escriben y las llamaditas telefónicas que se hacen para conocer a alguien y saber de lo que es capaz o no? Dime algo, si tuvieras una hija de la edad de Sandra y te dijera que se va a vivir a Canadá con un tipo que conoció en internet, ¿qué harías, la dejarías?
— ¡Claro que no! Eso mismo me lo preguntó Sandra una vez, y le respondí lo que te estoy respondiendo ahora.
— Y ella, ¿ya había hablado con su familia?
— Sólo con su papá. El fin de semana que ocurrió el accidente hablaría con su mamá.
— ¡Qué casualidad!, ¿no?

No supe qué responderle a Roberto. Molesto conmigo mismo, con Roberto y hasta con Sandra, me retiré y me fui a mi casa. Me di cuenta que ella había manejado las cosas de tal forma que no podía hacer otra cosa que quedarme callado ante las incrédulas suposiciones de Roberto. Sandra jamás me había dado el teléfono de su casa y luego me había dicho que lo habían eliminado ya que lo usaban poco y les bastaba con los celulares de ella y de Adriana. En lugar de pagar esa línea telefónica, se habían suscrito a un plan de servicio de internet banda ancha, el cual les permitía una mejor comunicación con Jorge y José Francisco, sus hermanos residen en Estados Unidos. Para colmo, el teléfono de la estética había sido cambiado justo un día después de haber ocurrido el accidente.

Por supuesto que me daba cuenta de que Roberto tenía razón en muchas de las cosas que me decía. Pero montar una mentira de ese calibre tampoco tenía sentido, al menos no de parte de Sandra. En más de una oportunidad, cuando sentía a Sandra tan agobiada por abandonar a su familia, le había dicho que tal vez lo mejor era olvidarnos de todos nuestros planes de convivencia, pero ella reaccionaba casi con rabia. Si en lugar de inventarse un accidente tan espantoso como este, me hubiera alegado cualquier motivo para posponer una vez su viaje a Venezuela, yo hubiera comenzado a darme por vencido y hubiera comenzado a salirme de todo este embrollo. En nuestras largas conversaciones epistolares habíamos considerado el riesgo latente de que en nuestras vidas apareciera alguien real, alguna persona de nuestra ciudad, alguien a quien pudiéramos ver, tocar y besar y que nos hiciera cambiar nuestros sentimientos. Ella argumentaba que quien no anda buscando, no tiene por qué andar encontrando nada. Y lejos de cobijarse bajo esa posibilidad, ella sólo me pedía que si alguna vez yo conocía a alguien que me interesara, que por favor se lo hiciera saber de inmediato.

Nuestra relación se había apoyado en la mútua sinceridad. Brindarnos el uno al otro un retrato absolutamente fiel de nuestras vidas era la única forma de saldar en parte la enorme distancia que nos separaba. ¿Cómo podría ella, entonces, inventarse algo así? Y aún el caso de que hubiera querido terminar con la relación y no hubiera tenido el coraje para hacerlo, ¿por qué no inventarse (si es que el asunto consistía en inventar cosas) que era ella quien había muerto en ese accidente? Seguro que Mónica se hubiera prestado de mil amores para enviarme ese email anunciándome la muerte de Sandra y allí hubiera quedado liquidado el asunto en forma definitiva. Bien sabían ellas que yo no contaba con recursos para costear un viaje a Guadalajara para verificar su muerte. Además, ¿para qué ir a México una vez que Sandra hubiera muerto?, ¿para visitar su tumba?, ¿para ponerle una flores a su sepulcro? En cambio, herida como estaba, a pesar de mi ruinoso estado económico, bien podría yo conseguir dinero de donde fuera y presentármele a Sandra en el hospital o en su casa. Decirme que estaba herida, pero viva, dejaba abierta esa posibilidad. En el caso de que hubiera querido terminar la relación a través de esa mentira, encerraba el riesgo de ser descubierta al yo viajar a Guadalajara. Y si lo que Sandra quería era ganar tiempo para retrasar su viaje, tampoco tenía sentido que hubiera "matado" a su hermana ni se hubiera "fracturado" a sí misma una pierna. Su cuerpo quedaría marcado por las cicatrices y las cicatrices no se pueden inventar. Entonces, ¿cómo mentir sobre algo así? No, no podía ser una mentira. No tenía sentido ni justificación que todo ese accidente fuera una mentira.



CAPITULO VII

El miércoles dieciocho de abril Sandra fue dada de alta en el hospital. Ese mismo día recibí su primer email de después del accidente:

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Soy yo, Sandra
Fecha: miér, 18 abr 2001, 16:02 H —0600

Hola, mi vida:
Gracias por acompañarme, por seguir presente. De verdad, muchas gracias, no sabes cuanto me has ayudado.

No se qué decirte, me es muy difícil pensar. Estoy en casa, pero me parece que han pasado cien años desde la última vez que estuve en aquí. Quisiera decirte tantas cosas, pero no puedo, me duele el solo hecho de pensar. Estoy muy triste, Rafael, y no se qué voy hacer. Me siento tan perdida, tan poca cosa. Quisiera cerrar los ojos y regresar el tiempo, quiero cerrarlos y despertar de este maldito sueño.

Perdóname, perdóname por cambiar nuestros planes. No sé que va a pasar conmigo, siento que ya no soy la misma persona de hace un par de semanas. Sé que pronto sanará mi pierna y regresaré a trabajar, pero ahora no sé si algún día podré volver a soñar.

Aún te quiero mucho, te amo y creo en ti que más que nunca. Pienso que el saberme tan pequeña me ha hecho más consciente de cuánto te amo y te necesito.

No quiero que estés triste. Necesito que te animes para que no sentirme culpable también de eso. Gracias por estar conmigo en estos días, los peores de mi vida. Tus cartas han sido una fuente de consuelo y de esperanza, y no tienes idea de cómo me han ayudado a comprender que tengo que seguir adelante.

Quiero decirte tantas cosas, pero no se cómo hacerlo. Siento que se me perdió el tiempo, siento como si me hubiera dormido por años y ahora despertara y todo me resulta extraño. De verdad que me siento perdida. Sólo tú, tu presencia, tu atención, me ofrecen un lugar en el mundo.

Tengo que recuperarme pronto, debo volver a agarrar la riendas de mi vida, pero no sé cómo ni cuando podrá ser eso. Si hubieras venido a Guadalajara no sé cómo te habría recibido. Hay momentos en que de verdad no quiero ver a nadie, y cuando me he quedado sola, solo tú estás conmigo, ni un minuto me has dejado, creo que si hubieras venido no habrías estado tan cerca de mí como te he sentido en estos días. Quédate tranquilo, sigue trabajando como lo estabas haciendo. No sabes cuanto me ayudó saber que ya estás fotografiando de nuevo.

Me duele mucho que en estos días hayas removido tu propio dolor ante el recuerdo de la muerte de tu padre para escribirme como lo has hecho. Siento mucho no poder provocarte una alegría y en cambio has tenido que abrir viejas heridas para decirme que mi pena se puede sobrellevar como lo has hecho tú.

¿Recuerdas los huracanes? Pues ahora sí me siento dentro de un huracán, o como si hubiera pasado sobre y dentro de mí, y ahora sólo puedo ver la destrucción que dejó. Sólo me queda recoger lo que aún sirve y empezar a construir de nuevo mi casa. ¿Cuanto tiempo me llevará? No lo sé. ¿Encontraré los materiales necesarios? Tampoco lo sé. Ahora sólo quiero sentarme y contemplar todo lo que la maldita muerte se ha llevado, para después averiguar si aún es posible encontrar algo de coraje y valor para hacerme una casa más fuerte.

Es muy cierto lo que me has dicho, "Mas importante que estar cerca, es estar juntos". Yo siempre te he sentido a mi lado, en todo momento desde que te conozco has estado conmigo en mis alegrías y en mis tristezas, y hoy más que nunca estás junto a mí como nadie lo ha estado.

Cuéntame cómo te ha ido con lo de los presupuestos y cómo va lo de las fotos de los edificios. Necesito que me actualices sobre todo lo que no me has contado en estos días.

Te quiero, te amo, ya no son solo frases escritas en un email: son las únicos sentimientos que no se ha llevado este huracán.

Rafael, gracias de nuevo por existir y estar presente en mi vida.
Para siempre tuya, Sandra


Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Soy yo, Sandra
Fecha: vier, 20 abr 2001, 20:48 H —0600

Son demasiadas cosas que aún andan sueltas en mi cabeza, son muchas las cosas que necesito se calmen para que vuelvan a quedar en su lugar.

Si, aun te quiero, te deseo y te necesito mucho en vida, pero habrá que esperar un tiempo para que me vuelvas a conocer: siento que ya no soy la misma persona de hace unos días atrás. Tú me hiciste descubrir una Sandra que yo no conocía, me asusté y me emocioné mucho, y creí que ya para siempre YO sería esa Sandra que TÚ hiciste de mí, pero ahora en este momento ya no sé a donde fue a parar, no sé ni siquiera si aún existe. Tendré que esperar un tiempo para buscarla.

Quizás lo que te escriba no tenga mucho sentido, ni yo misma comprendo muy bien las ideas que se me vienen a la cabeza. Sólo estoy segura que aún estás en todos mis sentidos y que te necesito más que nunca. Siento que hoy estoy muy sola y sólo tú me puedes brindar algo de calor y esperanza.

El dolor de mi pierna es soportable, lo que sí me resulta muy incómodo es moverme con las muletas y los aparatos que traigo encima, pero ya estoy agarrando el control. Llevo un ratito aquí, frente a la computadora, y apenas si me he cansado, tal vez mañana si me avisas nos ponemos de acuerdo y podamos hasta chatear un ratito, ¿te parece?

Que bueno que estés muy trabajador, eso me alegra mucho, ¿me cuentas mañana cómo te fue?

Te quiero, te amo muchísimo, y te necesito mucho más de lo que puedas imaginar.

Buenas noches. Un beso. Tu Sandra



Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, soy yo: Sandra
Fecha: dom, 22 abr 2001, 16:32 H —0600

No, no me siento culpable del accidente. No hice nada para provocarlo ni tampoco hubo tiempo para evitarlo. Fue tan rápido que ni siquiera vi por dónde salió esa maldita camioneta. Pero sí me siento enojada, rabiosa por no haber sido capaz de ver lo que estaba frente a mis ojos.

Tú sabes que durante los días previos al accidente yo estaba presintiendo que algo malo ocurriría. Ese mismo día yo tenía tan claro que algo malo sucedería y me cerré a verlo y desvié la mirada a otro lado. Ya todo pasó y nada podrá cambiar lo que siento y estamos viviendo mi familia y yo. Ahora sólo me queda vivir con esto. Te voy a contar lo que paso ese día.

Ese sábado siete de abril te mande un email donde te decía que no me sentía bien. No era un malestar físico, era algo de muy adentro: miedo, desolación, desesperación, era algo que me hacia sentir débil, temblorosa, tenía ganas de gritar. Como te dije en el mismo email, me vine a casa y no encontré a nadie. Si allí mismo me hubiera encontrado con mi mamá yo le hubiera dicho lo que sentía y quizás ella hubiera identificado lo que me estaba pasando. Regresé a la estética y pasé la tarde con un vacío que apenas si me di cuenta del paso de las horas. Antes de salir te busqué, quería decirte lo que me estaba pasando. Yo creía que todo era producto de mi ansiedad por decirle a mi mamá lo del viaje a Caracas. En un momento pensé que era probable que mi mamá se pusiera mal cuando se enterara y que por eso era mi miedo. Me hubiera gustado encontrarte en internet o llamarte por teléfono para que me animaras y me convencieras que todo lo que estaba haciendo era lo correcto. Me fui a casa de mi tía Adela y traté de ignorar lo que a cada minuto sentía con más intensidad. Seguía pensando que era mi necesidad de ya hablar con mi mamá y dejar muy claro con la familia que me iría en quince días. La reunión estaba muy bien, habían llegado más tíos, los primos, algunos amigos de mi tía y el ambiente estaba muy animado. Mis papás se veían contentos y mis hermanas andaban bailando con los novios, pero yo me sentía fuera de lugar, toda esa alegría y yo sintiéndome angustiada y sin saber exactamente por qué o de qué. Más o menos a las diez de la noche me acerqué a mi papá y le dije que quería hablar en ese momento con mi mamá sobre mi viaje, pero me dijo que lo dejara para después, que ella estaba muy contenta y que yo le iba hacer perder esa alegría. Cada vez que estaba cerca de él a solas le seguí insistiendo, tanto fue que lo puse de mal humor y en un momento me regañó. Me iba a dar un sermón, pero en ese momento llegó Adriana para pedirme si yo podía llevar a su novio hasta su casa. Ya pasaba de la media noche y me sentía muy cansada de simular que andaba contenta y por dentro con ese miedo que no terminaba de irse. Le contesté que sí, que lo llevaría. Como era de esperarse, papá no me iba dejar ir sola y dijo que él me acompañaría. Yo sabía que mientras fuéramos acompañados mi papá no me seguiría regañando, pero una vez que estuviéramos de regreso me diría todo lo que se había guardado, así que YO le pedí a Adriana que nos acompañara. Ella no quería, tenia sueño y me dijo que se iría a dormir a la cama de mi tía. Le dije que nos acompañara y que se durmiera en el coche. Mi papá se puso al volante, yo al lado y Adriana y su novio, en el asiento trasero. Una vez que dejamos en su casa al novio de Adriana, nos quedamos en nuestros lugares. El regreso lo hicimos en silencio. Adriana iba dormida, recargando su cabeza sobre la ventanilla del lado izquierdo, mi papá callado con el ceño fruncido. Lo vi cansado. Me sentí muy mal por andarlo preocupando y mortificándolo con mi insistencia de hablar con mi mamá, así que le pregunté si tenia sueño y me respondió que sí. Le pedí que se estacionara para yo conducir, pero se negó. Se lo pedí nuevamente y me impuse. Yo me pasé al volante y pensé que si Adriana de todos modos iba sentada dormida, le daría igual ir adelante que atrás, así que la desperté y le pedí se cambiara a mi lugar para que dejara el asiento trasero libre para que papá se recostara. ¿Te das cuenta, Rafael, cuántas cosas cambié? ¿Cuanto tiempo nos tardamos en hacer esos cambios? ¿Uno, dos, tres minutos?... De no haber insistido en llevar a Adriana, ¿nada hubiera pasado?

Cuando volví a encender el motor sentí tanto miedo que casi me pongo a llorar, me dije que era una tonta por estarme sintiendo así. De nuevo sentí el cuello muy tenso y empecé a conducir. Nunca vi de donde salió ese vehículo, ni me di cuenta por dónde nos impacto. Yo sólo me advertí la sacudida del golpe y por instinto metí el freno. Al momento me sentí relajada y pensé "ya, ya pasó todo". Me di cuenta de que había chocado y sólo voltee a ver a Adriana. No la pude ver bien, algo me nubló la vista, pero la vi con la cabeza inclinada sobre su pecho y pensé que estaba dormida y que no se había dado cuenta del choque, y pensé: "Que bueno que no se asustó"...Eso es lo último que recuerdo del accidente y de Adriana.

Como ya te he dicho, si no me siento culpable por el choque es porque eso no lo podía evitar. Pero sí me siento responsable de que haya sido yo quien insistió en que Adriana fuera con nosotros, en cambiarla de lugar, en retrasar dos o tres minutos nuestro regreso. No sé si con el tiempo podré entender esto, pero ahora no puedo, Rafael. Veo la tristeza en mis papás y la de Choco y no sé ni cómo mirarlos a la cara. Cada vez que quiero ver a los ojos a mis papás, me esquivan la mirada, no me dicen nada. Sólo mi papá me ha hablado de la muerte de Adriana, porque mi mamá no me ha dicho ni una palabra de eso. Hemos llorado juntas nos hemos abrazado, pero hay un silencio que me tortura. Quisiera que papá me reprochara por lo de esa noche, quisiera que mi mamá me culpara de no tener más cuidado, quisiera que Choco me peleara, quisiera que mis hermanos me gritaran que soy culpable. Prefiero mil veces eso a este enloquecedor silencio, a esas miradas no sostenidas que me dicen tanto y no me dicen nada.

Ayer cuando rezábamos por el descanso eterno del alma de Adriana, yo pensaba que todo era una farsa, que como podía estarle yo rezándole a mi hermanita si yo misma no la creo muerta, si siento que esto es una broma y que en cualquier momento ella saldrá de algún lugar regalándome una vez una de sus sonrisotas.

En la mañana le dije a Mónica que en cuanto pueda quiero me lleve al cementerio. Quiero ver su tumba y aun así estoy segura que no lo creeré. Choco me dijo que la habían arreglado muy bonita, que Adriana parecía dormida y que ella le dio un beso, como cree nunca se lo había dado en vida.

Creo en Dios, confío que todo lo que sucedió ya estaba escrito y que esa era su voluntad, pero ¿para Adriana, para mi, para las dos? Tal vez para las dos y a mi me dejó vivir en el ultimo momento. ¿Para qué? No lo sé, pero ahora estoy muy enojada con Dios, por dejarme con esta tortura, por haberme abandonado en medio de esta hija puta pesadilla, por no permitirme por lo menos darle un beso a mi hermana antes de dejarla ir para siempre. Cada vez que me duermo quiero soñarla, quiero verla venir y despedirme de ella, pero no logro encontrarla en ningún sueño. Cierro los ojos y esta pesadilla no hay quien la apague. ¿Hasta cuándo me permitirá Dios volverla a ver?

Tengo que recuperarme pronto, hay muchas cosas por hacer. Tengo que aliviarme rápido de mi pierna y activarme ya, debo trabajar, los pagos no esperan y ahora ya ni siquiera tengo el coche para poder disponer de él. Debo recuperarme anímicamente por mis papás y ayudarlos y demostrarles que yo sobreviví para hacer algo bueno. Debo organizarme para vivir mi vida contigo. Tengo que hacer tantas, tantas cosas, pero lo único que ahora quiero es dormir por mucho tiempo, por un millón de años seguidos hasta que ya todo haya pasado o hasta que mi mamá me despierte y me diga que se me hace tarde y me quede dormida y que todo esto no es más que un horroroso sueño.

Hoy escuche a un sacerdote que decía que QUERER significa dar felicidad a otra persona. Hasta hace unos pocos días eso es lo que yo creía estaba haciendo para ti, moverme y hacer todo lo que posible por darte un poco de felicidad. Hoy no sé si pueda lograrlo, siento que te quiero y te necesito más que nunca, pero ahora me siento tan infeliz que no creo que pueda dar felicidad, ni a ti, ni a mí ni a nadie.

Después de esta tragedia, hoy volví a ver tus fotos y no te quise pensar fuera de mi vida. Quiero tener la ilusión de poder verte de verdad y tocarte y pensar que aún me quedan cosas buenas en la vida.

TE AMO. Siempre tuya, Sandra


Este email me afectó profundamente. Ya tenía los informes de la tía Adela de cómo había sido el accidente, pero ahora Sandra mencionaba un pequeño detalle que me golpeó como una estocada.

Una vez que Mónica me escribió en su primer email sobre el accidente de Sandra y la muerte de Adriana, no pude evitar repasar todos y cada uno de los pasos que yo había realizado aquella tarde en Caracas, a miles de kilómetros de Guadalajara. Pensé, con amargura, que si no hubiera tenido la infeliz idea de meterme al cine, quizás hubiera llegado a tiempo a mi apartamento para alcanzar leer los emails que Sandra me había enviado unas horas antes del accidente. De haber sido así, quizás me hubiera comunicado con ella, por email o por teléfono, para que me explicara mejor las razones de su angustioso estado de ánimo y tratar de tranquilizarla. Para mí la angustia que embargaba a Sandra aquella tarde anterior al accidente era producto de la proximidad de su viaje a Caracas. Pero más que no haber podido tranquilizarla, lamentaba no haber retrasado y alterado su agenda de ese día y así, QUIZÁS, alterar su destino. Tal vez hubiéramos chateado durante treinta o cuarenta y cinco minutos, tiempo suficiente para retrasar y cambiar sus pasos y hacerla llegar más tarde o más temprano a esa calle en donde la muerte le estaba tejiendo una emboscada.

Pero ahora Sandra me decía que la razón principal que la obligó la noche del accidente a llevarse a Adriana con ella en el carro, era para evitar una discusión con su papá a la hora de regresar a la casa de la Tía Adela una vez que hubieran dejado al novio de Adriana. Una discusión que desde Caracas yo había provocado.

Si yo jamás hubiera entrado aquella tarde de agosto a ese salón de chat o si jamás me hubiera puesto en contacto con una chica de nombre de Sandra López, o si jamás ni ella ni yo nos hubiéramos respondido nuestros emails, pues, jamás hubiera ningún romance entre nosotros, ni planes para venirse a Caracas, ni nada que confesarle a sus padres, ni razón para haberse llevado casi a la fuerza a Adriana para que acompañara a Sandra y así evitar una riña con el papá de ambas.

Me sentí responsable, el único y verdadero responsable de esa muerte tan absurda. Sentí que a cuatro mil kilómetros de distancia, tecleando una computadora, había entrado en aquella familia con tan mala leche que les había ocasionado la pérdida de uno de sus miembros más queridos. ¡Puta madre, carajo!

Sandra no me reclamaba nada. Era como si ella misma no pudiera ver los hilos ocultos que se habían cruzado para ocasionar esta tragedia. Claro, uno puede pensar en la voluntad de Dios, o creer en el destino: todo está escrito y nadie muere en la víspera. Pero lo cierto, lo que podemos tocar y concluir, es que quizás hubiera bastado con que alguien hubiera estornudado aquella noche para que las vidas de muchas personas NO hubieran cambiado tan brutalmente como lo hicieron. Quizás hubiera bastado eso, un simple estornudo de alguien, para que Sandra y su familia se hubieran atrasado a adelantado unos pocos segundos a ese desgraciado minuto en que aquella camioneta roja impactó el carro de Sandra.

Los miedos que me habían embargado hacía apenas unos días atrás, cuando se aproximaba la llegada de Sandra, ahora me parecían producto de una soberana frivolidad de mi parte. Lo único que me importaba en aquel momento era que Sandra estuviera viva, y con ella, nuestros planes. Sentía que mi amor por ella se había enraizado dentro de mí, sin dudas y sin preguntas. Había en todo este amargo trance, una suerte de predestinación entre esa mujer y yo. Sabía que habría que esperarla mucho tiempo, pero estaba dispuesto a hacerlo. No me importaba ni su pierna rota, ni la enorme cicatriz de su cabeza, ni la negra sombra que ahora arropaba su alma. Ella sanaría a mi lado. Juntos forjaríamos, una vez más, nuevos sueños. El camino sería largo, pero ya no tenía prisa. Estaba resuelto a esperarla el tiempo que hubiera que esperarla. Me embargaba un profundo sentimiento de pertenencia, una certeza de que esa mexicana había nacido para ser mía.


CAPITULO VIII

Pasaron los meses, largos, lentos, pesados. A mediados de julio de 2001 los médicos determinaron que el hueso de la pierna de Sandra no estaba soldando como ellos esperaban, consecuencia probable de que la fractura había sido longitudinal. Además, temían que aunque soldara, quedaría muy frágil y susceptible a futuras fracturas. Recomendaron intervenir quirúrgicamente para envolver el fémur con una férula de cromocobalto, un material ampliamente aceptado por el organismo humano. La operación tuvo lugar el lunes veinticinco de junio. Cinco semanas más tarde le quitaron los puntos de la nueva intervención y, por fin, luego de tres meses del accidente, le colocaron un yeso. Sandra se quejaba de que apenas se acostumbraba a alguno de los aparatos de tortura que los médicos le ponían, inmediatamente se lo cambiaban por uno nuevo. La rígida envoltura que la inmovilizaba ahora desde el muslo hasta la mitad de la pierna no sólo la incomodaba para caminar, dormir, sentarse o montarse en el carro, sino que a toda hora sentía que le estaban cociendo la pierna a fuego lento, sin contar la comezón.

A comienzos de septiembre le quitaron el yeso e inmediatamente iniciaron la rehabilitación. Si el cuerpo de Sandra respondía como se esperaba, el proceso duraría unos tres meses, días más, días menos. Es decir, para mediados de diciembre ya debía estar de alta y rumbo a Venezuela. Sin embargo, ni ella ni yo nos atrevíamos aún a fijar fecha para ese viaje.

Mientras su cuerpo trataba de curarse entre hierros, clavos, envolturas de cromocobalto y bisturíes, su espíritu llevaba un ritmo más lento de restauración. Cada día que pasaba Sandra parecía resistirse con más fuerza a aceptar la desaparición de Adrianita. No había logrado disociar lo que era la muerte de su hermana con sus sentimientos de culpabilidad. Hubo momentos especialmente duros, como el cumpleaños de la niña o durante la entrega de diplomas al finalizar el año escolar, donde sus maestros habían acordado otorgarle el grado post-morten. Pasaron dos meses antes que Sandra decidiera ir al cementerio a visitar por primera vez la tumba de Adriana. Allí su dolor recrudeció con violencia. Meses más tarde después de esta primera visita al campo santo, Sandra escribió:

«Tú sabes que no fue fácil hacerme a la idea que mi hermana (o su cuerpo) estaba bajo un trozo de tierra. Me fue muy, muy difícil visitarla en el cementerio por primera vez. Después, no es que se me haya hecho más fácil, pero ahora es como una necesidad, como una forma de estar cerca de ella. Sé que ella no esta allí, pero tampoco logro encontrarla en ninguna otra parte.

«Fueron muchas años juntas, todos los días nos veíamos y charlábamos. Ella era casi una continuación de mí y a la vez yo me sentía una parte de ella. Tal vez no me explico bien. De alguna forma yo hacia lo imposible para que disfrutara de las cosas que yo alguna vez había hecho, me hablaba de sus sueños y me emocionaba escucharla, y no veía razones que pudieran impedir que se realizaran todos. Fueron más de quince años viéndola, tocándola, escuchándola todos los días. Era imposible ignorarla ni un solo instante, estaba tan presente todo el tiempo que nunca se la podía omitir. Me parece una espantosa broma del destino que su último minuto estuvo a mi lado y yo no pude hacer nada por ella. Todos los días no hago más que desear verla. Me resisto a ir a buscarla a una tumba, pero es el único lugar donde me siento cerca de ella. Veo sus fotos, el video de su primera comunión, imágenes de algunos eventos escolares, pero no me satisfacen: tampoco la siento allí.

«No sabes cuánto la extraño. A veces voy al cementerio resistiéndome. Me parte el alma entender que todos sus sueños, sus ilusiones, todos sus planes hayan ido a parar a ese mísero pedazo de tierra. Cuando estoy allí ya no le pregunto nada, ya no le justifico ni le recrimino su ausencia. Ya sólo la acompaño. Así me llega un poco de paz y resignación, tal vez de alguna forma me consuelo, no sé, pero llega un momento que me siento muy bien allí, pero cuando debo irme, cuando comprendo que ya tengo que despedirme, siento que el corazón se me vuelve agua. No quiero dejarla... A veces me siento tan egoísta, quejándome por mi soledad, llorando por el abrazo de mis papás, renegando de todo por mis dolores, y pienso en ella, en cómo debe sentirse allí, bajo la tierra, sin luz, sin aire... Ya, ya, ya ¿qué caso tiene decirte todo esto? Sólo quería decirte que, que nada, nada, ¡nada!...» (29/10/01)

En otra de sus notas me escribía:

«A veces siento que esta pena tan grande comienza a calmarse. Pero es mentira. Como una alimaña traicionera me tiende sangrientas emboscadas donde me muerde con depredadora saña» (8/7/2001)

Cada noche me sentaba frente a mi computadora a leer sus emails y a responderle con cansada paciencia. Durante los primeros meses después de su accidente chateábamos casi a diario. Me sentía responsable de ella y tenía necesidad de cuidarla y protegerla. Me esforzaba por brindarle un poco de paz y sosiego, quizás alguna alegría. Fueron muchas las veces en las que ella finalizaba las sesiones de chateo escribiéndome «estoy llorando, no puedo controlarme. Me voy a dormir.» Y se marchaba, sin más.

Mi situación financiera en lugar de mejorar, empeoraba cada día. Las posibilidades de viajar a Guadalajara se hacían más y más remotas, por no decir imposibles. Las deudas me estaban devorando vivo. Con un par de trabajos que me habían salido para retratar al Gobernador del Estado Bolívar y documentar algunas de sus inauguraciones oficiales, logré apenas reunir el dinero necesario para cubrir la inscripción en el colegio de Eduardo José, mi hijo. Había sido un año difícil, un año en el que todo, absolutamente todo, me había salido al revés.

«Sobre lo que hablamos esta tarde de la crisis económica, por mí no te preocupes, Rafael, ¿okey? Como te decía y tú bien lo sabes, siempre he vivido en medio de crisis de dinero, unos días más, otros días menos, pero siempre con deudas pendientes y apuros económicos. Apartando el viajecito que hicimos a California el año pasado para visitar a mis hermanos, teníamos años que no podíamos pagarnos unas vacaciones, y cuando se daba una salidita era porque alguien nos prestaba su apartamento, pero nunca porque nos sobrara el dinero. Hemos logrado vivir con una aparente tranquilidad, sin embargo siempre estamos con la angustia de las fechas y de los pagos vencidos. Yo tampoco amo el dinero, ni es mi ambición tener más del que necesito. Tú sabes que cuando vivamos juntos deberé trabajar. Y aunque mis hermanos se encarguen de la hipoteca, yo tendré que continuar ayudando a mis papás. Mi idea es fijarme una cantidad de acuerdo a lo que gane, y enviárselas cada quince o treinta días. También quiero que hagamos cosas juntos, como arreglar tu casa, ayudarnos el uno al otro, apoyarnos para hacer un hogar. Un día, casi a principios de abril, cuando ya casi me sentía en tu casa, dejé volar mi imaginación y se me ocurrió que si Dios nos permitía que nos entendiéramos bien y nos ayudara un poco para que nuestra economía mejorara, pensaba proponerte que compráramos una casa, con patios, donde pudieran jugar los niños dentro de ella. Bueno, esto sería un sueño a largo plazo. El caso es que quiero que no te preocupes, no me voy a Caracas a vivir una situación económica desconocida, así que quédate tranquilo, ¿sí?

«Seguro has escuchado la canción de Pablo Milanés "Yolanda, te amo" ¿La has escuchado interpretada por Guadalupe Pineda?... Desde hace algunos meses la escucho casi como un himno y me acuerdo mucho de ti. Si puedes, escúchala y piensa que así es como siento, pero escúchala con Guadalupe, porque con Pablo es diferente, ¿okey?» (8/8/2001)

Sin necesidad de decírnoslo a cada rato, nuestros planes continuaban en pie. Todo dependía de la recuperación de su pierna. Sus partes médicos eran como una calendario que debíamos descifrar a nuestro modo para ir calculando los días que nos faltaba para estar juntos. Ya no hablábamos de vernos, ni de conocernos, simplemente se trataba de estar juntos. A finales de octubre de 2001 me escribió estas noticias:

«(...) Bueno, yo sólo quería platicarte que hoy el médico me regañó muy duro y me ordenó que debía estar en reposo y dejar de andar dando tantos saltos. Lo que sucede es que desde que tuve que levantarme de esa cama en el hospital siento diferentes dolores, no les he hecho mucho caso y se los atribuía a lo mismo de mi pierna y al peso extra que tengo que soportar con el aparato y después con el yeso, pero a ultimas fechas estaba que no soportaba el dolor de la espalda y se lo hice saber al médico el lunes pasado. El viernes me sacaron radiografías y hoy me midieron cada huesito, desde el cuello hasta la punta de mi dedo chiquito del pie. Cuando entré con el Dr. Méndez y le dieron el reporte fue cuando me dijo la causa de mis dolores y me regañó muy fuerte. Me dijo que eso de andar subiendo y bajando escaleras, (lo tengo que hacer saltando cada escalón, no hay de otra forma) ya me esta trayendo consecuencias, la columna se está desviando y no sé cuantas cosas más. Me ha dicho que me ponga en REPOSO ABSOLUTO, nada de escalones y que me mantenga a nivel con las muletas. Y yo le proteste: "Pero, si no hago nada". "No importa, quédate sentada mirando la tele y quédate BIEN QUIETA"....Yo me pregunto, ¿de qué estamos hechos?, ¿de plastilina o de mantequilla? Ahora ya tendré que comprarme unas bolas de estambre y ponerme a tejer! [:-( ] Además de la rehabilitación de la pierna, me harán terapia para el dolor y a corregir ese columna desviada que ahora tengo.

«Con lo de la pierna me dio un poquito de ánimo. Dice que vamos bien, aunque yo esperaba mucho más para estas fechas, pero bueno, añadió que todo está respondiendo adecuadamente a cada estímulo y que ya vamos a empezar con algo más ¡¡¡fuerte!!! y yo casi le grite "¿MAS FUERTE?" Claro, que no grite, pero si me contuve fue sólo para disimular mi cobardía! :-(

«Bueno, eso es todo. En pocas palabras: vamos bien con la rodilla, y no tan bien con el reposo.» (1/11/2001)

El dos de noviembre Sandra me hizo un comentario que no pude dejar pasar por alto. Desde los días del accidente yo jamás volví a presionarla para que fijáramos una nueva fecha. Sin que nunca hubiéramos hablado al respecto, yo había dado por sentado que la pauta para fijar un nuevo término para su viaje a Venezuela sería la recuperación de sus heridas. Ahora que ya había llegado a la fase final de su rehabilitación, era pertinente volver a hablar de su viaje. Pero su comentario me dejó totalmente desconcertado:

«Si hoy mi pierna estuviera bien, no sé si me iría a Venezuela, Rafael. Me siento muerta por dentro, incapaz de brindarte lo que tú necesitas para hacerte feliz»

Sin pensarlo dos veces, le escribí de vuelta:

«Te he esperado y aún esperaré lo que haya que esperar para que tu pierna se cure. Para mí lo único que nos separa hoy en día es tu pierna rota, y eso porque no cuento con los recursos económicos para pagar aquí en Venezuela los costosos tratamientos que te están aplicando en Guadalajara. Sé bien lo que te ha significado la muerte de tu hermana, pero es absurdo y sin sentido que me pidas que te espere hasta que también se te cierre esa herida. Ese dolor te puede durar meses, años, quizás toda la vida. Bien sabes que te he acompañado en tu pena, pero no voy a ayudarte a que hagas de ella un culto. Así es que te pido, te ruego y te exijo que te concentres en mí y en lo nuestro. RAFAEL»

Al día siguiente recibí su respuesta:

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: sab, 3 nov 2001, 9:09 H —0600

No quiero lastimarte, siempre quise hacer todo para estar a tu lado. Trabajé, me esforcé, sobrepasé mis propios límites e hice todo cuanto estuvo en mis manos hacer para irme a tu lado... He construido una vida para ti, he dejado prácticamente mi gente, me muevo y me esfuerzo y sólo lo hago por ti. Hace más de un año no he vuelto a tener un minuto de calma, ni una sola noche en que no me duelas...Y tú me dices que no me concentro en ti ni en lo nuestro. ¡Recontracarajos, Rafael!, si esto no es estar concentrada, entonces ¿qué lo es? No sabes como me taladra la cabeza esa maldita noche de la chingada en que por evitar un pleito con mi padre hice subir a mi hermana en mi coche. Esa noche, esos días sólo estaba concentrada en ¡ti! Y recontracarajos, Rafael, ¿cómo no reprocharme, cómo no sentirme culpable por no estar un poco más atenta a mi mundo y a los míos? A partir de esa noche, cada día debo partirme en dos. Por sobre todas las cosas amo a mis padres. Sin embargo tú te has llevado toda mi atención, y aún así me acusas y me juzgas que no te atiendo, que no me concentro, que no me entrego a ti cada día, cada hora... Si te he dicho tres mil millones de veces como me duele dejar a mi familia, como me parte en dos el hecho de alejarme de ellos para poder estar contigo, es para que comprendieras que no hacía otra cosa que seguir caminando hacia ti. Te he escrito emails llenos de lagrimas, llenos de dolor, sólo a ti te he dicho todo lo que siento, y me dejas entender que no quieres ese dolor de mí, que no te interesa, que a ti sólo te importa el dolor que pueda sentir por no estar junto a ti, entonces ¿qué hago? ¿Me quedo callada y ya no hablo más de eso? Por eso es que tú ves mi indiferencia por la próxima Navidad, no sólo tengo que lidiar con el dolor de no estar contigo, sino de vivir esos días con el recuerdo de mi hermana muerta. Pero tampoco te lo puedo decir, tengo que callármelo para que no te sientas culpable...

He tratado de explicarte como es que ya no soy la misma persona de haces meses atrás, explicarte que han aumentado en tamaño y cantidad todos mis sentimientos, que siento que me cuesta el doble cada movimiento que hago, que me crecieron los miedos y aun así he seguido caminando para estar a tu lado. Esto no es un tropiezo, ni salgo huyendo. Siempre que me has exigido o reprochado algo, me he dedicado a explicarte y darte confianza en que iré a tu lado. Yo no planee fallarte en nuestra cita en enero, yo no planee chocar mi coche en abril para no ir a tu lado. Me pides una fecha, y yo qué más quisiera poder tener una fecha, pero no la sé, carajos. Quisiera tener una fecha para poder irme a tu lado, para verte y tocarte, una fecha para que la pierna ya me obedezca y poder trabajar y empezar o reconstruir mi vida, una fecha para que el dolor de mi hermana termine de asentarse en mi corazón, como quisiera tener tantas y tantas fechas, pero no tengo ni una, no tengo nada. Ya no sé que más hacer. No quieres mis lagrimas, no quieres mi dolor. Te es indiferente que te piense todo el día, que te diga cuanto te amo, me has dicho que eso no te basta, lo sé, lo entiendo y lo comprendo. Tanto tú como yo lo único que hemos querido es vernos, terminar este cuento del chat y del internet y empezar una relación real. Sé que me quieres, eso puedo sentirlo, como nunca, como nadie me ha querido. He valorado cada una de tus palabras, cada una de las cosas que sé que has hecho para poder decírmelas. Aún sin nunca haberme visto, lograste tocar cada sentimiento de mi ser. Sé que para tenerte debo concentrarme e ir a t u lado. Yo te quiero, te amo mucho, como nunca llegué imaginar que pudiera amar a nadie. Es verdad que no has visto ese amor, que no te he dado pruebas palpables de que es verdadero, sé que no me has tocado y sólo tienes mi palabra de que algún día lo harás. Sé lo que estoy haciendo, estoy muy consciente de esto y QUIERO TERMINARLO. Ya no puedo seguir, me he dado cuenta que no soy ese TODO que tú quieres y exiges como mínimo. Me he dado cuenta que ya no te hago feliz, que no me siento capaz de hacerte feliz. Lo que más deseo en este vida es saberte enormemente feliz, no tienes idea como me duele no poder hacer eso por ti...

Sé que nunca saldrás de mi vida, se que te extrañare siempre, sé que no te dejaré por solo dejar escribirte emails. Seguirás presente en mí y seguiré deseándote que encuentres a esa mujer que te haga muy feliz, alguien que sea ese TODO que de verdad te mereces...

Solo por decirlo por última vez: TE AMO, como a nadie, como nunca,
Sandra.


Repasé cada palabra de su email varias, muchas veces. Intenté responderle, pero no me salían las palabras. Me di cuenta que ella siempre había estado consciente de que mi presencia en su vida había sido el ingrediente determinante dentro de las circunstancias que habían provocado la muerte de Adriana. Pero por primera se había atrevido a decírmelo a la cara.

Aún así, yo no me merecía ninguna de sus palabras. Además, sentía que su reacción era desproporcionada ante lo que yo le había escrito un día antes. Simplemente quería aclararle que mi espera finalizaría el día que le dieran de alta por lo de su pierna. Y era cierto. Ya había esperado mucho más de lo que jamás yo había pensado sería capaz de esperarla. No quise impacientarme cuando en diciembre pasado cambió su itinerario a Venezuela por unas vacaciones con sus hermanos en USA. Tampoco podía recriminarle lo de su accidente de abril, el cual escapaba por completo al ámbito de su voluntad. Pero lo que no estaba dispuesto a tolerar es que ahora viniera y me dijera que aún cuando su pierna estuviera curada, ella no se sentía de ánimo para venirse a mi lado.

Durante los meses que siguieron a la muerte de Adriana yo había hecho del dolor de Sandra mi propio dolor. Noche tras noche, como un abnegado esposo, me había sentado frente a mi computadora para buscarla, acompañarla, consolarla. Cuando papá murió de un infarto, lo lloré como un niño. Lo único que me vino a la mente cuando los médicos me dijeron que papá había fallecido, fue el recuerdo de su imagen de hombre grande arrodillado a mi lado, como un gigante gentil, persuadiendo a ese niño que era yo para que tomara una cucharada más de sopa. Cuando mi hermana llegó al hospital le comuniqué la noticia. Nos abrazamos y lloramos juntos. Cuando se calmó me dijo: «nunca más vamos a volver a ver a papá». Comprendí que ella, mi hermana menor, tenía una conciencia mucho más real que yo de las verdaderas consecuencias de la muerte.

Luego de enterrar a papá, comprendí con devastadora claridad que yo también moriría algún día. Comprendí que lo último que nos enseñan nuestros padres es a morir. Y lo hacen mostrándonos el camino de sus propias muertes. La muerte de mi padre cambió mi vida. Y me volví un hombre oscuro, un hombre subterráneo.

Sandra fue una luz en medio de esa penumbra. Una luz fuerte, total, divinamente cegadora. Pero cuando su hermana murió, yo me obligué a regresar a los días en que la muerte de papá me había derribado sin piedad ni miramientos. Regresé a los recuerdos de mi propio dolor para ayudar a Sandra a que comprendiera mejor el suyo. Le decía «dale tiempo al tiempo, que los muertos regresan para vivir para siempre en tu corazón».

La muerte de Adriana me golpeó de manera inimaginable. La conocía por apenas tres fotos que Sandra me había hecho llegar de ella. Su rostro no tenía la ternura de Sandra ni la belleza de su hermana Choco. Adriana era una payasa. En las tres fotos que tenía de ella aparecía haciendo morisquetas con una cara larga (casi equina) y una boca desproporcionadamente grande. Pero en cada una de esas fotos, era ella quien más destacaba. En su rostro y en sus gestos había una enérgica determinación a ser feliz y en su mirada una voluntad de similar envergadura a la de sus objetivos. Una verdadera VALE MADRE, como muy bien la había descrito Sandra.

Su repentina y absurda muerte me hizo comprender de forma irrevocable mi propia fragilidad y la de Sandra y la de mi hijo y la de mi madre y la de mi hermana y la de mis sobrinos. Papá era un viejo cuando murió y debía morir, acatando las leyes de la vida. Pero, ¿y Adriana? ¿Cómo se explica y se justifica la muerte de una criatura, de una adorable payasita de apenas quince años de edad?

Nunca esquivé la muerte de Adriana. Al contrario: la enfrenté, la asumí, la sufrí, la lloré, aún sin decírselo a Sandra. Y lo hice a sabiendas de que si yo no lograba entender y asumir esa muerte, jamás podría entender ni asumir a Sandra. Por ello, digo, Sandra no tenía derecho a tratarme como lo estaba haciendo en ese email, ni a recriminarme que mi interés por ella sólo tendría vigencia si ella se me mostraba limpia de sufrimientos. Yo me había revolcado, sin providencias mediante ni mañosas intenciones, en el mismo pestilente pantano que se había abierto bajo los pies de Sandra.

Al día siguiente abrí mi email y no encontré noticias de Sandra. Tras varios días sin recibir ninguna noticia de ella y gracias a que estaba muy borracho, le envié una breve cartita:

«No tienes derecho a decirme nada de lo que me has dicho. Estoy muy preocupado por ti. Dime al menos que estás bien y ya no te escribiré más».

Ella me respondió al día siguiente:

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: ¡Perdóname, por favor!
Fecha: mart, 6 nov 2001, 9:09 H —0600

No, no, por favor, perdóname ¡mil veces! No quise lastimarte, ni
preocuparte....

Es verdad que hemos tenido un montón de malos entendidos, y tal vez yo exagero al querer leerte entre líneas, pero es inevitable que lo haga, siempre estoy muy receptiva de ti, me he vuelto de papel contigo, basta sentir el mal humor que te provoco para arrugarme y hacerme una bolita de líos y barullos.

Tú no me has hecho nada malo, siempre te he visto como la persona más sincera y confiable que he podido conocer. Siempre te he visto sin máscaras y nunca pienso que me disfrazas las cosas. No es un error lo que me dices, ni lo que me pides y me exiges. Yo he tratado, estoy tratando de ser y hacer lo que deseas. Es verdad que sí me desmoralizó tu email de hace unos días y me llevó a una tristeza hasta donde nunca imaginé, pero siempre, solo tú, con sólo pensarte, me regresas al mundo, a la vida. Aunque muchas veces seas tú y lo que me significas lo mismo que me vuelve a hundir en la tristeza.

Tienes razón, todo lo que me ha pasado me ha hecho conocer una cara de mí que nunca antes había visto. Realmente he conocido el dolor. Antes eran sólo remedos de él. Y con el dolor me llegó el miedo, es un círculo enajenadamente vicioso: tengo miedo de sentir dolor y me duele sentir miedo. Comprendo que esto que me ha pasado me pierde. Sé que no puedo ni debo vivir así, pero ahora no sé cómo manejarlo.

Yo no quiero dejarte, no quiero perderte nunca, ¡¡nunca!!! Quiero ser tuya, para siempre, hasta que mi respiración lo aguante, quiero ser tu TODO, pero no para darte problemas, ni dolor, ni tristeza, ni nada malo. Quiero estar en tu vida para siempre, verte todos los días, escucharte, aprender todo de ti y para ti, no quiero pensar en nadie más, que sólo seas tú mi principio y mi fin. Quiero ser yo, plena, libre, entera, completa y absolutamente tuya. No quiero sentir ningún dolor que no sea el de no tenerte cerca y dentro de mi. No quiero llorar una sola lágrima más si no es por ti y para ti...Pero, ahora estoy perdida y no sé cómo hacer. Me concentro siempre en ti, lucho para dejar de lado todo lo demás, pero siempre están ahí, acechando cualquier debilidad en la fuerte muralla en la que he tratado de convertirte para que sólo tú me protejas de todos mis males. Esas debilidades y penas entran en mí y arman un desorden en todo lo que he tratado de armar para ti....

Es verdad, para que lo nuestro pueda funcionar es necesario que esté concentrada en ti al cien por ciento. Sin embargo anoche llegué a la conclusión de que no podré hacerlo totalmente sino me concentro antes en mí, en encontrarme y recuperarme. Olvídate de mi estúpida pierna rota, eso es lo de menos. Recuperar por lo menos la mitad de lo que sé yo soy, eso es lo verdaderamente importante. Pero ahora estoy enredada en quien sabe que ¡¡diablos!!

Estoy muy confundida, pero a la vez muy clara en muchas cosas: siento que te amo porque no eres perfecto....Te amo porque conoces los extremos y los límites, te amo porque sabes reír y llorar, porque eres débil y fuerte, porque te muestras y escondes, te amo porque sin tener nada puedes tenerlo todo, te amo porque sabes caer y levantarte, porque entiendes lo que es construir y destruir, te amo porque eres tierno como un niño y maduro como un anciano, porque tienes el don de creer y dudar, porque sabes escuchar y hablar, te amo porque sabes regañar y consentir... Te amo por hacerme creer que soy capaz de todo, porque mi piel, mi sangre, mi sexo se deshilachan con solo escucharte, te amo porque te hice mío, y porque nunca has sido mío, te amo porque te siento mi hijo, mi amigo, mi confidente, mi compañero, mi padre, mi maestro, mi novio, mi amante, mi esclavo y mi dueño... Aunque nunca te he tocado, aunque nunca has salido de esta pantalla, siempre te he sentido a mi lado, más cerca que nadie... Es increíble tantas cosas que extraño de ti sin nunca haberlas tenido realmente. Y no sé si la vida me vuelva a dar la oportunidad de encontrarme con todo eso en una sola persona. Yo solo sé que ahora, sin nunca regalarme nada, tú me lo has dado todo... No sabría cómo hacer para cada día despertar y no pensar en ti, escuchar una canción, ver un libro, sentir el aroma de un cigarro, saborear un chocolate, bañarme, ver la cartelera de un cine, ver alguna cámara fotográfica o una pared llena de retratos, un padre paseando con su hijo pequeño, un hombre de pie frente a una tumba, una gorra, unos lentes, un bigote, unos brazos velludos, una voz gruesa y cálida, unos labios...¿como voy hacer para ver todo eso y no recordarte, Rafael?


QUIERO IR A TU CASA, pero quiero que vaya la verdadera Sandra, sin más equipaje que ser YO misma. QUIERO VERTE, pero quiero que nuestra mirada este libre de toda duda, de toda tristeza. Quiero que entre nosotros sólo exista la certeza...

Iré a Caracas, iré a ti, no puedo darte una a fecha, pero será pronto, muy pronto, te lo prometo. Será cuando deba de ser, cuando ya pueda plantarme frente a ti y, sin más, decirte que soy y que estoy sólo para ti.

Te amo y no quiero, ni necesito, más ¡nada!

Perdóname, por decirte todo lo que te dije días atrás, por dejarme arrastrar y pensar que podría caminar un sólo paso sin ti, por volverme loca y no mirar más allá de mi nariz y pensar que podía terminar contigo. No me vuelvas a dejar decir nada de eso, prohíbeme, exígeme que me olvide para siempre como se pronuncian esas palabras....Perdóname, de verdad, perdóname. Sólo quiero hacerte feliz, pero no termino de comprender como hacerlo. Trabajaré, lucharé, me esforzaré a más no poder por encontrarte...

Te amo mucho, ¡¡mucho!! Tu Sandra, siempre y para siempre.


Finalmente Sandra había logrado comprender que lo único que podía justificar continuar con esta relación virtual era dedicarnos en cuerpo entero para reunirnos y comenzar a trabajar por una buena vida como pareja.

Yo estaba aburrido de la chateadera y de los emails que iban y venían. No podía decírselo ya que bien podría malinterpretarme, pero lo cierto es que yo estaba requeteharto de la dichosa computadora. Leía sus emails y se los respondía con prusiana disciplina. No escatimaba palabras en mis respuestas ni tampoco fingía los sentimientos que yo le escribía en mis cartas. Pero lo que realmente me urgía era tenerla a mi lado, ya fuera para que nos fuera a las mil maravillas o para que todo resultara un fiasco.

Sandra continuó su rehabilitación con entusiasmo. Entre una y otra conversación, fuimos afinando una nueva fecha. Finalmente acordamos se vendría el domingo veintitrés de diciembre, de forma tal que pudiera asistir a su terapia hasta el viernes veintiuno y aún le quedara el sábado para los últimos preparativos de su viaje.

También hubo otra razón para fijar esa fecha. Durante los primeros días de noviembre habían estado de visita en Caracas mis compadres Javier y Edith. Soy padrino de Daniel, el menor de sus hijos. Ellos viven en Caicara del Orinoco y vienen a Caracas unas cuatro o cinco veces al año, para las consultas pediátricas de sus dos hijos. Al igual que siempre lo hacemos, nos reunimos en mi casa a cenar. Ambos sabían de mi relación con Sandra, pero se limitaban a escucharme atentamente, quizás un poco escandalizados, pero sin atreverse a emitir ninguna opinión.

Al darles detalles sobre mi asquerosa situación económica, Javier comenzó a gestar una idea en su cabeza. Entre los dos le fuimos dando cuerpo a su plan: irme a Caicara del Orinoco a tomar fotos navideñas a los colegios de primaria con un San Nicolás. Al principio pensé en usar película negativa a color, pero ello implicaría una operatividad costosa y complicada, ya que había que enviar los rollos a laboratorios en Caracas, además de ordenar las copias a ciegas, sin la posibilidad de revisar contactos. De decidirme a hacer el negocio, lo mejor sería tomar fotos instantáneas con una cámara Polaroid. La persona que se disfrazaría de San Nicolás tendría que ser alguien de Caicara.

Al día siguiente averigüe los precios para la compra del disfraz, la cámara y los cartuchos de película. Para finales de noviembre cobraría un dinero que me permitiría invertir en este pequeño negocio. Así, esperaba estar en Caicara del Orinoco a más tardar para el domingo dos de diciembre. Tomaría las fotos hasta el viernes veintiuno y regresaría a Caracas el sábado veintidós. El domingo veintitrés Sandra llegaría a Maiquetía a las once de la noche. Esta era la otra razón que habíamos considerado para fijar la fecha de su vuelo tan cerca de la Navidad.

«Me gusta, me gusta mucho esa idea de tomar fotos con un San Nicolás, seguro que te iría muy bien. Además, recuerda que por esas fechas también hay muchas Primeras Comunión, tal vez también podrías hacer eso, ¿no?

«Sé que con este proyecto nos quedaremos un poquito incomunicados y claro que te extrañaré a mares, pero si me dices que de vez en vez puedes ir a revisar tu email, me animaré un poco y te estaré escribiendo como siempre. Sólo espero que me puedas continuar informándome como andas tus una vez que llegues Caicara. También te estaré llamando a los teléfonos que me has enviado de Javier y Edith, aunque sea por un minutico, ¿okey?

«Creo que yo podré viajar a Caracas más o menos para el 23 de diciembre, así es que tal vez los dos estemos llegando casi juntos a Caracas....

«Otra cosa, la próxima semana me llega mi período, y he pensado que debo comenzar a tomar nuevamente las anticonceptivas... El médico general me había recomendado que no las tomara cuando estaba bajo un montón de diferentes medicamentos, pero ahora no creo que haya mucho problema, ya que sólo estoy con dosis pequeñísimas de calcio y uno que otro analgésico. De cualquier forma lo consultaré con el Dr. Méndez cuando lo vuelva a ver. ¿Quieres que las tome o prefieres que busquemos otro método? Una tarea más, para que me la resuelvas, ¿ok? :-)

«Me siento muy contenta, sigo pensando y planeando, siento que ya todo esta más claro... Me hace mucha ilusión pensar que podemos estar juntos para Navidad. Me siento muy confiada en que podré dejar la terapia por una o dos semanas. Creo que sí puedo echarle mucho esfuerzo en estos días para que en esas fechas ya sea mínimo lo que tenga que hacer y pueda hacerlo en tu casa. Espero que sean ejercicios sin aparatos. Bueno ya le preguntaré al doctor el viernes y te mantendré informado. En cuanto al dinero, debo volver a pedirle al contador de la estética la cotización de mi retiro, hacer algunas sumas y restas, pero sí creo que los números me permitirán viajar». (12/11/2001)


En cuanto a la parte clínica de su pierna, estos eran los reportes:

«Los dichosos exámenes que debo hacerme cada mes son casi como una rutina, nada de importancia por lo que debas preocuparte: un chequeo casi superficial. Lo de la sangre es para analizar la glucosa y lo relacionado con la coagulación. Recuerda que posterior a las intervenciones quirúrgicas que me hicieron, especialmente la de la arteria, me estuvieron metiendo un montón de cochinadas (especialmente coagulantes para evitar hemorragias internas), que se supone mi propio organismo debería desecharlas solito. Ahora los médicos sólo chequean para medir los niveles de coagulación de la sangre y prevenir cualquier posible coágulo que pueda haber en mi cuerpo Como ves, no es nada grave, sólo preventivo.

«Yo más bien creo que esa es la forma de cobrarse esos matasanos: ¡CON MI SANGRE! Seguro ya han llenado su banco conmigo. Cada vez que me "chupan" esos vampiros me sacan cinco frasquitos de unos diez centímetros cada uno... No me cabe duda de que ya media Guadalajara debe andar por allí caminando con mi sangre en sus venas ... Jajajaja». (14/11/2001)

Unos días antes de irme a Caicara del Orinoco, Sandra me informó de algo que me pareció un poco extraño: sus padres y Choco saldrían para la casa de Jorge, uno de sus hermanos residenciado en Estados Unidos. La razón del viaje era alejar a la familia de los recuerdos de Adriana. Pasarían allá las Navidades, pero era muy probable que de plano se quedarán a vivir allá. Por más absurdo que parezca, Sandra aún no le había comunicado NADA a sus padres sobre su viaje a Caracas. Ella permanecería en Guadalajara, en la casa de su tía Adela, para poder continuar con la rehabilitación. Para los primeros días de diciembre, este viaje y la mudanza de Sandra a la casa de su tía Adela serían un hecho. Estos cambios de residencia apenas si se notaban en unestra relación ya que seguíamos comunicando telefónicamente a través de su celular (cosa que cada día se tornaba más difícil), y sus emails seguían llegando, como de costumbre, desde su correo electrónico al mío y viceversa, sin importar en que parte de la ciudad o del mundo los abriéramos y leyéramos.

Antes de salir para Caicara del Orinoco Sandra y yo hablamos por teléfono unos cuarenta y cinco minutos. Era un lujo que quería darme antes de retirarme de la computadora durante las próximas tres semanas. Nos consolaba la idea de que al final de esta "separación" ya estaríamos, por fin, verdaderamente juntos. Más por costumbre que por otra cosa, antes de irme a la cama revisé mi buzón, y me encontré esta nota de Sandra:


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Me haces llorar, Rafa
Fecha: vier, 30 nov 2001, 20:59 H —0600

¿Por que me haces esto?....Me conmueves, me sacudes, me invades, me siento tan tuya, te siento tan mío, te tengo tan dentro de mí que me haces llorar ¿No te das cuenta de cómo y cuánto te necesito? Me dices todas estas cosas y yo sólo atino a preguntarme: ¿que sigo haciendo aquí?...

Me haces llorar de dolor por no estar cerca de ti. Yo debería estar ahorita comiéndote a besos, y no puedo más que conformarme con un sueño, un desesperado anhelo...

Carajito de mi vida, cómo me haces para que me duela TANTO no estar junto a ti! :-(



CAPITULO IX


Atravesar el río Orinoco es sobrecogedor. A pesar de que la sequía de los últimos meses del año había desnudado la arena de sus orillas, su caudal apenas si había perdido algo de imponencia. Sus baldías vegas pobladas de pájaros errantes o terecayas embobadas por el suave sol vespertino, le imprimían una estampa selvática al río padre de los venezolanos, el que Humboltd y Bomplant habían navegado para que luego Julio Verne pudiera imaginarlo soberbio e indomable.

El Orinoco nace en el extremo sur de Venezuela, en las selva amazónica, desde donde corre hacia el norte hasta llegar a los llanos centrales. Allí se desvía hacia las costas nororientales del país, dividiéndolo en dos grandes porciones geográficas: el norte y el sur. En la parte norte del río se extienden las llanuras, la cordillera andina, la costa caribeña, la actividad porteña, las grandes ciudades. El sur en cambio es el despoblado, la selva, las betas auríferas y las chimeneas diamantíferas, las etnias indígenas muriéndose de hambre, las carreteras apenas transitadas, la explotación maderera. Apartando Ciudad Bolívar y Puerto Ordaz, el resto de esta vasta región apenas si está habitada por pequeños poblados de no más de cincuenta mil habitantes.

Poco antes de las tres de la tarde, en el polvoriento muelle de Cabruta, el capitán de la chalana había ordenado el abordaje de los carros, gandolas y autobuses estacionados unos tras otro formando una línea perpendicular al río. Luego de zarpar nos esperaban noventa minutos de travesía para recorrer los veinte kilómetros que nos separaban de Caicara del Orinoco. Yo había salido de Caracas a las seis en punto de la mañana. Era sábado primero de diciembre. Fue un viaje sin contratiempos. Llegué a Cabruta, roñoso pueblito ubicado en la margen norte del río, como a las dos de la tarde. Busqué mi lugar en la cola y me dispuse a esperar que la chalana ordenara el acceso a los viajeros. Al estacionar mi carro sobre la enorme plataforma metálica, busqué un lugar entre las barandas de la chalana y compré una cerveza helada a uno de los vendedores ambulantes de abordo.

Aunque uno esté alegre y del mejor humor, siempre hay algo de tristeza mientras se navega por el Orinoco. Quizás sea su aparente quietud, el pardo color de sus aguas, el lastimero murmullo de la brisa fluvial o el canto de las toninas que lloran como niños chiquitos. Uno, vaya solo o acompañado, se agarra de las barandas, liba cerveza y fuma mientras el sol nos atonta, como si fuéramos terecayas. O quizás la tristeza sólo sea producto del síndrome de viajeros agotados.

El tramo entre Charaguaramas y Cabruta es una carretera de casi doscientos kilómetros, uno de los caminos más solitario y destartalado del país. Apartando dos miserables caserios (Mejo y Santa Rosalía), no hay un alma en toda la vía. Uno ve algunas vacas, perros hambrientos, las ruinosas entradas de las fincas o bandadas de zamuros o gavilanes devorando a algún animal arrollado. Es un trayecto aburridor y alucinantemente triste.

Sin embargo, aquella tarde yo estaba contento. Me gustaba la idea de estar ocupado durante estas tres semanas que me separaban de la llegada de Sandra López. No quería pasarme estos últimos días de espera contando las horas que faltaban para su arribo a Maiquetía. A partir del próximo lunes tres de diciembre yo tendría bien ocupados mis días, tratando de recuperar los trescientos mil bolívares que había invertido en mi pequeña aventura de retratar a los niños caicareños al lado de San Nicolás.

A las cuatro y treinta y siete minutos de la tarde la chalana tocó muelle caicareño. Allí uno siente que el pulso del tiempo y de las urgencias es otro. Ni mejor ni peor, simplemente distinto. Allí no existe la angustia por llegar primero ni por llegar antes. Las cosas parecen no moverse, librándonos del afán de querer agarrarlas antes de que salgan corriendo.

Es aquí, en el sur de Venezuela, donde se evidencia con más claridad la naturaleza minera del venezolano. Hasta hace unos pocos años, cuando aún no había sido prohibida las explotaciones diamantíferas no corporativas, Caicara era un pueblo cuya economía dependía absolutamente de los vaivenes de los hallazgos de mineros individuales. Y mal que bien, así prosperó. Pero al limitar la búsqueda de diamantes a las grandes corporaciones transnacionales, gran parte de los pobladores, en su mayoría dedicados a la minería, pasaron de explotadores independientes a obreros pagados a destajo o asociados mediante míseros porcentajes de las ganancias de la empresa explotadora. Y así el florecimiento de Caicara y sus habitantes se pasmó. El que tenía algo, se quedó con algo. Y el que no tenía nada, se quedó sin nada. Sin embargo, el mito de la mina los persigue y, aunque sea como simples obreros, prefieren ese ingrato oficio antes que volverse empleados mal pagados en alguna de las pocas empresas del pueblo.

La luz de la tarde era suave, dorada. Siempre hay indígenas en el malecón del río vendiendo collares, flechas, chinchorros, casabe o plátanos verdes. No les gusta ser fotografiados, y cuando se dejan, cobran por ello. Tienen su tarifa: cinco dólares americanos por foto. Lamentablemente para ellos, la presencia de turistas en este pueblito es casi nula. La zona es muy visitada por canadienses, españoles y alemanes, pero hacen el trayecto en avionetas que los llevan directo a los centros turísticos, entre los cuales rara vez figura Caicara.

Edith y Javier tienen una granja de pollos. A pesar de la crisis nacional y local, el negocio les ha prosperado. Saqué mi carro de la chalana y me dirigí a su casa. Viven frente a la iglesia, en la margen oeste de la Plaza Bolívar, antiguamente el centro de la ciudad. La de ellos es una casa de las viejas, con los cuartos esparcidos a lo largo de pasillos que bordean un gran patio central. Edith lo ha dividido en dos, usando una de las partes para fundar una enorme pajarera llena de periquitos criollos y turpiales, mientras que la otra la ha convertida en un jardín de rosales y margaritas. A pesar de su aspecto antañón, es una de las casas mejor equipadas de Caicara: piscina, aire acondicionado, televisión por cable, teléfonos e internet.

Me recibieron, como siempre, con fuertes abrazos y una suculenta comida. Javier me tenía preparado dos candidatos para personificar a San Nicolás. Uno de ellos, un muchacho aindiado flaco y raquítico. El otro, un viejo retaco de contextura maciza, con la piel curtida por el sol y ojos verdes. A pesar de su breve tamaño, escogí al viejo, el señor Ramón. Le probamos el traje, se lo ajustamos con improvisadas puntadas, le pusimos los guantes y las botas y lo pusimos a que ensayara la clásica carcajada JO-JO-JO. A pesar de que parecía más un duende que un San Nicolás, Ramón calzaba a la perfección dentro del personaje. No era tímido, sus ojos verdosos le daban un cierto aire de autenticidad a su personaje y tenía una predisposición natural hacia los niños, quizás por su condición de abuelo de treinta y dos nietos.

La computadora de Javier estaba dañada, por lo que me resultó imposible ese día conectarme a mi buzón de emails. Me dijo que en el Núcleo de la Universidad de Oriente había un servicio gratuito de internet, pero no abriría hasta el lunes.

El lunes tres de diciembre salí a buscar a Ramón, quien vivía en las afueras del pueblo, como a cuarenta minutos en carro. Luego nos fuimos a visitar algunos colegios. La acogida fue formidable. Aún así, la recuperación de la inversión continuaba en el limbo debido a los bajos precios que yo estaba cobrando por cada foto. Entre la inversión de la cámara, los rollos y el disfraz, sumados a los costos del viaje y el sueldo diario de Ramón, debía tomar por lo menos doscientas fotografías para comenzar a ver ganancias. Es decir, unas diez fotos diarias. Parecía factible lograr ese mínimo.

Ese primer día no tomamos ni una sola foto, ya que nos dedicamos a repartir volantes entre los pequeños alumnos de las escuelas para que trajeran dinero al día siguiente y se tomaran el retrato.

En la tarde, cuando ya los colegios habían cerrado y yo había devuelto al viejo Ramón a su casa, me dirigí al Núcleo de la UDO para conectarme a internet y revisar mi buzón, pero lo encontré cerrado. Abrirían al día siguiente a partir de las siete y treinta de la mañana.

El calor caicareño es bochornoso aún en las noches que ellos consideran frescas. Tras la caída del sol, las mujeres y los niños escapan de las hirvientes paredes de las habitaciones caseras para apostarse como pajaritos nocturnos frente a las puertas de sus viviendas. Los pequeños corretean mientras las mujeres se dedican a chismear entre ellas, para refrescarse y olvidarse por un rato del sofocante calor.

Los hombres, por su parte, buscan las cervezas en las canchas de bolas criollas o en los salones de pool. Javier prefiere, con creces, el pool, y es allí donde transcurrieron gran parte de mis noches en Caicara.

Creo que he sido injusto, o a lo menos, excesivamente citadino, al no incluir en mi breve lista de amigos a mi compadre Javier.

Ocho años más joven que yo, Javier es un comerciante mucho más corrido y curtido de lo que yo pueda decir mí mismo. Desde muy joven se dedicó a sus propias empresas, siempre surgidas (como ahora mi negocio de las fotos con San Nicolás) al calor de febriles ideas. Era un soñador, pero un soñador de ideas que le dejaran dinero. En Maturín, su ciudad natal, se inventó una competencia nacional de moto-cross. Tenía apenas dieciocho años y jamás se había montado en una moto. Los padres de uno de sus amigos poseían un terreno escarpado y baldío. Les propuso que le alquilaran el terreno por dos semanas a cambio de un diez por ciento de las ganancias netas del negocio. Más por indiferencia que por interés, los viejos de su amigo aceptaron. Repartió volantes, llamó a sus amigos en Caracas, en Valencia, en Maracay y en Puerto la Cruz. Visitó emisoras de radio y se hizo entrevistar. Su convocatoria y su foto aparecieron en algunos periódicos regionales. Hizo tratos con una compañía cervecera para venderle los derechos para colocar kioskos de venta. Cuando se enteraron los miembros de la Asociación Venezolana de Moto Cross, le cayeron encima. Javier los confrontó: «y lo que estoy haciendo, ¿a quién le hace daño?» Le ofreció un porcentaje justo de las ganancias como regalía a cambio de su apoyo. Los celosos directivos de la Asociación aceptaron. A los tres meses la competencia estaba inaugurada: sesenta y dos veteranos del moto-cross listos y bien dispuestos a embarrarse en tierra maturinense y más de tres mil espectadores pagando su entrada y tomando cerveza.

Seis meses más tarde los miembros de la Asociación Venezolana de Moto Cross lo llamaron para que montara un espectáculo similar en Maracaibo, pero a Javier los números de su primera experiencia no le cuadraban: había tenido que ceder ganancias a los dueños del terreno (que al final sí que se mostraron muy interesados y protestaron su mísero diez por ciento), a la asociación, a los tractores que habían abierto la ruta de la competencia, a los camiones cisternas que embarrarían el camino. Había tenido ganancia, pero nada tan sustancioso como para repetir la aventura una vez más.

No había cumplido los veinte años cuando montó una venta de churros y helados en un concurrido centro comercial en Maturín. Cuando estaba en su mejor momento, lo vendió para instalar una tienda de artículos deportivos en Puerto la Cruz. Allí conoció a Edith, se casaron y, como era de esperarse de él, se le metió en la cabeza meterse en un negocio que pudiera crecer sin límites. Navegando en internet se topó con la idea de criar avestruces. Los pajarracos eran bien caros, pero no se detuvo. Busco tierras baratas y las encontró en Caicara del Orinoco. Sacó cuentas para montar una finca, su propio matadero, un par de camiones refrigerados, pero los números no le cuadraban: la compra de los animales se llevaría casi todo el capital que podría obtener por la venta de su tienda deportiva. Fue así como entró al negocio de los pollos.

Como ya he dicho, Javier y yo nos veíamos apenas dos o tres veces al año. Es un gran conversador y podemos amanecer hablando de cualquier cosa mientras bebemos unos cuantos copitas de ron puro, se bebida predilecta.

Con respecto a Sandra, Javier mantenía una actitud prudente. Total, ¿para qué emitir opinión si en tres semanas la muchacha estaría a mi lado y ya podría formarse su propio criterio en torno a ella?

Edith, en cambio, era menos reservada:

— Rafa, ¿y no te da miedo meter en tu casa y ponerte a vivir con una muchacha que no conoces?


No fue hasta el miércoles cinco de diciembre cuando pude sacar unos minutos para ir nuevamente al Núcleo de la UDO y revisar mi correo. Me encontré con unos emails de Sandra en los que me anunciaba que habían surgido inesperados problemas con su maltrecha piernita:


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Hola, viajero
Fecha: sáb, 1 dic 2001, 16:45 H —0600


Ya estoy aquí de nuevo...Ni chance has tenido de extrañarme, ¿verdad?

Espero que a esta hora ya hayas llegado a Caicara. Si tienes chance de leerme, por favor escríbeme y déjame saber que llegaste bien. O si no, trata de llamarme al celular, ¿okey?

La sesión de hoy no estuvo como lo había esperado. Cierto que no fue muy larga, pero sí estuvo muy fuerte y ahora estoy super tronada, realmente tronada de mi pierna y de mi ¡ánimo! :-(

Hoy me asusté mucho. Pedro, uno de los terapistas, me puso hacer unos nuevos ejercicios y en un momento creo que me aceleré demasiado y puse fuerza de más en algo que no debía ser tan rápido y me tronó la rodilla. Fue espantoso ese ruido, se me pone la carne de gallina sólo de recordarlo. Rápidamente me detuve, pero ya el daño estaba hecho, así que sólo me pusieron un spray para anestesiarme un poco la zona afectada y ya no me dejaron moverme. Lo bueno es que me viene de maravilla que mañana sea descanso, y con eso volveré a recuperar un poquito de fuerza y voluntad para continuar el lunes.

Bueno, pero no debo extenderme mucho en este email, debes andar con el tiempo encima y quiero que puedas leerme sin descuidar tus obligaciones ¿okey?

Ya estamos de acuerdo en todo, ¿verdad, Rafaelito? Tengo tus teléfonos y haré lo posible por hablarte aunque sea un minutico, para que ninguno de los dos nos quedemos sin crédito. No me llames tú, sé que te es muy difícil enlazar con mi teléfono. Yo te seguiré escribiendo como siempre, todos los días, contándote todo lo que estoy haciendo.

Te quiero, te amo mucho, besitos, tu Sandra.


De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: PROBLEMAS CON LA TERAPIA
Fecha: lun, 3 dic 2001, 19:59 H —0600

No me fue muy bien durante la terapia de hoy. Creí que con el descanso de ayer (domingo) iba a ser suficiente para olvidarme de lo del sábado, pero lejos de olvidarlo lo recordaba más vívidamente. Casi no pude ejercitarme ya que apenas empezamos algunos movimientos ligeros y ya tenía el dolor encima y una hinchazón tremenda.... Vino el Dr. Raúl Méndez y me hizo una revisión con las manos y nos dijo que ya no trabajáramos más en mecanoterapia ni masajes, que los tendones estaban lastimados. Así que prescribió una sesión de electroterapia y posteriormente compresas en frío, que ya sabes el dolor que eso me causa, pero el caso es que se relajen los músculos y den espacio a los tendones para descansar.

Mañana sólo tendré hidroterapia y eso ¡sí que me gusta! :-)... Bueno, así tendré mis rutinas hasta el miércoles, y si para el jueves no me recupero de esta hinchazón me tomarán algunas radiografías... Ojalá y ya mañana esté como nueva para continuar lo ya programado.

Bueno, no te quito más tiempo. Te quiero, te amo mucho, carajito, de verdad que te amo ¡que jode!

Tu Sandra.

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: PROBLEMAS CON LA TERAPIA
Fecha: mart, 4 dic 2001, 20:50 H —0600

Estoy deprimida por mi piernita, hoy siento que retrocedí todo lo avanzado, ni bajo el agua de la tina pude hacer ni siquiera un diez por ciento de los movimientos que ya estaba haciendo. Me dolía horrores y no me respondía como yo hubiera querido. Al final de la sesión vino de nuevo el doctor Méndez y me lastimó dos o tres veces más fuerte de lo que yo me lastimé el pasado sábado. :-(.... Total, para nada, ya que de todos modos mañana me van a tomar las radiografías porque no pudo sacar ninguna conclusión.

Ando muy ansiosa, me siento nerviosa por este viaje, quizás algo de miedo, quiero que todo salga bien, no quiero cometer errores contigo... Pienso tanto, Rafael, que quisiera que todo lo que deseamos hacer juntos saliera bien, que no hubiera ningún problema para realizarlo. Tantos planes y tantos cambios me ponen nerviosa. Bueno, además de esos sentimientos también traigo un tremendo ánimo de... ¡¡¡¡¡TE EXTRAÑO MUCHO, CARAJITO!!!!!!



Hasta ese momento parecía que los imprevistos con la pierna de Sandra no se interprondrían en su viaje a Venezuela. Aún así, las noticias recibidas no dejaban de inquietarme. Por suerte tenía bastante trabajo, lo que no necesariamente se traducía en un gran número de fotos tomadas. San Nicolás y yo debíamos correr de un colegio a otro para tomar dos o tres fotografías en cada uno. Y en cada sitio siempre había algún niño que nos pedía que regresáramos al día siguiente para tomarles la foto. Como teníamos tan pocos clientes, estábamos obligados a hacer al día siguiente el mismo recorrido en medio del despiadado calor y bajo el sol inclemente para tomarle al niño rezagado su retratito.

Al mediodía la temperatura arreciaba a niveles apenas soportables. El viejo Ramón sudaba hasta empapar su rojo vestuario de un modo casi desagradable hasta para la vista. A cada rato debía detener nuestra interminable travesía por las calles caicareñas para comprarle un refresco, ya que aunque se estuviera muriendo de sed, jamás vi al viejo tomar agua. Cuando llegábamos a los colegios, los niños se escapaban literalmente de sus aulas para aproximarse a San Nicolás. Esta reacción comenzó a traernos algunos problemas con las maestras de las escuelas, ya que habían ocurrido algunos percances como pisoteos de jardines, árboles navideños derribados o carteleras tiradas al suelo. Estos niños eran verdaderos y auténticos salvajes y hubieran matado por tan sólo tocar y abrazar a San Nicolás. Hubo momentos en que el calor, el acoso de docenas de chiquillos y la copiosa transpiración de Ramón, me hicieron temer que mi pequeño San Nicolás se desmayara y cayera redondo sobre sus desconsiderados fans. A fuerza de gritos y de severas amenazas de que San Nicolás se retiraría en el acto, lograba a duras penas controlar a la alborotada chiquillería.

Cuando terminábamos la sesión, el pobre Ramón se arrancaba la calurosa barba, el gorrito y los guantes casi de un solo tirón. Sin embargo tenía una disciplina actoral que a mí mismo me sorprendía: por más desesperado que estuviera por desprenderse del disfraz, jamás lo hacía sin antes alejarnos lo suficiente de los colegios que visitábamos, de tal forma que ningún chiquillo lo pillara y "se nos rompa la magia", palabras textuales de Ramón.

Mientras tomábamos las fotos teníamos que permanecer largo rato al lado de los niños. A sus preguntas yo me presentaba ante ellos como el representante oficial de San Nicolás en Caicara del Orinoco. Ellos nos cuestionaban el por qué andábamos en un carro tan destartalado y viejo como el mío, a lo que yo les respondía que ese era mi carro, pero que San Nicolás andaba siempre en su trineo, sólo que ahora andaba de visita y no había considerado necesario traerlo. Por su lado, el viejo Ramón inventaba sus propias fantasías: que él vivía con su esposa en el polo norte y que por eso era que sudaba tanto en Caicara. Después de observarnos un buen rato o durante varios días seguidos, los más grandes comenzaron a cuestionar la verdadera identidad de San Nicolás, objetando su pequeño tamaño, su tez oscura o sus zapatos baratos. Aún así, primero muertos antes que apartarse de nuestro lado.

La imagen era folklóricamente pueblerina: San Nicolás elegantemente trajeado de rojo, con sus manos protegidas por guantes blancos, buscando la sombra de un arbolito en medio del impenitente sol del mediodía, esperando a los niños que estaban por salir del colegio para casi rogarles que se tomaran una foto con nosotros. Yo llevaba una banquetica forrada en semicuero rojo de más o menos medio metro de altura, en la cual que San Nicolás se sentaba a la hora de tomar las fotos o descansaba mientras llegaban los clientes para tomarlas. Pero nunca dejaba que fuera él quien cargara ni con el banquito ni con el bolso en el que guardaba mi cámara y los rollos de Polaroid. Ramón, como buen empleado, siempre lo intentaba, pero yo siempre lo rechazaba, protegiendo así su legendaria dignidad frente a su embelesado público infantil.

En las tarde, cuando terminábamos de trabajar, ya el centro de internet del Núcleo de la UDO había cerrado. Estaba prácticamente incomunicado de Sandra.

Por las noches el tiempo se me iba cenando con Edith y Javier, contándole las anécdotas del día, saliendo luego a jugar unas partidas de pool con mi compadre y sus amigos o tratando de comunicarme con México desde un teléfono público.

El lunes diez de diciembre por la noche Sandra logró comunicarse telefónicamente conmigo a la casa de Javier en Caicara. Sin dejarme entrever ninguna alarme de su parte, me informó sobre la situación de su pierna. Me dijo que la hinchazón ni el dolor habían desaparecido, por lo que el Dr. Méndez le había realizado unas radiografías, las cuales revelaron que la rótula estaba fuera de lugar. Era visible lo inflamado que estaban los tendones y meniscos, me dijo. Para descartar cualquier sospecha le realizaron una artroscopia, es decir, una incisión de menos de un centímetro por la que introdujeron un cablecito con una camarita para ver las articulaciones. Me dijo que estaba usando una rodillera mecánica como soporte y no podía quitársela ni para dormir. Me informó que la camarita dejó al descubierto que casi había desaparecido su cartílago y estaba lastimando demasiado la rótula y un poco la cabeza de la tibia. «No es tan grave. Es decir, no me van a amputar la pierna ni nada de eso, pero sí pensé que ya nunca podría volver a mover mi pierna», me dijo. Pero el Dr. Méndez la sacó de su error. Me informó que tenían que practicarle un transplante de rótula. La rótula sería de cromocobalto y el cartílago de polietileno, con lo cual la fricción sería mínima, me explicó.

Sin que se lo preguntara, ella misma me confirmó que todos nuestros planes seguían en pie. Me dijo que el transplante de rótula era una operación que no duraría más de una hora. Luego de la operación bastarían con cinco días de observación y listo: para el avión, me dijo, riéndose. Creo que esa fue la primera y única vez que ella me dejó escuchar el sonido de su risa.

Me informó que el hospital de Guadalajara le había asignado el viernes veintiuno de diciembre para realizar el transplante, con lo cual sí habría que aplazar su vuelo a Caracas. Ella le explicó al Dr. Méndez la importancia de este viaje y él logró encontrar un cupo disponible en la clínica «Dr. Ángel Leaño», en Los Mochis, Estado de Sinaloa, para el viernes catorce de diciembre. Me dijo que todo ya me lo había explicado con lujo de detalles en varios emails, pero que no estaba segura si yo los había podido leer. Me explicó, además, que Los Mochis estaba a doce horas por carretera de Guadalajara. Ella se iría sola en autobús a Los Mochis y allí la esperarían sus padrinos, con quienes ya había hablado por teléfono. Ingresaría a la clínica, la operarían a primera hora de la tarde y en la noche le darían de alta. A partir de ese momento sus padrinos la acompañarían de vuelta a Guadalajara. Es decir, que regresaría acompañada y cómodamente sentada en una buena camioneta. Esa era la situación. Me prometió mantenerme al tanto de todo, y que apenas llegara a Los Mochis, así como a la salida de la clínica, haría lo imposible por comunicarse telefónicamente conmigo. Dicho esto, se despidió cariñosamente y colgó.

Toda esta historia era tan sorpresiva que no había atinado a responderle nada. Regresé a la mesa donde estaba cenando con Edith y Javier y les conté mi de mi conversación con Sandra. Me escucharon en silencio. Edith se mantuvo todo el tiempo con el ceño fruncido.

No, la idea no me gustaba. Y mientras más la pensaba, menos me gustaba. Luego de mi viaje a Caicara todo se había complicado. En diez días parecía que una vez más el camino de Sandra para Venezuela parecía resquebrajarse. Pero ella no había hablado en ningún momento de suspender el viaje, al contrario, justamente para no posponer nuestros planes era que había decidido intervenirse quirúrgicamente en Los Mochis. Salí de mi cuarto y le pedí a Javier me permitiera hacer una llamada telefónica a Caracas. Me puse en contacto con Alejandro, le conté rápidamente la situación, le dicté la dirección electrónica de Sandra y le rogué le enviará un email con estas palabras:

«Suspende el viaje. Que te hagan la operación en Guadalajara, con los médicos que ya conocen tu caso. No sé donde demonios queda Los Mochis, pero me parece descabellado hacer doce horas de viaje para que te operen, salir de la anestesia y regresarte. Me parece una locura. SUSPENDE EL VIAJE —sí, Alejandro, escríbelo en mayúsculas, por favor—. Ya nos veremos en enero. Rafael. PD. Por favor respóndeme al email de Alejandro».

No podía evitar pensar que, fuera de todo pronóstico, fuera yo quien ahora le rogaba a Sandra que aplazara su viaje. Pero, si era eso lo que ella quería que yo le propusiera, ¿por qué no pidió mi opinión en el momento en que estábamos hablando por teléfono? Cuando me hizo saber sus intenciones, me las mostró como una decisión tomada en donde mi parecer, en realidad, ya no importaba mucho.

No obtuve noticias de Sandra hasta el jueves en la noche, cuando Alejandro me llamó a casa de Javier. Me dijo que había recibido un email de Sandra. Le pedí que lo imprimiera y me lo enviara por fax.

Como Javier continuaba con su computadora dañada, tampoco podía recibir faxes. Él me acompañó a buscar un aparato de fax para recibir la copia del email que había llegado al correo de Alejandro. Conseguimos uno en el Hotel "Miami". Llamé a Alejandro, le di el número del fax y me transmitió el email impreso de Sandra. Esto era lo que me decía:

De: "Sandra López"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: NO TE PREOCUPES, RAFA
Fecha: juev, 13 dic 2001, 15:42 H —0600

Hola, ¡corazón mío!

No te alarmes, Rafael, todo saldrá bien. Recibí el email que me hiciste llegar a través de Alejandro. No te preocupes. No estoy haciendo esto por capricho, sino por necesidad. Además estaré en buenas manos. La intervención estará a cargo del Dr. Francisco Rivera, excelente traumatólogo y compañero de estudios del Dr. Raúl Méndez.

Ahora son las tres y treinta y cinco de la tarde, hora mexicana. Mi corrida sale a las nueve y veinte de la noche. Tuve suerte a la hora de ir a comprar mi boleto, pues encontré un lugar disponible en un viaje directo, con lo cual me ahorraré un par de horas de camino. Así que llegaré a Los Mochis más descansada.

He estado tratando de llamarte, pero no más no tomas mi repique o no alcanzas a escucharlo o de plano no alcanza a llegar a tu celular ni a casa de Javier. De cualquier modo yo seguiré insistiendo, una vez que ya esté en Los Mochis, Dios mediante, lo cual debe ocurrir entre las ocho y las nueve de mañana viernes. Antes de hospitalizarme, trataré de contactarte, te lo prometo. Y ojalá y pueda escucharte para que me des una palabrita de aliento y no sentir tanto miedo! :-(

Conforme van pasando las horas y me voy acercando a la plancha de operaciones, siento más miedo. Ni mis papás, ni la tía Adela estuvieron de acuerdo en que me apresurara con esta intervención, pero tengo urgencia por todo, Rafael: prisa por recuperarme de una vez y por todas, prisa para estar contigo, pero además de la prisa, por lo que me dijo el Dr. Méndez: no echar a la basura tanto progreso que ya tenia. No quiero retrasar más mi rehabilitación, ni que me cueste tanto trabajo y dolor todos esos ejercicios.... Yo siento que si Diosito me está poniendo sin obstáculos este camino es por algo. Siento que ha hecho que todo se facilite para este pequeño viaje. Fíjate, hace una semana ni por la punta de mis cabellos me pasaba nada de esto. Y si las cosas se han dado así es porque así deben ser. Yo no estoy forzando ni obligando a nadie para que se me cumpla un capricho... Ya se verán los resultados en menos de tres días y todos estaremos muy contentos, ¿no crees?

Te amo, siempre, tu Sandra


Confieso que me sentí avergonzado por haber pensado que toda esa historia de irse a operar a Los Mochis era una exageración de Sandra para lograr que yo mismo le pidiera que postergara su viaje. Mientras yo dudaba de ella, Sandra no hacía más que caminar con endemoniada obstinación para montarse en ese avión y venirse a Caracas.



Caicara del Orinoco es la boca de la selva y, aunque sus tierras son llanas, cubiertas por arbustos chaparreros y gamelote, su clíma es selvático: caliente, húmedo y lluvioso. El viernes catorce de diciembre amaneció en medio de una lluvia pertinaz que atrasó mi salida para buscar a Ramón. Cuando salí de casa de mis compadres ya había escampado por completo y el aire había quedado limpio y perfumado a tierra mojada. Aún así el gris plomizo de las nubes continuaba acechante. Hice el recorrido hasta el montarral donde vivía Ramón con su mujer, hijos y nietos escuchando música en mi walkman. Pink Floyd y Sting, una música que se acoplaba como el agua a la sed al paisaje arenoso y empapado por donde se habría paso el estrecho camino. El cielo oscuro y plomizo cargado de nubes bajitas rugía cada cierto tiempo como león enfurecido y los árboles abrigaban por igual a guacamayas salvajes, turpiales silvestres y zamuros malencarados. Era una mañana extraña, como si la lluvia y los fangales la hubieran cargado de tristeza.

Ramón y yo comenzamos a correr de un lado a otro del pueblo, pero apenas si llegamos a tomar unas cuatro fotografías en lo que nos quedó de la mañana. Fue una jornada especialmente calurosa y agotadora. La espesa barba sintética de San Nicolás iba adherida al gorrito rojo, así que no había manera de quitarse uno y dejarse la otra. Así, empapado por sus propios caldos de sudor, el viejo Ramón permaneció sentado a mi lado todo el día, con una quietud casi de animal, resignado al implacable rigor que le imponía su estrafalaria vestimenta.

Como a las tres de la tarde me detuve frente al hotel "Miami" para comprar un par de coca colas enlatadas y una tarjeta para mi celular, garantizándome el crédito necesario para tratar de comunicarme a México y poder hablar con Sandra por la noche.

Como los colegios habían cerrado hacía ya un par de días, ahora nuestra estrategia de venta era ir por las calles y exhibir a los niños a mi cansado San Nicolás de casa en casa, ofreciéndole a los jefes de familia la posibilidad de que fotografiaran a sus hijos con tan legendaria figura navideña. Esta desesperada estrategia de venta había dado excelente resultado, pero casi siempre a través de citas para tomar las fotos durante el fin de semana que comenzaría mañana sábado. Eran muy pocos los que tomaban la decisión allí mismo, ya que pedían tiempo para tener bañados y bien vestidos a sus mocosos, que efectivamente andaban semidesnudos, sudados y llenos de polvo hasta en los dientes. En esto andábamos desde el pasado miércoles doce de diciembre, deambulando como locos estrafalarios por las calles como hasta las ocho de la noche.

La ida a casa de Ramón siempre era agradable, ya que regresábamos conversando. Con sólo quitarse el gorrito navideño y el espeso saco rojo, Ramón se volvía dicharachero. Confieso que los papeles se habían cambiado y él parecía el jefe y yo su empleado, ya que aún en los peores días, era él quien me animaba prometiéndome que al día siguiente las cosas saldrían mejor. A pesar de las pocas fotos que habíamos tomado ese viernes, para el fin de semana que estaba por comenzar teníamos casi cincuenta citas, veintiocho de ellas para mañana sábado.

Dejé a Ramón en su casa como a las nueve de la noche. El canto de los grillos se habían adueñado de la sabana. A mi regreso hacia el pueblo, el camino se me antojó más largo, más estrecho, más lleno de curvas y recovecos. Un poco hacia el norte, en tierras guariqueñas, se desataba una tormenta eléctrica que exhibía sus brevísimos resplandores sobre las tierras caicareñas. Bañados por esta luz relampagueante, los arbustos y árboles orillados en las picas del camino cobraban cuerpo para adquirir formas casi fantasmales. En la cerrada oscuridad apenas rota por las luces de mi carro, las fuertes ráfagas de viento mecían ceremoniosamente al montarral. El insistente rechinar de los grillos se volvía lastimoso, opresivo. Me llegó una hediondez a carne muerta. Quise acelerar el pasó del carro, pero el arenal sólo permitió que los cauchos giraran sobre sí mismos, amenazándome con dejarme varado en el sitio. Una vez en la vía hacia Punta Brava, ya pude divisar las luces del pueblo. Era igualmente una vía de tierra, pero amplia y despejada, donde las voces ocultas de la trocha ya no podían intimidarme.

Antes de entrar a la casa de Edith y Alejandro me fui a la plaza Bolívar para llamar desde allí a Sandra. Por primera vez en mucho tiempo, la llamada enlazó. Por lo general me respondía una grabadora indicándome que el número celular requerido se encontraba apagado o fuera del área de cobertura, pero ahora el teléfono estaba repicando clara y nítidamente. Sin embargo, nadie respondió. Al intentarlo nuevamente, esta vez sí que me respondió la maldita grabadora.

Javier aún no había llegado a su casa. Me encontré a Edith sudorosa y asustada tratando de espantar a una mariposa negra que se había posado en uno de los aleros del patio interior de la casa. La repelía con una escoba, pero la bicha no hacía otra cosa que volar de un extremo al otro del alero, negándose a abandonar la casa. Realmente preocupada, Edith se fue a su cuarto y regresó con una botella que me dijo contenía agua bendita. Roció unas gotas sobre el alado insecto, el cual salió volando en el acto, buscando el cielo abierto que se abría sobre el patio. Un poco más calmada, Edith me explicó que las mariposas, en especial las negras, son bichos de mal agüero.

— ¿Sí? —, le pregunté.
— Anuncian la muerte — me dijo.

Edith me sirvió la cena y gentilmente me acompañó, pero apenas probó bocado. Tomó abundante café y me pidió un cigarrillo, a pesar de que hacía años había abandonado el vicio. Estaba callada y supe que estaba preocupada. No se tranquilizó hasta que Javier regresó a casa, empapado por el torrencial aguacero que se había desatado casi en el mismo instante en el que la mariposa había escapado al agua bendita que Edith había arrojado contra sus oscuras alas.

Calmada con la llegada de Javier, Edith pudo recordar darme un importante recado: en la mañana Sandra me había llamado por teléfono y me había dejado con ella el recado de que había llegado perfectamente bien a Los Mochis. Entraría a quirófano a la una de la tarde, tres de la tarde hora venezolana.

Antes de meterme a la cama intenté muchas veces enlazar desde mi celular con el celular de Sandra, pero no tuve éxito. Al final, me dormí. Tuve este sueño:

Yo estaba en una fiesta, más bien en una comida familiar. Estábamos en el campo, en una finca muy parecida a la granja pollera de Javier. Mi papá estaba a mi lado, vivo, sonriente, fumando y con una lata de cerveza en la mano. Su atención estaba concentrada en unos animales que mi vista no lograba alcanzar. Tenerlo allí, tan cerca y rebosante de vida, me impactó. Mi primera reacción fue la de lanzarme en sobre él, abrazarlo y gritarle que estaba vivo. Pero si hacía eso, tendría que admitir que alguna vez había muerto. No me pareció una buena idea, así que permanecí en silencio, limitándome a disfrutar su presencia. Sin embargo, mientras lo veía aspirar con vigor su cigarrillo, yo no podía quitarme de la cabeza el inmenso dolor que me causaría el día en que le tocara morirse nuevamente. Quería decirle que su muerte nos había causado un dolor tan desgarrador que jamás habíamos podido ni siquiera imaginarlo. Y que su partida nos había hecho comprender que lo queríamos muchísimo más de lo que nunca jamás habíamos sospechado. Pero yo estaba como paralizado, condenado a observar y sin atreverme a decir nada. De pronto, entre unas gallinas, pude ver a Adriana, la hermanita de Sandra. Las alimentaba con maíz. Me sentí muy contento de que todos nuestros muertos estuvieran nuevamente vivos. Comencé a angustiarme con la idea de memorizar mi sueño para poder contárselo luego a Sandra y que así ella supiera que su hermana estaba viva y que yo la había visto. Papá se levantó de su asiento y comenzó a caminar. Cojeaba de la pierna izquierda, quizás por cosas que le hubieran pasado después de muerto. Adriana continuaba alimentando las gallinas. Vi a mi hermana limpiando verduras. Papá estaba vivo, pero se le veía cansado. Era otro. En un momento me miró, y lo hizo de la forma acostumbrada: con humilde superioridad. Recordándome que aunque yo hubiera aprendido muchas más cosas que él, él seguía siendo mi padre y yo seguía siendo su hijo. De repente comprendí que si allí estaba mi padre y mi hermana, y Adriana alimentando gallinas, por ley Sandra debía estar con nosotros. Volteé la cabeza y la vi. Estaba bajo una pequeña y desvencijado caney. Llevaba el pelo recogido en una coleta y su frente brillaba por el sudor. Estaba concentrada en amasar una gran bola de alimento, que no sabía si era maíz para hacer cachapas o carne para parrilla. De pronto mi madre, Teresa, se acercó a ella para ayudarla en las labores de la improvisada cocina. Sandra la escuchaba sonriente y atenta, mientras mamá le daba instrucciones. Por más que quería, no podía acercarme a ellas. Podía verlas, pero siempre de lejos. Sus rostros casi siempre permanecían ocultos, inclinados, concentrados en su tarea. Cuando intenté buscar nuevamente a papá, lo vi caminando, alejándose. Adrianita iba a su lado. Supe que andaban de regreso, buscando el camino que los regresara a la muerte. Intenté gritarles para detenerlos, advertirles que no volvieran a causarnos tanto dolor, pero ellos continuaban caminando, charlando entre ellos, buscando sus sepulcros. Cuando intenté que mamá y Sandra me ayudaran a detenerlos, vi que una espantosa mariposa negra se había posado sobre sus cabezas, condenándolas a muerte.


Los ingleses cuando socializan, hablan del clima. Y cuando se saludan en una esquina y se detienen para intercambiar un par de palabras, inevitablemente terminan hablando del clima. Si los ingleses hubieran nacido en Caicara, pues, creo que tendrían mucho de qué hablar. Porque al día siguiente, sábado quince de diciembre, el cielo amaneció de un azul intenso e impecable, sin rastros de nubes y sin la menor amenaza de lluvia.

El camino hacía la casa de Ramón, anoche pantanoso y tenebroso, hoy renacía colmado de luz y vida silvestre. Una suave brisa fluvial refrescaba mi trayecto. Optimista y dispuesto a su jornada, el viejo Ramón me esperaba sentado en su chinchorro. A pesar de que a diario la mujer de Ramón limpiaba con un trapito húmedo el disfraz de San Nicolás, ya casi era imposible ignorar el olor a animal encerrado que se desprendía de él.

De las once citas que teníamos en la mañana, nueve familias se tomaron sus fotos. Un verdadero récord. San Nicolás se frotaba las manos, como un judío avaricioso. Pero fue mi carrito, un viejo Malibú '75, quien puso la nota disonante: su traqueteada caja de velocidades empezó a fallar. Comenzó ignorando el retroceso, pero luego se resistió a reconocer la segunda y la tercera velocidad, recorriendo largos trayectos con la primera atascada.

Cerca del mediodía llamé a Javier desde mi celular. Me recomendó me fuera donde su amigo Palmenio, excelente tornero y mejor mecánico que con seguridad podría ayudarme.

Despojado de su disfraz y devuelto así a su carácter dicharachero, el viejo Ramón me guió hasta el taller de Palmenio, ubicado en las afueras del pueblo, a un lado de la carretera que comunicaba a Caicara con Ciudad Bolívar y Puerto Ayacucho.

Era sábado y el taller acababa de cerrar. No obstante, Palmenio me esperaba, alertado por una llamada telefónica de Javier. Él mismo revisó el carro, ya que sus ayudantes, aunque presentes, estaban ya en trajines de fin de semana. Obedeciendo al jefe, Rigoberto, asistente de Palmenio, fue por un par de cervezas para San Nicolás y para mí. No pasaron treinta minutos antes de que Javier se hiciera presente.

El diagnóstico de Palmenio fue preocupante: la turbina de la caja de velocidades estaba en las últimas, aunque aún podía aguantar un poco más. Cuando fallara, bastaba con dejar reposar el carro unos minutos, ponerle aceite nuevo y luego continuar el camino. Claro, me advirtió, llegará un momento en que la caja ya no responderá más y allí sí que el carro te abandonará en la vía. A pesar del siniestro panorama, Palmenio pensaba que bien podía continuar desplazándome con el carro para tomar mis fotos. A una pregunta mía, me respondió que no me garantizaba mi retorno a Caracas, pero tampoco lo descartaba.

San Nicolás lo escuchaba atentamente, sorbiendo de su cerveza con cara de preocupación. Se volteaba y me recordaba que las citas que quedaban pendientes estaban relativamente cerca, y que debíamos redefinir el itinerario más que por hora, por ubicación. Ramón recibía un pago mínimo por ponerse el disfraz y acompañarme durante todo el día. Su verdadera ganancia provenía del número de fotos que tomáramos, lo que lo había convertido, más que en empleado, en un excelente y entusiasta socio.

El celular de Javier repicó. San Nicolás, Rigoberto, Javier y yo estábamos sentados en un improvisado banco hecho con un tablón de madera martillado a cada extremo sobre un par de troncones de árboles. Nos protegía la sombra de un frondoso araguaney. Al repicar su celular, Javier lo atendió, pero inmediatamente se levantó y se apartó de nosotros, buscando privacidad.

Regresó al grupo malencarado. Se mantuvo en silencio, rigurosamente serio. Al verlo así le pregunté si pasaba algo. Al principio me dijo que no, que todo estaba bien, pero luego me tomó por el brazo y me condujo hacia al taller de Palmenio, ahora desoladamente solo. Javier se sentó sobre el capote de mi carro. Encendió un cigarrillo y me ofreció uno. Respiró hondo, buscando fuerzas o palabras para decirlas. Yo, más que intrigado, estaba asustado, aunque no sabía de qué. Javier que quería decirme algo, algo muy grave, pero no podía imaginarme qué podía ser. Pensé que, contra mi voluntad, yo había hecho alguna trastada en su casa o que algo muy valioso se había extraviado durante mi permanencia en su casa y que Edith lo había llamado para que me confrontara. Sin embargo, no se trataba de eso. Con voz profunda, casi fingida, me dijo:

— La tía de Sandra acaba de llamar por teléfono a Edith. Sandra no pasó la operación.
— ¿Qué?
— No la pasó, Rafael. Se quedó.
— ¿Cómo, qué dices? ¿Acaso se murió?
— Sí, Rafael: se murió. Tuvo una trombosis cerebral y murió ayer.
— ¿Está muerta?
— Sí. Está muerta. Sandra se murió ayer en la noche.
— ¿Qué? ¿Qué dices?

Dejé caer mi cuerpo sobre una de las paredes de la fachada del taller de Palmenio. Luego me agaché, me envolví sobre mí mismo, y me puse a llorar.

Javier continuó al lado de mi carro, esta vez de pie, como alerta.

— Sé cómo te sientes —, dijo.

Pero no, no lo sabía. Nadie lo sabe hasta que no se llega a ese lugar.

Jamás imaginé que las cosas terminarían de esta forma. Podía imaginar que Sandra se retractara a última hora, o que yo en algún momento diera por terminado el tiempo de espera y, en consecuencia, finalizara con la relación. Podía imaginarme que se viniera a Caracas y que nada de lo que habíamos imaginado o creído sentir fuera realmente real, o no lo suficientemente firme para iniciar un proyecto de vida juntos. Podía suponer que tal vez sus cicatrices o su renco caminar me impidieran apreciar sus atractivos de mujer. Igualmente temía que una vez que me hubiera visto en persona yo no le gustara tanto como en fotografías, o que una vez superado la emoción de los primeros meses, mi agrio carácter, mi vida ermitaña o las limitaciones económicas la hicieran añorar volver a su vida jalisqueña. Pero lo que jamás llegué imaginar, ni aún cuando me embargaban los peores temores, era que todo cuanto habíamos planeado terminara con la noticia de su muerte.

Hacía apenas ¿cuatro, cinco? días que había escuchado su voz cantarina y decidida, anunciándome los pasos que le quedaban consumar para iniciar su viaje nupcial hacia Caracas. En algún lugar de su casa o en alguna de sus maletas debía haber unas pantaletas y un sostén negro, de encajes cuyos dibujos dejaban transparentar su blanca piel, su vello púvico, la rosada aréola de sus pezones. Los había comprado para vestirlos en nuestra primera noche de amor juntos.

Como en una película proyectada a velocidad vertiginosa recordé la tarde en que llamé su atención en la sala de chateo, recordé mis preguntas y sus respuestas, recordé como le impuse mis urgencias amorosas, su viaje a Caracas, la confesión de sus planes a la familia, el cumpleaños de la tía Adela, el regaño de su papá, montarse en el coche con Adriana, estrellarse contra el aciago poste, la muerte de su hemanita, su pierna fracturada, su hemorragia... Todo había sido por mi culpa, todo lo había ocasionado yo. Si jamás hubiera entrado a esa sala de chateo, o si hubiera entrado tres o cuatro horas más tarde, jamás la hubiera conocido. Y Adriana estuviera viva, y jamás una camioneta roja las hubiera embestido en una solitaria calle de Guadalajara, ni Sandra se hubiera fracturado una pierna, ni habría habido necesidad de hacerle un transplante de rótula, ni hubiera viajado a Los Mochis para morirse...

Mientras yo intentaba encender un cigarro, Javier había ido a explicarle a los demás que mi novia mexicana acababa de morir. Luego supe que tuvo la delicadeza de no explicarles que no conocía a esa chica sino por internet.

Cuando Javier regresó a donde yo estaba, le pregunté:

— Llevo quince meses girando alrededor de esta muchacha, Javier... Y ahora, ¿qué coño voy a hacer?

Javier volvió a respirar profundo y me dijo quizás la única respuesta que era capaz de manejar:

— Apretar el culo, compadre. Apretar el culo.

Al rato me levanté, enjugué mis lágrimas y caminé hacia el grupo. No soy hombre que se avergüence de su llanto. Todos estaban en silencio, supongo que sin saber qué decir. Relevé a Ramón de sus responsabilidades relativas a nuestro trabajo. Nos apartamos, sacamos cuentas y le pagué lo que le debía. Al regresar al banco bajo el araguaney ya Javier me tenía otra cerveza. La bebí en silencio.

Le pedí a Javier que me llevara a hablar con Edith. Quería que me dijera quien la había llamado por teléfono y qué era exactamente lo que le habían dicho.



A Edith la había llamado una mujer llorando y quien se había identificado como Adela González, la tía de Sandra:

— Me dijo que Sandra había fallecido de una trombosis cerebral y que la estaban velando en la funeraria Emaus.
— ¿Qué más te dijo, Edith?
— Más nada.

Me retiré a mi cuarto a bañarme y a cambiarme de ropa. Estaba harto de la podrida muerte. Primero papá, luego Adriana, ahora Sandra. Si tanto me acechas y me hueles, ¿por qué no terminas, jodida cabrona, de agarrarme y llevarme?

Me duché con agua fría. Luego me vestí sin prisa.

Bañadito y limpio como estaba yo, Javier no tenía idea de qué hacer conmigo. Me sirvió y se sirvió un trago de ron que bebimos en silencio. Si por mí hubiera sido, allí hubiéramos pasado la noche y esperado el amanecer. Pero Javier, quizás aburrido de tanto silencio, me preguntó:

— ¿Será que buscamos una botella de whisky y nos vamos al río?

Más que yo, Javier necesitaba refuerzos. Recorrimos las calles de Caicara buscando whisky, hielo, soda, aguaquina y cigarrillos. Cuando ya estábamos plenamente abastecidos, llamó por su celular a Palmenio:

— Vamos a estar en el malecón. Está bien, véngase cuando pueda.

Llegamos al malecón del río como a las siete de la noche y comenzamos a beber en silencio. Una hora más tarde llegó Palmenio.

Javier recordó a Asdrúbal Planchart, su mejor amigo de la adolescencia, quien se había matado en un accidente automovilístico a los diecinueve años. Palmenio contó de la muerte de la esposa de uno de sus hermanos. Es curioso lo indeciblemente torpes que nos volvemos frente a la muerte. Nos parece que el silencio puede ser interpretado como indiferencia, lo que nos obliga a hablar de cosas a veces inoportunas u ofensivas. Palmenio insistía en que yo debía cambiar la cara y levantar el ánimo. Javier, por su lado, insistía en que ya encontraría a otra mujer y que me enamoraría de ella, me decía que si todo entre Sandra y yo había sido tan complicado era porque estaba escrito que nuestro destino no era estar juntos:

— Quizás, compadre, iban a tener hijos deformes, enfermos o que murieran en plena adolescencia. Si ustedes lograban estar juntos y casarse, a lo mejor les ocurrirían cosas que los harían a ambos muy desgraciados. Lo mejor es siempre lo que ocurre.

A pesar de que yo podía reconocer en sus palabras sus buenas intenciones, hubo un momento en que tuve que pedirles me dejaran en paz, que se quedaran callados o que habláramos de otra cosa.

A la una de la mañana Palmenio se despidió de nosotros. Javier y yo bebimos un par de tragos más, en silencio. Luego propuso irnos a dormir. Le pedí que me dejará allí un rato más, que yo me iría caminando hasta la casa. Antes de irse me advirtió que me dejaba una de las botellas de whisky que Palmenio había traído.

La fresca brisa del norte me golpeaba la cara, despavilándome. Comencé a atar cabos y supuse que si Sandra había muerto ayer viernes en la tarde, ahora ya debía estar enterrada. Hacía menos de cuarenta y ocho horas éramos los dueños del sueño más loco del mundo, y ahora no me quedaba otra cosa que imaginarla acostada en su cajoncito, dispuesta ya no para el amor, sino para la podredumbre y a merced de los hambrientos gusanos que brotarían como hijos malditos de las entrañas de su carne. Impaciente, Sandra ya no se revolcaría jamás en mi cama, sino en las malolientes y asquerosas ciénagas de la muerte.

Por fin pude pensar en sus padres. Si a mí me dolía la muerte de esa mujer a quien nunca había visto, ¿cómo podrían ellos soportar sus vidas tras la muerte de dos de sus hijas?

Te la llevaste, maldita cabrona hija de puta. Diste y diste hasta que te la llevaste. Te falló el plan de abrazarla aquella noche del choque, pero regresaste e insististe hasta que te la llevaste. Cruel, malvada, perversa, maldita mal parida, esperaste que ella soñara con regresar a la vida para terminar de asestarle el zarpazo final. Tu presencia, muerte maldita, siempre es indeseable, pero a veces, con brutal escarnio, te escondes entre ropajes de felicidad para hacer que tu aparición sea más espectacular, más grandilocuente, absolutamente inolvidable. De vez en vez es tu estrategia llegar así, en el momento menos esperado, para sembrar en nosotros el terror y el espanto de que eres omnipresente y omnipotente, como un dios tenebroso. Sandra. Ahora que no estás en ninguna parte, estás en todas. Ahora que no le perteneces a nadie, nos perteneces a todos y me perteneces en buena y en mala ley. ¿Estás a mi lado? ¿Puedes sentirme llorar? ¿Qué carajo te costaba esperar una semana más?

Caminé por la orilla del río rumbo a la casa de Javier y Edith. Me acosté en mi cama, pero no podía dormir. Me levanté y caminé por el viejo caserón buscando un poco de brisa. No podía ni quería estar solo, pero tampoco quería estar con nadie. Entré a la sala, tomé el teléfono y marqué para comunicarme con el operador internacional. Le pedí me comunicara con los teléfonos que Adela González, la tía de Sandra, me había dejado. No respondía nadie.

— Por favor, entonces comuníqueme con la clínica "Dr. Ángel Leaño", en Los Mochis.

Luego de un par de minutos, el operador me respondió:

— Señor, esa clínica no existe.

¡CARAJO!, pensé.

— Entonces comuníqueme con el hospital más importante de Los Mochis, por favor.
— ¿El Hospital General?
— Sí, con ése, por favor.
— Un minuto. Ya puede hablar.
— ¿Bueno? —, preguntó una voz de mujer con acento y tono impresionamente parecido al de Sandra.
— Señorita, por favor, le estoy hablando desde Venezuela. Acabo de recibir una llamada telefónica donde me informaron de la muerte de la señorita Sandra López. Ella fue intervenida en la clínica "Dr. Ángel Leaño".
— ¿Aquí en Los Mochis, señor?
— Sí.
— Pero aquí no hay ninguna clínica ni hospital con ese nombre.
— ¿Está segura?
— Sí, claro. ¿Y usted que era de esa señorita?
— Su novio. Nos íbamos a casar en enero.
— Pues, ¿qué puedo decirle? Aquí no ha ocurrido hoy ninguna muerte. Pero déjeme averiguar, ¿sí? Llámeme en media hora a ver si he averiguado algo con las otras clínicas, ¿sí?
— Está bien, pero ¿qué otra clínica importante hay en Los Mochis?
— Pues, está la clínica "Lagras" y "Fátima". Esas son las más importantes.
— Gracias. La llamaré en media hora.

Volví a comunicarme al 122 con el operador internacional de Venezuela y le pedí comunicación con la clínica "Lagras":

— ¿Diga?
— Buenas noche, por favor. Estoy llamándola desde Venezuela. Hace unas horas me informaron que la señorita Sandra López había fallecido en una clínica de Los Mochis y necesito verificar esa información.
— Pero, ¿le dijeron que aquí, en la "Lagras"?
— No. En la clínica "Dr. Ángel Leaño".
— Pero acá no hay ninguna clínica bajo ese nombre.
— Sí, ya lo sé. Por eso estoy verificando clínica por clínica, quizás haya habido un error en el nombre. ¿Podría verificar si en su clínica ha fallecido alguien con ese nombre?
— No, no señor, aquí no ha muerto nadie hoy.
— ¿Y ayer?
— No, no, tampoco. ¿Y qué tenía esa señora?
— Se iba a realizar un transplante de rótula.
— No, no señor. Aquí no hacemos eso.
— ¿Y dónde lo hacen?
— Quizás en "Fatima" o en el Hospital General, pero aquí no. De todas formas, señor, déjeme averiguar, ¿okey? Llámeme en una hora a ver sí he logrado averiguar algo, ¿okey?
— De acuerdo.

Cuando me comuniqué con la clínica "Fátima" ya estaban al tanto de la información que yo buscaba:

— No, señor. Ya nos han llamado de otras clínicas, pero aquí no sabemos nada de eso.
— ¿Conoce el hospital "Dr. Ángel Leaño"?
— No.
— ¿Es posible que ese hospital tenga otra nombre?
— Pues, la verdad, no lo sé. El único hospital "Dr. Ángel Leaño" que conozco queda en Guadalajara, pero no aquí, en Los Mochis.

Me comuniqué con otras cinco clínicas y en ninguna tenían noticias de la muerte de Sandra. Volví a comunicarme con el Hospital General:

— Señor, nos hemos comunicado con los otros hospitales y clínicas y en ninguno hay registros de ese deceso.
— Dígame algo: si alguien muere en Los Mochis, ¿cuál es el organismo oficial encargado de registrar esa muerte?
— El Ministerio Público de Los Mochis, señor.

Inmediatamente me puse en contacto con el Ministerio Público de Los Mochis. Ellos tampoco tenían registrada la muerte de nadie llamado Sandra López. Una vez que puse en conocimiento al funcionario Alfonzo Jaúregui de las razones de mis averiguaciones, muy amablemente se ofreció a contactar personalmente a todos y en cada uno de los hospitales y clínicas de Los Mochis para confirmar ese deceso.

Por último, pedí comunicación a través del operador internacional del 122 que me comunicaran con la funeraria Emeus, en Los Mochis.

Tampoco allí tenían información alguna de haber prestado servicios funerarios a nadie que en vida respondiera al nombre de Sandra Berenice López González.

Eran las seis de la mañana cuando contabilicé que había realizado dieciocho llamadas a Los Mochis y en ninguna de ellas me habían confirmado la muerte de Sandra. Ni siquiera hoy día creo que pueda explicarlo, pero me sentí verdaderamente aliviado.

Como a las siete de la mañana Edith salió de su cuarto. Me encontró sentado al lado del teléfono de la sala de su casa y me saludó con cierta frialdad. Me fui tras ella, a la cocina, para explicarle lo que había estado haciendo. Antes de que me dejara decir nada, fue ella quien primero habló:

— Rafael. Ayer, cuando ustedes se fueron al río, me puse a llamar a los hospitales de Los Mochis y allí no ha muerto nadie con el nombre de tu novia virtual.

Dicho así, me pareció que Edith me estaba restregando, con ironía, lo de la “novia virtual”.

— Ya lo sé. Me he pasado la noche llamando a todos los hospitales y clínicas en Los Mochis, y allí nadie sabe de la muerte de Sandra.
— Ajá. Esa mujer no está muerta nada— me dijo, tajantemente.

Cuando Javier se despertó, le contamos sobre el resultado de nuestras pesquisas. Él exclamó:

— ¡Verga, compadre!, entonces lo de anoche, ¿acaso fue un velorio virtual?

Nos sentamos a tomar café. Edith se levantó de la mesa y regresó con una enciclopedia Salvat. Nos mostró a Javier y a mí un mapa de México. Ubicamos D.F., Guadalajara y Los Mochis. El pueblo estaba ubicado al norte de Guadalajara. Aparte de eso, no logramos descubrir nada más.

Edith había escuchado la voz de Sandra cuando llamó por teléfono desde Los Mochis, el viernes por la mañana. Y al día siguiente había recibido la llamada de la tía Adela, anunciando el fallecimiento de Sandra.

— ¿Cómo era esa voz? ¿Era distinta a la de Sandra?
— La de Sandra era la voz de una muchacha, con marcado acento mexicano. La de la tía era la voz de una mujer vieja. Además, estaba ahogada por el llanto y casi no se le entendía lo que decía.
— Pero, no era la misma voz, ¿no?
— No, para nada. Eran voces de dos mujeres totalmente distintas.

A las once de la mañana del domingo dieciséis de diciembre llamé a Alejandro para contarle lo ocurrido:

— ¡Qué vaina! , Rafa. ¿ Y qué piensas tú de todo esto?
— Creo que la vaina es mentira, Alejandro. Me he pasado la noche llamando a Los Mochis y ni siquiera existe el hospital donde ella me dijo que se iba a operar.
— Mira una cosa, Rafa. A mí me pareció muy raro lo del accidente ese que ella tuvo hace unos meses y lo de la muerte de su hermana. Y ahora viene y se muere ahora, justo una semana antes de venirse. Aquello era mentira y lo de ahora también.

Casi que no podía creer lo que el maricón de Alejandro me estaba diciendo. Mi amigo del alma, cierto, pero un maricón. ¿Cómo sino era posible que a él le hubiera parecido que lo del accidente de Sandra en abril fuera mentira y jamás me hubiera comentado nada? Que a Roberto, la bestia gallega, le hubiera parecido poco creíble que Sandra se hubiera estrellado contra un poste y que su hermanita se hubiera matado, eso era una cosa. Pero si Javier me hubiera confesado sus dudas, juro por dios que hubiera estado más atento a cada una de las palabras que Sandra me hubiera escrito después de aquella tragedia.

Sin comentarle más nada, le di a Alejandro la dirección electrónica de Mónica Ramírez, la única vía que tenía de comunicarme con alguna persona relacionada con Sandra, ya que ninguno de los celulares que yo tenía de Mónica ni de la tía Adela lograban enlazar.

— Pídele que te dé detalles sobre la muerte de Sandra, por favor. ¿Dónde murió, dónde la velaron, donde la enterraron?

Javier y yo nos fuimos al Hospital Central de Caicara. Nos reunimos con el Dr. Manuel Acosta, médico cirujano amigo de él. Le expusimos el cuadro clínico de Sandra y las causas de su muerte. Todo cuadraba bien, incluso en lo referente la duración del transplante de rótula. Precisó que tal vez la misma intervención quirúrgica había provocado la movilización del coágulo, lo que luego había ocasionado la trombosis. A una pregunta de mi parte, me dijo que la trombosis no necesariamente tenía que producirse durante la operación. Podía ocurrir horas, incluso días después.

Al día siguiente, lunes diecisiete de diciembre, Alejandro me llamó para decirme que había recibido respuesta de Mónica. Me fui al hotel "Miami" para recibir el fax:

De: "Mónica Ramírez"
Para: alejandroccs1999@hotmail.com
Asunto: Sin asunto
Fecha: lun, 17 dic 2001, 13:41 H —0600

HOLA RAFAEL...
YO NO SE DARTE INFORMASION NO ME SE LOS NONBRES DEL PANTEON DONDE LA ENTERRARON NI EL HOSPITAL... YO EN LA MAÑANA HACABO DE REGRESAR DE CULIACAN Y ESTUBE EN ESOS LUGARES PERO NO ME FIGE EN LOS NONBRES..... EL PAPA DE SANDY NO QUERÍA QUE LA ENTERRARAN EN CULIACAN PERO COMO ERA SABADO NO SE PUDO ARREGLAR NADA DE TRASLADAR SU CUERPO PARA ACÁ PORQUE LAS OFISINAS DE GOVIERNO ESTABAN SERRADAS,,,, HOY VAN ACER ESO DE PEDIR EL PERMISO PARA SACARLA DE ESA TUNBA Y TRAERLA A GUADALAJARA... SUS PAPA ESTAN MUY TRISTES Y SU MAMA AYER SE PUSO MUY MALITA LE DIERON MEDISINAS PARA TENERLA DORMIDA.... ADELA LA TIA DE SANDY SE QUEDO EN CULIACAN PARA CUIDARLA Y ME DIJO QUE NO REGRESARA A SU CASA ASTA QUE SE ARREGLE TODO EN LA NOCHE VOY A LLAMARLA PARA DECIRLE QUE ME DIJERON EN SUS TRAVAJOS CUANDO FUI PARA HAVISARLES QUE NO SE PRESENTARA A TRABAJAR EN ALGUNOS DÍAS,,, SI QUIERES LE DIGO QUE TE HABLE POR TELEFONO PARA QUE TE DIGA LOS NOMBRES DEL PANTEON Y DE EL HOSPITAL.... PERDONAME POR NO DARTE MAS INFORMASION PERO DEVERAS QUE YO NO TUBE CABESA PARA FIJARME EN NADA DE ESO... SI QUIERES TE DOY LA DIRECSION DE EMAIL DE LA TIA ADELA ES GLZ_ADELA@HOTMAIL.COM CUANDO LE HABLE EN LA NOCHE YO LE VOY A DESIR QUE VALLA A VER SU CORREO EN ALGUNA COMPUTADORA QUE LE RENTEN O TAMBIÉN PUEDES LLAMARLA A EL TELEFONO DE DONDE SE ESTAN QUEDANDO EN LOS MOCHIS ES 68-17O332 O A SU CELULAR 0443-33-8248582....YO NO SE QUE MAS DESIRTE... TODOS ESTAMOS MUY SORPRENDIDOS CON LO RAPIDO QUE TODO ESTO PASO TRATA DE SER MUY FUERTE Y PIDELE MUCHO A DIOS POR EL DESCANSO DE NUESTRA SANDY.
MÓNICA R.

Javier y yo leímos el email juntos. El comentario que me hizo él le salió del alma:

— Coño, compadre, esa carajita sí que se murió. Y si no, dígame, ¿quién se va a poner a inventar tantas vainas para embromarle a usted la vida? Apriete el culo y aguante.

Llamé a los teléfonos que Mónica me había dado en su email, pero uno de ellos no estaba asignado a nadie, y en el otro respondía una señora que no sabía nada de ninguna familia López González, mucho menos de Sandra. Intenté nuevamente a los celulares de Mónica, la tía Adela y el de la propia Sandra, pero no enlazaban o no los respondía nadie.

Para Edith ya no había lugar a dudas: Sandra no había muerto, al menos no en ningún hospital o clínica de Los Mochis. Yo mantenía aún ciertas reservas. Con el email de Mónica en las manos, regresamos al mapa de México. Según Mónica, Sandra había sido enterrada en el Panteón de Culiacán. Esta ciudad es la capital del Estado de Sinaloa y se encuentra a medio camino entre Los Mochis y Guadalajara. Fue entonces cuando comencé a elaborar otra hipótesis: tal como estaba previsto, Sandra fue dada de alta en horas de la noche. Sus padrinos la recogieron en el hospital y salieron inmediatamente rumbo a Guadalajara. En la carretera, Sandra sufrió el derrame cerebral. Como era la ciudad más cercana, sus padrinos entraron a Culiacán, donde murió o llegó ya sin vida. Allí fue velada y enterrada.

Esta teoría explicaba dos cosas bien importantes: primero, los hospitales de Los Mochis no podían dar razón de su deceso ya que ella no había muerto en Los Mochis; segundo, si había sido enterrada en Culiacán, es porque había muerto en Culiacán. Es decir, tal como nos lo había advertido el Dr. Acosta (en Caicara), Sandra murió unas horas después de la intervención quirúrgica.

Edith escuchaba en silencio esta hipótesis. Pero para ella eso era demasiado raro y complicado. Ella seguía atacando puntos bien concretos: ¿por qué no habían dado ni un sólo teléfono donde se pudiera ubicar y hablar con la familia? ¿Por qué sus celulares no los respondía nadie? ¿Por qué no habían vuelto a llamar por teléfono?

— Esa gente se te está escondiendo, Rafael. Y esa muchacha, la tal Sandra, no está muerta. Además, ¿cómo es posible que esa mujer, la Mónica amiga de tu novia, escriba tan recontra-mal, con tan pésima ortografía? Yo jamás he visto a nadie escribir así. Pareciera que lo hiciera a propósito. ¿Tampoco eso te parece raro?

La teoría de Edith era muy simple, y mientras más simple me parecía, más probable la creía: Sandra se había asustado a última hora y no supo como librarse del enorme compromiso que ya tenía contigo. Entonces ella misma se inventó lo de su muerte. De esa forma no tendría que dar explicaciones, ni someterse a mis preguntas, ni exponerse a mis exigencias o reproches. Edith le daba crédito a los sentimientos de Sandra y aceptaba que la muchacha efectivamente podía haberse enamorado por internet. Pero de allí a abandonar su casa, su familia y su trabajo y venirse a Venezuela con un hombre al que nunca había visto en su vida, había un enorme trecho.

Esa hipótesis tenía cuerpo, pero, si eso era así, ¿por qué Sandra había desaprovechado la oportunidad de terminar conmigo a comienzos de noviembre? En ese momento ella bien pudo refugiarse en el dolor que aún le causaba la muerte de su hermana Adriana e insistir en que no estaba en condiciones anímicas para iniciar una vida en pareja. Más temprano que tarde yo hubiera comprendido la situación y me hubiera retirado. Pero esa no había sido su reacción. Muy al contrario, a partir de ese momento su ánimo se reforzó y ya todos sus movimientos se concentraron en venirse a Venezuela a más tardar para la Navidad.

El martes dieciocho de diciembre a las seis y cuarenta y ocho de la mañana estaba esperando mi turno para embarcarme en la chalana que me llevaría de vuelta a la parte norte de Venezuela, es decir, a Cabruta y de allí a Caracas por carretera.




CAPITULO X



El viaje de regreso fue un recorrido triste. Gran parte del trayecto lo aproveché para repasar la maraña de hechos recientemente ocurridos. Todo se había complicado apenas me vine para Caicara del Orinoco. El mismo sábado primero de diciembre ocurrió el percance de la rodilla de Sandra durante la rehabilitación. Diez días después, ella ya tenía todo organizado para someterse a un transplante de rótula en Los Mochis. Para el viernes catorce, ya estaba muerta. ¡Era increíble! Verdaderamente increíble.

Lo peor de todo era que no sabía si continuar llorando la inesperada muerte de Sandra o sentirme burlado y estafado por una mujer a quien (y esto no me resultaba fácil aceptarlo) apenas conocía. Era obvio que nunca más volvería a tener contacto con Sandra. Si lo que todos sospechábamos era cierto y su muerte era una tramoya, sus intenciones eran alejarse de mí en forma definitiva. Con esa muerte, real o virtual, Sandra (o quien fuera) había quemado sus naves, evitando la tentación de todo retorno. Pero si eso era así, si toda su muerte no era otra cosa que un fraude, ¿para qué? Volví a recordar el malentendido que habíamos tenido a comienzos de noviembre durante el cual ella misma había tomado la decisión de acabar con la relación. Si no quería venirse conmigo, esa había sido su gran oportunidad para zafarse de este embrollo. Pero no lo hizo, al contrario. A partir de ese impase sus bríos y su determinación de estar a mi lado se crecieron. Todo lo que hizo a partir de ese momento, lo hizo con esfuerzo, con tesón. ¿Por qué tanta "actuación" si al final iba a fingir su propia muerte? Eso, al menos para mí, no tenía el menor sentido.


La falla de la caja de mi viejo auto hizo mi viaje de retorno más largo de lo normal. Llegué a mi casa al atardecer. Encendí la computadora, accesé mi buzón y me encontré con los últimos emails que Sandra me había escrito. En uno de ellos me decía:

«Quizás para cuando leas este email ya estaré en tu casa, fastidiándote o haciendo ruidos en la cocina. Si es así, no te rías de mí, ¿okey?»

No. Nadie podía ser tan cruel para diseñar un plan tan macabro como éste.

Inmediatamente le escribí un email a la tía Adela. Sin darle a conocer ninguna de mis dudas ni enterarla de las llamadas que yo había realizado a diferentes hospitales y organismos oficiales en Los Mochis, le pedí que me dejara saber en detalle cómo habían sido los últimos momentos de la vida de Sandra.

Al día siguiente en la noche recibí la respuesta de la tía Adela:


De: "Adela González Hernández"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: miér, 19 dic 2001, 14:58 H —0600

Espero que cuando leas la presente te encuentres bien y que la Santísima Virgen María esté obrando en ti la resignación.

Lamento mucho ponerme de nuevo en contacto contigo para hablar de las cosas tristes que nos han pasado, sin embargo siento que tienes todo el derecho a enterarte de lo que le sucedió a nuestra Sandrita.

Antes quiero disculparme contigo por la forma en que tuve que darte esta noticia. Nunca es fácil saber qué decir en estos casos. Ese día no supe controlarme y mortifiqué demasiado a la persona que me atendió. Pregunté por ti y me dijo que no estabas. Llevaba mucho rato tratando de enlazar la llamada, así que no quise perder la oportunidad de dejarte al menos un mensaje. Cuando comencé a dejarte el recado, mi dolor me traicionó y me fui en llanto. Te ruego me disculpes con esa señora que tan amablemente recibió mi llamada y a quien tanto he debido alarmar.

Comprendo si aún ahora no puedes creer lo que ha pasado. Nosotros que lo hemos visto y vivido aún nos parece estar viviendo una macabra pesadilla. Hace apenas una semana Sandrita estaba viva y ahora, ya ves.

Te estoy escribiendo de un lugar donde rentan computadoras y como comprenderás al escribirte todo esto no puedo controlarme y me da pena que las demás personas me vean llorando. Así que me esforzaré por darte la información que me has pedido hasta donde mis fuerzas me permitan hacerlo. Además, no tengo mucho tiempo ya que me he escapado apenas por un momentico de casa y me siento muy apurada por regresar al lado de mi hermana, la mamá de Sandra, que como habrás de suponer, está realmente muy afectada por la pérdida su hija.

Aún estamos en el estado de Sinaloa, exactamente en la ciudad de Los Mochis, a donde Sandra viajó para que le hicieran la operación de la rodilla. Efectivamente, Rafael, esa operación no revestía ningún riesgo grave. Yo misma hablé con el médico que atendía a Sandy en Guadalajara, el Dr. Raúl Méndez, y él tampoco se negó a que Sandra hiciera ese viaje a Los Mochis. Aún así, yo no estaba muy de acuerdo porque no quería que viajara y estuviera sola en ese hospital. Intenté convencer a alguno de mis otros sobrinos para que la ayudara aunque fuera con la maletica, pero Sandy estaba muy necia en hacer las cosas a su manera. Me decía que ya estaba harta de no poder hacer nada y no quería perder un solo día más en esperar por la fecha que le daban en su hospital para la operación.

Pero como te digo, los médicos nos dicen que esa intervención no fue le que ocasionó su muerte. El acta de defunción dice que fue muerte cerebral, y ya platicando con los médicos que la atendieron, nos dijeron que Sandra murió como consecuencia de una embolia cerebral, lo que significa que un coágulo de sangre que andaba por el torrente sanguíneo se fue a una vena de su cerebro y bloqueó el flujo sanguíneo por unos minutos. En el menor de los casos, esto ocasiona serios daños cerebrales irreversibles. En otros, la mayoría, la persona simplemente muere.

Como ya sabrás, debido a la lesión que Sandy tuvo en la arteria de su pierna cuando lo de su accidente, le tuvieron que poner varios litros de sangre y también muchos medicamentos coagulantes para evitarle posibles hemorragias. Algunas personas por su edad y condición no les dan anticoagulantes, como era el caso de Sandra, ya que se suponía que su joven organismo iba a deshecharlos en forma natural con el correr de los días. Por eso era que cada mes le hacían análisis de sangre y aparentemente todo estaba en orden. Pero siempre nos advirtieron que estuviéramos muy alertas si le aparecían moretones sin razón alguna en la piel o si había súbita palidez, o si se mareaba o caía en estados de aparente sueño muy profundo, o cosas así. Todos los que estábamos a su alrededor constantemente la estábamos observando detenidamente sobre ese particular.

Ahora nos dicen diferentes médicos que era muy normal que se le hubieran formado coágulos y que aún anduvieran viajando por su cuerpo, pero que gracias a su edad era muy poco probable que alguno viajara hasta el cerebro y menos aún que le provocara una trombosis. Se suponía que la elasticidad de sus venas podrían soportar el paso de esos pequeños coágulos.

En mala hora vino a hacer su presencia fatal ese coágulo en el cerebro de mi sobrina y según nos dicen ahora, debió haber estado haciéndole daño por lo menos una semana antes. Ahora me vienen a decir que otras señales de alarma podrían haber sido dolores de cabeza intensos, visión borrosa o confusión al hablar. Algunos de eso síntomas, en especial los dolores de cabeza, los presentó Sandra hace como unos quince días atrás. Pero ella siempre tenía una justificación para esos dolores de cabeza, y yo que no les di mayor importancia. No sabes como me siento de responsable por no exigirle que se lo comentara a sus médicos. Definitivamente la operación que le hicieron en su rodilla no fue la causante de su muerte, pero sí la afecto el hecho de haber estar bajo anestesia cuando le vino la embolia. Si ella hubiera estado consciente hubiera tenido la oportunidad de pedir ayuda en el momento que se hubieran manifestados los primeros síntomas del colapso. Cuando los médico fueron a chequear si ya había despertado de la anestesia general, ya Sandra estaba en paro respiratorio. Lograron reanimarla y conectarla al respirador artificial, pero ya la lesión cerebral estaba hecha. Gracias a Dios que sus padrinos acababan de llegar a preguntar por ella y así fue que les dijeron sin mayores retardos lo que estaba ocurriendo. Sandra continuó conectada hasta que sus papás pudieron llegar. Cuando ya estuvieron a su lado, los médicos le retiraron los aparatos. Tenían la esperanza que aún pudiera respirar por sí sola, pero no fue así: sólo vivió diecisiete minutos más. Si Sandra hubiera logrado respirar por sí misma, hubiera quedado reducida a una condición vegetal. Al menos sus papás tuvieron el consuelo de bendecirla antes de morir.

A pesar de que yo me encontraba en Guadalajara y los papás de Sandra en USA, en San Bernardino, California, cuando logré llegar al hospital en Los Mochis, ya era tarde y Sandy había fallecido. Fui yo quien tuve que encargarme de todo ese espantoso papeleo. Sandra falleció a las once y cincuenta y cinco de la noche del viernes catorce de diciembre. Algunos organismos funcionan las veinticuatro horas del día, pero otros no. Y algunos sólo funcionan a media máquina los fines de semana. Logramos conseguir autorización para sepultar a Sandra en la tumba donde están mis papás, el panteón Renacimiento de Culiacán, a una hora de Los Mochis.

La idea original era trasladar su cuerpo a Guadalajara, en la misma tumba en donde está sepultada Adriana, pero como era sábado no se pudo arreglar los permisos correspondientes para el viaje. Es por eso que aún estamos en Sinaloa, donde mi cuñado Pancho y don Pedro andan tramitando todo el trámite. Son como siete permisos que hay que conseguir y esperamos que hoy se llenen los últimos requisitos y nos permitan continuar con este penoso deber.

Sandy fue intervenida en el Hospital General No. 49 de el Instituto Mexicano del Seguro Social en Los Mochis. Allí le operaron su pierna y acontecieron los tristes sucesos que acabo de relatarte.

Respondiendo a tus preguntas, te informo que Sandy fue velada la en funeraria Emaus, en Los Mochis. La enterramos en el panteón Renacimiento de Culiacán, propiedad 697. En la lápida aún no está su nombre, sino los de mi padres: Salvador González y María Hernández.

Comprendo que te sientas furioso por lo injusto e inesperado de la muerte de nuestra Sandy. Si te hablo de mí, no sabría decirte si es mayor mi enojo o mi dolor. En pocos meses hemos debido soportar la muerte de dos niñas que eran un manojo de sueños. Como sea que alguien muere, siempre es muy doloroso. Pero a los padres de Sandy en menos de un año les ha tocado sufrir la más grande pena que puede padecer cualquier persona: tener que enterrar a sus propios hijos. Yo he debido sepultar a mis amadísimos padres, hermanos y sobrinos que me han dolido tal como si fueran mis hijos. Cuando veía a Sandy renegar, llorar y sufrir hasta casi revolcarse del dolor cada vez que regresaba de visitar a su hermanita en el panteón, yo no encontraba palabras para consolarla ni rezos para invocar resignación. Soy una mujer vieja y he visto morir a muchos, pero nunca me ha tocado tan profundamente un dolor como el que Sandra y sus padres padecieron ante la pérdida de Adrianita, esa criatura que apenas si empezaba a vivir. Lo único que parecía darle a Sandra un aliento de vida en medio de esta negra tormenta, era, Rafael, tu existencia. Por eso la apoyé hasta el final, a pesar de que me parecía una locura eso de enamorarse de alguien a través de internet. Te creía, y ahora lo compruebo, un buen hombre. Sabía que una vez que ustedes lograran materializar sus planes como pareja, eso nos significaría perder a Sandra. Pero si eso era para su felicidad, yo siempre estuve dispuesta a apoyarla. Al menos ahora me queda ese consuelo.

Rafael, debemos resignarnos y agradecer a Dios que nuestra Sandra no tuvo que sufrir demasiado a la hora de su muerte y que sus últimos días estuvieron marcados por la felicidad de viajar a tu encuentro. Tengamos confianza en que ella está en un mejor lugar junto a las demás personas que ya se nos adelantaron en el camino.

Conocía de la forma tan extraña que tú y Sandy se conocieron y enamoraron. Tampoco me son extraños los muchos planes que tenían para el futuro. Entiendo que no es fácil para ti olvidarte de todo eso de un día para otro, pero debes recuperarte de esta tragedia. Si en lugar de ella, hubieras sido tú quien hubiera muerto y mi sobrina quien hoy sufriera tu ausencia, yo le diría a Sandrita que no decayera, que aún la vida le reserva muchas satisfacciones. Y eso mismo es lo que te digo a ti, Rafael: aún tienes mucha vida por delante. No te atasques en esta pena y continúa tu camino. Como bien lo supieron tú y mi sobrina, el amor nos asalta en el lugar que menos lo esperamos.

Creo que tú llegaste a conocer a Sandra, aunque nunca la hayas visto, mucho mejor y con más certeza de lo que todos nosotros la conocimos, que la hemos visto nacer, crecer y morir. Confía, Rafael, que todo en la vida, por más nefasto que nos parezca, tiene un propósito.

Espero que puedas volver a escribirme y me cuentes que ya te sientes mejor. Ambos sabemos que la vida siempre nos tiene reservado momentos mejores. No te olvides de eso, por favor.

Antes de despedirme quiero agradecerte mucho todo lo que hiciste por mi sobrina. Mil gracias, Rafael, aunque sus papás y hermanos no sepan de ti, es seguro que también te lo agradecerían tanto o más que yo. Gracias.

Te pido por favor, hagas una oración por el descanso su alma. Dios te bendiga y la Santísima Virgen no te desampare.

Adela González Hernández.


Finalmente tenía datos concretos: Sandra había muerto pocas horas después de la operación, el viernes catorce de diciembre a las once y cincuenta y cinco de la noche. Falleció en el Hospital General No. 49 de el Instituto Mexicano del Seguro Social en Los Mochis. Fue velada en la funeraria Emeus, igualmente en Los Mochis y fue enterrada en Culiacán, panteón Renacimiento, en la parcela 697, con lápida identificada con los nombres de Salvador González y María Hernández. Con todos estos datos podría armar y descifrar este maldito rompecabezas.

Estaba claro que mi teoría de que Sandra había muerto en el camino de Los Mochis a Guadalajara acababa de desplomarse estrepitosamente. Pero también era cierto que entre todos los hospitales con los que me había comunicado en Los Mochis, nunca nadie mencionó al Hospital General No. 49. Todo debía tener una explicación y yo la encontraría, aunque tuviera que viajar a México.

Lo primero que hice fue ponerme en contacto, a través del operador de telefonía internacional en Venezuela, con el Hospital General No. 49. El hospital existía. A los pocos segundos ya estaba hablando con la recepcionista. Le pedí información sobre el ingreso de la señorita Sandra López a ese centro médico el día catorce de diciembre en horas de la mañana. Para darle más detalles, le informé que la señorita López había fallecido ese mismo día.

— No, no señor. No tengo registrado a nadie con ese nombre.
— ¿Está segura?
— Sí, claro. Estoy revisando la lista de ingresos y no hay nadie con ese nombre.
— ¿Podría comunicarme con terapia intensiva?
— Sí, claro. Espere un segundo.

Hablé con una enfermera que me dijo no tener ninguna información sobre Sandra López. Le pedí que por favor me comunicara con quirófano. Allí me atendió una enfermera que se identifico con el nombre de Panchita. Su voz desafinada delataba que era mujer mayor. Me escuchó atentamente. Luego me dijo:

— No, señor, cuanto lo lamento, pero aquí no hemos atendido a ninguna señorita Sandra López.
— ¿Está segura?
— ¿Me dijo que la intervinieron el viernes en la tarde?
— Sí, a la una de la tarde.
— Pues mire. Yo soy la enfermera de quirófano y el viernes en la tarde no hicimos ninguna operación. ¿Qué edad me dijo que tenía ella?
— Veintisiete años.
— Mire. Cuando acá muere alguien así de joven, todo el hospital se entera, ya que eso es una tragedia. Aquí mueren viejitos de vez en cuando, pero cuando es alguien joven, todos nos conmocionamos. Y si murió durante la intervención quirúrgica o después, yo hubiera sido la primera en enterarme. Yo soy la que preparo los cadáveres que mueren durante o inmediatamente después de una operación. Pero, dígame algo, ¿qué tipo de operación se hizo ella?
— Transplante de rótula.
— No, no, señor. Eso no lo hacemos aquí. Y ella, ¿dónde vivía?
— En Guadalajara.
— ¿Y de allá la mandaron para acá?
— Sí.
— Eso es imposible, señor. Este hospital es un rancho en relación a los hospitales de Guadalajara. De aquí los mandamos para allá, pero a ningún médico se le ocurriría enviarnos a nadie de Guadalajara a ningún hospitalito aquí en Los Mochis. Es más, no creo que aquí haya ningún hospital que tenga los recursos para realizar un transplante de rótula. Discúlpeme que se lo diga, pero a usted lo están engañando, señor.

La sinceridad de Panchita me sentó como una bofetada. Era cierto: alguien me estaba engañando y ese alguien (¿o muchos?) estaban jugando conmigo. ¿La tía Adela, Mónica, la propia Sandra?

Volví a llamar a la funeraria Emeus y allí me volvieron a confirmar que no habían prestado servicios fúnebres durante ese fin de semana del quince de diciembre a nadie de nombre Sandra López, ni a ninguna otra mujer que se ajustara a su edad.

Nuevamente me puse en contacto con el Ministerio Público de Los Mochis y pedí hablar con Alfonzo Jaúregui, quien me había atendido con extremo interés unos días atrás, cuando yo llamaba desde Caicara. Le informé sobre los datos que la tía Adela me había dado. Jaureguí me recomendó ponerme en contacto con la Procuraduría Forense de Sinaloa, con sede en Culiacán. Así lo hice.

Cuando contacté a la Procuraduría Forense de Sinaloa tuve que hablar con varias funcionarios y explicarles a cada uno, sin abundar en detalles, el motivo de mi llamada. Uno de ellos me comunicó con su supervisor, el licenciado Marco Antonio Higuera.

El licenciado Higuera escuchó en silencio la situación que le planteé. Al comienzo me pareció que lo hacía con indiferencia, pero luego comenzó a interrumpirme para que repitiera alguna información o intercalaba alguna pregunta, por lo que me di cuenta que seguramente estaba tomando notas de mis palabras. Me dio tanta confianza este señor que no tuve reparo en decirle que yo era en ese momento un hombre desesperado, que había recibido la noticia de que mi novia, con quien me casaría en enero (esto, aunque no era cierto, era la situación que mejor se ajustaba a los planes que Sandra y yo habíamos tenido en mente) había fallecido en Los Mochis, sin haber logrado confirmar nada de lo que la familia de mi novia me decía. Le rogué que por razones humanitarias me brindara su ayuda.

— No sé preocupe, señor Anzola. Vamos a ver qué podemos hacer por usted— me dijo.

Le suministré los datos que la tía Adela me había dado en su email, adelantándole que yo ya había averiguado que ni en el Hospital General No. 49 ni en la funeraria Emeus habían atendido a Sandra. No había comprobado lo del cementerio, pero el licenciado Higuera me informó que eso sería muy fácil de verificar para él, ya que su despacho trabajaba muy de cerca con los cinco cementerios que había en Culiacán.

— Dígame algo, ¿por qué esa señorita necesitaba hacerse un transplante de rótula? —me preguntó.
— Tuvo un accidente automovilístico el pasado ocho de abril. Allí falleció su hermana menor, la señorita Luz Adriana López González.
— ¡Qué tragedia!— exclamó—. Pero, dígame, ¿estuvo usted en Guadalajara después de ese accidente?
— No, no pude ir por razones económicas.
— Comprendo. Y antes del accidente, ¿estuvo usted en Guadalajara?
— No, tampoco —, le respondí.
— Es decir, que usted no conoce a la familia de su novia.
— No.
— Señor Anzola, voy a hacerle una pregunta, pero no se sienta obligado a responderla si no es su deseo, ¿de acuerdo?
— Usted dirá.
— ¿Conoció usted a esa señorita por internet?

Dudé en responderle. Por primera vez en quince meses me cuestioné a mí mismo la facilidad y credulidad con la que había aceptado toda la información que Sandra me había dado sobre ella, su vida y su familia. Mis únicas pruebas eran unas cuantas fotos y su palabra. Me pareció que no tenía caso mentirle al licenciado Higuera, así que le dije la verdad:

— Sí. La conocí por un internet.
— ¿Y nunca se han visto?
— No. Nunca.
— ¿Su novia le mandó alguna foto de ella después del accidente, algo que le permitiera verificar que efectivamente se produjeron esas heridas en su cuerpo?
— No.

Me sentí como un imbécil.

— ¿Usted le llegó enviar algún paquete a Sandra a través del correo convencional?
— Sí. En dos oportunidades.
— ¿Podría darme las direcciones a donde le hizo llegar esos paquetes?
— Por supuesto, pero es en Guadalajara.
— No se preocupe. Mi hermana vive allá y si a usted no le importa puedo pedirle a ella el favor de que verifique esa dirección.
— Por supuesto que no me importa y se lo agradecería muchísimo.
— Cuando usted le envió esos paquetes, ¿pudo verificar que efectivamente ella los recibía? Es decir, ¿ella le hizo algún comentario sobre el contenido de esos paquetes que le permitieran a usted estar seguro que efectivamente ella los había recibido?
— Sí. Eran fotos y un video. Ella me hizo comentarios que no hubiera podido hacerlos sin haberlos visto.
— Como por ejemplo...
— Ahora sólo se me viene a la cabeza un comentario que ella me hizo sobre un pañito a cuadros que tengo en mi cocina. Si no hubiera visto el video, jamás hubiera podido comentar algo así.
— Muy bien, al menos sabemos que la dirección a donde enviaba los paquetes era real. Eso podría ayudarnos mucho. Ahora dígame, ¿tuvo usted forma de verificar que efectivamente ella se llamaba Sandra Berenice López González? Digo, ¿alguna vez le pidió a ella que le enviara copia de su carnet de identidad, o de su licencia de conducir, o algún documento oficial donde usted pudiera constatar su nombre?
— No. Sólo me envió fotos de ella y de su familia.
— Comprendo. Dígame, ¿dispone usted de algún fax?
— Sí.
— ¿Podría enviarme el email que le hizo llegar la tía de su novia?
— Por supuesto.
— También le agradeceré me haga llegar todos los datos que tenga de su novia: dirección de habitación y de trabajo, números telefónicos y esas cosas. Igualmente enviéme todos los datos sobre la muerte de su hermana.
— De acuerdo. Apenas termine de hablar con usted le mandaré toda esa información a su fax.
— Dígame algo. Los paquetes, ¿a qué dirección se los enviaba?
— A su oficina, Estética Venusiana. Ella no quería correr el riesgo de que su familia se enterara de que andaba en relaciones con alguien de Venezuela.
— Entiendo. Pero, la tía de Sandra sí sabía lo de ustedes, ¿no?
— Sí.
— ¿Y ella se oponía?
— No, al contrario.
— Y los padres de Sandra, ¿ellos sí se oponían?
— Una vez que lo supieran, me temo que sí.
— ¿Ellos no sabían que ustedes se casarían en enero?
— No. Sólo sabían que Sandra se vendría a vivir a Venezuela.
— Comprendo.
— ¿Cree usted que la familia se haya inventado lo de su muerte para separarla de mí? —, le pregunté, casi con la ingenuidad de un niño.
— Pudiera ser, pero no apostaría por ello. Hay muchas cosas extrañas en todo este asunto. Déjeme comenzar las averiguaciones y lo mantendré informado. Cuando me haga llegar el fax, por favor envíeme su dirección de correo electrónico para establecer con usted una comunicación más económica que las llamadas telefónicas, ¿le parece?


Esta llamada duró treinta y siete minutos. Por primera vez en cinco días sentí que alguien estaba dispuesto y tenía la capacidad y el interés de ayudarme. Tenía la impresión de que el licenciado Higuera estaba poniendo en este asunto un interés casi personal. Estaba dispuesto a molestar a su hermana en Guadalajara para que verificara las direcciones y eso era mucho más de lo que yo esperaba.

Tratando de reorganizar mis ideas, logré ver cosas que antes había pasado totalmente por alto. Si lo de la muerte de Sandra era mentira, entonces era muy probable que la muerte de Adriana también lo fuera. Revisé los emails que durante esos días me habían enviado tanto Mónica como la tía Adela y noté que nunca me habían dado el nombre del hospital donde estaba Sandra, y de plano Mónica se negó a darme el teléfono del mismo, alegando que no me darían información telefónica. El lunes nueve de abril, un día después del accidente, el teléfono de la Estética Venusiana fue cambiado. Ya nunca más volví a pedirlo porque Sandra estaba convaleciente en su casa. Pero en su casa tampoco había teléfono convencional, únicamente los celulares de Sandra y el de Adriana, a los cuales era extremadamente difícil comunicarse. El repentino viaje de sus padres a USA finales de noviembre, era algo que yo aún no lograba encajar dentro de todo este jaleo.

Al conversar con Higuera caí en cuenta de lo poco que, efectivamente, sabía yo de Sandra y su familia. Tenía sus fotos, su voz por teléfono y sus cartas. Pero jamás me había enviado un video, como lo había hecho yo en enero pasado, donde pudiera unir aquella voz aniñada que me hablaba por teléfono con el rostro que había visto de ella por fotos. No tenía ninguna prueba de que la mujer de las fotos fuera la misma de los emails y la misma con quien yo hablaba por teléfono. ¡Y jamás se me ocurrió ponerlo en duda!

Otro punto bien alarmante era que desde su accidente, jamás me había enviado una foto suya donde pudiera ver su nuevo aspecto, ahora con el pelo corto y las heridas de su pierna.

Tampoco se me había pasado por la cabeza la idea de pedirle que alquiláramos computadoras en algún cyber-café, ella en Guadalajara y yo en Caracas, en las que pudiéramos chatear, hablar y vernos a un mismo tiempo. Apartando las dudas y la inmensa desconfianza que ahora me embargaban, esa hubiera sido una excelente forma de acercarnos en medio de tanta lejanía.

Revisé una a una todas las fotos que tenía de ella. De las cincuenta y tantas que me había hecho llegar, sólo en tres aparecía Adriana. Choco, su otra hermana, sólo estaba en una de las fotos. Pero Mónica aparecía casi en todas. Si Sandra, o quien fuera que me hubiera estado escribiendo durante todos estos meses, me hubiera dicho que ella era la chica morena y no la blanca, aquel álbum igualmente sería representativo de la vida de Mónica. ¿Eran hermanas en lugar de amigas? ¿Eran amantes? ¿O Sandra sería una mujer gorda, quizás inválida, acostada todo el día en una cama, criando romances en internet, disfrutándolos como una de las pocas cosas de las que aún podía disfrutar en la vida, para luego acabarlos, cuando ya no pudiera sostener por más tiempo sus fantasías? Viéndolo bien, las fotos podían haber sido de cualquier persona, de una prima o una hermana menor. Incluso podían haber sido compradas. Con un poquito de imaginación, cosa que por lo visto no le faltaba a la tal Sandra, era realmente sencillo armar un álbum de fotos tan convincente como el que me había hecho llegar meses atrás.

Si todo lo de la muerte de Sandra era una farsa, entonces los acontecimientos falsamente descritos en los emails fueron detalladamente planificados. Quizás el viaje de sus padres a USA era para "matarlos" en algún accidente aéreo y poder justificar así un nuevo aplazamiento de su venida a Venezuela. Pero un accidente aéreo hubiera sido reseñado por la prensa mundial, así que no era lo mismo inventarse accidentes de aviones como si fueran coches que chocan con camionetas rojas en cualquier esquina de Guadalajara. "Matar" a sus padres o a su hermana Choco en otro accidente de tránsito hubiera resultado demasiado poco creíble. La única forma de acabar con la relación era que Sandra López se "matara" a sí misma.

La pregunta era, ¿por qué, para qué tanto engaño? Mucho más sencillo hubiera sido decir que no se atrevía a venirse a Venezuela y dar por terminado el todo el asunto. Pero eso tenía sentido si hubiera sido Sandra quien realmente hubiera estado al otro lado de la computadora. Tal como estaban las cosas, yo ya no era capaz ni de imaginarme con quien realmente había estado hablando durante los últimos quince meses.

Todo lo que había logrado concretar hasta la fecha era que nadie de nombre Sandra López había muerto en las fechas y lugares donde la tía Adela me decía, compungida y llorosa, que eso había ocurrido. En el fondo, cada vez que yo esperaba una respuesta al teléfono y me decían que no, que allí no había muerto ni habían velado a nadie con el nombre de Sandra Berenice López González, yo sentía un profundo alivio. Prefería mil veces que todo esta maraña fuera una patraña y no terminar de verificar que, efectivamente, Sandra sí había muerto. Prefería la estafa a la tragedia.

Al día siguiente, jueves veinte de diciembre, se me ocurrió una idea. Aparte de los emails que Sandra me enviaba a mí, también había recibido de ella varios correos electrónicos de esos colectivos, enviados a muchas personas a la vez. Por lo general eran poemas, chistes o cuentos de esos que desde que comienzan ya te están adelanto la moraleja. Recopilé todas estas direcciones y luego les hice llegar a cada una de ellas el siguiente mensaje:

"El pasado catorce de diciembre recibí la lamentable noticia de que nuestra común amiga Sandra López había fallecido víctima de una trombosis cerebral. ¿Alguno de ustedes podría confirmarme esta terrible información?"

Le anexé al email una de las fotos que Sandra me había hecho llegar por internet, la que estaba copiada en blanco y negro.

En la noche de ese mismo día comencé a recibir respuestas a mi buzón de email. Algunas de esas personas se habían enterado de la muerte de su amiga virtual a través de mi email, cosa que no me ayudaba para nada. A pesar de que, muy impresionados, me pedían más información, no tenía la menor intención de establecer ningún vínculo con esa gente.

Al día siguiente recibí un email de una persona de nombre Esther Chávez. Me decía que ella era muy amiga de Sandra desde hacía tres años, pero a pesar de que ella vivía en Monterrey y Sandra en Guadalajara, jamás habían logrado conocerse personalmente.

«Sí, efectivamente, el domingo pasado me escribió una amiga de Sandra, creo que de nombre Mónica, para informarme a través de un email colectivo que Sandra había fallecido el catorce de diciembre en Los Mochis. Pero hay un detalle: la foto de la chica que usted me manda no se corresponde con las fotos que Sandra me ha enviado a mí de ella.»

Pensé que a estas alturas ya nada me sorprendería, pero esto, carajo, sí que me agarró fuera de lugar. Era la primera prueba irrefutable que tenía de que Sandra había mentido. Le envié montones de emails a la señora Esther Chávez, pero jamás volvió a responderme. La explicación que le di a ello fue la siguiente: Sandra, o la persona que estaba detrás de Sandra, se había enterado de mis pesquisas dentro de la red y había supuesto que Esther Chávez me diría que la foto de la chica que yo identificaba como Sandra, en realidad no lo era. Seguramente ella o Mónica se puso en contacto con Esther para pedirle, sabrá dios bajo que nuevas patrañas, que ignorara mis emails y no me suministrara ningún tipo de información.

De pronto tuve una corazonada y me fui a revisar los emails de Mónica. En los primeros que ella me escribió luego del accidente de Sandra en abril pasado, había algunos errores de ortografía, pero no tantos como en los que me había enviado ahora en diciembre, después de la supuesta muerte de Sandra. Sus emails siempre llegaban escritos en letras altas, sin ningún tipo de signos de puntuación, redactados en forma confusa. Parecían querer diferenciarse a toda costa de los emails de Sandra, por lo general muy bien redactados y con excelente ortografía. Los de la tía Adela, por el contrario, parecían escritos por una beata que no podía pronunciar dos palabras sin meter entre ellas la palabra "Dios". ¿Acaso las tres eran una misma persona?

A pesar de lo mucho que sentía había avanzado desde el pasado sábado quince de diciembre a la fecha, me sentía desconcertado y agotado. Desde que me levantaba hasta que me acostaba, no hacía otra cosa que pensar en todo esta fraudulenta situación. Recordaba palabras, comentarios, explicaciones de Sandra que ahora se me mostraban como incoherentes. Todavía no lograba asimilar que Sandra o había muerto o me había engañado vilmente. Me encontraba como en el limbo, en la tierra de nadie, sin poder comprender por qué alguien había invertido tanto tiempo, imaginación e ingenio para engañarme de esta forma.

Una de las cosas que más me impresionaba era lo de la muerte de Adriana, que de verdad me había afectado muchísimo. ¿Para qué, por qué fingir o simular algo así?

Para vísperas de Navidad me excusé con mi hermana y con mi hijo alegando un fuerte malestar estomacal para poder justificar quedarme en casa. Para esa fecha, veinticuatro de diciembre de 2001, ya Sandra debía estar a mi lado. Y pese a todo lo que ya había logrado desmentir, no podía evitar lamentar su ausencia.

Yo nadaba entre dos mundos: uno, el virtual, en el que me había enamorado de Sandra y ella de mí, y otro, el real, en donde todos los indicios y hechos parecían desmentir la realidad virtualmente construida, elaborada, trabajada y sentida durante más de quince meses de relación. Todo parecía indicar que Sandra era un engaño o que ella me había engañado. Sin embargo, yo no podía dejar de sentir que, de una o de otra forma, Sandra había muerto. Y era su muerte, virtual o real, lo único que yo era capaz de sentir.

Como a las diez de la noche del lunes veinticuatro de diciembre abrí mi correo electrónico y me encontré un email del licenciado Marco Antonio Higuera. Yo lo había llamado por teléfono el día anterior por la tarde, pero no tuve la suerte de encontrarlo. Decidí esperar hasta después de las festividades navideñas para ponerme una vez en contacto con él. Sin embargo, a pesar de ser el día de Noche Buena, Higuera me había escrito un email bastante largo:


De: "Marco Antonio Higuera"
Para: r-anzola22361@cantv.net
Asunto: Sin asunto
Fecha: lun, 24 dic 2001, 13:02 H —0600


ESTIMADO AMIGO RAFAEL ANZOLA:
LE REITERO MIS MÁS GRATOS SALUDOS, CONOCIENDO DE ANTEMANO SU DESESPERACION POR EL PROBLEMA QUE LE CONCIERNE, CON RESPECTO AL CUAL LE ESCRIBO ESTAS LINEAS.

TAL VEZ NO PUEDA EXPONERLE EN ESTA CARTA TODO LO QUE USTED NECESITA SABER, PERO TAMPOCO HE QUERIDO RETARDAR POR MÁS TIEMPO COMUNICARLE ALGUNAS NOTICIAS QUE ESPERO SEAN DE SU INTERÉS. EL TIEMPO PARA LAS AVERIGUACIONES HA SIDO CORTAS Y ESTOS DÍAS DE FIESTAS NAVIDEÑAS NO NOS AYUDAN, PERO EN ALGO HEMOS AVANZADO.

LOGRÉ CONVERSAR DIRECTAMENTE (VÍA TELEFÓNICA) CON EL DR. MANUEL GONZÁLEZ CORRALES, JEFE DE MEDICINA INTERNA DEL H.G.Z. 49, UNIDAD UBICADA EN LA CIUDAD DE LOS MOCHIS PERTENECIENTE AL IMSS (INSTITUTO MEXICANO DEL SEGURO SOCIAL). EL DR. GONZÁLEZ CORRALEZ ME COMENTÓ QUE ESTE TIPO DE OPERACIONES DE TRASPLANTE DE RÓTULA NO SE REALIZA EN NINGÚN HOSPITAL DE LOS MOCHIS, DEBIDO A QUE NO CUENTAN CON LA TECNOLOGÍA NECESARIA PARA ELLO. ADEMÁS, EXISTIENDO TANTOS Y TAN BUENOS HOSPITALES EN GUADALAJARA, SERÍA UNA ABSOLUTA FALTA A LA ÉTICA PROFESIONAL QUE UN MÉDICO REMITIERA A ALGUIEN DESDE GUADALAJARA A LOS MOCHIS.

INVESTIGUE TAMBIÉN CON EL DR. GONZÁLEZ CORRALES QUE ESA PERSONA CON LOS DATOS Y CARACTERÍSTICAS DE LA SEÑORITA SANDRA BERENICE LÓPEZ GONZÁLEZ NO FUE ATENDIDA EN DICHO HOSPITAL.

TAMPOCO LE PRESTÓ SUS SERVICIOS A LA SEÑORITA LÓPEZ NINGUNA FUNERARIA DE LA ENTIDAD DE LOS MOCHIS (ZONA NORTE), CULIACÁN (ZONA CENTRO) O MAZATLÁN (ZONA SUR), QUE VENDRIAN SIENDO LAS ÚNICAS ENTIDADES EN LAS CUALES EXISTEN FUNERARIAS EMAU'S. CABE DESTACAR QUE TAMPOCO EXISTE EN LA CIUDAD DE CULIACÁN NINGÚN LUGAR DE DESCANSO (PANTEÓN) CON EL NOMBRE "RENACIMIENTO" (SOLO EXISTEN CINCO PANTEONES Y NINGUNO CUMPLE CON ESE RÓTULO).

TAL COMO SE LO HABÍA PROMETIDO, MI HERMANA ROSARIO, RESIDENTE DE LA CIUDAD DE GUADALAJARA, REALIZÓ UNA VISITA DE INSPECCIÓN A LA ESTÉTICA "VENUSIANA", PERO NO LE FUE POSIBLE LOCALIZARLA. EN SU LUGAR Y EN LA MISMA DIRECCIÓN QUE USTED ME INDICÓ LE HACÍA LLEGAR PAQUETES Y FOTOGRAFIAS A LA SEÑORITA LÓPEZ, SE ENCUENTRA UN GIMNASIO CON EL NOMBRE DE "HARD WORK", PROPIEDAD DE LA SEÑORA MARÍA ISABEL MENDOZA RÁNGEL. INTERROGADO EL PERSONAL QUE ALLÍ LABORA, NINGUNA DE ESAS PERSONAS SUELE RECIBIR NI SABE DE NADIE QUE HAYA RECIBIDO ALLÍ CORRESPONDENCIA DE NINGÚN TIPO, MENOS AUN DE VENEZUELA. CABE MENCIONAR QUE EN EL ÚLTIMO AÑO HAN TRABAJADO ALLÍ TRES DISTINTAS RECEPCIONISTAS, QUE SERÍAN LAS PRIMERAS PERSONAS EN RECIBIR CUALQUIER TIPO DE CORRESPONDENCIA. TAL VEZ LA PERSONA A LA QUE USTED LE HACIA LLEGAR SUS CORREOS CONVENCIONALES FUERA A UNA DE ESAS RECEPCIONISTAS, O TAL VEZ ALGUNA O VARIAS DE ELLAS RECIBIERON INSTRUCCIONES DE ALGUNA CLIENTE PARA QUE RECIBIERAN ESOS PAQUETES BAJO ESTRICTA DISCRECIÓN A CAMBIO DE ALGÚN TIPO DE FAVOR MONETARIO. LAMENTO NO HABER PODIDO AVANZAR MÁS EN ESTE SENTIDO.

EN CUANTO AL ACCIDENTE ACAECIDO EL DÍA DOMINGO OCHO DE ABRIL A LA UNA Y CUARENTA Y CINCO DE LA MAÑANA DEL AÑO EN CURSO, LE INFORMO QUE ME PUSE EN CONTACTO CON LA PROCURADURÍA FORENSE DEL ESTADO DE JALISCO, CON SEDE EN GUADALAJARA, Y ME INFORMARON QUE DURANTE EL FIN DE SEMANA COMPRENDIDO ENTRE EL VIERNES SEIS Y EL DOMINGO OCHO DE ABRIL NO SE PRODUJO NINGUNA MUERTE OCASIONADA POR ACCIDENTES DE TRÁNSITO EN TODA LA CIUDAD DE GUADALAJARA, ZAPOPÁN NI SUS ALREDEDORES.

POR OTRA PARTE, HE VERIFICADO QUE DURANTE EL DÍA DOMINGO OCHO Y LUNES NUEVE DE ABRIL NO SE REALIZÓ NINGÚN TIPO DE SEPELIO EN NINGUNO DE LOS PANTEONES DE GUADALAJARA DE PERSONA ALGUNA LLAMADA LUZ ADRIANA LÓPEZ GONZÁLEZ.

HACIENDO USO DE ALGUNOS CONTACTOS AMISTOSOS, PUDE VERIFICAR QUE NO EXISTE NINGÚN DOCTOR DE NOMBRE RAÚL MÉNDEZ QUE LABORE EN NINGUNO DE LOS HOSPITALES DE GUADALAJARA AFILIADOS AL IMSS (INSTITUTO MEXICANO DEL SEGURO SOCIAL).

EL TELÉFONO QUE USTED ME INDICÓ PERTENECÍA A LA ESTÉTICA «VENUSIANA», AHORA PERTENECE A UNA FAMILIA PARTICULAR. PARA AVERIGUAR EL ANTIGUO SUSCRIPTOR A ESE NÚMERO, NECESITO UNA ORDEN EMANADA DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE JUSTICIA DEL ESTADO DE JALISCO, PERO PARA ELLO SE REQUERIRÍA ALGÚN TIPO DE CORRESPONDENCIA OFICIAL EMANADA DE LA EMBAJADA DE VENEZUELA EN MÉXICO, CUYO TRÁMITE DEJO EN SUS MANOS EN CASO DE QUE ESTÉ INTERESADO CONTINUEMOS INVESTIGANDO POR ESA VÍA.

COMO USTED MISMO HABRÁ PODIDO SOSPECHAR, ME TEMO QUE USTED HA SIDO VÍCTIMA DE UN BRUTAL ENGAÑO, COSA MUY USUAL DENTRO DEL MEDIO DE LA INTERNET. LAMENTO MUCHO SER QUIEN LE DÉ ESTAS NOTICIAS, Y MÁS AÚN EN FECHAS COMO ESTAS. PERO PARTO DEL PRINCIPIO DE QUE ES PREFERIBLE UNA MALA NOTICIA A LA INCERTIDUMBRE DE NO SABER NADA.

ME HUBIERA GUSTADO MUCHO LLEGAR A OTRO RESULTADO, PERO LAMENTABLEMENTE NO HA SIDO ASÍ. CUENTE CONMIGO PARA CUALQUIER OTRA COSA QUE CREA LE PUEDO SER ÚTIL.

NO QUIERO DESPEDIRME SIN ANTES AGRADECERLE EL VOTO DE CONFIANZA QUE HA PUESTO EN MI PERSONA AL CONFIARME INFORMACIÓN TAN PRIVADA Y PERSONAL.

MIS MÁS SINCERAS CONDOLENCIAS,

LIC. MARCO ANTONIO HIGUERA.


Indignado y furioso, me senté frente a mi computadora y le escribí un email y lo envié a las direcciones de las supuestas tía Adela y Mónica Ramírez, incluso a la dirección de la "finada" Sandra. Les comunicaba punto por punto toda la cadena de mentiras que habían sido desenmascaradas por la Procuraduría Forense de Sinaloa. No me ahorré palabras para involucrar a organismos policiales y de justicia que estaban cooperando conmigo en la investigación. Les mencioné, incluso, que habíamos averiguado muchas cosas en el gimnasio "Hard Work" y que ya teníamos plenamente identificada a la persona autora de tantas patrañas y mentiras. Las amenacé con que saldría de viaje a Guadalajara el próximo viernes veintiocho de diciembre, día de los Santos Inocentes, y no descansaría hasta descubrir al culpable de tan enorme estafa afectiva.

Sí, quería asustarlas o asustar a la persona que tanto me había engañado, y quería hacerlo usando un poco de su propia medicina.

El veintisiete de diciembre me comuniqué telefonicamente por última vez con licenciado Higuera, para agradecerle su admirable y eficiente gestión en relación a mi caso.

Me confesó que se había sentido muy identificado por mi situación ya que quince años atrás los familiares de su actual esposa, para entonces su novia de dieciocho años, se la habían llevado a otra ciudad y allí la mantuvieron escondida por más de cuatro meses. Higuera la buscó y la buscó hasta encontrarla, se la "robó", se casaron en secreto ese mismo día y allí están, con tres hijos preciosos. Higuera me dijo que de alguna forma había deseado para mí un final similar al suyo, pero que la realidad no le había ayudado mucho.

Le dije que estaba abrumado y estupefacto ante el desenlace que había tomado todo este asunto. Le comenté que ya estaba convencido de que todo había sido un fraude, pero que no comprendía ni el por qué ni el para qué. Nadie sacó ningún beneficio de esto. Entonces me dijo:

— Yo logré averiguar algunas cosas que no me parecieron pertinentes decírselas en el email que le envié hace unos días. Debo admitir que me impresionó mucho que usted se hubiera involucrado así por una mujer a la que nunca había visto, salvo por fotos. Comprendo que no haya dudado de ella, por que uno no se enamora para dudar. Pero, fíjese usted, señor Anzola. Conversando su caso entre algunos colegas, varios de ellos me han comentado de grupos de estudiantes universitarios del área de comunicación social y sicología han realizado tesis de grado a partir de engaños sistemáticos en internet. Al parecer su objetivo es experimentar con usuarios de la red para comprobar los niveles de credibilidad que tiene ese medio, para lo cual diseñan una realidad virtual dentro de la cual introducen a un individuo real. Igualmente he sido informado sobre cofradías dedicadas a este tipo de fraude. ¿Los motivos o las razones que los mueven? Nadie las conoce aún y probablemente no tengan ni razones ni motivos reales. Son como los creadores de virus para computadoras que, sin motivo y sin razones aparentes, se rebanan el cerebro para infectar su disco duro y dañar todos sus archivos. Estas sectas de internautas, al parecer, concentran su atención para buscar el engaño virtual. Uno de ellos o un grupo de ellos asumen una identidad atractiva y desde el principio se esfuerzan en detectar las necesidades de su víctima hasta convertirse en la respuesta a todas sus expectativas. Compiten entre ellos y el triunfo lo obtiene el individuo o el grupo que logre prolongar el engaño durante el mayor tiempo posible. También me han informado de algunos experimentos similares que está realizando el ejército mexicano conjuntamente con algunos organismos de inteligencia norteamericanos. Creo que la internet es un medio mucho más temerario y peligroso de lo que uno puede llegar a imaginarse y hay muchas personas investigando la forma de usarlo. Tal vez usted tuvo muy mala suerte y cayó como víctima de alguno de estos ensayos comunicacionales o de alguna de estas bandas de anormales. No lo sé.
— O quizás Sandra era una gorda inválida postrada en su cama, escribiéndome emails todo el día porque era lo único que la vida le permite. O una esposa aburrida que quiso vivir la fantasía de un apasionado pero inocuo romance. Un romance virtual.
— También esas son hipótesis factibles, señor Anzola. Usted al menos habló con ella por teléfono y sabe que es una mujer, o que entre ellos hay una mujer. Otros han caído, claro, no tanto tiempo como usted, y han terminado coqueteando con un hombre.



BREVE EPÍLOGO


Nunca más volví a entrar a un salón de chateo. Disciplinadamente, los lunes, miércoles y viernes revisaba mi correo electrónico y respondía la correspondencia que tenía que responder. El resto lo echaba a la basura.

Nunca más volví a recibir un email de la supuesta Sandra, ni de su amiga Mónica Ramírez ni de su tía Adela González. Probablemente las tres mujeres siempre fueron una misma persona.

Aún después de haber asimilado que Sandra López no había sido más que una ilusión de internet, no pude evitar extrañarla. Era como si me hubiera enamorado de un personaje de novela o de la protagonista de una película.

Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, el tiempo me había ayudado a olvidar.

Una noche, como a las once, repicó mi teléfono. No tenía idea de quien pudiera ser. Apenas tomé el auricular pude reconocer su voz aniñada:

— Aló, Rafael. Soy yo: Sandra.