viernes, 4 de febrero de 2011

Te digo que "te amo"...


La Verdad ha sido uno de los grandes temas de la historia y la filosofía. Hoy día, un legendario mito urbano. ¿Quién la tiene? ¿Quién la dice? ¿Quién la ostenta y la pregona?
Una interpretación elemental de la verdad o de lo verdadero sería, por ejemplo, todo aquello que se puede ver, sentir o tocar.  Una mujer o un cadáver, son un objeto cierto, veraz, innegable. Basta levantar la mano para tocarlos con los dedos. Sin embargo, ni el cadáver ni la mujer, aunque tocables y verificables, son la misma “cosa” para todos. Algunos llorarán y tocaran el cadáver con dolor, otros se regocijarán ante esa muerte y patearan el cuerpo del caído con el incierto placer de la venganza o de la victoria. 
O a la mujer, muchos pueden tocarla, algunos con placer, otros con lujuria, unos pocos con amor. Para ninguno de ellos, la mujer será la misma mujer.
LA VIDA ES SUEÑO (1635), de Pedro Calderón de la Barca o THE MARTIX, película escrita y dirigida por Andy y Lana Wachowsky en 1999, han sido obras que, en épocas y momentos absolutamente distantes y distintos,  cuestionan inquietantemente nuestra relación con lo real. ¿La pastilla azul o la roja?
Pero a pesar de las muchas reflexiones y aforismos sobre la verdad, tanto hombres como mujeres sentimos una profunda vocación por la mentira, el engaño y la traición. Pero lo peor es que las más de las veces, en esas mentiras y engaños no hay segundos ni terceros, sino nosotros mismos solitos: el autoengaño.
Más importante que ser felices es sentirnos (o creernos) felices.
Ante temas tan escamosos y escurridizos como el amor, surge la imperiosa necesidad de mentir y mentirnos a nosotros mismos. ¿Qué significa el amor para uno y qué significa para el otro? Quizás para uno de ellos todo el amor esté cifrado en sexualidad plena y exuberante. Pero quizás para el otro, el amor no sea otra cosa que un sentimiento de holgura y tranquilidad económica. En ninguno de los dos casos, el amor no tiene nada que ver. Sin embargo, ambos declaran amarse mutuamente. Y mientras ambos crean no sólo lo que escuchen, sino lo que dicen, serán felices y comerán perdices.
Uno de los cuentos más demoledores que he leído, indudablemente por su contenido, pero básicamente por su título, es uno de Raymond Carver: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR? (1981).
Decir o escuchar “Te amo” es una frase tan importante, excitante  y ceremoniosa, que es como llegar a la cima de una montaña de mañoso acceso. Sin embargo, no es más que una frase. La decimos entre besos, en la cama, entre orgasmos y caricias. Y es que allí es tan fácil y casi tan obligatoria pronunciarla. Pero esa entusiasta confesión, “te amo”, en realidad cualquiera la puede esgrimir. Es como tomar la chequera y firmar un cheque por diez millones de dólares. Cualquiera puede hacerlo. Inténtalo: busca tú chequera, escribe la cifra, firma el cheque. El único problema es que el dichoso cheque tenga fondos.
Hay seres nobles y seres mezquinos, almas grandes y almas chiquitas. Y cuando uno de ellos dice “te amo”, no necesariamente tiene el mismo significado para el que la escucha.
Por ejemplo: la realidad económica de un taxista no es la misma para, digamos, un banquero. Así, cuando el taxista dice que tuvo un excelente mes porque obtuvo veinte mil bolívares de ganancia por su trabajo, quizás esa cifra para el banquero no sea otra cosa que la factura de un almuerzo rutinario de negocio.
O para expresar el mismo paradigma, pero al revés: cuando un hombre “pobre” le ofrece a una mujer su casa, por decir algo, es probable que le esté ofreciendo y compartiendo el único bien que tenga. Por su parte, si el banquero ofrece una casa a la mujer amada, quizás le esté dando un apartamento del último edificio que acaba de adquirir.
Acabo de cumplir cincuenta y cinco años, y acepto, a patadas y a regañadientes, que estoy caminando a paso firme y acelerado hacia mi vejez y ancianidad. Si hay algo que no tengo, es tiempo.
He tenido una vida plena y he tenido la suerte de amar y de sentirme amado. Sin embargo, creo que nunca hablábamos el mismo idioma cuando yo pronunciaba o escuchaba el difícil y escamoso verbo “amar”.
Hace poco, una mujer muy amada, me confesó que yo era el gran amor de su vida. Sin embargo, después de muchos años de relación, sentí que no había en ella ni la voluntad ni la determinación para concretar y cristalizar ese “amor” en algo real.
Al final, para mí, no era más que una frase hueca. Quizás para ella fuera una verdadera frase de amor.
¿Quién lo sabe? ¿Acaso alguien sabe realmente de lo que habla cuando habla de amor?
LA VIDA ES SUEÑO.
El amor, también, es otro sueño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta leer a Omar Mezones,relativamente recién descubierto para mí. Es un escritor en todas sus letras . Su tema de la verdad, es una reflexión que comparto- en una época, con angustia, hoy con aceptación- y, por supuesto, tiene que ver con la subjetividad del "te amo". No creo que importe mucho lo "lo que signifique para quien lo dice.", siempre y cuando sea la manifestación honesta de un sentir. Ya en uno de sus anteriores relatos llamó mi atención el extraño final de un hombre que abandona a un gran amor porque cree que ella no lo ama, a pesar de sis denodados esfuerzos por demostrárselo. Es un planteamiento existencial inmanente en OM y por tanto nada de cuanto se le argurmente, lo movería de esa creencia. En síntesis: hay dos comentarios: i) Comparto lo que dice sobre la aimposibilidad de unificar el sentir de la verdad y de su expresión en el " te amo ". ii) Lo asumo y no lo cuestiono ( a diferencia de Omar) Tu verdad, mi verdad, no son "la" verdad. Cuando dices "te amo" es la propiedad privada de tus sentimientos. Nadie puede cuestionar la legitimad de esa posesión sagrada de tu emocionalidad.LIGIA ISTURIZ