jueves, 3 de marzo de 2011

EL HOMBRE QUE CAMINABA (cortometraje). Un breve comentario.


La producción de este mini metraje (apenas tres minutos) me permitió asumir una vez más uno de mis escenarios preferidas: la muerte. Y una vez más pude constatar el rechazo que el lector (en este caso, el espectador) siente hacia ese tema.
Una vez finalizado el mini metraje (¿equivalente cinematográfico del mini cuento?), fue inmediatamente subido a internet y promocionado entre amigos. Los comentarios no se hicieron esperar: de forma casi unánime, los amigos afirmaban que les había gustado mucho la película, menos el final. Es decir, es como si hubieran visto en tan poco tiempo de duración, dos películas: la caminata y el suicidio. Un amigo me escribió que a pesar del breve tiempo que había conocido al personaje, había logrado seducirlo y se había  encariñado con él, razón por la que lamentaba mucho su muerte. Y para no dejar dudas y ser bien claro, lo dijo: “no me gustó que se matara”.
Otra amiga me escribió que el video le había gustado muchísimo, pero que ella “definitivamente, votaba por la vida, ya que amaba la vida”. De alguna manera mi amiga había confundido el carácter descriptivo del mini metraje con una supuesta intención prescriptiva del mismo. Como si mi intención última hubiera sido la de hacer una apología del suicidio.
El propio actor, Aureliano Alfonzo, estuvo renuente a filmar el último plano en el que vemos su mano agonizante al lado del arma suicida. Para él el video debía terminar cuando el personaje se lleva la pistola a la sien. Le expliqué que el plano más importante, para mí, era justamente ese: la mano tirada sobre el suelo, temblorosa, agonizante, al lado del arma. En realidad ese fue el plano que generó el resto de la historia: registrar el momento exacto en el que la vida se acaba, en el que el movimiento, el ánima se separa del cuerpo y lo deja abandonado a su muerte eterna.
En rigor, esa era el único plano que me interesaba. Pero eso hubiera sido como escribir un mini cuento tan breve y magro que sólo constara de una sola palabra. Como narrador impenitente que soy, necesitaba al menos una frase que me permitiera insertar esa palabra para brindarle un sentido. De esa necesidad, surgió el resto del video.
Estoy consciente de que toda obra creativa, como los buenos chistes, deben hablar por sí mismos, sin explicaciones ulteriores. Así, no pienso intentar explicar nada de lo que ya está dicho.
Sin embargo, como espectador, espectador involucrado, claro, pero espectador al fin, creo que me asiste el derecho de opinar.
Cuando vemos por primera vez al HOMBRE caminar a través de un terreno baldío, la decisión de matarse ya está tomada. Toda su caminata, sus carreras, sus ejercicios, su contemplación del mar, el cigarrillo que se fuma, no es más que un breve paréntesis que se ha tomado antes de volarse los sesos. De hecho, cuando regresa a su apartamento, la pistola, como si fuera un trago de ron, ya está servida sobre la mesa. Creo, yo, como espectador, que un par de horas antes el HOMBRE ya había tomado la pistola en sus manos, la devolvió a la mesa y salió a dar una última caminata para ver el mundo por última vez. Esa caminata no cambiaría para nada su decisión.
Una noche antes de grabar la secuencia del suicidio, el actor protagonista, Aureliano Alfonzo, me decía que él pensaba que su personaje se iba a suicidar por convicción. Por fastidio ante la vida. Una muerte filosófica, pues, al estilo del Kirilov de Dostoievsky.
Yo le decía que no, que eso no era así. Pero se lo decía no como el “padre” del personaje, sino como el testigo de lo poco que estábamos viendo en esos tres minutos de video.
Para mí, el HOMBRE se suicida por dolor. Un dolor que le viene del amor o de la vida. Quizás haya perdido a una mujer muy amada, quizás se le haya muerto un hijo. Esas son razones de amor. O quizás el HOMBRE padeciera una enfermedad terminal: ¿cáncer, sida?
Lo que sea, para mí el HOMBRE se suicida por tristeza. Una tristeza tan grande y desmesurada que ya no le permite vivir.
Así, el HOMBRE sale a caminar en medio de un mar y un cielo abarrotado de vida, de azules, de movimientos. Un día de playa. Un día rebozante de vida.
Así, camina hacia su propia muerte.
Como todos a diario. Como nosotros ahora mismo.

EL VIDEO:

1 comentario:

Yessen dijo...

que corto tan genial , espero hacer uno propio pronto.