tag:blogger.com,1999:blog-23192956811093749242024-02-22T11:28:54.855-08:00Omar Mesones o la escritura clandestinaNada como el contacto físico y visual con la página impresa, con el olor a tinta, con el delicioso placer de los ojos paseándose por las letras que forman palabras, pensamientos, sentimientos y sensaciones. El libro es el verdadero y legítimo hogar de la palabra escrita. Sin embargo, ante todas las opciones comunicacionales que hoy día nos ofrece la tecnología, ¿por qué limitar la palabra, la escritura, al libro?Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.comBlogger38125tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-66122068493929692132022-08-22T23:04:00.002-07:002022-08-24T04:08:31.626-07:00EL TEQUILA SUNRISE (Versión corregida 23 de agosto de 2022)<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;"><div style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: left;"><div style="text-align: right;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-size: medium;">A la memoria de Julio Miranda,</span></span></i></div><i><div style="text-align: right;"><i><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-size: medium;">compañero del alma, compañero</span></span></i></div></i></div>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-size: medium;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">1<o:p></o:p></span></span></p>
</div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD1bCTbdW33EUZQvOCGKDBwDcE-FyLj0UYmuZ2RATFgg7nsV9Zwl733ckHb_BQlyd8SX7I5tBSnxXMvXQw05OyUnBECzvazQAkcL_8Yil1gGd9oQpaOzCIlsqNo3gutcy3w5xN2_33kTTCrFepaVomlZ449GzivgFigRSFh5ONyip7cV752QwN23dV/s3196/El%20Atador%20de%20Cabos%20220328.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><img border="0" data-original-height="3196" data-original-width="2020" height="215" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD1bCTbdW33EUZQvOCGKDBwDcE-FyLj0UYmuZ2RATFgg7nsV9Zwl733ckHb_BQlyd8SX7I5tBSnxXMvXQw05OyUnBECzvazQAkcL_8Yil1gGd9oQpaOzCIlsqNo3gutcy3w5xN2_33kTTCrFepaVomlZ449GzivgFigRSFh5ONyip7cV752QwN23dV/w136-h215/El%20Atador%20de%20Cabos%20220328.jpg" width="136" /></span></a></div><p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 70.8pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 70.8pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span><span style="color: #9fc5e8;">Su cuerpo
era sagrado, como un templo, como una oración, como un conjuro. Si llegabas </span></span><span style="color: #9fc5e8; text-align: center;">a
contemplar su desnudez, sólo contemplarla, era suficiente para que supieras que
eras el elegido de algún dios. Pero si lograbas tocarla, acariciar su piel
bronceada y luminosa, dejar que tus dedos bordearán el vertiginosa alzamiento
de sus muslos, sentir tu aliento rebotar sobre el sobrecogedor dibujo de
su boca, entonces no podías hacer otra cosa que sentir que eras dios y que
desde allí, desde ella, encaramado sobre la alta cima de sus senos pequeños y
fulminantes, serías capaz de entenderlo todo.</span></span></p></div></blockquote><div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;"><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">2</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
estaba en cuclillas frente a la fogata, removiendo los leños con una delgada
vara de madera. Vestía shorts rojos y una camiseta blanca. Yo estaba sentado
sobre el casco de un viejo peñero pesquero. Estábamos en las playas de Adícora.
Era de noche. Me pareció que nos bastaba con estar en silencio, pero él necesitaba
decirlo una vez más:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Un día nos peleamos y decidimos terminar. Dos
meses más tarde nos encontramos por pura casualidad en Sabana Grande. La invité
una cerveza o un café, no recuerdo. En algún momento uno de los dos tocó la
mano del otro. Con ese gesto declaramos que la noche sería nuestra. Nos fuimos
a mi apartamento. Hicimos el amor. Terminamos dormidos. La luz del amanecer me
despertó. Hacía frío. Como aún estaba aturdido por el sueño y me creía solo, me
sorprendió encontrarme a una mujer en mi cama. Ella me daba la espalda y no
pude reconocerla de inmediato. Me bastó inclinarme un poco con la intención de
ver su rostro y, antes de lograrlo, ya la había recordado: era la mexicana. Uno
de sus brazos cubría sus senos, mientras el otro le servía de soporte a su
hermosa y altiva cabeza. Yo regresé sobre mi almohada. Su espalda estaba
desnuda. Antes de cubrirla con la cobija pude ver en ella una pequeña cicatriz
a la altura de su omoplato. No me preguntes cómo, pero nunca antes le había
visto esa pequeña marca sobre su piel. En ese momento pensé: <i>"Coño, es una mujer. Sólo una
mujer".</i> <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">3</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Siempre
me pareció conocer a Horacio de toda la vida, aunque en realidad nos conocimos
en plena adolescencia, una mañana de octubre de 1975. Entró a nuestra aula de
clases llevando apenas un cuaderno en la mano. Caminó hacia la profesora y le
entregó un papelito. Lo hizo sin mirar a nadie. Después de leerlo rápidamente,
la profesora nos presentó al muchacho: Horacio Vegas. A partir de ese momento era
parte del curso de tercer año. Pero nosotros decidimos que jamás sería uno de
los nuestros. Desde el primer momento nos molestó su cara de muchacho asustado,
sus manos metidas en los bolsillos, su sonrisa imprecisa y tonta. Horacio
siempre causaba una pésima primera impresión. Pero siempre se las arreglaba
para enmendarse. Siempre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Al
parecer él tampoco tenía mucho interés en mezclarse con nosotros. En los
recesos y en las horas libres se reunía con los muchachos del cuarto año, a
quienes parecía conocer de otro lado. Se trataban como amigos, lo cual nos
importaba menos que nada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Su aspecto,
su actitud y su conducta delataban que no era muy buen estudiante y en
consecuencia los profesores habían comenzado a mirarlo con malos ojos: insistía
en ir a clases con el mismo cuadernito sucio con el que entró al aula el primer
día, se jubilaba a cada rato y lo habían pescado un par de veces fumando por
los jardines y baños del liceo. Además, tenía una especial reticencia para
visitar al barbero. En pocas palabras, le tenían el ojo puesto. Pero las cosas
no tardaron en cambiar. Para los exámenes trimestrales de febrero obtuvo
excelentes calificaciones en casi todas las materias, menos en Castellano y
Literatura. El Consejo de Maestros podía sospechar que había hecho trampas en
una o dos pruebas, pero no en todas y en cada una de ellas. A partir de ese
momento los profesores agarraron la manía de interrogarlo a cada rato en
clases, como para verificar la legitimidad de sus conocimientos. Y el tipo
respondía siempre bien. A veces, incluso más de lo que se le preguntaba. O, una
vez concluida su respuesta, se abalanzaba con alguna interrogante que complacía
mucho a los docentes y nos hacía quedar a los demás como verdaderos imbéciles.
Creo que allí fue cuando comenzamos a odiarlo de verdad. Cada día estábamos más
seguro de que era un farsante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A nuestro
regreso de las vacaciones decembrinas, Horacio solicitó al profesor de
Educación Física ingresar al equipo de fútbol de nuestro curso. Tal vez él
hubiera preferido pertenecer al equipo de cuarto año, donde estudiaban sus
amigos, pero las reglas dictaban que los alumnos debían jugar en los equipos de
su mismo curso y, si sus méritos y habilidades lo destacaban, pasaría a formar
parte del equipo del liceo. Fue sometido a unas breves pruebas de resistencia y
de manejo del balón y fue aceptado. Comenzó como jugador emergente. Durante los
dos primeros partidos no le dejamos otra cosa que vernos jugar. En su tercer
partido tuvo su primera oportunidad de ingresar al campo de juego. Ninguno de
nosotros parecía dispuesto a pasarle el balón por nada del mundo, así que
Horacio parecía jugar él solo contra veintitrés contrincantes. Aun así, el
balón cayó a sus pies y no lo soltó hasta llevarlo hasta la propia puerta de la
portería enemiga. Sabíamos que él mismo hubiera podido meter aquel gol, pero
eso hubiera sido para él un glorioso y definitivo final. Levantó la cabeza,
reconoció a Miguel Andrade en una excelente posición y le cedió la pelota y,
con ella, la patada triunfal. Le caímos encima a Miguelucho para regodearlo con
nuestra alegría, aunque todos sabíamos que aquel gol era de Horacio, para quien
no hubo ningún reconocimiento. Sin embargo, a partir de ese momento lo dejamos
jugar. Aunque lo habían asignado como defensa, él mismo se encargó de
aclararnos que su mejor jugada era como delantero. Y nuestro equipo necesitaba
eso, un buen delantero. Y Horacio era el mejor que jamás habíamos tenido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Aquel
partido fue contra los de cuarto año. O sea, que Horacio se vio obligado a
masacrar inmisericordemente a sus amiguetes de las horas libres. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Al
finalizar el juego Ricardo, nuestro capitán, se acercó a Horacio y le dijo:
"Bien hecho". Horacio devolvió el gesto con una breve sonrisa y
continuó recogiendo sus cosas. Suficiente para que el hielo quedara roto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Nos
gustaba el fútbol, el básquet y las carreras de cien metros, pero no éramos ni
de lejos verdaderos deportistas. A escondidas bebíamos cerveza, tomábamos ron y
fumábamos marihuana. Horacio también lo hacía, pero era peor que todos nosotros
juntos: podía tragarse un botella de ron él solo y apenas dar indicios de
borrachera, no se conformaba con un poco de hierba sino que fumaba hachís y,
cuando no encontrábamos nada, el tipo había descubierto un fármaco sucedáneo:
Ritalín, un medicamento destinado para espantar el sueño en las horas de
estudios y que al triplicar o cuadriplicar la dosis te arrastraba hacia una
dulce euforia. Horacio llegó a tomar hasta diez pastillas de una sola vez,
buscando nuevas y peligrosas resonancias en su pequeña droga personal, lo cual
lo mantuvo en vela y con taquicardia casi durante una semana. Aun así no
titubeó en aspirar profundamente los vapores de la Coca— Cola hirviente o
respirar dentro de una bolsa plástica las emanaciones de la pega sintética.
Fuera lo que fuera que hiciéramos, Horacio era peor o mejor que nosotros, pero
nunca igual.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Como era
hijo de cubanos— gusanos y había pasado su infancia en Miami, Horacio podía
leer en inglés la revista <i>Rolling Stones</i> y comprender la letra de las
canciones que nosotros escuchábamos sin entender papa. Y fue él quien nos
introdujo en la vieja música de Jethro Tull, la banda <i>Yes</i>, la rasgada
voz negra de Janis Joplin, los estremecedores alaridos de Aian Gillan, el
alucinante teclado de Jon Lord y en las inclementes cuerdas de Erick Clapton.
Esos dinosaurios de cinco, ocho y hasta diez años atrás eran sus ídolos. Y él
los instauró sin dificultad en el altar de los nuestros: <i>The Cure</i>, Donna
Summer y Police. Pero no sólo era un rockómano empedernido, sino que deliraba
por Brahams, Orff, Sainte Colombe, Tchaikovski, Rimsky Korsakov, Mozart,
Scarlati y Vivaldi. Y los domingos por las mañanas, mientras nosotros dormíamos
como osos después de un sábado de rumba, él se iba para el Aula Magna a
escuchar conciertos de Beethoven o Stravinsky.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A los
dieciséis ya leía a Rilke, a Sallinger y a Hesse. Ignorantes como éramos, no se
nos ocurría otra cosa que burlarnos de él, pero Horacio no se daba ni por
enterado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Los
profesores aprendieron a tolerarlo. Es más: a respetarlo. Horacio se convirtió
para ellos en una especie de incógnita, en un enigma de difícil digestión. No
era un buen alumno, de eso no había duda. Indisciplinado, sin respeto por las
normas, desordenado. Era un desastre. Pero a la vez era, quizás, el mejor
alumno de toda la clase: inteligente, sagaz, inquieto. Además, se había revelado
como uno de los mejores jugadores en el equipo de fútbol no ya del curso, sino
del liceo, selección a los que muy pocos lograban llegar. El resultado fue una
suerte de desprecio y de secreta admiración hacia un desastroso pero muy aprovechado
alumno. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Ese respeto
quizás se consolidó una vez que Horacio ganó el Concurso de Cuentos del liceo
con un relato sobre un...<o:p></o:p></span></span></p>
</div><blockquote style="border: none; margin: 0 0 0 40px; padding: 0px;"><div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;"><p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><i><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">…enmascarado que es un temible bandolero de caminos en una serranía
andina. El hombre se coloca la máscara cuando es un adolescente y jura no
quitársela jamás. Cumple su promesa durante años. Un día asalta a un grupo de
viajeros, él solo, ya que era fiero y temido y nunca necesitó de secuaces para
cometer sus fechorías. Allí encuentra a una chica de quien se enamora
perdidamente. Ella también se siente atraída por él y el enmascarado lo sabe,
sin que necesiten cruzar palabras. Él va y la busca al pueblo y luego de muchas
peripecias, logra dar con su casa. Se ven, se besan y se confiesan su mutuo
amor. El ya no es un adolescente, sino un hombre adulto. La chica se enamora de
su voz, de sus manos, de su piel. El enmascarado comprende que la chica está
enamorada de la leyenda, enamorada de su máscara, enamorada de sus hazañas y
patrañas. Entonces quiere ser amado por completo e intenta, rompiendo su
promesa juvenil, arrancarse la máscara, pero no puede hacerlo. Tal vez porque
ni él mismo sabe quién habita realmente bajo ella y le da miedo quitársela, o
tal vez sea que la máscara se ha adherido con tal fuerza a su piel y a su
rostro que se ha convertido en parte de él mismo. Entonces el enmascarado
comprende que es una leyenda y que jamás podrá ser un hombre verdadero.
Comprende que es un sueño. Y cuando la chica despierta, él se des<a name="_ftnref1">vanece en el aire, para siempre</a><u>…</u></span></span></i></p></div></blockquote><div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;">
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A pesar
de haber ganado ese concurso de liceo, o quizás precisamente por ello,
nuestra profesora de Castellano y Literatura estuvo mucho tiempo enojada con
Horacio, ya que esa era la única materia que llevaba aplazada desde que ingresó
al curso. Pero era un enojo fingido. Creo que todos siempre fingíamos estar
enojados con él, pero en el fondo lo admirábamos y hasta lo queríamos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">El relato
no sólo gustó a los viejos profesores del jurado (todos amantes de Isaac Casas
y Rubén Dario), sino que también a nosotros. En serio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Con el
tiempo, reclutamos a Horacio y lo hicimos uno de los nuestros, creyendo que eso
era posible. Nos acompañó a escalar cerros, a manejar motos y a emborracharnos
con ron. Pero eso no le impedía fumarse un pito de marihuana con nosotros y
marcharse inmediatamente con su vieja <i>Leica</i> a fotografiar por allí
las calles solitarias del barrio, las puertas de las casas deshabitadas o a los
perros vagabundos. Era un solitario. Y era definitivamente diferente a nosotros.
Diferente a todos. Pero él actuaba como si tal diferencia no existiera, como si
nosotros fuéramos realmente sus <i>inter
pares</i>. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Pero
había una grieta que apocaba el esplendoroso brillo de su armadura, su pequeño
y mortal talón de Aquiles: le tenía miedo a las carajitas, a las mismas
muchachitas divinas y bobetas a quienes nosotros manoseábamos, besuqueábamos y
le metíamos mano durante cualquier sábado por la noche en cualquier fiesta en
cualquier rincón de cualquier casa. Les temía porque se sentía demasiado
bajito, demasiado feo, demasiado aburrido. Ni él mismo sabía que había
resuelto, porque le había dado la gana o porque no podía hacer otra cosa, que
las chicas serían para él el enigma del universo, el ojo del huracán sobre el
cual girarían todas sus preguntas sin respuestas.<o:p></o:p></span></span></p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;">
<span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: center;"><p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">4</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Hoy se
cumplen dos semanas de la muerte de Horacio. Murió ahogado en las playas de
Cancún. Le faltaban sólo tres días para cumplir treinta y siete años. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando
finalizamos la secundaria todos nos sentimos perdidos, pero Horacio fue quizás
el más desorientado de todos nosotros. Era como si toda su superioridad se hubiera
vuelto contra él para aplastarlo. Nos pareció que le había llegado la hora de
retornar a su pobreza, a su condición de inmigrante cubano sin futuro, a su
pequeña casa poblada de muebles viejos y baratos. Mientras nosotros entrábamos
a la Universidad para probar carreras y cambiarnos de Facultades, Horacio
continuaba fotografiando a los perros vagabundos, leyendo libros en su cuarto,
escuchando rock o música clásica o escribiendo cuentos que nunca terminaba ni
mostraba a nadie. Cuando todos pensábamos que terminaría como un
empleaducho tras el mostrador de alguna ferretería o como aprendiz en algún taller
mecánico de mala muerte, nos quedarnos boquiabiertos cuando nos vino con la
noticia de que había sido becado para a estudiar Administración de Empresas en
Roma. Esperábamos de él cualquier cosa, menos que se dedicara a una carrera
como esa, menos aún estudiarla en Italia. Todos nosotros fuimos más o menos buenos
estudiantes durante nuestros estudios universitarios. Unas veces más, otras
menos. Pero Horacio hizo una carrera brillante: se graduó <i>Magna Culaudem</i>.
Nunca más regresó a vivir a Venezuela. Al graduarse fue reclutado inmediatamente
por <i>Alitalia.</i> Visitaba el país un par de veces al año, durante el verano
y en las Navidades.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Creo que
la distancia nos hizo verdaderamente amigos. Ambos fuimos excelentes
corresponsales: nos escribíamos con frecuencia y fuimos forjando una suerte de
diario personal cuyo ejemplar estaba siempre en las manos del otro. Cada año
con cada visita era mucho más que grato encontrarnos para evocar aquellos tres
años compartidos en la escuela secundaria. Era como una veta inagotable.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando se
ahogó, Sabrina estaba con él. Bueno, ella estaba recostada sobre la arena
mientras él sacrificaba su vida a las cálidas aguas del Caribe.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Antes de
entrar al agua Horacio dijo algunas cosas que Sabrina no supo o no pudo comprender:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Sabrina:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> (...) eran casi las cuatro de la tarde cuando
llegamos a la playa. Antes bebimos un par de tragos en el bar, poca cosa, tú
sabes. Como Horacio es tan seco y tan poco expresivo me extrañó que acariciara
mi cuello mientras me pedía que fuéramos a nadar un rato. Pedí al mesero que
nos llevara a la playa una botella de Bardolino, el preferido de Horacio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Se sentó
a mi lado, en mi misma tumbona. Me puse los lentes oscuros. El me miró y lanzó
una carcajada. Siempre se andaba burlando de mis lentes oscuros retro. Hasta
allí me pareció que todo andaba bien. Fue después que tomó su primera copa de
vino que comenzó a decir cosas raras. Me preguntó si yo creía si a su funeral
iba a ir mucha o poca gente. Yo no le respondí nada. Al contrario, le pedí que
no me hablara de esas cosas tan macabras y oscuras. Pero él continuó. Nunca
hacía caso. Me dijo que él era de la opinión que su funeral sería un acto
social más bien solitario: padres, hermanos, algunos tíos, quizás algún primo y
sus amigos, su otra familia. <i>Sin embargo</i>, agregó, <i>sé que hay una
mujer que no faltará a esa cita. La reconocerás por que lleva una cicatriz en
la frente, sobre su ceja derecha. No esperes una cicatriz horrible, es
simplemente una marca que le da cierto carácter a su bonito rostro.</i> ¿Cómo
se llama?, le pregunté intrigada. <i>Para ti no tiene nombre. Es mexicana y
tiene una cicatriz sobre su frente. Eso será suficiente para que la reconozcas.
Cuando llegue al velatorio vas a pedirle de mi parte que no quiero que vea mi
cadáver. Luego le dirás que es la mujer a la que más amé en mi vida.</i>
¡¿Cómo?!, le pregunté más molesta que asombrada. Él me dijo que sabía que lo
había escuchado todo perfectamente y que no me repetiría nada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Tú sabes
que nunca me planteé nada serio con Horacio. Nos veíamos, nos emborrachábamos y
la pasábamos bien, sin ataduras y sin ilusiones tontas. Eso es una cosa, pero
de allí a convertirme en mensajera de sus amoríos hay un gran trecho y se lo
hice saber. Le puse los puntos sobre las íes. Pero creo que ya no me escuchaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Volvió a
servirse otra copa. Permaneció en silencio un rato. Estoy segura que estaba
pensando en su muerte. Yo no lo sabía en ese preciso instante, pero luego me di
cuenta que en ese momento Horacio ya había decidido dejarse ahogar. Saboreó su
vino con un placer tan intenso que ahora me parece casi triste. Se levantó y se
hundió en el mar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A los
pocos minutos escuché un escándalo por todas partes. La gente gritaba "un
ahogado, un ahogado". Jamás pensé que se tratara de Horacio. Tú y yo
sabemos lo bien que nadaba. Y en Cancún no se ahogan ni los bebés, menos un
hombre como Horacio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Desde
lejos vi el cuerpo del ahogado tirado sobre la arena. El corazón me dio un
vuelco cuando me pareció reconocer a Horacio en el cuerpo del muerto. Me
levanté y caminé hacia él. Yo estaba como hipnotizada, como si de repente me
hubieran transportado a una pesadilla. No fue necesario llegar hasta el cadáver
para reconocerlo. Me puse a gritar como una loca y a correr por toda la playa.
Alguien me detuvo y comenzó a sacudirme tratando de hacerme reaccionar. Me
llevaron de vuelta al hotel y me dieron algo de beber para tranquilizarme.
Luego comenzaron a hacerme preguntas. Yo repetía una y otra vez que quería que
Horacio viniera. Me daba cuenta que estaba hablando como una loca y me aterraba
cada vez más al pensar que me quedaría así, deschavetada para el resto de mi
vida. ¡Vaya, que esa no era la manera de perder la cabeza por un hombre!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Al final
alguien me acompañó a la habitación y comenzaron a buscar documentos de
identificación y algún número telefónico. Me ofrecieron otro cuarto para que me
pudiera cambiar de ropa. Alguien se comunicó con mi familia en Caracas. Esa
misma noche me cambiaron a otro hotel bajo la custodia de una enfermera.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Al día
siguiente vino la policía a tomar mis declaraciones. Mi hermana se apareció
como a las tres de la tarde. Me informó que el cuerpo de Horacio saldría esa
misma noche para Nezahualcóyotl, una pequeña ciudad donde sus padres habían
decidido celebrar el velorio y el entierro. No tuve más remedio que abordar el
mismo avión donde viajaba su urna.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">No podía
quitarme ni por un segundo de la cabeza el recado que me había encomendado dar.
Si se hubiera muerto un año después ni me hubiera preocupado por transmitir su
estúpido mensaje, pero bajo aquellas circunstancias sentía que su pedido había
sido el de un hombre agonizante que expresaba su última voluntad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Fue un
velorio atiborrado de gente. Quizás Nezahualcóyotl, a pesar de ser un pequeño
pueblo mexicano, fue el lugar del mundo donde Horacio tuvo más amigos. Pero la
mujer de la cicatriz no se apareció nunca, ni al velatorio ni al entierro. Eso
me provocó una tristeza infinita porque me pareció que Horacio se había matado
por nada y para nada. Después del entierro me iba en llantos a cada rato. Todos
pensaban que era por él, pero en realidad era por la mujer esa que nunca se
apareció al funeral de Horacio (...)<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">5</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio,
las medias de nylon y los tacones altos de Mónica:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
era un tipo más bien feo y con los años había cultivado más barriga de la que un
hombre necesita, además de una pequeña papadita que le agregaba, a lo menos,
unos cinco años de edad. Por si fuera poco, sufría de una alopecia precoz. En
pocas palabras: era un tipo prácticamente invisible para las mujeres. Pero al
hablar se transfiguraba. No era ni su voz ni lo que decía, sino cómo lo decía.
Las mujeres, primero, bajaban la guardia, quizás por su misma falta de
atractivo. Pero a la media hora estaban enloquecidas por él. Sus ojos grandes y
tranquilos (parecían ojos de vaca, me confesó una amiga), se volvían vivos y
pícaros cuando hablaba. La inflexión de su voz se hacía firme, expresiva y
sensual. Tras la muerte de Horacio, fue Mónica quien me ayudó a descubrir todos
estos atributos seductores en él.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Mónica es
una amiga a quien le di clases en la Universidad hace un par de años. Tiene las
piernas más hermosas que jamás haya visto fuera de las fotografías de moda y un
par de glamorosos senos que serían el delirio de los más exigentes amantes. Y
como si hermosas piernas y espectaculares senos no fueran suficientes, se
gastaba un rostro brutalmente hermoso. En realidad, Mónica está como le daba la
gana. En su momento intenté ligármela, pero ambos entendimos rápidamente que la
cosa no funcionaría. Así que nos hicimos amigos. Y una amiga es lo mejor que
te puede pasar en la vida, casi mejor que una amante. Mónica es la mujer más presumida
y superficial que conozco. Y se derrite por los tipos altos y buenmozos, tipos
de mundo, como dice ella: viajados, con poder adquisitivo, de buen gusto. Un día
planeamos una salida: un <i>dos pa´dos</i> a ciegas. Ella llevaría a Gabriela,
de quien estaba seguro sería idéntica a ella, pero en versión feucha. Yo, por
mi parte, iría con Horacio, con toda la buena fe de la mala intención.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Mónica
siempre anda enfundada en medias de nylon y encaramada sobre sendos tacones.
Horacio y yo las pasamos recogiendo por su casa como a las siete de la noche.
Antes de ir a comer decidimos entrar a un piano— bar para tomar un par tragos.
En realidad era una excusa para relajarnos un poco y conocernos mejor. Cuando
nos bajamos del carro, el rostro de Mónica parecía un poema: le llevaba como
diez centímetros de ventaja a la altura de Horacio. Gabriela, por el contrario
resultó una chica sencilla y agradable: iba vestida con una amplia bata de lino
crudo y en la mano llevaba una carterita preciosa de cuero. Más nada. Aún con
esa sencillez, radiaba elegancia. Su pelo, tan negro y bien cortado bordeando
su rostro blanquísimo, le imprimía un aire de muñeca de porcelana. Su andar
desenvuelto y ágil delataba un cuerpo firme y atractivo bajo su batola de lino.
No fue que me volví loco, pero vaya que me gustó. Pero me temo que Mónica no
sintió lo mismo por mi propuesta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando
Horacio se levantó de la mesa para ir al baño, Mónica amenazó con matarme allí
mismo, frente a Gabriela:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Yo te traigo una chica cheverísima y tú te
presentas con este espécimen de enano mudo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Cuando te bajes de tus tacones verás que es un
poquito más alto que tú.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Jamás me quitaré un solo zapato cerca de este
tipo. ¡Qué bolas las tuyas! — protestó.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A su
regreso, Horacio aun continuó en silencio durante un rato más, porque creo que,
además de feo, continuaba siendo tímido con las mujeres. Pero de pronto empezó
a sonreír para sí mismo, como si hubiera encontrado una clave secreta que sólo
él podía entender. Entonces pensé: "Ya está: te jodiste, Mónica".
Ella se había limitado a ignorarlo mientras bebía con desgano su whisky.
Horacio se acercó a ella y le preguntó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Has visto <i>"Ma nuit chez Maud"</i>?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Qué?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— La película, la de Erick Rommer.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Casi no voy al cine — lo cortó Mónica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Y no te hace falta. Pero Maud, la amante de un
joven que persiste en casarse con su novia católica, se parece muchísimo a ti.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¡Ah!, ¿sí? ¿Y cómo es eso?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Recuerdas la descripción de la señora Zorni,
en <i>"El caballero y la muerte"</i>?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
sabía perfectamente que Mónica no tenía idea de qué le estaba hablando, así
que, sin esperar respuesta, continuó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Una mujer de una belleza enloquecedoramente
perfecta. Así es Maud en la película de Rommer, pero con el exquisito aderezo
de ser, además, sensual y apasionada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Y
continuó hablándole sobre películas y libros. Horacio tenía el don de
poder hablar de poesía con analfabetas, de cine con ciegos o de música con
sordos. Siempre lo consideré un tipo culto, pero él lo rechazaba diciendo que
apenas era un hombre medio leído y medio escuchado, más nada. "Lo que pasa
es que ya nadie lee, entonces uno se compra tres libros y todos piensan que
eres culto", me refutaba. Sin embargo, pese a su opinión, a mí me parecía
un tipo culto. No como esos médicos o ingenieros que van al teatro, ven
películas, leen libros y asisten a conciertos, pero no saben luego donde carajo
colocar lo que reciben. De esa forma van archivando un Vivaldi sobre un Sartre
o sobre un Wilder, leen a García Márquez y a Isabel Allende y dicen que son
estupendos porque los dos escriben igualito, o vociferan su pasión por
cualquier intérprete de la música clásica, sin importarle quien sea,
simplemente porque está etiquetado como clásico. Horacio deliraba por Chaikovski,
Vivaldi, Colombe y Handel, pero le aburrían Wagner, Purcel y Litz, mientras que
sentía que Byrd y Stanley eran ostentosos e insípidos. Proust lo adormecía,
Joyce le parecía ilegible y Faulkner lo consideraba laberíntico, salvo en <i>Absalom,
Absalom</i>. Era lo suficientemente culto como para decir que la poesía no le
interesaba, salvo unos contundentes y definitivos versos de Kavafi, Machado,
Cadenas y Miranda. No como esos que andan por allí que no pueden leer un poema
sin que les parezca <i>bello, sublime y tan
cargado de sensibilidad</i>. Lo que quiero decir es que el tipo era distinto a
nosotros, pero no nos lo hacía sentir. O para ser más exactos: creo que en
realidad no sabía que era distinto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Le
preguntó a Mónica cuál era su plato favorito. Al escuchar su respuesta, sugirió
ir a comer langostinos a una tasquita que conocía en Caraballeda, en el litoral
central. Un éxito rotundo. Paseamos luego por el malecón y terminamos
preparando kaipiriñas en el apartamento de Horacio. Cuando nos despedimos, ya
casi amanecía. Mónica dijo que ella se quedaba ya que no quería perderse por
nada del mundo el amanecer desde el balcón. Tuve que hacer un esfuerzo para que
no se me cayera la mandíbula allí mismo, delante de todo el mundo: jamás había
visto a una Mónica tan desatada, testigos mediante. Claro, pensé, la kaipiriña
es una bebida traicionera, un efectivo "quitapantaletas". Y los
dejamos allí, preparándose más tragos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Al día
siguiente, como a las cuatro de la tarde, Mónica me llamó. Me preguntó por
Gabriela y le dije que era un buen prospecto. Asombrada, exclamó: "¿Y no
hicieron nada?"<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Nada cómo qué?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Nada de nada, tú sabes. Creo que le caíste
bien.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Es probable, pero la lleve a su casa y nos
despedimos con un besito en la mejilla, como hace todo el mundo la primera
noche que salen juntos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Ella
mordió el anzuelo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No te pongas moralista. No sé qué me paso. Es
un tipo encantador.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Sí, claro. Yo tuve que salir contigo como diez
veces antes de que me dieras un besito. Con Horacio, tres kaipiriñas y a la
cama.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Nadie ha hablado de cama.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— De acuerdo, ¿de qué hablaron?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— De nada. El tipo es un degenerado. Y es
incansable. Te dice y te hace tantas cosas. A las seis salimos a ver el
amanecer. Me contó de Maud. Me la describió en detalle. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿De quién?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— De Maud, la de la película.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Te impresionó eso, ¿no?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Al comienzo no. Sabía que era una treta,
interesante, pero una treta. Pero al final, sí me interesó. Y mucho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿A qué hora llegaste a tu casa?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Estoy llegando. ¿Dónde tenías guardado a este
hombre?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Cuídate, ¿okey? Horacio es de cuidado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Un mes
más tarde me volvió a llamar. Después de algunos rodeos, me preguntó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Qué tiene, qué es lo que tiene ese Horacio
amigo tuyo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Entonces
supe que Horacio había hecho lo suyo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Siempre
sabía cómo entrar y cómo salir. Tenía el don de convertir lo banal en algo
trascendente. Porque Mónica era brutalmente hermosa, pero era simple, hueca,
intranscendente, vacua, fútil, trivial, frívola. Hasta que Horacio la tocó. El
la volvió mujer, la volvió Maud. Y ella se lo creyó. Quizás, por un momento, él
también. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">6</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">En los
últimos años de su vida, Horacio se volvió casi un místico del sexo, como si
fuera la única religión en la que aún podía creer: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio</span><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">:
"Siempre me parece un milagro el hacerle el amor a una mujer, llegar a
través de su cuerpo a un par de segundos en los que te conviertes en un animal
primitivo y en un dios omnipotente, sentir que puedes todo y, a la vez, no
puedes nada. En esos dos, tres, diez segundos, logras sentirte tan poderoso y
tan indefenso, como si ambas fueran una misma cosa. En ese momento te atreves a
ver los ojos de la muerte, y si tienes el valor de dar un paso más, quizás
logres ver el amor. Todo a través de la piel, de las manos, de los dedos, de
los labios de una mujer. Es como un milagro, como un misterio, como un
enigma..."<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">7</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio
y la mexicana:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Hace
tres años, en enero de 1995, Horacio y yo andábamos de farra por los bares de
Caracas. Eran como las cuatro de la mañana y yo lo único que quería era
regresar a mi casa y tirarme en la cama a dormir la borrachera. Pero
Horacio era incansable. Insistió en buscar un bar abierto hasta que dimos con
uno en el centro de la ciudad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Los bares del <i>downtown</i> son los
mejores — me dijo mientras estacionaba
el carro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Eso será en Nueva York, Horacio. Aquí lo que
podemos conseguir es una puñalada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Entramos
a aquel antro poblado de chulos, putas baratas y borrachines insaciables, como
nosotros. Sin embargo, todo era tan sórdido que era posible respirar un tenue
encanto de candidez en aquella taguara. Había dos barras: la de la izquierda
daba al bar, mientras que la otra daba hacia un breve escenario en la que un
organista y un guitarrista acompañaban a una hermosa chica que animaba el lugar
a punta de boleros. Caminamos hacia la barra de la izquierda, la que daba hacia
el bar. Horacio pidió un par de whiskies dobles. Yo no podía ni hablar de lo
pesado que tenía la lengua y los párpados. Él, en cambio, estaba como
resucitado frente al espectáculo que le brindaba la bolerista. Bastaba mirarla
un par de segundos para darse cuenta que su canto iba dedicado a un joven de
unos veinticinco años, apuesto y bien vestido, que estaba sentado prácticamente
frente a ella. Lo acompañaba una mujer delgadita con el pelo pintado de
amarillo que no le daba ni por los tobillos a la cantante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Ella, la bolerista,
se acercaba al joven de la barra, seguramente su ex— novio o su ex— amante, se
inclinaba sobre él, bebía de su vaso, lo miraba directo a los ojos mientras
cantaba <i>"mío, siempre serás mío, aunque otros brazos te abracen, aunque
otros labios te besen"</i>. El tipo le sostenía la mirada y de vez en
cuando le decía cosas al oído a su acompañante, quién, furiosa, no le quitaba
los ojos de encima a la cantante. El tipo era realmente guapo y creo que por
eso la otra tipa, la del pelito amarillo, se lo aguantaba todo mientras la otra
les cantaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Sin
apartar los ojos de la bolerista, Horacio me dijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Esos dos que están allí — refiriéndose a la
cantante y al tipo apuesto de la barra — han hecho el amor como verdaderos animales
hace menos de veinticuatro horas. Pero ella debe ser tremenda: el chico está
tratando de escapar de ella pero no tiene ni puta idea de cómo hacerlo. Además
es más torpe que un adolescente torpe: mira el peazo'e vaina que se ha buscado
para darle celos a la cantante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Yo apenas
si entendía lo que me decía, ya que lo único que quería era dormir. Sin embargo
Horacio hizo algo que me obligó a despabilarme: se levantó de su asiento y
caminó hasta llegar al escenario de la bolerista. Se acercó a ella y le susurro
algo al oído mientras ella, sorprendida, se dejaba arrebatar el micrófono de
las manos:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Ustedes dos andan en una vaina — les dijo a la cantante y al joven apuesto y
bien vestido— y yo también. Todos aquí
andamos en una vaina, ¿no es así?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Un par de
borrachos respondieron afirmativamente, acompañándose de estruendosos aplausos.
Horacio espero a que hubiera un poco de silencio:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Damas y caballeros, voy a permitirme cantarles
una pieza dedicada a una mujer que está muy lejos de mí, una mexicana que me
robó el corazón y un par de cosas más. Ella está muy lejos, en Nueva York.
Mañana, a esta misma hora, yo también estaré allí, pero aun así ella seguirá
estando lejos, más allá del alcance de mi mano. Quizás ahora, en este
preciso momento ella esté abriendo sus piernas y mostrándole el cielo a
otro. A su salud. Lo envidio: daría lo que no tengo por estar en la piel de ese
otro hombre, encaramado sobre la mujer que él se goza y que yo amo. Por ellos y
para ellos: <i>"Madrigal"</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Y se puso
a cantar, como un borrachín de botiquín barato mientras su cuerpo se contorneaba
al compás de la música como un enamorado sin esperanza. A mí no me había dicho
una sola palabra sobre la tal mexicana, pero se ponía un micrófono en la mano y
le contaba sus intimidades amorosas a más de una veintena de personas a las que
nunca había visto en su puta vida. Lo aplaudieron a rabiar. Se escucharon
peticiones. Aceptó un par de ellas. Yo me animé y pedí otro whisky y le mandé
uno a Horacio. La última pieza la cantó a dúo con la bolerista. La tomó por la
cintura y la apretujo contra su cuerpo. Mientras cantaban, la miraba a los
ojos, a los brazos, a sus senos turgentes y deseosos de escaparse del ajustado
vestido. La chica lo acompañaba y le sonreía, como si se hubiera olvidado
momentáneamente del otro, del tipo guapo de la barra. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando terminaron
la canción, él la arrastró hasta el final del escenario, a un lugar mal
iluminado, pero no lo suficientemente mal iluminado. Allí hablaron no más de
cinco minutos hasta que finalmente la abrazó y la beso. La agarró por el culo y
le metió manos entre las tetas. No estuvo en eso más de treinta segundos
cuando el de la barra los descubrió, se levantó de un solo salto y se enfiló
contra ellos. Fue a ella a quien agarró por el brazo y los separó bruscamente,
mientras la insultaba:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Puta de mierda, barata, eres una rata, una
cualquiera.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Y tú? — le respondía ella.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Tú no ves que me jodiste, que me estás
jodiendo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Y tú? — insistía en preguntar la bolerista.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Y así querías que me casara contigo, puta?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
agarró al tipo por el brazo y se lo llevó como pudo a una de las mesas. Era
extraño, pero el joven apuesto no parecía molesto con Horacio, como si él no
hubiera sido el que le había estado manoseándole las tetas a su ex— novia. Los
mesoneros le pedían que se retirará y a mí me trajeron la cuenta, rogándome que
abandonáramos el local. Horacio accedió a retirarse, pero antes estuvo hablando
con el tipo por más de veinte minutos. La bolerista se reincorporó a su trabajo
y cantó <i>"¿De qué te sirve tener y tener...?"</i>. La mujer de
pelito amarillo continuaba sentada en la barra, solita, esperando
lastimosamente a su hombre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
se me acercó y me pidió que lo dejará en el bar. Me dijo que la bolerista
necesitaba compañía y él se la daría.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Y el tipo que anda con ella? — le pregunté preocupado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Ese es un pajuo, no sabe lo que quiere. La
carajita está que se babea por él y el muy imbécil se le presenta con una mujercita
desnutrida. Voy a esperarla y, si me deja, me voy con ella. Total: mañana
estará otra vez revolcándose con su galancito. Pero hoy la pasaremos bien, si
ella se deja.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Me fui y
lo dejé en la puerta del bar. La esperó durante más de dos horas, según me
contó luego. Me confesó que la bolerista tiraba como un ángel, aunque el ángel
era la otra, la mexicana.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">8</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio y
lo sagrado:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
tenía una obsesión por lo sagrado. Decía cosas un poco raras, como que la
duda es el camino de la certeza o que la confianza era más sólida que la
verdad: <i>"Todo el mundo pide
garantías, todo el mundo quiere pruebas"</i>, me decía, <i>"pero las cosas básicas, las
verdaderamente importantes, no tienen pruebas ni garantías. Mi vida, por
ejemplo, ¿quién puede garantizar que para mañana, a esta misma hora, seguiré
con vida? ¿Quién puede garantizar que amaré eternamente a una mujer? ¿Quién
puede darme pruebas de que tú eres mi amigo?".<o:p></o:p></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
buscaba lo esencial, lo básico, la osamenta. Pero siempre vivió en lo
superfluo, en lo ambiguo, en lo banal: en la piel…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">9</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Desde
hacía un tiempo Horacio tenía en mente la idea de montar una especie de bar en
el que se pudiera jugar billar, escuchar música, tomar cerveza fría, tequilas y
comer tacos mexicanos. Quería montarlo en Las Mercedes, en los Palos Grandes o,
de no ser posible allí, en algún lugar de la inhóspita y desértica carretera
entre Coro y Punto Fijo. El lugar lo llamaría "<b><i>Tequila Sunrise</i></b>".
Alguna vez me contó de dónde le venía esta idea:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio: En
lugar de meternos en uno de los cinco mil bares que hay en Las Vegas, agarramos
la carretera del desierto, rumbo a Los Ángeles. No fue difícil encontrar
un lugar en el que pudiéramos tomar un trago: <i>"Bay, bay, Brasil"</i>.
Bebimos cubalibres y bailamos zamba. Eran casi las dos de la mañana cuando
volvimos a la carretera. No teníamos prisa. Simplemente dejábamos el auto
correr. Jugamos a los forajidos y a los fugitivos, a los contrabandistas, a los
refugiados, a los exiliados políticos y a perdidos en el desierto.
Detuvimos la marcha y nos sentamos sobre el cálido capote del carro (un <i>Mustang</i>
´68 totalmente repotenciado que había alquilado en una especia de club
automotriz en Las Vegas) para mirar la fantasmagórica visión de un tren que
cruzaba el desierto como una gigantesca serpiente luminosa. Estuvimos en
silencio hasta que el tren se perdió en el horizonte casi infinito. Luego nos
quedó la luna y el sonido de las criaturas insomnes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Nos
paramos en el <i>"Big China"</i> y desayunamos comida cantonesa. El
lugar estaba prácticamente vacío, lo cual es lo más inquietante que puede
ocurrirle a un restaurant, pero la comida resultó excelente. Salimos de allí
casi a las cinco de la mañana.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Volvimos
al auto en silencio. Pero eso no tenía nada que ver con el fastidio ni con el
hastío. Era un silencio de lujo, opcional: ambos sabíamos que podíamos comenzar
a hablar nuevamente de lo que nos diera la gana. Anduvimos un gran trecho así.
Yo manejaba despacio, muy despacio, como si no quisiera llegar nunca a mi
destino. "¿Cuál es la película más hermosa del mundo?", me preguntó
la mexicana sorpresivamente. Sin pensarlo dos veces le respondí: <i>"Pieza
inconclusa para piano mecánico"</i>. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Entonces, debo verla algún día — me dijo. — ¿Y la más triste?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"El Gran Gatsby"</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— De acuerdo. ¿Y la más inquietante?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"Demage".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más amorosa?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"The Fisher King".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más estúpida?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"Love Story".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más cobarde?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"The touch".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más apasionada?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"Body heat".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más bonita?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-US" style="mso-ansi-language: EN-US; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">— <i>"Frankie and
Johnny".</i></span><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-US" style="mso-ansi-language: EN-US; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">— ¿La más radical?</span><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— <i>"París— Texas".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿La más impactante?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— La misma:<i> "París— Texas".</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Volvimos
a nuestro silencio. Ella encendió el reproductor y escuchamos a <i>The doors</i>:<i> "The End"</i>. La mejor música para atravesar
cualquier desierto del mundo. Eran casi las diez de la mañana cuando pasamos
frente a un bar a orillas del camino. Nos detuvimos allí. Necesitábamos ir al
baño y tomar algo que nos devolviera a la vigilia. Los carros estacionados
frente a la fachada eran en su mayoría viejos rústicos, un par de pick ups
bañadas de arena y motocicletas de alta cilindrada. Al cerrarse la puerta tras
nosotros, el lugar quedó prácticamente en penumbras, como si se tratara de una
sala cinematográfica o de algún templo para rendir un extravagante culto. No es
que el sitio estuviera repleto, pero había más gente de la que uno pudiera
imaginarse a esa hora, a pesar de que era sábado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Las
paredes estaban cubiertas con pinturas de escandalosos pero tristísimos
colores, muy a lo mexicano. En una de ellas estaba la figura de la Muerte
cubierta con un poncho multicolor mirando a una mujer de largos cabellos
negros y de hermosos ojos oscuros. Con una de sus manos ella sujetaba su falda,
mientras que con la otra se cubría el rostro. Pero aun así no dejaba de mirar a
la Muerte. El cuerpo de la mujer la rechazaba, pero en su mirada se notaba el
anhelo, el llamado de la invitación. La Muerte, de pie frente a ella, acababa
de arrojar una antorcha que aún humeaba a sus pies. Era como si para poder
tocar a esa mujer hubiera tenido que apagar la luz que le había guiado y le
había permitido encontrarla. A primera vista, era fácil pensar que la Muerte
era el verdugo del escenario. Pero si te detenías en las miradas, en el gesto
de las manos (ella dominando sus faldas, cubriéndose la cara, el descaro de su
mirada, el soberbio desacato de su cabellera; la Muerte apagando su luz, sus
manos vacías, sus ansias por provocar el encuentro), era difícil determinar
quién allí era el verdugo y quién la víctima. Quién mandaba y quien obedecía.
Quién era el perseguido y quien el perseguidor. El cuadro estaba firmado por un
tal Jimmy.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">A su lado
había una imagen del desierto. Era una visión cercana, vista a través del ojo
humano. Eso hacía de ese desierto el lugar más solitario del mundo, como si
alguien intentara olvidar en él lo que sabía había perdido para siempre.
El cuadro describía un crepúsculo. Era triste y hermoso a la vez, como si en
ese lugar y en ese momento se conjugaran y se confundieran las fronteras del
olvido y la esperanza. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">En la
pared de enfrente había otro cuadro en el que la Muerte (despojada de su poncho
multicolor, toda llena de huesos y de tiras de putrefacta materia orgánica)
aparecía arrodillada frente a la mujer de largos cabellos negros. La
Muerte aferraba con furia sus manos contra las caderas de la mujer,
mientras su lengua debía estar lamiendo con sed milenaria la
cavidad del sexo de ella. Pero la mirada de la mujer evitaba ver el rostro de
la muerte, como si hubiera encontrado en ella el sentido de su vida, pero sin
querer ni poder aceptarlo. La mujer miraba el desierto, tratando de ignorar el
placer que la poseía, tratando de negar la lengua que se la comía, tratando de
encontrar aún una esperanza frente a lo definitivo, a lo inaplazable, a lo
irremplazable.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">El último
cuadro, un poco más pequeño que los demás, era el reinado de la Muerte. En
éste, la mujer de largos cabellos negros yacía sobre la arena, con sus piernas
apenas cubiertas por su falda, bajo el dominio del esplendoroso cuerpo de la
Muerte, alzándose erguida y soberbia sobre a los despojos de ella. La Muerte
tenía la actitud, la paradura del triunfador. Pero en su mirada vacía se podía
leer que su triunfo era un fracaso. Su logro, una pérdida. Su acierto, un
desacierto. Parecía comprender que su destino era destruir todo lo que tocaba y
desde allí, su condena a permanecer eternamente solitaria.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Alrededor
de estos murales, todos firmados por Jimmy, los clientes bebían cerveza,
escuchaban música y jugaban pool. Había en el aire un hedor a nicotina
encerrada y a cerveza rancia. Nos acercamos a la barra. Tras ella estaban una
mujer morena de ojos tristísimos y largas trenzas negras (quizás de origen
mexicano) y un gringo de unos treinta años, de pelo rubio largo, atado en la
nuca con un cordel de cuero, lo que le imprimía al rostro un cierto aire de
aristocrática nobleza. Intuí que él era el autor de los cuadros. Lo llamé por
su nombre:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Jimmy...<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Se acercó
con cierta pereza. La mujer, que se llamaba Matilde, apartó su vista de los
vasos que fregaba y nos miró con curiosidad. Una pieza de <i>Madredeus</i> se
dejaba escuchar. Aquel lugar, sin duda, era un lugar insólito.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Cómo estás? — me preguntó Jimmy mecánicamente, dando por
sentado que nos habíamos visto de antes, ofreciéndonos una lacónica sonrisa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Sé bueno y tráenos un par de tequilas,
por favor — le pedí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Sólo cerveza — nos aclaró, con la misma pereza con la que se
nos había acercado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Entonces dos, muy frías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Los demás
clientes o jugaban billar o miraban jugar. Había un chico muy joven,
diecisiete, dieciocho años a lo sumo. Y había tipos muy viejos: un indio
(siempre hay un viejo indio en estos bares del oeste) vestido de kaki, rígido
como un maniquí, de pie frente a la mesa más concurrida del lugar. A ninguno de
los dos jugadores de esa mesa parecía molestarle la presencia del indio: al
contrario, parecían jugar para él, para su aprobación. Se colocaban a su
alrededor, bordeándole, esquivándole sin ignorarlo. De vez en cuando el indio
se movía para llevarse a los labios un sorbo de cerveza o para permitir un
mejor tiro a los jugadores.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">La mujer
de ojos tristes fue quien nos trajo las cervezas. Nos preguntó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Cubanos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No. Ella es mexicana. Y yo, venezolano.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Muy pocos venezolanos vienen por acá. A su
salud — nos dijo, arrimando un par de
vasos colmados de fría cerveza.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Los
demás, los que rodeaban las mesas de billar, parecían estar marcados por la
huella de los verdaderos fugitivos: huían de la soledad, del calor del
desierto, de la luz cegadora del exterior, de la rutina, de la vida que no
querían llevar pero que seguirían llevando. Aquel lugar era como la negación de
todo. Allí continuaba siendo de noche, a pesar de que el sol lo achicharraba
todo afuera. Allí había diversión, a pesar de que sólo había aburrimiento y
fastidio. Había una extraña sensación de libertad, cuando en realidad
sólo había encierro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Jimmy se
detuvo a fumar un cigarrillo casi frente a nosotros. Contemplaba las mesas del
salón cómo tratando de encontrar en ellas alguna cosa, algún detalle que nunca
antes hubiera visto en su vida. Me pareció que sólo con esa esperanza era
posible vivir en medio del desierto, en medio del encierro de aquel bar. En
realidad, pensé, sólo con esa esperanza es posible vivir en cualquier lugar del
mundo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Me gustan tus cuadros — le dije.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— A veces, a mí también—, comentó, sonriendo con
desgano. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Te gusta la muerte, ¿no? — le pregunté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Un poco. Pero más me gusta el amor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Como arrollado
por una bofetada, volví a mirar sus cuadros y entonces pude comprenderlos mejor:
eran cuadros de amor, de soledades, de sufrimientos insospechados, de triunfos
efímeros y ambiguos. Miré con más atención el de la mujer muerta y la Muerte de
pie, triunfante. Pude distinguir una pequeña mosca agazapada sobre el pezón de
la bella mujer: tanta belleza relegada al disfrute de una mosca, de un insecto
carroñero y nauseabundo. No había conquistadores ni conquistados, sólo dolor. Eran
cuadros de amor y muertes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando
volví mi atención hacia la barra, Jimmy nos estaba ofreciendo un par de vasitos
de cartón. Contenían tequila.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Cortesía. No se vende.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Matilde,
la mujer de Jimmy, quizás estaba un poco gorda. Pero sus ojos tristes seguían
siendo hermosos. Ella, en su momento, debió haber sido la mujer de los cuadros.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Miré a mi
acompañante, a la mexicana, y la sentí la mujer más hermosa de la historia del
mundo. Y sentí que su cuerpo era sagrado, como un templo, como una oración,
como un conjuro. Entonces, en ese momento, sentí que sus labios guardaban un
secreto milenario y mortal. Me acerqué a ella, acaricié su pelo, su nuca, toqué
sus mejillas, la comisura de sus labios. ¿Sabes que lo más difícil que hay en
la vida es tocar a una mujer? Pero en ese momento lo hice, muy despacio, y
luego la besé. Entonces supe que su lengua era el comienzo y el final de un
laberinto deliciosamente venenoso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Salimos
de aquel lugar casi a las doce del mediodía. La volví a besar antes de llegar
al carro, en medio de la luz cegadora del desierto. Palpé todo su cuerpo. Con
mi lengua recorriendo su boca. Con mis manos acariciando sus senos. Con mis
piernas auscultando sus piernas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Antes de
arrancar el carro me volteé para mirar una vez más el lugar que acabábamos de
abandonar. La fachada estaba pintada de verde, con un tanque de agua color rojo
sobre el techo. Me pareció un camaleón moribundo en medio del desierto. Se
llamaba <i>"Tequila Sunrise"</i>. Allí fue donde por primera vez
toqué a la mexicana. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">10</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
nunca quiso nombrar a la mexicana por su nombre. En una sola de sus cartas, me
habló de ella:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">"...cada
mañana, al despertarme, no puedo evitar pensar en ella, en la mexicana. Hoy,
como de costumbre, lo volví a hacer. Pero hoy descubrí que había olvidado sus
manos. No sus ojos, ni su mirada, ni sus labios, ni su lengua viva en la
caverna de su boca. Todo eso lo llevo vivo en mi memoria. Pero sus manos se me
han olvidado. Sé que esto es solo el comienzo, que tarde o temprano se irán
borrando de mi memoria la textura de su piel, la forma de sus piernas, el olor
de su sexo. Cuando eso ocurra, ya no podrá hacerme daño: la habré olvidado y la
habré perdido. Porque aún me pertenece. Ella me pertenece a través del daño que
aún me provoca. Pero cuando ese dolor desaparezca, la habré abandonado para
siempre. Ya no la podré buscar ni siquiera dentro de mí. ¿Logras entender eso? Me
duele que me deje de doler."<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">11</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio:<b> </b></span><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">La verdad siempre está allí, al alcance de tu mano. Es uno quien no
quiere verla. La ocultas, la disfrazas, la transfiguras, la desfiguras, la
enmascaras, la finges, la tapas, la guardas, la pospones, la predispones, la
antepones, la postergas, la transfieres, la callas, la silencias, la
enclaustras. Pero ella, la verdad, siempre está allí. Eres tú, soy yo, somos
nosotros quienes la reinventamos y creemos en lo que no se puede (ni se debe)
creer.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">12</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Mi última
conversación con Horacio en Nueva York:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Hace tres
meses vi a Horacio por última vez. Ocurrió en Nueva York, donde Horacio vivía
desde hacía poco más de seis años, trabajando para <b><i>American Airlines</i></b>.
Hacía casi seis años Horacio había abandonado <b><i>Aeroméxico </i></b> la
cual lo había llevado a México, durante más de cinco años. Al parecer, era un
excelente gerente, pero extremadamente conflictivo, demasiado arriesgado para
el gusto conservador de sus superiores. Sin embargo, sus estrategias
funcionaban, sus cambios eran efectivos, sus políticas aumentaban las ganancias
de las empresas. Por eso lo buscaban y lo toleraban.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Lo
encontré, no sé cómo decirlo, preocupado, abrumado. Me recibió en su espaciosa
oficina provista con un gran ventanal que te mostraba gran parte de Manhattan,
como en las películas. Estaba vestido con pantalones grises, camisa azul y una
corbata de dibujos púrpuras y fondo rojo. Estuvo muy amable, pero, ¿cómo decirlo?,
distante, más bien ausente. Me explicó su nuevo proyecto: abrir nuevas rutas
hacia el Tíbet y Bangladesh. Vuelos directos con amplio soporte turístico. Me
mostró la empresa, me presentó a sus ejecutivos, me brindó café y guardó
silencio. Pensé que era el momento de retirarme. Quedamos en ir a cenar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Cuando
llegué al <i>Aquarius</i> lo encontré sentado en la mesa, solo, tomando
un trago. Lo acompañé con un vodka. Hablamos mucho, prácticamente de todo, pero
era como si no hubiéramos hablado de nada. Seguía transmitiéndome esa sensación
de distancia, de ausentismo casi involuntario. En algún momento me pareció
pertinente preguntar si le ocurría algo. No respondió nada, al menos no de
inmediato, como si estuviera armando su respuesta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No sé, tal vez estoy trabajando mucho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Ya era hora, ¿no? — bromeé.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Lo malo es que ya no quiero trabajar. Estoy
harto de la maldita línea aérea, sin embargo estoy trabajando más que nunca, al
estilo de ellos, presentando proyectos, redactando informes, elaborando
estadísticas que me permitan recursos para desarrollar nuevos proyectos que
luego vuelvo a trasformar en reportes y estadísticas para nuevos proyectos. ¡Es
una mierda!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Tal vez necesitas un descanso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Volvió a
callar. Por mucho rato. Bebió un sorbo grande de su trago.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Sí, estoy cansado, muy cansado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Sabía que
no se refería al trabajo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Qué más hay? — le pregunté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Hay algo que no cuadra, algo que no tiene
sentido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Se detuvo
de nuevo, como si algo le impidiera avanzar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Qué cosa? — pregunté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No lo sé, tal vez es que me estoy poniendo
viejo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¡Por dios, Horacio! Tienes treinta y seis años
— objeté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Me estoy poniendo viejo — ratificó. — Y cuando nos ponemos viejos es como si la
verdad saliera a flote. Soy un inútil, un desastre, un desorden absoluto. Nada
de lo que hago tiene sentido. Siempre me he movido por impulsos, como si
tuviera un resorte dentro de mí que me lleva de un lado a otro. Nadie hasta
ahora se ha dado cuenta de que lo que realmente soy: un inútil, un fracaso, un
verdadero perdedor. Un equivocado. Pero siento que ya no podré ocultarlo
por más tiempo. Volveré a renunciar a mi trabajo, comenzaré en otro sitio desde
cero, lo cambiaré todo, haré las cosas a mi modo. Pero eso ya no sorprende a
nadie, ni siquiera a mí mismo. Luego me volveré a aburrir y volveré a comenzar.
Y así con todo. Pronto, muy pronto estaré demasiado viejo para volver a comenzar
esta farsa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Para entonces tendrás suficiente dinero para
trabajar por tu cuenta, en lo que quieras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No tengo un puto centavo. Lo único que sé hacer
con el dinero es gastarlo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Volvió a
hundirse en su silencio. Luego dijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Sabías que, a mi edad, mi padre tenía una
familia, cuatro hijos, una casa qué mantener, un lugar al que tenía que
proteger y a donde podía llegar? Él tenía un espacio en el mundo, unos hijos,
una mujer que lo amaba. Era una persona necesaria. En cambio, ¿quién me
necesita a mí? Si yo muriera en este instante, ¿quién me lloraría, quién
realmente me lloraría, digamos, un año después? No pido más. Fracasé. Soy un
fracaso. No tengo nada en las manos. Nada. Yo ya me di cuenta. Pronto los demás
lo notarán y me mandarán al carajo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Quieres casarte? — pregunté, sin poder evitar sentir que era la
pregunta más ridícula que podía hacerle. No me respondió. Me sonrió
burlonamente y me dijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Sólo estoy cansado, muy cansado, querido amigo.
Más nada. Y quiero que todo se acabe, pero no sé cómo. Soy como un rompecabezas
con muchas piezas perdidas, y ya no quiero seguir buscándolas. En realidad no
sé dónde buscarlas. Y me aburrí. ¿Recuerdas cuando se mató Julio Arcaya? La
familia se inventó una enfermedad incurable, un cáncer terminal o algo por el
estilo. El tipo estaba más sano que un toro, me lo confesó su médico. Pero la
familia, sobre todo su mujer, debía justificar su suicidio y se inventó lo de
la enfermedad incurable. Yo creo que el tipo se aburrió: visitó los museos que
debía visitar, vio las películas que debía ver, leyó los libros que le urgía
leer, escribió los poemas que tenía que escribir y amó a las mujeres que tuvo
que amar. Comprendió que el resto sería la repetición de lo mismo, pero
degradado, mediatizado, envejecido. Entonces se reventó los sesos de un balazo.
Más nada. Lo pudo todo y, tal vez, se dio cuenta de que no había podido nada.
Busco y, o lo encontró todo, o descubrió que no había nada qué encontrar. Sólo
fachadas. Sólo máscaras. Cosas que se parecen a cosas, pero que en el fondo no
son lo que parecen. Entonces despiertas y todo se desvanece. Y cuando
despiertas de ese sueño no tienes otra salida que matarte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Sentí
amargura en su voz, en su mirada, en su vida. Me pareció que algo dentro de él
se había roto definitivamente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Sabes? — me dijo — . Debe haber algo en mí que funciona
mal para no haber logrado el amor de nadie en estos treinta y seis años de
vida. Es decir, un amor provocado verdaderamente por mí. No el amor de tus
padres o el de tus hermanos: ese es un amor heredado. Me refiero a un
sentimiento que se haya originado verdaderamente por mí. Tal vez sea que no sé
amar y, en consecuencia, nadie me ha amado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— Y la mexicana, ¿acaso no la amaste?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— No estoy seguro, ahora no estoy seguro. La
mexicana fue un invento, yo me la inventé, yo la creé. Quise ver en ella lo que
ella no era. Quise ver a dios a través de ella, y lo vi. Pero no sé si fui yo
quien quiso verlo o fue ella verdaderamente quien me lo mostró. Hay que estar
inspirado para ver el universo entre las piernas de una mujer. Pero, ¿eres tú
quien estás inspirado o es ella quien te inspira? ¿Quién lo sabe? Cansa mucho
estar inspirado. Amar es tan arduo. Y duele, duele demasiado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Tomó otro
trago de su vaso y continuó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">— ¿Sabes? Quería ser escritor. Pero me dio miedo
necesitar contar algo y no saber hacerlo. Tal vez hubiera sido un pésimo
escritor, uno muy mediocre, pero hubiera tenido, a lo menos, la satisfacción
del intento. No lo pensé dos veces y me fui al lado contrario, a otro
departamento, a una oficina con aire acondicionado en la que no tuviera que
arriesgar el alma todos los días para poder sobrevivir. Un lugar que me
permitiera vivir, a secas. Y terminé viviendo en un desierto. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Una vez escribí
un relato sobre un hombre que amaba el mar y termina comprando un hotel de mala
muerte en medio de unas montañas secas y estériles, alejándose así de su pasión
por el mar que sospecha sería su perdición. Es decir, ese hombre, el de mi
cuento, se pierde por temor a perderse. Evita vivir junto al mar por temor a
acostumbrarse a su majestuosa belleza. ¿Comprendes? Entonces huye de esa
belleza que lo perturba para contemplarla desde lejos, sólo de vez en cuando,
sin tocarla, creyendo que así nunca perderá el poderoso y mágico poder de
maravillarlo. Es absurdo, pero eso hacemos. Al menos, eso es lo que he hecho
yo. Como si estuviéramos condenados a alejarnos de lo que más amamos para poder
seguir amándolo. Como si nos diera asco amar lo que tocamos, amar lo que
tenemos cerca.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">No supe o
no quise entender lo que quería decirme. Quizás lo mismo le pasó a Sabrina.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Hace dos
semanas recibí la noticia de que Horacio se había ahogado. Ocurrió en
México, en Cancún. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Jamás,
definitivamente, me atreveré a llegar a los sitios a los que él se atrevió a
llegar. Jamás. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">13</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio,
la muerte, el amor:</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Muchas
veces en estas dos semanas me he preguntado por qué Horacio escogió México para
morir. En un primer momento pensé que había sido por la mexicana, pero luego
recordé que la mexicana vivía en Nueva York.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Ahora que
las cosas se han definido (la muerte es capaz de definir muchas cosas, más aun
si la muerte es voluntaria (¿qué digo, voluntaria? ¿o necesaria, irremediable,
inaplazable?), me vienen a la memoria conversaciones o fragmentos de cartas que
parecieron intranscendentes en su momento, meras extravagancias de Horacio:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><i><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio:</span></i><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> Los
mexicanos aprendieron a vivir con la presencia de la muerte. La aceptan como
parte de sus vidas. En el fondo, aspiran a ella. No la evitan, ni la esconden
ni la niegan. La asumen y la entienden. Y por eso le rinden homenaje. Se ríen y
se burlan de la mortal calavera. Y de esa forma conjuran el estremecimiento que
sentimos los demás frente a ella. Todos nos vamos a morir. Es un acto popular
al que todos estamos invitados. Todos, más tarde o más temprano, moriremos en
algún momento. Pero nadie lo dice, como si callándolo pudiéramos evitarlo. Como
si ignorándola pudiéramos burlarla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><i><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio:</span></i><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> Tampoco
hablamos del amor. No tenemos cultura de amor. Asumimos que un día viene y se
detiene frente a ti y uno será capaz de reconocerlo y atraparlo. Le tememos más
al amor que a la muerte misma. Porque si la muerte es el fin del dolor, el amor
es el comienzo de todo dolor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><i><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio<b>:</b></span></i><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> Nunca nombramos lo esencial. Preferimos lo seguro a lo esencial.
Preferimos la garantía al riesgo. Somos pragmáticos. Buscamos respuestas y nos
olvidamos de las preguntas. Antes nos batíamos en duelo por una mujer o por una
infamia. Ahora tenemos un abogado a través del cual demandamos y ganamos. Un
abogado que te casa y te divorcia: un administrador y un guardián de tus
afectos, efectos y defectos. Ya no hay cabida para un hombre que atraviesa el
mundo guerreando en cruzadas con tan solo el pañuelo de la dama amada. Una
mujer a quien tal vez no haya besado, ni siquiera tocado su piel. Eran
soñadores, idealistas. Nosotros, en cambio, nos hemos vuelto eficientes: no nos
enamoramos sin antes verificar las bondades sexuales de la elegida. Nos hemos
vuelto excelentes calculadores y precarios apostadores. Pésimos amantes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 35.4pt; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm 12pt 35.4pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><i><span style="mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Horacio:</span></i><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> Hacer el
amor es el medio, no es el fin. Es el camino que te lleva a otro sitio. No es
el llegadero.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">¿Qué
buscaba Horacio en los bordes de la piel de una mujer? ¿Acaso la muerte, acaso
el amor? ¿Lo encontró o simplemente descubrió que era una falacia, un invento
de la literatura, un buen tema cinematográfico, una escaramuza hormonal, un
capricho genital, un desacierto de los sentidos, una causa perdida, una máscara
que al quitarla se desvanece en el aire, para siempre ..?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">14</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Bajo a
comprar cigarrillos. De regreso me detengo en mitad de mi calle, a mirar a
Caracas de cuerpo entero. Aun bajo la oscuridad de la noche, es posible
presentir su anarquismo, su frialdad. Es una ciudad para transitar, no para
vivir en ella. Hay que tener un sitio a donde ir para poder tolerarla y, desde
allí, amarla. Sin embargo, es hermosa. Tiene su gran montaña, cuyo perfil es
enloquecedoramente hermoso en las noches claras de luna llena. Una montaña
sirve para ocultar muchas cosas, para soportar muchas cosas. Me siento
desterrado de esta ciudad: como si ya no tuviera nada qué buscar en ella, como si
ya no tuviéramos nada qué perder en ella.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Horacio
lo supo y se marchó...<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">15</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Trabajó
para <i>Alitalia</i> desde 1983 hasta 1986. Luego se alistó en <i>Aeroméxico</i>,
donde permaneció hasta 1992. De allí pasó a las oficinas de <i>American Airline</i>
en Nueva York.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Nació en
La Habana, aprendió a leer en Miami, creció en Caracas, se educó y trabajó en
Roma y Nezahualcóyotl, conoció las fatigas del amor en Nueva York y murió en
Cancún, el catorce de septiembre de 1998. Un trotamundos. Una especie extinta
de bardo sin poesía. Un saltimbanqui. Un amigo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin: 12pt 0cm; text-align: center;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;"><b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">16</span></b><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 115%; margin-bottom: 12.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 12.0pt; margin: 12pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><span style="color: #9fc5e8; font-family: arial; font-size: medium;">Ni por
azar ni por esfuerzo: porque hay en tu vientre un recodo al que nunca podré
llegar, por más profundo que te penetre, ni con el frenesí un animal delirante,
ni con el desafuero de un perro enloquecido. Hay un rincón de tus entrañas al
que nunca podré arribar. Un recoveco de tu alma, de tus huesos, de tus sueños y
pesadillas, un borde de tu hambre, de tu miedo, de tu aliento, de tu boca. Un
pliegue de tu piel, una hebra de tu pelo, una carnosidad de tus labios, un
lamento de tus innumerables dolores. Jamás llegaré a esa inclinación de tu
mirada, a ese receso de tus esfuerzos, a esa caricia de tus manos, a esa grieta
de tus murallas. A tu llanto. A tus anhelos. A tu cuerpo. A tus senos pequeños
y fulminantes. Porque me lo niegas todo negándome ese recodo, ese
minúsculo pliegue de tu carne en el que te atrincheras y te ríes de mi
terquedad, de mi empeño por amarte, de mi insistencia por besar esa boca en la
que te presagio sin poder encontrarte nunca, ni por azar ni por esfuerzo…</span><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><o:p></o:p></span></span></p></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 35.0pt; margin-right: 40.2pt; margin-top: 0cm; margin: 0cm 40.2pt 0cm 35pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-VE"><span style="color: #9fc5e8;"><br /></span></span>
<span lang="ES-VE"><span style="color: #9fc5e8;">======================================================</span></span><br />
<span lang="ES-VE"><span style="background-color: black; color: #6fa8dc; font-family: 'times new roman'; font-size: 10.14px; text-align: justify;">Cuento publicado en <i><b>"El atador de cabos",</b></i> Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librerías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-9434019 ó 0412-2821956. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net" style="background-color: black; color: #444444; font-family: "times new roman"; font-size: 13px; line-height: 18.2px; text-align: justify; text-decoration: none;"><span style="font-size: 10.14px;">mesones1956@gamil.com</span></a></span></div>
<br />
<div>
<!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<br />
<div id="ftn1">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///B:/01%20CAMBIAN/05%20LITERATURA/Cuentos%20Terminados/EL%20ATADOR%20DE%20CABOS/LIBRO%20El%20Atador%20de%20Cabos%20Rev150310.doc#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-VE" style="font-size: 8pt;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-VE" style="font-family: "Avant Garde"; font-size: 8pt; mso-ansi-language: ES-VE; mso-bidi-font-family: "Avant Garde"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES-VE" style="font-size: 9pt;"> Breve resumen del original, lo único que permite mi
indisciplinada memoria.<o:p></o:p></span></div>
</div>
</div>
Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-45425149854392545952011-03-25T18:35:00.000-07:002011-03-25T18:50:49.831-07:00ALBOR...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy7b4q2LCN0nFAoCmKkaSTFNTe3xpn5FADkSEp7rXo_fG6osFH9Hc8lFiHqbLrnjnuzl_Bd2nGjO3OzMOAwANlYs7-9sUhEaBm4aw_6olf4CicJHXkescZf5hln0Ru94Vy6GduW1J348g/s1600/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy7b4q2LCN0nFAoCmKkaSTFNTe3xpn5FADkSEp7rXo_fG6osFH9Hc8lFiHqbLrnjnuzl_Bd2nGjO3OzMOAwANlYs7-9sUhEaBm4aw_6olf4CicJHXkescZf5hln0Ru94Vy6GduW1J348g/s320/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" width="210" /></a></div><m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Una vez, en una entrevista por la radio, me preguntaron: “¿Y que sientes al cumplir un año más de vida? ¿Más vivencias? ¿Más experiencia? ¿Más sabiduría?”</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">En mi juventud llegué a gozar de cierta fama gracias a un par de concursos fotográficos en los que había resultado ganador. De la noche a la mañana vi, por primera vez, mis fotografías más íntimas y queridas impresas en la prensa y en revistas especializadas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Ese día, el de la entrevista, había llegado a la diminuta estación de radio casi a las cinco de la tarde, hora prevista para que saliera al aire, en vivo, mi entrevista. Ante la evidente angustia del entrevistador por mi descortés retraso (me había pedido que estuviera una hora antes, para revisar las preguntas y esas cosas), cometí el error de confesarle: “Ando de cumpleaños y me distraje con unos amigos. El almuerzo y las copas de vino se hicieron más largas de lo que yo había previsto. Discúlpeme, por favor.” </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El hombre me tomó por el brazo y me arrastró con muchísima amabilidad a la estrecha cabina. Muy de prisa movió un par de brazos de los que colgaban unos micrófonos viejísimos, se sentó frente a mí tratando de calmarse a sí mismo, esperó una señal de manos de su operador y sobre nosotros se encendió una aterradora cajita roja que decía: “EN EL AIRE”.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Fue entonces, por mi culpa, por bocón, o quizás por simple y merecida venganza de mi entrevistador, que él lanzó, en vivo, su pregunta: “¿Y que sientes al cumplir un año más de vida?..”</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">En condiciones normales, me hubiera parecido una pregunta cursi, trillada, propia de las peores revistas televisivas del corazón. Sin embargo, las copas de vinos del largo almuerzo aún daban vueltas en mi cabeza y, achispado como estaba, me dio por tomarme en serio la interrogante:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Qué siento? ¿Más experiencia? ¿Más vivencias? ¡No! Definitivamente no. La vida es una trampa. Y una vez metidos en ella, los años no son más que una acumulación de grandes pérdidas.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Hoy nos honra con su presencia el aclamado fotógrafo Gerardo Montes de Oca, ganador de los premios X y Z. Actualmente prepara su primera exposición individual en la Galería de Arte Nacional, una puerta que se abre a muy pocos. Hoy trataremos de acercarnos un poco al hombre que vive tras sus imágenes. Montes de Oca anda hoy, por cierto, de cumpleaños.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Al hablar, lo hacía con acento extranjero (rumano, según me enteré luego). Toda la angustia que lo dominaba segundos antes, había desaparecido por completo. Ahora se movía (o hablaba) como pez en el agua. Era un hombre viejo, quizás cercano a los sesenta. Su pelo era rojizo y, sin ser calvo, era de cabello escaso. Una barba igualmente escuálida cubría sus delgadas mejillas, otorgándole un aspecto miserable y descuidado. Pero sus ojos, vivarachos, pícaros y traviesos, lo rescataban de su lamentable aspecto, brindándole un aire casi infantil.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Apartó su mirada del micrófono y la clavó sobre mis ojos, como un cazador que sabía que su presa se le había presentado desprevenida y a campo abierto.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Cómo? ¿Una acumulación de pérdidas?- repitió mis palabras como si fuera un eco, haciéndose el ingenuo.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Lo primero que los años nos quitan es la infancia y, con ella, la inocencia. Luego, los años nos muestran el amor, para luego quitárnoslo con implacable crueldad. Poco a poco, y sin que nos demos apenas cuenta, nos quitan la juventud. Nos quitan a seres queridos, a personas que ya nunca veremos ni podremos abrazar nunca. Nos quitan la desnudez de ciertas mujeres a las que aprendimos a amar. Nos quitan los sueños y nos obliga a enterrarlos. Es una leyenda de viejos eso de que con los años ganamos sabiduría y experiencia. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Al decir esto, el viejo rumano se me quedó mirando con furia…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Fueron muchas las veces que recordé mis palabras en esa entrevista. Como ya les dije, era en vivo y no pude grabarla, así que debo confiar plenamente en mi traicionera memoria para rememorarla. Tal vez las palabras no fueron esas. Pero la idea era esa. Yo mismo, con mis propias palabras, descubrí con temeraria certeza, que la vida es una trampa. Una dolorosa trampa. Esa era la idea.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Papá quiso enseñarme que era mejor retirarse temprano que tarde. “Cuando hueles que algo no va a ocurrir, es porque no va a ocurrir nunca. Cierra esa puerta y a otra cosa”, me decía. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Cuando yo era adolescente, una tarde de domingo, papá me mostró un diálogo de una de sus novelas más queridas: “Los hermanos Karamazov”. Una de las chicas que protagonizaba esta novela decía, con furiosa determinación: <i>“… yo soy de las que prefiero retirarme diez minutos antes que diez años tarde”.</i></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Mamá, por el contrario, me inculcó la disciplina de que “el que persevera, vence”.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Era, acaso, papá, un hombre práctico, un hombre de acción? Y mamá, ¿una soñadora?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Si eso era así, ¿cómo pudo un hombre de acción amar a una soñadora? O peor aún, ¿cómo pudo una soñadora enamorarse de un hombre de acción?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Era esa, acaso, su trampa particular?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pero eso no importa. Ya no importa. Ambos, mis padres, murieron en un accidente aéreo justo el día de mi cumpleaños. Buena puntería, ¿no?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Eso ocurrió exactamente tres años antes de la entrevista de radio.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Con sus ojos vivarachos, con su acento rumano, el pelirrojo entrevistador volvió a preguntar:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Y el amor?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El amor es una pregunta sin respuesta. </span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Quién pregunta?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El que ama, por supuesto.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Y quién responde?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Si hay alguien que pueda responder, es el que no ama… el que se deja simplemente amar.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Y eso… ¿acaso es malo?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">No. No es malo. Es triste.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">(¡Vaya! Qué deliciosamente borracho estaba esa tarde)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Y el sexo?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El sexo es la cosa más aburrida y tediosa del mundo. Y al mismo tiempo, es el milagro más delicioso de la vida. Depende de cómo lo prepares.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Cómo así?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Mira. El sexo es como el dinero: cuando no lo tienes, crees que lo es todo. Pero cuando lo tienes, te sabe a poco. Hay que tenerlo (dinero, sexo) para comprender su limitado poder.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El amor y el sexo, ¿tienen algo que ver el uno con el otro?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">A veces sí, a veces no.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Mi debilidad son las mujeres bellas. O peor (¿o mejor?) aún: las mujeres que me hacen creer que son bellas. Despiertan en mí un deseo por fotografiarlas, por eternizarlas en mi alma. ¿Cómo fotografiar algo que no amas? ¿Cómo no amar algo que fotografías?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Muchas veces he debido regresar al recuerdo de mis amores de la infancia para tratar de comprender mejor qué cosa realmente es ese amor que me planteo ahora, cuando soy adulto y no me cuesta mucho buscarme un buen polvo con una chica bonita…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Ese paradigma (el de los amores infantiles) lo tengo representado con María de los Ángeles. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Ella jamás se enteró (o, quizás sí) de la fiereza de mi ingenuo amor… Ambos contábamos ocho años… ¿Acaso ella, ahora una vieja como yo, recuerda ese amor como yo lo recuerdo?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">En esos días, cuando María de los Ángeles, reina de los Carnavales del colegio en 1973, sólo mirarla era como besarla…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Acaso tendría que haber perseverado para que el beso se cumpliera? ¿O acaso hay que olvidar, también, lo que nunca se dio?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Creo que fue muy poco lo que aprendí de mis padres…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Contento, eufórico, el viejo rumano se contorneó en su silla antes de volver a atacarme con sus preguntas:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Cuál ha sido tu peor experiencia de amor?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Enamorarme de una mujer casada…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿Por qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Porque son relaciones que nacen heridas de muerte…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pero, ¿acaso no todo nace con esa herida mortal?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¡Ja! ¡Buena pregunta! Me dejó sin respuesta.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿No sabes buscar? ¿O no sabes encontrar?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">¿No te sabes explicar? ¿O soy yo quien no sabe comprender?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">*</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Albor… ¿Qué significa esa foto?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Tomé esta foto hace dos años. Una mujer wayuú, en mitad de la polvorienta calle, abrazada al cuerpo de su hijo muerto por unos sicarios…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Un gran dolor, sin duda, ¿no?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El más grande de todos…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Y, ¿por qué la titulaste “Albor”?</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Ese instante que capté con la cámara era solo el inicio, el nacimiento de un dolor que quizás nunca iba a abandonar a esa desgraciada mujer…</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 36pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: large;">-<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size-adjust: none; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Albor… - repitió el rumano-. Albor…</span><br />
<br />
<br />
<span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">=========================================</span></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">VERSIÓN REVISADA, marzo 2011.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">Este relato podrá encontrarlo en el libro <i>"Inventario y otros relatos",</i> editado por la</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías <i>"Del Sur"</i> y en la librería <i>"El</i></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;"><i>Buscón"</i> (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">5627300. </span></span></div><div style="color: red; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;"><span style="color: red;">bajo autorización escrita del autor o de da la casa editorial.</span> Email de contacto:</span><span style="font-size: 85%;"> </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: 85%;"><a href="mailto:mesones@cantv.net" style="font-weight: bold;">mesones2256@gmail.net</a></span></span></span><span style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;"> </span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-72423411657625560322011-03-03T19:40:00.000-08:002011-03-03T20:00:19.080-08:00EL HOMBRE QUE CAMINABA (cortometraje). Un breve comentario.<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">La producción de este mini metraje (apenas tres minutos) me permitió asumir una vez más uno de mis escenarios preferidas: la muerte. Y una vez más pude constatar el rechazo que el lector (en este caso, el espectador) siente hacia ese tema.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Una vez finalizado el mini metraje (¿equivalente cinematográfico del mini cuento?), fue inmediatamente subido a internet y promocionado entre amigos. Los comentarios no se hicieron esperar: de forma casi unánime, los amigos afirmaban que les había gustado mucho la película, menos el final. Es decir, es como si hubieran visto en tan poco tiempo de duración, dos películas: la caminata y el suicidio. Un amigo me escribió que a pesar del breve tiempo que había conocido al personaje, había logrado seducirlo y se había encariñado con él, razón por la que lamentaba mucho su muerte. Y para no dejar dudas y ser bien claro, lo dijo: “no me gustó que se matara”. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Otra amiga me escribió que el video le había gustado muchísimo, pero que ella “definitivamente, votaba por la vida, ya que amaba la vida”. De alguna manera mi amiga había confundido el carácter descriptivo del mini metraje con una supuesta intención prescriptiva del mismo. Como si mi intención última hubiera sido la de hacer una apología del suicidio.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3ea51QxthBTogDZ7lJ6d6m8-QjidbvN4K0Ya1V6eEwBNRJpsVFn9ZntjCB_bpcIukxXdRKCkntsIF4UCpxmeqarPBgQZiQddA902DzLOujjQPraFKldhzrm7UH757LRPNIGpUaEgXaVs/s1600/DC0_4332kr+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3ea51QxthBTogDZ7lJ6d6m8-QjidbvN4K0Ya1V6eEwBNRJpsVFn9ZntjCB_bpcIukxXdRKCkntsIF4UCpxmeqarPBgQZiQddA902DzLOujjQPraFKldhzrm7UH757LRPNIGpUaEgXaVs/s200/DC0_4332kr+001.jpg" width="200" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">El propio actor, Aureliano Alfonzo, estuvo renuente a filmar el último plano en el que vemos su mano agonizante al lado del arma suicida. Para él el video debía terminar cuando el personaje se lleva la pistola a la sien. Le expliqué que el plano más importante, para mí, era justamente ese: la mano tirada sobre el suelo, temblorosa, agonizante, al lado del arma. En realidad ese fue el plano que generó el resto de la historia: registrar el momento exacto en el que la vida se acaba, en el que el movimiento, el ánima se separa del cuerpo y lo deja abandonado a su muerte eterna.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">En rigor, esa era el único plano que me interesaba. Pero eso hubiera sido como escribir un mini cuento tan breve y magro que sólo constara de una sola palabra. Como narrador impenitente que soy, necesitaba al menos una frase que me permitiera insertar esa palabra para brindarle un sentido. De esa necesidad, surgió el resto del video.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Estoy consciente de que toda obra creativa, como los buenos chistes, deben hablar por sí mismos, sin explicaciones ulteriores. Así, no pienso intentar explicar nada de lo que ya está dicho.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Sin embargo, como espectador, espectador involucrado, claro, pero espectador al fin, creo que me asiste el derecho de opinar. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Cuando vemos por primera vez al HOMBRE caminar a través de un terreno baldío, la decisión de matarse ya está tomada. Toda su caminata, sus carreras, sus ejercicios, su contemplación del mar, el cigarrillo que se fuma, no es más que un breve paréntesis que se ha tomado antes de volarse los sesos. De hecho, cuando regresa a su apartamento, la pistola, como si fuera un trago de ron, ya está servida sobre la mesa. Creo, yo, como espectador, que un par de horas antes el HOMBRE ya había tomado la pistola en sus manos, la devolvió a la mesa y salió a dar una última caminata para ver el mundo por última vez. Esa caminata no cambiaría para nada su decisión.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Una noche antes de grabar la secuencia del suicidio, el actor protagonista, Aureliano Alfonzo, me decía que él pensaba que su personaje se iba a suicidar por convicción. Por fastidio ante la vida. Una muerte filosófica, pues, al estilo del Kirilov de Dostoievsky. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Yo le decía que no, que eso no era así. Pero se lo decía no como el “padre” del personaje, sino como el testigo de lo poco que estábamos viendo en esos tres minutos de video.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Para mí, el HOMBRE se suicida por dolor. Un dolor que le viene del amor o de la vida. Quizás haya perdido a una mujer muy amada, quizás se le haya muerto un hijo. Esas son razones de amor. O quizás el HOMBRE padeciera una enfermedad terminal: ¿cáncer, sida?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Lo que sea, para mí el HOMBRE se suicida por tristeza. Una tristeza tan grande y desmesurada que ya no le permite vivir. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Así, el HOMBRE sale a caminar en medio de un mar y un cielo abarrotado de vida, de azules, de movimientos. Un día de playa. Un día rebozante de vida.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Así, camina hacia su propia muerte.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Como todos a diario. Como nosotros ahora mismo.</span><br />
<br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">EL VIDEO:</span><br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";"><iframe frameborder="0" height="270" src="http://player.vimeo.com/video/19430662?title=0&byline=0&portrait=0" width="480"></iframe></span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-24986380439426866912011-02-26T01:34:00.000-08:002011-02-27T22:09:41.985-08:0035mm., LP, MP3, MP4, RAW, JPG, TIFF: ¿Ganancia o pérdida?<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdctNhGqBYONfY_lRnQloLPK2V-nJ4RuwPB3nmYS652r0cNOTPpFnpS_d5lV4LJ3iZYpCrw17OEEjzJSbnh06zegZcd0L75Kk1QqD-EuqbEuIgLYJu8q9SbVmywj3qyu-oktU6eBnX2jo/s1600/Monje+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="271" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdctNhGqBYONfY_lRnQloLPK2V-nJ4RuwPB3nmYS652r0cNOTPpFnpS_d5lV4LJ3iZYpCrw17OEEjzJSbnh06zegZcd0L75Kk1QqD-EuqbEuIgLYJu8q9SbVmywj3qyu-oktU6eBnX2jo/s400/Monje+001.jpg" width="186" /></a>Hace siglos, para un monje de la Edad Media o para un ciudadano del Imperio Romano le era posible nacer y morir setenta años más tarde (si tenía ese privilegio) en un mundo que prácticamente había permanecido inmutable ante sus ojos.<br />
A finales del siglo XV se produjo un gran cambio que vino a trastocar no sólo la historia del mundo sino el concepto que se tenía acerca de ese mundo: el descubrimiento de América en 1492. Sin embargo, la vida del hombre común en sí misma (salvo para los aborígenes americanos que fueron masacrados o intervenidos culturalmente) no cambió mucho.<br />
Pero a partir del siglo XIX los cambios del mundo y del concepto de la vida cotidiana comienzan a realizarse de forma bastante apresurada. Aparece la fotografía para quedarse como el gran documentalista y testigo de los grandes y pequeños sucesos de la vida humana, las máquinas de vapor se perfeccionan y se imponen para dar paso los barcos a vapor y los trenes, sembrando el mundo una gigantesca red de caminos de hierro y madera. Había aparecido la Revolución Industrial y con ella la era de la tecnología.<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKAbTa2QEpkcVKJrjUwnv4J2sdgKzo5C1GaXvbKwvdIg3BLePgfWWzY29qhhI53YXGfGKi1C8VKBDk9tWKKFHtQY0Qn2QDwBkOKf3fEhr7S_t9rpA4enwlyry5WKkIqR8nZeN0OBGY4z4/s1600/caracas-finales-siglo-xix-_1_1891_1.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKAbTa2QEpkcVKJrjUwnv4J2sdgKzo5C1GaXvbKwvdIg3BLePgfWWzY29qhhI53YXGfGKi1C8VKBDk9tWKKFHtQY0Qn2QDwBkOKf3fEhr7S_t9rpA4enwlyry5WKkIqR8nZeN0OBGY4z4/s320/caracas-finales-siglo-xix-_1_1891_1.jpg" width="320" /></a>Dicho esto, podemos imaginar a un caraqueño nacido en, digamos, 1880 y fallecido setenta años más tarde, es decir, en 1950. En su juventud, ese hombre se habría trasladado a caballo y en hermosos carruajes tirados por robustos corceles para luego montarse en tranvías y en algunos de los pocos trenes venezolanos. Luego vio la llegada de los automóviles particulares. Quizás fue propietario de uno de esos coches. Los caminos de tierra y piedras fueron cubiertos con el negro asfalto. En sus años mozos, a los veintitrés exactamente, habría escuchado que un par de gringos, unos hermanos de apellido Wright, habían logrado volar durante doce segundos una nave más pesada que el aire. Para hacernos las cosas más fluidas, vamos a suponer que nuestro caraqueño era un tipo de buenos recursos económicos y, así, es muy probable que en sus años maduros se haya montado como pasajero en más de un avión. <br />
Pero regresando a su juventud, nuestro caraqueño vio el nacimiento de los teléfonos y de la radio. Como murió en 1950, de bromita no conoció la televisión. Sin embargo, sí pudo disfrutar del cine: desde que era un atractivo de feria hasta convertirse en una expresión con factura cultura e intelectual.<br />
En pocas palabras: en esos setenta años que duró su existencia, ese caraqueño saltó del caballo y los carruajes a los coches, trenes y tranvías. Se montó en ascensores. Como era un tipo adinerado, probablemente haya conocido los rascacielos neoyorquinos. Para comunicarse ya no dependía exclusivamente de las misivas: tenía en su casa su propio teléfono. Y para escuchar su música preferida, ya no tendría que ir a conciertos: para eso estaban los discos y los fonógrafos.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJuJHM2VaO7BH540xaLLWcECR6U9_C2n1h-9xzUPPWSZRrWlEbzpB1j7VBk05HYZ-OlVRF3vcdHCPW2G6q-Iw8cPOXsvPaI9e3UnqGyWHz41TnY_6O16nv8Cp58bZXpLmTSN9vrRa-zAU/s1600/hiroshima-after.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="217" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJuJHM2VaO7BH540xaLLWcECR6U9_C2n1h-9xzUPPWSZRrWlEbzpB1j7VBk05HYZ-OlVRF3vcdHCPW2G6q-Iw8cPOXsvPaI9e3UnqGyWHz41TnY_6O16nv8Cp58bZXpLmTSN9vrRa-zAU/s320/hiroshima-after.jpg" width="320" /></a></div>A lo largo de su vida vivió dos guerras mundiales. Y ya en su vejez, a los sesenta y cinco años, tuvo la infeliz oportunidad de enterarse del lanzamiento de dos bombas atómicas en Japón: Hiroshima y Nagasaki. Había nacido la Era Atómica y con ella, una endemoniada carrera armamentista que aún no termina. Pero esta Era Atómica no es más que una hija muy amada de la Era Tecnológica en la que aún vivimos.<br />
Pero pasemos a otro caraqueño, al de relevo, a uno que haya nacido justo en el año de la muerte del primero: 1950.<br />
Este segundo caraqueño recuerda en su infancia los primeros programas de televisión. Para ese entonces (días de gloria) los canales de televisión venezolanos no transmitían su programación a toda hora. Al principio arrancaban al mediodía y concluían sus transmisiones antes de la medianoche.<br />
Caraqueño II fue testigo de la llegada del hombre a la luna. La televisión se invadió de colores y se perfeccionaron las técnicas del video tape, haciéndose así cada vez menos frecuente la transmisión de programas en vivo. <br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0NYfjPWwQiL4ATch2KyDtmsRdINegJ5MI9s59oiDtjfxV0JZ1Oe8dPm3gmP3njXWY45lEymuRKTIhKPNO9djR9fQcKvvy178jWNpLRI69MptOCgrt0PTG39nOnB8i_qILSWdKo2TnGFQ/s1600/compact-cassette.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="126" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0NYfjPWwQiL4ATch2KyDtmsRdINegJ5MI9s59oiDtjfxV0JZ1Oe8dPm3gmP3njXWY45lEymuRKTIhKPNO9djR9fQcKvvy178jWNpLRI69MptOCgrt0PTG39nOnB8i_qILSWdKo2TnGFQ/s200/compact-cassette.jpg" width="200" /></a></div>A finales de los sesenta aparece una cajita con capacidad para grabar y reproducir voces, sonidos y -¡ah!- música: el Compact Cassette.<br />
En los ’70 los discos de vinilo logran el mayor esplendor de sus bondades acústicas: alta fidelidad, sonido estereofónico y el micro-surco, el cual permitía casi duplicar el tiempo de contenido del disco LP. Para su mejor reproducción aparecieron los platos con brazos ultralivianos y con agujas de diamante. En la casa de caraqueño II (vamos a suponer también que era un sifrinito, o un “oligarca”, como lo calificaría un personaje de cuyo nombre no quiero ni pronunciar) probablemente tenía en su casa, en lugar de un vulgar “picó” o el perverso “tres en uno” (disco, cassette y radio) que teníamos los pobres, su plato de brazo ultraliviano con aguja de diamante estaba conectado a un potente amplificador, a un ecualizador y a sendos parlantes de reproducción. Todo esto, además de un formidable Deck para grabar música el los cassettes.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhi-KU7tRZk4QCedZPjwD7Eog8yNqS0-vpx4UkDwU8vH2omA_Yaxi7Bj-tplHlbUjcrzFdeZsWAXm9mAtI5nwlsm2aaBkgMUWN57rioU0VpFp3m51MNVi7YVCcPhIbfMWdXr0U9enYYBi0/s1600/walkman.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhi-KU7tRZk4QCedZPjwD7Eog8yNqS0-vpx4UkDwU8vH2omA_Yaxi7Bj-tplHlbUjcrzFdeZsWAXm9mAtI5nwlsm2aaBkgMUWN57rioU0VpFp3m51MNVi7YVCcPhIbfMWdXr0U9enYYBi0/s200/walkman.jpg" width="200" /></a></div>Pero como en el aberrante mundo de la tecnología pareciera que una cosa, un invento, te lleva derechito al siguiente, en los ochenta aparecieron los extraordinarios Walkman. Ahora podíamos llevar “lo mejor” de nuestra discoteca de vinilo en el bolsillo derecho de nuestras chaquetas. Y en el bolsillo izquierdo, el formidable Walkman.<br />
A mediados de los ‘80 caraqueño II se compró su primera computadora personal o doméstica: una cajita gris con una pantallita blanco y negro llamada Macintosh. Estoy seguro que no tenía idea en donde se estaba metiendo.<br />
Para su asombro, caraqueño II leyó en algún lugar que no era internet, que su recién adquirida cajita era muchísimo más poderosa que la computadora que había ayudado a los ingenieros de la NASA a llevar a los primeros hombres a la luna algunos años atrás. Más poderosa y más chiquita: su Macintosh encajaba perfecta en un rincón de su escritorio, y la de la NASA se llevaba un cuarto entero bombardeado con aire acondicionado para evitar su recalentamiento.<br />
Regresemos a la música: en esos mismos ’80 apareció un nuevo producto que rompía con toda la tecnología del antiquísimo fonógrafo y de los portentosos platos marca Garrard: el CD.<br />
El disco de vinilo estaba condenado a morir y el cassette veía como su reinado comenzaba a tambalearse. En ese momento comenzó a morir una era que no sabíamos se llamaba “analógica” para darle paso a la era “digital”.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjXb8PRGcC8ml7VDkh918NfCXqhtrLfqYqpSIaaSb0VNjBhoaNX9NqwWgl8BFLSGT-29gI16tUfTkolzU9LTHk9jj3HbfTKJ3m1k9hYDD80dGLhuXYCyiKOCUPN4S-4ervYSm95kK_2XM/s1600/macintosh-128k.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjXb8PRGcC8ml7VDkh918NfCXqhtrLfqYqpSIaaSb0VNjBhoaNX9NqwWgl8BFLSGT-29gI16tUfTkolzU9LTHk9jj3HbfTKJ3m1k9hYDD80dGLhuXYCyiKOCUPN4S-4ervYSm95kK_2XM/s200/macintosh-128k.jpg" width="176" /></a></div>Las computadoras comenzaron a crecer y la nomenclatura para medir el tamaño de sus documentos le siguió a la par: el diminuto Byte necesitó de la K (1.000 bites) para comenzar a medirse a sí mismo. Luego apareció la medida casi inconcebible de la M (mega: 1.000K, 1.000.000 bytes) Más tarde aparecería la G (Giga: 1.000M, 1.000.000K, 1.000.000.000 de bytes) Finalmente, o hasta el momento, aparece la T (Tera: 1.000 Gigas y etc.). Y como en tecnología pareciera que una cosa lleva a la otra, todo comenzó a cambiar.<br />
Si las computadoras personales no hubieran invadido un enorme sector de la población mundial, probablemente internet, tal como lo conocemos, no se hubiera instalado en nuestras vidas profesionales y personales. Y como todo es un torbellino en donde una cosa busca a la otra, una vez que aparece internet, son muchas más las personas que necesitan una computadora en sus casas, oficinas o lugares de alquiler: aparecen los Cybercafés.<br />
Pero al crecer la capacidad de procesamiento y de memoria de las computadoras, también aparecen nuevos recursos y tecnologías. Y así, a mediados de los noventa aparece la fotografía digital: JPG.<br />
Contrario a otros inventos que nacen como formatos o tecnologías de gran definición y profesionalismo y, por ende, dirigidas a un segmento muy exclusivo, el JPG fotográfico nace con carácter masivo y de limitadísima calidad. La Mavica de la Sony, que usaba como soporte un disquete de computadora, es un buen ejemplo de ello.<br />
Luego las grandes empresas fotográficas como Nikon y Canon comienzan a fabricar cámaras en donde la capacidad del formato JPG comienza a crecer en tamaño y, por ende, en calidad. En pocos años llegan al formato Tiff y al Raw.<br />
Pero volvamos a caraqueño II, a nuestro presente y a su nueva cámara Nikon y a su iPod .<br />
Caraqueño II recuerda con nostalgia las noches en que tomaba una docena de LP de vinilo y se disponía a grabar un cassette de una hora. Era todo un ritual. Y mientras grababa, tenía la oportunidad de escuchar una vez más de la pieza escogida. Ahora es otra cosa: le basta con arrastrar con su mouse un documento MP3 a un Play List de iTunes. Ya no es necesario escuchar nada. Ya tendrá tiempo para hacerlo.<br />
Pero no es allí donde radica el drama. <br />
Ya con los CD de los ’80 la reproducción de la música había perdido calidez y resonancia. Vibración. Los sonidos del CD eran fidedignos pero fríos. Pero tenían montones de ventajas sobre sus antepasados de vinilo. Eran difíciles de rayarse, por ejemplo. Cosa que ocurría con frecuencia con los discos de vinilo, aunque los tratáramos con amor y delicadeza. Ahora, con los CD, uno podía pasar de una canción a otra con sólo presionar una tecla. O podíamos programar el orden de ejecución del disco.<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU2yOb3RDBrk4RSrzrvT-zZOvCzoYwm7maAPN8WOaDMwfvA2vQyQBlOTtCgRfVZ4sZhgMLWMRzN9lcpKgtAbXu82mUmjgioET2RUFVQSBv7iVaHA2O2_f52LdVNdTbjSToxYbNRVIaVTk/s1600/ipod-classic-mano.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="169" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU2yOb3RDBrk4RSrzrvT-zZOvCzoYwm7maAPN8WOaDMwfvA2vQyQBlOTtCgRfVZ4sZhgMLWMRzN9lcpKgtAbXu82mUmjgioET2RUFVQSBv7iVaHA2O2_f52LdVNdTbjSToxYbNRVIaVTk/s200/ipod-classic-mano.jpg" width="200" /></a>Pero la llegada del MP3 es la que marca la verdadera aparición de la música digital. La compresión de la data musical es tan bestial, conservando los rasgos esenciales de la pieza, que ahora caraqueño II podía “quemar” en un solo CD hasta ocho horas de música. Pero con el iPod esta capacidad se amplía vertiginosamente: en una cajita un poco más grande que un legendario y obsoleto cassette puede archivar, reproducir y disfrutar hasta una media estimada de veinte mil canciones. Es decir, todos los CD que ha comprado a lo largo de su vida, podrían estar allí a su disposición, en un bolsillo. Es, sin duda, una ventaja bestial. Además, y por si fuera poco, ahora podemos entrar a internet y bajar canciones totalmente gratis. Sin embargo, ¿a qué precio?<br />
Pues, a un precio muy alto, quizás demasiado alto. Porque ahora, tanto caraqueño II como todos nosotros, estamos escuchando el peor sonido musical de la historia del disco.<br />
Al comprimirse la data auditiva, el formato debe reducir muchísima información. Es cierto que la versión reducida guarda gran similitud con la gama sonora original, pero sin embargo, no es la misma. <br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjztbLmCI8PE8VhsZJeBc79WVO8Gy3YMjmIJX23A8OA4OMw9i6qm3I4baXIFtakfR-vlCVKTZOlrGvhWmTdEQuENNI9k9NX_hjygU3eYQzXGac1YAnI1kbZ9dqje4CjFvt0EHefZtAkNKQ/s1600/velazquez_meninas.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjztbLmCI8PE8VhsZJeBc79WVO8Gy3YMjmIJX23A8OA4OMw9i6qm3I4baXIFtakfR-vlCVKTZOlrGvhWmTdEQuENNI9k9NX_hjygU3eYQzXGac1YAnI1kbZ9dqje4CjFvt0EHefZtAkNKQ/s320/velazquez_meninas.jpg" width="281" /></a></div>Imaginemos un recorrido por el museo del Prado, de Madrid. Allí hay salones dedicados enteramente al Bosco, a Rafael, Goya, Velásquez, Durero, por nombrar algunos. Para visitarlos a todos, necesitaríamos más de un día de recorrido. Imaginemos ahora un mini-museo-del-Prado. Un museo que podamos recorrer, por decir algo, en una hora. Allí veríamos uno o dos cuadros de Goya, de Rafael, de Velásquez, de Durero. En términos prácticos podríamos decir que hemos visto en persona, cara a cara, la obra de esos pintores. Pero en rigor, deberíamos aceptar que apenas si los hemos visto.<br />
Eso es un MP3. <br />
Cuando escuchamos a Pavarotti o a Beethoven en MP3, en realidad estamos escuchando otra cosa: algo que se le parece, pero que no es lo mismo. Simplemente porque allí, en el MP3, faltan sonidos, matices, vibraciones. Escuchamos lo esencial, pero no el generoso esplendor de la totalidad original. Digo, de la totalidad original no de su música escuchada en vivo en un concierto, sino de la registrada en un disco de vinilo. <br />
Con el JPJ fotográfico, el fenómeno es algo distinto. A pesar del enorme esfuerzo de los fabricantes de cámara por emular la calidad de la película negativa o reversible es cada una de sus cámaras, aún no lo logran. Y quizás nunca lo logren. Eso no importa. La industria fotográfica siempre ha estado dispuesta a sacrificar calidad en aras de lograr masividad.<br />
Nunca como ahora los habitantes del planeta hemos dispuesto de tantas cámaras fotográficas como ahora. Y lo peor, sin coste alguno.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwQ59TCxdvbbjtehciausI_rIuQ9IAxBuSccDcDqZbcuTR7b2t5dq4iBAJyVTyMGrdt2F1GYF29_I07CVTA_0IwaIswbRsfk4xkOpit1kCbzkGUWqdMDzJGCe726ysou92WyAKGUWlNao/s1600/camaras+celulares+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="211" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwQ59TCxdvbbjtehciausI_rIuQ9IAxBuSccDcDqZbcuTR7b2t5dq4iBAJyVTyMGrdt2F1GYF29_I07CVTA_0IwaIswbRsfk4xkOpit1kCbzkGUWqdMDzJGCe726ysou92WyAKGUWlNao/s320/camaras+celulares+001.jpg" width="320" /></a></div>Es raro un teléfono celular que no sea capaz de tomar fotografías. Y lo único que tiene que hacer el usuario es sacar su dispositivo y disparar la foto. Nunca como ahora el mundo y la vida humana han sido tan retratadas.<br />
Ahora, ¿qué haremos con ese incalculable número de fotografías? ¿Cuáles de ellas serán seleccionadas por expertos y especialistas para su perpetuidad?<br />
Hoy en día existe una generación de jóvenes que el único formato de reproducción que conocen y aceptan como tal, es el MP3. Para ellos, también la única forma de existencia de una fotografía es en formato JPG.<br />
Así como caraqueño I fue usuario y testigo del carruaje y de los carros a motor, caraqueño II ha sido usuario y testigo de un mundo en el que la música se escuchaba en discos de vinilo o en un Walkman y las fotografías se tomaban en rollos de treinta y seis imágenes cada uno, y de otro en el que tanto para escuchar música o para ver una fotografía, necesitamos al menos de una laptop.<br />
Mientras caraqueño II dispara una y otra vez, casi con furia o irresponsabilidad, su fabulosa Nikon digital, recordará con nostalgia los días en los que el rollito de treinta y seis imágenes lo obligaba a “pensar” cada foto antes de disparar.<br />
Cosas del pasado. De su pasado.<br />
Testigo de dos mundos.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimRLVVIE_54_1LUEyG1L0UlhWF8NzgbR9dX5MW_FNqqPqfgWj6KKMnPkbSSRneqSZIoNLjSntBIS05FsGnHcekdC2glpKsEPVIwqypErNwsgF2Ddd_rmvFGhT3HFWwyG4i6rzvKC3-6B8/s1600/Monje+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-45067471206825997952011-02-25T01:36:00.001-08:002011-02-25T01:53:44.530-08:00EL HOMBRE QUE CAMINABA (cortometraje)<iframe src="http://player.vimeo.com/video/19430662?title=0&byline=0&portrait=0" width="480" height="270" frameborder="0"></iframe>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-3358723462178070202011-02-21T19:36:00.000-08:002011-02-21T20:19:01.012-08:00El viejo oficio (¿o vicio?) creativo<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
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<div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Dado el carácter personal de este blog, puedo permitirme ciertos lujos ególatras, como, por ejemplo, hablar de mí mismo. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Tal como ya lo he escrito en recientes oportunidades, acabo de cumplir cincuenta y cinco años. Y eso no sería tan malo si la cuenta se detuviera allí. Pero lo que se me viene encima, a la vuelta de cinco años, es el odioso arribo a los sesenta. O sea, a la vejez plena. Creo que técnicamente podemos ser tildados de ancianos a partir de los sesenta y cinco. Pero ese es, simplemente, un detalle técnico.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Tal vez me repita, pero es que el concepto me gustó demasiado: los cincuenta son la vejez de la juventud y la juventud de la vejez. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Una consecuencia patológica de los años es que los músculos, los tendones y la piel pierdan elasticidad. Pero lo peor es que el alma, el espíritu y el entusiasmo por la vida y por el acto de vivir, también la pierden.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Yo aún no lo he perdido todo y eso me permite vivir en medio de una insensata juventud.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKOAZiyhsftkyLdeQ8XdNFOLG20okqVq_kLO3xr_hZcJdq_Rx_MvJEPcBFWaQAG1Ugh0juNAT6_WYjtW5-xQAS9r295lDoXCu4bMujU_qrZkdKsBTGcF7wGmxpdbdLE-N1mSLjhcHkhqs/s1600/crazy+heart+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKOAZiyhsftkyLdeQ8XdNFOLG20okqVq_kLO3xr_hZcJdq_Rx_MvJEPcBFWaQAG1Ugh0juNAT6_WYjtW5-xQAS9r295lDoXCu4bMujU_qrZkdKsBTGcF7wGmxpdbdLE-N1mSLjhcHkhqs/s1600/crazy+heart+001.jpg" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">En los últimos seis meses he visto un par de películas que me han sacudido y conmovido con generosa intensidad: CRAZY HEART, de Scott Cooper y THE WRESTLER, del legendario Darren Aronofsky.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Hace años, lo confieso, he caído en la seducción de las películas del viejo Clint Eastwood: LOS IMPERDONABLES (1992), EN LÍNEA DE FUEGO (1993), UN MUNDO PERFECTO (1993), LOS PUENTES DE MADISON (1995), LA CHICA DE UN MILLÓN DE DÓLARES (2004). En todas ellas, un personaje único: un hombre, un héroe venido a menos por su vejez que renace, por última vez, de sus propias cenizas.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Sin embargo, Eastwood es demasiado dulzón para mi gusto. Es decir, me gusta, pero no me gusta. Se acerca, pero no llega. Pero ese acercamiento, sin duda, lo hace, al menos para mí, bien interesante.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">CRAZY HEART y THE WRESTLER, en cambio, se dan de frente contra el muro. Y eso sí que me gusta.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3XuGaDjMCWRqakRVuHTBC7ZFCshlrAEKXRqsIWmNpTyNUGqV_EZi1ZbvkK6lNIEGan_WUNvAWNls1OMeH-pEtu2pqKSC9LQUtraPl0yBvzY8n3R5c5_H8SHgEYaxqvab5E9t3vIhudUg/s1600/WRESTLER.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="196" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3XuGaDjMCWRqakRVuHTBC7ZFCshlrAEKXRqsIWmNpTyNUGqV_EZi1ZbvkK6lNIEGan_WUNvAWNls1OMeH-pEtu2pqKSC9LQUtraPl0yBvzY8n3R5c5_H8SHgEYaxqvab5E9t3vIhudUg/s320/WRESTLER.jpg" width="320" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">En ambas películas la gloria de los personajes va unida, enlazada y casada a su juventud. Para el momento en que los vemos en pantalla, los personajes de ambas películas son unos tipos viejos que sobreviven de las migajas de sus pasadas y casi olvidadas hazañas. Ambos personajes, tanto Bad Blake como Randy, comienzan a hurgar su pasado buscando hijos abandonados (¿y/o tiempo perdido?). Ninguno de los dos encuentra nada por esa vía, salvo desprecio y rechazo.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Acorralados, no les queda otro camino que asumir su presente: su vejez, su ya-se-acabó.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">CRAZY HEART asume un final medianamente feliz o conciliador. Ya no me interesa. Me quedo con THE WRESTLER. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Randy, al final de la película y de su vida, asume su destino. En los últimos minutos de la cinta, el personaje dice: “yo era un hombre guapo, y ahora no lo soy”. He leído que ese diálogo lo impuso el propio actor Mickey Rourke para definir a su personaje y (¿quizás, a sí mismo?).</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Pero a lo que voy, a lo que quiero decir: el acto creativo es un acto de amor…</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Cuando uno apaga la radio después de escuchar una canción, o cuando uno le dedica par de horas a mirar una película o veinte minutos a leer un relato breve, quien canta, quien actúa o quién escribe no aspira otra maldita cosa que la canción, la película o el relato alguien lo vuelva a tararear.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg9BYQZKxIll8kd5OttfKmtEJXppl3pNY6IGlR9J4Of3SnTge4nBTb8rFQQH7HPFZefhQCJOINArX1DAbdPJ5bIZ1YWLqc8SPDmJAQrcNLE1sC2gG-i0hpwQgDZ4GlXOz6BMf38Kpsopc/s1600/WRESTLER+02.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg9BYQZKxIll8kd5OttfKmtEJXppl3pNY6IGlR9J4Of3SnTge4nBTb8rFQQH7HPFZefhQCJOINArX1DAbdPJ5bIZ1YWLqc8SPDmJAQrcNLE1sC2gG-i0hpwQgDZ4GlXOz6BMf38Kpsopc/s320/WRESTLER+02.jpg" width="320" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Un último comentario a favor de THE WRESTLER: cuando Randy (una y otra vez él insiste en que ese es su verdadero nombre, como un chiquillo adolescente defendiendo su apodo legítimamente y bien ganado) se sube a los cuerdas, infartado y agonizante, para dar el salto final al que le debe su gloria y su fama, no se limita a darnos más de los mismo. No y no: ese salto, ese último salto, es su obra maestra: es su verdadera gloria. Lo demás, lo anterior, fueron someros ensayos.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Sólo eso. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">(Vaya, una vez más creo que he fallado: mis hijas me recomiendan que escriba breve para mis post, y yo siempre ando pasado de palabras…)</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/soGNAEg1zps?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-40200775130973477662011-02-12T21:38:00.001-08:002011-02-13T08:31:55.936-08:00El muro de las edades<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Hace pocos días (apenas diez) arribé a mis cincuenta y cinco años de edad. Lo único que puedo lamentar es haber abandonado mis cincuenta y cuatro, con los cuales me sentía bastante cómodo. Siento que hay edades antipáticas, otras agradables, otras misteriosas. Por ejemplo, recuerdo exactamente el día que cumplí diez años. Camino a la escuela “Sorocaima”, en Baruta, en la fría y neblinosa mañana de 2 de febrero de 1966, tuve oportunidad de reflexionar mucho acerca de mi edad. Por ejemplo, como estudiaba quinto grado y ya conocía las reglas de la multiplicación por la unidad seguida de ceros, pude calcular sin problemas que tenía exactamente tres mil trescientos cincuenta días de vida. También pude estimar que faltaban treinta y cuatro años para llegar al año 2000. Y que para entonces tendría cuarenta y cuatro años. Me pareció que estaba bien para recibir un año tan importante: ya no sería un hombre joven, pero tampoco sería un viejo chuchumeco. Lo que jamás imaginé fue que ese día lejano e imaginario, el 2 de febrero de 2000, a mis cuarenta y cuatro años, sería el día de la muerte de mi mamá Teresa Mesones. Pero esa sería otra historia.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQjQHXDDexO51f0PxJK34E7U_tQSXX8YKVWY8At-QFiE9PK72ngRsRF7NcONxS-D1X9XN4wxxapTFbfp4AUkoIrGGFDoWprUnp4k-YH-eySOTjSuPdaUEE5hyphenhyphenu07HAHHoNmVQy8TpoFC0/s1600/1973+05+Omar+Mesones+1973+2.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQjQHXDDexO51f0PxJK34E7U_tQSXX8YKVWY8At-QFiE9PK72ngRsRF7NcONxS-D1X9XN4wxxapTFbfp4AUkoIrGGFDoWprUnp4k-YH-eySOTjSuPdaUEE5hyphenhyphenu07HAHHoNmVQy8TpoFC0/s200/1973+05+Omar+Mesones+1973+2.jpg" width="159" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Mis diez años fue una edad luminosa. En cambio, los trece fue una edad antipática, torpe, fea, llena de acné y de apremiantes sensaciones que no sabía cómo resolver. A los catorce ya había aprendido a masturbarme y las cosas se calmaron un poco. Pero los dieciséis, en 1972, fue una edad mágica: descubrí a Hermann Hesse a su Demian y sus lobos esteparios y con ellos a la literatura, tuve la fortuna de dar y recibir mi primer beso a una chica de la que estaba profundamente enamorado, me enteré de la guerra de Vietnam, me hice hippy y me dejé crecer el pelo. Estudiaba en el liceo “Andrés Bello” y aprendí a tirarle piedras a la policía. Sufrí mi primera perdida amorosa y escribí mi primer poema de amor, sin saber ni importarme que fuera un pésimo poeta. Aprendí a estar triste. También aprendí a soñar.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Los demás años fueron inciertos, hasta llegar a los diecinueve, casi veinte: en ese momento tomé las más grandes decisiones de mi vida: abandonar el hogar materno, cambiarme de la Facultad de Ingeniería para la Escuela de Letras, ser escritor.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">A los veinticuatro me sentí cómodo y creo, de haber podido, me hubiera quedado allí. Porque al cumplir veinticinco comprendí que me iba a volver viejo. Fue una de mis peores edades.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Los cuarenta me gustaron. Los cincuenta me dejaron devastados, como a todos.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghJF_duK0LMdl0wP35wLtGHAICaKFlsQxHUxAwu_jAcjg3kuLX_paZ5BqiOWwD_AOO5xt0c9XEeTLqn-ZgsfutgPSMJ5A7iqBKb70N3wjO-WB6DqGgK1hiLWfXPrRY9ZOsEInAA28CaeU/s1600/1910+Agust%25C3%25ADn+Acosta.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghJF_duK0LMdl0wP35wLtGHAICaKFlsQxHUxAwu_jAcjg3kuLX_paZ5BqiOWwD_AOO5xt0c9XEeTLqn-ZgsfutgPSMJ5A7iqBKb70N3wjO-WB6DqGgK1hiLWfXPrRY9ZOsEInAA28CaeU/s320/1910+Agust%25C3%25ADn+Acosta.jpg" width="197" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Pero no es de eso que quiero hablar.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">A mis ocho años recuerdo a una pareja de viejitos que vivían justo frente a mi casa en el barrio San Juan, aledaño a la avenida San Martín. Él se llamaba Domingo y ella, Domitila. Ambos tenían una pequeña bodeguita en su casa y la atendían a través de su ventana: vendías chucherías para los muchachos y cigarros para los grandes. Nunca supe sus edades, pero revisando mis recuerdos, debían estar por encima de los setenta.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Vamos a hablar de Domingo y digamos que tenía setenta y cinco años en 1964, año en el que yo lo recuerdo. Eso significaría que Domingo había nacido en 1889. Pongamos por caso que a su vez Domingo hubiera visto a mi edad, es decir, a los ocho años, a otro anciano de setenta años. Eso implicaría que Domingo había visto la vejez de un hombre que habría nacido en 1827. Un que en su temprana infancia (quizás no lo recordara, pero igual estuvo allí) la muerte de Bolívar. Ya más grandecito, habría vivido los mandatos de Páez. Sin duda habría participado en las guerras federales encabezadas por Ezequiel Zamora. Y recordaba los mandatos de los hermanos Monagas, de Julián Castro, Manuel Felipe Tovar y Antonio Guzmán Blanco.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhH36to4I1xOhfTTHAOCuFtQTOHksqX0qYxC8y4xctHinN8elhLiMuN4V3ka6bEngoLo8Lw3z-pClElU5wO1sqtxEsx4gsHZjc9Hg9qFW0bkQjSDrJS3-22H7j7n4SSb-9Fc8vJs0JgGaE/s1600/daguerrotipo+3.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="191" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhH36to4I1xOhfTTHAOCuFtQTOHksqX0qYxC8y4xctHinN8elhLiMuN4V3ka6bEngoLo8Lw3z-pClElU5wO1sqtxEsx4gsHZjc9Hg9qFW0bkQjSDrJS3-22H7j7n4SSb-9Fc8vJs0JgGaE/s200/daguerrotipo+3.jpg" width="200" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Quizás el niño Domingo no sabía ni estaba consciente de lo que veía al ver a ese anciano. Pero igual lo vio.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Luego yo, a mis ocho años, lo vi a él, a Domingo, sin saber lo que veía. Pero lo vi: un anciano que de niño había visto a otro anciano que había nacido y venía de un mundo que sólo podía conocer en los libros de historia que aún yo no sabía que tendría que leer.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Domingo fue como un muro en el que yo me trepé para ver cosas que sólo él había visto.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">Me monto en un ascensor. Me acompaña una mujer con su pequeño hijo. El muchacho me mira de reojo. Cuando yo ya haya muerto y ese muchacho se un anciano, podría decir que alguna vez vio a un viejo que se estremeció con la música de The Beatles y Pink Floyd, que tuvo tiempo de ver en vivo a Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, que había sido espectador por televisión el entierro de Kennedy y había visto en persona a Jorge Luis Borges, el escritor ciego.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";">¿Cómo sería el mundo de esos hombres a comienzos del siglo XX que tenían que elegir entre los clásicos carruajes tirados a caballos y los vulgares pero eficientes carros a motor modelos A de la Ford?</span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-81726813602333283252011-02-12T20:00:00.000-08:002011-02-13T09:57:34.117-08:00Facebook, msn y otras redes sociales: en "vivo y en directo"<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
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<div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWsx4dj3SNjdU-nPs-vulAErDOyKEIFioeQqAVOUuw2eAK-nfSdC3x03ltVbdR3EZkt6icH5XEMuqP5JhG_dzo8QReVfB0AvijBtY7Zn2PIm-irvntxwSSD_rQ0zHCRh9fgyxLUbwhxs4/s1600/yahoo_messenger.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="150" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWsx4dj3SNjdU-nPs-vulAErDOyKEIFioeQqAVOUuw2eAK-nfSdC3x03ltVbdR3EZkt6icH5XEMuqP5JhG_dzo8QReVfB0AvijBtY7Zn2PIm-irvntxwSSD_rQ0zHCRh9fgyxLUbwhxs4/s200/yahoo_messenger.jpg" width="200" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La semana pasada leí en Twitter a una joven decir (o escribir en menos de 140 caracteres) que odiaba hablar por teléfono cuando existían otras formas de comunicación (no lo decía, pero imagino que su canal de Twitter era una de ellas).</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">A comienzo de los ’90 las páginas de chateo hicieron su aparición en la pantalla de nuestras computadoras y causaron verdadero furor. Los salones fueron clasificados de acuerdo a idiomas, regiones, países, edad de los usuarios, estado civil, sexo, amor, bisexuales, homosexuales, deportes, cine, literatura y un largo etc. Había de todo y para todos, pero el rasgo común en cada chateador era una enorme necesidad de entablar comunicación con otro.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Fue así como, de la noche a la mañana, millones de personas ajenas a la costumbre de escribir, comenzaron a hacerlo a través del teclado de sus computadoras. Con el ánimo de abreviar su escritura y lograr una mayor rapidez e inmediatez en la transmisión de sus ideas, comenzó a surgir un sublenguaje lleno de abreviaturas y claves: los sajones usaron las siglas “r u ok?” para resumir la frase “are you okey?”. Por su parte los hispanos redujimos palabras como “que” o “de” a las letras “q” y “d”. Aparecieron las sonrisas y las caritas felices “:-)” o “LOL”. Hubo transformaciones innecesarias, como por ejemplo “kasa” en lugar de “casa”. Innecesaria, digo, ya que ambas palabras necesitaban el mismo número de letras para ser escritas. Sin embargo, parecía que los recién surgidos chateadores necesitaban crear su propio idioma.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhm3IqZZWAltWKZPCUiZ5HFYtqJD5tDNP3hUaFpQexSLuB3upOw5amDrB9AnCj_dm5ASuNq3vspmOB2KvB2-CSaMet8x1Ad4tIsUVWv6xAPAJW2eHBNm2v0RIl36oZHEG8bJaaNA9nUPJA/s1600/msn+imagen+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="131" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhm3IqZZWAltWKZPCUiZ5HFYtqJD5tDNP3hUaFpQexSLuB3upOw5amDrB9AnCj_dm5ASuNq3vspmOB2KvB2-CSaMet8x1Ad4tIsUVWv6xAPAJW2eHBNm2v0RIl36oZHEG8bJaaNA9nUPJA/s200/msn+imagen+001.jpg" width="200" /></a><span style="font-size: small;"></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La aparición del MSN vino a brindarle a los chateadores un espacio menos anónimo y de mayor privacidad. Ahora dos personas ubicadas en continentes o países distintos o en la misma ciudad, podían escribirse en “tiempo real”, lo cual era un concepto totalmente distinto al de la arcaica carta o al del novedoso email. La escritura a través del msn permitía la inmediatez, la conexión directa, pero a la vez la mágica “máscara” de la palabra escrita.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Hace cinco años, cuando mi hija Gabriela contaba con quince años de edad, le dedicaba varias horas del día a chatear con sus compañeros de clase. Yo no entendía porque no decidían tomar el teléfono y contarse de una vez, a viva voz, todo cuanto tuvieran que contarse. Ocurría que a través de palabras podían contarse cosas que tal vez no pudieran hacerlo por teléfono ni en persona. De alguna manera la escritura les permitía un nivel de franqueza que difícilmente pudieran haber logrado a través del teléfono o cara a cara. En cualquier caso, era otro nivel de comunicación, distinto a los medios tradicionales.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Sin embargo, toda esa escritura, todas esas palabras, todo ese esfuerzo de redacción y de interpretación de ideas y sentimientos, quedaban reducidos al momento y, en consecuencia, al olvido. Y ya no me refiero a las conversaciones entre adolecentes, sino a la de los adultos, quienes nos apropiamos de esos medios con aparente facilidad… </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">El concepto de Redes Sociales es un concepto absolutamente reciente, sin embargo el ejercicio de socializar a través de Internet, es un ejercicio viejo (viejo, digo, de hace diez años). Los salones de chateo, el email, el msn. Eran millones de personas en el mundo entero tratando de entablar comunicación con otro, con alguien, con cualquiera, casi sin importar su credo, su edad, su origen. Era un acto desesperado de deslastrarse de la soledad propia y conectarla con otra soledad.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUcuHXZbte8esEpdokdKK9p_hydYBtqfS8UCLxevoc5UBA1NqWei_i1bLQjYd8T5v6skeS9tWyjySB1eQRFVeWFEx2JZ86R8lFLVZxjnwy_BwmZIn_7i_3liWR0RJxSRO0k-6wqWygslk/s1600/Internet+amor+001.gif" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="130" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUcuHXZbte8esEpdokdKK9p_hydYBtqfS8UCLxevoc5UBA1NqWei_i1bLQjYd8T5v6skeS9tWyjySB1eQRFVeWFEx2JZ86R8lFLVZxjnwy_BwmZIn_7i_3liWR0RJxSRO0k-6wqWygslk/s200/Internet+amor+001.gif" width="200" /></a><span style="font-size: small;"></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Y desde esa soledad los salones de chateo y los textos de msn se llenaron de palabras de amor, de voces de seducción, de esperanzas de compañía. Allí, en las pantallitas de nuestras computadoras, se desataron pasiones y grandes amores. Algunas jamás pudieron salir de allí. Otros se encontraron por primera vez en aeropuertos, se tomaron un primer café o un buen trago de ron con un “desconocido” al que conocían muy bien. Hubo desastres románticos, desilusiones y decepciones. Pero otros se casaron, se hicieron amantes, tuvieron hijos.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Pero a lo que voy es a que todo ese camino forjado por palabras escritas, esa “literatura” inmediata e instantánea, quedó totalmente disuelta en el olvido. Pero en cualquier caso, no deja de ser interesante ese fenómeno social mediante el cual millones de personas en el mundo entero retomaron la escritura como una forma legítima y efectiva de comunicación, tal como lo fue para nuestros antepasados de todas las épocas. Dicho así, pareciera que el reinado de la comunicación telefónica (incluyendo la celular) fue sólo un breve relámpago de sesenta años de duración. El teléfono pareciera haber quedado relegado para los asuntos de oficina, los negocios, los reclamos. Para las cosas verdaderamente serias como el amor o la amistad, está el msn, los un tanto arcaicos salones de chateo, los canales de twitter o el archifamoso Facebook.</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHHiRm3hLuZ34FPtstKqYfqMB0DEjOXZzEgojiA1EsSnZCQkD-4gwFO-97COMAKFzOMElDwen3tjVTnrpvkV5h1hzMpL434cct0Cpax-07TNQ9nlTbx4o-YRBDzzkOVJe7RpOBR9fSeSE/s1600/facebook-logo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="75" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHHiRm3hLuZ34FPtstKqYfqMB0DEjOXZzEgojiA1EsSnZCQkD-4gwFO-97COMAKFzOMElDwen3tjVTnrpvkV5h1hzMpL434cct0Cpax-07TNQ9nlTbx4o-YRBDzzkOVJe7RpOBR9fSeSE/s200/facebook-logo.jpg" width="200" /></a></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La aparición de las Redes Sociales merece una mención aparte, aunque no muy diferente.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Hace casi veinte años, cuando mi querida amiga Nereida decidió irse a vivir a Madrid, nos mantuvimos en permanente contacto durante muchos años. La dinámica era la siguiente:</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Una noche al mes me sentaba en mi mesa a escribirle. Lo hacía a mano. A veces lo hacía en hojas de cuaderno, para que las rayitas ayudaran a mi pobre caligrafía, la cual insistía en trazar caminitos curvos con las palabras que salían de mi bolígrafo. Otras, usaba hojitas blancas, relativamente pequeñas. Algunas estaban hechas de papel a mano. Era un detallito bonito que quería brindarle a la carta. Para que mi escritura no se desbocara, colocaba la hoja sobre una hoja de cuaderno y así poder guiarme por la rayas. Pero eso son sólo detalles.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Aunque generalmente la carta era escrita con bastante soltura, ya que había muchas cosas qué contar, con frecuencia me detenía a pensar en cómo iba a escribir lo que quería decir. Lo más parecido a esta experiencia es cuando solíamos tomar fotos con nuestras cámaras analógicas, cargadas con un rollo de treinta y seis fotografías. Antes de disparar, uno debía pensar muy bien lo que realmente uno quería fotografiar. Uno miraba a través del lente una y otra vez. Nos alejábamos y nos acercábamos. Nos poníamos en cuclillas y nos montábamos en escaleras o rocas, buscando el mejor ángulo. Y cuando creíamos haberlo encontrado, sólo entonces disparábamos la cámara: teníamos las balas contadas y había que apuntar muy bien.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Así eran mis cartas para Nereida: había que apuntar muy bien.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Al día siguiente, o al tras siguiente, con la carta terminada y envuelta en su sobre, me iba al correo a depositarla. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La dichosa carta tardaría un mes en llegar a las manos de mi amiga. Ella la leería, la volvería a leer y en algún momento se sentaría a escribirme su respuesta, también a mano. Al día siguiente ella la depositaría en el correo y un mes más tarde yo la recibiría en mi casa.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">¿Logran captar el lapso de tiempo? </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Si yo le escribiera hoy y le preguntará qué le pasó con su entrevista de trabajo, su respuesta me llegaría dos meses más tarde. Pongamos que su respuesta haya sido que le fue muy mal y que estaba muy deprimida por eso, mientras yo me enteraba y le escribía palabras de ánimo, quizás ella ya hubiera obtenido un empleo fabuloso.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Por supuesto que podíamos llamarnos por teléfono, pero era tan costoso y le teníamos tanto miedo a ese medio, que estaba reservado únicamente para ocasiones muy especiales.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Luego apareció esa maravillosa herramienta del email. Nada que ver con el pasado. Uno escribía, le daba una revisadita y luego: SEND.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La correspondencia entre nosotros nunca fue la misma. Todo era tan fácil y tan a la mano que no teníamos urgencia para aprovecharlo ni usarlo. Los pocos correos que nos intercambiábamos eran breves, mal escritos, mal pensados y, en definitiva, decían muy poco.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Luego aparecieron las famosas redes sociales, en especial Facebook.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_kBNg6VzFSBPYV-UzzDQSa8NorM0mCkGFD0pGnV4YSNpR0r1AmjZv2feNhMgNdH88RY2wUEX8_cvca8BQAaR6r-a6CFgxH4Og-BnHw8CuYHhPC76awnmJ2a4KepV7H_dR0D5WshZGnDw/s1600/afiche+THE+SOCIAL+RED.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_kBNg6VzFSBPYV-UzzDQSa8NorM0mCkGFD0pGnV4YSNpR0r1AmjZv2feNhMgNdH88RY2wUEX8_cvca8BQAaR6r-a6CFgxH4Og-BnHw8CuYHhPC76awnmJ2a4KepV7H_dR0D5WshZGnDw/s320/afiche+THE+SOCIAL+RED.jpg" width="202" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Hay objetos que se inventan y se integran a nuestras vidas de una manera ineludible, obligatoria. ¿Alguien puede imaginarse la vida, por ejemplo, sin la nevera, sin el cine, sin la fotografía, sin las computadoras caseras? Voy a dar ejemplos más sencillos, para redimensionar mejor mi afirmación: ¿puedes imaginarte la vida sin las cotufas, el chocolate en barritas, el Metro de Caracas, aunque cada día funcione peor? ¿Venezuela sin la autopista regional del centro, o los páramos merideños sin la carretera trasandina, Maracaibo sin su puente o la autopista de La Guaira sin sus viaductos? Son cosas que llegaron para quedarse. </span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Hace días vi la película THE RED SOCIAL, del director Aaron Sorkin (¿judío?), donde se relata la génesis de la famosísima Facebook. Mientras la trama se desarrollaba, pude visualizar que hubo un momento en la vida de todos nosotros en el que la palabra Facebook no existía y otro, en el que esa palabra pasaría a ser una parte importante de nuestras relaciones personales.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">A través de esa página me he “reencontrado” con muy queridos amigos del bachillerato, con compañeros de trabajo que se habían ido al exterior, con antiguos romances.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Pero volvamos a mi amiga Nereida.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Ahora ya ni siquiera necesitamos escribirnos emails ni llamarnos por teléfono. Yo abro mi página Facebook y puedo ver fotos de ella, feliz y radiante, en una fiesta madrileña casi de forma inmediata, casi en tiempo real, casi en “vivo y en directo”.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Me basta revisar su muro para saber qué es lo que piensa o de quién se ha hecho amiga. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">En pocas palabras, la información suministrada por ella es tan completa y eficiente que prácticamente ya no necesito volver a hablar con ella nunca más en mi vida para “saber”, para “enterarme” de ella.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiox2OH02NqjA0Unf5BdSPpZeULp5qCx6OXdVlgClR8HtYeS1Cu_eZw_DbOy3-XUAN-d8dYlyP9guy5jbjqRJAdLZoE0zoHhhE6xvttm-t4rSxFHwi2OKrdSlp7NH1SkYdJjAroHCEdYRI/s1600/amigas+tomando+cafe+02.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="124" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiox2OH02NqjA0Unf5BdSPpZeULp5qCx6OXdVlgClR8HtYeS1Cu_eZw_DbOy3-XUAN-d8dYlyP9guy5jbjqRJAdLZoE0zoHhhE6xvttm-t4rSxFHwi2OKrdSlp7NH1SkYdJjAroHCEdYRI/s200/amigas+tomando+cafe+02.jpg" width="200" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Estela, una amiga caraqueña, se quejaba hace días conmigo. Me decía: “ya nadie me llama. Y cuando lo hacen y les pregunto cómo estuvo su viaje o su última conferencia o el bautizo de su nena, me responden: “¿no has revisado mi Facebook?””</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Todo cambia y se mueve. Afortunadamente.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Me imagino que antaño, nuestros abuelos se sentían indignados al ver como nuestros padres habían sustituido el grato placer de reunirse con los amigos para conversar por una impersonal llamada telefónica.</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">Quizás tomarse un café y conversar cara a cara, Face to Face, sea una cosa del pasado: para eso tenemos Facebook.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: small;">La soledad tendrá la última palabra.</span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-50237932443543162212011-02-04T00:53:00.000-08:002011-02-04T01:07:26.332-08:00Te digo que "te amo"...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0NnjbTPzqKX4OtyJH43dSpYn2BkLlPySLz0ebkZ_vZwSF1YO21x2JoBU7xhoI6bzpDqdIMBDzT1bxfO35Y_bRqNt9Xkj_-CT8_Dt2KNrAAJGAirzVbT6T7uACHkXAgb3htdC1d7yKdlw/s1600/Pedro+calder%25C3%25B3n+de+la+barca.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0NnjbTPzqKX4OtyJH43dSpYn2BkLlPySLz0ebkZ_vZwSF1YO21x2JoBU7xhoI6bzpDqdIMBDzT1bxfO35Y_bRqNt9Xkj_-CT8_Dt2KNrAAJGAirzVbT6T7uACHkXAgb3htdC1d7yKdlw/s1600/Pedro+calder%25C3%25B3n+de+la+barca.jpg" /></a></div><m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La Verdad ha sido uno de los grandes temas de la historia y la filosofía. Hoy día, un legendario mito urbano. ¿Quién la tiene? ¿Quién la dice? ¿Quién la ostenta y la pregona?</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Una interpretación elemental de la verdad o de lo verdadero sería, por ejemplo, todo aquello que se puede ver, sentir o tocar. Una mujer o un cadáver, son un objeto cierto, veraz, innegable. Basta levantar la mano para tocarlos con los dedos. Sin embargo, ni el cadáver ni la mujer, aunque tocables y verificables, son la misma “cosa” para todos. Algunos llorarán y tocaran el cadáver con dolor, otros se regocijarán ante esa muerte y patearan el cuerpo del caído con el incierto placer de la venganza o de la victoria. </span><br />
<span lang="ES-TRAD">O a la mujer, muchos pueden tocarla, algunos con placer, otros con lujuria, unos pocos con amor. Para ninguno de ellos, la mujer será la misma mujer.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">LA VIDA ES SUEÑO (1635), de Pedro Calderón de la Barca o THE MARTIX, película escrita y dirigida por Andy y Lana Wachowsky en 1999, han sido obras que, en épocas y momentos absolutamente distantes y distintos, cuestionan inquietantemente nuestra relación con lo real. ¿La pastilla azul o la roja?</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero a pesar de las muchas reflexiones y aforismos sobre la verdad, tanto hombres como mujeres sentimos una profunda vocación por la mentira, el engaño y la traición. Pero lo peor es que las más de las veces, en esas mentiras y engaños no hay segundos ni terceros, sino nosotros mismos solitos: el autoengaño.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Más importante que ser felices es sentirnos (o creernos) felices.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Ante temas tan escamosos y escurridizos como el amor, surge la imperiosa necesidad de mentir y mentirnos a nosotros mismos. ¿Qué significa el amor para uno y qué significa para el otro? Quizás para uno de ellos todo el amor esté cifrado en sexualidad plena y exuberante. Pero quizás para el otro, el amor no sea otra cosa que un sentimiento de holgura y tranquilidad económica. En ninguno de los dos casos, el amor no tiene nada que ver. Sin embargo, ambos declaran amarse mutuamente. Y mientras ambos crean no sólo lo que escuchen, sino lo que dicen, serán felices y comerán perdices.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmmVjeI9E5IJ2kYtxXqtkEVYgjUT5nu4eiQyvOQshaXO-hfsfE_gFFBCY23B2lzkfD8sH5LJ2tfi344w56dHFoFuomwOC8I47PB6OPYVNTEvPz_6loGw2KfZ4z0Aw6KnfC-HBka_cqbIs/s1600/matrix.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="150" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmmVjeI9E5IJ2kYtxXqtkEVYgjUT5nu4eiQyvOQshaXO-hfsfE_gFFBCY23B2lzkfD8sH5LJ2tfi344w56dHFoFuomwOC8I47PB6OPYVNTEvPz_6loGw2KfZ4z0Aw6KnfC-HBka_cqbIs/s200/matrix.jpg" width="200" /></a><span lang="ES-TRAD">Uno de los cuentos más demoledores que he leído, indudablemente por su contenido, pero básicamente por su título, es uno de Raymond Carver: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR? (1981).</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Decir o escuchar “Te amo” es una frase tan importante, excitante y ceremoniosa, que es como llegar a la cima de una montaña de mañoso acceso. Sin embargo, no es más que una frase. La decimos entre besos, en la cama, entre orgasmos y caricias. Y es que allí es tan fácil y casi tan obligatoria pronunciarla. Pero esa entusiasta confesión, “te amo”, en realidad cualquiera la puede esgrimir. Es como tomar la chequera y firmar un cheque por diez millones de dólares. Cualquiera puede hacerlo. Inténtalo: busca tú chequera, escribe la cifra, firma el cheque. El único problema es que el dichoso cheque tenga fondos.</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTxg69RA_BsL4zXlZLzED2CgmyPpB2UL-x6Dk4hxQ5dZrxN9V3j7e0sE_xkmVuZaWh5NP0iVjpJ-IHxt9atRnb4wM_pp_ZiIovHHHH3qOEeo482FhQTk-w6qV3OTpTKk2UR8YoeiRqxCo/s1600/de+qu%25C3%25A9+hablamos+cuando+hablamos+de+amor.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTxg69RA_BsL4zXlZLzED2CgmyPpB2UL-x6Dk4hxQ5dZrxN9V3j7e0sE_xkmVuZaWh5NP0iVjpJ-IHxt9atRnb4wM_pp_ZiIovHHHH3qOEeo482FhQTk-w6qV3OTpTKk2UR8YoeiRqxCo/s320/de+qu%25C3%25A9+hablamos+cuando+hablamos+de+amor.jpg" width="211" /></a><span lang="ES-TRAD">Hay seres nobles y seres mezquinos, almas grandes y almas chiquitas. Y cuando uno de ellos dice “te amo”, no necesariamente tiene el mismo significado para el que la escucha.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Por ejemplo: la realidad económica de un taxista no es la misma para, digamos, un banquero. Así, cuando el taxista dice que tuvo un excelente mes porque obtuvo veinte mil bolívares de ganancia por su trabajo, quizás esa cifra para el banquero no sea otra cosa que la factura de un almuerzo rutinario de negocio.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">O para expresar el mismo paradigma, pero al revés: cuando un hombre “pobre” le ofrece a una mujer su casa, por decir algo, es probable que le esté ofreciendo y compartiendo el único bien que tenga. Por su parte, si el banquero ofrece una casa a la mujer amada, quizás le esté dando un apartamento del último edificio que acaba de adquirir.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Acabo de cumplir cincuenta y cinco años, y acepto, a patadas y a regañadientes, que estoy caminando a paso firme y acelerado hacia mi vejez y ancianidad. Si hay algo que no tengo, es tiempo.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">He tenido una vida plena y he tenido la suerte de amar y de sentirme amado. Sin embargo, creo que nunca hablábamos el mismo idioma cuando yo pronunciaba o escuchaba el difícil y escamoso verbo “amar”.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Hace poco, una mujer muy amada, me confesó que yo era el gran amor de su vida. Sin embargo, después de muchos años de relación, sentí que no había en ella ni la voluntad ni la determinación para concretar y cristalizar ese “amor” en algo real.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Al final, para mí, no era más que una frase hueca. Quizás para ella fuera una verdadera frase de amor.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">¿Quién lo sabe? ¿Acaso alguien sabe realmente de lo que habla cuando habla de amor?</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">LA VIDA ES SUEÑO.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El amor, también, es otro sueño.</span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-74348056757513875322011-01-08T21:03:00.001-08:002011-01-08T21:56:43.198-08:00Anotaciones al margen II<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN0sejS-IBbbgZA_EOTZBV74Vw1bfgjit4GZLQy6DxfrIF7-RnPfPT5nw37HfqZGor8re265P-Nn_SwAoJ9ZloJtj9B0ds3nPGASbqseTO9YpJFBJ-OINpVQ3jZ43EqH1lBT-ggE64H_U/s1600/Anotaciones+2+003.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN0sejS-IBbbgZA_EOTZBV74Vw1bfgjit4GZLQy6DxfrIF7-RnPfPT5nw37HfqZGor8re265P-Nn_SwAoJ9ZloJtj9B0ds3nPGASbqseTO9YpJFBJ-OINpVQ3jZ43EqH1lBT-ggE64H_U/s200/Anotaciones+2+003.jpg" width="181" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Tal vez no lo sepan (en realidad no tienen por qué saberlo), pero he dedicado gran parte de mi vida al desarrollo de dos oficios en principio totalmente distintos: la literatura y el cine. Sin embargo, tan extraños no son. A pesar de que sus herramientas y recursos expresivos son totalmente distintas (hay cosas que la literatura jamás podrá expresar como lo hace el cine, y cosas que el cine jamás podrá expresarlas como lo hace la literatura), ambas disciplinas poseen una característica común: ambas narran y cuentan historia. El idioma y el lenguaje son distintos, pero el tema y quizás sus objetivos finales, sean los mismos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3GelFQ___CUImWr0pRKr4Sh99CWAFl-XgKZF3frS-k2OO6dFTZ3Uy_pHgns9eAfs0mAEhMEUULVnf7uB739T1Zgek4F7stVTMHQuqdYzeyAC8Ob4PcTj4QQqux48Tsdc7TM-HG2ATUFg/s1600/Anotaciones+2+004.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="143" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3GelFQ___CUImWr0pRKr4Sh99CWAFl-XgKZF3frS-k2OO6dFTZ3Uy_pHgns9eAfs0mAEhMEUULVnf7uB739T1Zgek4F7stVTMHQuqdYzeyAC8Ob4PcTj4QQqux48Tsdc7TM-HG2ATUFg/s200/Anotaciones+2+004.jpg" width="200" /></a></div><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Al cine me siento ligado más como espectador que como trabajador cinematográfico. Nunca me intereso dirigir ficción: demasiado dinero en juego, demasiadas personas alrededor, demasiadas variantes, imprecisiones e improvisaciones para lograr acercarse al objetico original de la obra. En cambio, en la literatura un atardecer es tan brillante u oscuro como seamos capaces de describirlo. Una mujer llora con la tristeza exacta que necesitamos. Una actriz, en su lugar, ¿quién sabe?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Con morboso placer, les he dejado a otros la ardua tarea de dirigir historias de ficción. Yo me dediqué durante varios años al terreno más árido y menos creativo del proceso cinematográfico: a la producción. Y eso me gustó mucho. Me dio la oportunidad de ser testigo y participe de la magia de la creación cinematográfica sin estar atado a ella. Luego, en estos últimos años, me ha dado por dirigir documentales y reportajes, lo cual me encanta y me divierte mucho y me lo tomo muy en serio. Pero con la ficción, bien gracias: mientras más lejos, mejor. Digo, como director. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKwDVssfDy-TTGF9Fj151OAhRmVMLGuq14evNYFNNTPdPB_N-5gdk4AmsjUuASMP5Zs4PVOR-4TuttJtXS702ViWgrsql1LlPAgU_cKiYHa6ZUJXfdqKQGfUe1MhScY2FsFxYiUorFRxA/s1600/Anotaciones+2+001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKwDVssfDy-TTGF9Fj151OAhRmVMLGuq14evNYFNNTPdPB_N-5gdk4AmsjUuASMP5Zs4PVOR-4TuttJtXS702ViWgrsql1LlPAgU_cKiYHa6ZUJXfdqKQGfUe1MhScY2FsFxYiUorFRxA/s200/Anotaciones+2+001.jpg" width="200" /></a></div><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Sin embargo, a pesar de esta doble y deliciosa vida entre la literatura y el cine, jamás he escrito un guión. Me gustaría hacerlo, y de hecho me acaba de llegar una oferta en ese sentido, pero lo haré entre dos, a cuatro manos. De esa forma, creo, podré disfrutarlo como un ejercicio de expresión literaria (los diálogos) y narrativa (la estructura, la manera y el camino para contar una historia). A pesar de mi entusiasmo, no puedo verlo de otra forma más que como un ejercicio. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El guión está visto, tanto en Venezuela como en los grandes centros de desarrollo cinematográfico, como un papel de trabajo sobre el cual todo el mundo se siente en el derecho de opinar, cuestionar y cagarse en él. Comenzando por el director, aunque él mismo haya sido el guionista.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Hay guionistas muy famosos, reconocidos, respetados y muy bien pagados. Sin embargo, nunca se les ha dado el verdadero rango que deberían tener: autores. Un guionista jamás ha sido tratado como, por ejemplo, un dramaturgo. El dramaturgo escribe su obra y eventualmente él mismo u otro dirige la pieza teatral. Nosotros vamos al teatro a ver una obra de Shakespeare o Cabrujas, pero jamás hemos decidido ver una película por su guionista. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">El guionista continúa siendo un héroe anónimo, una especie de “escritor negro”, siempre al servicio de otra voz.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pero no era de eso lo que quería hablar cuando comencé a escribir este post.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Una vida compartida entre dos oficios, ambos exigentes y apasionantes, necesariamente deja sus secuelas. Cuando leo un relato, en especial los de Paul Auster, Jerome David Salinger (y que me perdone por profanarlo de esta forma) o Raymond Carver, no puedo evitar imaginarme una película. O cuando veo una extraordinaria película, no puedo evitar imaginarme una contundente novela.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Para cerrar este comentario (ya una de mis hijas me ha recomendado que no escriba post tan largos) me voy a permitir reportar que en este último mes de diciembre logré culminar tres relatos con los cuales tenía, por lo menos en uno de ellos, casi año y medio lidiando.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pero en definitiva, lo que quería comentar es que cuando escribo, creo que me vuelvo definitivamente visual. Deformaciones del oficio del peliculero que soy. Necesito “ver” cosas y que mis eventuales lectores las “vean”. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXnAya-tA1QtsLBIm6Qw_sxUE7D-lOUo3I2Ecuormo8bJe7T8N1uhlMJOj_PB-iYqQe2HD_ExGZsXayGS0l9ZHg6uKAzUvU3Bfss17WgYruRpFlwuyHzvVLhjzzt__WEHlMreTw8W_R0w/s1600/Anotaciones+2+005.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXnAya-tA1QtsLBIm6Qw_sxUE7D-lOUo3I2Ecuormo8bJe7T8N1uhlMJOj_PB-iYqQe2HD_ExGZsXayGS0l9ZHg6uKAzUvU3Bfss17WgYruRpFlwuyHzvVLhjzzt__WEHlMreTw8W_R0w/s320/Anotaciones+2+005.jpg" width="266" /></a></div><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Soy de la “escuela” de escritores que escriben desde el dolor, desde la pérdida, desde las cosas que no han ocurrido y que nos duele que no ocurran. Cosas que jamás van a ocurrir, a menos que las escriba. Allí se desatan besos, abrazos, frases que no supe decir a tiempo, declararar sentimientos que nunca tuve la habilidad de describir. Sin embargo, a pesar de tanto pesar y dolor, escribir es un acto delicioso. Es cómo aprender, cada vez que escribes una palabra, que toda la vida se reduce a eso: a palabras. Las dichas y no dichas. Las que quisimos escuchar y nunca fueron pronunciadas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Hace un par de semanas estaba escribiendo un relato relativamente nuevo. A cada rato me devolvía para cambiar el nombre de los personajes. Darle un nombre a un personaje es un trabajo difícil, arduo y casi odioso. Me molestan esos relatos venezolanos en donde el personaje protagónico de un relato o de una película se llama Teodoro o Encarnación. ¿Por qué? Caramba, porque nadie se llama así. Pero tampoco puedes bautizar a una heroína con el nombre de Yuletzi. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Cuando buscamos el nombre de un personaje, estamos definiendo parte de su historia, de su origen. Casi su destino. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Nací un 2 de febrero, día de la virgen Candelaria. Y por la mente de mi mamá se pasó durante algunas horas la tenebrosa idea de llamarme Candelario. Creo que mi vida hubiera sido otra totalmente distinta si esa idea hubiera fraguado. Algo similar ocurre, creo yo, con los personajes de nuestras historias.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Luego viene la edad: ¿son jóvenes o maduros? ¿Van de ida o vienen de vuelta? ¿Se la saben todas o no saben donde andan parados?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">De esa decisión (la de la edad) se desprenden todos los diálogos. No es lo mismo decir “chévere” que “más fino”. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Cuando dialogo, mucho más que cuando describo, me gusta pensar en cine. Porque del cine me gusta su veracidad. Todo lo que ocurre dentro de esa gigantesca pantalla, debe ser creíble. Es entonces cuando me permito que mis personajes se describan a sí mismo con su propia palabra.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Vuelvo a mi relato de hace un par de semanas: Logré encontrarle un buen nombre y un oficio que le cuadraba a perfección. Era (o será, cuando alguien pueda leer el relato) una chica enamorada de su propia belleza. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pero en un momento tuve que detener el relato: había entrado a la habitación de la chica. Y a pesar de que la conocía bastante bien, no tenía ni idea cómo era su cuarto de mujer casada. Sabía que tenía una cama de grandes dimensiones, pesadas cortinas, aire acondicionado. Una peinadora con un gran espejo. Pero no tenía idea de qué cosas podían estar en su mesita de noche: ¿libros? ¿un peluche? ¿una laptop? ¿un portarretratos?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Entonces me di cuenta que estaba haciendo lo que hace un director de arte en una película.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis5NPVMhZoLDXqPDuW0-1OIVJUTdmGfxPVWtSqr5VBjo7dSKyurMrAH8nat5IfoP4djeE50gLdl6ZBjQLIyBL6kwUtEBYP5fxFPNKnp3aKG1SlTg4MMYUYKHn3BrnBFg601oswes011xI/s1600/Anotaciones+2+002.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="181" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis5NPVMhZoLDXqPDuW0-1OIVJUTdmGfxPVWtSqr5VBjo7dSKyurMrAH8nat5IfoP4djeE50gLdl6ZBjQLIyBL6kwUtEBYP5fxFPNKnp3aKG1SlTg4MMYUYKHn3BrnBFg601oswes011xI/s200/Anotaciones+2+002.jpg" width="200" /></a></div><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Un poco más tarde, comencé a buscar el final de la historia. No podía dejar de verla en un gran plano general. Un plano que lo abarcara todo y, por eso mismo, no podía prendarse de nada. Un plano triste y lejano, casi indiferente a la tragedia de amor y dolor de los personajes que intentaba retratar. En ese momento, estaba pensando como un camarógrafo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Cerrar, concluir una historia es asunto tremendamente difícil. Los que más me gustan son los que se parecen a cuando alguien nos tira la puerta en la cara. Técnicamente los llaman “finales abiertos”. Yo diría que son finales falsos, ambiguos, imprecisos. Le dejo al lector la opción de culminar una historia que yo no supe ni quise concluir: ¿la chica dejó al chico? ¿le disparó? ¿lo mató? ¿se besaron? ¿la fiesta estuvo buena? </span></div><div style="border-color: -moz-use-text-color -moz-use-text-color windowtext; border-style: none none double; border-width: medium medium 2.25pt; padding: 0cm 0cm 1pt; text-align: justify;"><div class="MsoNormal" style="border: medium none; padding: 0cm;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Who knows?</span><br />
<br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">OM </span><br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;"><br />
</span><br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;"><b>=========================== </b></span></div><div class="MsoNormal" style="border: medium none; padding: 0cm;"><br />
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">En mi próximo post, a manera de recordatorio para mí mismo, me gustaría hablar y comentar sobre el retorno masivo a la palabra escrita en medio de una cultura eminentemente audiovisual. Hace años eran los salones de chat, luego el Messenger, ahora: Twitter. En las páginas de redes sociales tiene lugar una hermosa literatura totalmente efímera. Una literatura hermosa, vital, sangrienta y definitivamente perecedera: como un cubo de hielo que se derrite y se vuelve agua…</span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-77141395194020294882010-12-03T15:12:00.000-08:002010-12-04T06:58:22.040-08:00Anotaciones al margen I<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Pudiera resultar presuntuoso de parte de un escritor, cuando está y se reconoce muy lejos de le celebridad literaria, ponerse a escribir sobre el oficio de la escritura. Con toda humildad, afirmo que no es esa mi intención. El oficio de escribir, para todos los que escribimos, seamos o no famosos, publicados o inéditos, interesantes o aburridos, talentosos o torpes, es siempre una actividad que conlleva muchísimas reflexiones.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY1eySY_uhinnHlvrN1Vr48jkvzI8HsGa1tOtUAkLszv0nMb2NX27jOBulsfr66j35UXbxLH7my-h5-kHqYJ-pYyXqPpxYOnYjrdo0uWz8yfGU3S-CcJ5C981YbeqjZdVbKalqnT_hCwM/s1600/Escritura+101203+002.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY1eySY_uhinnHlvrN1Vr48jkvzI8HsGa1tOtUAkLszv0nMb2NX27jOBulsfr66j35UXbxLH7my-h5-kHqYJ-pYyXqPpxYOnYjrdo0uWz8yfGU3S-CcJ5C981YbeqjZdVbKalqnT_hCwM/s320/Escritura+101203+002.jpg" width="239" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Reconozco de entrada que no me asiste el derecho de sentar cátedra alguna. Lo que a partir de ahora me place escribir es un torpe acercamiento a los entretelones de la manía que tenemos muchos de escribir “cosas”.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Cuando abrí este blog hace algunos años, alentado por un buen amigo, decidí que solamente publicaría en él algunos de mis relatos ya publicados. Y así lo he hecho hasta hoy. Pero ahora me gustaría darle cabida a otro tipo de publicaciones, una suerte de sencillas y probablemente inútiles reflexiones sobre el acto de escribir. Además de otras cosas, por supuesto. Es decir, que de hoy en adelante, este blog comenzará a funcionar más como un verdadero blog. Aunque ya hayan pasado de moda.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">No he armado, como debería, una estructura para desarrollar esas reflexiones. Las iré publicando en la medida como vayan viniendo. Tampoco he previsto una frecuencia de publicación. De igual forma, la serie podría morir con apenas esta aparición. </span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Voy a empezar por lo que más me interesa y me preocupa en este momento, y probablemente continúe haciéndolo de esa forma: con asuntos que me interesan.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Hace años, muchos años, que no logro escribir nada. Escribo cosas, pero nada funciona. Contrario quizás a los verdaderos escritores, yo no he logrado manejar ni dominar técnica alguna. En estos día leí en alguna parte algunas declaraciones del más reciente Premio Nobel en Literatura, Vargas Llosa, que decía que él escribía todos los días, se encontrara donde se encontrara. Imagino que hace años ha botado su vieja maquinita de escribir y la ha suplantado por alguna sofisticada laptop. </span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Yo no funciono bajo ese esquema disciplinario. Me puedo pasar años enteros sin escribir una puta palabra. Y no me molesta. Al contrario, me gusta que sea así. Sin embargo, a cada rato, a cada minuto, ando viendo, observando, disfrutando o sufriendo la vida y tratando de traducirlas a frases que quizás en algún momento pasen a formar parte de algún relato. Es un viejo vicio que manejo desde la adolescencia. Es decir, cuando veo el mundo y veo mi vida, no puedo evitar traducirla en frases, en escenas, en acontecimientos narrativos.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Volviendo a nuestro más reciente premio Nobel de Literatura, confieso mi antipatía. No por Vargas Llosa, que muy probablemente se lo merezca palabra por palabra, pulsito a pulsito. Pero pienso en escritores como Cortázar, el legendario Borges, o el extraordinario Álvaro Mutis, y no puedo dejar de pensar que el Nobel es un galardón a la injusticia. No por Vargas Llosa, que en breve estará presente en Estocolmo recitando su discurso, sino por los que nunca estuvieron ni estarán allí. Cada día el Nobel se parece más a un Oscar de la Academia de la Industria de las Artes y Técnicas Cinematográficas.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSxsLtf7bMhj6IWEKisrT5lpYwAW1MVtFZ7XrRYUfd6crmxwC_9V5Qh2qASoFgeHyXtQ3fgrkQ8yiMU2DvEBw6dXMHG2sK-TAz-4WXF049zldj7pbPjhHn9iI9Iqq37qkan1oFhTrQdsA/s1600/Escritura+101203+005.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSxsLtf7bMhj6IWEKisrT5lpYwAW1MVtFZ7XrRYUfd6crmxwC_9V5Qh2qASoFgeHyXtQ3fgrkQ8yiMU2DvEBw6dXMHG2sK-TAz-4WXF049zldj7pbPjhHn9iI9Iqq37qkan1oFhTrQdsA/s200/Escritura+101203+005.jpg" width="197" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Creo que todo lo que se escribe como literatura, siempre termina siendo literatura. A veces es mala literatura, otras, las menos, buena literatura. Pero en todas hay una intensión literaria. Es como un raptus. O un arrebato. ¿Una inspiración? Es una forma de acercarse a la vida, de tratar de comprenderla, intentar compartir con otro lo que alguna vez vimos.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Leo poco. Pero cuando escribo, necesito leer mucho. Es como si necesitara verificar el maravilloso efecto que cada palabra y cada trama es capaz de producir en el lector. Es como si me urgiera verificar la magia a la que intento abordar a partir de palabras. Simples palabras. Sin embargo, cuando me planto de lleno en la escritura, rara vez pienso en la literatura. Escribo como si quisiera escribir canciones. A veces boleros, otras alguna milonga. En ocasiones una estrepitosa y dura pieza de rock.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Mientras escribo olvido la literatura y me dejo llevar por las canciones que escucho mientras lo hago. A veces son muchas. Otras, es una sola. La escucho una y otra vez. La dejo descansar un rato para luego volver a ella. Intento plagiarla. Alguna tonada o acorde me certifica el uso de una palabra o, incluso, el de una frase entera.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Como no soy un verdadero escritor, no domino ninguna técnica narrativa. Consecuencia de ellos, ni yo mismo sé de dónde han salido ni cómo he logrado desarrollar los relatos que he escrito. Sé que a veces todo nace de una sola frase que quiero enunciar, o de un gesto que quiero describir. A veces sé el final de un cuento. Y para poder mostrar ese final, necesito armarme de una historia. Allí la cosa es más o menos sencilla. Pero lo realmente difícil es cuando sólo logro visualizar el comienzo. O peor aún: cuando sólo visualizar una acción que no es ni el inicio ni el final de un relato.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">Aunque parezca un mito o una frase manida, realmente los personajes logran cobrar vida propia. Y cuando se ponen a hablar, ni yo mismo sé lo que van a decir. Ellos tienen sus propias ideas y hablan por sí mismos. Yo no hago otra cosa que transcribir en la computadora lo que ellos van diciendo.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">La estructura es otra cosa. </span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">La estructura es como una escritura sobre la escritura. Las acciones se van generando y se van colocando una al lado, delante, encima de las otras. Por lo general utilizo una narrativa lineal y muy limpia. Pero cuando la historia comienza a complicarse, la linealidad ya no me funciona. Es entonces cuando comienzo a echar mano de otros recursos. Una vez que la historia está armada, los personajes han dicho que tienen que decir y la acción del relato la tengo totalmente definida, es cuando puedo comenzar a reestructurar, es decir, a jugar con la historia. Este juego, por lo general, implica una nueva escritura en la que desaparecen episodios, párrafos, frases y palabras. A veces, aparecen otras en su lugar. Otras no.</span></div><div class="MsoNormal" style="color: #cfe2f3;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4t4woyASKpVbgnCjYDGnSry6xxP98HKEbf0PYyq3sI03ITfnHGT8wy0Zk9nxbReyusKiHXdZai4tVBz-S68LeD5tv_qo_75FPQgfqi5r3GCeSJio9iREvp-1Sc2Epc0U06_ocTvnpRI/s1600/IMAGEN+004.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="307" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4t4woyASKpVbgnCjYDGnSry6xxP98HKEbf0PYyq3sI03ITfnHGT8wy0Zk9nxbReyusKiHXdZai4tVBz-S68LeD5tv_qo_75FPQgfqi5r3GCeSJio9iREvp-1Sc2Epc0U06_ocTvnpRI/s320/IMAGEN+004.jpg" width="320" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial Narrow","sans-serif"; font-size: large;">La revisión para mí es muy importante, y mi técnica es muy sencilla: comienzo a quitar todo lo que puedo quitar. Y si aún así la historia continúa funcionando, lo que suprimí simplemente estaba demás. Siempre me cuido de no eliminarlo todo, para no volver a quedarme nuevamente con la hoja en blanco. Es decir: con la pantalla del monitor en blanco.</span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-28941252053560856112010-09-23T06:41:00.000-07:002010-09-23T22:40:21.200-07:00La infructuosa búsqueda de Beatriz hasta cierto punto de la carretera negra que va desde Anaco hasta El Tigre.<m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKczkheommAuQwve_9FLqiy8lKDPu4BD2k9LPakZ3A5bRa_iQ2grLLFsuJKRKPnQtVDTX1pf2UYLYkDOT3lDrqYc1JVh9cr13G6T1Rr7sdTqI-MrRZcq0LkL01zRcMP-TG0IZFQgEksDY/s1600/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKczkheommAuQwve_9FLqiy8lKDPu4BD2k9LPakZ3A5bRa_iQ2grLLFsuJKRKPnQtVDTX1pf2UYLYkDOT3lDrqYc1JVh9cr13G6T1Rr7sdTqI-MrRZcq0LkL01zRcMP-TG0IZFQgEksDY/s200/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" width="135" /></a></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;">Un hombre ama con desesperación a una mujer. Diego Felipe es su nombre. El de ella, Beatriz.</span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El le pide matrimonio. Ella acepta. Luego de más de un año de compromiso, dos días antes de la celebración de la boda civil, él la llama por teléfono y le dice, sin rodeos:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Necesito que tengas presente que, pase lo que pase, te amo más de lo que te puedas imaginar, pero no me puedo casar contigo. Adiós.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y cuelga.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Casi asfixiada por la sorpresa y la indignación, ella lo llama de vuelta a la oficina, a su casa, al celular, pero no logra rehacer el contacto. En la noche, Beatriz se presenta al apartamento de Diego Felipe. Tiene las llaves y entra. No hay nadie. Decide esperarlo hasta cualquier hora. Como un cazador solitario y paciente, se sienta en el sofá hasta caer vencida por el sueño. Cuando despierta son casi las cinco de la mañana. A las seis abandona el apartamento sin que el canalla haya dado señales de vida.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">A las nueve va a buscarlo a la oficina. Nadie sabe de él desde el mediodía del día anterior. Como último recurso, lo busca en casa de la madre de Diego Felipe. Tampoco allí saben darle noticias de él. Beatriz no comenta nada sobre la última llamada de Diego.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Después de vagar durante horas en su carro por la ciudad, regresa a su casa casi a las cuatro de la tarde. Levanta el teléfono y llama a sus padres. Les dice que no habrá boda. No puede responder a ninguna de sus preguntas:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Luego hablamos, cuando esté más tranquila, por favor.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Cuelga el teléfono y llora como una niña a quien le han pegado sin conocer las razónes.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Que no se casaría con Diego Felipe es un hecho, ni siquiera que el muy miserable se aparezca rogando perdón, explicando lo inexplicable, tratando de reconstruir con tractores y camiones de concreto el compromiso brutalmente roto. Recuperada del llanto, llama a Maricarmen, su amiga de toda la vida.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Maricarmen viene a acompañarla. Juntas maldicen a Diego Felipe. Luego se dedican a cosas más prácticas: llamar a los invitados, a sus invitados, y anunciarles que la boda ha sido pospuesta hasta nuevo aviso.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Plantada, el tipo me dejó plantada!- repite Beatriz cada cierto tiempo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Pasada la rabia asesina del primer mes, la curiosidad y la confusión comienzan a tomar cuerpo en la mente de Beatriz: ¿qué había hecho ella para ser abandonada así, sin la más mínima explicación?, ¿qué le había pasado a Diego para actuar de una forma tan cobarde?, ¿había otra mujer?, ¿había descubierto que no la amaba? Pero eso no fue lo que dijo en su última llamada. Él dijo, y eso lo recuerda ella muy bien: "te amo, pero no me puedo casar contigo".</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Durante todo ese primer mes, Beatriz esperó a que Diego Felipe la llamara por teléfono, o apareciera cualquier noche en su casa o que la esperara a la salida de su oficina. Algo tendría que decir. Durante ese primer mes le pareció verlo en todos lados: en el puesto de periódicos, a la salida del estacionamiento, a la entrada del ascensor que tomaba para llegar a su oficina. Siempre había un hombre más o menos de su estatura, con una contextura parecida a la de él, con el cabello de su mismo color, o con algún traje o camisa parecida a las que él usaba. Pero ni una sola vez se hicieron realidad estos espejismos productos de su resentimiento y de su secreto deseo de volver a verlo, aunque fuera para matarlo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Han pasado treinta y siete días desde la última llamada de Diego Felipe. Beatriz intenta contactarlo nuevamente: lo llama a su apartamento en la noche, tarde, muy tarde, pero, nadie responde el teléfono. Al día siguiente lo llama a la oficina, identificándose con el falso nombre de Irene Acosta. Tampoco está allí.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿A qué hora regresa?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Mire, señora, le voy a decir la verdad -le responde la recepcionista-, hace más de un mes que no sabemos nada de él.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Entonces tiene un presentimiento horrible: que está muerto, que lo ha atropellado un carro, que lo han asesinado en un asalto callejero o que se ha suicidado en un hotelucho de mala muerte. Esto último Beatriz lo consideraba absolutamente factible, ya que está convencida de la locura de Diego Felipe.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Apenas sale de la oficina se va directo al apartamento de Diego: todo sigue igual como ella lo había visto la última noche que durmió allí, sentada en el sofá. Antes de irse, interroga al conserje: hace más de un mes que no lo ha visto.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De allí sale directamente a la casa de la madre de Diego Felipe, sin llamar por teléfono para no alertar a nadie con su visita. Doña Esther, la madre de Diego, es quien le abre la puerta:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Beatricita, mi vida! No te he llamado porque estamos muertos de la pena contigo. No entiendo cómo Diego Felipe hizo algo semejante contigo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Necesito hablar contigo, así que déjame pasar. Necesito una explicación y la voy a obtener.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Claro, hija, lo que quieras. Pasa, anda, pasa.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Ignorando la invitación a sentarse, pregunta:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Dónde está?, ¿dónde se esconde?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No lo sé, hijita. Nadie lo sabe.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Te voy a agradecer que no me llames "hija", y discúlpame la brusquedad.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Sí, claro, lo entiendo. Debes estar muy afectada</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No, Esther. Nadie sabe cómo me siento. Eso te lo puedo asegurar.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso es verdad, Beatricita.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Hace un mes que nadie sabe de él. ¿Alguien ha averiguado si sigue vivo o si está muerto?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Ay, Dios mío! Hemos revisado cuanto hospital existe, hemos hablado con toda la policía de Caracas, hemos contratado un detective privado y consultamos a una espiritista tratando de dar con su ubicación, pero todo ha sido inútil. Es como si la tierra se lo hubiera tragado. La policía nunca se tomó la cosa muy en serio: ellos piensan que, dada las circunstancias de la boda, Diego Felipe debe andar por allí disfrutando de la vida al lado de alguna jovencita.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Yo soy una jovencita!</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Sí, claro, mi vida. Pero sabes lo brutos que son los policías. Y además, no te conocen, ni sospechan lo linda que eres.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso quiere decir que tampoco ustedes saben si está vivo o si lo mataron por ahí.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Está vivo. No te avisamos porque supusimos que la cosa te daba igual. No por ocultarte nada, que tú bien sabes que en esta casa no se te oculta nada. Pero sí, está vivo. Hace unas dos semanas llamó a su hijita Nahir. San Judas Tadeo y el Sagrado Corazón de Jesús escucharon mis plegarias.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Y dónde está?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Sabemos que vive, pero no dónde vive. Creo que ni siquiera a Nahir se lo dijo. Por cierto, preguntó por ti, muy interesado. Así que sea con quien sea que esté, el interés por ti sigue vivo. Quién quita que las cosas se arreglen entre ustedes.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ya no me interesa que se arregle nada, Esther. Sólo vine aquí para saber si tu hijo aún vivía. Y ya lo averigüé. Te agradezco que me hayas recibido.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Cuando sale de la casa está más furiosa que un mes atrás, cuando Diego la llamó para decirle, sin ningún tipo de explicación, que no se casaría con ella.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Corrieron muchos meses antes de que la rabia le dejara algún lugar para los buenos recuerdos de su relación con Diego Felipe: la noche que hicieron el amor por primera vez, cómo permitió que besara sus senos en medio de un estacionamiento solitario la primera noche que salieron juntos, cómo se había vuelto adicta a sus besos, a su lengua, a sus labios que despertaron en ella placeres adormecidos desde siempre en su cuerpo de mujer. Nunca dudó de su amor, nunca desconfió de él, y eso era quizás lo que más rabia le daba. Desde el comienzo había asumido que en esa relación ella era la perseguida y él, el perseguidor. Ella ponía las condiciones y él se plegaba a ellas. Y si alguien dejaba a alguien algún día, estaba segura de que sería ella.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En todos los meses que han transcurrido, nunca pensó que se hubiera escapado con otra mujer. Primero, porque eso sería demasiado vulgar para venir de Diego Felipe. Segundo, porque era virtualmente imposible que tuviera el tiempo y las energías necesarias para andar por allí con otra. Beatriz se sabía el centro de la vida de Diego Felipe. Hasta Nahir, su única hija, había quedado un poco al margen desde que ambos habían comenzado a salir juntos. Sin embargo, quedaba la posibilidad de que hubiera conocido a una mujer que lo hubiera deslumbrado como a un adolescente, estremecido hasta los huesos, removido hasta el más profundo de sus sueños, enloqueciendo desde entonces por ella, por esa otra mujer. Siempre le asustó un poco la desmesura del amor de Diego. Sospechaba que tanta desmedida, tanta intensidad podía volverse algún día contra ella. Entonces, ¿qué le quedaría? Sabía muy bien que Diego no permanecería a su lado por compromiso. De hecho, suspendió la boda a dos días de realizarla, simplemente porque le había dado la real gana. Pensó que había cometido el error de considerar que la pasión de Diego, además de ser decidida y absoluta, también sería eterna.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Así andan las cosas en su cabeza (casi nueve meses después de la canallesca llamada) cuando Maricarmen le cuenta que ha visto a Diego Armando, el hermano menor de Diego Felipe, en un vagón del Metro:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Casi me da un infarto. Ya sabes cómo se parecen estos niños. Cuando lo vi, pensé que se trataba de Diego Felipe. Me acerqué a él para ver con quién andaba y resulta que era el hermano, muy amable, como siempre. Bueno, el Felipe también parecía muy amable y mira tú la perrada que te hizo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ajá, ¿y entonces?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- El otro sigue perdido. Nadie sabe de él, sólo que está vivo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Llama por teléfono?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso mismo pregunté yo. Pero no, no llama. Bueno, lo hizo una sola vez, hace meses, a Nahir. Pero sabes cómo es de despistada esa niña: no se acuerda de nada de lo que le dijo el papá, así que es como si no hubiera llamado. O a lo mejor esta niña sabe más de lo que dice. Me parece que está tan loca como el papá.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Mientras Maricarmen sigue hablando, Beatriz acepta el hecho de que necesita hablar con Diego Felipe. Necesita una explicación, la que sea: está en un momento en el que ya puede escuchar cualquier cosa. Es allí cuando comienza su búsqueda. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz tiene un importante cargo administrativo en una entidad financiera. Consigue, a través de amigos en otros bancos, copia de los estados de cuenta de las tarjetas de crédito de Diego Felipe. El resultado es desalentador: todas habían sido canceladas hacía más de cinco meses.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Buscando otras vías, invita a Diego Armando a almorzar. Su opinión es que el hermano ha enloquecido o ha terminado de enloquecer, ya que siempre había estado un poco tocado. Un desmedido, sentencia Diego Armando. No, no cree que se haya ido con otra mujer, pero eso nunca se sabe, Beatriz. ¿La señal de vida? Mensualmente deposita una cierta suma de dinero en la cuenta de ahorros de Verónica, la madre de Nahir. Así sabemos que está vivo. Sí, creo que te amó muchísimo, quizás mucho que más que a otras mujeres que compartieron con él mucho más tiempo que tú. Su vida cambió desde que te conoció, pero creo que se volvió loco. No lo tomes a mal, pero a veces pienso que enloqueció por ti.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz hace un gran esfuerzo para no llorar. Le parece ridículo llorar en público, más aun por un hombre por quien lo único que puede permitirse sentir es desprecio, pero aquella era la primera vez que alguien le recordaba el insospechado amor que ella había logrado despertar en Diego Felipe. Todo había terminado tan rápido, tan abrupta y brutalmente, que muchas veces llegó a dudar si todo ese amor no era más que producto de un sueño o de su imaginación.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Al día siguiente va a buscar a Nahir al liceo. No tarda en salir. Beatriz le pide que le permita acompañarla hasta su casa. Ante de despedirse, le dice:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Debo hablar con tu papá. Es muy importante para mí encontrarlo y conversar con él. Y necesito de tu ayuda para eso.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Yo no sé dónde está, Beatriz. Nadie lo sabe.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Sé que has hablado con él por teléfono. ¿Qué te ha dicho?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Muchas cosas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Cuántas veces te ha llamado?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Varias, por lo menos una vez a la semana.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Y no se lo has dicho a nadie?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- El no quiere que nadie lo sepa.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Por qué me lo dices a mí? ¿El te pidió que me lo dijeras?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Te lo digo porque creo que necesitas saber cosas, sólo por eso. Y porque sé que aun te ama.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso, ¿lo dices tú o lo dijo él?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Lo dijo él. Una vez me pidió que si llegaba a hablar contigo, te dijera que te ama más que a nadie en el mundo. Me pidió que lo dijera en presente, no en pasado: te ama más que a nadie en el mundo. Eso me dolió, ¿sabes?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Qué te dolió?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Que te ame a ti por encima de todo. Soy su hija.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Son amores distintos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- El nos abandonó a todos por ti.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Fue a mí a quien abandonó, frente a todo el mundo, frente a mis amigos, frente a mi familia, frente a mis padres, casi con el traje de novia puesto.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Él no te abandonó. Está huyendo de ti.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Después de un breve silencio en el que Beatriz tiene que aceptar que cada vez comprende menos, le pide a Nahir lo que ha ido a buscar:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Necesito un gran favor tuyo: una fotocopia de la libreta de ahorros de tu mamá.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Y eso, ¿para qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Creo que si logró detectar desde dónde te deposita el dinero cada mes, puedo dar con él.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Y cómo vas a hacer eso?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Tengo amigos. Tú sólo tráeme la libreta y yo me encargo del resto.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sonriente, Nahir le responde:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Mamá me va a matar si se entera.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Si tú no se lo dices... - y deja en suspenso el resto de la frase mientras se despide agitando su mano.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Caminando de regreso hasta su carro, vuelve a Beatriz un recuerdo que la ha perseguido durante estos nueve meses: la última vez que vio a Diego Felipe. Esa última noche habían dormido juntos, en el apartamento de él. No habían hecho el amor porque ella estaba algo cansada y no se sentía del todo bien. Aquel último día se despertaron no como dos amantes agotados por las exigencias de la pasión, sino como una pareja más en el mundo que se disponía a ir a sus oficinas. Él la dejó en su casa, para que ella pudiera cambiarse de ropa. Se bajo del carro y se despidió de él con un beso muy rápido en los labios. Fue la última vez que lo tocó. Fue la última vez que fue tocada por él. Ahora, tal como estaban las cosas, era posible para cualquier hombre sobre la tierra acariciar nuevamente sus labios, todos tenían esa posibilidad, menos Diego Felipe. Y ella podría tocar a cualquier hombre en el mundo, menos a ese a quien estaba buscando y no sabía dónde. Era como si él hubiera muerto, y como si algo dentro de ella hubiera muerto con esa muerte.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Al día siguiente Nahir llama a Beatriz a la oficina:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ya la tengo. Fue facilísimo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sin embargo el plan fracasa apenas Beatriz intenta descodificar la información: los depósitos estaban hechos mediante transferencias telefónicas. Las llamadas pudieron realizarse desde cualquier sitio del país, incluso desde el exterior.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Llama a Nahir y le comunica sus pobres resultados.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Dos meses más tarde, Nahir la llama a su casa:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Creo que tengo algo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Quedan en encontrarse al día siguiente.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Me envió una nota con una persona, un señor mayor que se veía que no trabajaba para el correo ni para nadie. Más bien parecía un campesino. El sobre, por supuesto, no tenía remitente. Dentro había una nota para mí y esta fotografía.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y la saca de la cartera, como un mago en medio de una función.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz la observa cuidadosamente: está más delgado y más bronceado, con el pelo más largo y despeinado por el viento. Se ve más joven. La expresión de su cara es extraña: no se ve feliz, pero parece estar conforme, satisfecho de estar allí, parado frente a un camión tomándose una fotografía para enviarla a su única hija.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Es extraño verlo de nuevo. Gracias por mostrármela.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Espera, espera. Con esta foto podemos encontrarlo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Si el sobre no tenía remitente, no veo cómo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿No ves nada?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Qué tengo que ver?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Bueno, yo me pasé horas mirándola ayer. Tú apenas la has mirado un minuto y me la devuelves. Toma. Fíjate bien.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Luego de unos minutos, se la devuelve:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No veo nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿No ves ese anuncio de Corpoven? Está cortado, pero es un anuncio de Corpoven. Es decir, está en una bomba de gasolina.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ajá, ¿y entonces?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Lo más importante: ¿ves ese autobús al fondo? Las letras dicen "Anaco-El Tigre". Casi no se leen, pero eso dicen.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz afina la vista y lo reconoce.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Es cierto!</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ahora fíjate. Ese autobús puede estar allí por casualidad, y la bomba puede estar ubicada en Cabimas o en Apure. Si es así, no podremos hacer nada. Pero aquí, justo detrás de él, se ve parte del nombre del restaurante de la bomba: "...ondo". Sólo hay que ir y revisar la carretera entre Anaco y El Tigre y buscar una bomba Corpoven con un restaurante cuyo nombre termine en "...ondo". Papá debe andar por allí cerca.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Excelente trabajo, pequeña! </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz solicita un permiso de una semana. Diez días más tarde, el segundo lunes del mes de mayo de 1994, Beatriz Valderrama sale a buscar a Diego Felipe Márquez por la carretera negra entre Barcelona y Ciudad Bolívar. A pesar de sus lentes oscuros, los colores del soleado día le llegan con todo su brillo y su esplendor. Escucha a Phill Collins y a los <i>Rolling Stones</i>. Como detesta el aire acondicionado, Beatriz va con las ventanas del auto abiertas, sintiendo la brisa caliente sobre su cara.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Son las dos de la tarde cuando llega a Barcelona. Se detiene en una bomba Corpoven para llenar su tanque de gasolina y tomar un poco de agua. Tiene la foto de Diego Felipe en su bolso, al alcance de su mano. Aquélla no es la bomba. Toma rumbo al sur, por la carretera que conduce hacia Anaco. Se detiene en cada una de las gasolineras Corpoven que va encontrando en la vía. Son casi las seis de la tarde y está a punto de llegar a El Tigre cuando de pronto, al salir de una curva, ve la gasolinera. Se detiene para confirmar. El restaurante se llama "Bajohondo", al igual que los caseríos cercanos. Considera que ya es muy tarde para iniciar cualquier pesquisa. Se va hasta El Tigre y busca un hotel.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Apenas entra en la habitación comienza a desempacar. Extrae de su bolso un par de libros, los dos últimos que le había regalado Diego Felipe y que nunca había querido leer: <b><i>Crónicas de motel</i></b>, de Sam Shepard y <b><i>El día de la langosta</i></b>, de Nathanael West. Intenta leerlos, pero no puede: está sobreexcitada y por primera vez desde que inició el viaje, se pregunta qué es lo que está haciendo, qué demonios es lo que está buscando. Si el tipo quiso irse, que se vaya. A la larga, qué importan las razones. Se fue y punto, a otra cosa. Pero ella está allí, en lo mismo. Llama al bar del hotel y pide un whisky con soda y mucho hielo. Repite la operación un par de veces más antes de irse a dormir. Ya en la cama cree descubrir que lo que más la asusta de volver a ver a Felipe es no sentir nada por él. Luego piensa que no, que lo que más la asusta de ese encuentro es que la tesis colectiva sea cierta: que se haya ido con otra mujer.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">A las nueve de la mañana está de nuevo en su carro, rumbo a la estación de gasolina. Llega y camina hacia el restaurante, con la fotografía en la mano. Comenzará por los empleados. Entonces siente un enorme deseo de devolverse, agarrar sus cosas y largarse a su casa. Entra al restaurante. Se siente como una detective de película americana barata. No lo conocen por su nombre ni lo reconocen por la fotografía.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Interroga a cada cliente que llega a la estación: viajeros, empleados de las petroleras, camioneros grasientos y malolientes, campesinos. Nadie lo ha visto nunca.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Son casi las cuatro de la tarde cuando un viejo en una pick up destartalada lo reconoce:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Está seguro?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Uhum-, responde-. Vive en Tascabañas, a veinte minutos de aquí.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz conduce su carro hacia Tascabañas, desviándose de la carretera negra para tomar una carreterita rural estrecha y llena de huecos en el desgastado pavimento. El camino está minado por docenas de letreros y vallas codificadas de Corpoven que señalan pozos petroleros. A su derecha, sobre una colina, se levanta un cementerio. Detiene su carro y se baja. Sube la pendiente a través de un estrecho camino. Quiere pensar qué dirá cuando lo vea, qué debe sentir, cómo soportar la sorpresa de su mirada. Es un cementerio con muy pocas cruces. Hay lápidas y epitafios, pero muy pocas cruces. Es un cementerio indio. Recordó que Felipe le había hablado de este cementerio, de esta comunidad indígena que se había acoplado a la civilización sin perder la esencia de su cultura: eran los Kariñas. Los había descubierto en su juventud, cuando estudiaba ingeniería, y se había ido a vivir con ellos por un par de meses, durante unas vacaciones de verano en la Universidad. Diego Felipe admiraba a los Kariñas como los representantes de una cultura extraña, una cultura verdaderamente comunitaria para quienes lo sagrado aún tenía un valor fundamental en sus vidas. Ser gobernador, el equivalente a un cacique, era el más alto honor para ellos. Pero cuando alcanzaban tal distinción, se convertían en los hombres más pobres de la comunidad: ellos comían de la última ración, recibían el último beneficio producto de la venta de sus cosechas, sus casas eran las últimas en repararse. De esta forma lograban garantizar la seguridad y la prosperidad a su pueblo: si el gobernador y su familia bebían agua era porque ya la comunidad entera había calmado su sed.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz tiene la certeza de que Felipe está allí, con los Kariñas. Es lógico que haya venido a refugiarse allí, junto a la cultura que tanto había admirado desde su juventud.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Son casi las seis de la tarde. No pasan carros por el estrecho camino. Sólo se oyen los grillos y el sonido del viento, inquieto y triste. Abandona el cementerio indio y vuelve a su búsqueda en medio de los pozos de extracción de Corpoven.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Las calles de Tascabañas están desiertas, apenas unos niños jugando a perseguirse unos a otros. Las luces de las casas comienzan a encenderse. Beatriz se estaciona frente a un abasto. El dueño, un viejo kariña que atiende su negocio en jeans y sin camisa, admite conocer a Diego Felipe. Le dice que no está en el pueblo, que salió para el puerto, Puerto La Cruz, y que no regresará en dos o tres días.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Me puede decir cuál es su casa?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Un niño se ofrece a llevarla. La casa queda en las afueras del pueblo. Es una casita rural pintada de color ocre, con un pequeño jardincito ante la fachada. Las luces están apagadas. Como ya es de noche, lo único que se distingue es lo que alumbran las luces del carro de Beatriz. A una pregunta de ella, el niño le responde:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Siembra merey y vende chinchorros de moriches. Es muy buen vendedor, pero no es muy buen agricultor. Su primera cosecha fue pobre y pequeñita. Por eso se fue, a comprar fertilizantes.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Vive solo?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No vive con nadie- le responde su pequeño guía.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz deja al niño donde lo recogió, frente al abasto. El viejo bodeguero sale a recibirla a la calle:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- A veces adelanta su regreso. Si es urgente lo suyo, pues venga mañana. Tal vez esté.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Esa noche apenas puede dormir. Al día siguiente se queda en la cama casi hasta el mediodía. En realidad no tiene nada que hacer. Se pone a leer y ve un poco de televisión. Al finalizar la tarde, decide volver a Tascabañas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Se vuelve a detener en la bodeguita:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Ya llegó. La está esperando.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz ya conoce el camino. Va despacio. La puerta de la casa está abierta. Antes de bajarse del carro, respira hondo. Llega al umbral y un segundo antes de anunciar su llegada con un toque de sus nudillos sobre la puerta, se retracta: su presencia no es una visita de cortesía, sino un allanamiento, una invasión al hombre que la dejó plantada. La casa está oscura, con las ventanas cerradas. Hay pocos muebles: una mesa, un par de sillas, un fogón, una cama pequeña, un chinchorro y, algo inusual en una casa campesina: una pequeña biblioteca. No logra ver a nadie. De una pequeña puerta que conduce a otra habitación (quizás a un baño, tal vez a un depósito) aparece Diego Felipe. Efectivamente, tal como lo anunciaba la fotografía, está más delgado, con el pelo aún más largo y la piel más bronceada. Sin embargo, luce más fuerte, más firme que la última vez que se despidió de él en su carro. Pero lo que más le impresiona son sus ojos, su mirada: ha perdido ese aire de inocencia y satisfacción que tenía en el pasado, cuando aún la amaba y deseaba casarse con ella. Ahora es oscura y dura, como si hubiera aprendido a mirar en medio de insoportables dolores: es la mirada del que ha sobrevivido a un holocausto, del que ya sabe que ni la felicidad ni la paz se encuentran en ningún lugar.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No te oí llegar. Te he esperado desde esta mañana. Anoche me avisaron, en el puerto, de tu visita.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz está paralizada. Diego Felipe pasa a su lado, muy cerca de ella y se dirige a la única ventana de la habitación. La abre, dejando entrar el sol de la tarde.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Te puedo ofrecer café y agua.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No tomo café, y tú lo sabes.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Entonces agua.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No te molestes, no tengo sed. Además, ya me voy. Sólo quería verte.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Sólo verme?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No, en realidad no: me debes una explicación, Diego Felipe. ¿Qué significa todo esto? ¿Te volviste un ermitaño, me dejaste plantada para venir a buscar el nirvana con tus Kariñas? ¿Qué coño es esta porquería de vida que estás llevando?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Me gano la vida como puedo. Más nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Entonces pregunta lo que vino a preguntar:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Por qué dejaste de quererme?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No he dejado de quererte.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Entonces, Diego Felipe, ¿por qué me haces esto, por qué te haces esto?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Hay días, cuando termino mi trabajo, en los que me voy a la carretera con mi camioneta y me estaciono al borde de la vía. Veo los carros que van hacia el norte, hacia Caracas. Siento envidia de ellos, de saber que en cinco horas esos viajeros estarán en la ciudad en la que tú vives, de sospechar que tal vez te vean al salir de la oficina, o haciendo el mercado, o entrando a tu casa. Ellos tienen al menos esa posibilidad.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No entiendo de qué me estás hablando. Si tanto quieres verme, si tanto anhelas estar en la misma ciudad en la que vivo, por qué no lo haces. ¿Tienes miedo de lo que hiciste?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Lo que hice lo sigo haciendo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Y yo, Diego, yo qué hice: ¿te engañé con otro hombre, te dije que había dejado de amarte, descubriste que soy una mujer detestable, insoportable, una alimaña? ¿Qué fue lo que viste?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No podrías entenderlo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Inténtalo, anda: soy una mujer universitaria, con un post grado, manejo el departamento de tarjetas de crédito del segundo banco más importante del país, tengo más de cuarenta personas a mi cargo, en dos meses comenzaré a dictar un curso en la Universidad. Te aseguro que puedo por lo menos intentar entenderlo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Esto no se trata de inteligencia, Beatriz.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Entonces dime tú de qué se trata.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Lo intentaré.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Se acerca a la puerta y se pasa la mano por el pelo, tratando de darle un cierto orden a sus ideas. Prosigue hablando:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Recuerdas el día que estuvimos en playa El Agua, cuando se ahogaron aquel par de jovencitos?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Beatriz no responde, pero afirma con un movimiento de su cabeza.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Recuerdas lo que me dijiste?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Dije muchas cosas ese día.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- El caso es el siguiente: al parecer uno de los jovencitos se ahogaba y el otro, su amigo, intentó salvarlo, pero también se ahogó. Al ver el gentío sobre un sólo punto de la playa, preguntamos y nos informaron. Entonces tú comentaste: "yo por eso no salvaría a nadie que se esté ahogando, si acaso a un hijo o a mi padre". No dije nada, pero me golpeó saber que yo no estaba en esa lista. No comenté nada y quise hacer como si no la hubiera escuchado. Sin embargo la frase me molestó, me fastidió durante semanas como una roca en el zapato. Pensaba: todo el mundo tiene un límite, el amor también lo tiene: hay cosas que se pueden hacer por él y cosas que no se pueden hacer. Es así de sencillo. Sin embargo, la molestia continuaba allí, porque si fueras tú quien se estuvioera ahogando, yo no dudaría en salvarte: qué sentido tendría la vida sin ti. Dejarte ahogar sería como dejarme ahogar a mí mismo. No sé si lo entiendes.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Por eso me dejaste, por una frase maldicha frente a un par de chicos ahogados?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No, eso fue sólo un chispazo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Qué más hubo?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- El día que te llamé por teléfono para cancelar la boda había leído en la prensa una noticia proveniente de Palermo: el desenlace de un juicio de más de un año de duración. Luciano Crescimanno había violado y degollado a Mariano Trezza, quien para entonces contaba tan solo doce años de edad. El pervertido criminal fue arrestado por la policía a las dos semanas, guiada por una serie de anónimos que comenzaron a llegar a la comisaría. El asesino conservaba en un compartimiento secreto de su baúl los interiores del pequeño Trezza. La defensa apoyó su trabajo en locura y desviaciones mentales de su cliente. Luego de más de un año de trabajo, el juez decide confinarlo en un sanatorio para enfermos mentales durante ocho años. La sesión se levanta y comienzan a trasladar al reo de vuelta a su celda. Nadie se extraña de ver en el salón, de pie, a Giocoma Trezza, la madre de Mariano, ya que ha estado presente en todas las sesiones. Se acerca a Luciano lo más que puede. Cuando lo tiene a dos metros de distancia, Giocoma saca de su bolso un pequeño revólver y lo descarga sobre el asesino de su hijo. Comienza a gritar: "ocho años, la vida de mi hijo no vale ocho años, ni diez ni veinte". La mujer es arrestada y ahora se abrirá un nuevo juicio, esta vez en su contra, por homicidio con premeditación y alevosía.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No entiendo de qué me estás hablando.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Del amor, Beatriz. Si el amor no sirve para que te levantes y defiendas con tu vida al objeto amado, entonces para qué sirve, para qué nos sirve, para que le sirve al otro. Esta mujer espera que su hijo reciba justicia de la corte. Ha podido matar a Luciano en cien oportunidades anteriores, pero ella espera. No es una asesina vengativa, es sólo una madre que espera justicia. Y la justicia dice: ocho años en un sanatorio y aquí no ha pasado nada. Entonces ella objeta: es una burla. Saca su revólver y lo ejecuta, a costa de su propia vida. Eso es el amor, una fuerza loca, terrible y temible, capaz de construirlo todo y devastarlo todo. Así te amo yo. De esa forma te amé el día que tomé el teléfono y huí de ti. Porque tú no me amas así.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Con qué derecho te atreves a medir la intensidad de mis sentimientos?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Y si yo no tengo ese derecho, ¿quién lo tiene?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿No podías contarme esto y arreglar el malentendido?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No es un malentendido, Beatriz. No es una frase maldicha, poco feliz, lanzada en un momento inadecuado. Las palabras no son más que reflejos de las cosas. Una vez que entendí esto, lo entendí todo. Tú no me amas. Te dejas amar. Me dejas entrar en tu vida, en tu piel, en tu cuerpo. Y eso se parece mucho al amor, pero no es el amor. Tú te dejabas robar lo que yo quería de ti, pero nunca me lo diste con tus propias manos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Y dejarme robar, como lo dices tú, no era una forma de darte lo que tú querías?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No, Beatriz: y eso fue lo que descubrí el día que te llamé.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No entiendo qué es lo que quieres. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso lo sé. Por eso era inútil explicarte ni pedirte nada. Yo mismo tardé meses para poder entenderlo. Lo comprendí en un segundo, pero tardé meses antes de llegar a ese segundo terrible en el que me atreví a ver la verdad.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Y todo lo que yo he pasado, Diego Felipe, todo mi sufrimiento, todas las humillaciones a las que me sometiste a la fuerza, toda mi incertidumbre, mis dudas, mis preguntas, ¿qué nombre tienes ahora para eso?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- No dudo que me ames.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¿Y entonces?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Me amas, pero hasta cierto punto. Y a partir de allí, tu amor se quiebra, se fractura y se hace añicos. La gente suele amar así, hasta cierto punto: hasta que aparecen enfermedades, hasta que hay problemas de dinero, hasta que aparece alguien que nos guste más sexualmente. De esa forma he amado toda mi vida. Pero, paradójicamente, contigo aprendí que o se quiere por encima de todo, o no se quiere en lo absoluto. Ser amado hasta cierto punto, como tú me amas a mí, es nada, Beatriz: es como llegar de segundo en una competencia, es un buen intento, pero no una victoria.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Te amo, Diego. Y tú lo sabes- le dice, tratando de endulzar su voz por encima de su enojo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Lo sé, pero me amas hasta que un día me ahogue en una playa y te des cuenta de que no necesitas salvarme, hasta que un día un camión me lleve un brazo y me quede manco o cojo, o hasta que enferme y tenga que pasar un año en una cama. Cuando me levante, sé que no estarás allí.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Eso no lo puede saber nadie.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Yo lo sé. Sé que yo me quedaría a tu lado y que tú no, porque tú sientes que para mí siempre habrá un sustituto, alguien que aún no conoces, pero que anda por allí cerca y podría tomar mi lugar en cualquier momento. Para mí, en cambio, tú eres única. ¿Ves la diferencia?</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- Nadie puede querer a nadie de esa manera.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">- ¡Claro!, por lo general nadie quiere a nadie de esa forma: es muy duro, es muy difícil, es apostar demasiado a una sola persona, a una sola jugada. Todos jugamos hasta cierto punto, y a partir de allí nos retiramos. Hace un par de años, cuando aún no estábamos juntos, un amigo murió de un infarto. Era homosexual. Su pareja era un chico unos diez años menor que él. Durante el velorio Javier, la pareja de mi amigo, estaba tranquilo, pero yo sabía que estaba destrozado. Sabía lo mucho que ambos se amaban. Desde ese día no pudo comer más: todo lo que tragaba lo devolvía. Le hicieron decenas de exámenes médicos, pero no tenía nada. Simplemente quería morirse. El mismo me lo dijo la última vez que hablamos. A los dos meses murió. Se murió de amor, Beatriz. Esto no ocurrió con una damisela romántica del siglo pasado, sino con un tipo más o menos de tu edad, que iba a discotecas, que trotaba, se emborrachaba, hacía el amor, un hombre que le gustaba manejar un auto nuevo y tener un buen televisor en su casa. Un tipo como tú o como yo, ni mejor ni peor. Cuando murió me pareció absurda aquella muerte: era un chico joven, inteligente, muy bien parecido. Sus posibilidades no estaban agotadas. Luego comprendí que no se había dejado morir porque sintiera que sus posibilidades de amar se hubieran agotado, sino simplemente porque amaba a un hombre y no podía ni quería comprender la vida sin él. Estamos acostumbrados a que todo es reemplazable: un carro, una casa, el televisor, la computadora. Por extensión pensamos que también podemos sustituir a un hombre por otro, a una mujer por otra, incluso ganar con el cambio: porque es más joven, más bonita, más apasionada. Pero hay pérdidas que son irreparables, posesiones que son únicas e irrepetibles. Entonces sentí envidia de su amor, de su enorme capacidad de amar. Pensé que jamás llegaría a querer a nadie de esa forma. Y ya ves, apareciste tú.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Entonces se acerca a Beatriz y ella lo deja acercarse. Lo va a dejar hacer lo que él quiera hacer, como la primera noche en que salieron. Siente y sabe que está loco, tal vez loco de amor por ella y eso la embriaga, la excita. Se va dejar asaltar una vez más, se va a dejar robar, se va a dejar quitar todo lo que él necesita tener de ella. Se siente atrapada en su demencia y ya no quiere pensar en nada. El la desviste mientras besa su cuello, su piel, la punta de sus senos. Entonces el infierno se apaga para Diego Felipe mientras que para Beatriz se enciende la pasión. La tiene de pie, desnuda. Todas las mujeres del mundo parecen convocarse en el brillo, en la tersura de su piel. La boca de él se inclina y besa sus pequeños y firmes senos, los succiona con hambre, hasta lograr sacar ese sabor a almendras y a perejil que siempre emanó de ellos. Se arrodilla a sus pies para olfatear la abertura de su pelvis. Su lengua la lame mientras sus labios sienten cómo la carne cruda de su sexo de mujer se abre como una flor húmeda y ardiente. Y quizás por esfuerzo, quizás por error, se acercan entre gemidos y susurros al verdadero amor. El la abraza con fuerza, como si en la piel de aquella mujer estuvieran escritas las claves y los destinos de toda su vida. Su pecho de hombre se estremece y tiembla como un árbol abatido por el viento. El suave temblor lo estremece por entero y mientras su esperma se escurre desesperada por entre las entrañas de la mujer amada, de su garganta brota un sollozo rezagado desde las noches eternas en las que comenzó a huir para siempre de Beatriz. Ella, regada de amor, satisfecha en su deseo, lo abraza.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Es más de la medianoche cuando ella despierta, sola en la cama. Siente frío y busca su ropa. Guiada por la luz de la luna que entra por la ventana, recoge sus cosas. No hay rastros de Diego. Se sienta en el chinchorro, se recuesta en él y se vuelve a dormir. No hay angustia en su espera.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La luz del sol la despierta. Llama a Diego Felipe, lo busca, pero no hay señales de él. Prepara café y bebe. Decide ir a buscarlo al pueblo. Cuando llega a su carro, encuentra una nota pegada al parabrisas:</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; margin-left: 83pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">"Ni aún tocándote, te puedo alcanzar.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; margin-left: 83pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Adiós"</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; line-height: 18pt;"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;">Al menos ahora tiene una explicación. Por escrito.</span></div><br />
<div style="color: #9fc5e8;"><span style="font-size: 12pt;">==============================</span></div><div style="color: #9fc5e8;"><span style="font-size: 78%;">Cuento publicado en <b><i><span style="color: #6fa8dc;">"El atador de cabos"</span>,</i></b> Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librrías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-2656020 ó 0212-2638505. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="font-size: 78%;">mesones2256@gmail.com</span></a> </div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-19851901520012723032010-05-13T16:30:00.000-07:002010-06-25T19:40:57.626-07:00EL ATOLONDRADO MUNDO DE DANIELA GOLDMAN<meta content="text/html; charset=utf-8" http-equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx" rel="themeData"></link><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml" rel="colorSchemeMapping"></link> <m:smallfrac m:val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin m:val="0"> <m:rmargin m:val="0"> <m:defjc m:val="centerGroup"> <m:wrapindent m:val="1440"> <m:intlim m:val="subSup"> <m:narylim m:val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent><style>
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<div class="MsoNormal" style="line-height: 24pt; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVMSyInZXd4HFND4SgXcouHazE3ZnRvxFzzNS3bD9Dg1eF5nDBn87ZPjzTjVbj07pKOturV8SrIZW3_VaesLK5Z7ZY4vQDGeqODndIGTZd_q4eylVw5LuFeUS2sj6mCNjha2HZSIf917U/s1600/Portada+Japy+Berdei+Tu+Yu+070104.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVMSyInZXd4HFND4SgXcouHazE3ZnRvxFzzNS3bD9Dg1eF5nDBn87ZPjzTjVbj07pKOturV8SrIZW3_VaesLK5Z7ZY4vQDGeqODndIGTZd_q4eylVw5LuFeUS2sj6mCNjha2HZSIf917U/s200/Portada+Japy+Berdei+Tu+Yu+070104.JPG" width="113" /></a><span style="font-size: small;"><b style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;">Me llamo Daniela Goldman, tengo doce años y soy judía. Esos son mis datos básicos. Mi familia es ortodoxa, pero he decidido que yo no lo seré, razón por la que a escondidas como cerdo y a la carne le pongo queso, ambos alimentos en un mismo plato.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Una de las razones por las que he decidido no ser muy ortodoxa en la práctica de mi religión es el chico Ricardo Arteaga. Es divino. Cierto que no es muy aplicado en los estudios, pero no lo necesita. Es arrogante y vanidoso, y cuando le preguntan algo en clase y no sabe la respuesta (cosa que ocurre con muchísima frecuencia), no se deja que lo hagan sentir bruto. Siempre responde con voz muy firme la razón por la cual no sabe lo que le han preguntado, o simplemente comienza a inventarse algo con tal seguridad que, de no ser por la cara de espanto de los profes, todos pensaríamos que esa sería la respuesta correcta.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Es muy lindo, pero en relidad es feíto. Se parece a un actor que a mi mamá le gusta mucho, un tal Steve McQueen. Es rubio, pero con el pelo muy rizado y reseco. Lo lleva muy corto. Su nariz es ancha y aplastada y sus ojos verdes. Le gusta mucho el deporte y se las arregla muy bien en las carreras de cien metros. Toca guitarra y, por cierto, es católico, pero tampoco es muy ortodoxo con su religión. Como yo.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Tengo una perra coquer spaniel, color caramelo. Se llama Lola, pero Elías, mi hermano mayor, la llama LALO-CA. O cuando la tropieza adrede, se diculpa con ella en tono burlón diciéndole LOLA-MENTO. A mí no megusta que la llame así porque sé que ella lo entiende todo (comprende muy bien nuestro idioma) y se resiente, pero mientras más se lo protesto, pues, Elías más lo hace. Debe tener la cabeza llena de leche condensada o de chocolate derretido. Lola, en cambio, es educada y no se hace sus gracias en casa, sino en el jardín. Me costó mucho hacerla aprender, pero lo logré.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Además de Elías, tengo otra hermana llamada Raquel. Ella estudia quinto año. Elías, tercero, y yo apenas acabo de entar al primero de bachillerato. De mis profesores, el preferido es Eduardo López. Él nos da biología, pero sus clases no son para nada aburridas. Siempre trata de enlazar los conocimientos de su clase con cosas de la vida real. Por ejemplo, nos explica que esa locura que estamos sintiendo ahora las chicas por los chicos, y viceversa, es gracias a una explosión de hormonas en nuestros cuerpos. Cuando dice cosas así, todos nos reímos mucho, pero le prestamos muchísima atención.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>En enero la profesora de matemáticas, Matilde, salió de permiso prenatal y en su lugar llegó la profesora Laura. Es la profesora más bonita de todo el liceo y creo que todas nosotras queremos ser como ella cuando seamos más grandes. Es morena, con la piel color canela. Sus cejas son espesas y gruesas, pero combinan muy bien con sus tupidas y largas pestañas. Su abundante pelo lacio que muchas de nosotras consideraríamos infernalmente aburrido, luce estupendamente bien gracias al corte que ella ha sabido escoger. Es menudita y muy delgada, pero su cuerpo está muy bien proporcionado y luce bien tanto en falda como en pantalones. Cuando usa falda, por lo general se pone botines, lo que le da un aspecto aún más juvenil al de su verdadera edad. Es divorciada y tiene una hija como de cuatro o cinco años. Se llama Jeniffer, digo, la hija.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>El profesor Eduardo se va a casar a finales de año. No conocemos a su novia, pero sabemos que se llama Alicia y que trabaja como enfermera. De vez en cuando nos contaba algo de ella y nos informaba sobre algún detalle de sus planes de boda. Se le notaba a leguas que la quería mucho y de verdad. Pero a los pocos días de comenzar a darnos clases la profesora Laura, el profesor Eduardo dejó de hablarnos de su novia. De esto nos dimos cuenta después, cuando comenzaron a pasar cosas extrañas.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Al comienzo veíamos a los profes Laura y Eduardo hablar durante los recreos, pero en grupo, acompañados de otros profesores. Pero al poco tiempo comenzaron a andar ellos dos solos. Se sentaban en algún banquito y charlaban. Parecía que se la pasaban muy bien juntos, pero poco a poco las cosas cambiaron. Apenas si se reían y parecían hablar de cosas muy serias. Y mientras él le hablaba, ella bajaba la cabeza mientras dejaba que sus manos juguetearan con su pelo o con su falda. Y cuando sonaba el timbre que ponía fin al receso, ellos continuaban allí sentados, como si alguna fuerza muy grande les impidiera levantarse de sus asientos.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Una de nosotras logró averiguar que el señor que pasaba a recoger a la profesora Laura a la salida de clases en un carro muy elegante, era un alto ejecutivo de Petroleos de Venezuela. Supusimos que era su novio, ya que no era tan viejo como para ser su papá. Y tampoco nos hubiéramos creído que la profesora Laura hubiera dejado que su papá la pasara recogiendo a la salida de clases.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Un día Andrea, una de mis compañeras de clase, vio algo que no podíamos creer y que nos hizo comprender muchas cosas. Ella pidió permiso para ir al baño (una pésima costumbre que tiene desde la primaria) y en el camino logró ver a la profe Laura con el profe Eduardo medio ocultos entre los arbustos del jardín. A Andrea le paració extraño y, oculta tras una columna, se quedó un rato observándolos. De pronto él se inclinó y la besó en los labios. Andrea, sin haber ido aún al baño, se devolvió corriendo al aula de clase. Para nada, porque no nos pudo contar nada hasta que terminó la clase.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Al comienzo no le creímos: eran profesores y ambos tenían novio y novia. Pero ya era notorio que se pasaban el recreo juntos, siempre hablándose con extrema seriedad.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>A los pocos días yo misma vi como el profe le agarraba la mano a la profe en pleno recreo. Ella la liberó rápidamente, llevándosela al pelo, como tratando de disimular la osadía de su compañero. El profe la miraba de forma extraña. La miraba con dolor.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>A los pocos días, Gabriela los encontró solos en la seccional del liceo y según ella, estaban agarrados de la mano. Gabriela se devolvió unos pasos, dejó caer unos libros al piso para hacer mucho ruido y luego entró a la seccional. Eso les pemitió a los profes separar sus manos y sus cuerpos.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Roraima fue otra que los encontró un día besándose en un rincón de la biblioteca. Ya nosotras andabamos por el liceo muy asustadas, ya que no sabíamos en que lugar podíamos llegar y encontrarnos a los tortolitos en plena faena amorosa.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Me dolía mucho lo que el profe le hacía a su novia. Lo hubiera entendido de otro profe, pero no de él. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Un día que mamá le prestó el carro a mi hernana Raquel, ella montó en el auto a por lo menos cincuenta de sus amigas. Yo iba absolutamente aplastada y no sé como fue que no morí asfixiada. Apenas todas lograron acomodar sus enormes caderas y prominentes senos, comenzaron a hablar de los profe Laura y Eduardo. ¡Ellas también estaban al tanto del romance! Entonces mi hermana, que siempre quiere saberselas todas, comentó que ella pensaba que ese par no se había ido aún a la cama y que por eso andaban por allí besándose como chiquillos.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Yo nunca había pensado en mis profes en la cama. Era una posibilidad, es verdad, pero jamás había pensado en eso. Y aunque me duela admitirlo, tuve que darle la razón a mi hermana: seguro que no se habían acostado ... aún.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Apenas llegué a casa llamé por teléfono a mis amiguitas y les comenté la conversación de las amigas de mi hermana. Aquello fue una verdadera bomba, ya que pensábamos que solo nosotras sabíamos del romance entre los profesores. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Un día el profesor Eduardo llegó a clases con una carpetica amarilla. Intentó disimularla entre sus papeles de clase, pero todas nos dimos cuenta de qué se trataba: eran los manuscritos de su libro.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Hacía como ocho meses atrás el profe nos había mostrado copia de ese manuscrito, ya que lo iba a llevar a una casa editorial muy conocida. Después de un par de meses, nos comentó muy contento que habían aprobado su publicación. Era un libro de cuentos.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Cuando diecisiete niñas nos ponemos a detallar a un profesor, podemos hasta adivinar sus pensamientos. No nos costó nada descubrir que aquella carpetica era una copia de su libro que aún no había salido de imprenta, y supimos sus intenciones: darselo a leer a su a su nuevo amorsito, la profe Laura.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>No vayan a creer que toda esta historia me hizo olvidar al chico Ricardo, tan lindo él. Las cosas iban bien, o al menos eso era lo que yo me imaginaba. A veces lo descubría mirándome en clase. Pero eso le molestaba mucho, digo, sentirse descubierto. Yo disumulaba y me hacía la desentendida. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Es increíble, pero apenas salimos de clase los chicos desaparecen, como si la tierra se los tragara. Una nunca se los encuentra en el automercado haciendo compras con sus mamás, ni en las tiendas, ni en las librerías, ni en las plazas, ni siquiera en las calles. Creo que todos andan peleados con el mundo entero y se ocultan de él, y solo confían y se sienten bien entre ellos mismos. Lo digo por Elías, mi hermano. Cuando le preguntamos que cómo está, invariablemente responde "perfecto". Aunque venga con la camisa rota a pedazos, con raspones en los codos o con la nariz partida, para él siempre todo está perfecto. Nunca ayuda para nada en la casa, ni siquiera con el jardín, que es cosa de hombres. Y si papá lo obliga a pasar la podadora de césped, entonces entra a la cocina cada dos minutos a tomar agua, aunque en realidad lo que busca es que estemos descuidados para robarse una cerveza. Ya lo pescaron una vez medio borracho y papá lo castigo muy duro, pero parece que a Elías no le importan mucho los castigos. Para mí, que terminará siendo un delicuente juvenil. Bueno, en cierta forma ya lo es. Mamá le descubrió una vez que había vendido el reproductor de VHS que él tenía en su cuarto. Con el dinero se compró un taco para jugar pool. ¿Se imaginan lo tarado que es? Pues papá y mamá lo obligaron a deshacer la venta del VHS y a que devolviera el dinero al comprador con el dinero de su mesada.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Sólo una vez me conseguí a Ricardo en la plaza. Yo andaba paseando a Lolita. Andrea iba conmigo. Entonces llegó Ricardo. Andaba solo, montando bicicleta. Me preguntó por la raza de Lola. Me dijo que él tenía un doberman, un verdadero salvaje, y que si su perro veía a mi perrita, seguro que la aprisionaba entre sus mandíbulas hasta matarla. Me advirtió que en estos casos él no podría hacer mucho, ya que el doberman entraba en una especie de trance de furia y ya no obedecía a nadie. Yo le escuché en silencio. Estaba tan contenta de verlo y tan emocionada de que me hablara, que no me dio tiempo a molestarme por la retahíla de idioteces que me dijo.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Los chicos tampoco parecían muy interesados en el idilio entre los profes Laura y Eduardo. Creo que su atención se concentraba únicamente en tratar de desnudar con la mirada a la profe Laura. Y cuando los chicos andan en eso, no son capaces de ver ni a un dinosaurio, aunque les camine frente a sus narices.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Cada día sentíamos más lástima por la pobre señorita Alicia, a quien sin haberla conocido nunca, sabíamos que su futuro matrimonio y felicidad estaban en pico'e zamuro. A veces odié con todas mi alma a la profe Laura. Odié su encantadora cara, sus hermosos vestidos, su glamorosa forma de caminar. Si no se hubiera atravesado en la vida del profe Eduardo, él continuaría amando a la señorita Alicia y sólo pensaría en casarse con ella y en hacerla feliz, como lo había hecho hasta hacía pocos meses. Pero también sabía que el profe Eduardo no era sólo una víctima de los encantos de la profe Laura. Hubiera podido resistirse a esa loca atracción y mirar hacia otro lado. Pero no, en su lugar se dejó embaucar por las linduras de la profe y se dejó arrastrar como si fuera un hombre libre de compromisos y ella, una señora libre. Ambos eran unos mentirosos y unos traidores.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Una semana después de haber visto al profe Eduardo con el manucristo de su libro, vimos a la profe Laura llevarlo en sus manos. Mientras nosotros resolvíamos larguísimos problemas de polinomios y de despeje de ecuaciones, ella aprovecha para leer el manuscrito. Lo leía con imponente seriedad, y se notaba que repasaba una y otra vez cada palabra, ya que tardaba como una hora en pasar de una página a la otra.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Durante esos días, ellos continuaban hablándose durante los recesos. Mientras conversaban, ella acariciaba el manuscrito con tal devoción que parecía que se tratara de una extensión del cuerpo del porfe Eduardo. Por lo general era él quien hablaba, mientras ella inclinaba la cabeza y miraba distraídamente hacia los lados o hacia el piso. A veces lo miraba y su cabeza dibujaba un gesto de negación a las palabras de su compañero. Me di cuenta de que ella también sufría, y por un momento mi desprecio por ellos desapareció y sentí mucha tristeza. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>En ese momento decidí que nunca le sería infiel a nadie, a ningún hombre, ya fuera mi novio o mi esposo. Y si alguna vez sentía algo por otro hombre, se lo confesaría en el acto, para que él me protegiera de mis malos pensamientos. Eso haría.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Aunque ustedes no lo crean, hay muchas cosas que ya he decidido en mi vida. Como ya les dije, he decidido que no seré una judía ortodoxa como lo son mis padres, y dejaré incluso que mis hijos celebren la navidad. Aún no he decidido si seré arqueóloga o biologa marina, pero ya pronto lo haré. No he decidido a que edad exactamente me casaré, pero será entre los veinticinco y los treinta años. Antes seré muy joven, y después de esa edad, un poquito viejita. He decidido dejar que mis hijos tengan mascotas, y también decidí que no los andaré regañando por todo, en especial por el desorden de sus cuartos. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Andrea y María Fernanda son las únicas que saben lo que siento por Ricardo. Ellas sí saben guardar un secreto, cosa que muy pocos saben hacer. María Fernanda es una ilusa y está enamorada del profe Tom, un joven irlandés que nos da clases de inglés. Ella no necesita asistir a esa materia, ya que cuando niña vivió con sus padres un par de años en Kingstone, Inglaterra, pero aún así no falta ni a una sola clase. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>El último sábado de mayo celebramos la Verbena Anual Profondos para mejoras del colegio. Son estupendas porque podemos ir vestidas como querramos y podemos llevar patines o pelotas para jugar. Las bicicletas no están permitidas. Las pasamos muy bien ya que comemos como cerdas durante todo el día y tomamos jugos y gaseosas hasta reventarnos. La verbena está organizada por los padres, quienes llevan comida, ensaladas, postres y jugos. También contratan juegos como competencias de tiro al blanco o arneses para escalar muros. Los alumnos debemos ayudar aistiendo a los representantes durante un par de horas, pero esto también es divertido. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Este año Andrea, María Fernanda, Gabriela y yo organizamos una pequeña pista de baile animada por un equipo de sonido portátil. La idea era que los bailarines concursaran y el mejor se llavaba la tercera parte de la colecta. El resto sería para el colegio. Pero fue un rotundo fracaso. Aunque arrastrábamos a los chicos a nuestra pequeña pista, ninguno se animaba a bailar, menos cundo le decíamos que debían pagar. Todas nos ofrecimos a bailar con ellos, pero ninguno se animo. Son imbéciles no de nacimiento, sino desde que sus padres eran novios. Preferían irse al tiro al blanco en donde estaba una muchacha en traje de baño sentada en una silla que colgaba en el aire sobre una pequeña alberca de agua. Si el lanzador acertaba a darle en el centro al pasador que activaba el mecanismo del juego, la chica caía repentinamente al agua. Como no era fácil acertar, por lo general la chica siempre estaba distraída al momento de caer, por lo que invariablemente pegaba un grito. Hasta nosotras nos animamos a disparar nuestras pelotas contra el pasador, pero aunque acertamos un par de veces, no lo hicimos con suficiente fuerza.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Decidimos cerrar nuestra fracasada pista de baile y nos fuimos a patinar al patio central del colegio. En eso, todas nos quedamos de una sola pieza. Vimos al profesor paseando por entre los kioskos, tomado de la mano de una hermosa chica. Sin duda, era la señorita Alicia. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia ellos, con tal ímpetud que no logré frenar a tiempo y me estrellé contra el profe. Como no tenía nada qué decirle ni qué preguntarle, me inventé que me había hecho daño en el tobillo. Se inclinó, movió mi pie de un lado a otro, y en algún momento pegué un pequeño quejido, para disimular, pero le dije que no era nada. La chica era muy blanca, de pelo castaño claro, casi rubio. Sus ojos eran grises oscuros. Era una belleza y me complació que no tuviera nada que envidiarle a la profe Laura en ese sentido. Sin embargo, con el alboroto de mi supuesta caída, el profe Eduardo no me presentó a su acompañante, el cual había sido el objetivo de mi treta.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Patinamos hasta que nos cansamos. Pero yo no podía dejar de pensar en la señorita Alicia, y en los profes Laura y Eduardo. La profesora Laura, por ejemplo, no había asistido a la verbena, cosa muy extraña ya que todos los profesores participaban de ella, incluso los suplentes. ¿Había ocurrido algo que le impidiera venir? ¿Habrían discutido ella y el profe Eduardo? Por otra parte, ¿por qué el profe Eduardo había llevado a su prometida al colegio? ¿Acaso la usaba para darle celos a la profe Laura? ¿O acaso la señorita Alicia había sospechado algo raro con respecto a su prometido y había ido a visitarlo para que supieran que era ella la quien mandaba en ese juego? Todo aquello era muy raro. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify; text-indent: 29pt;"><span style="font-size: small;"><b>Yo estaba muy alterada y no sabía si estaba muy contenta o muy triste. Era como si estuviera apunto de que me pasara algo muy importante y yo me sentía absolutamente capaz de afrontarlo. Tal vez fuera el inclemente sol, tal vez el endiablado y humedo calor de mayo, tal vez los veloces latidos de mi corazón que impulsaban litros de sangre por segundo a mi cabeza, pero en aquel momento me sentí dispuesta a todo. Fue entonces cuando se me ocurrió acercarme a Ricardo y a pedirle que patinara conmigo. Era ahora o nunca, y todo se había vuelto tan repentinamente importante para mí que no podía quedarme sentada esperando a que las cosas pasaran.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>María Fernanda y Andrea me escucharon horrorizadas cuando les conté mis intenciones. Gabriela me miró en silencio. Decidí no escucharlas y me fui a buscar a Ricardo. Lo encontré a orillas de la cancha de basket sentado en un banco, junto a dos chicos más. Patiné con firmeza hacia ellos, aunque no sabía exactamente qué haría al llegar. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Me planté frente a él y le dije:</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Puedo patinar con ustedes, Ricardo?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Todos se quedaron en silencio. Ricardo intercambio rapidísimas miradas con sus amiguetes. Luego, burlón, me respondió:</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¡Ni lo sueñes!</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Me quedé mirándolos en silencio. Sentía como la cara se me encendia y casi me quemaba. Lo peor es que sabía que ellos notarían mi reacción. Di media vuelta y me fui. Antes de alejarme lo suficiente logré escuchar que Ricardo se mofaba de mi nariz judía. Entonces quise quitarme el patín y estrellárselo en la cara. Mis amigas andaban más o menos cerca y me reuní con ellas. No les comenté nada, pero sabía que lo había visto todo. Me miraban de reojo, pero sin decir palabra. Entonces Gabriela hizo algo que no debió hacer: en un gesto de lástima, puso su mano sobre mi hombro. Entonces comencé a llorar y sabía que ya no pararía en mucho rato. Había perdido el control, así que me alejé de ellas y me fui hacia el borde del patio. Luego busqué el pasillo de los laboratorios que era uno de los pocos sitios que estaba sin gente. A la entrada de una de las aulas, había unos pupitres. Me senté en uno de ellos y le di rienda suelta a mi llanto.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Vi de reojo vi que alguien mayor se acercaba a mí. Pensé que sería algún profesor o algún bedel, ya que los baños de profesores andaban muy cerca de donde yo me encontraba. Lo que no me imaginé nunca es que fuera el profe Eduardo.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Qué te pasa, Daniela?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Nada.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Nadie llora así por nada, ¿qué te ocurre, te golpeaste?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Nada. No me he golpeado.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Te peleaste con tus amiguitas?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- No, no.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>-Entonces, ¿es por un chico?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Me molestó que hubiera acertado, y me molestó no poder negárselo. Al contrario, mi llanto cobró más fuerza y me impedía mover la boca. Creo que se asustó un poco, ya que tomó uno de los pupitres y se sentó frente a mí.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Cálmate. Esas cosas nos pasan a todos. Y los primeros golpes suelen ser los más duros. Pero apenas eres una chiquilla, ya tendrás tiempo de aprender y de encontrar al chico indicado.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Mientras más me hablaba, más lloraba. Entre lágrimas, lo miraba con furia. Mi cabeza no podía pensar, sólo sentir. Quería hablarle, gritarle, pedirle que me dejara en paz, pero no me salían las palabras. Finalmente, no sé de dónde, me salió un hilo de voz:</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Odio a los hombres. Los odiaré siempre. Ya lo he decidido. Todos son unos patanes.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>En su rostro se dibujo una sonrisa condecendiente. Me dijo:</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- No nos juzgues a todo por uno solo.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Todos son iguales - , le volví a confirmar. Ahora podía hablar, pero sabía que no podría controlar lo que diría. Era como si hubiera enloquecido.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Fijese en usted mismo... - le dije, pero el llanto me impidió terminar la frase.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Qué pasa conmigo?- me preguntó, repentinamente serio.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Por qué le hace eso a su novia? ¿Por qué si no puede dejar en paz a la profesora Laura, por qué al menos no termina con su novia Alicia?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>El profe Eduardo se quedó en silencio. Estaba pálido.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Usted no tiene edad para entender estas cosas, señorita-, me dijo. Había comenzado la frase con un tono autoritario, pero en el camino rectificó y la terminó en un tono casi de confidencia-. La vida es muy complicada, muy enrededada.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Y solo porque está confundido, ¿tiene que andar por todas partes besando a la señorita Laura y mostrándole su libro?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Tú no puedes entender esas cosas aún.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- No necesito entender nada para comprender muy bien lo que usted está haciendo-, le dije. De verdad que no podía parar. Ni siquiera me daba cuenta de que le hablaba a un profesor, que muy bien podía levantarse y expulsarme durante una semana entera por indisciplina e irrspeto.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Ambos estamos muy confundidos, pero no hemos hecho nada malo, ni lo haremos. Ya eso lo hemos discutido. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- No podrá dejar a la profe Laura. Se ve que la quiere mucho-. Yo ya casi había dejado de llorar, ya que esta historia también me interesaba mucho.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- No sé si la quiero, pero sí, me costará dejarla. Por eso ella renunció ayer. Ya nunca más la veré.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Renunció? ¿Por su culpa? Bueno, no por su culpa, digo, ¿renunció por usted?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Sí, ayer.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Y siempre se va a casar con la señorita Alicia?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Nunca pensé en dejarla plantada, eso nunca estuvo en discusión.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿La ama?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Daniela, creo que ya hemos hablado más de la cuenta sobre este tema.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Sí, claro, profe. </b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- ¿Ya estás tranquila?</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Mucho. Temía que fuera a abandonar a su novia... - pero el profe me cortó.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Daniela, Daniela, no me refiero a eso. Pregunto si ya estás más tranquila de tu llanten.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>- Sí, claro. Ya estoy más tranquila.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Estuvimos un ratito más sentaditos en silencio. Luego él se levanto y se despidió. Dijo que ya había dejado a la señorita Alicia demasiado tiempo sola e iría a reunirse con ella.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Mientras estuvimos en silencio, temí que me preguntara que quién más sabía lo de él con la profe Laura, o que me hiciera prometer que no le diría nada a nadie. Pero no lo hizo. Eso me gustó.</b></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; line-height: 24pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b><br />
</b></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 24pt; text-align: justify;"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b>A los pocos minutos de irse, me levanté. Busqué la salida del liceo y me fui a patinar sola, por allí. Estaba triste, pero a la vez muy contenta. Nunca comenté a mis amigas la conversación que había tenido con el profe Eduardo. Me gusta impulsarme con las piernas y dejarme luego desplazar sobre mis patines con las piernas muy firmes. Me gusta esa vibración en todo mi cuerpo. De pronto vi un colibrí revoloteando entre las flores. Me acerqué lo más cautelosamente que pude, y lo asusté. Cada vez que veo un colibrí, no puedo evitar asustarlo.</b></span></div><br />
<div align="justify" style="color: #cc0000;">==================================================</div><div align="justify" style="color: #cc0000;"><span style="font-size: 85%;">Publicado en el libro <i><b>"Japi berdei tu yu",</b></i> Playco Editores Publicaciones. Primera Edición 2002. Segunda Edición 2007. Premio "Narrativa Juvenil Salvador Garmendia", edición 2002. Este libro podrá conseguirlo en las más importantes librerías del país. Para mayor información, favor comunicarse a los teléfonos 0212-2354736 y 0212-2372764. </span> </div><div align="justify" style="color: #cc0000;"><span style="font-size: 85%;">Este relato está protegido por las leyes de Derechos de Autor año 2000. Su reproducción total o parcial deberá hacerse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editorial.</span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-46766655204255095102010-04-28T19:21:00.000-07:002010-09-23T06:43:37.892-07:00La misteriosa e inaudible voz del Señor<meta content="text/html; charset=utf-8" http-equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CUsers%5CUsuario%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><link href="file:///C:%5CUsers%5CUsuario%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx" rel="themeData"></link><link href="file:///C:%5CUsers%5CUsuario%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml" rel="colorSchemeMapping"></link><style>
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<div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZBI_tK7Es84rbfqYr2BOMgPFHN6Qwvwat8_9Fruvr7MTkueqj-Q1XLG280lTPeRKguPyJgOto19D0RD3PqlQAe8H3rah0EY7qd96rj4c6rRArMb0rEyaYn27YSwVi9JZECNoqrMHaLE/s1600/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZBI_tK7Es84rbfqYr2BOMgPFHN6Qwvwat8_9Fruvr7MTkueqj-Q1XLG280lTPeRKguPyJgOto19D0RD3PqlQAe8H3rah0EY7qd96rj4c6rRArMb0rEyaYn27YSwVi9JZECNoqrMHaLE/s320/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" /></a><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El malecón estaba sembrado de viernes por la noche: parejas abrazadas, borrachines aglomerados sobre los muros alrededor de una botella, putas viejas y baratas caminando infatigablemente. Eduardo desvió sus pasos y se dirigió hacia la primera de las callecitas transversales que encontró. Ocultos tras de un árbol de mango, un par de muchachos compartían una lata de cerveza. Uno de ellos le salió al paso y le pidió un cigarrillo. Él lo negó con un gesto de manos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Ven acá - dijo el muchacho, mientras sacaba una pistola. - Agáchate. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Lo empujó hacia el árbol y lo obligó a ponerse en cuclillas. El otro muchacho, un mulato regordete, lo esperaba con un cuchillo en la mano:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; margin-right: 1.9pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Dame la plata - le dijo el de la pistola.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No te doy un carajo - les dijo Eduardo con firmeza.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tú te quieres morir hoy, ¿no? - le preguntó el de la pistola.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No te voy a dar un coño - repitió Eduardo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sácate la cartera - ordenó el mulato.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Me vas a matar? - preguntó Eduardo, retador.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sólo te voy a destripar, huevón. Sólo eso. Haz que me arreche y te hago comer las tripas- le respondió.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Por qué no te callas y lo haces?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Que me des la plata, coño - insistió el otro, el de la pistola.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tú no me estás oyendo, ¿verdad? Ya te dije que no te voy a dar un carajo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El mulato del cuchillo le asestó una patada en la espalda que lo hizo caer al piso. El de la pistola le dio un cachazo en la cara, mientras su compañero volvía a patearlo en las costillas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Te gusta eso, ¿verdad? Te gusta que te coñaceen, ¿no? Te gusta comer mierda, ¿no?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo se cubría la cabeza con los brazos, sin decir nada. El mulato le revisó los bolsillos y le sacó la cartera. El otro le quitó el reloj y un anillo. Mientras evaluaban el botín, Eduardo les dijo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Mariconcito, ¿por qué no me pegas el tiro? ¿Te da cague?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El de la pistola se agachó nuevamente y puso su cara grasienta y brillante junto al rostro de Eduardo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No me provoques, maldito hijo de puta, no me provoques...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Mariquito cagón - repitió Eduardo, convulsionado por una risita histérica.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El tipo cargó la pistola y la estrujó contra la mejilla de Eduardo. El dedo le temblaba.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tranquilo, tranquilo - le dijo el otro -, ese pendejo lo que está es borracho.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El de la pistola continuaba hundiendo su arma contra la mejilla de Eduardo. Lo único que le quedaba por hacer era apretar el gatillo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Se me mueve el dedito y te mueres, cabrón. Se te desparraman los sesos sobre la calle entera. Se te abre la frente en dos. Se te saltan los ojos. Mañana te comen los gusanos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Entonces mueve el culo, huevón. Mueve el culo - volvió a retar Eduardo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El de la pistola se levantó de un solo salto. Se puso de pie frente a Eduardo y le dio una última patada en el estómago. Eduardo ya no pudo decir nada más.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Los tipos se fueron en silencio. Eduardo permaneció tirado en el piso un rato más. Cuando se levantó se sintió mareado. La nariz y la boca le sangraban. Se limpió con la manga de la camisa. Se apoyó contra el árbol y lo abrazó. Entonces comenzó a temblar, de miedo. No pudo evitar irse en vómitos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Coño, viejo, así no puedes estar aquí - le dijo Aureliano, el barman del "Neptuno", cuando lo vio sentado en la barra.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sólo dame un ron. Seco, por favor.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Aureliano ignoró el pedido. Se fue a un extremo del mostrador y le hizo señas a una mujer que atendía a otra que, por su ropa, parecía ser una cliente. Cuando se acercó, le habló casi al oído, señalando a Eduardo con la mirada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Belkys caminó hacia él:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Ven, acompáñame - le dijo con tono autoritario.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Coño, Aureliano es un huevón. Lo único que tiene que hacer es traerme un maldito ron y más nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Tú te has visto en el estado que andas?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Tenía el labio superior y el ojo izquierdo hinchados, las mejillas y la barbilla cubiertas de sangre reseca, el pelo y el bigote los llevaba amarillentos de tierra. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Quién te hizo eso?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Un par de mariquitos. Pero los voy a joder.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Ven, acompáñame. Sólo voy a ver qué te hicieron.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Lo tomó firmemente de la mano. Eduardo se dejó llevar. Belkys lo arrastró a través de la pista de baile, lo sumergió luego por una puertecita angosta y bajita que estaba al fondo y lo ayudó a subir por unas escaleras oscuras. Al final se veía el resplandor de la luz amarilla y mortecina del segundo nivel. Desde allí apenas se oía la música del "Neptuno". El piso era de madera. Atravesaron un pasillo poblado por puertas a lado y lado. Algunas estaban abiertas. En su interior había otras muchachas más o menos de la misma edad y del mismo tipo de Belkys: mestizas de piel canela con la cara pintorreada y los pelos alborotados, todas con faldas cortísimas, mostrando las piernas cubiertas con medias de nylon y calzando enormes y puntiagudos tacones. Fumaban y hablaban, echadas sobre el borde de sus camas. Belkys no necesitó de llaves para abrir la puerta de su cuarto. Encendió la luz y se separó de Eduardo. Acomodó como pudo el desorden de su cama e invitó al hombre a sentarse.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Lo que quiero es un ron, no sentarme en ninguna cama de mierda.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Belkys lo miró pacientemente, respiró hondo y salió, cerrando la puerta tras ella. La diminuta habitación tenía por ventana un pequeño boquete forrado con tela metálica en la parte superior de la pared del fondo. Estaba tan alto que para poder ver a través de él, había que encaramarse obligatoriamente en alguna silla. En la pared de enfrente había un espejito. Se levantó y se miró en él.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¡Mierda! - exclamó. Se volvió a sentar. Buscó en el bolsillo de la camisa, pero no encontró su cajetilla de cigarros. Se dejó caer sobre la cama. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Estaba casi dormido cuando Belkys volvió a aparecer. Llevaba en las manos una botella de ron medio vacía, una poncherita de plástico llena de agua y una toalla que alguna vez debió ser roja. Eduardo abrió sus ojos para recibirla, pero no se levantó. Le dolían las costillas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Vamos, levántate. Aquí no te puedes dormir.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo obedeció mecánicamente. Se reincorporó dolorosamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Toma - le dijo mientras le entregaba la botella de ron -. No tengo vasos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Puso la poncherita en el piso para luego humedecer una punta de la toalla. Con el extremo mojado comenzó a limpiarle la cara, mientras que con la parte seca iba restregando la mugre humedecida. El tratamiento era insuficiente para quitar el desastroso aspecto de Eduardo, pero al menos lo convertía en un desastre limpio. El ojo izquierdo parecía continuar hinchándose cada vez más. Desabotonó la camisa del hombre y se la quitó. Buscó en un baúl, sacó una franela y se la puso.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Qué te pasó?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Me asaltaron. Un par de mariquitos. Pero los voy a matar. No les di un coño. Me entraron a patadas y me lo quitaron todo, pero yo no les di nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Un tiro es lo que te han podido dar, por pendejo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Baja y cómprame una caja de <i>Lucky</i>.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Si vuelvo a bajar me tendré que quedar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Diles que estoy contigo. Yo pago.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Eso no se puede.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Qué pasa? ¿Acaso mi dinero no vale?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No tienes dinero, ¿no y que te robaron todo? Además, te acostaste con Yajaira y no pagaste. Nadie se quiere acostar más contigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No me acosté con ella: me la cogí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Eres un cerdo, coño - dijo Belkys tirando la toalla sobre la cama. Buscó en la gaveta de la mesita de noche y sacó una cajetilla de <i>Belmont</i>. Se la puso a Eduardo sobre la cama.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Y no le pagué porque olía a morcilla, a morcilla podrida con ajo y cebolla.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Das asco, ¿sabes?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Asco da esta vaina - dijo, señalando el <i>Belmont </i>que encendía.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Belkys agarró la cajetilla y sacó un cigarrillo para ella. Eduardo empinó la botella y bebió un enorme trago. Arrugó la cara.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Quiero que te quedes conmigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No se puede. No tienes real y le debes la noche a Yajaira. Te aceptan en el bar porque eres cliente viejo, más nada. Pero ya no te quieren aquí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Quién no me quiere?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Nadie. Ni las muchachas, ni Aureliano, ni Rodolfo, ni Johnny.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Pues, que se vayan todos al mismísimo carajo. Me sabe a mierda.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- A nosotras también.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿No te provoca quedarte conmigo, así, sin que nadie se entere, tirando de verdad?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Belkis era fea. Tenía la cara redonda y los cachetes inflados. Su boca era amorfa, como sin limites entre sus labios y el resto del rostro, con los ojos pequeñitos como escondidos entre la gordura de sus mofletes. Cuando alguna vez la había besado, Eduardo sintió que su lengua era como un músculo baboso e impreciso. Le repugnaba besarla, aceptar esa babosidad sobre su cuello, sobre sus labios. Pero tenía lindos senos y bellas piernas. Prefería besar su sexo que su boca. Porque su sexo era hermoso. Su abertura vaginal tenía la perfección que no tenían sus labios. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Si no pagas, no me provoca mucho.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Ven acá, acércate un poquito.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tengo que bajar. Quédate un rato más, pero no te duermas. Te tienes que ir.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Espera un minuto - le dijo. Se puso de pie. Buscó la cajetilla y sacó otro <i>Belmont</i>-. Déjame verte solamente. Quiero ver tus piernas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No se puede.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- A ver. Sólo las piernas. Casi las veo por completo, pero quiero verlas sin las medias.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Se inclinó frente a ella y le levantó la diminuta falda. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Son lindas. Cada vez que las miro, siento que estoy mirando las piernas de una mujer, de una hembra de verdad.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sólo mira.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Voy a mirar. Sólo mirar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No me toques.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No te toco. Acaricio tus piernas. Sobre tus medias. Estoy tocando tus medias.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tengo que bajar. Allá abajo hay una tipa con un celular que repica cada diez minutos. El novio la busca y le pregunta que dónde está. El tipo le entró a coñazos. Ella dice que él está loco por ella y que fue por eso que lo hizo, pero yo no creo que un tipo que le pegue a una mujer pueda quererla. Tal vez la quiso, pero desde el momento que le pega, deja de quererla. Ella está jugando con él por el telefonito ese que tiene y le dice "caliente, frío", mientras el tipo se acerca o se aleja. Cuando el tipo agarra la ruta equivocada, ella le dice: "frío". Cuando retoma el camino correcto, le dice: "vas bien: tibio". Yo le dije: "dile que estás con otro, que te lo está metiendo, que te gusta que otro te lo meta, que te asusta y te encanta que otro te posea". Pero ella le dice: "estoy con un señor muy simpático que me está invitando tragos y se ríe bellísimo". La tipa es medio tonta. No sé cómo vino a parar acá. Capaz que le haya dicho al novio la dirección exacta del bar y esté dándole ahora mismo la paliza de su vida.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Mientras hablaba, Eduardo había logrado quitarle las medias de nylon. Sabía que debajo de ellas nunca usaba pantaletas. Belkys le mostraba la desnudez de sus piernas. Eduardo recorría su piel con sus manos, apenas tocándola.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Voy a olerte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Y sin esperar su aprobación, acercó su rostro a sus piernas. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Voy a olerte toda, sin tocarte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Y levanto aún más su falda. El sexo de Belkys quedó a la vista. Eduardo pasó su nariz por encima de la vellosidad de su pelvis. La olfateó hambriento. Se aproximó. Con sus manos separó un poco las piernas de la mujer. Sacó su lengua y la tocó. Ella misma se abrió aun un poco más. El continuaba jugando a olerla. Pero no tardó en hundir su cara en el monte oscuro de su sexo. La lamió con brío e impudicia. Sus manos buscaron sus senos. Intentó acostarla. Ella aprovechó esa maniobra para separarse bruscamente de él. Eduardo sintió un agudo dolor en las costillas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Déjame. Te dije que no tocaras. Tengo que bajar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Se puso las medias y se acomodó la falda. Antes de salir, le dijo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Págale a Yajaira. Ya nadie te quiere por aquí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El malecón estaba semidesierto. Quedaban los beodos inagotables, las putas más viejas y repulsivas y algún caminante trasnochado. El mar seguía golpeando con obstinada vehemencia el empedrado malecón. Eduardo se sentó sobre el muro y miró a los pocos caminantes que aún poblaban su noche. De vez en cuando miraba el mar. El viento arrastraba los papeles y la basura, haciéndolos deambular la calle como extrañas criaturas nocturnas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">En algún lugar, en alguna habitación, en alguna cama, tal vez un par de amantes estuvieran intentando acercarse al amor a través de sus cuerpos, de sus voces, de la acrobacia de sus manos, del impredecible efecto de la confesión de sus secretos, de la fragilidad de sus sonrisas, de la incansable búsqueda de sus miradas, del inútil intento por olvidar lo pasado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo se levantó y caminó de nuevo hacia el callejón donde horas antes lo habían asaltado. Le dolía respirar. Pensó que tal vez le habían fracturado algún hueso. No había nadie en la calle oscura. Arribó sin novedad a la otra vía, solitaria pero bien iluminada. Anduvo por ella. Tendría que caminar por lo menos una hora antes de llegar a su casa. Buscó un cigarrillo inútilmente: había olvidado la cajetilla de <i>Belmont</i> en la habitación de Belkys. Un carro pasó a su lado. Iba muy despacio. Se detuvo pocos metros delante suyo. Era una patrulla. De su interior bajó un policía gordo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Documentación, ciudadano.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No tengo, señor agente. Me asaltaron<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Muéstreme su denuncia.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No he puesto ninguna denuncia. Me asaltaron, me fui a tomar un trago y lo único que quiero es llegar a mi casa.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Contra la pared.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Le estoy diciendo que me asaltaron, dos carajitos... - replicó Eduardo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El policía sacó, amenazante, el rolo de su cinturón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Que te pongas contra la pared.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo obedeció. El pecho le dolía. El policía palpó con violencia las piernas, la cintura y la espalda. Le hizo daño.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Coño, ¡ten cuidado! - protestó Eduardo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Móntate en la unidad.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Para qué?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¡Que te montes te digo! Aquí el que pregunta soy yo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- A mí me asaltaron y me entraron a patadas. Yo soy la víctima y ¿soy yo quien va preso?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">De la patrulla se bajó el otro policía, el conductor.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Móntate en la unidad y en la comisaría haremos las averiguaciones.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Lo que quiero es irme a mi casa. No me voy a montar en ninguna patrulla de mierda.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Con un rapidísimo movimiento de mano, el policía gordo golpeó con su rolo el muslo derecho de Eduardo. Se encorvó de dolor y perdió el equilibrio, pero no cayó al piso. El otro policía-conductor intervino:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sargento...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No se meta, cabo. No se meta - advirtió el policía gordo. Volvió a golpearlo, esta vez en el brazo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sargento, conozco a este hombre...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El sargento retrocedió como por arte de magia. El cabo continuó hablando:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Trabaja en el puerto, en aduanas. Es gerente de una agencia. Se conoce a toda la Guardia Nacional del puerto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Un gerente no anda como un vago caminando sin papeles por las calles, con la camisa llena de sangre y con la cara hinchada como un cochino- replicó el sargento.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Ando por la calle como me da la gana, gordinflón de mierda, maldito hijo de puta, grandísimo coño de tu madre.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El sargento se estremeció de rabia ante el insulto, pero también se asustó. Retrocedió aún un paso más. ¿Quién demonios podía atreverse a hablarle así, con aquella facha de maleante nocturno?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Prepare su arma, cabo. Este hombre es peligroso.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Yo lo conozco, sargento. Este tipo se sienta a beber cervezas con mi comandante y con el coronel de la Guardia de aduanas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Retírese a la unidad, cabo - ordenó el sargento.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Cuidado con lo que hace, sargento. No se meta en problemas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El cabo obedeció. El sargento guardó el rolo y lo siguió. Cojeando por el dolor que aun le causaba en la pierna el rolazo recibido, Eduardo se encaminó contra el policía gordo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Te jodiste, gordito. Estás bien jodido, ¿me oíste? Mañana, a esta misma hora, te vas a morir de la ladilla pagando calabozo. Voltéate. Mírame. Me llamo Eduardo Landaeta. Escúchalo bien. Eduardo Landaeta. No vas a tener un fin de semana libre en los próximos diez años. ¿Sabes quién voy a decir me que puso la cara así? Tú, maricón, con tu rolito de mierda.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El sargento se detuvo y se volteó para encararlo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Anda, mariconcito. Saca tu pistolita. Dispara. ¿Sabes qué voy a hacer mientras estés en el calabozo? Me voy a coger a tu mujer. Voy a acabarle en la boca. Tu mujer me lo va a mamar mientras te pudres de la ladilla en tu calabozo. Le voy a chupar las tetas y se lo voy a meter bien duro, huevonote. No me importa que sea una negra gorda, como tú, igual me la voy a coger.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El cabo llamó al sargento:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Sargento, móntese. Vámonos de aquí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El sargento se volteó nuevamente y terminó de llegar a la patrulla. Se montó en ella y, antes de largarse, le gritó a Eduardo: ¡Loco de mierda!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo sintió un fuerte dolor en el pecho. Apenas si podía respirar. Tenía ganas de volver a vomitar pero no pudo. Estaba asustado. Tenía miedo y dolor. Se tiró al piso. Sintió algo parecido al deseo de llorar. Se recostó contra la pared de la fachada de una casa y se durmió.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Tienes plata?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo retrocedió contra la pared que le había servido de apoyo mientras dormía. Frente a su cara, a menos de diez centímetros, tenía el rostro de un viejo pestilente y desdentado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Tienes o no? - volvió a preguntar el viejo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Nada. No tengo nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Malo, eso está malo. Siempre hay que llevar algo de plata. ¿Tienes algo para tomar? ¿Algún cigarrito?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo no respondió nada. No sabía si estaba despierto o si aquello era parte de una pesadilla.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Yo sí tengo. Toma - el viejo sacó de su mugriento pantalón una botellita de aguardiente. Bebió un enorme trago y luego se la pasó a Eduardo. El brebaje amargo y picante lo estremeció y, de alguna manera, lo revivió:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Tienes cigarros? - le preguntó al viejo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Unos cuantos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Dame uno. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo sintió frío. Le quitó al viejo la botella de la mano y se empinó otro trago largo. Su cuerpo se sacudió involuntariamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tienes un problema en ese ojo, un problema bien gordo - dijo el viejo riéndose como un demente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No. El problema creo que está en las costillas. Casi no puedo respirar. Me asaltaron. Pero yo no les di nada. Me lo tuvieron que quitar a coñazos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- A mí ya no me asaltan. ¿Quién me va querer asaltar a mí? - dijo el viejo, volviendo a reírse enajenadamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El viejo recuperó su botella de las manos de Eduardo, se levantó y comenzó a caminar, sin despedirse. Eduardo se reincorporó y lo alcanzó.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¡Hey!, ¿a dónde vas?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tengo cosas qué hacer.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Qué coño vas a hacer a esta hora?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Cosas. Muchas cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Dame otro trago.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Pequeño. Toma. Pero yo sostengo la botella. A ti se te pega. Luego se me acaba y, ¡zuas!, todos se pierden.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Eduardo tomó su trago y continuó caminando al lado del viejo. Sin darse cuenta, se encontró nuevamente en la callejuela en la que lo habían asaltado. Continuaron andando hasta el malecón. Estaba desierto. La cercanía del mar pareció excitar al viejo. Volvió a sacar su botellita y bebió un trago corto. Esta vez entregó la botella a Eduardo, pero apenas si se mojó los labios.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Como si hubiera enloquecido de pronto, el viejo pegó un salto y se encaramó sobre el muro del malecón. Una vez allí, comenzó a ejecutar una extraña danza. Luego se detuvo y concentró su mirada en el negro mar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Es hermoso. Demasiado hermoso. En él vive la voz del Señor. Nadie lo sabe, ni siquiera el mismo Papa, pero de allí es de donde sale la voz de Dios.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El viejo sacó de sus bolsillos una flauta y comenzó a tocarla. Sus soplidos eran absolutamente inarmónicos, pero el sonido resultante era dulce y tranquilizador. De pronto se detuvo y ofreció su flauta a Eduardo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Quieres tocarla?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No, no sé hacerlo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Yo tampoco. Es fácil. Sólo tienes que soplar y pensar en Dios. Más nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Dame otro trago, anda - suplicó Eduardo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Chiquito, muy chiquito, para que dure. "De lo bueno poco", decía mi madre. Y tenía razón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- De lo bueno, todo - objetó Eduardo<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Es verdad. Tú también tienes razón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">A lo lejos apareció un buque. Estaba lleno de luces, probablemente repleto de turistas. Si se te antoja, pensó Eduardo, podías pensar que era un barco fantasma, y trastocar su alegre visión en un pequeño destello triste y melancólico en medio del mar negro y tenebroso.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿No te parece lindo? - preguntó Eduardo al viejo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Te refieres al Todopoderoso?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Estoy hablando del barco. ¿Te gustan los barcos?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¡Jamás me montaría en un barco, señor! ¡Jamás! Oyelo bien. Soy un hombre de tierra firme. Y amo el mar porque nos esconde y nos enseña la voz del Señor. Sólo por eso. Estoy loco. Lo sé. Conozco a muchos que lo están y no lo reconocen. Pero aunque no lo admitan ni lo sepan, ellos tienen una misión. Una santa misión, como la mía.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Y cuál es tu misión?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Escuchar el mar, en las noches. Sólo así Dios estará seguro de que por lo menos hay un hombre que escucha su voz.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Y qué te dice? - preguntó Eduardo, descaradamente burlón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Su voz es un susurro y nunca sé realmente lo que me dice. Pero la oigo. Es suave y dulce, como un murmullo de las olas. A veces debo tomar mucho para poder escucharla, pero sé que él entiende mis pobres debilidades.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El buque continuaba acercándose.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Y tú, ¿qué buscas? - preguntó el enajenado viejo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Un carajo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Malo, eso está malo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Quieres la verdad? Hoy quería tirarme una puta o que me pegaran un tiro. Sólo eso. Pero no conseguí ninguna de las dos cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No buscaste bien.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El viejo acarició su botellita con avaricia. Mojó sus labios y la volvió a ofrecer.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Hoy tuve verdaderas ganas de tirarme a la Belkys. Nada más. Es fea, pero tiene ricas piernas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- A mí ya no se me para, ni siquiera en las mañanas. A veces Lucrecia se deja lamer. Hiede como una mona, pero me gusta chupársela. No siempre, pero a hay noches en que no puedo evitarlo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Es puta?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- No. Lucrecia está loca, como yo. Pero no es puta. Ella no te cobra ni nada. Cuando le paso la lengua, ella repite: "Marcos, Marcos, Marcos...". Todos se la pueden chupar. Y ella se deja. Pero no hace más que llamar a Marcos mientras se lo haces. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">El viejo volvió a encumbrarse para danzar nuevamente sobre el muro del malecón. El buque se había acercado lo suficiente para proyectar con total claridad sus fantasmagóricas luces. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿A dónde coño vas?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Tengo muchas cosas que hacer. La voz del Señor me llama. Tiene cosas que decir y yo debo estar allí para escucharlas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- ¿Me regalas un último cigarro?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">Sin mirarlo, el viejo buscó en todos sus bolsillo hasta conseguir un cigarrillo deforme y con la piel arrugada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">- Toma - le dijo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">En el poco tiempo que Eduardo se detuvo para encender el cigarrillo, el viejo había ganado una distancia enorme. Caminaba realmente muy aprisa, dando enormes zancadas, como si repentinamente hubiera sido poseído por el demonio. Eduardo tuvo que correr para volver a alcanzarlo. Lo encontró sentado en el suelo, con los ojos cerrados, murmurando palabras inaudibles que parecían ser parte de un rezo. Eduardo lo miró durante unos segundos y lo abandonó, comprendiendo que de alguna o de muchas maneras el viejo había retornado al corazón de su chifladura. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;">A lo lejos lo vio dar carreritas en círculo, mientras gritaba que ya era tarde. Eduardo buscó un banquito y se sentó a observar primero al loco, luego al buque que ya comenzaba a alejarse. Pensó que en algún lugar, en algún cuarto, en alguna cama, tal vez muy cerca de ellos, por lo menos un par de amantes intentaran de alguna forma acercarse al amor. Quizás ese intento, sin garantías de triunfo, fuera suficiente para darle algún sentido a la noche.</span><br />
<span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;"></span><br />
<span style="font-family: "Times","serif"; font-size: 12pt;"><o:p>==========================================</o:p></span><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;"><span style="color: #000099;">Cuento publicado en <b><i>"El atador de cabos",</i></b> Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librrías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-2656020 ó 0212-2638505. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor:</span> </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">mesones2256@gmail.com</span></a> <br />
<span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-3271941676491686612010-04-16T22:07:00.000-07:002010-04-28T19:22:38.174-07:00Enloquecer en Toledo, o la misteriosa soledad del cometa<meta content="text/html; charset=utf-8" equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx" rel="themeData"></link><link href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml" rel="colorSchemeMapping"></link> <m:smallfrac val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin val="0"> <m:rmargin val="0"> <m:defjc val="centerGroup"> <m:wrapindent val="1440"> <m:intlim val="subSup"> <m:narylim val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent><style>
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</style> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Una conversación con Roraima </span></b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLMHjcDxfrNtAYNlxKsC4MO72WDkKUsn8YRZsa03UswhBa4E1ZZPIKMoWaQPKEN16mFmNMCuTNYsnZUhWeyzbhKyxkhhhBVCjQtJS9vTf2ZxWe893k1EIqDntcN7RCIbgmoRJn4Yi_iLk/s1600/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5460969892752107490" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLMHjcDxfrNtAYNlxKsC4MO72WDkKUsn8YRZsa03UswhBa4E1ZZPIKMoWaQPKEN16mFmNMCuTNYsnZUhWeyzbhKyxkhhhBVCjQtJS9vTf2ZxWe893k1EIqDntcN7RCIbgmoRJn4Yi_iLk/s400/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 400px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 273px;" /></a><b><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">en el "Sevillana Latina", M</span></b><b><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">adrid, España.</span></b><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Tanto tie</span><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">mpo sin verla y está como cuando me despedí de ella en Maiquetía, cuatro años atrás. </span><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Beso sus mejillas y presiento sus senos desnudos y recios bajo su blusa de algodón. Nos he</span><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">mos citado en la Gran Vía. Me arrastra a tomar vino. Le cuento algunas cosas de mi vida, de Violeta y Marisela. Me expresa su rechazo por Violeta ("nunca entendí como pudiste casarte con una mujer así") y su asombro ante Marisela:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Y te sientes bien con ella? - me pregunta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Si me lo hubieras preguntado ayer, incluso hoy en la mañana, te hubiera dicho que sí. Pero en este momento no sé qué responderte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Me sonríe con picardía, con malicia, como sospechando una treta en mi respuesta. Paga la cuenta, me pregunta si me apetece bailar y me invita al "Sevillana Latina". <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Hoy serás mi invitado de honor, en todo - me dice, pícara.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">El "Sevillana Latina" está atestado de gente. No es un lugar pequeño, pero aún así apenas si puedes caminar. Luego de unos breves minutos logramos conseguir un asiento en la barra. Roraima, por supuesto, tiene influencia entre los mozos. Bailamos salsa, merengue y rumba flamenca. Ella tiene un extraordinario sentido del ritmo. Sus piernas largas y delgadas se mueven con pasos cortos y rápidos, manteniéndolas siempre muy juntas, lo que le brinda a su cuerpo una estructura de cosa firme y apretada. Su cintura, en cambio, es inquieta y elástica, acompañándote con soltura en cualquier movimiento que le ordenes. Pero tal vez lo más seductor de su baile es su cuello, largo y finísimo. Su hermosa cabeza se balancea sobre ese cuello bronceado e incansable, brindándole a su pelo un movimiento estremecedor y salvaje. Me marea bailar con ella, sentir sus piernas firmes moviéndose contra mis piernas vigilantes, sentir sobre mi pecho la tibia desnudez de sus senos redondos y duros. Nunca he hecho el amor con Roraima, pero siempre he fantaseado con la idea: debe ser una de esas experiencias que tardan en ser olvidadas. Pero eso me asusta. Porque Roraima es una mujer dura para el amor. La conocí casada con Miguel Adolfo y, después de su divorcio, le he conocido un par de amantes, en Caracas. Y en ninguno de los casos la he visto enamorarse, ni siquiera estremecerse con un poquito de afecto. Ella sabe lo buena que está y se sabe capaz de enloquecer a cualquier hombre. Y cuando se entrega, lo hace como un premio, como un regalo delicioso al hombre que ella ha escogido. Pero el premio tiene su precio y Roraima se vende cara. Ella tiene que recibir mucho para poder pasar a la entrega. Y cuando se fastidia, lo abandona todo, de un solo golpe, sin importarle nada. Creo que a Roraima le interesa muy poco el amor. Por encima de todo es una mujer calculadora. Por eso me asusta y he preferido fantasear con ella y permanecer de este lado de la frontera en la que me es posible continuar siendo su amigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Sin embargo, sé que esta noche Roraima está al alcance de mi mano. Lo presiento en el ritmo de sus piernas, en la forma como sus pasos se hacen cada vez más cortos y más lentos, permitiéndome entrar como un ladrón furtivo en la cuenca de sus muslos. Su cintura se ha vuelto independiente de mi dirección y se mueve a su capricho, a su propio ritmo cíclico y ondulante, como enseñándome un <i>demo</i> de lo que será su baile amatorio. Y su cuello se inclina hacia atrás para dejar que sus ojos me miren sin que sea necesario apartar la dulce presión que sus senos ejercen contra mi pecho. Me pregunta:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Cuando te vas?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Pasado mañana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Qué rápido!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No quiero darle lata a Javier. Siempre es un fastidio tener invitados en casa. Diez días es más que suficiente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Te puedes quedar en mi casa, a tu aire - me ofrece. La miro a los ojos mientras ella impulsa imperceptiblemente su cuerpo contra el mío. Le sonrío:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Eso sería una bomba de tiempo, Roraima.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Luego de unos segundos de silencio, me responde:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Tienes razón: sería una bomba, pero no de tiempo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Me marea. Roraima me marea. Me la imagino desnuda haciendo el amor escuchando rumba flamenca o merengue. Decirle: baila. Y seguir sus movimientos, la danza de su cintura mientras sus piernas se van abriendo para dejar al descubierto sus húmedos olores de hembra. Lo pienso, pero no lo digo. Porque Roraima me asusta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Lástima que no quieras - comenta. Y su cuerpo se devuelve a la formalidad del baile.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Al regresar a la barra ordena un par de Rioja. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Hoy estuve en Toledo -<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Ya lo sé. Ya me lo dijiste - me responde con desgano.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Fue un paseo extraño. Me pasó algo raro...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Raro cómo qué? - me pregunta con cierta curiosidad.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Me sentí como si anduviera errado en la vida, como si siempre hubiera vivido de una forma equivocada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Eso nos pasa a todos por lo menos una vez a la semana. No te preocupes: eso es normal, si estás vivo, claro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Pero esto fue distinto. ¿Cómo te lo digo?, fue una sensación inoportuna. Siempre pensamos que estamos equivocados frente al fracaso o las contrariedades, cuando las cosas nos salen mal. Pero es extraño pensar en eso frente al disfrute, en medio de un paseo turístico. Después de almorzar me fui a caminar y me perdí en las calles de Toledo. Eso me hizo sentir bien. De pronto me vino la certeza de que había pasado toda mi vida así, perdido, equivocado, errando. Como si hubiera vivido la vida que me habían ofrecido y no la que yo hubiera elegido. Como si me hubiera pasado toda la vida yendo a un restaurant en el que el mesonero no espera mis órdenes, sino que simplemente me trae lo que le da la gana, con la certeza de que el hambre me obligará a comerlo. Pero al final quien paga la comida soy yo, no él. Caminando en Toledo me di cuenta de que si yo pago la factura, entonces el derecho a elegir es mío, no del mesonero.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Me estás diciendo que descubriste el agua tibia?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Más o menos. Cosa muy importante si te has pasado toda la vida dándote duchas de agua fría.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Sabes? A veces me pareces un niño, a veces los hombres en general me parecen niños. Les cuesta tanto entender tantas cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Creo que enloquecí, ¿sabes? Sé que ..., bueno, no lo sé. Pero creo que ya nada será igual. Y sospecho que eso me producirá mucho dolor. Estoy asustado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Huelo que en todo esto hay una mujer, una difícil, ¡para tu suerte! - me dice sonriente, como satisfecha de comprobar el endiablado poder femenino, aunque sea el de otra.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Es extraño cómo ocurren las cosas. Hace como dos años estuve con Marisela en Bejuma...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Bejuma?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Un pueblito al lado de Cuyagua.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Cuyagua! Amo sus playas. Allí perdí mi virginidad. Tenía diecisiete años. Cuyagua está hecha para el amor.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Pero Marisela y yo no estábamos en Cuyagua, sino en Bejuma, como a quince minutos caminando.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No lo conozco. Tal vez sea nuevo. Yo conozco Cuyagua. Allí me desvirgaron.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Nuevo nada. Es más antiguo que Cuyagua, sólo que Cuyagua se puso de moda y todo el mundo lo conoce y media Caracas menor de veinticinco años debe haber fornicado en sus playas. Bejuma apenas tiene tres calles y no más de ciento cincuenta habitantes. La electricidad proviene de una vieja planta eléctrica que se enciende de siete a nueve de la noche. Esa es su vida nocturna. Marisela y yo estuvimos allí durante una semana. Nos alojamos en una habitación de una vieja casa construida a medias con ladrillos y a medias con barro. Estando allí, Marisela se enfermó. Estaba resfriada y la fiebre y los vómitos no la dejaron dormir en toda la noche. Para conseguir un médico habríamos tenido que ir hasta Ocumare o quizás hasta Maracay, así que tuvimos que arreglárnosla con lo que teníamos: un par de aspirinas, unas tazas de limonada que preparó la dueña de la casa y unas compresas de agua fresca. Al amanecer ambos caímos rendidos por el sueño. Nos levantamos casi al mediodía. La fiebre había desaparecido y Marisela se sentía mucho mejor, aunque agotada por los estragos de la noche. Salí a buscar algo de comida y no le permití que se levantara durante todo el día, pero al final de la tarde ella insistió en dar una vuelta por el pueblo, hasta la orilla del riachuelo, para tomar un poco de aire, tú sabes. La tarde era cálida y me pareció que esa caminata no le haría mal. Cuando llegamos al riachuelo se sintió muy cansada. Se sentó en una roca bajo las ramas de una mata de mango. Recostó su cabeza contra el tronco del árbol y cerró sus ojos. Yo la cubrí con el suéter que llevaba en mi mano, previendo cualquier variación en el clima. Al verla descansar, me pareció que se estaba muriendo, aunque sabía que simplemente estaba cansada. Entonces acaricié su rostro frágil y demacrado, como si con ese gesto pudiera espantar la muerte que mi imaginación había invitado. Tocaba sus mejillas, pero era como si estuviera acariciando su alma. Y en aquel momento sentí que haría cualquier cosa para no perder a aquella mujer. No era hermosa en aquel momento. Estaba pálida y ojerosa, pero la sentí más hermosa que nunca, más deseable que nunca. En ese momento descubrí que la amaba.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Qué romántico!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No te burles, coño, que esto es importante. Siempre me sorprendió la manera como el amor se nos muestra de improvisto, sin antesala y sin advertencia. Muchas veces me he preguntado: ¿y si no hubiéramos dado ese paseo, habría descubierto alguna vez que la amaba? ¿Y si ella no se hubiera cansado con la caminata, si no hubiera recostado su cabeza contra el árbol, si no hubiera cerrado sus ojos como si se estuviera muriendo, qué hubiera pasado? Me pregunto: ¿La amé en ese instante o ya la amaba antes, la noche anterior, mientras ella vomitaba sobre una poncherita de plástico? ¿La amaba y no lo había descubierto o la aprendí a amar mientras ella reposaba su cansancio? Si ese paseo no se hubiera dado, ¿cómo hubiera ocurrido esa revelación? ¿Hubiera ocurrido ese mismo día o seis meses, un año más tarde? ¿Qué hubiera pasado si las cosas no hubieran ocurrido como ocurrieron?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Muchas preguntas para interrogar un asunto demasiado simple.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Pocas, diría yo para interrogar a un milagro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Ahora eres creyente? - se vuelve a burlar. Roraima está más ácida que un limón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Un milagro es algo que ocurre pero que es asquerosamente inusual que ocurra, ¿entiendes? Como cuando pasa un cometa. Es un enigma. Matemáticamente es posible determinar su trayectoria en los próximos diez siglos, pero eso no es más que la descripción del milagro. Lo verdaderamente inexplicable es cómo es que el maldito cometa recorre el espacio durante cientos de años sin chocar contra nada. O tal vez el milagro, el enigma sea que algún día encuentre finalmente la muerte en la soledad de su camino. Así son nuestras vidas: recorremos una ruta durante años sin que ocurra nada. De pronto una mujer inclina su cabeza contra un árbol y chocas de frente contra el amor.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Te entiendo. ¿Otro? - me pregunta señalando nuestros vasos vacíos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No. Para mí un ron seco. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Te acompaño.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">No hay sino <i>Gran Reserva</i>. No es lo mejor, pero funciona para recordar a la patria.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Hoy en Toledo me ocurrió algo parecido.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Te enamoraste de nuevo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No sé para qué te hablo. No haces más que reírte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Es que te pones tan pomposo que no puedo evitarlo. Pero no me burlo, no creas. Te escucho atentamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Ven, creo que la pasarás mejor si bailamos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Después. Cuéntame de Toledo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Primero fue en el tren. Todos estos días Ana o Javier me han acompañado a todas partes. Han sido unos extraordinarios anfitriones, por cierto. Pero hoy tenían cosas que hacer. De esa forma, hoy fue mi primer día solo en España. Me fui a la estación de trenes y decidí ir a Toledo. Me confundí de andén y perdí el tren de las ocho y diez. Estuve tentado en cancelar el viaje e irme a otro sitio, pero no lo hice. Abordé el vagón y continué con mi plan original. En Aranjuez el tren fue abordado por unas diez personas, entre ellas una familia colombiana. Tú sabes, empiezan a hablar entre ellos y lo descubres por el acento y esas cosas. Ese fue el primer zarpazo. Yo me sentía bien, realmente bien, te lo juro. Ellos, los colombianos, se sentaron muy cerca de mí. Comencé a observarlos. Eran un matrimonio, él de unos cuarenta y ella de unos treinta y cinco, con un par de hijos. El varón de unos catorce y la niña de unos nueve años. Me pareció que eran felices. De pronto pensé que ese hombre y yo éramos muy parecidos y, a la vez, muy distintos: él tenía dos hijos y yo tenía dos hijas, más o menos de la misma edad. El tenía una pareja y yo también. El llevaba una cámara de video colgada al hombro y yo tenía una cámara fotográfica colgada a mi cuello. El viajaba en un tren rumbo a Toledo, y yo también. Sin embargo, y ese pensamiento no sé de donde carajo me vino, yo tenía todo eso roto, disperso, hecho pedazos. Yo tenía todo lo que él tenía, pero era él quien era feliz, mientras que yo no hacía más que tratar de serlo: era yo quien viajaba solo en ese tren, sin pareja, sin hijas, sin destino. Pensé en Violeta y no en Marisela. Eso fue extraño, ¿sabes?, muy extraño. Sentí un dolor profundísimo, como si me estuvieran atizando los huesos. Casi me voy en llanto, allí mismo, frente a los demás viajeros. Estaba totalmente deschavetado, de atar, te lo juro. Pensé, al fin, en Marisela. Y descubrí, o me atreví a descubrir, que ella es la única mujer que podría unir esos pedazos rotos, pero ella no hace nada al respecto, ni lo hará nunca. No le interesa. Descubrí que ella era sólo un pedazo más, un trozo incapaz de llegar al todo. ¿Me explico?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No mucho...<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Ella lo puede todo, pero a la vez no puede nada. A los pocos minutos llegamos a Toledo. Me pasé lo que quedaba de la mañana tomando fotografías. A las dos de la tarde entré a almorzar una tasquita. Bebí un par de cervezas y comí algo ligero, como si tuviera prisa. En realidad estaba inquieto, muy inquieto. Apenas terminé, volví a la calle. Después de más de una hora de caminata me di cuenta de que me había perdido. Me gustó sentirme así, a la deriva, sin rumbo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Eso ya me lo dijiste - cortó Roraima.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Te aburro. ¿Prefieres que bailemos?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Que no, coño! Sigue contando, pero no te repitas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Entonces vi a la toledana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Cuál toledana?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- En una de las callecitas, muy cerca de la casa de El Greco. Estaba regando matas en el balcón de su apartamento. Vestía un pantalón corto y una blusa anaranjada muy ceñida. Me acerqué a ella para verla mejor. Ella me miró extrañada y me sonrió. Entonces la deseé, con furia, como un animal en celo. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Y..?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Solo eso. La deseé. Luego pensé en Marisela. La pensé más como ausencia que como presencia, ¿me explico? Marisela-la-que-no-está. Sentí que le había llegado la hora, que su tiempo se había vencido. A veces pienso que la vida tiene su propio reloj y desconocemos la duración de sus medidas. A todo le llega su hora, y muchas veces nuestra voluntad no cuenta para nada. Llega y punto. He esperado durante casi tres años que el amor llegue a Marisela, pero nunca llega. Llega la pasión, alguna forma de cariño, alguna forma de ternura, pero nunca el amor. El tiempo de esperar se me terminó. Eso lo sé, pero me asusta: no es mi decisión. Algo o alguien decidió por mí, y yo simplemente me limité a descubrirlo, a leer el decreto. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿La vas a dejar?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Creo que ya le dejé. En Toledo. Allí dejé a Marisela, mientras miraba la franela naranja de la toledana. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Pero, tú quieres dejarla, ¿no?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Lo último que deseo en el mundo es dejarla.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Estás loco!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Sí. Creo que enloquecí en Toledo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- O tal vez recobraste la razón. Ven. Sácame a bailar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Son casi las cinco de la mañana cuando salimos del "Sevillana Latina". Estamos borrachos. La tomo de la mano y caminamos hacia Virgen del Lluc. No apareció un maldito taxi durante todo el trayecto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Esta mierda de ciudad es un pueblo mugroso - protesto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¡Bingo! - exclama Roraima, muerta de la risa sabrá dios por qué razón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- ¿Dónde coño está la vida nocturna de Madrid? - pregunto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- En nuestros corazones.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Entonces mi cuerpo se inclina hacia adelante, como empujado por un dedo gigantesco. Me sostengo como puedo contra el capote de un Renault y me voy en vómitos. Roraima permanece a mi lado, diligente y atenta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Disculpa - digo, sólo por decir algo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Gajes del oficio, compañero - me consuela.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Seguimos caminando en silencio. De pronto me detengo para decirle:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Ella lo puede todo, pero no lo sabe. Hoy enloquecí gracias a que no le perdono su ignorancia. No sabe lo que ella me significa. Ella piensa que la vida es así. Y ese es su acierto y su error. Marisela está muerta. ¡Muerta! Debo estar loco. Tal vez el muerto soy yo. ¿O soy yo el vivo? ¿Soy yo quien respiro?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Estás borracho. Anda, camina. Me muero de sueño.- me dice Roraima.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Si y no, Roraimita. Creo que nunca más la veré. Regresaré a Caracas y ella no estará. Ella no está. ¿Sabes lo que es un zarzal?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Creo que sí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- No, no lo sabes. Es una pesadilla. Un enjambre de espinas en el que buscas y no encuentras nada. Allí habita Marisela: en su jardín de zarzales. Ella camina y yo la persigo. Ella camina como quiere y yo la persigo como puedo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Mira que la quieres, ¿no?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Seguimos caminando. Roraima me deja tomarla de su cintura.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">Nos despedimos al amanecer, frente a la entrada de su edificio. Intento besarla, pero ella esquiva mi boca con una suave dulzura Acaricia mis labios durante unos segundos y me dice:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">- Es una lástima, pero lo pensaste demasiado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">(No me doy cuenta en ese momento, pero qué torpeza intentar besar a una mujer que te acaba de ver vomitar. Vainas de borracho).</span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;">===================== <br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 18pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;"><span style="color: #000099;">Cuento publicado en <b><i>"El atador de cabos",</i></b> Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librrías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-2656020 ó 0212-2638505. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor:</span> </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">mesones2256@gmail.com</span></a> <br />
<span lang="ES-VE" style="font-family: "; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-90745667007722306512009-12-09T18:10:00.001-08:002010-05-13T16:28:44.374-07:00No se lo cuentes a nadie, por fa<meta content="text/html; charset=utf-8" equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 12" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5Ceditor%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5Ceditor%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx" rel="themeData"></link><link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5Ceditor%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml" rel="colorSchemeMapping"></link> <m:smallfrac val="off"> <m:dispdef> <m:lmargin val="0"> <m:rmargin val="0"> <m:defjc val="centerGroup"> <m:wrapindent val="1440"> <m:intlim val="subSup"> <m:narylim val="undOvr"> </m:narylim></m:intlim> </m:wrapindent><style>
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</style><span style="font-size: 180%;"><b style="color: #000099;"><span style="font-family: "; line-height: 150%;">No se lo cuentes a nadie, por fa <br />
<br />
</span></b></span><span style="font-family: ";"><o:p></o:p></span> </m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac></m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac></m:defjc></m:rmargin></m:lmargin></m:dispdef></m:smallfrac><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Susana se apartó bruscamente de él, llorando. Acababa de decirle que estaba embarazada. Carlos no supo qué responder y se mantuvo callado. Susana dio, furiosa y desesperada, un zapatazo en el </span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxYsVoPWjL7utusLKqEqnRRgVMJD9yOBNYnOCATOshM3rKu_-DYw702YrSDjs09wNeL3CSrqyatCjfY1ep4OeG_QHsPTT8CK6qqcOW6dpJq80KM-hrzooLNhAHajcvYCoRdAVXS17lGpM/s1600-h/Portada+Japy+Berdei+Tu+Yu+070104.JPG" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5413432182168815474" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxYsVoPWjL7utusLKqEqnRRgVMJD9yOBNYnOCATOshM3rKu_-DYw702YrSDjs09wNeL3CSrqyatCjfY1ep4OeG_QHsPTT8CK6qqcOW6dpJq80KM-hrzooLNhAHajcvYCoRdAVXS17lGpM/s400/Portada+Japy+Berdei+Tu+Yu+070104.JPG" style="cursor: pointer; float: left; height: 400px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 228px;" /></a><span style="font-family: ";">suelo y se marchó. Ambos estaban en un rincón de las gradas de la piscina, solos. sin embarg</span><span style="font-family: ";">o, algunos los miraban desde lejos, tras la cerca. Era la hora del receso y todos andaban fuera de clases.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos buscó a Javier y </span><span style="font-family: ";">le contó todo en cámara rápida. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Y qué vas a hacer?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Lo que haya que hacer. No voy a dejarla sola en esto - le respondió Carlos. Dicho esto, ambos corrieron a sus respectivas aulas de clase. Estaban retrasados.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos en realidad no ten</span><span style="font-family: ";">ía idea de nada. Sabía que apoyaría a Susana en todo lo que hubiera que apoyarla, lo cual significaba que tal vez debía prepararse para casarse con ella y tener al bebé. Pero si decidían no tener al bebé, él igualmente la apoyaría para abortar. En ese caso, debía buscar el dinero necesario.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">A la salida de clases se fue a la entrada principal del liceo a esperar a Susana. Esperaba que estuviera más calmada y pudieran hablar mejor. Pero Susana se había marchado a su casa después del receso de las once de la mañana. Eso se lo dijo Lorena, una de las compañera de clase de Susana. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos llamó Susana a su casa, pero aún no había llegado. Según su mamá, la señora Mercedes, Susy aún estaba en clases. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos sabía que las cosas no estaban para perder tiempo, así que desde ese mismo teléfono público se puso en contacto con su tío Omar, quien era apenas unos seis años mayor que él, y ya trabajaba y estudiaba en la universidad.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Se reunieron en el cafetín de Macro, donde Omar trabajaba como asistente de compras. Cuando Carlos le contó, Omar reaccionó más como un tío que como un amigo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Pero, ¿se te volvió agua el cerebro? ¿En qué carajo andabas pensando, tarado? ¿Tienes idea de la dimensión del peo en el que andas metido?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Sí - respondió, sin apartar la mirada del vaso de limonada que aún se estaba tomando.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Imagino que si me vienes con el cuento es porque no le has nada aún ni Mario ni a tu mamá, ¿no es así?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, no se lo he contado a nadie. Pero es que apenas me enteré esta mañana, como a las once.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Y qué quieres de mí?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Necesito saber cuánto cuesta un aborto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Mucha plata. Como un millón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¡Un millón! - exclamó Carlos, abriendo los ojos de tal forma que parecía se le iban a salir.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Más o menos, quizás más, quizás un poco menos. Déjame averiguar. ¿Cuando vas a hablar con tus padres?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Tal vez no les diga nada y necesito me des tu palabra que tampoco lo harás sin mi autorización.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Eso no te lo puedo prometer. Déjame ver como van pasando las cosas y veremos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No te preocupes, haremos las cosas bien. Estoy dispuesto a casarme con ella. O si no, la ayudaré con lo del aborto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Qué edad tiene la niñita esa, Susana?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- En noviembre cumple dieciseis.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Es decir, dentro de ocho meses. La carajita tiene quince años, tarado. Es una menor. Si no nos movemos bien, terminarás pudriéndote en la cárcel, o casado como un imbécil. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Yo quiero casarme con Susana. De verdad que la amo y me quiero casar con ella. Todo esto no viene sino a adelantar las cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Carlos, métete esto en tu cabezota: tú-no-te-puedes-casar. Aún eres menor de edad, ni te has graduado de bachiller, ni nunca has movido un dedo para ganarte un puto bolívar, ni nadie va a darle trabajo a un comemoco como tú, ¿me explico? ¿Puedes entender eso? No hay nada que puedan hacer para salir de este problema sin la ayuda de sus padres. Te doy tiempo para que tú mismo te convenzas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Tío, comprendo muy bien todo eso, pero, ¿no podrías prestarme ese dinero? Te lo pagaré con intereses.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Escucha, peazo'e pendejo, pero escúchame bien. Yo no gano esa cantidad ni entres meses de trabajo, así que no la tengo. Todo lo que gano se me va en pagar la universidad y el carrito ese que me compré. Pero si tuviera esa plata, ni sueñes con que te la daría para hagas sabes dios qué estupidez. ¿Has comprendido bien?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos se arrepintió profundamente de haber hablado con su tío Omar. Sin embargo, antes de despedirse, Omar se lo llevó a un telecajero, sacó cincuenta mil bolívares y se los dio. Le dijo que comprara una nueva tarjeta telefónica y que lo mantuviera informado de la situación, sobre todo después de haber hablado con Susana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Y eso era lo que realmente Carlos necesitaba: hablar con Susana y analizar juntos la situación. Además, era importante que le advirtiera a ella que no hablara aún con sus padres, aunque comprendía cada vez más que Omar tenía razón: sería difícil salir de ésta sin el apoyo de los papás.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Eran casi las cuatro de la tarde cuando volvió a llamar por teléfono a Susana. Atendió Francys, su hermanita. Le dijo que Susana había estado en casa pero que había salido casi inmediatamente después de almorzar. No sabía a dónde había ido. Carlos le pidió que al verla, le dijera que él quería hablar con ella, pero sabía que era un ruego inútil, ya que ni bajo tortura china Francys daría jamás un mensaje para su hermana ni para nadie. La niña era un desastre para esas cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos tomó un taxi hacia Colinas de Bello Monte, rumbo a su casa. Encontró a Carla, su hermana menor, escuchando a <i>Link in Park</i> a toda mecha, por lo que supuso que aún no habían llegado sus papás. Respondiendo a su pregunta, Carla le dijo que salvo Javier, nadie más lo había llamado en todo el día.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Respondió la llamada a Javier y le informó que aún no había podido hablar con Susana. Quedaron en verse en una hora.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Luego de darse una ducha, Carlos hizo un recorrido por sus cosas, inventariando sus objetos de más valor y de fácil venta. La bicicleta, el discman, un viejo reproductor VHS, treinta CD's. Eso era todo lo que podía vender, y no llegaría ni a cien mil bolívares. Bajó al estudio y anotó en una libretica el reproductor DVD, pero tampoco sería mucho lo que le darían por él. Pensó en las joyas de su mamá. Recordó su famoso collar de perlas y un prendedor de oro con incrustaciones de esmeraldas, del cual ella siempre decía que valía una fortuna. También estaba el reloj de Mario, su papá, un Rolex de platino. Pero no se lo quitaba ni para dormir. Tampoco su cadena de cochano. «Viejos avaros y desconfiados», pensó Carlos. Pero tampoco hubiera sabido a quien venderle un reloj o alguna de las joyas de su mamá, además, seguro se lo comprarían por una bagatela. Recordó la chequera. Su papá la llevaba siempre en su maletín. Ya antes había imitado su firma para la entrega de algunos boletines de notas, o alguna nota de reprimenda del liceo. Todos se la habían tragado, y en verdad que era una buena imitación. Pero Carlos mismo no podría cobrar los cheques ya que era menor de edad. Tenía que buscar a un adulto para sacar más de un millón de bolívares. Un millón cien mil, esa sería la cifra, para darle cien mil bolívares al que fuera cobrar el cheque. Pero, ¿quién demonios podría ser esa persona?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Apenas llegó donde Javier, se lo propuso:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Y cuando lo conformen? - preguntó Javier-. Allí se darán cuenta de todo y me meterán preso. Ni de vaina. Búscate a otro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos no había pensado en eso, en lo de la conformación del cheque. «Malditos desconfiados banqueros», pensó.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Diremos que es para pagar una nómina. Esos tipos respetan mucho lo de las nóminas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Déjate de vainas, Carlos. Que me ponen preso y la cosa se va a complicar. No estoy para esos peos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Lo haremos por montos pequeños, de cien mil bolívares cada uno. Once cheques de cien mil bolívares. Tú te quedas con cien mil.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Déjate de vainas. No quiero ir preso. Ni quiero tu plata. Además, ¿vas a falsificar once cheques? Estás frito, mi pana. Requete-contra-archi-frito.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos tuvo que admitir para sí mismo que Javier tenía razón. La idea no era muy buena que se dijera.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Después de unos minutos de pesado silencio, Javier pensó en el repartidor de periódicos. Era un tipo medio idiota, pero mayor de edad. Y haría cualquier cosa por cien mil bolívares.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Tal vez haya que ofrecerle algo más - advirtió Javier.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Ahora sólo faltaba que hubiera dinero en esa cuenta. Nunca había dinero en ningún lado, al menos eso era lo que su papá siempre decía. Pero Carlos sabía que en la cuenta del banco Provincial siempre había dinero. Es decir, si había dinero en alguna parte, sería en esa cuenta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Por si ese plan fallaba, le dijo a Javier que estaba vendiendo su bicicleta, el VHS, el discman y un reproductor DVD. Lo encargó de venderlos al mejor precio posible. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">A las seis de la tarde volvió a llamar a Susana. Le respondió la señora Mercedes, la mamá de Susana. Le dijo que estaba dormida. Por el tono amable de la señora se notaba que aún no estaba enterada de lo del embarazo de su hija. Le dijo que la llamaría nuevamente como a las nueve de la noche.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Al salir de casa de Javier se dio cuenta de que no tenía nada qué hacer hasta las nueve de la noche, cuando había previsto llamar nuevamente a Susana. Sin embargo, no quería regresar a su casa. Tomó un taxi y pidió que lo llevaran hasta Sabana Grande. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Tenía que organizar sus ideas. Primero que nada, debía reunir el maldito millón de bolívares. Quería brindarle a Susana la suficiente libertad para que pudiera escoger entre el matrimonio o el aborto. Pero sin el dinero no estaba en posición de ofrecer nada. En el fondo sabía que ella le diría que quería tener al bebé y que se casarían. Carlos tendría un millón de bolívares en su bolsillo, y con eso arrancarían su vida. Ninguno de los dos dejarían de estudiar. Lo harían por la noche, en liceos públicos. Y luego irían a la Universidad. Ella quería estudiar Idiomas, y él, Ingeniería. «Todo se puede hacer en las noches», pensó Carlos. Trabajarían como burros durante el día y estudiarían como bestias en las noches. Se turnarían para atender al bebé. Con el tiempo, cuando le hubieran demostrados a sus padres su determinación de seguir adelante, quizás ellos, sus padres, se decidieran a ayudarlos y se ofrecieran a cuidar al bebé. Entonces, con su apoyo, todo sería más fácil. Pero si nunca los apoyaban, no importaba. Ellos igual seguirían adelante. Se graduarían muy jóvenes y comenzarían a trabajar en sus respectivas carreras. Ya el bebé tendría unos seis o siete años. Se compraría una moto para sacarlo a pasear en las tardes. Comerían helados, a escondidas, para que mamá Susana no los regañara durante la cena. No sé por qué, pero esa idea de salir a comer helados a escondidas lo hacía muy feliz. Dentro de todo, Carlos se dio cuenta de que era feliz.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Eran casi las ocho de la noche y recordó que aún no había llamado ni una sola vez al tío Omar. Hizo una cola enorme frente a un teléfono público y lo llamó: <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Dónde diablos andabas metido? - ese fue su amistoso saludo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ya estoy resolviendo las cosas, Omar. Todo saldrá bien - le dijo, tranquilizándolo, como si quien estuviera en problemas fuera el tío y no él.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Ya hablaron?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cómo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Que si ya hablaste con Susana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, aún no.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿No? ¿Y eso? <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Está dormida, pero la llamaré a las nueve.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Quiero hablar contigo mañana, ¿de acuerdo? En mi casa mañana a las nueve.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- OK.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Sin falta. Pero avísame hoy cuando ya hayas hablado con Susana, ¿okey?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- OK.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Aprovechó su turno al teléfono y llamó a su casa. Atendió Carla. Le dijo que no tenía llamadas, pero vaya usted a saber. Le pidió le dijera a sus papás que andaba en Sabana Grande con Javier, y que no sabía a qué hora iba a llegar. Como sus dos llamadas habían sido muy breves, hizo una tercera conexión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ya te tengo vendida la bicicleta y el DVD. A nadie le interesa el VHS ni el discman - le informó Javier.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Apenas se alejó del teléfono público, cayó en cuenta de que no había comido nada desde el desayuno. No hizo más que pensarlo cuando ya sentía que se moría de hambre. Entró a un McDonald's. Estaba atestado. Al ver tanta gente junta, Carlos pensó que uno se siente más solo en sitios así, en donde todos andan acompañados y parecen ser muy felices. Le hubiera gustado estar allí con Susana. La extrañó mucho en ese momento. La imaginó a ella buscando una mesa mientras él hacía el pedido. Luego comerían juntos, en silencio. O simplemente comentarían lo ricas que estaban las papitas fritas. O le robaría un par de sorbos de su nesté, bajo la protesta de ella, avariciosa como ella sola con sus bebidas. Se sintió muy solo. Tenía hambre, es verdad, pero también tenía frío. Sus manos temblaban. Tenía miedo. Su vida estaba a punto de cambiar de una forma tal que apenas podía imaginarla. Y sintió que ÉL ya no era ÉL. Como si estuviera viendo una película en la que el protagonista era alguien como él, con su mismo nombre, su misma casa, sus mismos padres, su misma novia, pero que en realidad no era él. ¿O era un sueño? Se sintió en medio de un sueño, o de una pesadilla. Ya se despertaría en su cama, llamaría a Susana por teléfono y ella se reiría de esa loca alucinación suya en la que iba de un lado a otro dentro de su cabeza planeando un matrimonio o un aborto. Le dio un par de mordiscos a la hamburguesa, pero apenas si pudo tragarla. Vaya que sí tenía hambre, pero no podía tragar nada. Abandonó su plato sobre la mesa y salió casi corriendo buscando la salida. Llegó a la calle y comenzó a caminar. Le gustó sentirme perdido y arrastrado en medio de aquel río de gente. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">No sabía de donde le había venido la idea de que necesitaba un trago. En su vida apenas si había probado licor, pero en ese momento tenía un irresistible deseo de tomarse un buen trago. Buscó un bar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Pidió un gintonic sin que nadie repara en su edad. Era alto y algo corpulento, ya que antes había hecho mucha gimnasia y había nadado mucho y sus musculos se desarrollaron muy bien, así que, ayudado por la penumbra del bar no tuvo problemas en hacerse pasar por mayor. Se bebió el primer trago de un solo jalón, como un vaquero sediento. Pidió otro. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">En el bar había parejas, pero también había hombres y mujeres que hablaban entre ellos, sin formar parejas. Había otros hombres que andaban solos, igual que Carlos. Le pareció que eran muy machos y que tras su aparente soledad debía haber una gran historia de amor, como la de él en aquel momento. Engolando la voz, pidió al barman le diera la hora. Eran las ocho y cuarenta y cinco. Igualmente le informó que al lado de los baños había un teléfono público, pero que no sabía si estaba funcionando. Cuando intentó levantarse de su banqueta frente a la barra para ir a buscar el teléfono público, casi se cae. Estaba mareado y apenas si podía sostenerse en pie. Se apoyó sobre la barra, respiró hondo y comenzó a caminar. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Le atendió la señora Mercedes: <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, no está, Carlos. Fue al cine. Pensé que andaban juntos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Si, bueno, habíamos quedado en ir al cine pero luego tuve que cancelarlo - le costaba pronunciar las erres.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cómo? Y si no fue contigo, ¿entonces con quién anda?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Con sus amigas. Señora Mercedes, discúlpeme, pero la estoy llamando de un celular y ya no puedo seguir hablando. Muchas gracias. Hasta luego.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Colgó. Le ponía nervioso hablar con esa señora.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Susana debía estar con Gabriela, pensó Carlos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Aprovechó su visita al teléfono y llamó a Omar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Aún no han hablado?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ya hablaremos, Omar. Lo que ahora tenemos es tiempo para hablar. Ese no es el problema.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Dónde estás?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- En un celular. Debo colgar. Te llamo mañana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Y colgó.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Antes de regresar a la barra entró al baño. Le dolían las tripas y la vejiga, así que cerró la puerta y se senté en la poceta. El sitio apestaba a mierda. Las paredes estaban llenas de notas. Se puso a leerlas. Hubo una que llamó su atención. En realidad, eran dos notas. Una escrita con marcador rojo, y la otra con marcador negro. La primera decía "MARISELA, ¿QUÉ DEBO HACER PARA QUE NO TE VAYAS?" Estaba fechada el catorce de octubre de 1998. La segunda, muchísimo más reciente que la anterior, estaba escrita unos centímetros más abajo, con la misma letra, pero con marcador negro, y decía "MARISELA, ¿QUÉ DEBO HACER PARA QUE TE VAYAS?" Esta no tenía fecha. A la derecha de su cabeza había otra: BRUTALAMAFIA. Más abajo, en letras gordas, se podía leer NO FEAR, RASTAFARI. WE ARE YOU.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Regresó a la barra, terminó su trago y se marchó. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">La calle seguía repleta de gente. Ya eran las diez de la noche. Eso le pasaba cada vez que tomaba, que el tiempo parecía darle saltos. El creía que había pasado un minuto, y había pasado una hora. Le dieron ganas de llorar. No podía quitarse de encima esa sensación de soledad. Tenía miedo, mucho miedo. Llegó a la esquina de la calle Villaflor y esperó un taxi. Le dio al taxista la dirección de su casa y se echó a dormir. El taxista era un bruto y en cuanto llegaron lo despertó con un fuerte sacudón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Dios es grande, pensó Carlos, ya que sus papás habían salido a cenar y no tendría que enfrentarlos con ese tufo a caña que cargaba encima. Entró a su cuarto y se tiró en la cama. Cayó como un tronco.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Al día siguiente, sábado, se levantó con una fuerte resaca. Lo primero que hizo fue llamar a Susana, pero ya había salido.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Ya todo era muy raro. Pensó que la muy loca, al igual que él, debía andar buscando soluciones y salidas a esta situación, pero lo hacía sin buscar hablar con él, el principal implicado, después de ella, claro. Ni siquiera le había dado oportunidad de decirle que él estaba a su lado y que la apoyaría en todo lo que hubiera qué hacer. Carlos no tenía ni idea de las cosas que estaban pasando por la cabeza de su novia. Era obvio, por la forma en que aún le respondían en su casa, que Susana aún no había dicho nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Intentó comunicarse con Gabriela (la amiga de Susy) a su casa, pero ella también había salido. Seguro que andaban juntas, y eso estba bien, ya que eran amigas. Pero, ¿qué diablos estarían tramando ese par de locas? ¿Acaso creían que su opinión no contaba? Sintió pánico ante la idea de que Susana no estuviera considerando el casamiento como una posibilidad. De ser así, todo estaría perdido. Ella asumía que el embarazo y el bebé, eran su problema. Y ya él no jugaría ningún papel en su vida. Hiciera lo que yo hiciera, él estaría fuera.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Recordó su cita a las nueve de la mañana con el tío Omar, pero ya casi eran las once de la mañana. Lo llamó y le dijo que iba saliendo para su casa. Mal que bien, era la única persona de su familia que lo estaba apoyando y no quería quedarle mal, aunque no le encontraba mucho sentido a ese encuentro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Cuando tocó el intercomunicador de su apartamento, Omar le dijo que bajaría. Luego le explicó que la abuela de Carlos -la mamá de Omar- estaba en casa, y a esa no se lo podía esconder nada, así que mejor hablarían afuera. Se fueron al salón de fiesta del edificio y, aunque era innecesario, hablaban en voz muy baja, casi en susurros.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Quiero que me respondas con absoluta franqueza, ¿okey? - así comenzó Omar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ajá.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Esa carajita, Susy, tu novia, cómo es que sabe que está embarazada. ¿Se ha hecho algún examen serio?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No lo sé. Pero me imagino que sí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Entonces, ¿no están seguros de que realmente esté embarazada?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Coño, Omar, ¿tú crees que alguien va a venir a decirme algo así sin estar segura?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Ya hablaste con ella? ¿Ya sabes si se hizo una prueba seria o una de esas porquerías que venden en las farmacias?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Eso no lo sé, Omar. No he podido hablar con ella desde ayer en la mañana, cuando me dijo que estaba embarazada y salió corriendo. Creo que debe andar con Gabriela, sabrá dios planeando qué cosas. Esas dos juntas son peor que un manicomio andante.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cómo es que aún no has podido hablar con ella? ¿Se te está escondiendo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">No supo qué responderle. Tenía razón, todo estaba muy raro. Nunca le había costado tanto hablar con Susana como ahora, desde el viernes. No podía explicarlo, pero era así. Claro, tampoco nunca antes Susana había estado embarazada y seguro que toda su rutina estaba alterada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Te voy a dar una opción, pero quiero que la escuches con calma. ¿Okey? Es sólo una posibilidad, pero dada las circunstancias, hay que pasearse por ella, así que no te enojes, ¿okey?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Está bien. Dime. No me vengas con tantos rodeos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Y si ese bebé no es tuyo? ¿Y si es de otro? <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Pero, ¿qué coño dices?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿No te parece extraño que no hayas podido hablar con ella?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Esa carajita está cagada. No tiene ni idea de qué va pasar con su vida. En este momento debe odiarme, porque no me ha dejado decirle que la estoy apoyando, que estaré con ella sea donde sea que ella quiera estar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Está bien, no te molestes. Pero un poco de malicia no te hará daño, ¿okey?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No la necesito. Susana me adora. Ella es mi vida, y yo soy su vida. Susana no tiene ojos para más nadie, sólo para mí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Está bien, pero, tienen que hablar. Tienen que estar seguros de los resultados de ese examen, y verifica que haya sido en un examen serio, ¿okey? Nada de esas porquerías caza-bobos que venden en las farmacias, ¿okey? Deben estar muy seguros de lo que realmente está ocurriendo antes de iniciar el show.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cuál show, Omar?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Usé mal el término, discúlpame. Pero deben estar muy seguros de todo y de lo que van a hacer antes de dar un paso adelante, ¿me entiendes?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Te entiendo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ya tengo el nombre de un par de clínicas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Una vez que dejó al tío Omar, Carlos quiso caminar hasta llegar a la avenida principal de Las Mercedes. Buscó un teléfono público y llamó nuevamente a Susana. Nuevamente, atendió su mamá:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, Carlos, no está. Salió con Gabriela.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Puede decirle que necesito hablar con ella urgentemente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Sí, claro. ¿Ocurre algo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, nada. Sólo quiero hablar con ella. Ahora debo colgar, le estoy hablando de un celular. Gracias.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Y colgó. Pensó que ya estaba abusando un poco de excusa del celular para deshacerse de las preguntas de la señora Mercedes, así que tendría que pensar en otra cosa.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Llamó a Javier, quien estaba reunido con los compradores. Se fue a su casa y ajustó los precios de la bicicleta y el DVD. Los interesadoss eran Manuel para el DVD, e Ignacio, para la bicicleta. Concretarían el negocio para el lunes. Con la bicicleta no habría mayor problema, ya que siendo de Carlos, pasaría un tiempo antes de alguien notara su falta. Pero el DVD era de la casa y lo usaban casi a diario, así que debía robárselo y lo echarían de menos en pocas horas. Manuel ofrecía por él noventa mil bolívares, mucho más de lo que Carlos esperaba. Sin dudarlo, aceptó.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">En la tarde, se reunieron con José, el repartidor de periódicos. Ya Javier le había adelantado el asunto, pero el tipo tenía de tonto sólo el aspecto: quería quinientos mil bolívares de comisión por su trabajo. El mismo sugirió que se hiciera un sólo cheque, el cual él depositaría en su cuenta de ahorro, y luego, al hacerse efectivo a las cuarenta y ocho hora, le daría a Carlos su millón. Aceptó. No había otra. No tenía otra opción que confiar que el tipo no se desaparecería del mapa con todo ese montón de dinero en sus manos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">De regreso a su casa, Carlos comprendió que todo dependía de poder robarle un cheque a su papá y de poder imitar su firma a la perfección. En cuanto a la conformación de la emisión del cheque, no podía hacer nada, salvo dejarlo en manos de dios, del destino y de la suerte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">A las diez de la noche del sábado llamó por última vez ese día a Susana. Aún no había llegado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">El domingo fue un día terrible. quizás el peor de todos. Dado que Susana no respondía a sus llamadas, Carlos había comenzado a considerar seriamente la posibilidad de que a ella no le interesara de tener al bebé. Quizás ella hubiera averiguado por su lado mucho más que Carlos sobre las alternativas de un aborto y simplemente planeaba aplicarlas, sin consultarle ni pedirle apoyo de ningún tipo. Quizás, también, para ella y sus amigas, la Gabrielita y la Samantha, les hubiera resultado más fácil que a Carlos reunir de la nada ese maldito millón de bolívares. Era poco probable, pero, ¿quién sabe?, pensó Carlos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Estaba agotado y hambriento, ya que aún no había logardo tragar bocado. Se despertó a las once de la mañana y salió a caminar al Parque del Este. Le dio tres vueltas. Exhausto, se tiró sobre la grama del parque. Volvió a sentir miedo. Ya todo le daba miedo. Temía que Susana respondiera sus llamadas telefónicas, pero a la vez temía que ya nunca más pudiera ni siquiera verla. Sentía a Susana como el ser más entrañable de su vida, pero a la vez, el más extraño y ajeno. Trataba de reconstruir su rostro en su memoria, como si hubieran pasado siglos desde la última vez que la había visto. Ya no recordaba siquiera cuando la había besado por última vez.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Antes de salir del parque llamó a su casa. Su mamá le dijo que Javier lo había lbuscando en tres oportunidades y que le urgía comunicarse con él. Lo llamó inmediatamente, pero no estaba en su casa. Eso sí, había un recado: que se pusiera en contacto con él a la brevedad posible.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos estaba indignado. ¿Cómo era posible que Susana no hubiera respondido una sola de sus llamadas? ¿Acaso lo había decidido todo ella solita y lo había dejado pintado en la pared? Si era asi, pues que se fuera muy largo al carajo, ¡recontracarajos!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Se montó en el Metro y se bajó en la estación Bellas Artes. Caminó hasta el museo de Ciencias Naturales. Vio geroglíficos y momias, pero en verdad que no quería ver nada. Sólo ganaba tiempo para volver a llamar a Susana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Llamó a su casa y sólo tenía dos nuevos mensajes urgentes de Javier. «¡Qué ladilla!», pensó. Lo llamó a su casa. Él mismo fue quien atendió el teléfono. Le preguntó que dónde carajo andaba escondido. Le respondió que no estaba escondido nada y que se encontraba en la estación del Metro de Bellas Artes, pero que ya se iría de allí. Quedaron en verse en el Sambyl, en la entrada principal.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Cuando se reunieron, Javier estaba tranquilo. Al verlo, extendió su mano para que Carlos la extrechara, cosa que nunca hacía y que le pareció muy rara a Carlos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Javier, yo ando como loco con todo esto que me está pasando. ¿Qué diablos es lo que tienes que decirme tan importante que tiene que ser cara a cara y no por teléfono? ¿Acaso se echó para atrás el tipo de los periódicos? ¡Sólo eso me faltaba!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Coño, cálmate. Vamos a buscar un lugar para tomarnos unos heladitos y allí hablamos, ¿te parece?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Me da igual.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Como era domingo y todos los locales estaban repletos de gente, los amigos decidieron hablar mientras caminaban. Fue entonces cuando Javier se lo dijo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Susana no está embarazada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Carlos no comprendió muy bien lo que acababan de decirle.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¡¿Qué?!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Que no está embarazada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Se hizo nuevos exámenes y salieron negativos?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, nunca se hizo ningún examen.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No entiendo. ¿Acaso está embarazada de otro?- recordó la posibilidad que le había sugerido su tío Omar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No, de nadie. Simplemente no está embarazada. Y nunca lo estuvo<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Y tú, ¿qué coño puedes saber? ¿Acaso te acuestas con ella?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Me lo dijo Esperanza, mi hermana. Lo planearon juntas. Susana, Esperanza, Samantha y la Gabriela. Quería terminar contigo y no sabía cómo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¡¿Qué?! ¿De qué me hablas? No inventes vainas, coño.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ellas pensaban que saldrías corriendo y te desentenderías del asunto y esa sería la excusa para darte el corte. Nunca previeron que fueras a tomarte tan a pecho todo este asunto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Entonces, ¿no está embarazada?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Y cómo es que lo sabes? ¿Acaso está embarazada de otro?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No. No está embarazada de nadie. ¿Acaso no estás escuchando lo que te estoy diciendo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Sí, te escucho, pero no entiendo nada. ¿Acaso está enamorada de otro?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Quizás sí.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cómo que quizás?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Está bien, anda enamorada de otro, pero no sabía cómo terminar contigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Cómo sabes eso? ¿Acaso estás saliendo con ella a mis espaldas?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No te vuelvas loco, ¿quieres? Me lo dijo Esperanza.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Por qué te lo dijo?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¡Qué voy a saber yo! Tal vez porque es muy lengua larga, o tal vez porque ellas decidieron que me lo dijera para que yo te lo dijera a ti y te quedaras tranquilo de una maldita vez y por todas. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¡Verga!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Así es, mi pana. ¡Verga!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Pero, ¿cómo se le pudo ocurrir eso?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Qué sé yo? Son mujeres. Mientras uno mira una cosa, ellas miran diez, y le dan la vuelta al derecho y al revés. Y uno como un tonto, mirando la maldita cosa desde un solo sitio.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No entiendo, ¿qué coño quieres decir?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Que son mujeres. Y que son más listas que uno, aunque vengan locas de fábrica.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Le dieron ganas de llorar. De rabia y de vergüenza. Sentía como la cara se le ponía roja y acalorada, como si la estuviera metiendo en un horno.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Ya no hay nada qué hacer, mi pana. La carajita se volvió loca y te está sacando el culo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Sí - aceptó Carlos, sin réplica.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Yo quería casarme con ella. Desde que me lo dijo el viernes, sólo quería casarme con ella. Nunca me dejó decírselo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Vamos, mi pana. Olvídese de eso. Carajitas es lo que sobran.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Ambos amigos siguieron caminando en silencio. Carlos se sentía aliviado, es verdad, pero infinitamente triste y avergonzado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Qué quieres hacer?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Nada. Caminar. Estar solo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Seguro? <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Si.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">Antes de irse, le preguntó: <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- ¿Alguien más sabe de esto?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No lo sé, Carlos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- No le digas nada a nadie, por favor.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- De acuerdo, mi pana. Pero recuerda que Esperanza y Gabriela lo saben. Allí no te garantizo nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: ";">- Eso no importa. Simplemente no se lo cuentes a nadie, por fa.<o:p></o:p></span></div><span style="font-family: ";"><span style="font-size: 130%;"></span><o:p></o:p></span> <br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24pt; text-align: justify;"><br />
</div><div align="justify" style="color: red;"><span style="color: #000099;">==================================================</span></div><div align="justify" style="color: red;"><span style="color: #000066; font-size: 85%;">Publicado en el libro <i><b>"Japi berdei tu yu",</b></i> Playco Editores Publicaciones. Primera Edición 2002. Segunda Edición 2007. Premio "Narrativa Juvenil Salvador Garmendia", edición 2002. Este libro podrá conseguirlo en las más importantes librerías del país. Para mayor información, favor comunicarse a los teléfonos 0212-2354736 y 0212-2372764. </span> </div><div align="justify" style="color: red;"><span style="color: #000066; font-size: 85%;">Este relato está protegido por las leyes de Derechos de Autor año 2000. Su reproducción total o parcial deberá hacerse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editorial.</span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-81219105994918226812009-08-19T02:28:00.001-07:002009-08-19T02:39:29.961-07:00HASTA HOY...<span style="font-size:130%;"><br /><br /><br /><br />Tras el estriado cristal de la ventanilla puedo ver el verde-azulado del mar de Puerto Cabello. Gran parte de los pasajeros llevan atuendos playeros. El aire está cargado de un tenue aroma a sa</span><span style="font-size:130%;">litre y a aceites bronceadores. Un hombre viejo con sombrero de cogollo se sienta a m</span><span style="font-size:130%;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf44yCckeur5rY9eNVRC06YkFf58Ogn_GvLvS6OGbuRoZqszqwjYLaZX0obvLQvGFfahLFnNkfEuPkV9HG2Oml3qFhbgW3ViKM2IYDSgQ3al6j_XBts0cp0oRx_s_GgCtFCMZWloD5bEg/s1600-h/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 241px; height: 318px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf44yCckeur5rY9eNVRC06YkFf58Ogn_GvLvS6OGbuRoZqszqwjYLaZX0obvLQvGFfahLFnNkfEuPkV9HG2Oml3qFhbgW3ViKM2IYDSgQ3al6j_XBts0cp0oRx_s_GgCtFCMZWloD5bEg/s400/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5371605392830444098" border="0" /></a></span><span style="font-size:130%;">i lado. Coloca entre sus piernas un saco cargado de yuca. Quizás éste sea el único pasajero asiduo y legítimo de este tren. Los demás lo usan solamente para venir a la pla</span><span style="font-size:130%;">ya los fines de semana y otros, como yo ahora, por razones excepcionales. Un par de chicas veinteañeras se han sentado en el asiento diagonal al mío, de espaldas a la trayectoria que en breve (eso espero) el tren dará inicio.</span><br /><br /><span style="font-size:130%;">El destartalado vagón aún conserva algo de su pretérita elegancia de primera clase. Hoy día su se</span><span style="font-size:130%;">lecto estatus está totalmente devaluado. Todos los boletos cuestan lo mismo, así q</span><span style="font-size:130%;">ue el vagón de primera clase está destinado para los que lleguen primero. Igual todo el tren se</span><span style="font-size:130%;"> está cayendo a pedazos. Los asientos tapizad</span><span style="font-size:130%;">os con cuero rojo, de altos espaldares y cabeceras acolchadas, hace años que están rotos aquí y allá. Una gruesa y compacta capa de mugre barniza la madera del piso y las paredes de los pasillos. Los vidrios de las ventanillas están cruzados por rayas y fisuras como consecuencia de años de exposición a las ramas de los árboles y piedrecillas del camino. Algunos cristales están rotos o, simplemente, ya no existen.<br /><br />Aún con las puertas abiertas el tren ha comenzado moverse. Una vez fuera de la estación, lo primero que veo es el cementerio de Puerto Cabello. Un poco más allá, la avenida intercomunal y, al fondo, los muelles y los cargueros fondeados. Miro la hora y son las tres y cincuenta de la tarde. Mi vuelo saldrá a las once de la noche. Si contamos las cuatro horas de trayecto ferroviario, debería estar en el aeropuerto de Barquisimeto a las nueve de la noche. Por carretera hubiera llegado antes, pero he querido evitar las alcabalas del camino.<br /><br />El viejo a mi lado ha comenzado a cabecear. Las muchachas hablan entre sí. Una de ellas, mientras escucha a su compañera, me mira fijamente. Tiene ojos lindos, de color aceituna y forma oblicua, como los de una gata. Un grupo de hombres jóvenes fuman cerca de la puerta del vagón. Conversan animadamente sobre los resultados de un partido de béisbol mientras lanzan descaradas miradas al par de chicas. En el asiento paralelo al mío, una mujer amamanta a su pequeño bebé cubriéndose el pecho con una toalla descolorida.<br /><br />Me concentro en el rostro de la bonita muchacha que de vez en cuando continúa dedicándome inquietantes miradas. Su cara tiene una expresión apasionada. El sol de la tarde entra por las ventanillas bañando con luz dorada sus brazos y piernas. No lleva maquillaje y, así, su belleza se exhibe con crudeza, dejando al descubierto algunas pequeñas marcas sobre su amplia frente. Aún así, por más desnuda que se me presente su persona, no podría adivinar absolutamente nada sobre su verdadera naturaleza. No sé si es una chica buena o mala. No sé si es inteligente o de cerrado entendimiento. No sé si es culta, informada o simplemente una desaguisada ignorante. Podría ser una oficinista bancaria, pero también podría ser una ramera. Sus manos arregladitas y de uñas bien pintadas, apenas me dicen que es una persona atenta a su aspecto. Tampoco me dicen nada las caras de los hombres que fuman alrededor de la puerta (¿serán obreros, acaso policías?), ni la de la mujer que sigue amamantando a su hijo ni la del viejo que dormita a mi lado.<br /><br />Tampoco mi cara les dice nada a ellos. Me miran y ni siquiera sospechan que acabo de cometer un homicidio. O peor aún, he sido cómplice y testigo de un asesinato.<br /><br />Había trabajado para monsieur Philippe Perrault desde que tenía diecisiete años de edad. Perrault era un viejo dedicado a la importación de champaña francesa y a la exportación de cacao en polvo. Vivía en las colinas de Altamira, una montaña al sur de Puerto Cabello en la cual se había instalado a comienzos del siglo XX una selecta y muy adinerada colonia francesa. Con el surgimiento de la actividad petrolera en los años treinta, la economía del puerto se contrajo aparatosamente, obligando a los galos a buscar otros destinos para sus negocios. Muchas de las catorce casas palaciegas que conformaban el asentamiento permanecieron deshabitadas durante años. A comienzo de los cincuenta Philippe Perrault adquirió a muy buen precio una de estas elegantes pero ruinosas mansiones. Recomendado por mi madre (que era su cocinera y encargada de la limpieza de la casa de Perrault) hace poco más de cinco años fui contratado como su asistente personal, lo cual me ha obligado desde escribir sus cartas, organizar sus archivos y hasta alimentarlo en su cama o bañarlo como a un bebé cuando caía enfermo. Jamás lamenté ni renegué de mis obligaciones, no así del endemoniado genio e insaciable avaricia del anciano. A los pocos meses de haber sido empleado suyo, mi madre murió súbitamente de un infarto cardíaco. Perrault asumió los gastos médicos y funerarios, lo cual me ató durante tres años a su servicio sin verle la cara a un sólo bolívar como salario por mis servicios. Según él, mi deuda aún no estaba saldada. Y como no conocía el monto adeudado, mal podía saber cual era el saldo que aún debía honrar. Hace poco menos de dos años, mientras le servía la cena, me informó que yo ya había logrado pagar la totalidad de su préstamo. A partir de ese momento yo esperaba comenzar a recibir nuevamente mi salario, pero me equivoqué. El viejo alegaba que dado que mis necesidades de comida y techo estaban resueltas, él retendría mi paga como una forma de ahorro para mí y que cuando yo necesitase algo, pues, él me entregaría la suma requerida. El caso fue que hasta para comprar una camisa yo debía recurrir a él, quien, además, se tomaba la libertad de opinar sobre el precio de la prenda, entregándome únicamente el dinero que él consideraba suficiente para la compra.<br /><br />Lo que más me molestaba no era el cerco económico al que me había sometido, sino sus agresiones verbales y físicas. Cuando algo no era de su agrado no dudaba en asestarme sendos palmetazos sobre mi nuca llamándome, sin más, imbécil, tarado o cretino. Pero lo que realmente me resultaba intolerable era cuando intentaba golpearme con su bastón. Gracias a mis oportunos saltos había logrado salir ileso de estos ataques, pero aún así, no había forma de saltarme la humillación que me causaba ver esa estaca surcando el aire tratando de alcanzar mi cabeza.<br /><br />¿Por qué no escapé de esa absurda esclavitud ni de esta permanente humillación? Antes que nada, porque no sabía a donde ir. Apartando a mi difunta madre, no tengo más familia en el mundo. Tampoco tenía dinero y, para colmo, carecía de un oficio definido. En casa de Perrault era jardinero, enfermero, cocinero, chofer, archivador y contable. Además, había aprendido a leer y escribir en francés. Pero fuera de esas paredes, no era nadie.<br /><br />Pero hace exactamente una semana recibí una llamada telefónica liberadora. Era Jean-Claude, el hijo mayor de monsieur Philippe. Me reuní con él y Gérard (el hijo menor del viejo) en un roñoso restauran árabe del puerto. Como siempre, ambos andaban malencarados, con la barba de varios días sobre sus mejillas y ojeras que delataban noches de mal sueño. Igual que los recordaba, ese día también apestaban. Hacía más de dos años que habían huido a la isla de Martinica. Fueron a parar allí luego de que ambos hermanos fingieron un secuestro para sacarle unos reales al avaro padre. Sin embargo, Philippe Perrault se negó desde el primer momento a pagar ni un sólo bolívar a los supuestos raptores. Al final la policía descubrió la farsa y, para evitar la cárcel, ambos hombres huyeron del país.<br /><br />Ahora regresaban y tenían un plan:<br /><br />— Vamos a matar al viejo. ¿Tú que dices?<br />— Por mí, hagan lo que les venga en gana.<br />— Necesitamos tu ayuda. Manda a la cocinera para su casa y quédate solo con el viejo. Entonces nos presentaremos y lo matamos. Necesitamos además que averigües dónde guarda el dinero en efectivo. Tendrás tu parte en el botín, por supuesto.<br />— Sé donde guarda la plata, pero ignoro la combinación de la caja fuerte.<br />— ¿Y hay dinero?<br />— Debe haber unos treinta mil dólares. Quizás más.<br />— Suficiente. Y no te preocupes por la combinación: yo haré que el viejo me la dé.<br /><br />Esta ha sido la semana más larga de mi vida. La piel del viejo Perrault olía a naftalina. Era un olor penetrante que no se le quitaba ni con el baño ni con las costosas colonias que se vaciaba encima. Esta semana he sentido que ese olor atravesaba su ropa, su saco y se levantaba desde cualquier lugar que el viejo estuviera para perseguirme por cada rincón de la casa. Verlo comer se me volvió una obligación intolerable. Aún para tragarse la espesa avena que cada noche le preparaba, el decrépito anciano debía masticarla incansablemente, chasqueando y entreabriendo la boca con cada movimiento de mandíbula, dejando a la vista la viscosa pasta blanca. Su voz nasal se me hizo más estridente y desafinada que de costumbre. Y todas sus órdenes las veía marcadas por el capricho y el antojo. Hubo momentos durante estos últimos días en que sentí tal odio y desprecio por el maldito viejo que más de una vez estuve a punto de abalanzármele encima y adelantarme así a la sorpresa que sus hijos le tenían preparada.<br /><br />Hoy sábado en la mañana mandé a Guadalupe, la cocinera, para su casa. Alertados por mí, a los pocos minutos se aparecieron los hermanos Perrault. Una vez en el interior de la casa, los tres subimos las escaleras. Mientras ascendíamos, Jean-Claude y Gérard sacaron a relucir una pistola y un formidable puñal de cacería.<br /><br />Entramos al estudio del viejo sin tocar a la puerta. Al ver a sus hijos armados, Philippe dejó sobre el escritorio el bolígrafo, se quitó sus lentes de lectura y, mirando fijamente a los dos hombres, les pregunto:<br /><br />— Y ahora, ¿qué es lo que quieren, malparidos?<br />— Ya vas a ver lo que queremos, viejo cabrón.<br /><br />Le confesaron que venían a matarlo y, de paso, a llevarse cualquier cosa que consideraran de valor. Pero aún en el caso de que no hubiera nada para llevarse, igual lo matarían. Philippe los retó a que, entonces, le mataran, ya que en la casa no había nada de valor, y si lo hubiera, no se los entregaría.<br /><br />Así pasaron varios segundos, mirándose a los ojos los unos a los otros, como midiéndose. Fue entonces cuando el viejo giró levemente la cabeza y me lanzó una mirada de soslayo. Allí comprendió que yo estaba con ellos. Su rostro palideció de rabia.<br /><br />Gérard quería acción y no perdió oportunidad para demostrarle al anciano padre que estaban hablando en serio. Se acercó a él, lo tomó por la mano, la colocó sobre el escritorio de madera y, allí mismo, se la atravesó con el puñal. El viejo lanzó un chillido estremecedor.<br /><br />Usualmente el vejestorio aspecto de Perrault se asemejaba al de un buitre: la cabeza calva y estrecha, los ojitos chiquitos y acechantes, la nariz curva y puntiaguda encima del mentón hundido dentro de una cara que se había convertido en un fárrago de pellejos colgantes. Los dientes postizos le bailaban al hablar, dándole un aire ridículo y lastimoso a la vez. Pero ahora, herido como estaba, con el dentado puñal ensartado en su mano, el viejo Perrault parecía un buitre desplumado. Y la dentadura falsa, tal era el temblor de sus maxilares, apenas si podía evitar que se le saliera a saltos de la boca.<br /><br />Asustado, Philippe trató de convencer a sus hijos que más les valía esperar a que él muriera de forma natural y heredar todo su dinero, que no era poco.<br /><br />— Sabrá Dios a quien le habrás favorecido con tu herencia. Sólo por joder, eres capaz de haberle dejado todo a los gatos. Además, parece que si no te ayudamos, jamás te vas a morir.<br /><br />Una sonrisilla maligna se dibujo en los delgadísimos labios de Philippe. Siempre he considerado que Gérard y Jean-Claude han sido unos bastardos hijos de puta. Nunca me gustaron y ahora, en aquel momento en el que estaban por darle muerte a su propio padre, menos aún me gustaban. Hubo un instante en el que pensé auxiliar al viejo y salvarlo de aquel trance mortal, pero sabía que el desgraciado me lo agradecería con un bastonazo en la cabeza o con uno de sus procaces insultos. Además, si llegaba a mostrar la menor resistencia a sus deseos, aquellos dos bandidos no tendrían el menor reparo en liquidarme junto con el viejo.<br /><br />Philippe les dio la combinación para abrir la caja fuerte. Había treinta y dos mil dólares, nueve mil euros, un par de relojes de oro y una cadena de cochano. Jean-Claude repartió el botín allí mismo, delante del viejo. Esa era parte de su venganza. A mí me dieron ocho mil dólares y les advertí que me llevaría un dibujo a creyón que el viejo mantenía colgado en las penumbras de su habitación de dormir. Los hermanos no objetaron mi solicitud, pero, al escucharme, el viejo levantó su calva cabeza y me miró con sus ojitos de bribón. Sin embargo, no dijo nada. Nunca había escuchado su título, y acaso no lo tuviera, pero el dibujo era una posesiones más valiosas del viejo. Y si le era valiosa a ese desalmado, no era precisamente por su amor al arte, si no porque debía valer una verdadera fortuna: era un dibujo de Edgar Degas.<br /><br />— Te llegó la hora, viejo infeliz — le advirtió Jean-Claude mientras tomaba del escritorio una pesada piedra de mar que hacía las veces de pisapapeles. Podía haberlo matado de un balazo o haberlo apuñalado. Pero no. El hijo necesitaba concentrar toda su ira y descargarla en un único y certero golpe. Se paró frente a su padre y le asestó con la piedra un descomunal porrazo en el parietal derecho. Philippe ni siquiera tuvo oportunidad de emitir quejido. Luego de recibir el golpe, su cabeza se desplomó sobre su enjuto pecho, manando un copioso chorro de sangre.<br /><br />Fui a mi cuarto a buscar mi morral, el cual tenía preparado desde la noche anterior. Luego entré a la habitación del viejo y metí el Degas entre mi ropa. Los parricidas hermanos, envueltos ambos en un opresivo silencio, me bajaron en su carro hasta el puerto. Ni siquiera nos despedimos al yo salir del vehículo.<br /><br />Dos días antes yo había reservado un pasaje para Puerto Rico. Una vez en la isla, decidiría si me iría a Miami o a Cuba. Cuando todo se hubiera calmado, viajaría a Francia o a España para vender el dibujo. Fui a la agencia de viajes donde pagué y retiré mi boleto aéreo. Luego tomé un taxi hasta la estación de trenes de Puerto Cabello.<br /><br />Nadie se enteraría de la muerte del viejo por lo menos hasta mañana domingo. Sin embargo, no me confiaba de los hermanos Perrault. Sabía que podían denunciarme y hacerme pasar por el asesino, ya que mi propia huida me incriminaba. Además, cargaba encima los dólares en efectivo y el Degas. Si me atrapaban, estaría perdido, mientras que ellos, los Perrault, libres de toda culpa, se dispondrían a disfrutar de la jugosa herencia.<br /><br />Abatidos como estaban luego del asesinato, ninguno de los hermanos me preguntó a dónde iría. Tal vez no les interesara saberlo o tal vez dieran por hecho que huiría hacia Caracas, buscando el aeropuerto de Maiquetía. En cualquier caso, podrían alertar a la policía para que me buscaran en las carreteras, pero jamás se les hubiera ocurrido buscarme en el tren, ya que era la vía más lenta para huir de Puerto Cabello.<br />*<br />El sol ya ha desaparecido en el horizonte y una creciente oscuridad comienza a envolvernos en el vagón. El tren se detiene unos minutos en la Estación de San Felipe, donde se baja el anciano de sombrero que iba sentado a mi lado.<br /><br />Reiniciada la marcha, el tren atraviesa un caserío. Las luces del interior de las humildes viviendas ya están encendidas y, fugaces como un relámpago, logro captar algunas imágenes domésticas. Una mesa servida, una mujer sentada a la puerta de su casa, un hombre panzón caminando sin camisa, unos niños correteando en la calle. Vistos desde acá, desde el rayado cristal de la ventanilla del tren, me provoca ser uno de ellos. Tener una vida de verdad, una esposa, unos hijos, una cena servida. Pero también es probable que ellos, al mirarnos pasar una vez más dentro de los maltrechos vagones, nos miren de reojo y deseen estar en nuestros asientos y convertirse así en eternos viajeros y escapar, de una vez y para siempre, de sus vidas miserables y aburridas.<br /><br />La chica que está sentada diagonal a mí se llama Patricia y estudia odontología. Apenas el viejo del sombrero se bajó del vagón, la chica me ha pedido un cigarrillo. Le he dicho que no fumo, pero igual se ha sentado a mi lado, para averiguar de dónde vengo. Me ha dicho su nombre y me ha sonreído de forma muy simpática. Es mucho más linda de cerca que de lejos.<br /><br />A las ocho y treinta y dos minutos de la noche el tren arriba a la estación de Barquisimeto. Me despido de Patricia con un rápido apretón de manos. No tiene sentido que pida su número telefónico. Es probable que nunca más la vea.<br /><br />Camino hacia la salida de la estación. En el trayecto veo un barcito y entro para tomarme una cerveza. Aún es temprano.<br /><br />Recuerdo que una vez, de niño, un compañero de clases me confesó, para humillarme y hacerme daño, que mamá además de ser la cocinera, era la amante de monsieur Philippe Perrault y que yo era el hijo bastardo de esa unión. No creí una sola palabra de lo que me dijo aquel infeliz, pero la repulsiva idea me ha perseguido desde entonces.<br /><br />Hasta hoy.<br /><br /></span><span style="color: rgb(204, 0, 0);"><span style="font-family:arial;"><span style="color: rgb(51, 204, 255);">==============================================</span><br /><span style="color: rgb(51, 51, 255); font-weight: bold;font-family:georgia;font-size:85%;" >Este relato podrá encontrarlo en el libro <em>"Inventario y otros relatos",</em> editado por la Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías <em>"Del Sur"</em> y en la librería <em>"El Buscón"</em> (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono 5627300. La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente bajo autorización escrita del autor o de la casa editorial. Email de contacto:</span><span style="font-size:85%;"><span style="color: rgb(51, 51, 255); font-weight: bold;"> </span><a style="font-weight: bold;" href="mailto:mesones@cantv.net">mesones2256@gmail.com</a></span></span></span>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-48398346322059911672009-07-30T22:53:00.000-07:002009-07-31T07:58:39.910-07:00Luna blanca, Luna negra<div style="text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dyzZsY1YW9ubRuJUT6tVO_elKzRm3amIBWx9okj13HaUS_aOmt_d0AX1eLSr8PSJPBEqD6Q9v9H47CIqPeSVw' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe><br /><div style="text-align: left;"><span style="font-size:130%;"><span style="color: rgb(204, 0, 0); font-weight: bold;">Video asociado al relato "Luna blanca, luna negra", de Omar Mesones.</span><br /><span style="color: rgb(204, 0, 0); font-weight: bold;">Junio 2009.</span><br /></span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-75787486866564651522009-06-14T19:22:00.001-07:002011-03-25T18:46:48.407-07:00Sí, quiero...<span style="font-size: 130%;"><br />
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Nadie respondió al timbre que insistentemente las chicas habían tocado. Claudia tomó su celular y llamó a Virginia.<br />
— Está en la peluquería, que si queremos nos vayamos para allá— le informó Claudia a Rebeca.<br />
— ¿Y qué demon<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJkmj9-FgqLgokHLR6957NdQtOvhcckbpkloKe9R-OjbVAF7iOeMAvjD6vKBhwMBVOOGkuldGm2oJa26u_8cOY2jd3brTM8SdTTuuEFs2Q8Gy3cudkYKOqWE2vDRzB0ggTZSkflKn0Rqo/s1600-h/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5347375222735084674" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJkmj9-FgqLgokHLR6957NdQtOvhcckbpkloKe9R-OjbVAF7iOeMAvjD6vKBhwMBVOOGkuldGm2oJa26u_8cOY2jd3brTM8SdTTuuEFs2Q8Gy3cudkYKOqWE2vDRzB0ggTZSkflKn0Rqo/s400/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" style="float: left; height: 323px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 231px;" /></a>ios vamos a hacer allí?— objetó Rebeca.<br />
— Bueno, eso es mejor que estarnos aquí sentadas esperando como unas pendejas— dijo Claudia, tapando el auricular con la palma de su mano, para evitar que se escuchara al otro lado de la línea.<br />
— ¿Y a qué hora regresa?<br />
— ¿Que a qué hora regresas, Virginia?.... No sabe, dice que aun no han comenzado con ella, ni siquiera le han lavado el pelo y el lugar parece que está repleta de gente— informó Claudia, volviendo a tapar el diminuto celular con la palma de su mano.<br />
— Dile que nos llame cuando vaya a regresar, allí veremos qué hacemos.<br />
— Virginia, cuando termines y te vengas para la casa, llámame al celular, pero no se te olvide, mira que andamos en jeans y franela y nos vamos a arreglar en tu casa, ¿okey? ¿Tienes el teléfono, no? Llámame, no se te olvide, y si no te cae la llamada, porque este aparato nunca funciona cuando debe, me dejas el mensaje en la grabadora, yo estaré pendiente de revisarla, ¿okey?<br />
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Apenas era la una de la tarde.<br />
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— Y ahora, ¿qué hacemos?— preguntó Claudia, guardando el telefonito en la mochila que llevaba a cuestas.<br />
— ¿Seguro que escucharás el teléfono cuando te llamen? ¿No es mejor que lo tengas a la mano, para poder oírlo?<br />
— Allí lo escucho. Si no, revisamos la grabadora, ya me oíste, se lo advertí. ¿Qué hacemos, a dónde nos vamos?<br />
— ¿Sabes llegar al centro comercial ese que acabamos de pasar, el que está a un lado de la autopista? Creo que nos vendría bien una birra bien fría.<br />
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El viejo dodge dart 77 (el último de su estirpe) no sólo carecía de aire acondicionado, sino que a duras penas le bajaban y le subían las ventanas, lo que daba más o menos lo mismo, ya que lo que entraba por ellas no era más un chorro de aire caliente.<br />
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— No hemos debido llegar tan temprano— protestó Rebeca—, me enferma el calor, me pone frenética.<br />
— A mí me erotiza. Me hace sudar, me hace sentirme húmeda por todas partes, me despierta, me espabila, me pone cachonda. Es igual que en la playa, el olor a salitre, a bronceador, a pescado frito... todo eso me excita...<br />
<br />
Claudia daba vueltas y vueltas en el viejo carro, totalmente desorientada.<br />
<br />
— ¿Estamos perdidas, no?— preguntó Rebeca<br />
— Estamos buscando el camino que es otra cosa.<br />
— ¡Estamos perdidas! ¿Le dijiste a Virginia que llegaríamos a esta hora?<br />
— Se suponía que llegaríamos temprano...<br />
— ¡No se lo dijiste, coño!<br />
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Claudia fue la primera sorprendida al llegar a la entrada del centro comercial.<br />
<br />
Más de la mitad de los locales aún estaban cerrados o en proceso de instalación. Sólo habían abierto una tienda por departamentos —el único local con aire acondicionado—, una heladería y muchísimas tienditas ofreciendo ropa de pacotilla o zapatos baratos. Después de recorrer hasta el cansancio la tienda por departamentos, las dos mujeres se fueron a comer un helado.<br />
<br />
— Este calor no lo aguanta nadie— protestó Rebeca.<br />
— Eres tan amargada, coño. Todo te molesta, todo te ladilla, todo te encabrona. Por eso no hay hombre que te aguante.<br />
— Mira quien habla, ¡la que se los tiene que quitar a carterazos de encima!<br />
— Yo no tengo las tetas que tú tienes, cariño. Con tus tetas, mis ojos y mi simpatía, estaría montada en la cima del universo.<br />
— Creo que fue mala idea venir para esta boda, y hablo por mí, ¿de acuerdo? ¿Ya le dijiste a Virginia que nos quedaríamos en su casa?<br />
— Se supone, Rebeca, coño... ¿a dónde vamos a ir a las tres de la mañana, todas borrachas?<br />
— A un hotel, cariño. A un hotel. Eso es lo que espera la gente que hagamos, a menos que advirtamos lo contrario. Capaz que el Alex y su mujercita tengan planeado quedarse en casa de Virginia y nos toque dormir con los novios.<br />
— No sé por qué carajo viniste.<br />
— Por Alex. Lo quiero mucho. Me llamo en persona y me explicó en detalle las razones por las que se casaba con esa chica, Julieta, creo.<br />
— Giulianna, coño, se llama Giulianna.<br />
— Yo no le pedí ninguna explicación, pero él me las dio. Además, siempre fue muy amable conmigo, siempre, desde que estudiábamos en el liceo. Por eso vine: por él. Porque mira que la hermanita, la Virginia esa, jamás me ha mirado con buenos ojos.<br />
— Ahora resulta que Alex y tú son amigos del alma, ¡ja!, con lo mal que lo has tratado siempre. Si vienes por algo, debería ser por remordimiento, por tratar de ser al menos una vez amable con el pobre Alexander. Es obvio que te aguantó tantas pesadeces porque estaba enamorado de ti, y tú te aprovechaste.<br />
—No aguanto este calor. Vámonos.<br />
— ¿Adónde?<br />
— No lo sé. A un cine. Vamos a ver una película. Al menos habrá aire acondicionado y podremos dormir un rato. Saca el celular ese de la mochila y póntelo en la cintura, capaz que te llamen y no lo escuchas.<br />
— No me gusta llevarlo colgando en la cintura. No soy macho para llevar vainas colgando.<br />
— Dámelo acá, yo lo cargo.<br />
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Salieron del centro comercial buscando una sala de cine. La única que tenía función antes de las cinco de la tarde era el Ritz, famoso en todo Maracay por sus funciones continuadas de cine porno.<br />
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— Este calor y estas vergas agigantadas, y una aquí sin un macho a la mano. Después una se pone fácil en la fiesta y dicen que una es puta.<br />
— Coño, Claudia, cuidadito con una de las tuyas esta noche. Venimos juntas y nos vamos juntas, ¿estamos claras?<br />
— Que sí, mujer, que no hago más que fantasear.<br />
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*<br />
<br />
De niña me intrigaba la ruta de los perros: los veía pasar frente a la ferretería de papá, caminando de prisa, con determinación, como si supieran exactamente hacia donde querían ir. Pero los perros callejeros no tienen casa, es decir, la calle entera en su casa, así que debería darles igual estar aquí o allá, pero no es así: van de un lugar a otro, como si supieran lo que hacen. A veces se detienen, como si hubieran perdido el camino. Levantan la cabeza, ¿olfatean el aire?, y luego cambian la ruta, al trote, a paso rápido, como soldados con una encomienda que no debe tardar en llegar. Hoy al salir de la casa de la modista con mi vestido bajo el brazo, he visto a uno de estos perros. Me pasó por el lado, casi embistiéndome. Parecía un ejecutivo camino a una junta de accionistas. Luego, ya en el carro (mamá manejaba y hablaba hasta por los codos), me di cuenta que la ciudad estaba plagada de perros caminantes, como si se tratara de una invasión. Luego vi que las personas caminaban con igual frenesí. Caminaban y se detenían a mirarme. Entonces supe que ellos (tanto las personas como los perros) sabían de mi boda hoy en la noche. Todo el mundo y todos los perros se movían aquella mañana alrededor de la idea de que yo, Giulianna Sanguinetti, contraería nupcias. Una idea absurda, ¿no? Mamá acomoda el vestido sobre la cama. Lo arregla con amor, como si quien se casara fuera ella. En cierta forma, es así. Estoy en pantaletas, sostén y un fondo de seda color blanco nácar. Mis primas retocan innecesariamente mi peinado. Insisten en que siempre hay un pelo rebelde fuera de lugar. Mis hermanos caminan de un lado a otro, con un vaso de whisky en la mano. Cuando se embriagan, comienzan a hablar en voz alta. Y llevan horas hablando a voz en cuello. Están contentos y molestos. Parece que es así como creen que deben sentirse. Entregarán a su hermanita a los brazos, a la vida, a la cama de un extraño. De un venezolano, para colmo. Esa idea no se la tragan. Cuando no la ponen a la entrada, la ponen a la salida, me han advertido mil veces. Sé que lo estiman, pero también sé que lo desprecian. No importa cuantos años haya estudiado, el criollo es un empleadito, un asalariado. Tendré que vivir bajo el techo de un sueldo. Nunca habrá un bolívar de más en la casa. Nunca me regalará un carro en mi cumpleaños. Ni podremos contratar una enfermera durante mis días de post-parto. Mamá me mira, sonriente. Tiene el llanto a flor de piel. Ella llorará, no le costará hacerlo. Mis hermanos brindarán con mi marido. Le dirán cochinadas al oído. O lo amenazarán de muerte. Yo lloraré. En la ceremonia. Diré "Sí, quiero", y la voz se me quebrará. Lloraré a la salida de la iglesia, abrazando a mis amigas de la infancia, con el maquillaje de horas desparramado sobre mi rostro. Mamá me mira y me dice "ya es hora". Levanta el blanco vestido como una bandera que alguna vez me tocará a mí izar. Sus ojos se humedecen tras su sonrisa. Pero aún no es el momento de llorar.<br />
*<br />
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Alex estuvo encantador en su boda: nervioso, tímido, penoso, hasta indeciso.<br />
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Cada vez que asisto a una boda, no puedo evitar pensar en los animales: tan libres, tan profanos, tan ausentes y presentes en todo. Nos miran con indiferencia, si es que acaso nos miran. Les importa un bledo todos y cada uno de nuestros tribales rituales. Para ellos todo radica en el hermoso dibujo de sus pieles, en el seductor sonido de sus cantos, en el estremecedor estruendo de sus rugidos, en la exquisita fetidez de sus mucosas, en la ferocidad de sus batallas pre-copulares. Hemos perdido todo eso a cambio de un poco de amor.<br />
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Claudia quiere emborracharse. Está alegre. Cree, a ojos cerrados, que esto es vivir. Sueña con encontrar al hombre de su vida. Hoy sueña con encontrarlo aquí. Cada hombre en esta fiesta es para ella un galán. Los hay jóvenes, viejos, pobres, adinerados, alegres, tristes. Ella, ansiosa, busca uno que la haga olvidar a los demás. Un hombre que sin ser nada, lo sea todo. Claudia, más que a un hombre, busca a un embaucador. A un genuino y legítimo estafador. Pero, ¿qué otra cosa puede ser un hombre sino un estafador de oficio y vocación?<br />
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Me acabo de tomar una foto con Alex y con su reciente esposa. Demasiado menuda, demasiado blanquita, demasiado fingida. No sé, dudo que se hayan acostado. Amable y espléndida, me dijo: "siéntete como en tu casa". Alex, coño, no le has contado nada de lo nuestro.<br />
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Pienso (¿o lo sueño?) que puedo levantarme de esta estúpida y aburrida mesa. Me levanto y camino hacia Alex. Lo miro a la cara. A los ojos. Al alma.<br />
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Claudia baila. Regresa y se sienta a mi lado. Me recrimina: "Estás tan amargada, Rebequita". Claudia está hermosa con su vestido rojo balado de lentejuelas. Los ojos le brillan. Sus labios están húmedos. Su cuerpo está mojado, sudoroso. Sus manos no paran de moverse. Sal a bailar, me ordena. Y se aleja de mí, en busca de ese hombre que la haga olvidar al resto de los hombres del mundo.<br />
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Permanezco sentada. No quiero levantarme de la mesa. Juro que si Alex me vuelve a mirar así, me levantaré y caminaré hasta su lado y me lo llevaré.<br />
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Pienso (¿o lo sueño?) que puedo levantarme de esta estúpida y aburrida mesa, tomar a Alex por el brazo y llevármelo.<br />
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Acepto la oferta: salgo a bailar. Ansioso, el tipo me envuelve en sus brazos. Lo freno. Le digo, sonriente, que así está mejor. Para que entienda. Pero no entiende nada. Busca presionarme, busca llevar mi cuerpo contra el suyo. Me separo y le vuelvo a sonreír.<br />
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Sólo una pieza y de vuelta a mi silla.<br />
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Me gustan los animales por su terquedad. Por su afán por querer llegar y llegar. Su determinación por no dejarse tocar. Su claridad por rehuir de todo lo humano.<br />
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Llegan los mariachis. La novia llora. Se abraza a Alex. Es, pienso yo, tan fingida, tan patética, tan de revista para mujeres. Su voz se quebró al decir “Sí, quiero” en la iglesia. Ahora Alex la recibe en sus brazos, comprensivo, fuerte, cariñoso. La mima con ternura y le limpia las lágrimas que caen sobre sus mejillas frente a los desafinados mariachis. Le sonríe. La acerca a su lado, como para hacerla verdaderamente suya. No sé, me parece que nunca se han acostado.<br />
<br />
Alex está más gordo. Más grueso. Parece más hombre. Su nerviosismo lo hace tan auténtico. Habla con Giusepe, el padre de la novia. Lo mira a los ojos. Está sereno. Parece conocer todas sus preguntas. Parece conocer todas las respuestas. Tímido y nervioso, se mueve de un lado a otro. Habla con sus invitados y con los invitados de la novia. Pareciera que ha encontrado un lugar para su vida.<br />
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¿Por qué siento que esta boda debía ser para mí? ¿Por qué Alex me mira? y yo pienso (¿o lo sueño?) que puedo levantarme de esta estúpida y aburrida mesa. Perezosa, me llevo el trago a los labios. Felo mi vaso. Cualquier hombre podría notarlo. Todos, cualquiera, ¿menos tú, Alex?<br />
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Sueño (¿o realmente lo pienso?) que puedo levantarme de esta estúpida y aburrida mesa. Caminar hacia a ti y decirte "vente".<br />
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*<br />
!Nunca se deja de trabajar! Todo, absolutamente todo, es trabajo. El pantalón me queda demasiado apretado. He engordado. La corbata descansa sobre mi panza, no sin antes arquearse bordeando el abultado abdomen. Maldito calor. Ya ni me preocupo por guardar el pañuelo en mi bolsillo: empapado desde hace horas, lo llevo en la mano, como si fuera una vieja beata con su rosario. Maruja, mi mujer, se merece un Oscar a la mejor actuación: nada logra borrar de su rostro su espléndida sonrisa. Casi siempre dejo que ella sea quien sonría por mí. Llegamos retardados y no encontramos mesa disponible. Saludamos a Giulianna y a Alex, los novios. Felices y aturdidos, se desbordan en atenciones a través de frases hechas. Entendemos que nos dan la bienvenida y que se alegran tanto de que hayamos asistido. Maruja se excusa por no haber podido estar presentes en la ceremonia. "Me encantan las bodas", dice mi mujer. Es mentira, pero lo dice con tal naturalidad que pienso que hasta ella misma se lo cree. Al verme, Giusepe se nos acerca, sonriente entre mesoneros y pasapalos. Nos estrechamos las manos y luego nos damos sendas palmadas en la espalda. Le explico que a uno de mis empleados se le ha muerto un hijo, hoy mismo, en la tarde, lo atropelló una moto, algo absurdo (lo digo en serio, el mortal accidente me ha impresionado profundamente), pero así es la vida, sentencio. Pobre chico, exclama Giusepe, por decir algo, sólo para no quedarse callado. Estábamos en el funeral, le informo. Por eso no hemos podido asistir a la ceremonia de tu hija, le explico. No te preocupes, hombre, me dice Giusepe. Vengan por acá, y nos abre paso con su descomunal corpulencia entre el estrecho pasillo repleto de invitados, mostrándonos el camino hacia las mesas. Nos ubica en una en la que hay un matrimonio mayor y una chica con cara de yonoquieroestaraquí. Antes de invitarnos a sentar, Giusepe hace las presentaciones de rigor, mientras pide permiso a los invitados de la mesa para ubicarnos en ella. La pareja de esposos mayores nos reciben con cortesía, pero la chica nos mira con cara de ¿yamíquémeimporta? Una vez sentados en la mesa, pienso que ya hemos cumplido con nuestro compromiso. Bien podríamos levantarnos e irnos a casa, darnos una ducha y dormir como nos merecemos. Pero las cosas no funcionan así. Tenemos que estar sentados aquí por lo menos un par de horas, tiempo mínimo para ver y ser vistos. Giusepe va a construir ciento veinte casitas en Turmero. Tiene en sus manos una oferta mía para el suministro e instalación de techos de machihembrado de madera de puy. Ya me advirtió que mis precios le parecen demasiado altos, muy pesados para su ajustado presupuesto. Nos reuniremos el próximo martes, en su oficina. Será una reunión de maleantes (o de mendigos), y ganará el que más se lamente. Sé que me comprará la madera y contratará mi instalación, la pregunta es cuánto pagará por ello. Maruja me pide le sirva un whisky. Ella está vestida de negro. Un traje ambiguo que sirve tanto para un funeral como para una boda. Le sirvo de la botella de etiqueta negra que está sobre la mesa. Antes le ofrezco al matrimonio y a la chica insoportablemente aburrida. Sólo ella es quien acepta que le vuelvan a llenar su vaso. Utilizo mi técnica de contar de uno hasta ocho mientras dejo verter el líquido. Cuando me voy al vaso de Maruja, me advierte que solo cuente hasta cuatro. Le gusta el whisky, pero muy suave. Bebe un sorbo y me sonríe aprobatoriamente. Me gustan los labios de Maruja. Los he besado tantas veces, y en este momento siento como si nunca los hubiera tocado. Pocas veces se maquilla, y al hacerlo, como hoy, su rostro se vuelve sensual. Sus ojos adquieren profundidad y su boquita roja y húmeda se hace lujuriosamente provocativa. Tenemos tres hijos y llevamos casi doce años de casados, pero en noches como esta de hoy, le haré el amor como si nunca antes la hubiera tocado. Miro su corpiño y me deleito con sus senos turgentes y redondos, firmes como los de una veinteañera. Tiene pecas en su pecho y en la espalda. A veces siento que conozco el dibujo de su piel de la misma forma que conozco el camino para ir a mi casa. Otras, como ahora, siento que esas pecas son un anagrama que ha sido escrito millones de siglos antes de mí, y que mi destino no es otro que descifrarlo una y otra vez. Sé que ella no piensa en nada de esto. Tal vez sospecha, al mirarme, que la estoy deseando. Pero también sabe que esa no es su misión en este momento. Erguida, cada momento mira a su alrededor, como tratando de ver cosas que ella sabe yo no puedo ver. Ya no sonríe, pero su rostro sigue estando sereno. Ha cruzado sus piernas y ha colocado una de sus manos sobre su rodilla. La acaricia con un movimiento lento e imperceptible. Tal vez lo está haciendo para mí, para mi propio placer, pero nada en ella delata esa intención. Con la otra mano, agarra su vaso. Maruja siempre sabe qué hacer con sus manos. Además, son unas lindas manos. Han comenzado a perder tersura, pero siguen siendo frescas, muy bien proporcionadas. Las uñas ni cortas ni largas, pero claramente delineadas. Las pinta de un rojo intenso, oscuro, un rojo sangre. Así lo hace desde el primer día que la conocí. Pero lo hace únicamente cuando se maquilla. Del resto, sólo les pone esmalte. Eso me encanta. Es como ver sus uñas desnudas, sin máscaras ni ropajes. El calor apenas hace que su piel brille. Una delgada película de sudor es todo lo que este maldito calor podrá exprimirle a su piel. En cambio, yo sudo como un cerdo. Incluso cuando hacemos el amor, sudo como un marrano. A ella le gusta. Seca mi frente con su mano y luego se unta los senos con mi sudor. Mi cuerpo pringado va humedeciendo el de ella, facilitándome el desplazamiento y el rítmico movimiento. En la cama coloco mis brazos bajo su espalda y me sujeto de sus blancos hombros, brindándole así apoyo al ímpetu de mi acoso. Entonces mi panza se desliza libre por sobre su vientre calado por mi transpiración. Maruja me mira a los ojos. No sé si sabe en las cosas que estoy pensando. Tal vez ella está consciente de que todo cuanto hace es para provocar en mí estos pensamientos, pero no lo sé, jamás hemos hablado de ello. Me dice que Luis Arteaga está en la boda. Lo acaba de ver con un tequeño en una mano y en la otra con un vaso de whisky. Maruja me dice que va al baño. Se levanta y se marcha. En el camino saluda a Luis y le dice donde estoy yo. Luis levanta su mano, me saluda alegremente y me promete, siempre con señas, que ya vendrá a mi mesa. Maruja atraviesa el pasillo y se pierde. Y yo con ella. Sin Maruja, sería un hombre perdido. Nunca sé que hacer con mis manos. Ni nunca sé que decir. Por eso dejo que sea ella quien hable por mí. Yo la sigo. Ella da un paso, yo luego doy cien. Pero sin ella, necesitaría una silla de ruedas hasta para ir a tomar agua. No tengo su aplomo, su capacidad para ver lo que yo no puedo. Es como un perro de caza: ella detecta la presa, yo le disparo. Pero incluso para disparar, ella debe azotarme con su cola para obligarme a apretar el gatillo. Soy como los demás hombres y me gustan otras mujeres. Las miro y las deseo, sobre todo a las mujeres de piel morena. Sus carnes parecen tan firmes, tan inmunes a la vejez. Pero ni aún deseándolas llego a imaginarme haciéndoles el amor. No, no es por virtud de mi parte. Siento que ninguna mujer puede hacer ni la décima parte de lo que sabe hacer Maruja en la cama. Y no es que Maruja sea una acróbata. Más bien es una mujer pasiva: se deja hacer y lo disfruta. Me refiero a ese cruzar las piernas y dejar caer su mano sobre su rodilla y acariciarla como si lo hiciera por mí. Maruja sigue perdida en el baño, y yo sigo perdido en la mesa, en esta boda latosa y sofocante. Maruja debe estar orinando con sus pantaleticas contra el piso, con sus lindas piernas abiertas. Maruja orina delante de mí. Se sienta en la poceta, se baja las pantaletas y lo hace allí, delante mío, mientras me rasuro la barba o cepillo mis dientes. Yo nunca lo he hecho delante de ella. Soy muy pudoroso. Cuando entro al baño, corro el pestillo. Entonces orino. Para los hombres orinar es un acto demasiado evidente, excesivamente obvio, vulgar. Las mujeres, en cambio, solo se sientan y se cubren con su propio cuerpo. Si no fuera por el sonido que hace el chorrito, nada las delataría. Pienso que al salir no nos iremos a casa. Los niños están bien cuidados, así que podríamos escaparnos a un hotel, a uno de esos para parejas urgidas. Ni siquiera se lo preguntaré. Simplemente la llevaré. Pagaré la habitación y entraremos en silencio, como un par de amantes furtivos. La desvestiré y la acostaré en silencio, sin palabras. La penetraré hasta el amanecer. Nos olvidaremos del sueño, del calor y del cansancio. Luis se inclina sobre su silla y con señas me amenaza que ya pronto vendrá. No puedo dejar de pensar en Maruja con sus pantaleticas contra el suelo, orinando. ¡Qué calor de mierda! Y nos tocó la mesa más tediosa de la fiesta. No deberíamos estar aquí. Hace años que ya no quiero hablar con nadie. Ya no quiero conocer a nadie más. Me aburre, me cansa, me exaspera responder qué hago cada día para ganarme la vida, y preguntar que hacen los otros para ganarse la de ellos. Todo el mundo se siente tan importante. Todo el mundo cree que su función en el mundo es la más importante. Sigo saludando a la gente por simple disciplina laboral. Yo les vendo, ellos compran. Ellos venden, yo les compro. La vida es una verdadera mierda. Veo venir a Maruja. Cuando pasa a mi lado, acaricia mi frente empapada de sudor. Por acto reflejo, me llevo el pañuelo a la cara. Maruja me dice seis. Le sirvo un whisky. Vierto el líquido de la botella sólo durante seis segundos. De no ser por Maruja, esta sería la mesa, la boda, la ciudad, el siglo más aburrido de la historia de la humanidad.<br />
*<br />
A LAS TRES DE LA MADRUGADA, EN LA AUTOPISTA CARACAS-MARACAY:<br />
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— Coño, te portaste como la propia loca.<br />
— No me ladilles más, Claudia.<br />
— ¿Qué te pasa? ¿Te enamoraste de Alex en el altar?<br />
— Déjame en paz, ¿quieres?<br />
— ¿Qué pensabas? ¿Acaso que se iba a ir contigo? Después de haberse casado frente a todos, ¿creías que se iba a ir contigo?<br />
— No, no tiene cojones para hacerlo.<br />
— Si eso es lo que esperabas, ¿no podías venirte aunque hubiera sido un día antes de la boda? Si me lo explicabas, hasta yo te hubiera traído.<br />
— No sabía que me afectara tanto su matrimonio. Eso es todo.<br />
— Pedazo'e loca. ¿No te acuerdas como trataste a Alex? Ni yo me imaginaba que hubieran tenido algo. Lo trataste como a un perro.<br />
— Sí. Y él lo aceptó.<br />
— Coño, mira que estás bien loca, Rebeca. Al menos acepta eso.<br />
— Yo era su vida. Su todo. No tienes idea de cuántas cosas me dijo. Cosas que ningún hombre le dice a una mujer. Nadie me ha dicho lo que él me dijo. No tienes idea.<br />
— Los hombres hablan, pero nunca dicen nada. Y cuando dicen algo, una no los deja escapar. Una se aferra a eso.<br />
— Yo no pienso así, yo no me aferro a nadie. ¿No puedes ir más rápido? Me está matando el calor.<br />
— Lo trataste como a un perro. Siempre pensé que Alex había estado enamorado de ti, pero jamás que tú le hubieras correspondido. Coño, que no es tu tipo.<br />
— No tienes idea de lo que Alex puede ser ni lo que le sabe hacer a una mujer.<br />
— Sí, si la tengo: es un tipo de pinga, un tipo resuelto, un tipo que dice allí voy y va.<br />
— Sí, así es. Pero no tienes idea de cuántas cosas me dijo.<br />
— Ni me importa. Tiempo muerto. Olvídate de eso. Ya está casado y ama a su esposa, ya te lo demostró. ¿Qué coño tomaste?<br />
— Necesitaba tocarlo, besarlo.<br />
— ¿Tienes alguna remota idea de lo que hiciste? ¡Qué espectáculo el que has dado!<br />
— No. Simplemente me levanté y lo besé.<br />
— Loca de mierda, ¿acaso estabas borracha?<br />
— No me llames así.<br />
— ¡Loca de mierda! Eso es lo que eres.<br />
— Que me bajo del carro. Te lo advierto.<br />
— Eso quisiera yo. ¡Qué vergüenza! Cuando quieras me paro y te dejo.<br />
— No me fastidies, ¿quieres?<br />
— Que no te fastidio, simplemente me paro y te dejo en la carretera. Me darás un gran alivio.<br />
— Estás furiosa, ¿no?<br />
— Coño, sí. ¡Que vergüenza!<br />
— Sólo lo besé.<br />
— Parecías una perra en celo tratando de meterle la lengua en la boca, en las orejas, por los ojos... ¡Qué vergüenza, coño!<br />
— Alex amaba mi lengua...<br />
— Trataste a Alex como a un perro...<br />
— Y yo era su perra. Alex amaba que yo fuera su perra...<br />
— Coño, no me hables más, quédate callada, ¿quieres?, ¿me harías ese favor? No me hagas dejarte en mitad de la carretera, loca de mierda...<br />
<br />
</span><span style="font-family: arial;"><span style="color: #33ccff;">==============================================</span><br />
<span style="color: #3333ff; font-family: georgia; font-size: 85%; font-weight: bold;">Este relato podrá encontrarlo en el libro <i>"Inventario y otros relatos",</i> editado por la Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías <i>"Del Sur"</i> y en la librería <i>"El Buscón"</i> (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono 5627300. La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente bajo autorización escrita del autor o de da la casa editorial. Email de contacto:</span><span style="font-size: 85%;"><span style="color: #3333ff; font-weight: bold;"> </span><a href="mailto:mesones@cantv.net" style="color: #3333ff; font-weight: bold;">mesones2256@gmail.net</a></span></span>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-15611070674928283522009-03-11T22:52:00.000-07:002011-03-25T19:19:58.139-07:00Video AURELIANO ALFONZO 2009<iframe frameborder="0" height="375" src="http://player.vimeo.com/video/4786414?title=0&byline=0&portrait=0&autoplay=1" width="500"></iframe><br />
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<div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: left;"><span style="color: #cc0000; font-size: 180%;"><span style="color: #9fc5e8; font-size: 78%;">Título del video: </span><span style="color: #9fc5e8; font-size: 78%; font-weight: bold;">AURELIANO ALFONZO 2009</span><span style="color: #9fc5e8; font-size: 78%;"><br />
Dirección:<span style="font-weight: bold;"> Omar Mesones</span><br />
Dirección de Fotografía y cámara:<span style="font-weight: bold;"> Fabio Anteri</span><br />
Asistencia General:<span style="font-weight: bold;"> Gabriela Mesones Rojo.</span><br />
Caracas, Venezuela. MMIX.</span><span style="font-weight: bold;"><span style="font-size: 78%;"><span style="color: #3333ff;"><br />
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</span></span><span style="color: #6fa8dc; font-size: 100%;">Fotografías Making Off:</span></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6oF5KLHCNLdP30omeYE2cHrEv2lLyV7wUCuXLeP_6wgq7u9h9H3q6YY1QroVFR_HoXNFYhj6H4iKupe2amhqAW4zxqEsHXftXGeOXXqhmUIdU4eLuRatHiRJbtQw5nYXuewZ5hoiuXds/s1600-h/resized_AURELIANO+90218+001.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" style="font-weight: bold;"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5312292121293768338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6oF5KLHCNLdP30omeYE2cHrEv2lLyV7wUCuXLeP_6wgq7u9h9H3q6YY1QroVFR_HoXNFYhj6H4iKupe2amhqAW4zxqEsHXftXGeOXXqhmUIdU4eLuRatHiRJbtQw5nYXuewZ5hoiuXds/s400/resized_AURELIANO+90218+001.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 268px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 400px;" /></a></span></div><br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGuJv0TQpAMuHYVg0aonff1lXqN-2f5zIpADscgQsJq72QFYqux5CtX2JXNK30Syhe1bv4cC5BLiz46Bn6Z6pghdww_YNzbkCg5NxkDZEn4RwoV6QxlBq58yfYLrCUraCgvovpG1myNnA/s1600-h/resized_AURELIANO+90218+006.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5312293364934404338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGuJv0TQpAMuHYVg0aonff1lXqN-2f5zIpADscgQsJq72QFYqux5CtX2JXNK30Syhe1bv4cC5BLiz46Bn6Z6pghdww_YNzbkCg5NxkDZEn4RwoV6QxlBq58yfYLrCUraCgvovpG1myNnA/s400/resized_AURELIANO+90218+006.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 268px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 400px;" /></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwfUI32DefSqp9OHnL2gDg6UQ9kk2PUUFlo39AnhSBv_strQuZMmAkrqJUcya3H8LGgDlNA_Jfdb49OXYeF9R98y9tb2MndfeKt5arwfwF-28dTiZDbuObuHl0gWRgdBxjj8YnWLgL7-o/s1600-h/resized_AURELIANO+90218+003.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5312292710848156338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwfUI32DefSqp9OHnL2gDg6UQ9kk2PUUFlo39AnhSBv_strQuZMmAkrqJUcya3H8LGgDlNA_Jfdb49OXYeF9R98y9tb2MndfeKt5arwfwF-28dTiZDbuObuHl0gWRgdBxjj8YnWLgL7-o/s400/resized_AURELIANO+90218+003.jpg" style="cursor: pointer; display: block; height: 268px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px;" /></a>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-35682860028857309372009-02-06T18:12:00.001-08:002009-06-14T19:35:06.714-07:00300 GRAMOS DE SEXO DE ALTA PUREZA<div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;">Rocco casi no podía respirar, por la subida de las escaleras y los quinientos cigarrillos que se fumaba a diario. Eran casi las dos de la mañana. El pasillo estaba a oscuras, escasamente iluminado por la lu</span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzJU32PkgXQ_Lv-DdELCFrRw-W0diXrUKb8ERvq8_gEfxnXnHBWXO2Om32VH5_3He_8-wzmxV9lQ8cAI4BqPEDRUaC3Z2gv4M5Eu3gm7erfozy_7LERcJJTKOfqOLJtr2Hz8KskFxDlto/s1600-h/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg"><span style="font-size:130%;"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5299873135577069682" style="margin: 0px 10px 10px 0px; float: left; width: 264px; height: 400px;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzJU32PkgXQ_Lv-DdELCFrRw-W0diXrUKb8ERvq8_gEfxnXnHBWXO2Om32VH5_3He_8-wzmxV9lQ8cAI4BqPEDRUaC3Z2gv4M5Eu3gm7erfozy_7LERcJJTKOfqOLJtr2Hz8KskFxDlto/s400/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" border="0" /></span></a><span style="font-size:130%;">z de luna. Al azar, tocamos uno de los timbres de las cuatro puertas. Insistimos con otro, pero nadie respondió. Rocco tosía como un loco. Alguien nos abrió:<br /><br />— Malditos cabrones, ¿qué creen que están haciendo?<br />— Coño, Lotus (primero fue Lotería, luego Lotario, ahora Lotus), aquí no se ve el número de los apartamentos. Esta vaina está muy oscura.<br />— Métanse rápido, maricones.<br /><br />Nervioso y asustado, el Lotus abrió la reja y nos empujó dentro del apartamento. Estaba iluminado con una luz negra y unas velas ardientes puestas sobre candelabros de madera. El aire olía a incienso. Una muchacha medio dormida, echada sobre unos cojines, nos miraba con recelo y desprecio. El Lotus, grandote y negro, cerró la puerta con sigilo y atravesó la sala, perdiéndose en una de las habitaciones.<br /><br />El Rocco y yo nos quedamos en mitad de la sala, a merced de la montaraz muchacha. El Lotus regresó con un vaso en la mano y nos preguntó:<br /><br />— ¿En qué carro vinieron?<br />— En el Valiant.<br />— ¿Se quedó alguien en el carro?<br />— No.<br />— De pinga, mi pana. Así se hace. Los pacos andan como locos y si ven una vaina medio rara, comienzan a ladillar.<br />— No te preocupes por eso. Pero el ascensor no funciona. Tuvimos que subir catorce pisos.<br />— Funciona hasta las once de la noche. Yo te lo dije. Y también te advertí que tocaras el timbre rojo.<br />— Se nos olvido, panita. Además, cero luz en el pasillo. Tú sabes.<br /><br />El Lotus nos ofreció el vaso que traía en la mano. Era anís. El olor me repelió, pero Rocco se empinó un trago largo.<br /><br />El Lotus tenía un equipo de sonido para caerse de culo. Un plato Garrard, un deck con un amplificador de doscientos vatios Technics y un par de cornetas Pionner. Una vaina, de verdad, para cagarse de la envidia. El volumen estaba al mínimo, pero uno sentía que la música, aún así de bajita, te retumbaba en el pecho. Estaba sonando I got you (fell good), de James Brown, el negro más maldito de todos los negros, después de Hendrix.<br /><br />El Lotus fue y se acercó a la chica que estaba echada sobre los cojines. La besó en los labios, como para cumplir con ella. Luego se levantó y se puso a buscar algo entre un lote de discos que tenía arrumado en un rincón de la sala.<br /><br />— Quiero que escuchen esta vaina.<br /><br />Puso <em>Summertime</em>, de Janis Joplin. La triste guitarra y la lastimera batería abrieron el pedregoso camino a la atormentada voz de la Joplin. Ronca y afligida, su garganta se elevaba como un ave herida por sobre el soberbio acompañamiento. Tierna y generosa, sus dulces lamentos se apagaban para ceder espacio a las seductoras puntadas de la guitarra y al rítmico y formidable bajo. Era estremecedor observar como cuatro músicos y una cantante regordeta pudieran crear una melodía tan devastadoramente triste y hermosa.<br /><br />La chica nos seguía mirando con cara de pocos amigos. El Lotus estaba parado frente a una mesita, preparando algo. Pensamos que era nuestro pedido. Se acercó a nosotros y nos ofreció un gordo y grueso tabaco de hierba.<br /><br />— Cortesía de la casa — aclaró el Lotus.<br /><br />Rocco agarró el tabaco y se lo puso en la boca para encenderlo.<br /><br />— Quiero que escuchen esta otra vaina — dijo el Lotus, regresando a su montaña de discos.<br /><br />Otra chica, tan negra como el Lotus, se apareció en la puerta del único cuarto que daba a la sala. Vestía una franela blanca y unos jeans desteñidos. Usaba afro. Caminó entre nosotros, ignorándonos.<br /><br />El Lotus puso la overtura de<em> Tommy</em>, de The Who. Solemnes y cadenciosos, las guitarras, las trompetas, los bajos, las baterías y los coros demarcaron su glorioso e inolvidable territorio musical.<br /><br />Parecía mentira que un negro como Lotus, bruto e ignorante y que jamás en su perra vida había salido de los tenebrosos bloques de Cútira, pudiera apreciar esa música. Rocco le dio un par de chupadas al tabaco antes de ofrecérmelo. Luego se fue y se echó sobre los cojines, al lado de la chica que hasta hacía poco nos había estado mirando con mala cara. Ahora parecía dormida.<br /><br />La chica del afro había caminado hasta la ventana de la sala. Parecía muy entretenida mirando la noche, la luna y las estrellas.<br /><br />— Lotus, ¿tienes lista la mercancía? — pregunté.<br />— Sí. ¿Estás apurado?<br />— Más o menos, mi pana. Tenemos que buscar a unas carajitas dentro de un rato.<br />— ¿Trescientos gramos?<br />— Sí.<br />— Escucha esto.<br /><br />Al lado de los discos había una montaña de cassettes. Entre decenas, escogió uno. Lo introdujo en el deck, presionó play y comenzó a sonar <em>Born to be wild</em>, interpretada por el grupo <strong><em>Steppenwolf</em></strong>. Giró la perilla del volumen del amplificador para que la música nos inundara el alma, olvidándose de los vecinos.<br /><br />La chica del afro giró sobre sí misma al escuchar el vibrante ritmo, se apartó de la ventana y comenzó a bailar ella sola. Su piel resplandecía como si se hubiera bañado en una tina de aceite. Sus largas piernas se encogían y se estiraban mientras sus anchas caderas se mecían furiosamente sobre sí mismas. Alternativamente, sus brazos subían y bajaban, tocando su pelambre. Con los ojos cerrados, su cabeza giraba de un lado para el otro.<br /><br />Rocco, abrazado a la muchacha dormida sobre los cojines, me hizo señas para que le alcanzara el grueso tabaco de marihuana.<br /><br />Por su lado el Lotus también había comenzado a bailar. Sus movimientos eran violentos y frenéticos mientras caminaba para acercarse a la chica<br /><br />Yo quería agarrar mis trescientos gramos de hierba y largarme de una puta vez. Me gustaba la música, me gustaba la chica del afro, pero lo único que quería era irme. Como poseído por demonios, el Lotus comenzó a orbitar alrededor del cuerpo de la bailarina muchacha.<br /><br />Yo sólo quería agarrar mis trescientos malditos gramos de marihuana y desaparecerme de aquel lugar. Pero la música y el sonido eran imponentes.<br /><br />El Lotus se acercó con movimientos simiescos a la muchacha del afro. Se detuvo frente a ella y la observó. Luego puso sus manazas sobre su delgada cintura. Acercó su pelvis a la de ella. Le levantó la franela, desnudando su pecho. Se inclinó y comenzó a succionarla como un animal hambriento. Los brazos de la muchacha se mecían en el aire, como si se hubieran dormido. Su espalda reposaba sobre la maciza mano que el Lotus había colocado para brindarle apoyo. Sus caderas continuaban restregándose contra el pantalón del Lotus. Casi cargada, la condujo hasta la pared donde estaba la ventana y allí comenzó a desabrochar sus pantalones. Un suave quejido de la muchacha del afro indicaba que había sido penetrada. Sus ojos se entreabrieron, como tratando de reconocer quien se la estaba gozando.<br /><br />Yo estaba paralizado. Rocco se había sentado sobre los cojines, para no perderse ni un detalle. Me miró, se encogió de hombros y se volvió a recostar. Envolvió con sus brazos a la muchacha dormida y comenzó a manosearle las tetas por encima de la gruesa chaqueta que llevaba puesta. La chica, aún dormida, trató de zafarse del abrazo, pero Rocco aprovechó el movimiento para introducir su mano bajo la chaqueta y la franela de ella, mientras se restregaba con fuerza contra su cuerpo. La chica no tardó en despertarse:<br /><br />— Coño, ¿qué pasa, qué haces, cerdo? ¡Quítame las manos de encima, animal!<br /><br />Liberada del abrazo de Rocco, la muchacha se sentó sobre los cojines que le habían servido de cama. Como si no pudiera creer lo que veía, sus ojos se clavaron en el culo desnudo del Lotus, con los pantalones al suelo, tirándose a la negra del afro.<br /><br />— ¿Qué coño estás haciendo, hijo de puta?<br /><br />El Lotus la había escuchado, pero no parecía dispuesto a separarse tan fácilmente del banquete que se estaba comiendo. La muchacha se levantó inmediatamente, mirando a su alrededor. Como no encontró nada que pudiera servirle como arma, se quitó uno de sus zapatos y se abalanzó contra el Lotus. Como si estuviera poseído, el Lotus ignoraba los zapatazos que la muchacha le asestaba con furia sobre la espalda, el cuello y la cara. Al final, el Lotus bramó como una bestia herida. Su cuerpo se tensó como si fuera de piedra. Consumado su deseo, se separó delicadamente de la chica de afro y se enfrentó a la muchacha que lo había estado golpeando con el zapato.<br /><br />— ¿Para eso querías que te la trajera, verdad, maldito?<br /><br />Intentó arremeter una vez más contra el Lotus, pero éste la tomó por ambos brazos y la levantó por el aire, como si se tratara de una pajilla. Acercó su fea cara a la de la muchacha y le gritó “cállate, puta”. Dicho esto, la lanzó con violencia hacia el aire. La chica se estrelló contra la puerta. Ya en el piso, aún tuvo oportunidad de quejarse (un breve ¡ay!) y de llevarse una mano a la frente.<br /><br />El Lotus se subió nuevamente los pantalones hasta la cintura, caminó hasta la mesita, encendió un cigarrillo y cambió la música: <strong>Deep Purple</strong>, <em>Child in time</em>. Se perdió nuevamente por el pasillo. Regresó con la botella de anís y un par de copitas. Las puso sobre la mesita y las llenó. Caminó hacia la ventana, donde continuaba la chica del afro y le ofreció un trago.<br /><br />Rocco recogió su vaso del piso y lo volvió a llenar de anís. Se empujó otro trago y aspiró el tabaco de monte. La chica continuaba tirada en el piso, inmóvil. La muchacha del afro continuaba viendo la noche, la luna y las estrellas.<br /><br />Fue escalofriante cuando noté el charco de sangre que comenzó a formarse debajo de la cabeza de la chica que continuaba tirada en el piso.<br /><br />— Coño, Lotus, mira esa vaina.<br /><br />Me incliné sobre la chica y la observé de cerca. No daba señales de vida. No quise tocarla. Rocco se puso a mi lado y le tomó el pulso.<br /><br />— Nada — dijo Rocco.<br />— ¿Qué?<br /><br />El Lotus puso sus dedos sobre el cuello de la muchacha. Luego se levantó de un solo salto, se puso las manos en la cabeza y comenzó a gritar:<br /><br />— El maldito coño de su madre, hija de puta, ¡qué cagada!, ¡qué cagada de mierda!<br /><br />Entonces se abalanzó contra el cuerpo de la muchacha y comenzó a patearla:<br /><br />— Puta de mierda, puta de mierda, levántate.<br /><br />Rocco se me acercó al oído y me susurró: “coño, hay que decirle al Lotus que así no se trata a una dama”. No me hizo gracia el comentario.<br /><br />Al ver como el Lotus pateaba a la muerta, la chica del afro pegó un grito y se puso a chillar. Comenzó a derribar cosas y a golpearse contra las paredes. Ni nosotros ni el Lotus hicimos nada para calmarla. Estaba histérica. Luego, se inclinó sobre la muerta, buscó un cojín y lo puso debajo de su cabeza ensangrentada. Comenzó a peinarla y a acariciar su frente. </span></span></div><span style="font-family:arial;"><div align="center"><br /><br /><span style="font-size:130%;">*<br /></span></div><div align="justify"><br /><span style="font-size:130%;">Todos cometimos el error de dar por sentado que estábamos implicados en aquella muerte.<br /><br />La occisa se llamaba Egleé y la chica del afro respondía al nombre de Norma. Eran hermanas, o medio hermanas: hijas de una misma madre.<br /><br />El Lotus había decidido que teníamos que deshacernos del cadáver. Al comienzo quería descuartizar el cuerpo, pero fue tal la llorantina de Norma y nuestra negativa de ayudarlo en eso, que no tuvo más remedio que desistir.<br /><br />Lo primero que hicimos fue envolverla en unas bolsas negras de plástico. Al levantar la cabeza de Egleé una bola de sangre coagulada cayó sobre el piso, como si su cuerpo muerto la hubiera regurgitado. Notamos que el golpe lo había recibido en la nuca. Luego la empaquetamos en un par de cobijas y la amarramos con cables de electricidad.<br /><br />En un primer momento el Lotus estaba muy amigable con nosotros, pero poco a poco se fue apartando, como ensimismándose. Al final nos dejó a Rocco y a mí solos haciendo todo el trabajo. Él parecía concentrado en otra cosa.<br /><br />Al abrir la puerta de la salida del apartamento noté que el picaporte estaba húmedo y pegajoso: tenía restos de sangre y de cuero cabelludo. Fue allí donde se produjo el golpe mortal. Me dieron ganas de vomitar. Antes de abandonar el apartamento, vi como el Lotus agarraba una pistola y se la escondía bajo el pantalón.<br /><br />Mi viejo Valiant rojo estaba a unos pocos metros de la entrada del superbloque donde vivía el Lotus. Metimos a Egleé en la maleta. El Lotus se sentó a mi lado, de copiloto, mientras que Norma y Rocco se metieron en el asiento trasero. Norma no dejaba de llorar.<br /><br />Agarramos la autopista y por allí buscamos salir de Caracas. Al llegar a La Rinconada nos desviamos para tomar la carretera vieja, evitando los peajes y alcabalas de la autopista Regional del Centro. Bordeamos el estanque de La Mariposa y seguimos hacia los Valles del Tuy. Pasamos de largo por Charallave y Santa Teresa del Tuy. Eran casi las cinco de la mañana cuando nos internamos en la estrecha carretera de Guatopo. Solitario y selvático, era un excelente lugar para abandonar un cadáver.<br /><br />Desde que nos habíamos montado en el carro, El Lotus no había dicho una sola palabra, salvo para darme las indicaciones que trazaron nuestra ruta. Su mirada estaba clavada en la carretera. Supe que ya no éramos sus amigos ni sus cómplices, sino sus rehenes.<br /><br />Nos detuvimos en una de las pocas rectas del camino, en la cima de una de las montañas de Guatopo. Rocco y yo sacamos el cuerpo de la maleta. El sol comenzaba a salir. Norma no quiso salir del carro, pero el Lotus la arrastró con violencia y la obligó a acompañarnos. Nos adentramos en un barranco, buscando un lugar adecuado para deshacernos del cuerpo de Egleé.<br /><br />Había llovido durante la noche y el terreno estaba fangoso. Nos resbalamos un par de veces y fuimos a dar montaña abajo. Ni aún así, el Lotus se ofreció a ayudarnos, como si esa muerta fuera de nosotros y no de él.<br /><br />Aproveché una de las caídas para reclamar un descanso. Le pedí un cigarro a Rocco. Mientras fumaba, me acerqué al Lotus y lo agarré por el brazo. Nos alejamos unos metros y le dije:<br /><br />— Coño, mi pana. Aquí todos andamos cubiertos de mierda. Este peo es de todos. Nadie va a decir nada. Esta carajita es una malandrita más, pero nosotros, no. Si nos matas, el escándalo será mucho mayor. Al final, te encontraran.<br /><br />El Lotus me miraba directo a los ojos, receloso. Me respondió:<br /><br />— Déjame pensarlo.<br /><br />Rocco estaba sentado en el piso, al lado del cuerpo amortazado de Egleé. Norma estaba de pie, lloriqueando. Quizás sin saberlo, ambos comenzaban a sospechar que no saldrían vivos de ésta.<br /><br />— Norma tampoco va a decir nada. Prácticamente mataste a su hermana frente a sus narices y ella ni movió un dedo. Está tan involucrada como tú.<br />— Fue un accidente.<br />— Está bien. Fue un accidente. Eso es verdad. Pero si nos matas, será un asesinato. Son cuatro muertos que te vas a cargar en una sola noche, mi pana.<br />— Déjate de mariqueras, pajuo. Norma es la hermana. Tarde o temprano, va a hablar. Y tampoco confío en el amiguito tuyo. Se le nota en la cara lo cagón que es.<br />— Yo me hago responsable por Rocco. No va a decir nada, no le conviene decir nada. ¿Me comprendes?<br /><br />Los ojos del Lotus resplandecían como centellas en medio de su negra y fea cara.<br /><br />— Coño, mi pana. Todos queremos salir de esta verga. Tiramos el cuerpo por allí y cada quien a su casa. Jamás volverás a vernos. No hay forma de que nos relacionen a ninguno de nosotros.<br />— Todos sabían que me andaba tirando a la Egleé. Apenas la encuentren, comenzarán a buscarme. Tengo que esconderme.<br />— Está bien, te tienes que esconder. Pero déjanos ir. Ninguno de nosotros va a decir nada.<br />— Coño, ya te dije que me dejes pensarlo.<br /><br />Regresamos donde Norma, Egleé y Rocco. Seguimos bajando por la montaña unos quince minutos más. Dejamos el cuerpo en el piso cuando el Lotus así lo ordenó.<br /><br />Los cuatro nos quedamos de pie, alrededor del cadáver.<br /><br />— Dame la llevas del carro — me ordenó el Lotus.<br />— Coño, Lotus, piensa la vaina, por favor.<br />— Cállate de una buena vez y dame las malditas llaves, cabrón.<br /><br />Era inútil. No había nada qué hacer. Le di las llaves.<br /><br />— Ustedes dos, suban. Yo me quedo con Norma. Espérenme en el carro.<br /><br />Comenzamos a subir. Es increíble como, en momentos como ese, hasta los detalles más pequeños se marcan en la memoria como si fueran grandes acontecimientos. Recuerdo como si la estuviera escuchando a mi lado los agónicos estertores de la respiración de Rocco. Recuerdo un azulejo que atravesó el frío aire y se posó en la rama de un bucare. Recuerdo como la luz del sol comenzó a golpear nuestras retinas apenas llegamos a la carretera. Recuerdo que a los pocos minutos de habernos montado en el carro escuchamos el disparo.</span><br /><span style="font-family:Arial;"></span><br />==============================================<br /><span style="color: rgb(0, 0, 102);font-family:georgia;" >Este relato podrá encontrarlo en el libro <em>"Inventario y otros relatos",</em> editado por la Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías <em>"Del Sur"</em> y en la librería <em>"El Buscón"</em> (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono 5627300. La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente bajo autorización escrita del autor o de da la casa editorial. Email de contacto:</span> <a href="mailto:mesones@cantv.net">mesones@cantv.net</a>.</div></span>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-67283366150919532132009-01-07T20:10:00.000-08:002011-05-03T06:49:48.303-07:00EXCEL, MODELO SOLITARIO<div align="justify" style="color: #93c47d;"><span style="font-family: verdana;">Aun sobre la cama, Alfonso dio unas vueltas tratando de desperezarse y recuperarse, con poco éxito, de los estragos del ron que había tomado la noche anterior. Con cierto esfuerzo agarró con su mano izquierda el reloj digital de la mesita de no<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi13-NbG85D3dsrU0kiMGAzTjRoUoNc7uu-vdKC2NT-PAXbqBn73E7-L6oPenJSaLsNb4Dvm4U5q30sSeM8S-M_bAXKDcuq4dL4460EeEdcx9d7fVD3YC9RsYgstsZeN5tjvEAWX6J0m5U/s1600-h/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5288771275412619314" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi13-NbG85D3dsrU0kiMGAzTjRoUoNc7uu-vdKC2NT-PAXbqBn73E7-L6oPenJSaLsNb4Dvm4U5q30sSeM8S-M_bAXKDcuq4dL4460EeEdcx9d7fVD3YC9RsYgstsZeN5tjvEAWX6J0m5U/s400/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" style="float: left; height: 239px; margin: 0px 10px 10px 0px; width: 182px;" /></a>che para descubrir que hacía un par de horas el mediodía había quedado atrás. Sin soltar el reloj de la mano trató inútilmente de dar con Maruja. Como era su costumbre, debía haber madrugado una vez más en nombre del diario deber laboral de ser una periodista matutina. Su pensamiento apenas podía enfocarse turbiamente en uno o dos deseos: levantarse e ir al baño a orinar o buscar en el refrigerador una cerveza helada y alentadora. Un tercer anhelo comenzó a dibujarse en su mente: bajar a comer algo en el restaurancito de la esquina, pero luego de unos segundos se dio cuenta de que en realidad no tenía mucha hambre. Puso el reloj de vuelta en su sitio, buscó a tientas la cajetilla de Astor y encendió un cigarrillo. En algún lugar de la cama encontró Ironweed, la novela de William Kennedy. Miró a su alrededor para contemplar el desorden de franelas, camisas, pantalones, medias e interiores tirados sobre la alfombra, sobre el televisor, sobre la mesa del comedor y que cubrían casi todos los muebles del apartamento. Sólo entonces pareció caer en cuenta de que Maruja no estaba en la cama ni en el apartamento. Aceptó, una vez más, que Maruja no había estado con él ni la noche anterior ni en las últimas diez noches de su vida y que quizás ya no estuviera nunca. Sacudió su cabeza con fuerza, como lo hacen los perros para quitarse el agua de sus cuerpos, tratando de librarse de los pensamientos que le producía el recuerdo de Maruja. Pensó que un par de cervezas de la nevera y terminar el libro de Kennedy podría ser un buen plan para comenzar el día.<br />
<br />
Casi pierde el equilibrio al intentar levantarse de la cama de un solo salto. Sus pasos pesados, lentos e indecisos recordaban el andar de los borrachos o de los noctámbulos. Se paseó alrededor del cuarto, aprovechando el trayecto para apagar el televisor, el equipo de sonido y la lamparita de noche del respaldar de su cama. Sin darse cuenta, sus pies derribaron una botella de ron casi vacía que había pasado la noche en el suelo. La tomó entre sus manos para verificar, con cierto asco, que sólo quedaba menos de un cuarto de su contenido. El resto se lo había bebido todo él solo, en menos de cuatro horas. Pensó en lo sencillo que eran las cosas antes, cuando era mucho más joven y se dejaba maravillar por el embrujo de los bares, las caminatas nocturnas por las solitarias calles de Caracas o la seducción de una hermosa mujer. Esas cosas seguían allí y continuaban siendo formidables, pero de alguna manera habían cambiado para ir a formar parte del tedio y del fastidio que era su vida. Antes, la seducción era excitante con cualquier mujer. Ahora sería necesario una verdadera mujer, una mujer hecha de miradas y de gestos precisos e inteligentes, que más que bonita le hiciera creer que sin lugar a dudas lo era, que lo obligara a olvidarse de todo y a mirarla sólo a ella. Una mujer emparentada con las heroínas de la literatura o del cine, pero muy difícil de hallar entre sus amigas, o entre las amigas de sus amigas, o entre las hermanas de sus amigos, o entre las chicas de la oficina o, más improbable aún, encontrarla y reconocerla en una calle, en un café, en una plaza o en uno de los vagones del Metro.<br />
<br />
Miró resignado el desorden y lamentó haber perdido en menos de quince días a Maruja y a Francisca, la señora que limpia. Le había dicho que tenía un tío o un hermano postrado en una cama y tenía que irse a San Felipe a cuidarlo. A los tres días se fue Maruja. En algún momento llegó a pensar que esta coincidencia no había sido casual: "Maruja vio que Francisca agarró sus peroles y se fue, se entusiasmó y la siguió". Encendió un nuevo cigarrillo. Sabía bien lo que se hacía con cada nuevo cigarro que se llevaba a los labios, pero también pensaba que tal vez fuera mejor morir de cáncer o de un infarto a los cuarenta y cinco que de viejo a los noventa años. A los cuarenta y cinco uno termina probablemente con alguna cita pendiente, con alguien que esté esperando que caiga la noche para volver a hacer el amor con uno, o con un amigo que hace planes en su oficina para invitarnos un día de éstos a tomar un par de tragos. Pero, ¿quién carajo espera a un viejo de noventa años, quién se acuerda de que alguna vez hizo el amor y en el lugar de sus labios agrios y marchitos florecieron muchas sonrisas arrebatadoras? Nadie se enoja por las cosas pendientes que deja un viejo al morirse. Es más, no faltará quien diga: "pero, ¿es que creía que no iba a morirse nunca?" Así pensaba Alfonso mientras volvía a aspirar con fuerza el cigarrillo. Sabía que le costaría un poco más dar las últimas dos vueltas a la pista de trote y llegar sin un ataque de asfixia a los cincuenta abdominales de rigor. "Gajes de fumador", pensó. Sin embargo, estrujó con rabia el cigarrillo contra el cenicero y se volvió a meter en la cama, como si de pronto hubiera decidido que no era una buena idea comenzar el día de ninguna manera.<br />
<br />
Se había adormecido un poco cuando de golpe recordó su último juego con la computadora. Entonces volvió a reincorporarse mediante un nuevo salto, esta vez mucho más firme y juvenil que el anterior. Cuando estuvo frente al escritorio donde tenía la computadora vio su chequera, lo que le recordó que no tenía idea de cuánto dinero disponía aún en el banco. Escondida entre un par de interiores y una camisa sucia, encontró la tarjeta bancaria de teleservicios. Llamó por teléfono y comenzó a pedir saldos y a ordenar transferencias de una cuenta a la otra. A una pregunta de la operadora, respondió que aún no cancelaría la deuda de su tarjeta de crédito. Agregó que sí, que sabía que los intereses eran diarios. Colgó molesto. Terminó por irse al baño a orinar.<br />
<br />
El apartamento era un amplio salón en el que la sala, la habitación y el comedor estaban separados por endebles tabiques, biombos y muebles estratégicamente colocados. El balcón, con una espléndida vista hacia el norte de la ciudad, formaba parte del sector correspondiente a la sala. La cocina y el baño eran las únicas verdaderas habitaciones del apartamento. Pese al caos generalizado y al tufillo a encierro que lo envolvía todo, Alfonso tenía un bonito espacio para vivir. En realidad no podía quejarse (exceptuando lo de Maruja, claro): tenía suficiente dinero en al banco y tenía una hermosa casa. La cosa se complicaría en vacaciones, cuando sus tres hijas vinieran a visitarlo.<br />
<br />
- Tu talento es para el dinero- le decía su hermano Javier, el mayor, con un aire de desprecio, reproche y envidia a la vez. Alfonso, por el contrario, no creía que hiciera falta ningún tipo de talento para ganar dinero. Simplemente alguien le preguntó alguna vez: "¿cuánto aspira ganar". Y él, por decir algo, mencionó una cifra. "De acuerdo", respondió un señor canoso envuelto en su traje Clement. Fue así de fácil y de difícil. El resto vino solo: una vez que ganas una cierta cantidad de dinero, todos dan por sentado que eso es lo que realmente vales. Así pensaba Alfonso. Y si quería más dinero, simplemente le bastaba con cambiar de agencia. Era uno de los mejores. Al menos así lo creían los dueños de las agencias de publicidad y los clientes que mantenían estas agencias. La opinión de Alfonso al respecto nunca contó para nada. Le pagaban y punto. El cobraba y gastaba.<br />
<br />
Al salir del baño tomó una cerveza de la nevera y se fue directo a la computadora. Abrió la aplicación Excel. En ese programa había comenzado a diseñar una especie de cronología de su vida. Al comienzo lo había hecho por fastidio, pero luego se fue apoderando de él una suerte de extraña y morbosa fascinación por el recuento matemático de su vida. En la pantalla aparecían cuatro columnas: en la primera de ellas se introducía la fecha y en la última la descripción del acontecimiento o suceso descrito. La tabla estaba diseñada para que en la segunda y tercera columna aparecieran, automáticamente, el tiempo que hacía había ocurrido el acontecimiento en cuestión y el día de la semana en que el mismo había tenido lugar. Alfonso encontraba fascinante descubrir que había nacido un día jueves, hacía treinta y cuatro años con veintidós centésimas (34,22 años, según expresión Excel), o recordar que su hija mayor había nacido un día domingo. Había alimentado el computador con muchas fechas necrológicas, como por ejemplo la muerte de su padre, la de sus abuelos maternos y la de sus dos tíos. Excel era capaz de informarle los años, meses, días, minutos y horas que cada uno de ellos había vivido (siempre y cuando él la alimentara con la fecha exacta, con hora, minutos y segundos, si era posible) del nacimiento y deceso del difunto en cuestión. Lamentablemente Alfonso no tenía estos datos ni conocía a nadie que fuera capaz de tenerlos, ni siquiera su mamá, a quien nada se le olvidaba en la vida. Así fue como tuvo que resignarse a utilizar estas facultades de su tabla con la duración de sus dos anteriores matrimonios, dando por nacimiento y muerte las fechas de firma del Acta Matrimonial y de la Sentencia de Divorcio, respectivamente.<br />
<br />
Fueron muy pocos los datos sobre su infancia que pudo introducir en la computadora. Se dio de cuenta que las cosas que rememoraba de niño no tenían una clara ubicación en el tiempo de su memoria. Por otra parte, más que hechos reales y tangibles, sus recuerdos infantiles estaban llenos de sensaciones, de rostros misteriosos, de palabras carismáticas con extrañas y mágicas resonancias que lograban evocar episodios enteros de su niñez, pero por sobre todas estas cosas, sus primeros años de vida parecían estar llenos de olores, muchísimos olores. Pero nada de esto tenía una posición clara en el mapa de su memoria. De esa forma, no le quedo otro camino que apoyarse en hechos concretos cuyas fechas eran más o menos verificables y a partir de allí, tratar de insertar en ese mapa borroso el amasijo de recuerdos que le venía a la cabeza. Por ejemplo: recordó que siendo niño (pero no podía precisar si cuando tenía siete, ocho o nueve años) se había enamorado perdidamente de una vecinita, María de los Angeles. Ambos tenían más o menos la misma edad y estudiaban el mismo grado en el mismo colegio, pero él en el turno de las mañanas y ella en las tardes. Hubo un treinta y uno de diciembre en el que él se había propuesto firmemente darle a María de los Angeles un abrazo intenso y apasionado al momento de desearle un feliz año nuevo. Pensaba que con ese abrazo ella tendría que darse cuenta de su amor por ella. Recordaba claramente aquella noche triste de año nuevo, pero no el año en la que ocurrió. Después de muchas vueltas, logró establecer que él se había mudado del barrio donde era vecino de María de los Angeles en julio de 1964, justo cuando finalizó su tercer grado. Eso significaba que el año nuevo que había estado evocando era el de 1963. De ese día habían transcurrido, siempre según Excel, veintisiete años y cincuenta y cuatro centésimas, cuando se quedó paralizado frente a la visión celestial de María de los Angeles, en el porche de la casa de ella, dejándola pasar a su lado mientras los demás se abrazaban llenos de alegría. Ese día miró escapar el único abrazo que le estaba destinado a la niña que lo había despertado al amor.<br />
<br />
Esta medición temporal, con resultados tan gigantescos como veintisiete años, no dejaba de maravillar y asombrar a Alfonso. Mirándolo bien, esa era más o menos la edad de Maruja, lo que significaba que mientras él se enfrentaba aquella noche de año nuevo a la batalla perdida de su primer amor, había una bebé mamando teta en algún lugar de Caracas para crecer y hacerse su mujer y abandonarlo luego de cuatro años, dos meses, una semana, tres horas y diecinueve minutos.<br />
<br />
Sentado frente a su computadora, terminando con desgano lo que quedaba en la lata de cerveza, Alfonso caía en cuenta de que había años en su vida en los que no le había pasado nada que fuera digno de recordar, ni bueno ni malo, como si él no hubiera caminado a través de ese tiempo, como si hubiera estado dormido o ausente. Eran años, meses, días, miles de horas y de minutos inútilmente vividos. Además, el hecho mismo de concentrarse en hacer este recuento, le permitió detectar que cosas que había considerado perentorias y fugaces, se habían vuelto permanentes y definidas, mientras que otras que creía y había deseado que duraran para siempre, habían sido fugaces y breves: sus dos matrimonios, el cuerpo de Rosana, el Mustang blanco '68 que perdió en un embargo, el soldadito de plomo de su infancia, su padre...<br />
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Este ejercicio de memoria lo había llevado a revivir muchos recuerdos que tenía ya por olvidados, para luego asignarles un orden estrictamente temporal, absolutamente innecesario, pero interesante. Era como ver una película con infinito número de historias, pero proyectada ahora de forma ordenada, mostrándonos relaciones directas y concretas entre unas y otras. Encontró, por ejemplo, que a los diecinueve años había tomado las decisiones más importantes de su vida: abandonar la casa materna, casarse, tener una hija, cambiar de carrera, despreciar el dinero. Luego, las otras decisiones no eran más que reflejos, complementos o consecuencias de estas decisiones primigenias.<br />
<br />
Se levantó por otra cerveza. Mientras la destapaba no pudo evitar pensar en la forma como Maruja lo había abandonado: serenamente, sin escándalos, sin peleas, sin argumentar ni explicar nada, lo que le confirió una gran elegancia a su despedida. "Ya no vale", dijo en algún momento de la noche. Entró al cuarto, tomó su cartera, un pequeño bolso y se marchó. Aún no había ido ni mandado a nadie a recoger sus cosas que continuaban hablándole desde la biblioteca, llenando el closet que ambos compartían, impregnando el baño con la fragancia de sus cosméticos. Lo único que podía reprocharle es que se hubiera ido así, a crédito, en dos cómodas cuotas: despídase ahora y llévese todo después.<br />
<br />
Alfonso no pudo esquivar el dolor y la rabia que le producían la ausencia de Maruja. Estuvo tentado de pensar en el amor, pero Alfonso no acostumbraba interrogar al amor porque le parecía una pérdida de tiempo estúpida y ociosa. El amor está allí o no está. Y cuando nos unimos a alguien y comenzamos a soportar sus malos humores, sus malcriadeces, sus manías y malos hábitos, es simplemente porque esa persona nos interesa, nos conviene sexualmente, económicamente, socialmente, incluso afectivamente. Para ennoblecer ese interés, esa conveniencia, le damos el nombre de amor. Sin embargo, también se preguntaba Alfonso, por qué entre miles de mujeres con características semejantes, casi idénticas, nos interesa una y no las otras. ¿Acaso este capricho del alma es el amor?<br />
<br />
De vuelta a la computadora se detuvo a mirar sus cuadros colgados sobre una de las paredes del sector de la sala. Cinco cuadros en total, sólo uno de ellos en gran formato, todos pintados al óleo. Esos cuadros, esa pequeñísima y diminuta obra lo salvaba de la mediocridad de su oficio de vendedor de papitas fritas, desodorantes, preservativos, refrescos y cuanta porquería pusieran sobre su escritorio. Sin embargo, ese refugio de salvación era como una islita en medio de un océano tormentoso. Se sentía demasiado viejo para atravesar esas aguas y retomar el camino hacía tanto tiempo abandonado. Se quedaría allí, en su islita, tal vez con unos cinco cuadritos más que terminarían adornando las casas de sus hijas y luego el maletero de sus nietos.<br />
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Cuando volvió a sentarse frente a la computadora ya casi se había terminado la cerveza. Intentó recordar otro acontecimiento de su vida. Paseó su mirada por encima de la cama y volvió a ver Ironweed, de Kennedy. Le vinieron a la memoria las imágenes televisadas del entierro del otro Kennedy, el presidente. Le estaban cortando el pelo, al rape y con una pequeña y ridícula pollina sobre la frente. Estaba sentado en la silla de una barbería del barrio San Juan, en uno de los tantos callejones de la avenida San Martín. Sobre un estante había un televisor, transmitiendo el cortejo fúnebre de Kennedy. Sentía lástima por el presidente asesinado, pero al mismo tiempo sentía una gran simpatía por Lee Oswald, tal vez porque Lee era la marca de pantalones preferida por él, tal vez porque la marca de la cocina de su casa era Oswald y eso le facilitó memorizar rápidamente el nombre del asesino, permitiéndole responder en clases, aquella misma mañana, a la pregunta de su maestra Rosalía acerca del nombre del presidente muerto y el de su asesino. O tal vez fuera que el tipo tenía cara agradable, como si estuviera siempre a punto de sonreír. Comenzó a introducir datos. Excel haría el resto.</span></div><div align="justify"><span style="color: #663300; font-family: Verdana;"></span></div><div align="justify">=================================================================<br />
<div style="color: #8e7cc3;"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">Cuento publicado en <b><i>"El atador de cabos",</i></b> Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librrías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-2656020 ó 0212-2638505. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">mesones2256@gmail.com</span></a><span style="font-family: arial; font-size: 78%;"> </span></div></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-3945945024506980962008-12-28T04:41:00.000-08:002011-03-03T20:05:08.368-08:00REALITY SHOW<div align="justify" style="color: #cfe2f3;"><span style="font-family: trebuchet ms;">Era la tercera vez que los breakers se caían. El electricista jefe tuvo que pedir permiso al apartamen<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjklw1PnUx9joY75Ui8ZpUkMFGrQ-TRnfOwUzjOEEHWb6C_yM0dHBLfAJTktzJpWh-cvjWt-5TVCGI_kZizgklq6n11AC5SjkIeVJlfn034cK3ukT021QHVJnFFoSX4gpZwUZaqJsfgW5U/s1600-h/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5284821832487972722" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjklw1PnUx9joY75Ui8ZpUkMFGrQ-TRnfOwUzjOEEHWb6C_yM0dHBLfAJTktzJpWh-cvjWt-5TVCGI_kZizgklq6n11AC5SjkIeVJlfn034cK3ukT021QHVJnFFoSX4gpZwUZaqJsfgW5U/s400/Portada+El+Atador+de+Cabos.jpg" style="float: left; height: 240px; margin: 0px 10px 10px 0px; width: 184px;" /></a>to de al lado para tomar la electricidad desde su brequera, que era de doscientos veinte vatios y podía aguantar sin problema la carga de las luces. Sin embargo, el productor de campo se negaba a pagar un solo centavo por ese servicio, ya que si el sistema eléctrico de la locación no aguantaba, entonces han debido pedirle la planta.<br />
<br />
- Pero si sólo cinco kilos, eso lo aguanta cualquier casa, no sé qué ocurre con ésta.<br />
- Si no lo sabes, entonces tú la pagas.<br />
<br />
Estela, la maquilladora, aún no había llegado. El productor de campo había dejado a Luis Gerardo, uno de sus asistentes, para que la esperara en el canal y la trajera en un taxi. Sabía que si le dejaba esta iniciativa a Estela, jamás llegaría.<br />
<br />
El apartamento era demasiado pequeño para una grabación, pero Alberto Baralt, el conductor y productor del programa, exigía que por lo menos una vez a la semana se hiciera en exteriores o en locaciones naturales. "Eso nos da aire y el espectador no se asfixia. Nadie sale, les da flojera. Yo sí: me voy a las calles, a los barrios, subo cerros, me meto en las cárceles. Eso nos mantiene en sintonía, es lo que nos da el raiting. No se puede hacer todos los días, es muy caro, pero al menos una vez a la semana", decía.<br />
<br />
Renata, otra asistente de producción, se acercó al productor de campo para informarle que el Concejal que se había ganado el premio grande de la lotería tenía diarrea y que no podría asistir al programa al que había sido invitado para el día siguiente:<br />
<br />
- ¿Y ese tipo no come manzanas ni sabe que el arroz es astringente? ¿No le dijiste que hoy está enfermo pero que para mañana estará bien?<br />
<br />
- Yo no hablé con él. Llamó al canal y habló con la secretaria de Alberto.<br />
- Y seguro que le dijo que no había problema, que no se preocupara, aquí el pendejo es el que tiene que parir para mañana. Comunícate con él y dile que ya no se puede cancelar la pauta de mañana, dile que en el canal los baños son muy limpios y que trague manzanas y coma arroz como un chino.<br />
- Aquí no hay teléfono.<br />
- Busca uno.<br />
- Préstame tu celular.<br />
- Este celular es personal. Lo pago yo y el canal se niega a reconocerme el pago de una sola llamada. Así que busca uno, que para eso te pagan.<br />
<br />
Renata salió deseando que unos malandros le robaran el maldito celular a la salida de la grabación y le clavaran una llamada de media hora a Japón.<br />
<br />
Verónica, la dueña de la casa, estaba en la cocina, preparando café para tantos invitados inesperados. Efraín, su esposo, estaba aún en el cuarto, buscando con la vestuarista una camisa que no lo hiciera lucir ni tan joven ni tan viejo. Cuando el productor descubrió a Verónica preparando café, casi se la come viva.<br />
<br />
- No, señora. No haga eso. Tenga cuidado, se ensucia. Venga, venga por acá. Tenemos como diez litros de café en esos termos. No hace falta que nos prepare nada. Siéntese aquí y no se mueva para nada. Si necesita algo, me lo pide.<br />
- Estoy nerviosa- dijo Verónica.<br />
- ¿Qué?<br />
- Que estoy nerviosa. Nunca he salido en televisión.<br />
- No se preocupe. Olvídese de la cámara. Hable como cuando habló conmigo y con Alberto en el restaurant. Si se le olvida algo, Alberto se lo preguntará.<br />
- No es la cámara. Es mucha gente, nunca pensé que fueran tantos. Hay uno de ustedes para cada cosa.<br />
- Y este es equipo mínimo- dijo, esbozando una mueca que debía ser una sonrisa.<br />
<br />
El celular del productor repicó. Era Alberto que no conseguía donde estacionarse. El productor mandó a uno de los asistentes de electricidad para que se encargara del carro de Alberto.<br />
<br />
- Si las luces se caen, vas a ir tú a pegar los cables- protestó el electricista jefe. El productor fingió ni haber escuchado nada.<br />
<br />
Efraín salió con una camisa de rayas verticales rojas y blancas y con un pantalón color beige. El productor lo sentó al lado de su esposa. Renata volvió de su llamada.<br />
<br />
- Ese tipo lo que no quiere es ir mañana al programa. Dice que tiene reposo médico por tres días.<br />
- Llámate a Elba, la sacerdotisa de María Lionza.<br />
- Está en Sorte. No regresa hasta el jueves. A ella le toca el viernes.<br />
- ¿A quién más tenemos?<br />
- Al sargento de la Guardia Nacional que rescató a los niños del incendio de su casa.<br />
- Llámalo.<br />
- Ya lo hice. Está pidiendo permiso en su Comando para adelantar la fecha, pero no se lo darán hasta mañana en la tarde.<br />
<br />
En ese momento llegó Estela con su maletica de maquillaje.<br />
<br />
- Coño, Estela. Hoy tenemos exteriores, hay que llegar temprano.<br />
- Yo llego siempre a mi hora y ustedes ya se han ido. De las carreras no queda sino el cansancio.<br />
- A ver si te cansas un poco entonces: Alberto está subiendo para acá.<br />
<br />
Estela le dio la espalda, ignorándolo. Miró al matrimonio que estaba sentadito como un par de peluches en el sofá de la sala y les sonrió:<br />
<br />
- Hola, soy Estela. Los voy a maquillar.<br />
- Pero yo no uso maquillaje - protestó Verónica.<br />
- Esto es sólo para quitar el brillo de la cara, que si no, luego se ve horrible en la tele.<br />
- Pero un poquito y nada más.<br />
<br />
Las dos cámaras ya estaban puestas en su sitio. Habían tenido que sacar la mesa del comedor para darle un poco más de espacio al improvisado estudio. Las luces volvieron a caerse. Alberto Baralt hizo su triunfal entrada. Todos lo saludaron y le sonrieron. Se acercó a Verónica y Efraín y los saludó efusivamente, como si fueran parientes o amigos de toda la vida. Luego se acercó al productor de campo:<br />
<br />
- Alexis, ten cuidado con las cosas en el pasillo, que los vecinos no protesten.<br />
- No te preocupes.<br />
- Cuando termine con la entrevista, haz unas tomas del bloque, del barrio, de ella haciendo mercado, de él montado en su camión.<br />
- Ya tengo eso en pauta. Ya Luis Gerardo salió para el automercado para preparar la locación.<br />
- Ah, y el niñito que me mandaste para que le diera el carro no maneja sincrónico. ¿Qué pasa con las luces?<br />
- Problema técnico. La red parece que no tiene suficiente resistencia.<br />
- ¿Por qué no trajiste la planta?<br />
- No me la pidieron.<br />
- Resuelve.<br />
- Eso es lo que hago todo el día, todos los días.<br />
<br />
No quiso decirle aún que el Concejal que se había ganado el premio grande de la lotería no vendría para el programa del día siguiente.<br />
<br />
De pronto las luces se encendieron, Efraín y Verónica se veían perfectos, dentro de su estilo, claro. Alberto se sentó frente a ellos, en un banquito. Los camarógrafos terminaron de desayunar sus cachitos de jamón y queso y se colocaron tras sus equipos y el sonidista comenzó a conectar y a probar sus micrófonos.<br />
<br />
De pronto, como siempre, aunque pareciera mentira, todo estaba listo.<br />
<br />
- Estamos listos, Alberto.<br />
- Dame un minuto para conversar con ellos. Dale un vistazo a mi carro, Alexis.<br />
Alexis envió a Renata, quien salió mascullando: "me van a violar en esos ascensores con tanta bajadera".<br />
<br />
<br />
II<br />
<br />
- ¿Cámara?<br />
- ¡Grabando!<br />
- Aquí estamos de nuevo, felices de que nos permitan entrar una vez más a sus hogares para llevarles media hora de acción y reflexión sobre nuestra realidad urbana. ¿Qué pasa en nuestra ciudad? ¿Todo es bueno?, ¿todo es malo? A veces es bueno y a veces es malo, porque así es la vida. Hoy hablaremos sobre el amor, porque no todo es sangre y destrucción, violencia y crimen sobre nuestras calles. También en esta ciudad ocurren cosas hermosas, milagros sobre los cuales alguna vez tenemos que hablar. Hoy tenemos como invitados a Verónica Fernández de Sotillo y a Efraín Sotillo. ¿Los recuerdan? Hace tres años fueron famosos. Efraín fue despedido del Liceo donde daba clases de biología por decisión del Consejo Directivo Sectorial. El se dirige a la fiscalía y demanda al Ministerio de Educación. El Estado contra el Estado. ¿La razón de todo esto? Una de sus alumnas, Verónica Fernández, se había enamorado de él. ¿El resultado? Tuvieron un romance. ¿Las consecuencias? Fueron rechazados por la comunidad educativa. Verónica contaba diecinueve años, Efraín tenía cuarenta. Parece que nuestra sociedad se siente agredida frente a estas manifestaciones del amor. Hoy los tenemos aquí, para ustedes, tres años después de la tormenta, felizmente casados. ¿Cómo se sienten?<br />
- Bien, gracias<br />
- Yo, nerviosa.<br />
- ¿Cómo empezó todo esto?<br />
- No sé, yo no me acuerdo- respodió Verónica.<br />
- ¿Recuerdas la primera vez que lo viste?<br />
- Sí, claro que sí. Yo estaba en la plazoleta del liceo, frente a la entrada. Lo vi hablando con un grupo de alumnos y le pregunté a una amiga "¿y ese quién es?" , "el profesor de biología", "nunca lo había visto", comenté. Y más nada.<br />
- ¿Te enamoraste de él en ese momento?<br />
- No, no creo. Eso ocurrió después, en cuarto año, cuando él comenzó a darme clases.<br />
- ¿Y qué estudiabas cuando lo viste esa primera vez?<br />
- Tercer año. Tenía diecisiete años para ese momento.<br />
- Y tú, Efraín, ¿recuerdas la primera vez que la viste a ella?<br />
- No con tanta exactitud. Ella era mi alumna, una alumna más. Lo primero que recuerdo de ella es que no era muy buena estudiante y siempre tenía que llamarle la atención. Bueno, no siempre, pero sí con cierta frecuencia.<br />
- ¿Ella tenía algo especial para ti?<br />
- No en aquel momento. Era una alumna, más nada.<br />
- ¿Cuando te enamoraste, Verónica?<br />
- No lo sé. Al comienzo sólo me gustaba. Era distinto a los demás profesores: cómo nos regañaba, cómo nos aconsejaba que estudiáramos, que no nos metiéramos en cosas de drogas. Siempre nos decía que estudiando era la única forma de que saliéramos del barrio. Casi todo el salón vivíamos en el barrio, en Pinto Salinas.<br />
- ¿Sólo eso te gustaba de él?<br />
- ¡Nooo! Me gustaba su boca y su mirada. Me gustaba cuando sonreía y sus ojos me parecían muy vivos, muy pícaros. Me di cuenta de que sentía algo por él porque me daba celos que le sonriera a otras alumnas. Me enojaba muchísimo y me parecía que le andaba coqueteando a todo el mundo.<br />
- ¿Le coqueteabas a todas tus alumnas, Efraín?<br />
- Nunca. Como profesor tú sabes que uno tiene muchos chances con las alumnas, pero yo nunca abusé de mi posición.<br />
- ¿Y cómo te enredaste con Verónica?<br />
- Eso fue otra cosa.<br />
- ¿No tuviste novios de tu misma edad?<br />
- ¡Claro!, pero no me sentía bien con ellos. Me parecían muy torpes y muy desaforados.<br />
- ¿Cómo es eso?<br />
- Bueno, no sé. Tenían como mucha prisa: no te habían terminado de agarrar una mano cuando ya querían meterse en la cama con una. Creo que eran muy torpes, o al menos eso me lo parecían.<br />
- Y cuando estabas con ellos, ¿ya sabías que estabas enamorada de Efraín?<br />
- Ya lo sabía, pero yo tenía que continuar mi vida, tratar de enamorarme de algún muchacho de mi edad. Efraín era un sueño imposible. Estaba segura que él ni siquiera se imaginaba lo que yo sentía por él.<br />
- Y es verdad, yo no me imaginaba nada. Incluso, hubo un momento en que llegué a estar convencido de que le caía mal: siempre andaba como malhumorada conmigo, como enojada. Hasta llegó a contestarme mal un par de veces en clase.<br />
- Es que él llegaba y se paraba a mi lado, junto a mi pupitre y me decía: tú letra se parece a la de la mamá de mi hija. Yo sabía que estaba divorciado, que tenía una hija y todo eso, pero por qué tenía que compararme con esa señora. Eso me daba mucha rabia. Y me daba rabia que hablara con otras alumnas: no lo soportaba.<br />
- Y entonces, ¿cómo ocurrió todo?<br />
- Cuando estaba en quinto año, Efraín llegó un día a clases y nos dijo: "hoy es mi último día con ustedes. Me voy del liceo de año sabático. Cuando regrese, ya ustedes estarán graduados. El curso lo continuará el profesor X. Les deseo lo mejor". Y se fue.<br />
- ¿Por qué hiciste eso, Efraín?<br />
- Quería abandonar la docencia, básicamente por razones económicas, tú sabes. Tenía un par de proyectos entre manos y necesitaba tiempo para intentar desarrollarlos.<br />
- ¿Por qué le avisaste a tus alumnos de tu partida a última hora?<br />
- Porque el Ministerio de Educación aprobó mi solicitud a última hora.<br />
- ¿Tú que hiciste, Verónica?<br />
- Me quedé, como dicen, en el sitio. Al salir de clases me fui a mi casa, me encerré en mi cuarto y me pasé el resto del día llorando. Se me acabaron las lágrimas de tanto que lloré.<br />
- ¿Nadie sabía de tus sentimientos?<br />
- En mi casa no, por lo menos hasta que me expulsaron del liceo.<br />
- ¿Por qué te expulsaron del liceo?<br />
- Bueno, usted sabe... por conducta indecente.<br />
- ¿Te da vergüenza decirlo?<br />
- No, me da rabia. La boleta de expulsión decía: conducta inmoral con personal docente del plantel.<br />
- No nos adelantemos. ¿Qué pasó luego de haberte pasado todo el día llorando?<br />
- Me propuse firmemente olvidarme de él. No podía seguir enamorada toda la vida de un hombre al que no iba a ver nunca más. Al comienzo no quería salir para nada de mi cuarto. Dormía y amanecía allí, encerrada. Por nada en el mundo quería volver al liceo, ya que sabía que allí todo me lo recordaría. Entonces enfermé. Me dio una gastritis horrible y no hacía otra cosa que vomitar. En mi casa llegaron a pensar que me iba a morir de lo delgada que me puse. Y la idea de morirme era lo único que me gustaba. Entonces un día se lo conté todo a una amiga, a Yajaira. Se quedó muy sorprendida. Me dijo que tenía que olvidarme de él, que era un sueño de niña, que ese hombre jamás sería para mí. A los pocos días regresé al liceo con la absoluta decisión de sacarlo de mi vida.<br />
- ¿Lo lograste?<br />
- Creo que no. No se trata de una lámpara que uno enciende y apaga cuando nos conviene. Estas cosas se apagan cuando quieren, no cuando uno quiere.<br />
- Entiendo. Y a ti, Efraín, ¿cómo te fue en tu año sabático?<br />
- Mal. Las cosas no salieron como yo esperaba. Me estaba comiendo los ahorros y no tenía ninguna entrada de dinero fija. Entonces envié una carta al Ministerio solicitando la suspensión de mi permiso y la reincorporación inmediata a mi trabajo.<br />
- ¿Así fue que regresaste?<br />
- Sí, regresó. Yo no lo podía creer. Volvió igual que como se fue: sin avisar. Yo estaba segura que aquello era un milagro, un regalo de la vida que no iba a dejar escapar. Durante toda la clase estuve pensando en lo que iba a hacer, sin perder tiempo. Había perdido tantas oportunidades, pensando que siempre lo tendría allí cerca. Cuando terminó la clase me fui hacia su escritorio y le dije que quería hablar con él un asunto muy delicado. Me dijo que estaría en su cubículo hasta las doce del mediodía.<br />
- Ese día me quedé esperándola. Yo pensaba que quería hablarme sobre algún problema familiar. Tú sabes, muchas veces los profesores somos como guías para sus alumnos: tienen problemas y saben o creen que no los pueden plantear en sus casas. Entonces recurren al profesor.<br />
- No fui porque estaba aterrada. No sabía cómo iba a reaccionar Efraín. Era mi profesor, yo era su alumna, él me doblaba la edad. No pude bajar a hablar con él. Me pasé toda la tarde con Yajaira, escuchando música. Nos compramos una botellita de ron y nos la bebimos toda. Yo me estaba preparando para lo peor. Yajaira pensaba que yo estaba loca de atar, pero me preguntaba: "Cómo se lo vas a decir". Y yo le respondía: "no lo sé, ya veré". Cuando ya estábamos un poquito borrachas, le dije: "se lo voy a contar todo y punto". "Me parece muy bien". Terminamos muy borrachas. Hasta lloramos las dos, abrazadas. Esa ha sido la única vez que me he emborrachado en mi vida.<br />
- ¿Y entonces?<br />
- Al día siguiente no tenía clases con él. Averigüé en la Coordinación a qué hora estaría en su cubículo. Esperé a que entrara y me le presenté. Me invitó a sentarme y empecé a hablar sobre el calor y de los mosquitos.<br />
- Yo le dije: "Verónica, tú no viniste a hablar conmigo sobre el calor ni sobre los mosquitos: ¿qué es lo que quieres decirme?<br />
- Entonces le dije: "es algo muy delicado y muy personal, algo muy íntimo y muy importante para mí. Estoy enamorada de usted".<br />
- Entonces fui yo quien se quedó en el sitio. Me esperaba cualquier cosa, menos eso. Pero me agradó oírlo, me agradó muchísimo. Le dije que ese no era lugar para hablar sobre esas cosas y le propuse una cita. No pensé lo que hacía. Sé que he podido decirle que podía ser su padre, que eso le ocurría a muchas alumnas, que veían en sus profesores a una especie de héroe, de líder. Pero no hice nada de eso. Simplemente establecí una cita, una cita de amor, con una de mis alumnas.<br />
- Fue nuestra primera cita. Allí nos hicimos novios.<br />
- Bueno, ese primer día no ocurrió nada. Simplemente hablamos.<br />
- Hablamos toda la tarde. Me dijo: "debo estar loco, pero quiero ver hasta dónde puede llegar esto". Y yo pensé: hasta el cielo. Pero no le dije nada. El me propuso esperar a que terminara de graduarme, pero faltaban seis meses para eso. Comenzamos a salir y a vernos con mucha frecuencia. Yo comencé a estudiar muchísimo porque si estás saliendo con un profesor, no puedes ser mala alumna. Al poco tiempo nos hicimos amantes.<br />
- Tardamos menos de un mes en hacer el amor. Allí todo comenzó a agarrar más cuerpo. Comenzamos a mirar hacia adelante, hacia el futuro.<br />
- Todo era nuevo para mí.<br />
- Y para mí también.<br />
- ¿Y qué pasó, cómo se inició la tormenta?<br />
- Una profesora nos vio.<br />
- Leticia Marrero, mi profesora de historia. Una vieja retardataria.<br />
- Ibamos abrazados por Sabana Grande. Habíamos dejado de andar escondidos, nos gustaba que nos vieran. Allí nos pescó la profesora. Se acercó a nosotros, pero me saludó sólo a mí: "¡Profesor Sotillo!", y se fue. Al lunes siguiente, apenas llegué al plantel, el director me mandó a llamar. Me pidió una explicación y yo se la di, sin negar nada. Creo que el director, como hombre al fin y al cabo que es, logró entender. Pero la profesora ya estaba llevando el caso al Departamento Legal del Ministerio de Educación. Allí la cosa no sería tan fácil. Intervinieron el liceo, amonestaron al director, expulsaron a Verónica. Yo defendí mis derechos hasta el final: ¿quién le prohibe a un médico enamorarse de una enfermera, hasta de su paciente?, ¿quién le prohibe a un abogado enredarse con su asistente o con su secretaria, hacerse su amante, casarse con ella si le da la gana? Entonces, ¿por qué un profesor no puede enamorarse de una alumna? ¿Por qué una alumna no puede enamorarse de un profesor? Verónica era muy joven, pero tenía diecinueve años, era mayor de edad. Tenía edad suficiente para votar, para casarse, pero no para decidir su vida. Yo no entiendo.<br />
- A ti también te expulsaron del liceo, ¿no?<br />
- Por comportamiento insubordinado. Yo pedí que mi acta de despido dijera: "conducta inmoral", igual que decía la boleta de expulsión de Verónica, porque si el pecado era el mismo, el castigo debía tener para ambos el mismo nombre. Pero nadie me hizo caso.<br />
- Mi casa se volvió un infierno. Papá, que nunca se ocupó de mi, me prohibió salir de la casa, arrancó el teléfono en un ataque de rabia, no me dejó estudiar en ningún otro liceo. Todos en mi casa, menos Aída, mi hermana, me trataban como a una perdida. Y mis hermanos querían buscar a Efraín para matarlo. Fue horrible, pero fue muy bello. Efraín y yo nos comunicábamos por notas escritas, por cartas. Aída era nuestra mensajera. Sentíamos que todo se había perdido, pero a cada segundo nos prometíamos tiempos mejores. Efraín introdujo demanda contra el Ministerio de Educación. Entonces hubo una reacción extraña en mi casa: lejos de tomar como un escándalo que mi nombre hubiera ido a para a la prensa, comenzaron a ver las cosas de otra forma. No me decían nada, pero veían las cosas con más respeto.<br />
- Entonces yo me presenté un día en su casa. Me abrió la puerta la mamá, quien casi se cae de espaldas al verme. Sin saber qué hacer, llamó al marido. Yo les dije que necesitaba ver a Verónica. "Cinco minutos". me dijo su padre, Ramón, un tipo apenas siete años mayor que yo. Al día siguiente me volví a aparecer y luego al día siguiente. Aun el juicio no se había resuelto cuando pedí en matrimonio a Verónica. Los padres no tuvieron otro camino que aceptar.<br />
- Ganaste el juicio, ¿no?<br />
- Lo gané, pero inmediatamente puse la renuncia. Lo verdaderamente increíble de esta historia es el tiempo récord que el Ministerio tardó en darme el cheque de mis prestaciones: veinticuatro días.<br />
- ¿Seguiste estudiando?<br />
- Tuve que repetir quinto año. Ahora estudio en un Instituto Técnico, para ser asistente administrativo.<br />
- Yo trabajo por mi cuenta.<br />
- ¿Los reconocen en la calle?<br />
- Al comienzo, mucho. Ahora no tanto. Una vez nos pidieron un autógrafo.<br />
- Y en Maracaibo una vez los dueños de un restaurancito se negaron a cobrarnos la cuenta.<br />
- Sentamos un precedente en muchos sentidos. Les dimos algo para creer, les dimos una muestra de que las cosas son posibles, si crees en ellas. El problema es que la gente ya no cree en nada, porque las cosas son difíciles. Nada es fácil. Menos que nada, querer a alguien.<br />
- ¿Podrías decirnos algún detalle de su intimidad?<br />
- ¿Un detalle cómo qué?<br />
- Un detalle, cualquier cosa.<br />
- A veces, cuando él se enoja o hacemos el amor, le digo profe. A él le encanta.<br />
- Perfecto- concluyó Alberto-. Aquí tenemos una historia de amor bien bonita- dijo, mirando a cámara.<br />
<br />
Alexis se acercó a Alberto como un perro regañado:<br />
<br />
- Para mañana no tenemos entrevistado. El Concejal tiene cagantina.<br />
- Resuelve, inventa. Después de esto podemos meter hasta una entrevista con un violador. Yo te hago el camino fácil y tú me lo dificultas.<br />
<br />
Cuando el programa salió al aire, concluyó con imágenes de Verónica comprando remolachas en el mercado, Efraín cargando guacales en su camión y niños correteando por entre pipotes de basura en los bloques de Lídice, que era donde ellos vivían. Mientras tanto, la banda sonora rezaba lo siguiente:<br />
<br />
"El amor es como esos crepúsculos multicolores: hay quienes lo ven y comprenden el secreto sentido de la vida, y hay quienes sólo pueden pensar que el día se acaba y que llegarán tarde a sus citas".<br />
<br />
La frase era de Monghe Sarmientos. La propuso Renata. Alexis la presentó como idea suya. Alberto Baralt la aceptó.</span></div><br />
<div align="justify"><span style="font-family: Trebuchet MS;"></span></div><br />
<div align="justify"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">===================================================</span></div><br />
<div align="justify" style="color: #ffe599;"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">Cuento publicado en "El atador de cabos", Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000. De venta en las librerías "Del Sur" y las librrías de Monte Ávila. Para mayor información, favor comunicarse con la Editorial a los teléfonos 0212-2656020 ó 0212-2638505. Este relato está protegido bajo leyes de Copyright 1999. La reproducción parcial o total de este relato sólo podrá realizarse bajo estricta autorización escrita del autor o de la casa editora. Email del autor: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">mesones@cantv.net</span></a><span style="font-family: arial; font-size: 78%;">. </span></div>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-2424324354971474002008-11-21T19:56:00.000-08:002009-02-06T18:27:21.643-08:00LA NOTA<div align="right"><span style="font-size:85%;"><strong><span style="color:#000099;"><em>"¿Qué hay en el mundo más peligroso que una mujer?:<br />!Dos mujeres!"</em><br /></span></strong></span><br /></div><br /><br /><br /><br />Las dos mujeres entraron acaloradas al local tenuemente iluminado. Caminaron en línea recta, de prisa, hasta llegar a la barra del bar. Nin<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAGwNS5zE_Zf-nakiVQho1m024VMBUfEAHo111aNmfAoP-DGXPlqQHB9sm8kA511BFw-_C0pA8ret3euU2CSChsqjftEbR7Fri2kPobu13XuQxnMhMZ8SgCY9r4SAVg1VGavyPgBd4xuI/s1600-h/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5271326754089204098" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 262px; CURSOR: hand; HEIGHT: 313px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAGwNS5zE_Zf-nakiVQho1m024VMBUfEAHo111aNmfAoP-DGXPlqQHB9sm8kA511BFw-_C0pA8ret3euU2CSChsqjftEbR7Fri2kPobu13XuQxnMhMZ8SgCY9r4SAVg1VGavyPgBd4xuI/s400/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" border="0" /></a>guna de las dos pasaba de los treinta años. Una de ellas se llamaba Sandra, la otra, Antonieta. Ambas eran, sin duda, muy atractivas.<br /><br />— No deberíamos estar acá, Toña. Nos tomamos un trago y nos largamos. ¿De acuerdo?<br />— No sé, déjame pensar. ¡Maldito bastardo! ¿Cómo no pude darme cuenta por mí misma?<br />—Tranquilízate, mujer. Entiendo por lo que pasas, pero no puedes perder el control.<br />— Deja que lo agarre. Lo voy a dejar en la calle. No le va a quedar ni para un cepillo de dientes. Ni para un maldito cepillo de dientes, te lo juro, Sandra.<br />— Está bien, pero ahora no es el momento. Cálmate.<br /><br />El barman, un jovencito de palidez cadavérica trajeado con un chaleco rojo y corbatica de lacito negro, se había instalado frente a las dos mujeres, esperando sus órdenes.<br />— Tráiganos un gin tonic y un martini seco, ¿o prefieres un vinito blanco?<br />— Un martini doble, seco — corrigió Antonieta.<br /><br />Eran cerca de las tres de la tarde de un día martes. Se encontraban en el bar del hotel “Río Grande”. En la calle, el calor era infernal, pero la suave iluminación del bar y el fuerte aire acondicionado rompían con cualquier conexión climática u horaria con el exterior. Allí dentro bien podían ser las seis de la tarde o la una de la mañana. Igual podía haber un sol recalcitrante o caer un diluvio, adentro nadie lo notaría. El único indicio de que en realidad eran las tres de la tarde de un día laboral era que el bar estaba prácticamente desierto. Además de Sandra y Antonieta, había un hombre cincuentón con aspecto de turista gringo, un par de tipos encorbatados sentados en uno de los extremos del bar en una mesa arrinconada y una pareja dedicada a los retozos de la seducción. De vez en cuando la dama de esta pareja, una señora de unos cuarenta años, se reía con estruendosas carcajadas.<br /><br />— Voy a subir a la habitación. Quiero verle la cara. Necesito verle la cara. Y quiero que él también me vea la cara y que no se le olvide nunca.<br />— ¿Te volviste loca, Antonieta? Vámonos, anda. Vámonos para tu casa. No voy a formar parte de una escenita de telenovela. Y si no me acompañas, me voy sola.<br />— Pero, ¿qué quieres que haga? ¿Que lo deje tranquilo tirándose a la puta esa? Y ni se te ocurra irte. Ni me lo digas. Ni siquiera lo pienses. Hoy me acompañas, pase lo que pase.<br />— Te acompaño, pero compórtate.<br /><br />Antonieta tomaba su trago con avidez mientras con la mano izquierda izaba un cigarrillo humeante como una bandera de guerra. De vez en cuando agitaba su pelo casi rubio, como si se dispusiera a atacar a un personaje que sólo ella era capaz de ver.<br /><br />— ¡Qué bolas! ¡Con una alumna, Sandra! Ni siquiera con una mujer, con una verdadera mujer, sino con una mocosa que ni siquiera sabe quitarse las pantaletas con estilo. Una descarada, una maldita puta descarada. Mira qué atrevimiento el de llamarme a mi casa, a mi propia casa para decirme la hora y el lugar en el que se va a acostar con mi marido. Es que esto se cuenta y no se cree.<br />— Es verdad, esto es increíble. Los hombres deberían fijarse mejor con quien hacen sus vagabunderías.<br />— ¿Fijarse mejor, Sandra? Pero, ¿de parte de quién estás tú? Algo así debería pasarle a todos los hombres mentirosos, a todos los que tienen el cerebro en la punta de la verga.<br />— Coño, Antonieta, o te calmas o me voy. No la cojas ahora conmigo.<br />— Si no la cojo contigo, pero fíjate en lo que dices, ¿okey?<br />— Estás insoportable.<br />— Voy al baño — tomó su cartera y se fue sin esperar respuesta.<br /><br />Antonieta se levantó y buscó el tocador. El baño era un lugar amplio y limpio, aunque quizás excesivamente iluminado con luces fluorescentes y con intenso olor químico de desinfectantes. Era un salón frío y Antonieta no pudo evitar asociarlo con una morgue. Al volver al bar no se fue a la barra sino que se dirigió a la salida. Sandra estaba de espalda y no podía verla. Atravesó el lobby, buscó las escaleras que llevaban al sótano y de allí caminó hasta el estacionamiento del hotel. Después de una breve caminata logró encontrar el camry de Luis Armando, su esposo.<br /><br /><br />Regresó a la barra agitada y sudorosa.<br /><br />— ¿Dónde diablos andabas? — le preguntó Sandra.<br />— Todavía están acá. Acabo de ver el carro otra vez. Tenemos que hacer algo antes de que se vayan.<br />— ¿Hacer qué, Antonieta? Ya sabes que están acá, y sabes lo que están haciendo. ¿Necesitas acaso pescarlo con las manos en la masa? ¿Quieres verlo cuando se lo meta?<br />— No me hables así, coño. ¡Respétame! — su voz se quebró e hizo un amago de llanto contenido. Sandra comprendió que se había propasado, y comprendió que además de sentir rabia, su amiga sufría.<br />— Hay que hablarte así para que entiendas. No vas a hacer ninguna locura, ¿me entiendes?<br />— Hay que averiguar al menos el número de la habitación. Y me tienes que ayudar.<br />— Voy a pedir otro trago, me voy a fumar otro cigarro, te voy a acompañar aquí sentadita, pero no esperes que haga nada más, ¿estamos claras?<br /><br />Antonieta ya no la escuchaba. Se bebió la última gota de su trago, la puso sobre la mesa y la apartó con desprecio a un extremo, detrás de los ceniceros. El cadavérico barman volvió a aparecerse, como por arte de magia.<br /><br />Antonieta y Luis Armando se habían conocido cuando ella tenía dieciocho y él, veintitrés años. Fue en la fiesta de quince años de Isabella, una prima de Luis Armando. Guapo, simpático, arrogante, seguro de sí mismo, era el chico que cualquier muchacha esperaba para ver cumplidos sus más ambiciosos sueños. Bailó con ella toda la noche. Le contó chistes, le confesó sus planes de irse a trabajar al norte (era estudiante de ingeniería electrónica y se graduaría en un año) y, al final de la noche le dijo una frase devastadora: “Con una mujer como tú, uno se casaría sin pensarlo dos veces”. Antonieta se hubiera conformado con un beso, con que le pidiera su número telefónico, con que le dijera que era linda, la más linda de todas las mujeres. Pero aquella confesión, aquella declaración tan radical cuatro horas después de haberla conocido, la dejó simplemente idiotizada. Cuando estaba por retirarse a su casa, Luis Armando la acompañó hasta la mesa donde estaban los padres de Antonieta, y luego los acompañó a todos hasta la puerta, como si él fuera un novio enamorado. De regreso a casa, Antonieta casi se echa a llorar al darse cuenta de que él no le había pedido su número telefónico. Sin embargo, al día siguiente, a las once de la mañana (era domingo, jamás podrá olvidarlo) Luis Armando la llamó. Le dijo que esperaba no haberla despertado. Ella, aun medio dormida, dijo que sí, que la había despertado, pero luego le aclaró que eso no importaba. Y allí se pegaron a hablar. Para siempre.<br /><br />Se casaron cinco años más tarde. Cinco años en los que Antonieta se mantuvo en el más perfecto estado de feliz idiotez. Al poco tiempo de andar juntos se acostaron. Antonieta era virgen, aunque ya antes había estado con alguien en la cama, totalmente desnuda, pero nunca se había dejado penetrar. Así que, técnicamente, era virgen, y en tanto que virgen, Luis Armando era, técnicamente, el primer hombre de su vida.<br /><br />Para el momento de este relato, llevaban siete años de casados, con dos niños varones, uno de cinco y el otro de dos años.<br /><br />Como no hay idiotez ni enamoramiento que sea más fuerte que la férrea rutina de un matrimonio, a los pocos meses de casados las cosas comenzaron a cobrar su verdadero nivel. Antonieta no era tonta y no le costó percatarse de que su atractivo esposo no era inmune al coqueteo de otras damas. Y eso la mantuvo siempre en un estado de permanente angustia y de alerta máxima. Era un rol agotador.<br /><br />Pero tampoco Antonieta había sido inmune al galanteo de otros caballeros. Mientras estudiaba el último semestre de administración en la universidad, y durante el embarazo de su hijo más pequeño, apareció Alejandro, un compañero con quien cursaba estadística. Mientras se preparaban para un examen, una noche en casa de Sandra, Alejandro no le quitaba la mirada de encima a Antonieta. Estaba serio y distraído. Y cuando Sandra se levantó de la mesa de estudio para preparar café, Alejandro aprovechó para tomar sin previo aviso el cuaderno de apuntes de Antonieta. Al principio observó la libreta en silencio, como si estuviera descifrando alguna fórmula matemática allí escrita. Ella lo miraba sorprendida y curiosa. De repente, Alejandro tomó su bolígrafo y escribió algo en el cuaderno. Luego se lo devolvió, sin quitarle los ojos de encima a Antonieta. Ella recibió el cuaderno y leyó en él lo que le había escrito: "Creo que me he enamorado de ti", decía. Pálida y aterrada, Antonieta cerró el cuaderno de un solo golpe. Con la mirada baja, se levantó de la mesa y se fue a la cocina, sin decir nada. Cuando regresaron ella y Sandra, Alejandro estaba en el balcón, fumando. Parecía abstraído en los carros que atravesaban la nocturna avenida. Durante todo el resto de la noche, Antonieta no le dirigió la palabra ni volvió a cruzar mirada con el impertinente y desubicado enamorado.<br /><br />Manejando de regreso a su casa, Antonieta se sintió ofendida e irrespetada. Tenía cuatro meses de embarazo y ya se le notaban. ¿Qué pretendía ese cretino, qué esperaba de ella? ¿Que le abriera las piernas y le pidiera delicadeza para no maltratar al bebé? Con Luis Armando apenas si hacía el amor, y ahora este imbécil pensaba que podía acostarse, sin más, con ella? Estaba indignada, pero, en el fondo, estaba excitada. Era como si hubiera recuperado en un segundo, a través de esa frase, la conciencia de su enorme capacidad para convocar el amor de otro hombre.<br /><br />Al día siguiente, a la salida del examen de estadística, decidió esperar a Alejandro y confrontarlo. Al verlo, le dijo que tenían que hablar. Fueron al cafetín. Su plan era leerle la cartilla y ponerlo en su sitio. Sin embargo, al caminar en silencio a su lado, lo sintió tan dócil, tan ajeno a cualquier requerimiento ilícito, tan tierno incluso, que su enojo no tardó en evaporarse. Se sentaron sin decir palabra. Alejandro se ofreció a buscar un vaso de agua para ella y un café para él. Al regresar, volvieron a quedarse mudos. Alejandro la miraba, pero eso no la incomodaba. Al final Antonieta le dijo:<br /><br />— Estás loco. Esto es una locura, Alejandro.<br />— Sí, allí sí estamos de acuerdo. Sólo quería que lo supieras. Más nada.<br /><br />A partir de ese momento, Alejandro la llamaba a su casa, se escapaban una y otra vez al cafetín de la Universidad para hablarle de su amor. Le escribía cartas, notas de pasión sobre servilletas o en cajas vacías de cigarrillos. Al comienzo le decía que no aspiraba a nada, pero no tardó en quererlo todo. La acosaba para que dejara a su marido y se fuera con él. Poco a poco Antonieta comenzó a necesitar cada vez más este acoso amoroso y lo hizo parte de su vida. Necesitaba oírlo, verlo, sentirse amada en términos tan absolutos y desmesurados. Nunca Luis Armando la había enamorado de forma tan efusiva. No había necesitado hacerlo. Él se limitó a chasquear los dedos, y ella salió corriendo detrás de él. Por primera vez en su vida, hubo un par de noches en las que Antonieta pensó en su matrimonio como en una equivocación. Fue cuestión de minutos, pero lo pensó. Y nunca más pudo olvidar esos breves minutos en los que el mundo se hizo un lugar más ancho que el que le brindaba su marido. La única persona a quien Antonieta se atrevió a confesarle este affaire fue a Sandra. Incluso, llegó a pedirle que le guardara en su casa las escandalosas y emotivísimas cartas que Alejandro le escribía casi a diario.<br /><br />Antonieta y Alejandro jamás se tocaron. Ni siquiera se tomaron de la mano. Sólo una noche, Antonieta estuvo dispuesta al contacto físico, pero no hizo nada para hacerlo saber a su enamorado, así que el deseo se consumió en sí mismo, sin mayores consecuencias.<br /><br />Cuando Antonieta parió al más pequeño de sus hijos aprovechó para aislarse de Alejandro. Tres semanas después del parto, cuando finalmente ella atendió el teléfono, le dijo que ya no debía seguir llamándola, que ella había enloquecido, quizás por el desbarajuste hormonal del embarazo, pero que ya no le encontraba sentido seguir adelante con ese juego que no los conduciría a nada bueno. Alejandro la escuchó en silencio. Ella esperaba que él la confrontara con vehemencia, que utilizara todo lo que ella había aceptado escuchar y leer, pero no lo hizo. Simplemente la escuchó calladamente y al final le dijo que lamentaba muchísimo esa decisión, claro, por él, y le prometió que ya nunca más la molestaría, y así lo hizo. Al colgar el teléfono, Antonieta se volvió un mar de lágrimas. Así estuvo durante días, llorando por cualquier cosa. Ella se justifica ante los demás y ante sí misma como un efecto de la depresión post-parto. Pero ella y sólo ella sabía la verdadera razón.<br /><br />— Vamos a hablar con el recepcionista. Le dices que eres su secretaria privada y que sabes que tu jefe está aquí. Le dirás que a la mamá de él, la de tu jefe, le acaba de dar un infarto y que agoniza en una clínica. Incluso le darás el teléfono de la clínica, estoy segura que no verificarán nada, pero eso les dará confianza.<br />— ¿Yo, yo haré eso? ¿Y por qué no vas tú?<br />— Coño, porque yo no puedo, se me huele que soy la esposa del tipo. En cambio, tú puedes permanecer impasible, como lo haría una secretaria de verdad-verdad. Te dan el número de la habitación y nos vamos para allá arriba. Quiero que me vea la cara.<br />— Estás de atar, Toña. Ni en sueños haré nada de eso, y menos que nada, subir a la habitación a verle la cara a Luis Armando.<br />— O le ofreces dinero al recepcionista. Le damos un buen cheque y él nos da el número de la habitación.<br />— Escúchame bien: yo me voy. Ya me tienes harta. Estás pero que bien loca.<br />— ¡Qué ladilla contigo! Estar contigo y estar sola es la misma vaina.<br />— Si eso piensas, creo que estoy de sobra — respondió Sandra, ofendida, agarrando su bolsito, dispuesta a marcharse.<br />— Discúlpame, no quise decir eso. Pero no me abandones ahora, por favor.<br /><br />Las mujeres tomaron sus tragos y fumaron como chimeneas durante un buen rato, sin decirse nada. Fue Antonieta quien volvió a hablar:<br /><br />— Nunca pensé que Luis Armando me hiciera algo así. Nunca.<br />— Bueno, tampoco dramatices. Pareciera que no conocieras a los hombres, y menos a hombres como tu marido: atractivos, jóvenes, exitosos. Son tuyos, pero tienes que compartirlos. Aunque sean gordos, barrigones y unos fracasados, tienes que aprender a compartirlos, ellos siempre se las arreglan para conseguir a otras mujeres. Y una tiene que aprender a mirar para otro lado. Hacernos las locas. Porque dime, ¿qué vas a hacer? ¿Botarlo de la casa? Eso sería dejarle el camino libre a la mocosa esa. Mañana los tendrás bien juntitos, él despechadito y ella consolándolo con las piernas bien abiertas.<br /><br />El barman se apareció con dos tragos más, sin que las mujeres se lo hubieran pedido. Les dijo:<br /><br />— Esto se los envía aquel señor.<br /><br />Ambas se voltearon a mirar al tipo que estaba sentado al otro extremo de la barra, el que tenía aspecto de turista gringo: un catire regordete, rojo como un camarón.<br /><br />— ¡Hijo de puta!— masculló Antonieta con furia— Fuck you, son of a bitch — le gritó, mostrándole su mano derecha con el dedo del medio levantado mientras se golpeaba el brazo con la otra mano. Un poco asustado, el gringo levantó sus manos, como tratando de protegerse del obsceno gesto, mientras recitaba i'm sorry, i'm sorry. El cadavérico barman se esfumó, como por arte de magia.<br />— Coño, Antonieta, que pena, por dios.<br />— Pena un coño, Sandra. Ese hijo de puta debe pensar que somos par de putas baratas. Seguro que es un vendedor de cables que lo mandan para esta vaina y se quiere coger a cualquier indiecita que se le atraviese. Porque no importa que estemos bien buenas, para él somos indiecitas. El muy bastardo debe tener una esposa que se le ha puesto gorda pariéndole hijos y ahora nos quiere en la cama para que le mamemos el huevo. Que se largue al infierno. Es mejor que se vaya, que ya no quiero ni verlo, hijo de puta invasor. I'll shut you. I have a gun and I'll shut you, son of a bitch— le volvió a gritar al gringo regordete, quien ya se apresuraba a pagar la cuenta y escapar de aquella loca.<br /><br />— Mejor nos vamos.<br />— ¡Nos vamos un coño! Ahora es que la vaina se pone buena. Si quieres te vas, pero yo que tú me quedaría. Aprende a ser mujer. Esto que me está pasando a mí hoy, te va a pasar a ti algún día. Dos tragos más, garçon— ordenó.<br /><br />El bar estaba decorado con elegancia barata, con adornos dorados y alfombras y cortinas rojas. Los dueños debían ser emigrantes italianos. No era un hotel para parejas. Era caro, pero vulgar, ostentoso. De pronto Antonieta comprendió que ese seguramente era el hotel preferido de su marido, su pequeño y arrogante nidito de amor.<br /><br />— Me dejé engordar demasiado.<br />— ¿Qué? — preguntó Sandra.<br />— He tenido dos carajitos. Las tetas se me cayeron, y la carne se me puso flácida. Mi culo se puso como una gelatina. Luis Armando cada día está más altivo, más fuerte, más atlético. Se pasa media hora en la piscina y se broncea como un actor de cine. Nunca comprendí por qué quería dar clases en la universidad: pagan poco y nos roba tiempo para estar juntos. Me vino con un montón de argumentos para taradas. Pero ahora comprendo todo: lo que buscaba era culos jóvenes, tetas paraditas, carajitas fresquesitas y perfumaditas. Mangos bajitos.<br />— No pienses en eso. Piensa en lo que vas a hacer. Tienen dos hijos. No se pueden volver locos. No es un santo, de acuerdo, pero es tu marido.<br />— Me tengo que poner a dieta. Debo ir a un gimnasio. Aún soy joven, y sigo estando buena.<br />— ¿Ves? Esa es una solución. Además, ninguno de nosotros somos santos. ¿Te acuerdas de lo tuyo con Alejandro?<br /><br />Antonieta la miró con furia. Aquello fue un golpe bajo.<br /><br />— No mezcles las vainas, querida. Lo de Alejandro fue algo platónico.<br /><br />Así había resuelto Antonieta todo aquel extraño capítulo de su vida: un amor platónico, un romance quinceañero vivido durante el embarazo de su segundo hijo. Un desbarajuste hormonal.<br /><br />Antonieta llamó por el celular a su casa. La señora de servicio le informó que el señor llegaría tarde porque había tenido una cena imprevista con unos clientes.<br /><br />— El muy cabrón llegará tarde porque está cenando con unos clientes — le informó, irónica, a Sandra —. Así será que tendremos que esperarlo para darle su postre. !Garçon!<br /><br />A medida que caía la noche comenzaron a llegar nuevos clientes al bar. Un pianista comenzó a tocar. Hubo un momento en el que Antonieta pareció estar contenta. El ambiente se había animado bastante.<br /><br />— Cuando fui al baño, me escapé y me fui a ver el carro de Luis Armando... — se quedó callada, pero sonriente, como si supiera algo que no quería confesar.<br />— Ajá, ¿y?<br />— Le dejé una nota pegada al parabrisas: "Cariño, ¿rica tirada? Te espero en el bar. Antonieta".<br />— ¡¿Qué?!<br />— Que le dejé una nota. En cualquier momento debe estar por llegar. Lo conozco. Llegará hecho una fiera. Se hará el ofendido. Es tan poca cosa ese tipo, tan previsible. Me quedaré con la casa y con los carros. Le armaré un escándalo en la oficina. Quizás hasta lo boten. Espero que lo boten. Iré sola, no te preocupes, no me tendrás que acompañar. Lo dejaré en la calle. No tendrá ni para comprarse un buen cepillo de dientes.<br /><br />— No sabes lo que estás diciendo.<br />— Sí, pero no te vayas. Ahora es que la cosa se pone buena.<br /><br />Antonieta giró sobre su asiento para observar al pianista y a los nuevos visitantes del bar. Sandra la imitó. Tomaron de sus tragos y fumaron sin decir palabra. Ambas estaban ya un poco borrachas.<br /><br />Fue Antonieta quien primero vio a Luis Armando entrar al bar. Él se mantuvo inmutable mientras caminaba hacia su mujer. Las blancas mejillas de Antonieta se encarnizaron y sus grises ojos brillaron de rabia y miedo. Sintió que el final estaba cerca.<br /><br />==============================================<br /><span style="color:#990000;">Este relato podrá encontrarlo en el libro <strong><em>"Inventario y otros relatos",</em></strong> editado por la Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías <em>"Del Sur"</em> y en la librería <em>"El Buscón"</em> (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono 5627300. La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente bajo autorización escrita del autor o de da la casa editorial. Email de contacto: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net"><span style="color:#3333ff;">mesones@cantv.net</span></a><span style="color:#3333ff;">.</span>Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2319295681109374924.post-23994548667833295342008-10-17T22:28:00.000-07:002012-09-12T14:45:07.843-07:00COMO UNA FLOR DE CARNE VIVA ANTE MI BOCA<div>
<span style="color: #9fc5e8;">Caminaba por cal<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwq2OHfRljYD5Urn-fAVHZT0_B5FZPRqrO-_XyRIH78hxtGlpn-PCEzyvqwrWShG04lB_JNrTuRkwZ6OPBGV5CUKYLC2rIlX4L2mJyBF0IcmlsV995gjBHT1WwEpAcLrPRFM2q9lQMalU/s1600-h/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg"><img alt="" border="0" height="241" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5258364047144248354" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwq2OHfRljYD5Urn-fAVHZT0_B5FZPRqrO-_XyRIH78hxtGlpn-PCEzyvqwrWShG04lB_JNrTuRkwZ6OPBGV5CUKYLC2rIlX4L2mJyBF0IcmlsV995gjBHT1WwEpAcLrPRFM2q9lQMalU/s400/Portada+Inventario+y+Otros+Relatos+2007.jpg" style="cursor: hand; float: left; height: 250px; margin: 0px 10px 10px 0px; width: 179px;" width="228" /></a>les solitarias, rumbo a mi casa. Bajo la luz del farol, como en una de esas viejas fotografías en blanco y negro, una mujer aguardaba parada en una esquina. Quizás sólo esperaba por un taxi. O a lo mejor a que apareciera un cliente. Su aspecto y su pose desafiante ante la soledad de la calle me hicieron sentir temor y atracción: piernas largas, falda corta, altos tacones. Poseía, aun sin moverse, una femineidad descarada, casi impúdica. Pasé a su lado, observándola de reojo. Ella ni me miró. De su cuerpo emanaba un aroma a perfume caro. Exudaba lascivia y carnalidad. Seguí de largo, no sin antes girar la cabeza para disfrutar una vez más de la sensual figura de la mujer.<br /><br />No eran ni las diez de la noche pero las calles estaban prácticamente desiertas. El hampa irreductible, la ya crónica crisis económica que nos embarga desde hace años y quizás hasta nuestra propia naturaleza pacata han hecho que Caracas regrese a los albores de su antigua condición de aldea. De sus años cosmopolitas apenas si nos quedan las autopistas y algunos pequeños rascacielos, ahora con sus ventanales a oscuras, ahorrando energía eléctrica.<br /><br />Un carro pasó a mi lado aminorando la marcha. Era un mustang vino tinto último modelo. Los vidrios ahumados me impedían ver hacia su interior. Instintivamente, me arrimé hacia la fachada de los edificios de la calle, buscando un poco de protección. No creía que me fueran a asaltar, pero nunca se sabe. El mustang aceleró y continuó su camino, doblando a la derecha en la siguiente en la esquina.<br /><br />Dos minutos más tarde el carro regresó. Esta vez sí se detuvo y frenó a pocos metros delante de mí. Yo me paré y aguardé a ver qué pasaba, pero nada. El carro permanecía allí, inmóvil, sin que nadie se bajara ni se montara en él. Con mucha precaución reanudé mi marcha. Por la acera de enfrente apareció un trío de parroquianos, quizás de regreso de algún bar. Yo aproveché la imprevista compañía para apurar mi paso y adelantarme al carro estacionado, sin embargo, cuando estaba frente a él, la ventanilla del copiloto se bajó. Pude distinguir a dos mujeres. Una de ellas, la que iba al volante, me llamó.<br /><br />— Señor, por favor.<br /><br />Traté de ignorarlas, pero la mujer hizo sonar su bocina. Me detuve y les presté atención a lo que trataban de decirme.<br /><br />— Señor, por favor, ¿nos puede ayudar?<br /><br />Me acerqué al carro. Efectivamente, eran dos mujeres. En el asiento trasero no había nadie.<br /><br />— Estamos perdidas. Andamos buscando el hotel Hilton, pero de verdad que no tenemos ni idea.<br />— Bueno, realmente están algo lejos. Deben bajar buscando la avenida Urdaneta para luego tomar hacia la plaza Oleary y de allí agarrar por la Lecuna. Al final, cruzan a la derecha. Allí encontrarán al hotel.<br /><br />Ya me había acercado lo suficiente a ambas mujeres y, aunque la situación era extraña, no parecían peligrosas. La que me hablaba era una chica de piel clara y una melena rubia que apenas le tocaba los hombros. La otra era morena, con el pelo negro y largo, recogido en una improvisada coleta. Ambas eran extraordinariamente atractivas y ninguna parecía mayor de treinta años.<br /><br />— Está bien, muchas gracias, pero, ¿sabes algo?: no vamos a llegar. Yo soy de Mérida y ella es del Zulia y apenas si conocemos Caracas. Dime, ¿podrías acompañarnos e indicarnos el camino?<br />— ¡Claro que no! Ya estoy llegando a mi casa y estoy muerto de cansancio.<br />— Anda, vale, no seas malo. Cuando lleguemos al Hilton te pagamos un taxi para que te traiga de regreso a tu casa.<br /><br />Comencé a asustarme y me aparté un poco del carro cuando de pronto reconocí a la mujer que iba sentada en el asiento del copiloto: era la misma que minutos antes había visto un par de cuadras atrás, bajo el farol.<br /><br />— Bueno ... ¿De verdad necesitan que las acompañe?<br />— Claro que sí, mi vida. Te pagaremos el taxi apenas lleguemos.<br />— No, no, ese no es el problema. Yo me lo puedo pagar.<br /><br />La mujer con la que me había tropezado minutos antes tuvo que bajarse del carro para dejarme entrar al asiento trasero. Hasta el momento ella no había dicho palabra, lo que la envolvía en un aire aún más misterioso y seductor.<br /><br />Ya en el carro, comencé a guiarlas hacia el Hilton. Luego les pregunté:<br /><br />— Y si no es indiscreción de mi parte, ¿qué van a hacer al Hilton?<br />— Vamos a una especie de fiesta.<br />— Ah, está bien. Y díganme, ¿no les da miedo montar en el carro a un desconocido como yo?<br />— No, para nada. Estamos armadas, las dos. Y si no haces exactamente lo que te digamos, pues no creo que la vayas a pasar muy bien.<br /><br />Tragué grueso. Cierto que eran dos mujeres, pero bastaba una sola de ellas, armada como decían que estaban, para someterme. Mis posibilidades de pedir ayuda eran casi nulas. Sin embargo, me tranquilizó el hecho de que la mujer rubia seguía obedeciendo las instrucciones que yo le daba para llegar al Hilton.<br /><br />— ¿Te asustaste, no? No te vamos a hacer nada, cariño, pero tampoco te pongas a meternos miedo. De verdad que andamos bien armadas.<br />— Discúlpame, no fue mi intención. Sólo trataba de ayudarlas.<br />— Lo sabemos, y te lo agradecemos mucho. Ahora, ¿hacia dónde?<br />— A la derecha.<br />— Yo me llamo Roxana, y ella, Nadhir. ¿Y tú?<br />— Gabriel — como ellas no lo hicieron, yo tampoco quise darles mi apellido.<br />— Mucho gusto, Gabriel.<br /><br />La chica morena, Nadhir, continuaba en silencio.<br /><br />Lo primero que se me vino a la mente es que las dos mujeres eran prostitutas: hermosas, jóvenes, del interior del país, armadas (según Roxana), montadas en un carro de lujo y buscando desesperadamente un hotel para asistir a una "especie" de fiesta.<br /><br />— Y tú, Gabriel, ¿qué haces para ganarte la vida?<br />— Soy ingeniero de sistemas y trabajo en una compañía de instalación de cableado estructurado.<br />— ¡Vaya!, ingeniero, qué bien. ¿Y qué hacías caminando por esas calles?<br />— Vivo por allí, cerca de donde ustedes me recogieron.<br />— Y, ¿no tienes carro?<br />— Le están revisando. Lo compré hace poco y tiene algunos detallitos.<br />— ¿Qué carro es?<br />— Un Neon.<br />— Mmm, pues, no tienes cara de tener un Neon.<br />— ¿No?<br />— Definitivamente, no. Te veo en una Blazer, o en una Autana. Un vehículo rústico. O en un Lexus, si a ver vamos —, dijo Roxana, riéndose.<br />— Díganme algo, pero no se vayan a molestar, ¿de acuerdo?<br />— Pregunta, anda.<br />— Dale la vuelta a la plaza, luego agarra a la izquierda. Dime algo, ¿ustedes son prostitutas, verdad?<br /><br />Roxana se quedó en silencio. Indudablemente, había metido la pata y pensé que ella sacaría su pistolita y me metería un tiro en la frente, allí mismo. Pero para mi sorpresa, Nadhir, la chica que había visto bajo el faro, fue quien se volteó hacía mí y, muy sonriente, me miró fijamente a los ojos para preguntarme:<br /><br />— ¿Parecemos prostitutas?<br /><br />Tenía una voz grave, profunda.<br /><br />— No, no. No lo parecen. Simplemente preguntaba para hablar de algo...<br />— No lo somos — me cortó Nadhir, sin dejar de mirarme ni de sonreír—, pero andamos en eso. Todas las mujeres del mundo andamos en eso.<br /><br />Nos quedamos unos minutos en silencio. Fue Roxana quien lo rompió:<br /><br />— Mira los cojones que tienes, pendejito. Venir a insultarnos en nuestro propio carro sólo porque te hemos pedido un poco de ayuda. ¿Tú crees que lo del arma es puro cuento, verdad?<br />— No, no, yo ya no creo nada.<br />— ¿O crees que porque nos estás ayudando, puedes venir y acostarte con una de nosotras, o con las dos? Dime, ¿te has acostado alguna vez con dos mujeres?<br />— ¿Qué?<br />— Con dos mujeres a la vez, pero con dos mujeres así como nosotras.<br />— No, nunca. Óyeme, que no he querido ofenderlas. Estábamos conversando animadamente y se me ocurrió preguntarles si eran putas, más nada. Pero lo hice sin ánimos de ofender.<br />— ¿Quieres acompañarnos a la fiesta?<br />— ¿Cómo?<br />— ¿Qué piensas, Nadhir?, ¿lo invitamos?<br />— Me encantaría.<br />— ¿Vienes con nosotras?<br /><br /><br />Si sentadas en el carro parecían hermosas, al caminar se volvían demoledoramente bellas. Soy un tipo alto y muy pocas veces la estatura de una mujer me ha resultado un problema, pero estas dos, montadas en sus tacones, casi que me sobrepasaban. Desde que nos habíamos bajado del mustang yo me limitaba a seguirlas. Hacia un buen rato que me ignoraban, a tal punto que si yo me hubiera escabullido no creo que lo hubieran notado. Llegamos a la recepción del hotel donde ellas pidieron instrucciones para llegar a una de las suites.<br /><br />Justo un segundo antes de que nos abrieran la puerta de la habitación ambas mujeres me tomaron por el brazo, como si se hubieran puesto de acuerdo con antelación. Hicieron una entrada teatral, o más bien cinematográfica. Inundaron el recinto con sonoros saludos y ninguna de las dos se apartó de mis brazos hasta tanto no acudieron a saludarlas los que parecían ser los personajes más importantes de la reunión.<br /><br />No era aquello, ciertamente, lo que yo me había imaginado. Era una recepción decorosa. Había un par de conocidos actores de televisión, algunos personajes de la política y reconocidos hombres de negocios como el constructor Alfredo Carneiro. Estaban presentes damas de respetable presencia y otras ataviadas con escandalosa sensualidad, al mejor estilo de mis dos recientes amigas.<br /><br />Fui presentado como ingeniero y, como no lo sabían, las muchachas me inventaron un apellido con resonancias de abolengo: Azpurua. Nadie pareció sorprendido ni especialmente intrigado por mi presencia. Las chicas no tardaron en confundirse con los demás invitados, abandonándome a mi propia suerte.<br /><br />Nadhir, la chica del farol, se movía de un lado a otro del salón. La dureza de su rostro había adquirido una expresión gentil, pero continuaba atrincherada en su parco silencio. Con muy pocas personas parecía sentirse realmente cómoda, y era con ellas con quienes aparentemente podía entablar conversación.<br /><br />Después de un buen rato, ella caminó hacia la terraza. Buscó un rincón solitario y se entregó al disfrute de su copa de vino y a la contemplación de la adormecida ciudad. Yo estaba hablando con un tipo que decía ser escritor y que me estaba mareando contándome los muchísimos premios que había recibido por su obra. Me deshice de él y me fui hacia donde estaba Nadhir. Me detuve a su lado, sin decir palabra. Ella giró levemente su cabeza, hasta reconocerme. Entonces me aproximé un poco más y le dije:<br /><br />— De verdad lamento mucho mi comentario en el carro. Me comporté como un imbécil.<br /><br />Ella me escuchó con indiferencia, pero inmediatamente comenzó a reírse de mí:<br /><br />— No te adelantes. A lo mejor sí somos putas. Pero te digo que si estás aquí en este momento es por habernos hecho esa pregunta tan osada y picante. Yo no soy así, pero mira que Roxana sí que es muy sensible. Yo pensé que te iba a bajar del carro a patadas.<br />— Me lo merecía. Soy un verdadero patán.<br /><br />Nadhir se quedó callada por unos instantes, mirándome directamente a los ojos, o dejándome que yo contemplara los suyos. Luego me preguntó:<br /><br />— Yo te gusto mucho, ¿verdad?<br /><br />La pregunta hecha así, a quemarropa, me desarmó:<br /><br />— Sí, mucho.<br />— Y dime, ¿qué estarías dispuesto a hacer para acostarte conmigo?<br />— Lo que sea.<br />— ¿Eres de los que se enamoran?<br />— A veces.<br />— Vaya, ¡qué decepción!<br /><br />Giró sobre sí misma y volvió a contemplar la desolada avenida. Repentinamente se apartó del antepecho de la terraza y me abandonó sin decir palabra. La seguí con la mirada hasta que se perdió entre las demás personas.<br /><br />Cuando regresé al salón fui sorprendido por un inesperado silencio. Uno de los invitados acababa de ajustarse a su cuerpo un cello para luego interpretar una pieza de Jean-Baptiste Lully. Una muchacha a mi lado me miró a los ojos y me hizo un comentario en francés que no fui capaz de comprender. Nadhir se había sentado en una de las poltronas, extendiendo su brazo derecho a todo lo ancho del respaldar. No miraba hacia ningún lugar en particular, como si la velada le resultara mortalmente aburrida y prefiriera estar en otro sitio. Sin embargo, apenas comenzaron a sonar las cuerdas del cello, su atención se concentró en el joven músico.<br /><br />La chica que me había hablado en francés me tomó por el brazo, pero lo hacía sin mirarme, como si se tratara de un acto involuntario. Luego me soltó, dio unos pasos y buscó, al parecer, un lugar que le permitiera disfrutar mejor de la triste melodía.<br /><br />Cuando la interpretación musical concluyó, nadie aplaudió en señal de reconocimiento. Inmediatamente una voz masculina comenzó a declamar un poema que hablaba de una última noche entre dos jóvenes amantes condenados a una amarga separación.<br /><br />Un viejo canoso de elegante aspecto se sentó en uno de los posa brazos de la poltrona donde estaba sentada Nadhir y comenzó a acariciar su larga y oscura cabellera. Ella, indiferente y con evidente fastidio, se dejaba tocar.<br /><br />Una vez que el declamador finalizó su triste historia de amor, la iluminación se apagó para dar paso a la luz de una de lámpara estroboscópica. Inmediatamente comenzó a sonar un rock muy lento de ascendencia árabe, probablemente una pieza de Lisa Gerrard, Tempest, me atrevería a asegurar. Cobijados bajo la onírica luminaria, los invitados se movieron lentamente, como tratando de encontrar un mejor lugar. Entre el intermitente engaño de la luz, pude ver como el viejo canoso se había inclinado sobre Nadhir para besarla en la boca. De pronto, de la nada, un par de personajes aparecieron en mitad del salón. Eran un hombre y una mujer con los cuerpos laboriosamente pintados con flores multicolores, animales fantásticos y serpientes adormecidas. Ambos encubrían su desnudez bajo el exótico maquillaje. Se pararon el uno frente al otro, mirándose a los ojos. El hombre rompió la quietud de la pareja dando un repentino paso hacia la mujer, quien retrocedió rápidamente ante el acoso. Los brazos de él se alzaron sobre su cabeza, amenazadores. La mirada de ella no se apartaba de los ojos del hombre. Los brazos del hombre comenzaron a descender, sin que la mujer se moviera de su sitio. Sólo sus ojos parecían tener vida: miraba a uno y otro lado, sospechando las intenciones del hombre. Paralizada o hechizada, dejaba que las manos de su compañero bordearan su cuerpo. Respondiendo a un súbito cambio en el ritmo de la música, la mujer dio un nuevo salto hacía atrás, buscando la huida. Pero el hombre la seguía con terca devoción. Ambos actores ¿o bailarines? recorrieron el pequeño espacio que los invitados le concedían en el centro del salón. Cansado o ansioso, el hombre desnudo y de piel pintada hizo presa con sus brazos a la cintura de la mujer desnuda y de piel pintada. La atrajo hacía sí y acercó su boca a la boca de la mujer, siempre amenazante pero sin decidirse a actuar. Ambos comenzaban a sudar y sus pieles coloreadas brillaban como fugaces relámpagos de colores bajo la luz centelleante de la lámpara estroboscópica. El hombre mantuvo su brazo izquierdo sujetando firmemente la cintura de la mujer mientras que con la otra forzaba la cabeza de ella, obligándola a que su boca se acoplara a la de él. Mientras era besada a la fuerza, ella comenzó a frotar sus manos contra los muslos del hombre, buscando con fingida torpeza el erecto pene. Una vez encontrado el viril y prominente miembro, la mujer apartó violentamente sus labios de los de la boca invasora. Se inclinó hasta que, de rodillas, su rostro quedó a la altura de la pelvis del hombre. Entonces comenzó a felarlo. No había simulación ni sugerencia. A pesar de la relampagueante luz, era obvio como la mujer introducía en su boca el pudendo eréctil de su compañero. Los invitados permanecían en silencio, inmóviles, hipnotizados. La bailarina ¿o actriz? se acostó sobre la alfombra, echó los brazos sobre su cabeza y entreabrió sus piernas. Su compañero comenzó a besar y lamer los firmes muslos de la mujer, bordeando la humedecida y ardiente caverna, pasando una y otra vez la enorme y sedienta lengua por sobre los labios del sexo de ella. Luego se arrodilló, tomó entre sus manos la majestuosidad de su méntula y la introdujo en la deliciosa y mojada hendidura de la actriz ¿o bailarina?<br /><br />Fue entonces cuando una de las damas más espontáneas gritó "coño" y se acercó lentamente al hombre desnudo de piel pintada, buscando sus labios, mientras sus manos trataban de alcanzar las redondas tetas de la muchacha tirada sobre la alfombra. Se produjo un tumulto entre los invitados. Algunos se abrazaban entre ellos, otros se besaban apasionadamente mientras algunos simplemente aprovechaban la situación para despojarse de algunas de sus ropas.<br /><br />Repentinamente me di cuenta de la presencia de Nadhir a mi lado. Acercó su rostro a mi oído y me susurró:<br /><br />— Cuando la música termine, di al maestresala que vas a la habitación catorce. Queda en el piso uno. Aguarda diez minutos y bajas. Allí te espero.<br /><br />Antes de poder preguntar nada, Nadhir ya había desaparecido entre el inquieto enjambre de invitados que se arremolinaban alrededor de la pareja de fornicadores.<br /><br />Cuando la música terminó y el salón volvió a estar iluminado por una suave luz amarillenta, a duras penas pude comprender que tenía que acercarme a un viejo corpulento y calvo, trajeado de etiqueta, quien supuse debía ser el maestresala. Estaba dedicado a responder preguntas o repartir discretas instrucciones entre los invitados semidesnudos o, de plano, ya totalmente desnudos.<br /><br />Me acerqué a él y le dije:<br /><br />— Habitación catorce.<br /><br />El hombre revisó un papel que llevaba en uno de los bolsillos de su elegante saco. Me miró desconfiando y me preguntó:<br /><br />— ¿La catorce? ¿Está seguro?<br />— Absolutamente<br />— Pues, entonces, debe esperar — me ordenó, sin una pizca de amabilidad.<br />— ¿Cómo?<br />— Siéntese allí. Yo lo llamaré en unos minutos.<br /><br />De hecho, muchos no necesitaban habitación. Cualquier sitio parecía bueno para amancebarse. El viejo canoso que había besado y manoseado a Nadhir, ahora estaba en la terraza con los pantalones al suelo. Detrás de él, engarzado en un movimiento rítmico y frenético, el joven cellista lo poseía.<br /><br />A los pocos minutos me llamó el viejo de etiqueta:<br /><br />— Tome, señor. La catorce.<br /><br />Me dio una tarjeta magnética.<br /><br />Aturdido abrí la puerta y salí de la suite. El pasillo estaba vacío. Llamé al ascensor y bajé hasta el piso uno. La tarjeta, efectivamente, me permitió el acceso a la habitación número catorce. Estaba oscura, así que antes de entrar golpeé la puerta con mis nudillos:<br /><br />— ¿Se puede?<br /><br />Nadie respondió. Recordé que Nadhir me había pedido que esperara diez minutos después de que me entregaran la tarjeta, pero igual entré y cerré la puerta tras de mí. Había una lamparita de noche encendida, pero no había nadie dentro de la habitación. La brisa que entraba por el acceso que daba al balcón movió la cortina. Detrás de ella, parada en la pequeña terraza, estaba Nadhir.<br /><br />— Hola — le dije, anunciándome. Ella me miró con desgano y continuó mirando hacia la piscina iluminada pero desierta. Al fondo se veía a algunas personas tomando en un bar construido bajo el techo de una enorme churuata.<br /><br />— Si quieres un whisky, sírvete tú mismo. La botella, el vaso y la hielera están sobre la neverita.<br /><br />Me acerqué a ella y comencé a contemplarla. Su rostro estaba cubierto por una delgada película de grasa, lo que le daba un cautivante brillo a su piel color canela. Sus ojos, su pelo, sus cejas y sus pestañas se veían aún más negras en medio de la penumbra. Su boca era gruesa y carnosa, pero exquisitamente dibujada. De sus orejas colgaban unos pendientes metálicos, probablemente oro blanco. Quería acercarme, provocar de una vez el encuentro, pero no me atrevía. En realidad ni siquiera estaba seguro de que me iba a permitir tocarla. Entonces decidí aceptar su oferta del whisky y entré nuevamente a la habitación para servírmelo. Cuando me disponía a volver al balcón, ya ella estaba en la cama, sentada.<br /><br />— Soy wayúu.<br />— ¿Sí?<br />— Guajira. Soy una indígena guajira.<br />— Sé lo que es una wayúu.<br />— Nos gusta que nos llamen indígenas y no indios.<br />— Es bueno saberlo...<br />— ¿Te has acostado alguna vez con una guajira?<br />— No que yo sepa...<br />— Creéme, si te hubieras acostado con una de nosotras, lo sabrías.<br /><br />La mujer cruzó sus perfectas piernas, apenas cubiertas por la corta falda.<br /><br />— Ven, acuéstate a mi lado — me pidió.<br /><br />Me metí en la cama, recostándome sobre el espaldar de madera del lecho, muy cerca de Nadhir.<br /><br />— ¿Viste a Roxana?<br />— No, no sé donde anda. Cuando bajé no la vi por ninguna parte.<br />— ¿Sabes? Fue muy gracioso que nos preguntaras si éramos prostitutas, porque Roxana sí lo es.<br />— ¿Sí?<br />— Sí. Por eso es que hay que tratarla como a una dama.<br />— ¿Y tú, también eres... ?<br />— No, yo soy una dama, así que tendrás que tratarme como a una ...<br />— Como a una puta — la interrumpí.<br />— Exactamente — afirmó, sonriéndome por primera vez desde que nos habíamos bajado del carro.<br /><br />Puestas sobre la mesa lo que parecían ser sus reglas, Nadhir se levantó de la cama y comenzó a desvestirse. En pocos segundos su cuerpo desnudo se alzaba frente a mis ojos. Yo me senté al borde de la cama y la tomé por la cintura, atrayéndola hacia mí. Dócil, se dejó. Cuando ya la tenía a mi lado comencé a olfatear y a besar su ombligo. Ella hizo descansar sus brazos sobre mis hombros. Bajé mis manos y apreté sus recias nalgas. Su cuerpo se contrajo. Al sentir que mi boca buscaba su sexo, ella levantó una de sus piernas y la apoyó sobre la cama, facilitándome el dulce camino hacia su hendidura de mujer. El olor de sus emanaciones era intenso y los pliegues róseos donde se escondía su clítoris eran suaves y calientes, resbaladizos a causa de los lujuriosos aceites que comenzaban a mojarlos. Pasé mi lengua una y otra vez por sobre los labios de su vulva. Luego introduje mi lengua, saboreando el exquisito manjar que se abría como una flor de carne viva ante mi boca. Sus manos se contrajeron sobre mis hombros. Acaricié sus brazos. Luego aparté mi boca de su monte de pelos y me levanté, buscando sus senos. No eran grandes, tampoco pequeños, pero sí redondos y turgentes. Paseé mis labios sobre sus erectos pezones, jugueteando con ellos antes de comérmelos con un apetito que apenas podía controlar. Al chuparlos, de sus senos pareció emanar una sustancia entre amarga y dulzona, pero en cualquier caso deliciosa. Luego busqué su boca. Los labios eran suaves, pero su lengua era firme, recia, compacta. Se movía en su cavidad como un animal receloso que controlaba cada uno de los movimientos de mi propia lengua, cortando cruelmente mi ansia de avanzar, para luego replegarse y permitirme disfrutar de su paladar, de sus dientes, de sus encías y de la misma lengua que ahora se abalanzaba hacia la mía, frotándome con tenacidad. Tal era la fuerza de su lengua que en momentos pensé quería expulsarme de su oquedad, pero inmediatamente se retractaba y me succionaba, como si quisiera tragarme. Me olvidé de todo su cuerpo y me concentré en esa boca hermosa y perversa hasta que casi me hizo perder el aliento.<br /><br />Como pude, me aparté de ella para comenzar a desvestirme. Nadhir me interrumpió con sus manos y comenzó a hacerlo ella misma. Me quitó la corbata y desabotonó mi camisa. Colocó sus dedos sobre mi pecho y los paseó sobre mi piel hasta alcanzar mi espalda. Entonces me abrazó. Sus labios recorrieron mi cuello, mis hombros, mi pecho. Yo aproveché para hundir mis dedos en su larga cabellera. Al quitarme la camisa, ella pellizco, como una niña traviesa, mis tetillas. Acercó su boca a ellas y las besó casi con ternura. Contemplaba mi pecho con un placer casi malsano, como si se olvidara de que yo estaba presente y que podía ver el voraz apetito de sus ansias. Luego me miró fijamente a los ojos mientras su mano se introducía bajo mi pantalón. Ella quería observar en mi cara el reflejo del placer que me provocarían sus dedos al encontrarse con mi enardecido miembro. Lo agarró con mano suave pero firme. Apretó el pene y comenzó a mover sus dedos sobre mi glande. Luego lo soltó para librarse del pantalón que se interponía entre mi falo y su boca. No sé de donde saqué fortaleza para evitar correrme en su boca. Sabía que esto no era más que el comienzo de una larga noche y debía aguantarme hasta donde me fuera posible.<br /><br />Desnudos ambos, se metió a la cama. Yo corrí hacia ella y agarré sus piernas largas y sinuosas. Acaricié sus rodillas, sus muslos, me acerqué a su sexo. Regresé, hambriento, a sus senos. Ella misma me los servía con sus manos, sujetándolos entre sus dedos, facilitándome que pudiera tragármelos por completo. Sabía que luego me esperaban sus suaves labios y su lengua complaciente y castigadora. La besé hasta que sus dientes y sus fuertes succiones laceraron mi boca y mi lengua. Sus mordiscos iban desde la más delicada contracción de sus dientes sobre mis labios hasta terminar en una intensa, fuerte y brevísima dentellada que me sacudía de dolor.<br /><br />Borracho de gozo, la aparté de mi lado, abrí sus piernas y me monté sobre ella. Entonces la penetré, pero sin encontrar el menor sosiego, al contrario. La sostuve por los hombros para aumentar el empuje de mis despechados movimientos. Bajo mis ojos tenía su rostro sudoroso y más hermoso que nunca. Ella contemplaba el mío, como extasiada ante todo el placer que había logrado desatar en mí. De vez en cuando ella bajaba su mirada para observar como la penetraba. En un momento ella me tomó por las mejillas y me advirtió:<br /><br />— No vayas a acabar hasta que yo te lo pida.<br /><br />Casi inmediatamente, fue ella quien terminó. Su cuerpo entero se tensó y su vagina apretó con tal fuerza mi pene que llegué a temer me hiciera daño. Sus uñas se clavaron en mis brazos, en mi espalda, en mi cuello. Hambrienta, ella buscó mi boca. Luego, asfixiada, la apartó, buscando aire. Entonces gimió como un animal herido. Recuperada de su arrobamiento, cubrió mi espalda con sus brazos y me ordenó que continuara. Comenzó a indicarme la forma en que quería se lo hiciera. Primero muy suave, muy lento. Luego más y más rápido y más fuerte, conduciéndome a un vertiginoso farallón en el que temía caer y dejar que mi esperma se desparramara violentamente dentro de su cuerpo de hembra.<br /><br />En un momento ella se separó de mí, se puso de espaldas y me ofreció sus espléndidas nalgas. Comencé a besarlas y mordisquearlas. Con sus manos ella las abrió, mostrándome la oscurísima aréola que bordeaba su culo. Comprendiendo sus deseos, lo besé. La piel allí era de una exquisita suavidad. Enloquecido por el acre olor, quise meter mi lengua allí adentro. Pero ella me detuvo interponiendo su mano entre mi boca y su minúsculo y apretado agujerito. Me ordenó que se lo metiera. Levantó su trasero apoyándose sobre sus manos y rodillas. Yo la tomé por la cintura y, forzándome, le introduje mi rígido príapo. Ella no paraba de gemir. Una vez que lo tuvo dentro, dejó caer su cabeza sobre la cama, exigiéndome que se lo metiera más fuerte y más profundo. Luego comenzó a lanzar unos sollozos que me hicieron temer estuviera llorando de suplicio, pero no era así: era otro tipo de goce, más descarnado, más doloroso, quizás más gustoso para ella.<br /><br />Cuando terminó su delicioso sufrimiento, me pidió que se lo sacara con suavidad.<br /><br />Pensé que ya todo había terminado, pero no. Apenas lo tuve afuera, ella se volteó, separó nuevamente sus piernas y me invitó a continuar.<br /><br />Más que a mis caricias, descubrí que la excitaba mi voz. Comencé a guiarla en su placer, a decirle que se lo estaba metiendo, a ordenarle el momento en que debía llegar al clímax, acompañando mis palabras con nuevos y portentosos movimientos de mi pelvis. Si antes había tenido muchos orgasmos, los de ahora eran de una suculenta intensidad y muchísimo más prolongados.<br /><br />Sé que debía estar exhausto, pero me sentía como bajo el influjo de alguna droga o de algún portentoso maleficio. Estaba sudando y los brazos me dolían, ya que los usaba como recias columnas para poder mantener mi torso levantado y de ese modo disfrutar mejor mirando la exuberante hermosura de Nadhir. Yo continuaba adelante, arrebatado de gozo, esperando que en cualquier momento ella me exigiera nuevas posiciones o insospechadas excursiones hacia algún delirante recodo de su cuerpo. Extenuada, ella me pidió que acabara.<br /><br />Contemplé su rostro, su pelo empapado de sudor, aspiré profundo y reconocí en su piel los últimos rastros de su perfume. Miré sus ojos, su boca, sus cejas. Tenía una cara hecha para el amor, para la lujuria. Entonces exploté. Caí sobre su cuerpo, prensándola con desesperación mientras yo convulsionaba dentro de una gigantesca ola de placer y sosiego. Sentí la rigidez de sus muslos, la presión hiriente de sus paredes vaginales contra mi pene y supe que ella había acabado una vez más.<br /><br />Nos dormimos en silencio.<br /><br />Al día siguiente me advirtió que yo debía abandonar la habitación del hotel antes del mediodía. No pregunté las razones.<br /><br />— Nunca más nos veremos, ¿verdad?<br />— No, no creo. Pero fue bueno que nos hayamos visto al menos una vez, ¿no te parece?<br /><br />Antes del mediodía, salí a luz de la calle como quien despierta de un sueño. Me dolían los labios irritados y mi lengua lacerada. Eso me decía que el sueño había sido real. Sin embargo, era un hecho que jamás volvería a verla. Y eso la hacía, desde ya, una mujer imaginaria.<br /><br />Ella tenía razón: era bueno que nos hubiéramos visto y tocado por lo menos durante una noche. Pero, entonces, ¿por qué sentía que era más lo que había perdido que lo que había ganado esa noche? </span></div>
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<span style="color: #93c47d;">Este relato podrá encontrarlo en el libro <strong><em>"Inventario y otros relatos",</em></strong> editado por la Casa de las Letras Andrés Bello. De venta en las librerías "Del Sur" y en la librería "El Buscón" (Paseo Las Mercedes). Para mayor información puede llamar al teléfono 5627300. La reproducción parcial o total de este relato deberá realizarse estrictamente bajo autorización escrita del autor o de da la casa editorial. Email de contacto: </span><a href="mailto:mesones@cantv.net" style="color: #000099;">mesones2256@gmail.com</a><br />
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Omar Mesoneshttp://www.blogger.com/profile/16034027354189471938noreply@blogger.com2